Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ojos al Cielo por Lady_Calabria

[Reviews - 31]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Para los que hayais leido Bajo la Piel, la distribución de los capitulos es parecida. Nick y Alex se turnarán el protagonismo de los capitulos.

Luego os haré una pregunta :P.

Como es costumbre. En el cap se menciona una canción.

As serious as your life de Four Tet.

http://www.youtube.com/watch?v=E3qnzLHVdo4 

Aquí dejo el cap de ALEX.

 

El tiempo había pasado más rápido de lo que él hubiese esperado.

Los días pasaban lentos, sin embargo. Era una forma nueva de tortura. El aburrimiento más mortal.
Pensó que para ser cruel solo se debía condenar a una persona al completo tedio.
Y ver como se marchitaba lentamente…

Se quedó mirando, totalmente fascinado, como el humo de su porro ascendía hasta el cielo formando espirales que se retorcían y se esfumaban por el viento.

El chico que se tumbaba mirando el amanecer en soledad cerró los ojos y dejó que la brisa le acariciase las mejillas.

Una gota le cayó en la nariz.

Sonrió y abrió los ojos.
Se quedó quieto mientras comenzaba a llover. Dejó que el cielo le regase a ver si así dejaba de marchitarse…

Tonterías, él no era un geranio. Se levantó del suelo de la azotea, apagó su cigarro frotándolo contra la barandilla y bajó la escalera hacía el salón.

La televisión estaba encendida. Y emitían un culebrón en el que la protagonista hablaba con acento mexicano. Gritaban demasiado.

Oyó el ruido del agua caer en la ducha.

-¡Él es mi hombre!- decía la protagonista que vestía como una vaquera e iba sobre un caballo- ¡y yo su mujer!

Alex sonrió.
Él no era la mujer de nadie, eso estaba más que claro. Pero era el chico de alguien, pertenecía a la única persona que le importaba y eso le encantaba.

Se fue hacía el baño con paso lento. El ruido cada vez era más fuerte. La puerta estaba abierta.
Y se quedó apoyado contra el espejo que cubría la pared del suelo al techo, mirando por el reflejo del espejo frente a la ducha el cuerpo desnudo y mojado de Nick.

Nick había cambiado con el paso de los años. Su cuerpo se había desarrollado y ya era todo un hombre de casi veintiún años.

Su piel seguía siendo igual de morena.
Su pelo color chocolate seguía brillando de la misma forma al sol, sus ojos marrones le seguían hablando sin necesidad de mover los labios y su sonrisa seguía calmando más que las medicinas.



Seguía siendo el mismo chico que le abrazaba cuando estaba triste, y que jugaba con él, corriendo descalzos por la casa.

Pero había crecido, había madurado. Ahora la gente le llamaba Señor Surrey. Aunque para él siempre sería Nick.

Miró el espejo detenidamente. Su cuerpo fuerte por la natación, que a menudo practicaba.

Sus rasgos se habían endurecido con el tiempo y se había convertido en un hombre realmente atractivo. Tanto, que a veces Alex enloquecía de celos al ver a chicas y, a veces, chicos demasiado cariñosos con él.
Otra cosa que había notado era que ahora Nick tenía más pelo en lugares donde antes no, como todo hombre.
En el pecho. Apenas unos cuantos pelos. Alex sabía que a Nick le gustaba pensar que era un machote por tener un caminito de vello más oscuro del ombligo hacía la tela del pantalón. Y él... nunca le diría que lo suyo apenas era visible.
En la cara. A Alex le gustaba que pinchase cuando, tiempo después de afeitarse, volvía a salirle la barba.

Enfocó su propia imagen en el espejo. Sus enormes ojos azules recorrieron su rostro detenidamente. Solo era un niño imberbe.
Se abrió la camisa para observar su pecho.
A sus casi dieciocho años no tenía apenas un pelo en el cuerpo. Solo un tímido vello rubio cerca de la tetilla derecha. Nick le había apodado Charly y Alex estaba muy orgulloso de él.

Se miró mejor. Él apenas había cambiado desde sus quince años. Estaba más alto. Seguía siendo delgado, pero ya no parecía ya débil. Su cabello rubio estaba igual de claro, cortado de manera irregular. Tanto como si estado de ánimo.
Su cara seguía siendo fina y de rasgos angulosos, incluso algo femeninos. Pero había abandonado un poco de su redondez infantil. Y le parecía que su valvilla era más masculina de lo que lo había sido nunca.

-Mentira- se susurró a si mismo- Si te pintas los labios parecerás una mujer.

Sonrió porque se imaginó la imagen. Eso no había cambiado en él. Su sonrisa.
Su nariz fina.
Sus ojos.

