Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Café amargo por Lalamy

[Reviews - 31]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Esta historia la escribí y la publiqué en el 2009, y  después la borré porque me dieron los cinco minutos (?) ahora la vuelvo a subir dado que el documento que se había corrompido volvió a mí gracias a una amiga. He intentado no hacerle casi ningún cambio importante para que conserve la esencia de mi yo cuando escribía de forma algo tonta xD

Espero que la disfruten <3

 

 

Un rostro borroso de cuyo nombre prefiero olvidar tal como él lo hizo conmigo, ha vuelto a aparecerse para nuevamente partir de un golpe el cráneo que cubre mi inocente memoria. Un secreto tan oculto entre los dos, que ahora sólo yo puedo guardarlo. Un amor del cual si bien fue compartido, en este instante se lo arrancó de su conciencia, dejando en mi una herida en mis recuerdos, sintiendo dolor cada vez que acudo a ellos.


Hoy lo he vuelto a ver, la sombra la cual buscaba bajo el sol… le he vuelto a amar, quise correr.

 

Se hacia llamar Damián.

 

Nos conocimos en el paradero que se hallaba cerca de mi casa. Aquella fría mañana fijé mi atención en un atípico joven que comenzó a tararear una canción que hasta ese entonces desconocía, era un bicho raro, era como sacado de un filme independiente. Me pidió un cigarrillo, obviamente no tenía, no fumo.

 

 

Fue amor a primera vista.

 


Tomamos la misma micro, él se sentó en el suelo aislado de todos, yo me quedé frente a él pero de pie, al otro extremo de la micro. Nos mirábamos, él más descarado que yo, en un principio dudaba de su acción, éramos hombres, pero resultó ser tan notorio que ya no pude engañarme a mi mismo. Fue cuando me comenzó a brillar los ojos, como cada vez que algo me pone nervioso, fue aterrador, tiendo a ser tan evidente que cualquiera se percataría de que soy un ñoño.


Tenía unos hermosos ojos verdes- bueno, esto sólo lo pude notar cuando ya me bajaba de la micro-, que combinaban a la perfección con su chaleco del mismo color. La gente lo observaba con disimulo al pasar, quizás a raíz de su hermoso y alborotado cabello anaranjado, y su postura de “Estoy sentado en el suelo como la basura ¿y qué?”

 

El sin duda era de otro mundo.


Al día siguiente nos topamos a la misma hora, sin embargo, él usaba terno, le quedaba muy bien, nunca había visto que a alguien se le viese tan espectacular, incluso yo sentía que se me veía como un disfraz, en fin….

Y de igual forma que el día anterior- quizás más- nos miramos, pero yo procuraba nuevamente en hacerlo disimuladamente, al contrario de él, quien clavaba la vista sin remordimiento. No obstante su mirada no era para nada cautivante, parecía enojado, no sé… demasiado seria. Eso no me gustó, así que lo ignoré hasta que me bajé. Fue una estupidez, le apliqué la “ley del hielo mental”.

Después intentaba todos los días salir a la misma hora para encontrármelo, con la diferencia que me acompañaban mis hermanos Lorena y Alex. Pero no apareció, y me deprimí, no deprimido al extremo de llorar , es sólo un decir porque continué mi vida de siempre. Obviamente no le comenté mi "amor platónico" a nadie o si no me tratarían de loco.

 

¡Cómo me gustaba vivir romances imaginarios!

A la semana siguiente apareció, deduje que se encontraba enfermo, o que no estábamos simplemente coordinados en el tiempo. Ya no aparentaba molestia, nuevamente tarareaba, y eso me hizo feliz. Subimos todos a la micro – digo “todos” porque estábamos Alex, Lorena, Yuo (mi primo), su hermana Miyarai, el joven y yo.

*Debo aclarar que vivo con mis dos primos, mis dos hermanos y mi mamá. Todos a excepción de la última -claro está-, íbamos al mismo colegio.

