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· Heart Hurt · por Haru-Tears

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Notas del fanfic:

 


 

· Heart Hurt ·

Cap 1 :

"Lluvia incesante"

"Encuentro imprevisto"

Su respiración agitada se hacía escuchar en medio de la calle a altas horas de la noche, con la lluvia envolviéndolo en un frío e incómodo sentir. Siempre la había odiado… esas pequeñas gotas golpeándole en la cara, como recriminándole todos sus pecados y tropiezos en la vida; cada una, por más insignificante e inofensiva que fuera, era una sufrida apuñalada en el alma.

Las casi inundadas calles eran visibles únicamente por la leve luminiscencia de los faroles que milagrosamente seguían encendidos, ya que fueron víctimas de las ya características tormentas de esa zona.

Retoma un poco más de aire y continúa la carrera que había comenzado por las mil esquinas de la ciudad para poder llegar hacia su objetivo.

Aún no sabía de dónde sacaba tanta fuerza de sus piernas. En todos los pequeños descansos que tomaba sentía que iba dejando escapar parte de su ser por cada respiro.

Su rostro reflejaba toda prueba de frustración y dolor. El brillo de sus preciosos ojos dorados eran desperdiciados por la tristeza evidenciada en las lágrimas, que provocaban el odio del muchacho por verse tan débil. Al menos se encontraba reservado de todo testigo, ya que sólo a un loco se le ocurriría salir a esas horas y con semejante tormenta amenazando con dar su indeseable aparición; sin mencionar que se encontraba en pleno invierno y las veredas resbalosas no ayudaban en nada al pobre joven.

Fue sacado de sus pensamientos al percatar que la pequeña mochila gris que llevaba se había abierto y, por ende, dejando escapar varios libros que traía en su interior.

Escuchando el resonante sonido de las carpetas chocando contra el húmedo suelo, siendo además mojadas por la lluvia, se detiene y rápidamente se agacha para recogerlas antes de que se estropearan por completo.

- No no… por favor…! - decía para sus adentros demostrando la desesperación en su mirar.

Al tomar una de sus libretas, ésta se le resbala por la humedad dejando ir varias hojas con anotaciones, mientras que el viento se encargaba de alejarlas hasta la mitad de la esquina de la calle de enfrente.

- Ay no…!

Junta lo más deprisa que pudo los libros restantes y los vuelve a meter en la mochila, pero éstos nuevamente caen sin piedad a la inundada vereda.

- Eh…? – mira el interior del bolso y se da cuenta de que tenía un gran agujero dentro.

Aún preocupado por las importantes anotaciones y materiales que se encontraban en esas páginas perdidas, decide sin más preámbulos tomar sus libros sin darle mucha repercusión el hecho de que mojara sus ropas con ellos mientras los llevaba entre sus brazos.

Yendo al lado contrario del camino de su objetivo inicial, corre hacia la calle de enfrente sin evitar mojarse las botas y un poco los pantalones por los descomunales charcos, hasta llegar a las hojas que se encontraban en el suelo de la vereda, siendo fuertemente golpeadas por la lluvia.

Toma una de ellas esperanzado y con la ilusión dibujada en su rostro de que estuviera en buenas condiciones, pero… lentamente estos sentimientos fueron reemplazados por la angustia y la insuficiencia al notar que… era totalmente ilegible lo que, anteriormente, se había escrito en el papel.

Las lágrimas del cielo adherían sus mechones rubios en su faz, al igual que la ropa a su cuerpo, cabe notar que llevaba aún su uniforme escolar de saco, corbata y pantalón negro con una camisa blanca.

¡Eso! Además de perder sus apuntes escolares también había arruinado su uniforme, ¡Se sentía un completo imbécil!

Frustrado, deja olvidadas las ya inservibles páginas y continúa su carrera para llegar al lugar que ya hace 3 horas debía haber ido, pero el tiempo no se lo había permitido… o más bien… alguien.