A él siempre le había sorprendido el que todo pusiese cambiar en una persona, podían envejecer, podían hacerse operaciones de estética, ponerse lentillas o maquillarse…
Pero los ojos no cambiaban. Y aún así…
Trasmitían tantas cosas…
Inocencia en los niños. Sabiduría en los ancianos. Era la gente e mediana edad quien no veía nada, ni mostraba nada a los demás.
Pobres ciegos.

Volvió a la realidad cuando oyó el grifo expulsar el agua de nuevo con más fuerza.
Entró en el baño lentamente.
Nick no había dormido allí aquella noche. Había estado en una cena de trabajo. Lo que significaba llegar a las seis de la mañana, borracho y oliendo a tabaco.

Nick había encontrado trabajo en la cadena de hoteles junto a su padre, el cual había decidido jubilarse.

A Nick esa noticia le gustó bastante, ya que esperaba que fuese su hermano Andrew quien se ocupase del futuro del imperio familiar. Saber que confiaban en él fue como una ducha fría para él. Cambio respecto a la forma de tratar con sus padres.
Su trabajo, era, básicamente, conseguir tener contentos a los peces grandes de la economía mundial. Más que peces, ballenas.

Él se ocupaba de llevarles de fiesta por la cuidad si era lo que quería, de conseguirles un guía de una agencia de turismo, un avión, reservarles unos asientos en el mejor palco de la opera o cualquier otro capricho. Una vez le contó que el director del banco nacional había pedido para su hija de quince años una piscina llena de gominolas.

Poco a poco iría subiendo responsabilidad. Hasta reemplazar a su padre.

Alex le miró. Todos le llamarían señor Surrey… aunque solo tuviese veinte años.

El chico se acercó sin prisas. Se quedó observando sus movimientos. Como se quitaba el jabón de los ojos.

-¿Dónde estuviste anoche?- le preguntó de pronto. Él le miró un segundo.

-Llegaron los empresarios japoneses que te dije- le dijo con tono de no darle la menor importancia- mi padre me dijo que debía mantenerles entretenidos.

Alex asintió con el ceño fruncido.

-¡vaya! ¿Hasta las seis? – Dejó caer como si se sorprendiese- Debieron estar muy entretenidos ¿Qué pasa? ¿Los japoneses no duermen? ¿Tenían Jet Lag?

-Alex…- comenzó a hablar él. El rubio se acercó más a él y se metió, completamente vestido, bajo el caño de la ducha. Frente a Nick.

El moreno era alto, tanto que para mirarle a los ojos debía mirar hacía arriba.
Alex le miró fijamente, intentando ver rastros de mentira en sus ojos y puso un dedo en sus labios para que guardase silencio.

-Se que es tu trabajo- le dijo en un susurro- pero… intenta pensar en lo que tienes en casa cuando estés lejos. ¿Vale? Solo…

-Alex, solo son cuatro copas- le dijo quitándole importancia. Frunció el ceño- Apestas a porro. Sabes que no me gusta que fumes tanto. Y menos tan pronto…

Alex se encogió de hombros. Debía desviar el tema de la hora…

Tarde.

-¿Qué hora es?- preguntó el moreno de pronto.
Alex sintió la alarma cuando dijo la última frase. Se acercó más. Tanto que sentía casi todo su cuerpo contra él. Se colgó de su cuello y le besó.

Nick apartó un momento la cara.

-¿Te has tomado las pastillas?- le dijo con tono de recelo. Alex se acercó aún más y atacó la piel mojada de su cuello. Notaba como el cuerpo de Nick reaccionaba a sus caricias- Alex, responde. ¿te las has tomado?

-Olvidare de eso- le dijo.

-No- le dijo apartándole. Alex intentó volver junto a él. Pero el moreno era muchísimo más fuerte- Tómatelas.

El rubio le miró con los puños cerrados.

¡Nick no entendía! Esas pastillas nuevas que le había recetado su nuevo doctor no le hacían bien. ¡Tenían unos efectos secundarios que no le gustaban nada!
Había dejado de tomarla.
Y ahora Nick le obligaba.

No solo se iba, le dejaba solo. Se olvidaba de él. Le prohibía salir solo por las noches, no le gustaba que fuese solo a pasear. Le obligaba a tomar verduras. A fumar poco y no tomar ni alcohol ni drogas. Ahora, también, le obligaba a tomar la medicación.

¡Y después de haberle rechazando!

-¡Maldita sea!- exclamó saliendo de la ducha.

