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Entrégame tu corazón por AkiraHilar

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Notas del fanfic:

Dedicatoria:En especial a Hator. Linda, te había prometido un fic con rape xDDDD pero soy casi imposible con mi lado angst, aunque, si habra rape, ¿o sexo no consentido? LOL. Espero lo disfrutes.
A todo Chocolate Caliente, el club de Ardiente Inocencia, a Fiebre y por supuesto, todos los amantes de las parejas involucradas.
Comentarios adicionales: Simplemente visualice ya todo el fic, espero la inspiración me de para terminarlo en tres o cuatro capitulos. Al final, la vida esta llena de sacrificios, de injusticia a su vez y de la entrega desinteresada de personas que esperan un futuro mejor. En pocas palabras, de eso se trata.

Notas del capitulo:

Milo Antzas y Camus Vial vuelven a Grecia para obtener una exclusiva por el regreso del antiguo campeón de circuitos motorizados Kanon Vryzas. ¿Cuál fue lo que motivó a Kanon dejar las pistas? ¿Cuál será la decisión de Milo cuando se vea seducido por el antiguo Dragon de las carreras? ¿Y que hará Camus al respecto?

Aquella mano había invadido los terrenos de su cuerpo, sometido su hombría, estrujándola y obligándola a levantar su orgullo y mostrar toda su dureza. Aquella mano quemaba, y Milo desarmado intentaba de nuevo quitarla de su intimidad, alejarla, defenderse; más le era imposible. El cuerpo de aquel como siempre presentaba una cárcel de fuerza y de voluntad a la que no podía oponerse, como siempre, despertaba en él pasiones más allá de la cordura. Como siempre, estaba bajo sus pies, entre sus piernas, peleando por tener un poco de raciocinio y dominar las corrientes de lujurias que asestaban a su nuca y lo hacía delirar, enmudeciendo gemidos que no iba a entregar.


Y su corazón: latía, latía, latía…




Cuándo hablaban de Milo Antzas era ya reconocido como una de las nuevas leyenda en el periodismo deportivo. Desde su participación en las primeras filas de las olimpiadas, no había evento que siendo narrado por él no tuviera un nivel de aceptación más allá del esperado. No se sabía si se debía a su entusiasta voz, ese aire juvenil y la chispa de energía que emanaba a su paso, si por los acertados comentarios o si por la increíble forma que tenía de preguntar justo lo que el público quería saber y conseguir las respuestas que nadie más conseguía. Ciertamente, era difícil saberlo, pero Milo tenía una fama inquebrantable y que subía a través de los años.


En ese momento, también la gloria deportiva brillaba en una nueva estrella. Pólux se levantaba brillante en los circuitos de motociclismo, sin importar su edad. Kanon Vryzas había regresado a las carreras y era nacionalmente un episodio de sumo interés. Luego de trece años de retiro, el antiguo campeón de los circuitos volvería a acelerar su motor en el enorme circuito de Serres, en Grecia y Milo Antzas había regresado a su tierra para verlo.


Ya apostado en Francia, el griego periodista había conseguido grandes contratos para eventos y revistas deportivas. Allí conoció a otro periodista de prensa escrita, Camus Vial, con quien ya vivía dos años. También reconocido en el periodismo su influencia se hizo mayor cuando se unió a Milo e hicieron un dúo. Era evidente que la carrera de Milo estaba condenada a seguir creciendo, y ante esa perspectiva Camus prefirió apoyarlo como su mano derecha y ayudarlo a seguir avanzando, por esa razón, estaba allí.


El edificio de dieciocho plantas se erigía imponente en el centro de Athenas, la principal empresa de bienes y raíces, la cual era propiedad del hermano gemelo mayor del motociclista y su actual patrocinador, junto la firma de Honda. Vestido con un traje blanco tallado de corte italiano, el francés esperaba en la enorme sala de espera de la oficina principal, decorado de forma elegante, con muebles de tapizados de cuero y una vista gloriosa de la ciudad, por el amplio ventanal frente a él. La secretaria y asistente del presidente le había pedido que esperara, mientras atendía a una visita de última hora que no debía tardar en salir. Camus odiaba los contratiempos y por sobretodo, esperar cuando él era puntual, más sin embargo esos diez minutos le dieron la oportunidad de pensar muy bien en que iba a decir y como decirlo, para obtenerle a Milo una exclusiva que de seguro aumentaría aún más su carrera. Tenía dolor de cabeza, y lo adjudicó al calor del verano, al estrés, al viaje tal vez.


