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Túnel Ciego por AkiraHilar

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Notas del fanfic:

Dedicatoria:A Karin, Athena_Arianna, Ale_Chan, Kimee, Lola, Sahasara y todas las miembros del club Santísimo Pecado Geminis x Virgo
Comentarios adicionales: Esta idea me esta rondando desde hace ya casi más de un mes. Por fin la pude concretar. Es una idea arriesgada y espero les guste el resultado. Ya la tengo adelantada asi que la iré publicando frecuentemente.
Beta: Karin San

Notas del capitulo:

Saga como pediatra, Shaka como oftamologo y Mu como ginecologo se verán envuelto en una serie de situaciones prohibidas que los hará sentir sentimientos que no podrán controlar y tomar decisiones que no querrán repetir cuando se vean inmerso entre traicciones y amistad. ¿Qué es lo que siente Shaka por Saga luego de seis años? ¿Qué es lo que le quedó a Saga? ¿De que forma los sentimientos pueden destrozar las vidas?

La carretera se extiende, se expande. El camino luce largo, oscuro. Tres de la mañana, el congreso se extendió, el café que tomé hace una hora ya perdió el efecto. Miro el retrovisor vigilando las luces traseras, Miro a un lado verificando el auto a mi derecha. Respiro. Suspiro.

Pestañeo…

La luz de las luces traseras del camión en frente me alarma. Bajo la velocidad, sacudo mi cabeza, bostezo. Deberé parar en la próxima estación, mojar el rostro, quizás tomar otro café. Quizás debí obedecer, quedarme en la ciudad y esperar el día. Quizás…

¿De cuántas decisiones tendré que seguirme arrepintiendo?

¿De cuántas cosas buscar esa expresión hipotética?

¿Qué si…?

Pestañeo…

El sonido de una corneta a mi lado me espabila y me hace devolver la vista en la carretera. Hace frío, los autos fluctúan con velocidad a mí alrededor, sólo los ases de luces dejados como sombra de viento en el asfalto. Y luego: oscuridad.

Y tú recuerdo, de nuevo, por vez milésima…

Tu recuerdo, el sin sabor de esta jornada, de tu triunfo, de tu sueño, de nuestra condena…

Tú recuerdo… Y cierro mis ojos recordando como un idiota tus cabellos, tus labios…

Pestañeo… olvido.

El ruido de la corneta a mi lado. El espanto. Luces sobre mí. Reacción. El volante que giro, el auto que se mueve.

No hay tiempo…

Golpe: oscuridad…

Shaka…

07 de Febrero del 2000:

«Hoy ha sido un día común, o al menos, en su mayoría. Como siempre me levanté temprano, me alisté, estuve en el consultoría y atendí al menos unos doce niños en todo el día. En la salida para el almuerzo aparecí algo tarde en el comedor. De nuevo Shura me entretuvo en los pasillos contándome el caso del pequeño Ikky. ¡Vaya bribón! Defendiendo a su hermano terminó con varias costillas rotas. Aunque lo comprendo, solía pasar lo mismo cuando defendía a Kanon, aunque eran más veces las que Kanon lo hacía conmigo.

En fin… no es esto lo que vine a escribir. Hoy volví a verlo. Shaka, el oftalmólogo del Ala central de la clínica. Me sorprendió encontrarlo jugando ajedrez con Mu en horas del almuerzo. Sé que apenas hemos mencionado palabras pero, no sé… no sé qué es lo que me provoca al verlo. Es como un vacío en el estomago, esos nervios… ¡me comporto como un grandísimo idiota!»


Aquella tarde lo vio. Su pareja, Mu, jugaba muy entretenido con el nuevo oftalmólogo del edificio. Un joven de cabellos dorados, largos, siempre recogidos religiosamente hacía atrás. El flequillo dorado danzaba sobre sus lentes de montura azul. La bata blanca perfectamente abotonada ocultaba una camisa azul brillante, hermosa. Ambos jugadores miraban el tablero fijamente, el oftalmólogo mordisqueando la punta del bolígrafo negro en sus manos y Mu cruzado de brazos. Se acercó tras su pareja, quien estaba de espalda al pasillo y observó el tablero. Tres peones, dos alfiles, rey y un caballo para Mu. El oftalmólogo contaba aun con la reina, una torre, dos alfiles, un caballo, tres peones y el rey.