Corre, corre y corre por las abandonadas calles de PathRainCity, ésta haciéndole honor a su nombre, el cual podría traducirse como "La ciudad del sendero de lluvia".El mismo rubio juraría no haber visto el sol hace como un mes, aunque eso, ya era una costumbre para los quinientos mil habitantes de la pequeña ciudad. Sería por de más de extraño tener días soleados que duren más de una semana…

Podía ver su respiración saliendo en tonos blancos de su boca, el frío estaba aumentando, así como la presencia de la tormenta que se hacía notar lentamente; puede escuchar a unas cuantas calles de él unos potentes refucilos y truenos acercándose con brusquedad.

El aire que respiraba era helado, sentía como si mil cuchillos atravesaran su garganta, creía que se desmayaría en cualquier momento por el cansancio que esto le provocaba… pero, para suerte suya, ya sólo faltaba una cuadra para llegar a su destino.

Corre con más rapidez hasta arribar finalmente al lugar.

Jadeando y suspirando el frío aire para recuperar el aliento, contempla las enormes y detalladas puertas de la Biblioteca más grande e importante de la ciudad.

ah… por fin… - suspira alentado, sube las seis escaleras que se encontraban en la entrada para llegar a las ya mencionadas puertas principales.

Sonríe para sus adentros, casi recuperando el brillo de sus ojos al empujar una de las puertas y notar que aún se encontraban abiertas pese la hora que era.

Pequeños rayos de luz del interior del gran edificio se daban paso e incrementaban mientras más empujaba la puerta. Su mirada no podía expresar mayor felicidad, debía conseguir sin falta, ese mismo día, un material importantísimo e imprescindible para el examen de mañana, que, por motivos que desconocemos aún, no tuvo tiempo de conseguir durante la semana, se trataba del examen totalmente definitivo que le daría el paso a la universidad.

Toda la alegría y entusiasmo se le fueron borrados de la cara e intercambiados por el susto y desconcierto al momento de abrir totalmente la puerta y las luces se apagaron así sin más.

Inmóvil se quedó, tratando de reparar en lo que había pasado.

Fueron cuestiones de segundos los que pasaron y las luces nuevamente se prendieron, revelando ahora al "responsable" de aquel acto, que pensaba que se había imaginado el haber visto a alguien en la puerta.

- Oye niño… ¿Qué haces a estas horas? – pregunta perplejo un hombre de piel blanca, cabellos de color negro azabache y de ojos oscuros. Llevaba una camisa blanca cubierta por un calentito y acogedor saco color café, pantalones azules oscuros y sostenía en una de sus manos un maletín marrón chocolate, la otra de sus manos aún posaba arriba del botón que encendía/apagaba las luces.

- Eh… ya… ¿Están cerrando?... – pregunta desdichado el joven.

El mayor, sintiéndose totalmente ignorado a su pregunta, le responde..

– Pues sí, en realidad llevamos la biblioteca cerrada desde las siete, por la enorme tormenta que se viene, ¿No viste el cartel de afuera? Justamente especificamos eso.

Nuestro muchacho estaba totalmente desconcertado, por la prisa que llevaba realmente no había ni notado la presencia de un cartel en la entrada.

- Uff… ya son las once, debería ir apurándome e irme…. – decía el hombre contemplando su reloj.

El rubio se sentía devastado… como un completo inútil… ¿Qué acaso no podía hacer NADA bien? ¿Por qué la vida SIEMPRE le ponía trabas en su camino? ¡Ni un maldito libro podía ir y sacar de la biblioteca! Algo tan sencillo y normal que podía hacer cualquiera.

No… toda la culpa la tenía el motivo por el cual su vida siempre fue miserable… Pero… si ya de por sí era miserable… ¿Por qué nunca hacía nada para cambiar su estado? Realmente… TODA la culpa, era de él. Por no hacer nada por cambiar las cosas… Aunque, no podría ni intentarlo, porque conocía muy bien las consecuencias… entonces… ¿Qué es lo que podía hacer? De sólo imaginar el rebelarse contra la principal persona responsable de su situación podía saber perfectamente lo que vendría después…y ni siquiera podría intentar esconderse de aquel ser tan despreciable porque… éste mismo… lo esperaba con la cena servida en casa.

"Casa"… eso no era una casa… ¡eso era una "prisión"!

Tras toda su frustración y pesar, lentamente comenzaba a sentir mareos incontrolables…

- No creo que hayan taxis con este clima, llegaré ya bañado a casa, ¿cómo pude olvidarme el paraguas?... – comentaba para sus adentros el preocupado hombre, hasta que ve cómo el chico se desplomaba en el suelo ya sin fuerzas que pudieran mantenerlo en pie.