Empapado como estaba. Solo se quitó toda la ropa y se fue a la cocina a buscar desesperadamente algo de comida conde descargar su frustración.
Tomó un tarro de tamaño familiar de helado de chocolate y vainilla.
Y desnudo volvió al salón para terminar de ver el culebrón.

Sacó de debajo del sofá, su caja de medicinas. Tomó las que tanto odiaba. Llevaba ya unos días sin ver aquel bote.
Sacó dos pastillas de color rojo.
Tomó una gran cucharada de helado y hundió en ella ambas pastillas. Se lo tragó todo de una vez.
Dejó el helado en el suelo y se tumbó cual largo era en el sofá. De vez en cuando tomaba una cucharada del helado.

Cerró los ojos el mismo tiempo que dura un pestañeo.
Cuando los abrió de pronto salió en la televisión un programa de cotilleo donde hablaban de Amy Deloop. Su madre.

El helado se había derretido.
Ya no se oía el ruido de la ducha.

¿Se había dormido?

Oyó los pasos de alguien y vio bajar de la escalera a la asistenta. Una señora que rondaba los cincuenta, pero que se había conservado bastante mal. Su piel arrugada parecía tener más edad.
En su casa había dos asistentas. Ella, llamada Fina. Y su hija. Una joven de veintiochos llamada Elena.

Alex volvió a fijar la vista en la televisión. Hablaban sobre su madre, la cantante más popular de los últimos años… había sido pillada in fraganti en una playa perdida de alguna isla del mediterráneo.

A Alex le importaba poco si su madre no sabía controlarse lo suficiente como para no abrirse de piernas ante cualquier hombre que se interesase por lo que había entre ellas.

Su madre nunca se había comportado como tal con él. Alex la quería, cierto. Era su madre. Pero también le odiaba, por simplemente, desentenderse de él.

Amy siempre se había amado a los hombres, a todos. Menos a él.
Y si no podía cambiar eso, era mejor aceptarlo.

Nick estaba con él. ya no estaba solo.
Nick había conseguido su custodia. Había hablado con su madre, y ella renunció a él alegando ante un juez sobornado que no era conveniente porque ella estaba muy atareada. No podía cuidar de él.
Nick si. Por lo que había podido vivir con él, a pesar de ser menor, desde que salió de la clínica.

Alex suspiró al pensar. Que aunque pronto tuviese dieciocho, legalmente seguiría siendo un loco que debía ser vigilado con frecuencia.
Para ellos, nunca sería totalmente responsable de sus actos y menos fiable. Por su enfermedad.

-Chico- dijo la voz cascada de Fina. Alex le prestó atención por su tono reprobatorio. En ese momento esta recogiendo su ropa mojada del suelo. La mujer la puso en un cesto que tenía colocado al pie de la escalera. Luego se acercó y recogió su caja, metió el bote de pastillas en su sitio y lo guardó bajo el sofá de nuevo- Vas a pillar un resfriado.

Alex encogió de hombros. No le daba vergüenza estar desnudo frente a aquella mujer, sabía que a su edad y con tantos hijos no vería nada que no hubiese visto ya.
Había confianza.

-¿y que más daría eso?- preguntó sin apartar la vista del techo. Una mosca volaba alrededor de la lámpara.

La mujer se quedó mirándole. Y puso los brazos en jarra.

-¿ya estamos otra vez?- dijo ella alzando la voz- ¡tienes una vida perfecta, dinero, una casa que ya la quisiera yo, comida… tienes a Nick! ¿Se puede saber que más quieres?


Alex lo pensó detenidamente.

Técnicamente todo era perfecto.

A pesar de las recaídas en el transcurso del año escolar, con un sumo esfuerzo había conseguido aprobar casi todo en su cuarto curso en junio. Y las que había suspendido en septiembre.
Una vez acabada su educación obligatoria había dejado el instituto. Tanto Nick, los profesores, los doctores y su madre sabían que no estaba hecho para la vida del estudiante. De todas formas… aunque suspendiese los exámenes todos sabían que era inteligente y que, en su situación social, no le hacía falta más.

Nick vivía con él. Y ya no estaba solo.
Vivian en un ático enorme en la mejor zona de la ciudad. Nick se había ocupado de que tuviese una gran azotea para él, para poder mirar el cielo cuando quisiera. Tenían hasta chimenea.
Le encantaba esa casa, porque desde su cama se veían las estrellas.


El dinero les sobraba. Alex sabía que podía ir al banco, sacar algo de dinero, empapelar las paredes de su dormitorio con billetes y aún así ni siquiera se notaría la diferencia.

Por otra parte. Alex no había vuelto a ser ingresado en la clínica mental. Debía ir cada cierto tiempo, y a veces recaía en su locura. Pero no había vuelto a probar las drogas.
Le habían cambiado de doctor que confiaba más en un tratamiento farmacéutico que psicológico.