Lorena se sentó al lado del joven en el asiento que daba al pasillo. Ella comenzó a hablarme, pues yo estaba parado a su lado, eso no era malo, lo malo era que me hacía hablar también, yo no quería, me preguntaba cosas, se reía a carcajadas, yo igual, pero por dentro me moría de vergüenza, él por su lado sólo miraba por la ventana, me hizo sentir raro, todo el camino fue igual, me percaté después que escuchaba música, así que pude hablar sin problemas.

Al pasar el tiempo comencé a verlo día por medio, semana por medio, hasta que esa atracción se había convertido en nada. Como siempre, relaté una bella historia sin lograr el final esperado, lo tomé con humor, después de todo al menos maté tiempo soñando.

Siempre viví mejor mi vida en sueños que en realidades, como todo mundo ¿no?

 


Daniel (Lein) Lira (17)

Había sido como siempre una de mis tantas fantasías de pendejo solitario, fantasías que con el pasar del tiempo resultaban aún más extrañas y pervertidas…no, eso es broma. Hasta que un buen día fui a comprar unos CDs vírgenes a una tienda cerca del supermercado a un kilómetro de mi casa, fue cuando lo vi salir de un ciber que estaba a tres casas de donde yo me encontraba, él al parecer me vio, sin embargo, entré al local para que no se hiciera tan evidente que le estaba colocando mi obsesiva atención. Mi corazón latía muy fuerte, podía palpar sus pulsaciones con la yema de mis dedos, y era tan fuerte que temía que la vendedora lo percibiera.

 

Comencé a temblar, quería que terminara ya, quería verlo, saber donde vivía, o por lo menos por donde para pasar más seguido.

 

Fue cuando escuché una voz:

- ¿A cuánto están los CDs de DVD? – dijo una voz calma y baja, muy varonil por lo demás.
- Doscientos cada uno, tres por quinientos... –respondió la vendedora muy parca - ¿Cuántos quiere?
- Déme tres…

 

Miré de reojo, y vi a la persona que estaba junto a mi, ¡Era él! apoyado en el vidrio del mostrador con esa pose confianzuda observando no sé qué.


Entré en colapso, si bien hacía un segundo quería irme para verlo, ahora quería irme para desaparecer de su vista. Empecé a chequear una boleta bastante vieja, sólo para disimular mis nervios, y atolondradamente tomé el vuelto y mi compra, saliendo lo más rápido posible.

Al estar afuera me relajé, el plan repentinamente había cambiado, tenía que ir a casa.

Caminaba cuando escuché unos pasos detrás mío, me sugestioné, incluso creí que se me enredarían las piernas, pero fui bien idiota al creer que era el tipo que me robaba el tiempo con su presencia carismática, pues luego de ponerme tenso y mirar hacia atrás con una fingida naturalidad, vi a una vieja con cara de papel corrugado, no, exagero, sólo arrugado que me observaba suspicaz.

 

Suspiré.

 

No obstante, luego de burlarme por lo ridículo que suelo ser, empalidecí cuando lo vi cruzar la calle desde la vereda del frente, llegando adonde yo me encontraba, traté de no mirarlo, caminamos a la par.

Al doblar la esquina me tropecé -con nada y sin ser a propósito- empujándolo levemente.

- ¡Perdón! – dije medio lerdo.
- No hay drama… - me habló sonriéndome.

El era gay o bisexual.