Las analíticas orbes esmeraldas de nuevo observaron al contrincante de su pareja. Tan ensimismados estaban ambos que no habían reparado en la presencia de él, un pediatra con ya varios años de experiencia en la clínica. Se sonrió viendo al rubio, observando casi extasiado el movimiento de esos dientes sobre el plástico del bolígrafo, adorando, si, el gesto…

De nuevo el vacío…

Ya había detectado eso que se le aceleraba dentro de su pecho cada vez que lo veía. La forma en que quedaba mirándolo fijamente, casi como si quisiera tatuarlo. Si, se descubrió anhelante de algo que no sabía definir pero venía plagado por el perfume de musgo del joven que en ese momento realizó el movimiento de su torre hasta la posición G3. El peón que aún Mu tenía en la posición F2 podría comerlo pero entonces sería comido por el alfil de la posición E5 que tenía reservado el contrincante.

El pediatra decidió actuar.

Movió el caballo de su pareja y amenazó un espacio blanco en la defensiva del rubio.

—Jaque. —El movimiento había sido inesperado para ambos. Mu levantó su mirada para ver el cabello azul de su pareja por ya cuatro años, las esmeraldas fija en el otro contendiente. El de mirada celeste también subió la mirada y entendió el desafió silencioso que le fue transmitido. Sonrió y el doctor mayor sintió algo que le recorrió la espina dorsal.

Movió su alfil y amenazó a aquel. Los orbes celestes de nuevo subieron para continuar con el reto.

De nuevo el caballo acorraló, mató al contendiente.

—Jaque.

—¿Vienes a salvar a tu pareja del peligro? —bromeó su novio, divertido al ver que muy cordialmente lo habían sacado del juego. El pediatra no respondió. El oftalmólogo se defendió.

Rey que se movió un espacio a su derecha, salió del peligro. Las negras que antes le pertenecían al Ginecólogo, con sólo dos años de experiencia, movían ahora el otro alfil a las filas contrarias. Mu observaba el juego desarrollándose bastante interesado, sin reparar en las fugaces miradas que ambos contendientes se enviaban. Sin darse cuenta en especial las de su pareja.

Los dos alfiles negros se movieron tratando de acorralar al rey Blanco. La torre blanca se abrió espacio en las filas del rey negro. Los labios del oftalmólogo se movieron: jugosos, apetitosos…

—Jaque —pronunció en un ronco sonido, al tiempo que los dos zafiros lo marcaban.

Un duelo de miradas. Empezó un duelo de miradas donde ambos se observaban fijamente. Un duelo de miradas donde el rubio empezó a sentir una alarma en su pecho. Ambos corazones latían enfurecidos, acelerados, ambas miradas se mantenían sobre la otra. Se clamaban; el pediatra tomó el rey negro, con la mirada le decía sus intenciones en el próximo movimiento.

Suicidio…

Aquel lo comprendió.

Comprendió lo que significaba, la rendición en un juego que ambos no habían terminado de notar hasta para ese momento. Conmoción… Antes de que el pediatra ejecutara el movimiento, fue el rubio quien dejó caer al rey blanco al tablero.

Desertó…

—Tengo que irme. —Se puso de pie de inmediato. Tomó el maletín que estaba a su lado.

—¿Qué pasó? —preguntó el ginecólogo, algo contrariado por el repentino resultado.

—Ya es tarde, nos hemos tardado mucho. —Alegó a su defensa—. Fue divertido jugar, pero tengo cosas de que ocuparme. Con permiso.

Partió sin dar la vuelta, tan rápido como pudo sin llamar de más la atención. Mu recogió las piezas, aún extrañado, mientras que Saga veía el rey blanco, rendido en el tablero.