- ¿Qué? ¡O-oye! … - corre inmediatamente dejando caer a las blancas baldosas su maleta y se arrodilla frente al niño. No iba a preguntarle si se encontraba bien ya que, era evidente todo lo contrario.

Nota que se hallaba totalmente empapado. Con cuidado le quita su húmedo saco negro y lo deja a un lado, quedando expuesta su camisa blanca. Se saca su tapado café y envuelve al pequeño tomándolo en brazos delicadamente y acercándoselo para visualizar más su rostro.

Desata un poco la corbata que el joven llevaba para que no lo estorbara y coloca sus dedos en su cuello para verificar las pulsaciones. Sí… todo estaba bien, y respiraba con normalidad, sólo se trataba de un desmayo.

Le retira los mechones rubios pegados en sus mejillas, y se queda contemplando al muchacho un poco más tranquilo.

- ¿Qué es lo que… te ha pasado? – intenta sacarle respuestas al aire. Sentía cómo el cuerpo del chico, que se encontraba muy tenso al principio, poco a poco se iba relajando y adaptando al calor encontrado en el mayor.

- Estás congelado… - susurra al colocar su mano en la mejilla del menor. Desliza ésta hacia su frente encontrándola ardiendo, a diferencia del resto de su cuerpo.

- Tienes fiebre… - menciona preocupado – no puedo dejarte aquí… - afirma un poco más el agarre, y lentamente se levanta con el de cabello dorados en sus brazos.

Se acerca a la entrada, y con su pierna empuja la puerta para cerrarla y evitar que siguiera entrando el viento que no tenía sentido de misericordia.

Apoya su espalda contra la pared debajo de un gran ventanal, y comienza a deslizarse cuidadosamente hasta quedar sentado, aún cargando al niño.

A ver… ¿Qué debería hacer?

Se pregunta sudando una gotita.

Si el muchacho fue capaz de llegar hasta ahí con el clima en esas condiciones, significaba que estaba en busca de algo muy importante, y, por ende… era socio de la biblioteca.

Si sabría el nombre del chico podría buscar en el libro de socios los datos de él y llamar a la casa a que los padres lo buscaran. Pero, en esos momentos lo tenía desmayado en sus brazos… suda otra gotita.

Tal vez entre sus pertenencias habría algo, algún dato para reconocer a ese chico tan peculiar.

Mira a su alrededor y lo único que encuentra son esos libros que el rubio llevaba.

Se estira un poco y alcanza uno. Se sentía extraño al revisar cosas ajenas, pero eso era todo lo que podía hacer para ayudar..

La primera carpeta que revisó tenía en la tapa una etiqueta que seguramente exponía el tan buscado nombre, o era lo que suponía, ya que le resultaba completamente ilegible al ver las letras borroneadas por la lluvia. Por más que intentaba descifrar lo que decía, terminó rindiéndose al no poder entender.

Husmeó un poco las páginas del interior….. Nada, no había ningún dato del chico.

Continuó con una libreta fina azul, obteniendo el mismo resultado que el anterior.

La escena se repitió exactamente con los cinco primeros libros que traía el dormido, hasta que tomó en sus manos un libro que parecía todo menos material escolar.

Éste era de color de un cálido bordo con delicados detalles y decoraciones en blanco.

Le resultó muy extraño el hecho de que no tuviera título, pensando en eso, lo dio vuelta para verificar si lo estaba tomando al revés; no… ni la tapa y contratapa tenían algo escrito.

Tanto misterio lo estaba matando, con toda la curiosidad del mundo lo abre y ni bien ve la primera página, descubre que en la esquina de ésta, en una manuscrita muy pequeña, se describía el nombre…

- "Edward Elric" – pronuncia entonando perfectamente cada sílaba, cada letra, mientras curioso tocaba con la yema de sus dedos la escritura.

- Alto nombre te traes, eh? ¿Es tuyo, verdad? – le pregunta en un susurro sonriendo con sinceridad entretanto cerraba el libro y lo dejaba a un lado…

Afirma el agarre del chico entre sus brazos, contemplándolo un poco más.