No me pregunten como lo supe en ese instante, sólo me di cuenta de ello por mera intuición , su sonrisa fue especial, al igual que su mirada, me sentí peor de lo que ya estaba, y sin saber como llegamos a ello me comenzó a hablar…


- ¿Oye, tú eres del colegio Lutero D-41?
- Sí.
- Ah… ¿Y conoces a una Paola Zúñiga?
- No.
- Pablo Conejeros.
- No
- Cristián Duarte
- No
- ¿En qué curso vas?
- Segundo.
- Ah… eres chiquitito, con razón no los ubicas. Ellos son de cuarto, no sé si hablas con cabros de cuarto, yo no le veo el impedimento…
- No, no tengo amigos de cuarto.
- Ah- asintió con la cabeza-. Lo que pasa es que yo era alumno de ahí, el año pasado salí, y los que te nombré fueron repitentes de cuarto, conocidos, no amigos. Te preguntaba por si tú eras compañero de ellos, como siempre te veía en la micro, pero me daba lata preguntarte…
- Ah… - y no dije más que eso.
-¿Y como te va en el colegio? – continuó.
- Bien.
-¡Me lo imaginé! Tienes cara de o inteligente, aparte de tímido – rió.

No podía creer que fuese tan espontáneo, se me hizo algo admirable, siempre quise poder sobrellevar, con total naturalidad, una conversación casual con un completo desconocido sin tener que agachar la mirada, o desviarla producto de la incomodidad.

- Parece que no tienes muchas ganas de conversar…
- ¡No! ¡No es eso! Lo que pasa es que sí… soy un poco tímido…
- Y yo arisco, pero me inspiras confianza, aunque últimamente no te he visto en la micro, debes de estar yéndote o antes o después.
- Mm… lo que pasa es que mi hermana se demora mucho…

“¿Pero por qué le doy explicaciones?” me preguntaba, y el las aceptaba con un “Ah, con razón”

- Bueno, un gusto en conocerte – terminó por decir, deteniéndose –. Vivo justo aquí- y apuntó una casa colorada escondida entre las latas que llenaba los espacios que dejaba la reja –. Mañana te espero en el paradero para que hablemos, y si tu hermana se demora no te preocupes, te espero ¿bueno?
- Bueno- le sonreí.

Y al despedirnos me dio un beso en la mejilla, lo que me paralizó, luego de esto al ver mi no-reacción, me tomó del brazo y sujetándome de la cintura, me miró fijamente a los ojos sin soltarme. No es que yo sea de los que se dejan tocar por un extraño, pero es que entre mi delirio confundí la realidad con el sueño, él estaba siendo tal y como me lo había imaginado, y ante eso, no podía contener mis ganas de concretar mis fantasías. Era la primera vez que un hombre con sus características me miraba con tanto deseo, y yo simplemente no podía rechazarlo.

Como no pude rechazar el beso en la boca.

Yo respiraba rápido y profundo, moviendo mi cabeza ligeramente como acariciándome con su rostro, me sujetó más fuerte, lo cual demostró más deseo que estaba siendo bien correspondido.

Jamás me había atrevido a hacer tal cosa...

De inmediato me agarró una nalga entre el apasionado bocado de sus labios y lengua, yo me sonrojé ante su impredecible acción, él empalideció, y se alejó al instante sacando un manojo de llaves de su pantalón.

- Yo… yo… yo no hago estas cosas, yo…perdóname…- dijo.

 

Yo asentí con la cabeza, y esto dio pie para que se fuera sin decir nada.


Me quedé anclado fuera de su casa con una suspensión de varios segundos "¡Yo tampoco hago estas cosas!" pensé ruborizado, partiendo a mi casa aún con la sangre cálida. Definitivamente era un mal comienzo, tal como decía el dicho, "Lo que fácil viene, fácil se va" ¿Cómo dos extraños pudieron ser seducidos al punto de ignorar lo moralmente correcto?

Al otro día- Lunes- no quería toparme con él, tenía el estómago revuelto de sólo pensar en topármelo, fui incapaz de comer algo de desayuno, lo que conllevó al show matutino de mi madre por la buena alimentación de sus hijos. Me encontraba con Lorena, quien un tanto curiosa me preguntaba lo que me sucedía, pues en contra de mi voluntad pudorosa miraba hacia todos lados. En otra ocasión se lo hubiese dicho, pero en ese momento sólo incrementaría mis nervios, y como mi hermana podría ser cualquier cosa menos discreta, preferí ahorrarme cualquier papelón.