«Rendirse… ¿qué quiso decirme al rendirse? ¿Acaso lo mismo que pretendía decirle yo? No he dejado de pensar en toda la tarde en eso, en la posibilidad de que él me haya querido decir que también estaba siendo sometido a esos ataques invisibles de algo que nos sobrepasa y que, al final… también quiere rendirse a ellos. O huir de ellos, eso también puede ser. Lo cierto es que, no he dejado de pensar en eso…»

28 de Enero del 2000

«Hoy viernes, pensé que saldría solo con Mu. Pero desde que llegó Shaka no ha parado de acercarnos. Se supone que todos los viernes solemos salir juntos a algún restaurant para comentar de cualquier cosa que no sea jeringas, heridas e infecciones, pero este día en especial, Mu decidió otra cosa. Me dijo que quiere convertirse en su amigo porque de alguna manera no es muy sociable. Ciertamente lo he notado, suele responder con pocas palabras pero, de alguna forma eso me invita a tratar de sacarle conversación. Aunque siempre repliego el impulso.

Creo que últimamente he escrito mucho de él aquí, pero ¿cómo puedo evitarlo si cada vez que voy a buscar a mi pareja está con él? Se supone que debería sentirme celoso, o al menos es lo que Kanon me dijo. Debería celar a Mu por la cercanía que tiene con ese doctor pero no, no me siento celoso… más bien me contenta verlo. ¿Es extraño no? Lo cierto es que hoy viernes Mu decidió ir a conocer un lugar donde el doctor podría llevarnos.»


—Espero que de verdad no les moleste mi presencia. —Comenzó el oftalmólogo un tanto incomodo. Mu parecía contento con la idea de llevar a Shaka hasta su casa y de paso conocer esa pastelería que le había comentado en la hora de almuerzo.

—No digas eso. Yo estoy ansioso por conocer ese lugar. ¡Quiero probar ese pastel de chocolate que me diste a probar en el almuerzo! —Comentaba el ginecólogo, tomándole del brazo de su pareja, fuerte y alto, bastante en comparación a él—. Vamos a llevarlo, ¿verdad Saga?—preguntó con esa mirada suplicante, brillante.

El mayor bufó sonriendo derrotado. Ciertamente no le incomodaba tanto ahora ver al doctor fuera de las paredes de la clínica. Desde su llegada en Noviembre poco habían hablado. Se veían, sí, pero era Mu quien siempre formaba conversación. Así fue como Shaka descubrió que Mu y Saga se conocieron años atrás. Fue Saga el doctor que invitó Mu en una de sus encuestas para un proyecto extracurricular de la facultad. Luego con su ayuda entró a la clínica a trabajar como enfermero. Cuatro años tenían ya de relación y parecían estables. Todavía no habían decidido por vivir juntos, aunque ya Mu aseguraba que pronto pasaría. Todo para el oftalmólogo era terrenos desconocidos. Desde que decidió estudiar medicina no había parado de tener como amantes a los libros y el esqueleto de su habitación. Toda su vida durante casi ocho años había sido una eterna carrera para ser…

—El mejor oftalmólogo. —Mu volteó en el asiento de la camioneta mientras Saga seguía manejando, viendo desde el retrovisor—. Mi meta es ser el mejor oftalmólogo del país—aseguró de nuevo el rubio, limpiando los espejuelos de sus lentes con un pañuelo gris—. No descansaré hasta lograrlo.

—¿El mejor? ¿No crees que estás apuntando muy alto? —argumentó Mu subiendo uno de sus graciosos puntos—. ¿Qué es lo que buscas con ser el mejor oftalmólogo? ¿Dinero? ¿Fama? —El rubio alzó una ceja, incrédulo.

—¿Tengo cara de buscar algo tan superficial, Mu? No, no se trata de eso. Oye Saga, —Un ligero roce en su hombro. Un pálpito inesperado en su pecho—, aquí dobla a la derecha, a dos locales está la pastelería de mi hermano. Te juro Mu, que te fascinará el pie de Limón que hace.

—Jajaja. —Rió el tibetano animado—, prefiero algo con chocolate como en la merienda. Saga quizás pida algo más suave, no es muy dado al dulce.