Qué curioso. Su rostro le era familiar.

Con su mano derecha, corre uno de los mechones del joven detrás de su oreja y… esperen… ¿Qué es eso?

Mira extrañado al rubio.

Una especie de… mancha en el cuello del joven se asomaba entre sus ropas.

Jala suavemente un poco la camisa blanca que traía el niño y descubre… que… no era una mancha.

Exactamente en la curva donde unía su cuello y hombro,… acaso… ¿eso era un chupón?


- Niisan… ¿estás despierto? Por favor contéstame… ¡Niisan!

Se escuchaba resonante en toda la casa la voz lastimera de un joven de cabellos castaños, ojos cafés grisáceos y semblante angustiado.

Se encontraba sentado en una silla de madera a un lado de la cama que correspondía a su hermano mayor, quien estaba recostado en ella y juraría haberlo visto entreabrir sus ojos.

Y nuevamente, comprobó que no se equivocaba.

El muchacho comienza a abrir lentamente sus ojos dorados, tratando de no lastimarlos por la predominante luz del sol que entraba desde el gran ventanal de la habitación.

- ¡Niisan! – exclama con exultación y brillo en sus ojos, aferrándose a las sábanas de la cama.

El adolorido joven se incorpora mientras se refregaba sus ojos y se le escapa un largo bostezo.

- ah… Aru… qué… ¿Qué pasó?

Inmediatamente, recuerdos de una noche lluviosa y tormentosa, un gran edificio y un hombre de ojos negros lo invadieron vertiginosamente sin piedad por su estado.

- Por qué…. ¿Por qué estoy aquí…?

- Anoche un hombre llamó a casa alrededor de las once y media. Hasta esas horas yo estaba despierto… no podía dormir. Estaba preocupado niisan, te había llamado muchas veces a tu celular y no atendías. Cuando atendí el teléfono el hombre me había explicado la situación, también que trabaja en la biblioteca y que no tendría problema en traerte hasta aquí.

- ¿Eh? "se tomó las molestias de… trarme?" … pero… anoche… ¡Estaba horrible! ¡Llovía a cántaros y hacía un frío de morirse!

- ¡Eso YO te lo debería decir a ti! ¡¿En qué estabas pensando cuando recorriste media ciudad con semejante tormenta sin avisarme, sin abrigo y por la noche! Estaba tan preocupado… Si no hubiera sido por este hombre tan amable… ¡no quiero ni imaginar qué te hubiera pasado! Niisan… acaso… ¡¿Acaso quieres matarme del susto? – exclama angustiado con ojos llorosos.

Era evidente la preocupación con la que cargó toda la noche; "durmiendo" en una manta que había tirado en el suelo para velar el sueño de su hermano.

- Edo… no es la primera vez que esto ocurre… y… sé muy bien por qué…

Edward ya no podía con la culpa – No… Aru … sólo… es que… - iba a continuar hasta que fue interrumpido por una voz interior que intentaba hacerle recordar algo; algo de suma importancia.

Oh… no…

La vida no podía ser tan cruel…

- ¡El examen de ingreso!

Desesperado, tira a un lado las sábanas que lo cubrían y, al primer movimiento que hace, siente un intenso dolor invadiéndolo por todo su cuerpo.

Un quejido se escapa de sus labios por el hecho inesperado e instintivamente se abraza así mismo agachando su cabeza.

- ¡Niisan debes mantener reposo! Te desmayaste por el cansancio y te golpeaste fuertemente al caer al suelo…

- ¡Alphonse! ¡Hoy debía hacer el examen escrito para el ingreso a la universidad! – interrumpe exasperado el rubio - ¡Por eso había ido a la biblioteca ayer! Justo estaban cerrando y… me desmayé… ¡demonios! ¡Estaba tan cerca!

- De todas formas ya era muy tarde, niisan. Aunque hubieras conseguido lo que necesitabas, no podrías haber estudiado todo un día antes… ¡y mucho menos por tu estado! – responde con entendimiento Al.