Le había recetado esas horribles pastillas que le producían efectos secundarios que odiaba.
Sed, mareos, sueño… simplemente se encontraba mal. Le dolía la cabeza y le quitaban las ganas de hacer nada. Solo tenía ganas de dormir y estar tumbado.

Quizás eso era lo que sentía una persona cuerda. Pensó que si era así, a él le gustaba estar loco. Le gustaba saltar de alegría y llorar a moco tendido a veces sin ningún motivo. Que sus pensamientos saltasen de temas a otros sin control.
Ver lo que otros no porque no le daban importancia.

Pronto tendría dieciocho. Sería considerado un adulto, aunque debía seguir teniendo vigilancia. Genial.

Todo iba bien y sin embargo…

Alex no estaba bien.
No era realmente feliz.

Notaba… que algo horrible estaba pasando en su interior. Apenas salía de casa. No tenía amigos y Nick trabajaba, así que… ¿Dónde iría?

Antes siempre estaba solo. Pero antes estaban sus drogas. Le bastaba con eso. Estaba bien porque casi toda su vida giraba entorno a sus dosis y lo que le provocaban. Se lo pasaba bien así. Él mundo era mucho mejor.
¿Y ahora?


Se aburría. Intentaba mantenerse ocupado con cualquier cosa, pero lo cierto era que engancharse a todos los culebrones que emitían por la tarde y el hacer dibujos de vez en cuando no era suficiente. Se estaba convirtiendo en una persona aburrida.
Y eso era peor que la muerte para él.

Como un pájaro que se deja enjaular y muere de tristeza.
Él se había dejado enjaular por Nick. Porque el moreno se preocupaba por si volvía a sus malos hábitos, por su enfermedad y por sus celos.
Él estaba más tranquilo si sabía que Alex le esperaba en casa.
Y el rubio lo sabía. Lo hacía. Porque lo único que quería era la felicidad de Nick.

Por él había dejado las drogas, se tomaba la medicación, y había dejado la mala vida atrás. Quería vivir.

Se miró la muñeca. Esas cicatrices siempre le recordarían su pasado. Esa piel rugosa por la cantidad de cortes que se había dado. Casi se arrancó la piel.
La muerte, el suicidio.
Había estado 3 veces cerca de desaparecer. Y aunque a veces le costaba, quería seguir en el mundo para estar con él.
Aunque en sus momentos de locura y depresión renegase de la vida.

Se miró los pinchazos sobre la vena en su brazo. La clínica.
Recordó los malos tiempos, cuando estaba ingresado en la clínica mental. Si se ponía agresivo le inyectaban tranquilizantes.

No quería volver a ese punto nunca más.

-¡vaya! Nada- le respondió a la mujer- No quiero nada.

Ella seguía recogiendo a su alrededor. Y él dejó de hacerle caso. Cerró los ojos y se durmió.
Se despertó cuando alguien le alzó en brazos. Fuertes y duros. Nick.

Era vergonzoso tener casi dieciocho años y pesar tan poco que pusiese llevarle su novio en brazos como quien lleva a una chica. 54 kilitos de piel y huesos.

Le dejó en la cama y tragó saliva al darse cuenta que Alex le miraba fijamente.
Le dio un beso con suavidad, el rubio no se movió.

-Si quieres seguir con lo de la ducha…- le susurró.
-Ahora no me apetece- le dijo Alex y se dio cuenta de que su voz sonaba más seca y monótona de lo que pretendía. No era normal en él…
Y Nick lo sabía.

Tedio. Aburrimiento y la muerte del alma, todo estaba junto, como un pack.

-¿Qué te pasa?
-Serán las pastillas…- le mintió Alex. Sabía que la medicación le ayudaba a mantener su cabeza loca en su sitio, y tal vez eso empeorase las cosas. Por los efectos secundarios. Pero no solo era por eso.

Nick suspiró y se quedó mirando pensativo hacía la ventana. Fuera llovía cada vez más.

-Vale…si- le dijo de pronto, como si hablase solo. Clavó su mirada en la del chico- Mañana iremos a ver al doctor, para que te de… algo menos fuerte. ¿De acuerdo?

Alex le miró con la sorpresa pintada en la cara y sonrió.

-¡vaya! ¿De verdad?

El moreno asintió y él no supo hacer otra cosa que agarrarse a su cuello sin poder contener las lágrimas.
Lloró como un niño pequeño que llora sin saber porque.

Y Nick se limitó a rodearle con los brazos y a tumbarse a su lado. Sin saber que hacer.