—Podría arriesgarme —mencionó el mayor metiéndose en la conversación—. Ya llegamos.

Los tres bajaron del auto. Como ya se estaba acostumbrando, Mu se acercó a Shaka y empezó a hablar sobre la deliciosa tarta, que cual era su nombre y demás, mientras Saga se quedaba atrás y caminaba al paso de ellos. De alguna manera, a pesar de tener a su pareja frente a él, sus ojos estaban eran sobre el cabello rubio que danzaba de un lado a otro, sedoso, brillante. Anocheciendo aún brillaba como si fuesen ellos mismos rayos del astro rey.

Entraron al lugar, un modesto local con una vidriera, algunas mesas redondas y pequeñas, de cuatro asientos con silla de metal y plástico de colores, decorativas, con cierto aire vanguardista. En la vitrina se veían toda las exquisiteces, dulces con un aspecto hermoso, codiciable y que tenía la invitación para ser devorado como un regalo del nirvana. De inmediato el ginecólogo se plegó al vidrio, admirado con tantas chucherías por probar, mientras el oftalmólogo se acercaba al cajero, un griego de cabello oscuro ensortijado y una sonrisa sádica. El pediatra de nuevo postraba su mirada al rubio cuando este se acercaba a aquel que sin pudor alguno lo agarró de la cintura y le dejo un sonoro beso en el cuello.

Ardió…

Los ojos verdes del mayor ardieron con un fuego que tenía mucho tiempo sin sentir. Esa inseguridad, ese golpe bajo en los intestinos. Cerró sus puños, volteó la mirada. Sólo fue unos segundos, pero suficiente para tumbarlo.

—¡Kardia! —gritó el oftalmólogo rojo y molestó por el ataque.

—¿Me extrañaste mi vida? —siseó aquel con aire sensual. En ese momento entró al local un hombre francés, vestido como chef, un sombrero de copa blanco y su cabello esmeraldas sujeto religiosamente hacía la espalda. Ahora veía que era el mismo tipo de cola que usaba el rubio—. ¡Oh! Mi vida, no creas sigo prefiriendo el pan Francés.

—¡Eres un idiota! —masculló Shaka en cuanto volvió a tocar suelo mientras tapaba con sus mechones dorados el sonrojo evidente de sus orejas—. Atiende a mis compañeros de trabajos y ¡más te vale que lo hagas bien!

—¡Cómo diga jefe! —Dramatizó el griego con gesto de burla. Los ojos azules asesinos lo pulsaban de forma amenazante.

El rubio por un momento desapareció tras la cortina de tela, tiempo donde Mu aprovechó para preguntar sobre unos buñuelos envueltos en chocolate y unas tartas con chocolate y fresa, pedidos que entre el griego llamado Kardia y el francés atendían bien. Saga veía al griego coquetear con su pareja y no, no se sintió incomodo. No, no sintió celos… ¿Debería sentirlos? Pensó que Mu jamás le sería infiel y que eso era simplemente confianza… ¿En exceso?

Pronto el francés volvió a la cocina y Shaka salió, ya sin la bata blanca puesta y comiendo de una paletilla de madera un poco de sirope de Dulce de Leche.

—¿Ya pediste Mu?

—Aún no me decido, ¡todo se ve buenísimo! —Saga los observaba, aún distante.

—¿Y tú, Saga? —preguntó el rubio—. No te preocupes por el precio, es cuenta de la casa.

—¿Eres el dueño? —preguntó el mayor intrigado, mientras Mu por fin decidido por unas croquetas con chocolate, almendras y nuez.

—No, el dueño realmente era el esposo de mi madre, pero desde que murió quedó en nuestras manos. Mi hermano es el encargado.

—¡Ey Shaka! —escuchó la voz del cajero, de nuevo guindándose en los hombros del doctor que hacía esfuerzos por quitárselo de encima. Vio cuando le susurró algo en el oído que enrojeció las mejillas del rubio y de nuevo, sin entenderlo, esa pulsada en el centro de sus intestinos.