No pudo pensar mucho cuando por fin de la enorme puerta de caoba salió un hombre de belleza impresionante y a quien ya había reconocido. Un cardiólogo, distinguido en el ramo en Europa, pese a su juventud empezaba a tomar fuerzas por una serie de investigaciones y las campañas gratuitas de operaciones para los infantes que nacían con problemas del corazón abalados por, precisamente, esa empresa y la UNICEF. Se trataba de Shaka Timal, un Hindú con sangre británica que mostraba su estatus por el cabello dorado y lacio, ojos azules de un poderoso brillo y una piel blanca, contrastante a los habitantes de su tierra. Lo vio salir con el traje azul celeste, saludando a la secretaria y destinando una rápida mirada a él, quien se había levantado para tomar su cita. Se escrutaron mutuamente por unos segundos, preguntó a la mujer y la mujer pareció responderle algo que le hizo cambiar su semblante a uno más tranquilo. Le sonrió, y se marchó.


Pocos minutos pasaron para ser él quien atravesara la puerta y viera el mobiliario de caoba que adornaba todo el recinto. Un enorme escritorio en forma de luna encerraba la poderosa presencia de uno de los ejecutivos más jóvenes y adinerados de Grecia. El hombre estaba de pie con vista al enorme ventanal, con las persianas color bronce recogidas y los rayos de sol golpeando con su estoico porte. El traje negro enfundaba un aire de autoridad y en cuanto volteó y lo observó con ojos verdes esmeraldas casi lo sometió a cualquiera que fueran sus designios. Pero Camus era también un hombre con una capacidad casi innata de sobreponer su valía y con un solo escrutinio severo le hizo entender que él pensaba negociar, imponer condiciones y esperar las suyas para lograr un convenio que fuera beneficioso para ambos. El empresario lo entendió y como respuesta una cínica sonrisa se dibujó en los labios gruesos, antes de que con una señal de su mano le convidara a acercarse.


—Saga Vryzas—un apretón de mano, fuerte, persistente.


—Camus Vial, mucho gusto—correspondió con la misma firmeza.


La reunión fue llevada satisfactoriamente. Conforme el empresario le hacía una recapitulación de la carrera de su hermano, Camus no dejaba de observar cualquier señal que le permitiera filtrar su verdadero interés y lograr el objetivo: que Milo obtuviera una exclusiva, la que necesitaba para que su carrera se alzara y diera vuelo. En medio de la conversación notó entonces una fotografía en el escritorio, estaba el hombre frente a él y el doctor que vio salir minutos atrás, con algunos niños de África, al parecer en una de las cruzadas. Al mismo tiempo veía al motociclista con otro hombre, de cabello claro y dos puntos que daban evidencia de su casta.


—¿Algún problema?—escuchó la voz y desvió su mirada hacia las esmeraldas que lo escrutaban. Meneo la cabeza lentamente, comprendiendo el malestar manifiesto.


—Lo lamento, me fue imposible no mirar cuando está en la fotografía el cardiólogo con mayor referencia los últimos años con el antiguo representante de la Unicef por los países africanos, Mu Jalif—el griego extendió su mano para alcanzar la fotografía, mirarla con un tanto de nostalgia—. Veo que eran cercanos al representante del Tíbet y la India baja, lo lamento mucho.


—No hay nada que lamentar, murió haciendo lo que quería hacer.


Hubo un minuto de silencio donde el empresario colocaba de nuevo la fotografía en su lugar y el periodista seguía ecuánime esperando respuesta. Finalmente la obtuvo y como pocas veces dibujó una sonrisa en sus labios.