*********************************************************************

El segundero hacía un rítmico tic-tac, que parecía resonar en sus oídos fuerte e inexorable.

Aquel sitio era gris, pequeño y frío. Las paredes claras estaban adornabas con multitud de diplomas. En el centro de la habitación había un escritorio de chapa gris. Y tras él, como si hubiese un cristal blindado que les separaba, estaba el Doctor Greesen, vestido con su camisa a cuadros gris y su corbata negra.

Se colocó las gafas de pasta con lentitud.

Tic, tac, tic, tac.

¿Cuánto tiempo llevaba en silencio leyendo esos papeles?

Alex no lo sabía ¿cinco, ocho diez minutos?
Pensó en Nick, que se había quedado en la sala de espera para darles intimidad. A él tampoco parecía gustarle aquel tipo, pero sabía que le aguantaría cualquier cosa porque era uno de los mejores en su oficio, Y Nick quería llevar lo mejor posible su enfermedad.

-Bien…- dijo esa voz monótona y aburrida. Y el doctor levantó la mirada- Esas pastillas no te van bien, dices. No veo el problema.

-No me gustan.

-Eso no cambia el resultado.

Alex tragó saliva y frunció el ceño levemente.

-Últimamente me siento diferente- le dijo a media voz.

-Bien- dejó caer el doctor sin prestarle mucha atención.
-¡No!- Exclamó quizás demasiado alto como para ser de buena educación. Se dio cuenta y bajó la voz- No está bien. Señor… me siento diferente, mal.

-¿En que sentido?

-Estoy contento con mi vida- le explicó antes de nada, sabía que era necesario aclararlo o le endiñaría una caja más de pastillas- Solo… me siento… como si… nada fuese a cambiar. Creo que no me gusta aburrirme de esta manera. Mi vida me aburre, yo me aburro a mi mismo. Yo… nunca tengo ganas de nada y la verdad es... no se… antes…

-Las drogas- sentenció él como si lo entendiese absolutamente todo. Alex ardió por la frustración.

-No es eso- intentó explicarle con tranquilidad- Se que antes… pero ya no tomo drogas, ni quiero. No significa que quiera volver a tomar nada de eso. Es cierto que a veces cuesta… lo echo de menos, pero… no quiero. No es por eso… yo…

Pero Alex dejó de hablar al darse cuenta de que el Doctor estaba apuntando algo y ni siquiera le prestaba atención.
¡Que indignación!

-Toma una dosis mayor, es una crisis - le dijo el doctor pasándole el papel. Alex se quedó mirándole.

Pero no dijo nada. No valía de nada. Solo empeoraría las cosas. Él ya sabía que era una crisis. Ya lo había sentido otras veces en una recaída en su locura. Pero nunca tan fuerte. Y él solo quería un consejo.
Quería dejar de tomar esas pastillas que le hacían tener ganas de ir al baño cada quince minutos y ganas de dormir. Incluso a veces le temblaban las manos, por muy buenas que fuesen para su cabeza. Eran fatales para el resto de su cuerpo.

-Vale- dijo en un quedo susurro. Tomó el papel, se levantó y salió por la puerta.

Echaba de menos al Doctor Ruiz. Su antiguo psiquiatra.

Al verle llegar Nick se levantó enseguida de la silla de la sala de espera. Una habitación de paredes blancas y bien iluminada con una mesita de cristal en medio. Tenía una revista en las manos.

Alex le dio el papel sin decir ni una palabra. No tenía ganas de hablar. Pudo ver como, a medida que entendía su ceño se fruncía.

-Esto no está bien- le dijo solamente. Y sin decirle que iba a hacer entró en el despacho del doctor- doctor ¿puedo pasar un momento?

El hombre le miró extrañado, pero asintió. Alex entendía que el que pagaba era Nick, y por eso le tratase con más respeto. Pero aquel gesto le molestó mucho. ¿Acaso él no era importante?


Se sentaron de nuevo en las sillas frente al escritorio. Y Nick puso el papel frente al hombre.

-¿No tiene nada menos…. fuerte?- preguntó Nick tomando las riendas de la situación. Hablaba con amabilidad, pero serio- Ambos sabemos que esas pastillas son excesivas, casi lo más fuerte que hay en mercado. Los efectos secundarios son demasiado graves. Solo pedimos… no actuar antes de que empeore, si no que usted recete los medicamentos en proporción al problema.

-¿Quién se cree que es?- le dijo el hombre ofendido. Alex alzó las cejas por la sorpresa.

-¿Sabe acaso cuantas pastillas le ha recetado desde que estamos con usted?- le preguntó Nick alzando la voz pero sin perder la compostura- No, no lo sabe. No le vienen bien esas pastillas. ¿Podría hacer el favor de recetarle unas más acorde con él y con su problema?