El paradero estaba lleno, sólo colectivos y autos recorrían la calle aumentando el gentío gradualmente, lo que indicaba que más de alguno iría colgando de la puerta. Tendía a confundir a ciertos jóvenes con... con... ¡Ni siquiera sabía su nombre!

"¿La habré cagado?" pensé, como se notaba que era la primera vez que experimentaba un suceso que distaba de lo común.

- ¡Hey! ¡Tanto tiempo!- escuché una voz detrás mío, mi corazón pateó mi pecho otra vez por su causa

Al darme media vuelta lo vi sonriente, lindo, resplandeciente, no parecía real...

Me olvidé por completo que mi hermana estaba a mi lado y lo saludé con una emoción contenida la cual sólo pude depositar con un beso en la mejilla. No se me podía despegar la sonrisa de la cara, parecía muñeca, y a su vez él tampoco.

- ¿Tu hermana?- me dijo saludándola.
- Sí - musité.
- Son igualitos.

“Sí...”

Y todo era "Si..." en ese momento, no atiné a decirle más que eso, sólo pensaba en lo que había sucedido el día anterior, en tanto mi hermana le metía conversación. Yo lo observaba hipnotizado, y él de vez en cuando me devolvía la mirada con una leve sonrisa.

Estaba condenado.

Al pasar los días nos volvimos casi pololos*, nos íbamos todos los días juntos, pero solos, trataba de salir más temprano que los chiquillos para estar con él. Cuando podía me iba a buscar al colegio y las mujeres se lo comían con la mirada, yo sólo reía, me sentía completamente afortunado de poder presumir tal pedazo de galán. Nuestro idilio era casi utópico, excluyéndonos del mundo sólo para disfrutar nuestra compañía mutua, nuestra relación de ensueño, basado en palabrería, regalos, chistes, y música…

Sin embargo, con el pasar del tiempo, hubo algo que gatilló el comienzo del fin; empezó a olvidarse de cosas que le había dicho con anterioridad, repitiéndole hasta casi cinco veces las mismas idioteces hasta el punto de llegar a la preocupación, no obstante, si le preguntaba la razón de su distraimiento se enojaba, tratándome pésimo, y como un patético perrito fiel, callaba…


Aparte de eso, había veces que se rehusaba a verme, yo lo aceptaba, no podía obligarle a soportar mi presencia todos los días, él tenía su espacio y yo le respetaba, lo que menos deseaba era que nuestra relación fuese asfixiante, pero eran semanas enteras que no me contestaba el teléfono, ¿A caso no me echaba de menos? Porque yo sí, y mucho, era lo lógico ¿no?

No obstante, el reencuentro era bellísimo, salíamos a lugares hermosos, o simplemente no íbamos a ninguna parte, siendo igualmente impagables.

Un día en el que me sentía un poco deprimido, lo fui a buscar a al casa, y no estaba, a la noche me fue a ver y agresivamente me preguntó el por qué lo había ido a ver… yo obviamente le respondía que era por que lo extrañaba, y terminábamos peleando como siempre.

Nuestra relación se transformó en eso, si no nos llevábamos mal, era un amor desenfrenado, del cual prometíamos cosas eternas, y planeábamos nuestro futuro… pero no me importaba los baches por los que pasábamos, yo creía que estos servían para fortalecer nuestros sentimientos, lo amaba, él era para mí lo máximo, aunque nunca se lo dijera, no sé si habría servido de algo…

Era muy atento y ausente ¿Se podía ser ambas cosas? En ese momento creía que sí, pero con el tiempo dejé de tragarme ese cuento de fantasía, él simulaba estar conmigo, pero en realidad no estaba con nadie, y yo sufría… ahora creo que él también. Así fue como nuestra relación se iba malgastando, pudriendo, pero no quería desistir de ello, no podía estar sin él, Damián era muy genial, me hacía sentir parte de un mundo del cual nunca hubiera podido alcanzar solo, sin embargo, me corrompía la pregunta: ¿Habrá otro?, cansando mi mente con constancia, había entrado en una desconfianza paranoica “¿Como alguien como él sólo podría estar conmigo?” me decía “¿Cuál es la razón por la que se desaparece por semanas sin tener la necesidad de querer verme?”. Estaba dispuesto a disipar aquellas interrogantes, sin pensar en ese momento que el asunto era mucho más profundo de lo que me imaginaba.

