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Acompañante de placer: Oiran por RiSaNa_Ho

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Notas del capitulo:

Disclaimer:Los personajes no son míos sino de Kishimoto, sólo la historia me pertenece :D

 

 

Advertencias/Aclaraciones: posible/mucho/demasiado Ooc, Mpreg, lemon (dependerá del capítulo), varias incoherencias y datos sacados de mi imaginación. Recuerden; sobre advertencia no hay engaño. Si aun así desean continuar son bienvenidas.

 

Esta historia no es nueva, está finalizada desde el 2012, sin embargo acabo de editarla. Si aún no la conoces y te llama la atención, lee con gusto :)

Ésta es mi página de fb, ahí subo diferentes cosas. Mi página <3

 

 

 

Acompañante de placer: Oiran

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Capítulo I

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By Risana Ho

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…oooO*Oooo…

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La antigua Edo era una época bastante complicada, y en el siglo XVIII mucho más. Después de un largo periodo de conflictos internos, el primer objetivo del recién establecido shogunato, Ieyasu Tokugawa, fue pacificar el país. Creó un balance en el poder influenciado por los principios del Confucionismo de orden social. Osaka y Kioto se convirtieron en importantes centros de comercio y productores de artesanías. Edo conformó el centro más importante abastecedor de alimentos y bienes de consumo esenciales. Sin embargo, poco a poco creció una grieta en los acuerdos; los daimyō recolectaban los impuestos en especie, y éstos eran muy elevados; un 40% de la cosecha, significaba un abuso del dominio. Los campesinos quedaban prácticamente con las manos vacías. En consecuencia, el descontento y algunos problemas resaltaron al instante. «¡Justicia para el más pobre y necesitado!», comenzó a escucharse en las calles. Así nació parte de la Oposición.

Kioto se convirtió en uno de los puntos más conflictivos de las tres grandes ciudades; entre grupos que apoyaban el actual régimen y opositores, estos últimos pidiendo un mejor estado de libertad y economía. Un choque silencioso estalló inevitablemente, enfrentándose en continuas luchas. Peleas dónde la información, estar un paso delante del enemigo, significaba la ventaja de una pequeña victoria que haría la diferencia.

En el aparente pacífico Kioto era el pan de cada día. Y esa noche guardaba el mejor ejemplo.

Un grupo de soldados recorría las calles empedradas de la ciudad. Las personas, acostumbradas a los disturbios, aguardaban silenciosas dentro de sus viviendas mientras ellos revisaban el perímetro del barrio en busca de un individuo. ¿Qué sujeto? Un atrevido ladrón que había osado interceptar un mensajero del Cuartel General.

De la figura de aquel muchacho podía notarse la sombra, cubierto de pies a cabeza con ropajes negros que lo hacían perderse en la penumbra de la noche. Sólo en su rostro resaltaba el penetrante color de unos brillantes irises azules, contrastando el tema monocromático de su atuendo. Y escondido tras la roída pared de una casa abandonada, mantenía su agitada respiración silenciosa, corría el peligro de ser descubierto. Aunque poco le importaba. Observó el pergamino en su mano derecha y sonrió bajo la máscara. Obtuvo un valioso rollo lleno de información que Konoha utilizaría a su beneficio.

Escuchó un grito cerca y miró por una rendija del cuartón, advirtiendo a los guardias marchándose por haber concluido una búsqueda inútil. No lo pensó más y salió corriendo del lugar por otra calle solitaria; el camino correcto al refugio. Disminuyó el paso sintiendo la herida de su costado hacerse más grande, antes de huir lo había alcanzado el filo de una katana y el gran esfuerzo estaba pasándole factura. Presionaba el área afectada con una mano y la otra apretaba fuertemente el rollo. Seguiría caminando, enfocándose en llegar con los suyos para entregar la información. Un poco débil alcanzó el final de la calle aparentemente desolada y relajó el cuerpo por un instante. Su satisfacción duró unos segundos.

—Miren lo que encontré —escuchó una voz burlona a su espalda—, una rata escurridiza.

Naruto Namikaze dio media vuelta sin responder al insulto, observando el sitio dónde provenía la voz. Entre las sombras reconoció la silueta de un hombre, iba acercándose poco a poco. Una alarma gritó en su cabeza y, a prisa, se colocó en pose defensiva. Tras unos segundos, gracias a la simple luz de la luna, distinguió por completo la figura del desconocido. Era un hombre alto, al menos más alto que él; de piel pálida, cabellos negros con mechones azules y rasgos afilados, vestía un inconfundible uniforme militar. Sin embargo lo que capturó su atención fueron sus ojos brunos, unos ojos fríos y analíticos, como un abismo misterios, expresaban una sola emoción: desprecio.

