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Trilogía del perfume de la rosa por Hekate

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Notas del fanfic:

Esta vez traigo una serie de tres drabbles que pueden leerse independientemente o todos juntos formando una historia de tres capítulos sin resolución. Cada quien elige imaginar lo que se le plazca.

Advertencias: OoC seguramente. Me contuve bastante en estos escritos.

Disclaimers: Saint Seiya y sus personajes no me pertenecen. Son creación original de Masami Kurumada. Sólo hago fics con ellos para matar el aburrimiento sin lucro alguno.

 


Sucumbirás una vez más, aunque te niegues, aunque me niegues. En el pasado supimos estar bien, o lo fingíamos. Debíamos, por nosotros y por él.


El tiempo transcurrió, las batallas sucedieron, todo eso debía ser, lo sabes tan bien como yo. Las cosas cambiaron. Eso también lo sé, nada es eterno, ésa es la única verdad. Nada es eterno, mi estimado, ni la muerte lo fue para nosotros. Tendría que aceptar que no estés más conmigo, que no quieras estos brazos que en incontables veces supieron ceñirte con tanto cariño, con tantas ansias y devoción. Te extrañamos, te extraño.


He de recuperarte. Volverás, yo te traeré, seremos felices los tres.


 


¿Te acuerdas…?


 


¿Te acuerdas de las ondeadas noches a sus pies?


¿Te acuerdas de las caricias de sándalo prodigadas entre ambos? ¿De cómo el perfume se esparcía por el cuarto? ¿Lo recuerdas?


¿Qué hay de esos aceites con los que bendecías mi cuerpo? ¿Recuerdas la fricción de nuestras pieles, de cómo ibas impregnándote de mí?


Hoy por hoy te abstraes en tus rosas. Reniegas del sándalo, de mí y de él. ¿Por qué? ¿No eras dichoso?


Me inundan las memorias de tus besos, de tu boca abriéndose en alientos de canela y resuellos de vino. Degustabas el licor de la copa de nuestro señor, que él mismo escanciaba, y me sonreías. Le jurabas lealtad entre gemidos prolongados y yo asentía en silencio, en tanto que el orgasmo te asaltaba y yo bebía tu sudor. Sabías a sándalo, sabías a mí. Me extasiaba.


Deseo volver a sentir algo semejante. Mejor incluso. Me eres necesario, mi opuesto perfecto. La rueda solar así lo quiso. Por eso mismo él nos eligió, ¿o ya te has olvidado? Él supo que nos podíamos complementar y completarlo... ¿Cuántas veces fuimos invitados a sus estancias privadas? ¿Cuántas veces aquel gran Patriarca, atormentado y decidido en sus acciones a la par, nos abrió las puertas de su intimidad? ¿Cuántas? ¿Cuántas veces nos enredamos tú y yo, ante su mirada arrebatada y famélica, en untuosas bondades? Éramos sus amantes, por más que hoy nos hagas a un lado. Él, tu señor; yo, tu compañero, tu complemento. Acéptalo. ¿O es que deseas revelarte al arbitrio de los cielos?


 


Regresa, Afrodita. Vuelve tu mirada a mí, míralo a él, no nos desprecies. ¿Qué te hemos hecho? Te amamos. Él sufre. Te amo. Yo sufro. Me faltas. Nos faltas.


Ya es de noche y volveré a ser sándalo. Lo juro, quemaré un incienso macizo entre tus rosas y tus pétalos se cerrarán apretadamente, ardiendo en mí. Él nos tendrá. Seremos su risa, su  felicidad.


Te veo día tras, mientras entrenas en la arena, debatirte contra Milo. ¿Es por él que nos desprecias? ¿O por esa fragancia que desprende, que incluso encubre a tus bellas damascenas? Como sea, ya estoy aquí, parado en la entrada de tu templo.


 


Afrodita de Piscis, solicito permiso para entrar.


Siento que tu cosmos me da el visto bueno. Pasó entre la oscuridad y me adentro hasta lo más profundo, donde escondes tu pequeño paraíso, ese mismo sitio donde te amé, aun a escondidas de él.


¿A qué debo el honor de tu visita, Shaka?


Sonrío. Nada contesto. Sólo me acerco a ti, que no te has dignado a voltearte. Permaneces sentado, remojando tus pies en la fuente. La brisa sopla y doy gracias por ello.


De pronto, ya estoy parado a tu espalda y tu cabeza se gira lentamente hacia mí. Casi automáticamente, tu perfil se pega a mi abdomen.


Esto –aspiras con profusión y te refriegas sutilmente contra mí. Sonrío aún más y acaricio tu  coronilla. Alzas tus ojos de mar. Ya es inevitable: te beso–… Sándalo…


 


 


 


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