Fue un día martes, me acuerdo bien porque mi banda musical favorita daría un concierto, cosa que aplazaron hasta nuevo aviso porque llovía con demasía. Damián llegó a mi casa empapado, hubiese sido una agradable sorpresa si no hubiese llevado consigo esa expresión fastidiada que últimamente veía con más frecuencia. Al abrirle la puerta lo primero que hizo fue retarme porque no le contestaba el celular, yo me sorprendí, en realidad había dejado mi celular en silencio por X razón- no me acuerdo bien-. Se percató que estaba solo y comenzó a gritarme, no lo soporté, lo encontré incoherente, y me dio miedo.

- ¡Me aburres! ¡Siempre lloras porque te dejo botado! ¡¿Y cómo no lo voy a hacer?! ¡Si siempre estas inubicable! ¡Tenía algo importante que decirte, y me haces pegarme el pique para hablarte con esta lluvia torrencial!
- ¿Que pasó?-me preocupé.
- ¡Nada!
- ¿Eso es verdad?

- ¡Sí!- no bajó el tono de su voz.

- ¡Deja de gritarme! ¡Qué mal genio!
- ¿Y por qué no te miras al espejo, maricón llorón, que no se le puede decir ni una hueá?
- ¡¿Oye qué te pasa?! ¿Qué te dio por insultarme, ahora?, parece que se te olvida que soy tu pareja
- ¡Pareja! ¡¿Y crees que yo voy a tener a un pendejo como pareja'! ¡Me tienes harto con tus mamonerías! Hago lo posible, pero parece que tú eres demasiado para mi ¿no?
- ¿Cómo?- pregunté difuso.
- ¡Eso! No quiero verte más, no quiero verte la cara nunca más, me cansaste estoy harto de pololear con un santo, me aburren tus anécdotas, tus filosofías, tu besos con gusto a leche, que ni siquiera sabes dar, no sirves para nada, no me sirves para nada, no me busques y no me llames, estaba deseando este momento para patearte en la raja, ahora llora con razón.

Jamás olvidé esas palabras, por un momento creí que lo había hecho todo mal, me sentí un imbécil, se fue, pensé que el imbécil era él, y me di cuenta que botó su amor en mi puerta, y que yo había aguantado demasiado.

¿Excusas para terminar conmigo?

Fue lo primero que pensé.

Ya habíamos tenido un incidente parecido, en una “tokata” en la que él cantó con su banda; un incidente del que no deseaba recordar porque me dolía. ¿Habrá sido por eso que terminó conmigo?

Fui un estúpido al seguir con él.

 

Y porque soy paciente, pero no arrastrado, no lo busqué porque él y yo habíamos terminado desde un comienzo.


Al mes siguiente me contó un amigo en común que él era adicto a la heroína, y que se había internado voluntariamente para rehabilitarse, ya que se dio cuenta que su vida valía una mierda.

No me había percatado de nada...

¡De ahí la razón de su desesperación al no encontrarme, le daba la angustia y necesitaba distraerse, y de ahí su ausencia, la compensaba drogándose! Aunque nunca entendí la verdadera razón de su dependencia, como tampoco entendí su temor a decírmelo.