Aquella noche en el departamento que habían alquilado durante el tiempo que estuviera haciendo el reportaje, Milo se notaba más cariñoso, más entusiasmado y dispuesto a terminar la cena en la cama luego de conocer la noticia. Camus había conseguido una exclusiva única en su especie, con el motociclista que fue, en su juventud, su más grande ídolo. Milo había conocido la carrera de Kanon Vryzas hace trece años, cuando estaba en auge, se había hecho coleccionador de diferentes pancartas, poster, franelas con su rostro ilustrado, cualquier artículo de prensa o revista que hablaran de él; todo. Fue su fans, uno de los más acérrimos y cuando supo de su retirada en los circuitos fue uno, que en su noble adolescencia lloró su partida.


Pero ya habían transcurridos trece años y en cuanto supo la noticia, le había comentado a su pareja la ilusión que le hacía el poder obtener un documental de él, de las razones por las que abandonó su carrera en alza y su regreso, algo que por distintos motivos aún no había sido revelado. Kanon rechazaba cualquier exclusiva y su hermano como promotor no aceptaba a todos por igual. Ambos francos eran difíciles de conseguir pero Camus había logrado entrar en uno, por el lado del mayor de los gemelos. ¿Cómo? No necesitaba mucho para saberlo. Camus contaba con unas habilidades casi innatas para la negociación y la diplomacia.


¿Cómo no estar feliz con semejante hallazgo? El griego periodista pasaba sus labios resiguiendo la esbelta musculatura del hombro de su pareja, mientras estaba sin camisa y frente al computador revisando otra nota periodística. Camus se dejaba hacer, complacido con los mimos, pero sin quitar su vista de la pantalla, aunque el dolor de cabeza se hacía pulsante.


—Camus…


—Tengo que terminar de revisar esto, Milo—le informó, sin mirarlo—. Tiene que estar listo para ya.


—¿Después sí?—aquella mirada turquesa brillando a través del monitor—el francés tomó por un momento la barbilla del griego, depositando un beso húmedo en los labios tersos, como respuesta. Suficiente respuesta.


Con ello Milo esperó pacientemente hasta que su pareja se desocupara, al cabo de una media hora. Apagando la laptops, Camus se dirigió hasta su compañero sentado en el filo de la cama, buscando sus labios, atrapándolos y uniéndose en un beso largo y profundo, mientras lo iba llevando a la comodidad de la cama. Las manos se buscaron, atándose en el cuerpo del otro, concentrándose en la faena de tenerse entre risillas cómplices por cada mordida traviesa y pellizco altanero entre ellos. Y se amaban, si, dos años tenían juntos compartiendo cada momento que hasta la más fuerte discusión ellos ya conocían que terminarían arreglándola después de una serie conversación y coronando la reconciliación de esa forma: con el cuerpo.


Abriendo las piernas, el heleno le permitió a su compañero trasgredir su cuerpo. Con la paciencia y cuidado que siempre el francés había tenido con él, penetró haciéndose dueño de él, de nuevo. Se sobrepuso al cansancio y malestar para complacerlo, entendiendo que era la mejor manera para compartir un próximo triunfo, amándose de antemano como un brindis que fuera el augurio de que las cosas saldrían bien. Estarían juntos en el nuevo avance.


—¿Sabes?—recostado uno sobre el otro, luego de haberse unido. Era Milo quien ahora acariciaba la cabeza de su amante, feliz, contento de estar en ese lugar juntos—. ¿Te acuerdas del cardiólogo que está radicado aquí en Grecia y ha participado en las campañas de vida promovidas por la UNICEF?


—¿El indio?—enarcó une caja, curioso—. ¿Qué con él?


—Lo ví hoy, cuando fui a la oficina de los Vryzas—el joven se reincorporó, para ver los ojos turquesas de su pareja—. Parece que tiene algo con el hermano mayor de Kanon Vryzas—el griego mostró sorpresa—. O al menos lo intuyo, cuando salió de la oficina y me vio me miró de una forma… particular.