- ¡No importa! ¡Al menos me hubiera quedado toda la noche estudiando! ¡De esa forma habría tenido una posibilidad! ¡Una oportunidad única para dejar esto… esto que llamo "vida"… pero que en realidad me hace sentir más muerto y asqueado por dentro! Yo… no…

En el abrazo que él mismo se había formado, inconcientemente, comienza a rasguñarse los brazos mientras su mirada se enfocaba… en la nada. Su cuerpo empezaba a temblar incontrolablemente…

- Niisan… ¡Niisan detente! – podía ver cómo la tela del pijama que llevaba iba arruinándose por la fuerza con la cual el joven se lastimaba… - ¡Niisan!

Ya sin saber qué hacer, Aru lo cachetea con todo el dolor que podía sentir, ya que apreciaba a su hermano… y verlo en ese estado, lo destruía.

Al captar el fuerte impacto, Ed reacciona y, perturbado lleva su mirada hacia su hermano menor.

- Lo… ¿lo hice… de nuevo? – pregunta con el espanto reflejado en su rostro.

Aru, con lágrimas recorriendo sus mejillas secas, observa la marca que Edward tenía en su cuello.

Se acerca con cuidado a él, sentándose en el borde de la cama y, con lentitud, le fue retirando la parte superior del pijama; dejando al descubierto con totalidad su cuello, su pecho, su abdomen….

Completamente lleno de chupones…

Más lágrimas inundaron su delicado rostro que ya no podía cargar con la tristeza que llevaba.

Edward no podía verlo a los ojos. Se dedicaba a ver el suelo de madera… como si éste le fuera a dar una respuesta de por qué su vida era tan miserable…

Sin previo aviso, Alphonse abraza fuertemente a su hermano, hundiendo su rostro en su hombro, sin querer separarse de él nunca más…

Inmediatamente Ed corresponde al abrazo, apoyando suavemente su mejilla en la cabeza de su hermanito.

- Ya… ya nuestra suerte… cambiará… Niisan… te lo prometo… todo se solucionará… todo … - promete entre sollozos.

El rubio muerde su labio inferior, deseando que Aru tenga razón… Que lo que decía… se hiciera realidad…


- ¡Hughes! Quería agradecerte por lo de anoche… realmente me hiciste un gran favor – le confiesa con una sonrisa un hombre de piel blanca, morocho de ojos oscuros a su mejor amigo que se encontraba sentado en su oficina sirviéndose un café.

- ¡Ps! Me alegro… ¡Nunca más sacaré al auto a la noche tan tarde con una tormenta como esa! – grita chistosamente enfadado - ¡Conste que lo hice por el niño! …. Ah… por cierto ¿No supiste más nada de él?

El hombre toma asiento apoyándose en el escritorio de su compañero de trabajo dejando escapar un muy largo suspiro.

- No, no sé nada aún. Quizás debería llamar y confirmarlo. Tengo la curiosidad a tal punto que me carcome la cabeza.

- ¿Tanto así?

- Tú no lo viste cómo llegó. Totalmente empapado y con una desesperación… se ve que necesitaba algo importante. Me asusté cuando se desmayó tan de repente.

Coloca el codo izquierdo en el escritorio y apoya su rostro en su mano, mientras que con la otra toma una lapicera y escribe algo en un pequeño papel que había en la mesa. Lo levanta y se lo acerca al rostro de su amigo.

- ¡Wa! Oye que no soy ciego…

Se acomoda sus lentes y toma el papel en una de sus manos.

- " ¿Edward… Elric? " – lee en voz alta con curiosidad.

- A que mola, ¿no? – dice graciosamente sonriente,– Ese es su nombre. Lo descubrí por un libro que llevaba y ahí lo tenía escrito. Así pude encontrarlo en la lista de socios de la biblioteca y llamar a su casa. Luego te llamé a ti para que me ayudaras… - finaliza sudando una gotita.

- Ayy… Roy. Eres todo un buenazo. Ayudas sin pensar a la gente mientras comprometes a tus amigos a seguir tus manías.

- ¿Y qué se supone que iba a hacer? ¿Dejarlo tirado en pleno salón principal para que todos se lo llevaran por delante?

- ¡Jaja! Pobre chico… ojala esté bien… - le sonríe Hughes a su amigo.

Roy se levanta suspirando de nueva cuenta y le devuelve el gesto con una honesta sonrisa – sí… ojala está bien...

 

...

 


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