No pude odiarlo

Lo fui a ver tres veces, pero no quiso verme, cada vez me rechazó peor, estaba pololeando con una linda joven la cual lo ayudaba con su rehabilitación, se veían enamorados, entonces me pregunté con un eco en mi mente: ¿Dónde quedaba yo en esta historia? ¿Desde cuando me había borrado de su vida hasta el punto de que al ver a su madre me preguntara “Y quién eres tu”?

Lloré todas las noches, me acostaba temprano para hacerlo, era un "algo" horrible lo que me sucedía, al cual no le podía hallar nombre ¿Rencor?, ¿Tristeza?, ¿Rechazo?, no… no era nada de eso… lo que me hería no era una emoción, ni un sentimiento, ni si quiera una sensación, lo que calaba hondo en mi pesar era “olvido”, el olvido me hacía sentir inexistente, impalpable, casi como un pequeño suspiro, y como me sentía así , la gente comenzó a olvidarme también, a ignorarme, al mirar a donde estaba y no ver nada, sólo yo y mis pensamientos, solo yo y el olvido, pero entonces ¿Por qué yo no podía olvidar?

La respuesta era obvia… por que me dolía.

Después de esto pasó menos de un año, y ayer lo volví a ver, quería correr, quería sentirme inexistente otra vez, sin embargo, aprendí una cosa con en mi agonía silenciosa, yo estaba vivo, y estaba ahí, estaba viéndolo y el me vería a mi. Se encontraba con su polola, que le acariciaba su pelo, el cual seguía naranjo, con la diferencia que estaba mas corto, hermoso como siempre, pero su cara había perdido fulgor. Respiré profundamente, e ignorando el temblor de mi cuerpo y el brillo innegable en mis ojos, caminé hacía él, pasé a su lado, me miró, lo ignoré, y llegué hasta la otra esquina, en donde doblé apunto de vomitar mi estómago, desapareciendo de su vista para siempre.

Luego de eso me detuve, recordé todo el sufrimiento que me tragué para no convertirme en víctima, en todos esos días que esperaba la micro en el paradero que anidó al amor a primera vista, y todos aquellos detalles que en mi vida marcaron una gran diferencia…

 

Ya cuando concreté mi angustia, corrí...

Adelanté a la gente que parecía detenida por el tiempo, sobrepasé las reglas en la cual la gente normal no corre si no está apurada, corrí por correr, por que me nació hacerlo, por que necesitaba desprenderme de algo, como si al inhalar tragara la angustia y al exhalar la botara, todos tenemos un método para superar las circunstancias, y esta era mi manera de decirme a mi mismo “Aún estoy aquí”, y para sentirme mejor me lancé al pasto de una plaza como si de un abismo se tratase, respirando así por primera vez en mucho tiempo, ya que desde ese momento me di cuenta que ya no era el mismo, y que si bien sentía las mismas cosas por él, lo había superado y eso, me enseñó a amarlo de verdad, pero no como amor insufrible, no me dio la oportunidad para hacerlo, pero sí como un amor generoso que se abandona para que pueda ser feliz, ya que yo a su lado fui incapaz de ayudarlo, y él fue incapaz de ver en mi una salida.

 

No fue culpa de ninguno de los dos.

Lo único que lamento es que no haya sido tan importante para él, como para no darme una mínima explicación, pero tampoco me haré la víctima, reconozco que como pololo- o novio, como les apetezca llamarle- fui un fracaso, y que no estaba preparado psicológica ni emocionalmente para estar con él, menos con su problema, y creo que el también lo vio así, es por eso que no le guardo rencor.

Jamás le guardé rencor...

 

 

Notas finales:

He subido esta historia de nuevo, comprenderán que al transcurrir el tiempo he quedado insatisfecha con la redacción de la historia, esperando que haya mejorado en algo.

 

-guardé todos los comentarios que me hicieron, los aprecio mucho-

 

Espero que, para quienes no hayan leido- lo hayan disfrutado, intentaré en lo posible actualizarlo lo más rapido que pueda, pues la historia esta finalizada.

Gracias por leer.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).