—¿Celos?—y el tono de voz de Milo no era agradable. Camus rio divertido.


—Parece que por un momento no le gustó que su pareja fuera visitado por alguien como yo.


—No lo culpo, ¡mírate!—el francés se sonrío—. Eres una tentación por donde se vea—la picardía impresa en las turquesas le removía las entrañas. Milo siempre sabía cómo hacer que su estoica forma de ser mostrara el lado más amable.


—Bueno, bueno, tal vez…—consintió echándose a un lado en la cama, siendo ahora el de cabellos azules quien se recostara sobre él para ser acariciado—. Lo cierto es que dentro me di cuenta que los Vryzas han apoyado esas campañas con algo más que dinero. Kanon Vryzas ha participado activamente en ellas.


—¿En serio?—los ojos abiertos con visible emoción, el rostro de su amante asintiendo para afirmar la información—. ¡Eso es genial! Eso es algo que…


—Nadie sabría y tú puedes sacarlo a la luz, el lado más humano de la antigua estrella de los circuitos motorizados de Europa.


El lado más humano del antiguo Dragón Marino de las pistas.


No costó mucho hacer los arreglos para por fin tener el primer encuentro con el entrevistado. Luego de unas llamadas al edificio Vryzas, la secretaria del gemelo mayor había concordado un lugar en la agenda del motociclista para que atendieran a los dos periodistas que lo buscaban con un permiso impreso y escrito por el promotor, garantía de que no tendrían problema alguno. Camus había ido a buscar dicho documento en la mañana dos días después de haber conseguido la exclusiva, y bajó hasta el auto donde Milo lo esperaba, vestido con una chaqueta y pantalón de jean negro, y una camiseta roja por dentro, con una gruesa cadena de lata luciendo el dije de una motocicleta. Estaba muy emocionado, lo veía, con sus botas de marca, un bolso donde guardaba agua mineral, la grabadora, y la laptops que ahora tenía sobre sus muslos mientras veía de nuevo las preguntas que tenía pensado hacer en la entrevista.


Rápidamente se dirigieron al lugar, tomando en cuenta que serían al menos unas siete horas de viaje desde Athenas hasta Serres, donde Kanon practicaba diariamente en espera de su regreso con bombos y platillos a las carreras. Los viajes en automóvil no le eran indiferentes. Como periodista se la pasaban viajando de tramo y tramo, además que siguiendo las instrucciones del mapa en mano de Milo, Camus aprovechaba para conocer las hermosas tierras de Grecia. Hubieran podido tomar un vuelo de Athenas a Tesalónica y quedar al menos a una hora de Serres pero no era el caso, preferían viajar y aprovechar a hacer un poco de turismo justificado con el trabajo. Por supuesto, Milo no paraba de tirar fotografías de tanto en tanto, consiguiendo inmortalizar las muecas de molestia y las sonrisas resignadas del galo que ya conocía la extraña afición de su amado de estarlo fotografiando mientras estaba concentrado haciendo otra cosa.


—¡Es que cuando te concentras haces muecas raras!—adjudicó a su favor una vez que discutiendo por tomar el control de la cámara en la oficina de la revista, terminaron los dos tirados en la alfombra, con el francés sobre él y la cámara lejos de las cuatro manos. El griego sólo sonrío pícaramente encogiendo de hombros y diciendo eso a su favor—. Por ejemplo, cuando lees muerdes tu labio inferior y frunces el ceño graciosamente—continuó con una risilla.


Si, esa fue la primera vez que recuerda, terminaron besándose. La atracción siempre fue evidente pero cada quien la callaba, inseguro de que pensaba el otro hasta esa vez.


Dos años, ¿cuánto se había podido aprender en dos años de cada uno de ellos? De lo único que Camus estaba seguro es que lo amaba, con locura, amaba a ese hombre que se emocionaba con mínimas cosas, detalles tontos, pero apasionados, un hombre con un alto sentido del deber y el honor, entregado… enamorado. Si, Camus estaba seguro que Milo lo amaba con tanta intensidad que él.