Sasuke Uchiha también evaluó cada acción del enemigo. Patrullaba la zona cuando escuchó el informe del robo, se había puesto en marcha atento a cualquier movimiento sospechoso. Nunca imaginó encontrarse tan rápido al autor principal del saqueo. Lo supo al identificar el pergamino hurtado, pues aún llevaba la evidencia en una mano, la otra sujetaba su costado izquierdo. Sasuke lo escaneó detenidamente; parecía un individuo algo escuálido que, igualmente, se mostraba fuerte. No logró identificar más, llevaba ropajes negros y solo resaltaba su mirada tras la mascarilla. Esos ojos azules eran los más bonitos que había visto, lamentablemente pertenecían a una persona podrida.

—Entrégame lo que tienes en la mano —exigió demandante.

El ladrón negó con la cabeza en silencio como parte de su entrenamiento. La pieza clave de un buen espía era mantener su identidad oculta, y revelar su voz quedaba descartado. Naruto lo vio acercarse más y, posicionándose mejor, aumentó la defensa. Obviamente no le entregaría nada, al menos no por las buenas.

Molesto, Sasuke desenfundó su katana Kusanagi y se lanzó contra el ladrón atacándolo directo. Intentaba darle en algún punto vital pero su adversario esquivaba los golpes con suerte. Naruto no estaba en condiciones de enfrentarlo al cien por ciento, la herida le causaba más dolor, no podía darse el lujo de quedarse y desangrarse. Necesitaba salir lo más pronto posible de la pelea. En un descuido del militar, Naruto sacó de una pequeña mochila –su porta armas atado a la cintura– una bomba de humo. Lanzó el artefacto justo a los pies de su contrincante y, en cuanto el mecanismo explotó, aprovechó la oportunidad de la cortina de vapor para huir. ¿Escapar? Claro, solo un idiota se quedaría a ser asesinado.

Sasuke enfureció por dicha acción, cubrió su boca y nariz para no toser demasiado. Unos minutos después la nube se disipó. La claridad fue dándose paso, descubriendo con ésta la ausencia del ladrón, la rata había logrado escabullirse.

—Imbécil —dijo con desprecio.

Guardó a Kusanagi en la funda, sacudió el polvo de su uniforme y decidió regresar al Cuartel. Sasuke Uchiha se prometió a sí mismo encontrarlo nuevamente y hacerle pagar su osadía.

Era un juramento.

Aun conteniendo la respiración agitada llegó a tiempo con sus compañeros. El campamento Konoha lo recibió con las manos abiertas, se encontraba a la orilla de la ciudad, en lo profundo del bosque, ahí se erguía una amplia casa vieja que funcionaba de cuartel base y alrededor de ella había pequeñas tiendas y fogatas. Naruto entró a la casa y su lastimoso estado sorprendió a los vigilantes. La gran mancha de sangre en sus manos no auguraba nada bueno. Un chico de cabellos castaños y marcas rojas en las mejillas se acercó a él para auxiliarlo.

—¡Naruto! ¡¿Qué ocurrió?! —Kiba lo sostuvo, pasando el brazo de Naruto sobre su hombro ayudándolo a caminar—. ¿Estás bien? Se suponía que irías a patrullar, ¿cómo terminaste herido?

—No te preocupes, estoy bien-ttebayo —respondió con dificultad, procurando formar una sonrisa convincente—. Mi intención no era meterme en problemas, pero vi la oportunidad de interceptar a un mensajero y no pude dejarla pasar. No es nada, Kiba.

—¡¿No es nada?! ¡Te vienes desangrando, idiota!

—Gajes del oficio —intentó encogerse de hombros.

—No digas tonterías, vamos a que te revisen.

Naruto sonrió.

—Pues esta tontería tuvo un beneficio, después de todo conseguí el pergamino.

Entonces Namikaze le mostró la otra mano, enseñándole el rollo que le costó, literalmente, sangre.

—Tú nunca cambiarás.

