Unos suaves sollozos resonaron en la habitación, haciendo que un pequeño rubio abriera sus ojitos, restregándolos suavemente con sus manitas.
-¿Por que lloras?- pregunto aun soñoliento, levantándose torpemente para dirigirse a la cama de su compañero.
El chiquillo con quien tenia que compartir habitación había llegado hace una semana y tenia un año menos que el. Unas diminutas y amargas lágrimas resbalaban por sus ojillos grises, estaba sentado en su cama, observando por la ventana.
-Por que…- susurro quedamente el niño de 4 años, sin sobresaltarse al encontrarlo tan cerca, sentado a su lado, escondió su mirada bajo sus platinados cabellos-Nunca….Nunca conoceré a mi madre.
-Pero que dices, no seas tonto- dijo Mello sonriéndole con dulzura- Si esta ahí afuera.
Near no entendió sus palabras, solo lo miro algo confundido.
-Mira- dijo el inocente rubio señalando a la luna- Ella es tu madre, cuando te vi por primera vez me di cuenta, eres tan blanco y hermoso, como ella- coloco una de sus manitas en el alvino rostro y limpio las lagrimas de sus ojos.
-De veras lo crees- dijo Near, observándolo fijamente, nunca nadie había sido tan amable con el, le había dicho que era hermoso, sus mejillas tomaron un delicado color rosa.
-Claro que si, eres un pequeño niño alvino de Luna- dijo muy convencido de sus palabras, como si fuera lo mas obvio del mundo y quien no se diera cuenta era un gran tonto.- Seguramente te dejo aquí para que vivieras una vida feliz en la tierra, así que no llores, ella no querría que estuvieras triste, vamos sonríe, no debe de haber nada mas bello en este mundo que tu sonrisa.
Sus pálidas mejillas se ruborizaron aun más, y no pudo más que dedicarle una tierna y tímida sonrisa al chico que le había dicho tan dulces palabras.
-Y tu…- dijo perdiéndose en los ojos azules de su compañero- Eres tan rubio como el sol, ¿Eres su hijo?
-Nunca lo había pensado de esa manera- contesto el chiquillo tomando uno de sus dorados mechones para observarlos-¿Tu crees?
-Por supuesto. No te conozco mucho, pero en el tiempo que he pasado aquí me he dado cuenta de que Mello, siempre irradia, fuerza, energía y felicidad, al igual que el sol.
-Pues entonces yo soy hijo del sol y tu hijo de luna- dijo con una nueva sonrisa en sus labios.
-¿Podría el sol amar a la luna?- pregunto el alvino jugueteando con uno de sus plateados mechones. Desviando avergonzado la mirada.
-Claro…- dijo felizmente pero su sonrisa se desvaneció poco a poco al darse cuenta de algo- Aunque…seria un amor muy triste ¿No lo crees?
-¿Por que?
-Bueno, Sol solo sale de día y luna por las noches, nunca coinciden, solo cuando hay un eclipse. Cuando no es así solo podrían pensar el uno en el otro hasta que llegara el momento de reencontrarse de nuevo. Estan destinados a estar enamorados y separados.
-Y si se encontraran el la tierra- dijo el alvino con un brillo en sus ojitos grises.
-¿De que hablas?- que ingenuo podía llegar a ser ese pequeño rubio.
-Si tu eres Sol y yo soy Luna
Se hizo el silencio y ambos se miraron como si fuera la primera vez que se veían después de un largo, muy largo tiempo. Mello acaricio las mejillas del alvino y deposito un inocente y casto beso sobre los pálidos labios de Near. No sabían lo que estaban haciendo, solo lo hacían y separándose lentamente se miraron otra vez.
-Te quiero- escapo de los labios del mas pequeño de los dos
-Y yo a ti- dijo el rubio.
Y ambos se arroparon con las mismas sabanas, para dormir juntos, abrazados el uno al otro en la misma cama, sin imaginarse que en un futuro no muy lejano, se odiarían a muerte, el rubio corrompido por la ira y la envidia y Near destrozado por el rechazo y la soledad, ambos añorando aquella noche, en la que se amaron como Sol y Luna.