—¿En serio? —preguntó el rubio con visible asombro.

Al poco rato se internó detrás de la cortina y empezó una verdadera algarabía. Alguien llamaba a Kardia, o más bien gritaba, mientras una risa melodiosa se escuchaba dentro del lugar. Mu levantó sus dos puntos bastante intrigado, incluso contagiado con el alboroto terminó riendo sin estar seguro de qué pasaba. De repente el cajero salió corriendo con una buena cantidad de harina en la cara, el francés salía de la cortina tratando de sacudirle la harina y si, de aquel lugar salió otro rubio, con sus parpados cerrados y otro gorro de cocina, enrojecido se veía y con un tazón lleno de más harina que parecía estar dispuesto a tirar encima del cajero. Las risas proseguían y de seguro que de no ser porque Shaka abrazó por detrás al nuevo integrante del local, todo el tazón hubiera quedado estampado en la cara de Kardia.

—¡Pero si así dijo! «Tiene las manos grandes y la piel caliente» —Y con esa palabra el rubio de la cocina le subió los colores a las orejas.

—Tenemos clientes esperando… —Recordó el francés con una sonrisa que no podía borrar.

—¿Clientes? —Y fue como si le hubieran cambiado la programación al cocinero quien de inmediato volteó y se enderezó.

—¡Asmita! —reclamó Shaka con una hermosa sonrisa dibujada, una tan jovial, tan brillante, que le caló hondo al pediatra.

Sus esmeraldas se abrieron impresionadas. Lo vio. Lo vio así: tan dulce, llamativo, vibrante. Una aire de ternura escondida entre su templanza, su seriedad, sus metas tan altas que parecía incluso tener un orgullo elevado. Pero allí estaba, frente a él, como un niño abrazando al otro rubio y riendo animadamente con los otros dos.

Envidió…

A aquellos que habían logrado sacarle esa sonrisa que jamás le había visto en la clínica.
¿Era celos?

—Ven Asmita, te presentaré unos compañeros del trabajo. —El rubio se sacudía la harina que le cayó mientras andaba en esa persecución. El oftalmólogo se sonreía enternecido, ayudándole a quitar la mancha de harina de la mejilla derecha—. Presta atención. —Regañó con una disimulada mueca en sus labios, mientras tomaba las manos blancas del cocinero—. El que te voy a pasar es Mu, ginecólogo. Se graduó hace dos años—Y Mu amablemente se acercó y le extendió las manos—. Es de quien te he hablado que le encanta los dulces que me llevo a merendar.

—Mucho gusto, Mu. Soy Asmita Sardillat, hermano mayor de Shaka. —Recorrió sus manos, cada dedo con delicadeza. Mu, contrariado, se quedó observando como el rubio pasó las manos por sus palmas, palpó las líneas. Sonrío—. Eres buen chico, de buen corazón. Extremadamente noble. —Se sonrío, todo dicho sin abrir sus parpados. Mu, finalmente comprendió.

—Y él que te voy a pasar, es su pareja, el Dr. Saga Tebas, pediatra, tiene seis años trabajando en la clínica. —En cuanto Saga pasó sus manos, el rubio hizo lo mismo. Frunció un tanto el ceño, luego subió el rostro con un gesto escrutador. El pediatra se quedó sin saber qué hacer, sintiendo como esos suaves dedos pasaban por la línea de su palma, sudada, ahora notaba que sus manos estaban sudadas.

—Mucho gusto, Dr. Tebas. —Lo llamó de forma muy formal, notado por el mayor—, soy Asmita Sardillat, su hermano mayor. —Una leve señal de enmarcar el terreno que el mayor comprendió tal como si le hubieran dicho un tajante “detente”—. Es un hombre ambicioso y posesivo, pero de buenos sentimientos.

No fue necesario que Shaka dijera nada. Pesé a lo mucho que jugaban los dueños del local, Mu y Saga estuvieron callados. La razón por la que Shaka quería ser oftalmólogo era esa: su hermano.

