Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

流れ星俺の敵 「Nagareboshi, Ore no Teki 」 por Vesperbell

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Bueno, cambiando un poco de ambiente~

Me centré en una de mis parejas favoritas: PalletShipping♥

O como todas lo llamaríais Gary Oak x Ash Ketchum. Sí, menudos nombrecitos para unos personajes, ¿eh? Prefiero el Shigeru x Satoshi xD.

Sin más, espero que disfruten.

 

     - Hey, cuánto tiempo. –Saludaste, con la típica sonrisa que portabas en tus labios.

          Sí, había pasado mucho desde la última vez que nos vimos.
Años, quizá. Mi cabeza no se había esforzado por contar las horas, días o meses que pasabas alejado de mí. Ni siquiera yo mismo me había esforzado por ahuyentar el sentimiento de echarte de menos.
     Asentí con la cabeza, rozando mis castaños cabellos sobre la fina y húmeda hierba, la cual era una de las cosas, que en esos momentos, me calmaba.

          - ¿Cómo has estado? –Preguntaste, sentándote a mi lado, para luego recostarte y degustar la misma sensación que yo.

          No te importaba. Lo sabía, y no me esforzaba por creer lo contrario.
No me mostré despechado ante tus ojos por el simple hecho de saber que yo ya no te importaba. Que todo lo que habíamos sentido en el pasado, estaba vacío. Simplemente, volví a asentir como si de estar mudo se tratase.

          - Te he e-… -Yo mismo paré tus palabras, ladeando mi cabeza y mostrándote así, una mirada triste pero a la vez llena de odio.

          No quería escucharte, no quería escuchar esas dulces palabras salir de tu boca, no otra vez. No cuando ya no quedaba nada por lo que luchar, sólo quedaban nuestros caminos, separados aunque unidos por el fino hilo de nuestros meñiques, colocados ahí al nacer. Estábamos destinados.

          - Shigeru… -Tú, que siempre habías imitado todo lo que yo hacía, con el empeño de llegar a ser mejor que yo, también imitaste aquella forma de mirarme, llenándola aún más de sentimiento.

          Volví a entornar mi mirada a aquel cielo que hoy presenciábamos. Un cielo oscuro e inmenso, pero sin embargo, inundado por pequeñas estrellas que deslumbraban como luceros en alta mar. Una noche hermosa, para una pareja que lo fue. Para los enamorados, que tranquilamente se besarían y abrazarían debajo de ese cielo. Una noche que, inevitablemente, nunca podría haber sido nuestra.

          Mis manos, altamente incontrolables, deseaban tocar tus frías mejillas inundadas por la humedad que caía del cielo. Quería gritar. Gritar todos mis sentimientos, todos mis pesares, toda la rabia que llevaba acumulando años sobre un rival que dejó de serlo. Sobre aquel rival al que, quisiera negarlo o no, terminé amando más que a mi propia vida.

          - Hace frío. –Mentí, ¿cómo podía tener frío en una calurosa noche de verano? Jamás comprenderías donde se sentía frío.

          Entrelacé mi meñique con el tuyo, con valentía y suavidad. No pude evitarlo, sentir el tacto de tus delicados y finos dedos estar con los míos, era una delicia que pocas veces pude disfrutar. Volteé mi cabeza, sentí tu mirada encima de mí, acusadora y triste a la vez. Pidiéndome a ruegos un beso, algo que pudiese devolverte la calidez que habías perdido con el paso del tiempo. No podía. Un simple “Te quiero” es algo que yo mismo, jamás pude decir.

          Agonizante, en mi pecho, deseando gritarle al mundo que quería estar contigo, mantuve el silencio un poco más. Tú también lo hiciste, mientras cerrabas los ojos privándote de aquel hermoso cielo que se cernía sobre nosotros.

          - Quiero estar contigo. –Susurraste, pausadamente, dando una gran bocanada de aire después de pedir aquello.- ¡Quiero estar siempre a tu lado! –Gritaste, para después cerrar apretar fuertemente tus bellos ojos, escuchando como esas palabras resonaban en todo el campo.