-Usted vino a mi porque soy el mejor ¿no?- inquirió él- Confíe en mi experiencia.

Alex miró a Nick porque había en su expresión algo que indicaba que no le quedaba mucha paciencia.

-¿Tan obstinado es que no es capaz de aceptar la posibilidad de un error?- le preguntó. El doctor solo le miró con semblante sorprendido. Alex le miró como si fuese superman vestido de diario. - Pregunta quien soy yo. ¡Soy el que paga las putas facturas!

Se puso en pie y agarró a Alex de la camisa para tirar de él hacía la puerta.

-¿Dónde van?- Exclamó el doctor alarmado.
-¡A buscar una segunda opinión, gracias!- respondió Nick y cerró la puerta.

La secretaria se quedó mirándoles sin saber si guardar silencio, pedirles disculpas o llamar a la policía.

Nick le miró.

-¡vaya! ¿Por qué has hecho eso?- le preguntó Alex alucinando. Nunca hubiese esperado algo así.

Nick hizo del papel una bola y lo arrojó al suelo.
-Ese tío es un gilipollas- le dijo sin bajar la voz- Estas empeorando, lo noto. Ya no te ríes y pareces triste a veces. Y no pienso dejar que te drogue con receta. Avanzaste mucho más con tu doctor de siempre.

Dicho eso, le tomó la mano derecha con fuerza y lo sacó de allí rápidamente.

*********************************************************************


Nick tenía trabajo. Así que Alex fue solo a su sesión con el doctor Ruiz.
A pesar de la insistencia de Freddie (su chofer desde niño) Más parecido a un padre o un amigo que un empleado, Alex quiso ir por su cuenta. Caminando y en autobús.

Tenía la música del Ipod a todo volumen, sus auriculares le gritaban a sus oídos los sonidos de la canción as serious as your life de Four Tet. A veces, y estaba seguro de que a mucha más gente de lo que lo admitiría, cuando iba por la calle con música se sentía el protagonista de un videoclip. Como si le pusiesen banda sonora a ese momento de su vida.

Caminaba a paso lento mirando las nubes, blancas y con textura algodonosa formaban figuras que su imaginación convertía en algo cotidiano.
Tan nítido como una fotografía, Alex veía un helado, un cocodrilo, un avión. Le gustaban las nubes.

-¡Niño!- le gritó alguien. Y se fijó que sin quererlo estaba pisando la manta de un indigente sentado sobre la acera. Era una manta roja tan manchada que parecía marrón, con agujeros y rasgones, pero aquel hombre con barba gris la abrazaba como si fuese su objeto más valioso.
El perro que estaba junto a él. Un pastor suizo con pintas de no tocar el agua desde la misma década que lo hizo su amo. Sucio, pulgoso y con alguna que otra garrapata.

-!vaya! Lo siento- exclamó sorprendido, se sintió mal y para calmar su conciencia y el enfado del señor le dejó el primer billete que encontró en el cubito para las donaciones.
Era un billete de cincuenta euros.

El indigente se quedó mirándole con desconfianza, pensando que era un billete falso.
Cuando comprobó que no era así, se le iluminaron los ojos.

-Gracias- le dijo atónito, tenía un acento extranjero, pero no supo ubicarlo-Esto no suele pasar…
-¡vaya! ¿No? ¿Por qué?- le preguntó más sorprendido aún. El hombre le sonrió, enseñando sus dientes gastados y amarillentos por el tabaco, y le tendió la mano con solemnidad.

-Mi nombre es Endrick Jonhson- le dijo. Alex estrechó su sucia mano intentando parecer más hombre de lo que era. Solo era un niño con demasiado dinero.

-Yo soy Alex- le dijo simplemente.
-Vamos, te invito a algo- le dijo mientras se levantaba con esfuerzo- un café, un refresco lo que sea. ¿Tienes hambre?
Alex se quedó mirándole. Vestía con un vaquero ajado y una camisa de cuadros.
Los expresivos ojos del perro parecían preguntarle si era un amigo.

-¡vaya! ¿Por qué ibas a hacer eso?- le preguntó el rubio. El hombre recogió sus cosas en un momento. Ya que solo se trataban de la manta, una mochila y una botella de cerveza.
-¡No me rechaces!- le dijo amablemente- Me has solucionado el día, lo menos que puedo hacer es agradecértelo invitándote a un refresco.

-¡vale, vale!- aceptó riendo.

*********************************************************************

-¡vaya! ¿Así que lo perdiste todo?- susurró Alex formando un circulo alrededor de la boca del borde de su vaso de leche.