«Cuando decidí ser pediatra, es porque le tengo un gran amor a los niños. De alguna manera me siento identificados con ellos y sé que por alguna razón ellos también se identifica conmigo. Supe que Mu tomó la ginecología porque le encanta estar presente en todo ese desarrollo de vida, ese milagro de la naturaleza como él dice. De alguna forma, si nos unimos fue porque normalmente sus pacientes terminaban llevándome los niños a mí. Él me recomendaba…

Quizás he estado pensando en esto desde que fuimos a esa pastelería por el motivo de él. Y no sé, no sé porque sentí entre admiración y lastima. Si mi hermano tuviera algo, algo que lo hiciera más vulnerable a la sociedad, yo también lo hubiera hecho. Hubiera estudiado en busca de sanarle. No necesitó decírmelo para saberlo y yo para comprenderlo.

No sé porque no puedo borrarme esa sonrisa…

¿Será que sonreirá así cuando logré su sueño? ¿Ante todos?

¿Al menos ante mi?»


11 de Febrero del 2000

«Debo estar loco. Si, ¡estoy loco! Hoy, hoy me he dado cuenta que esto me está sobrepasando y me duele, me duele por Mu.

No quiero engañarlo…»

—Se ha tardado —mencionó el rubio en la salida de la clínica.

Era de nuevo viernes. Como ya se había hecho costumbre, todos los viernes iban a la pastelería y merendaban en la noche, luego pedían pizza familiar para todos. De alguna forma Degel y Kardia se compenetraron a ese grupo. Kardia como siempre hacía bromas de doble sentido y Degel no tenía reparo para comentar de su hermosa Francia o de Siberia, otro país donde estuvo un tiempo de niño. Asmita se entretenía probando nuevas recetas. Él era el repostero principal. Se encargaba de las especialidades y Degel le ayudaba en la decoración, era como su ayudante.

Shaka les comentó que el esposo de su madre era el dueño del local. Le ofreció trabajo a su madre luego que enviudara en el accidente automovilístico donde Asmita perdió la vista. Un hombre portugués, alto, de buen corazón; la mujer se enamoró de él mientras trabajaba primero como servicio de limpieza y luego como ayudante de cocina conforme aprendía. Así, Shaka y Asmita crecieron entre mezclas de dulces. Asmita de una vez se adecuó a los olores y sabores. Debido a su nueva forma de vivir, conseguir combinaciones de colores y aromas se volvió en un arte. Los dulces que hacía eran, en su mayoría, inéditos y poco a poco la pastelería cobraba fama por ello.

Contrataron a Degel para respaldar el delicado y exquisito gusto de Asmita con una presentación elegante. Desde la muerte del hombre, decidieron poner todo su empeño para que la pastelería llama Aldebarán brillara tal cual a la estrella más brillante del cielo. De esa forma, Asmita se encargaba del negocio familiar, su madre descansaba en casa luego de años sacrificándose por ellos… Shaka trabajaba en su especialidad.

Pero ese viernes Mu no parecía llegar y tampoco respondía las llamadas, por lo cual ambos médicos aún lo esperaba en la entrada.

—De seguro salió alguna emergencia —asumió Saga, mirando fijamente el perfil del joven de ascendencia hindú a su lado. De nuevo aquel pensamiento impropio atravesó su cabeza.

—¿Por qué no preguntas a ver si…? —El teléfono del mayor sonó. Un mensaje de texto. El pediatra lo leyó con atención, aún con la bata puesta que ocultaba el jean y su camisa verde agua. Por ser viernes vestía más casual, algo que Shaka no se perdonaba ni los domingos.

—Pues, al parecer la hija del alcalde ya rompió fuente. Tendrá que quedarse, le exigen que sea él quien atienda el parto. Dice que nos adelantemos. —El menor bajó la mirada inseguro, bufando un tanto. Lo pensó bastante antes de decidir entrar a la camioneta en calidad de copiloto e ir a solas con el pediatra hasta la pastelería.

El ambiente era incomodo. Saga no dejaba de echar su mirada de reojo al rubio. Shaka de mirar a cualquier punto para no verlo.