          Apesadumbrado, dejé escapar una pequeña sonrisa irónica de mis labios. Tenía… tantas ganas de llorar como de abrazarte. Nunca jamás me había gustado pensar en el pasado, en los hechos inevitables que marcaron mi vida. Sin embargo, cuando conseguía enfrentar tu mirada y estar junto a ti, los deseos de volver a ser solo un niño eran cada vez más intensos.

          Quería volver a jugar en el jardín de infancia, volver a reírme de ti cada vez que caías al suelo y raspabas tus pequeñas aunque fuertes rodillas. Ansiaba escuchar los cánticos de los niños de la escuela, todos al unísono, llevando el ritmo de una misma melodía. Necesitaba, ante todo, volver a escuchar las alegres carcajadas que como una dulce canción salían de tu boca cuando juntos, nos escapábamos saltándonos las clases.

          Oí unos sollozos. Apreté los dientes, entornando mi rostro a la dirección contraria de donde ahora tú te encontrabas. Si veía esas cristalinas lágrimas recorrer tus mejillas, pasear hasta posarse por apenas unos segundos en ellas, y finalmente terminar en tu cuello… Yo, definitivamente, no aguantaría. Me destrozarías, como cada vez que te proclamabas ganador de una batalla sin fin.

          - ¿No están bonitas las estrellas, Satoshi? –Sentencié, tragando algo de saliva al darme cuenta de que había pronunciado tu nombre.

          No contestaste, pero sin embargo, los sollozos habían dejado de escucharse para dar paso a una diminuta risilla. ¿Te parecía divertido acaso? ¿Era todo esto divertido? ¿Te estabas burlando de mí? Todas esas preguntas, todas aquellas absurdas incógnitas no eran más que estupideces de un niño, que después de todo, no había madurado.

Te noté más cerca.

          Siempre que te busco, huyes de mí. Siempre que huyo de ti, eres tú el que viene a mí con tus infinitas historias. Con tu sonrisa, tus alegres e inmensos ojos que me miran con ternura. Es odioso. Todo se vuelve odioso cuando estamos cerca. Cuando juntos, pensamos que podemos vencerlo todo… Y todo se vuelve más molesto cuando, nos damos cuenta, de que no podemos estar uno junto al otro.

          - Recuerdas nuestra inquebrantable promesa, ¿verdad? –Con curiosidad, alcé la mirada hacia tu rostro iluminado por la luz de la luna. Siempre me pones en aprietos.
- Una vez, después de correr y correr intentando no ser atrapados por aquellos matones… –Paraste, para reírte un poco, recordando el miedo que le teníamos a esos chicos.

          - Cogidos de la mano, prometimos que ambos nos volveríamos más fuertes. Y que algún día, nos enfrentaríamos como dos hombres, para dejar de ser niños. Hoy, ambos, recostados sobre la hierba… Nos damos cuenta de que aún seguimos siendo esos niños que soñaban con llegar a la luna, con ser sólo unos campeones a los que el público aplaudía fervientemente… Y que aún, no hemos podido enfrentarnos.

     Tus palabras sonaban ciertas aunque repetitivas. Sonaban maduras, dignas de una persona que ha luchado toda su vida, superando obstáculos cada vez más duros. No supe que decir, me gustaría haberte demostrado que me habías impresionado, pero sería demasiado para mi orgullo.

          Elevaste una de tus manos hasta una de mis mejillas, acariciándola y notando el tacto de esta, como solías hacer siempre. Me volteé, y sin ni siquiera darme tiempo a mirarte, me abrazaste. Tu cuerpo, no había perdido la calidez que lo caracterizaba. Siempre me hacía reír el detalle de que tu temperatura corporal fuese alta, y que sin embargo la de tus manos cambiase con la estación en la que estábamos.

          Sin darme tiempo a reaccionar, finalmente comprendí que de nada servía reprimir estos sentimientos. Que los obstáculos que tú mismo habías superado, ahora me tocaba enfrentarlos a mí. Comprendí que a pesar de los miles de kilómetros que siempre nos habían separado, todo desaparecía en cenizas. Y que esas cenizas, transformadas en una gris nube de polvo, se esfumaban con el viento… Dejando paso a un inmenso amor.

 

Notas finales:

¡Admiren mi ataque de inspiración, pequeños/as!

Y eso es todo(?) xD


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).