-Si, chico- le dijo el hombre sin sonar triste ni contento, solo hablar… por hablar. Como si ese recuerdo estuviese tan presente en su cabeza que ya no le afectaba recordarlo- Yo tenía todo lo que quería. Una mujer guapa, unos hijos buenos, un perro- dijo y cuando pronunció la última palabra acarició al animal-una casa grande… aparte de todo eso tenía un coche que te cagas, un móvil genial, una cartera a rebosar y todas esas mierdas.

Alex escuchaba atentamente. Ambos y el animal estaban en la terraza de una cafetería. No había mucha gente, pero los que había hacían mucho ruido. Había partido de fútbol en la televisión.
El perro estaba sentado a los pies de su amo, olfateando una servilleta sucia que había encontrado.

-Pero empezó a irme mal en el trabajo, bebía demasiado y mi mujer guapa encontró a un hombre bueno. Todo se fue a la mierda poco a poco.

-Vaya- suspiró Alex entristecido por la historia de ese hombre tan barbudo- no sabía que el trabajo fuese tan importante.

-Pues ya ves, chico- le dijo prestándole más atención al perro – El único que sigue conmigo es él ¿verdad chico? Aunque pasemos hambre, tu si me quieres de verdad, no como esa puta que se va con el primer ..

-¡vale! Adiós- exclamó Alex pensando que aquello ya empezaba a ser extraño. Se levantó y se marchó.

Caminó sin prisas hasta la estación de autobuses. Se fijó en que había mucha gente que vestía el uniforme del trabajo.

También se dio cuenta de que el bus salió con dos minutos antes de la hora. Llegó, le preguntó al conductor si había que pagar el ticket allí o en taquilla.
Le dijo que en taquilla. Fue corriendo y volvió enseguida con el ticket en la mano.
Pero solo alcanzó a ver como se largaba. Le siguió corriendo y gritando para que parase. Pero no valió de nada.

Se quedó mirando la parte trasera del autobús como si las tres cuartas partes de sus neuronas se hubiesen ido con él y le costase entender que había pasado.
Miró el reloj en el móvil.

¡Había salido cinco minutos antes!

¡! Maldita sea!!

-Tranquilo- le dijo una anciana- Eso pasa mucho… los horarios aquí van como quieren. El siguiente es dentro de media hora.

Alex suspiró y se sentó junto a la señora en un banco de la estación. Ella le ofreció la bolsa de pipas que comía, pero él lo rechazó.

-Es una putada- dijo él mirando el reloj- ¡tenía cita con el doctor a y media! ¡No llegaré a la cita por culpa de ese conductor con cara de simio estreñido…

La mujer, con el pelo teñido de cobre a pesar de tener una marcadas raíces negras se le quedó mirando. Debía ser madre y abuela, rondaba los sesenta.

-Tu no sueles tomar el autobús ¿no?- le preguntó con cierto aire vulgar. Alex negó. Y ella se rió de él- Esto es así chico. Esa gente juega a ser dios porque es la única forma de llegar a algunos sitios. El otro día, mi hija tenía una entrevista de trabajo, y los muy cabrones ni siquiera pasaron por esa línea. Joder… perdió la oportunidad…

Alex se preguntó porque todo el mundo le contaba sus penas ese día.

Se sacó un porro y lo encendió con cara de pena. Debía ser difícil ser pobre.

Se fijó en la gente a su alrededor. Personas que iban y venían con bolsas de la compra, con prisas y pintas de tener problemas más importantes que su aspecto.

Era otro mundo.

Se quedó mirando como la señora de la limpieza pasaba la fregona una y otra vez intentando quitar del suelo los restos de vomito seco, la gente que pasaba ensuciaba la parte que había fregado hacía poco.

Realmente era podidamente ser pobre.

Se dio cuenta, de que él nunca había tocado una fregona. Él se limitaba a vivir. Se acordó de las señoras de la limpieza en su casa. Ellas lo hacían todo.

Con el ceño fruncido y el porro en los labios, se puso en pie sin despedirse. Se marchó y tomó el primer taxi que pilló hacia el centro psiquiátrico.

*********************************************************************

-¿Qué es lo que te pasa?- le dijo el Doctor Ruiz con toda la confianza del mundo. Alex estaba sentado en aquel sofá color crema que conocía muy bien.

En la mesita frente a ellos había una bolsa con algunas gominolas de muchos colores. Azul, verde, rojo o amarillo.
Alex solo se comía las de limón. Eran sus favoritas.
El hombre se sentó a su lado y cogió una de color azul, sin mirar.