—¿Has sabido más de ese moreno del que tanto habla Kardia? —preguntó Saga tratando de armarle conversación.

—Realmente no, ¡pero me tiene intrigado! Asmita no me dice nada, pero al parecer ese técnico de hornos lo llaman casi cada quincena. ¡Siempre hay uno de los hornos que se daña!

—¡O tu hermano los daña a propósito! —propuso el mayor con un tono divertido. Por primera vez, Shaka rió animadamente estando solo con él. Aquello le hizo bullir por completo toda la sangre de sus venas, sentir el corazón acelerado, los labios resecos.

—¡No me extrañaría! —exclamó casi sin aire—. Asmita es un manipulador. ¡Que no te engañe con la cara de no soy capaz de matar una mosca!

Rieron un tanto y sin darse cuenta habían olvidado cruzar a la derecha, siguieron de frente.

—Debes amarlo mucho. Se llevan bastante bien. Yo y Kanon somos como dos caras de la misma moneda.

—Mu me comentó que tenías un hermano gemelo. ¡Vaya que es una rareza!

—Tú y Asmita parecen gemelos.

—Si nos parecemos, pero no, yo resulté más alto y apuesto. —No, Saga no le negaría eso.

—¿No necesitas que te ayuden a aumentar el autoestima? —De nuevo sonreía. Reía. Brillaba. De nuevo su corazón quería salirse de su pecho.

—¿Más de lo que ya la tengo, Saga? ¡No tienes que preocuparte por eso! —El auto se estacionó—. Oye, ¿dónde estamos?

—Eres hermoso. —Los ojos azules que lo miraron al preguntar, se abrieron desconcertados. Las esmeraldas lo observaban, lo aclamaban… ambos sentados en el auto, estacionado en una parte de la carretera de la ciudad—. Eres inteligente, interesante, fascinante…—el color de las mejillas que en contra de su voluntad lo delataba.

—Saga, no creo que… —Reaccionó. Calló…

El silencio incomodo.

Corazones latiendo con fuerza al unísono.

—Pediré un taxi desde aquí.

Miradas que de nuevo se toparon, hablaron lo ya irrefutable…

—Shaka…

—Buenas noches…

Un acto desesperado. Tomó la mano blanca antes de que bajara del auto. Lo ató.

Miradas enfrentadas, sentimientos encontrados.

Deseos en las verdes.  Temor en las azules.

Y la mano blanca se escurrió, la gruesa la dejó ir.

«Cuando lo tuve frente a mi sólo deseé abrazarlo, sólo deseé besarlo. Deseé oír toda mi vida esa hermosa sonrisa, oírlo reír así. Que sólo lo hiciera por mí…

Estoy loco…

Mu incluso me ha escrito preguntando en el porqué se canceló la acostumbrada visitas a la pastelería. Le dije una escueta excusa… se despidió. Me dijo un Te amo…

Y yo no pude respondérselo…»


07 de Julio del 2006

Hay demasiado ruido, escándalo. Todo sonido me aturde. Escucho muchas personas más no veo nada. Todo mi cuerpo me duele, debo tener algunas costillas fracturadas dado el dolor de mi abdomen. Un brazo dislocado, no puedo moverlo. El sabor de la sangre en toda mi boca y todo mi cuerpo entumecido.

No puedo ver nada…

Quizás aún estoy demasiado aturdido. Sólo escuchó una sirena a lo lejos, alguien diciéndome que aguante…

Aguante…

Hace frío. Siento frío en la punta de mis pies, no puedo mover mi pierna derecha, está aprisionada a algo…

Y en estos momentos, sólo puedo pensarte… sólo puedo evocar el recuerdo de tus sonrisas lejanas, de esa inmensurable paz que me daban tus ojos celestes.

Quisiera oírte de nuevo, quisiera olerte de nuevo. Tenerte entre mis brazos. Tocarte… 
¡Amarte! ¡¡Shaka!!

Quiero verte de nuevo…

Notas finales:

Espero les guste esta propuesta, ya casi estpa terminado asi que seré rápida al publicarlo ^^


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