Pararon en una venta de comida por el camino, disfrutando del aire, del paisaje en Olimpic Beach, a poca distancia de Litochora, una hermosa playa muy cercana de la autopista y que se dieron la oportunidad de verla y fotografiarla, como si se tratara de una luna de miel. Se tomaron su tiempo, ya llegando a entrada la noche a Serres, por lo cual deberían retomar el trabajo para el día siguiente. Milo fue quien terminó de conducir, luego que de nuevo Camus tuviera dolor de cabeza y prefiriera dormir un tanto en el asiento de copiloto. Ciertamente el viaje largo había sido un tanto agotador y ya Milo había aprendido a detectar las señales de cansancio de su pareja y actuar en consecuencia. Se sentía bien estar en su tierra, al lado de quien amaba y a punto de conocer en persona a su ídolo infantil. Era como si lo tuviera todo en justo ese momento, no había nada que esperar, nada mejor que pudiera depararle la vida. Estaba convencido de eso.


Al llegar se alojaron al hotel Metropolis, ubicado a unos diez minutos a pie del circuito e ideal para estar lo más cerca posible en el lugar donde se daría la entrevista. Esperaron al día siguiente, donde luego de levantarse y alistarse llevando la grabadora, cámara digital, y demás utensilios, abandonaron la habitación del hotel, vestidos cómodamente y disfrutando del buen ambiente con el que había amanecido Serres. Siendo esta una ciudad reconstruida, era visible el nivel de planeación urbanística por la ubicación de plazas y parques, el ancho de las autopistas y su correcta señalización. Justamente, el circuito de Serres era una de la sobras emblemáticas de la ciudad, ya que contaba con todos los permisos de las grandes federaciones de automovilismo hasta el nivel de formula 3000. Caminaron sin poder evitar tomarse una fotografía juntos en el estadio de futbol cerca del lugar, mientras escuchaba de Milo los acontecimientos y los partidos que había acaecidos en el lugar.


Caminando llegaron al lugar, donde identificándose y mostrando las credenciales que los Vryzas les había entregado le permitieron entrar hasta las tribunas, vieron al motociclista con un traje azul y naranja de pies a cabeza, la marca de Honda en el vestido y el casco cubriendo su cabello. La cabellera largo era sujeto en una cola en la nuca, y no, no se podía apreciar nada de su rostro debido a su indumentaria. Camus se sentó en una de las bancas, calibrando la cámara para tomar las mejores fotografías tomando en cuenta la iluminación del lugar, mientras Milo anotaba algunas cosas en su palm y devolvía la vista, emocionado, hacía la figura del motociclista, aún incrédulo de tenerlo así, tan cerca y dispuesto pronto a responder cada pregunta. Era el sueño de cualquiera que se haya considerado fans de algo en su vida.


Y ocurrió…


Alguien avisó a Kanon que los periodistas habían llegado, la carta de su hermano dándoles autorización llegó a sus manos y la vio con cierta incomodidad. No tenía idea de cómo lo lograron, pero para que su hermano casi le exigiera atenderlos era en definitiva personas especiales. Decían que venían de Francia, supuso que no tendría otra opción que darles la oportunidad.


Subió la vista, y encontró fue a dos turquesas viéndolo fijamente con un detectable aire de admiración, un brillo genuino y además, de juventud, una juventud palpitante.


El dragón entonces se quitó el casco y le devolvió la mirada, con sus dos esmeraldas magnéticas, la mirada de un cazador que investigaba a quien lo observaba. Una mirada que ataba, un porte que demostraba estar ante alguien acostumbrado a enfrentar a la muerte, que adoraba el peligro y que le gustaba las altas velocidades.


Milo al sentirse observado directamente por él sintió un revuelco en su pecho, uno que no debió sentir, uno que lo hizo bajar la mirada. Kanon sonrío, entregándole el documento a su ayudante mientras agradecía internamente al sexto sentido de su hermano.

Notas finales: Waaa me tardé, pero bueno, quería tenerlo todo listo y no se me dio, pero intentare avanzar antes de que termino el evento para al menos tener los tres capitulos >.

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