-Me siento inútil y aburrido- le dijo Alex al hombre, que no ponía ninguna expresión. No le juzgaba, solo intentaba ayudarle- Me siento… enjaulado. Mal. Antes, todo era más fácil. Con mis drogas...

El rubio apartó la mirada porque le avergonzaba admitirlo. Que sin drogas era débil. Que echaba de menos esos días en los que iba a visitar a Mike y Romano, sus camellos, para algo más que para charlar.

-Esos días se acabaron- dijo la voz pausada del hombre de mediana edad, con algo de canas y ojos marrones. Tenía pinta de buen tipo. El tipo de persona a quien le pedirías un favor sin apenas conocerle.- Y estas mejor así. Desde que lo dejaste estás mucho mejor de tu enfermedad y, déjame decirte, todo eso es mierda. Pura mierda salida de un garaje apestoso.

Alex lo sabía. Que nada de eso era bueno, que la droga solo le mataba lentamente. Pero era una dulce muerte.

-Toda mi vida giraba a eso- siguió contando intentando aclarar sus pensamientos- y a lo que me hacían sentir. Todo. Todo era fácil. Porque mi vida era, comer, drogarme, intentar recuperar la cabeza y Nick. No había más.

El doctor sonrió. Y Alex cogió una nueva gominola.

-No ha cambiado mucho, es cierto- le dijo el hombre sonriendo- pero has hechos muchos progresos.

-La vida real es mucho más complicada- susurró Alex totalmente sumergido en sus pensamientos. Recordó la señora de la limpieza de la estación de autobús. Limpiando eternamente un pasillo que jamás estará limpio. Luchando contra esa mancha de vomito sin ver que lo otro se ensuciaba más- Acabo de descubrir que la gente normal tiene luchar cada día contra todo.

El doctor estaba acostumbrado a que sus pacientes le dijesen cosas sinsentido, pero eso le sorprendió.
Alex solía tener en su mente una cadena de pensamientos dificil de explicar.

Entrecerró los ojos.

- Las facturas, el dinero, el trabajo, Más de 8 horas guantando a un jefe gilipollas. La salud, que si un seguro, una vivienda que pasarás la vida pagando, obras en casa... que si te despiden, preocuparte de la familia, sacar adelante a tus hijos. ¿Y todo para qué?- dijo hablando muy rápido y en voz baja. Más para él que para el hombre.

-Explícamelo, Por favor- le dijo

-Para vivir, para tener de todo y ser felices- le dijo mirándole con los ojos celestes muy abiertos- Viven para trabajar y cobrar para poder vivir. Es una locura.

El hombre rió como si hubiese dicho algo gracioso, como la ocurrencia de un niño. Pero para Alex no era ninguna tontería. Eso que decía. Era una verdad universal.

-¿Y sabes porque la gente normal no se droga. Aunque tengan que aguantar, todo eso?- le dijo Alex. Joder. Si. Joder. ¡lo tenía!

El doctor le miró muy serio y negó. Alex se puso en pie con ímpetu.

-Porque son fuertes- le dijo hablando demasiado rápido y alto. Estaba tan animado que no podía evitarlo.- Son valientes. Mártires. Los que nos drogamos…

El doctor Ruiz puso mala cara y Alex rectificó enseguida.
-o en mi caso drogaba- dijo pensando en todas esas pastillas que le habían recetado, que eran en cierto modo y mejor visto en la sociedad, una forma de drogarse, pero con receta- los que hacemos eso es por cobardía, para escapar ¿no? Escapamos de nuestros problemas así. Ellos no. son valientes. Yo Quiero ser Valiente.

Valiente. Si. Esa era la solución.

Estaba feliz. Y abrazó al doctor con desmesurado entusiasmo.

-¡Es usted el mejor psiquiatra del mundo!- le dijo sin soltarle. Y cuando lo hizo el doctor Ruiz puso cara de pensar que en realidad no había hecho absolutamente nada, solo dejarle hablar. Quizás era cierto- Tengo la solución. ¡quiero ser como ellos! Una persona normal. ¡Quiero trabajar!

El hombre se atragantó con su propia saliva.

-Pues si quieres ser valiente… empieza por decírselo a Nick.

La sonrisa de Alex se congeló en su cara, se rompió en mil pedazos y se esfumó en un segundo.

Notas finales:

bueno. La pregunta es.

¿que os parecería si aparte de hacer una continuación de alex y nick, hiciese unas con los demás personajes?

Si la hiciese, sería un experimento, quiero provar algo nuevo. Todas las historias pertenecerían a la serie Shadows.

Solo si quereis XD

bueno, dejad opinión!!! por favor!! Adew, os quiero. (pau, pau limon....)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).