Kiba rió y continuó regañándolo hasta llegar a la habitación que fungía de enfermería. Amaru –la curandera– lo revisó, limpió la herida y aplicó un ungüento que detendría cualquier infección. Al final terminó con un vendaje cubriéndole el costado y parte del torso. Luego de recibir indicaciones de mantenimiento fueron a la cocina y comieron un poco de sopa caliente. Naruto no tenía hambre pero su amigo insistió mucho, el dolor regresó y prefirió dejar a Kiba e ir a dormir unas horas. Aunque antes entregaría el pergamino y daría por finalizada la misión. Cuando cruzó el pasillo encontró a Jiraiya.

Jiraiya Sarutobi era el actual líder de Konoha, el grupo opositor en Kioto.

—Mocoso, necesito hablar contigo.

—¿Ahora qué hice mal, viejo? ¿Kiba corrió con el chisme? —bufó—. La herida no es grave y conseguí el rollo.

Sarutobi quedó callado, mirando atento las vendas sobresalientes del corte en el traje negro.

—Nadie me contó nada, pero no me sorprenden tus arrebatos impulsivos, Naruto. ¿Quieres tener más cuidado? Un mal paso y pueden descubrir la ubicación de Konoha —cruzó los brazos y alzó la voz—. ¡¿Qué haríamos si te atraparan?! Somos como una familia, piensa en los demás antes de actuar.

Naruto apartó la mirada molesto, no merecía el regaño. Pero en el fondo comprendía que Jiraiya tenía razón.

—Lo siento, pensé que sería más sencillo.

—Ya —Jiraiya respiró hondo, palmeándole el hombro—. Sólo ten más cuidado la próxima vez, eres parte importante de nosotros. ¿Y conseguiste la información, no? —Naruto asintió y le ofreció el pergamino—. Entonces por ahora no hay problema. No venía a reprenderte de todos modos, quería avisarte de una nueva misión. ¿Estarás en condición?

Con escuchar "nueva misión" Naruto recuperó el semblante alegre.

—¡Lo estoy! —Sonrió. O lo intentó, el dolor le dificultó la acción—. ¿De qué se trata?

—No sabes mentir, muchacho.

El hombre de cabello blanco negó rendido, sabía que no lo haría cambiar de opinión. Tomó el pergamino guardándolo en su bolso, después lo leería con calma. Empezó a caminar y Naruto lo siguió, entraron a su oficina. Cada uno ocupó su respectivo lugar, Sarutobi tras el escritorio y Namikaze frente a él. Reanudarían la conversación en privado, las paredes tenían oídos y sería de suma confidencialidad.

—¿Por qué tanto misterio?

—Puede parecerte una misión como otra, pero será especial. Es infiltración y, por supuesto, recolección de información. Acaban de comunicarnos del próximo capitán en el Cuartel General aquí, la zona de Kioto. ¿Sabes qué significa? Debemos vigilarlo de cerca, conocer sus pasos, adelantarnos a las propuestas que puedan perjudicarnos. ¿Quién asegura que este nuevo capitán no pedirá otro impuesto? ¿O cómo hará funcionar la ley a su cargo? Si nos confiamos podríamos pagarlo caro.

—¿Quieres que golpee al tipo para hacerlo hablar?

Naruto tronó los nudillos. La expresión seria de su jefe le indicó que la broma no fue graciosa.

—No seas tonto, un golpe directo es obvio. Esta situación es difícil, y he pensado en otra solución más ortodoxa de acuerdo al caso.

—¿Cuál? Estás muy extraño.

—Tonterías, es un plan ingenioso, obtendremos la información y ellos nunca sabrán de nosotros. ¿Quién esperaría encontrar espías en una casa del barrio rojo? Infiltrarnos en Shimawara será bastante sencillo.

—¡¿Qué?!

Saltó de su lugar, sorprendido. Esas casas eran prostíbulos, el nombre del barrio lo indicaba. La política de Tokugawa había hecho leyes que promovieron la restricción de los burdeles en distritos apartados de la ciudad. En Kioto se fundó el primero como Yanagimachi, posteriormente fue trasladado y llamado Misujimachi, y finalmente quedó como Shimabara o Shimawara. El barrio rojo en Tokio era conocido como Yoshiwara y Shimmachi en Osaka. Así, tras los altos muros de Shimawara se ofrecían diferentes tipos de entretenimiento; un negocio en el arte del placer.

¿El anciano estaba volviéndose loco? Ir demasiado a divertirse en tales sitios le afectó el cerebro.

—Déjame terminar, no interrumpas —exigió—. Míralo desde un punto razonable, Shimawara es el lugar más concurrido por los soldados, su base de entretenimiento. Ellos van a embriagarse, relajarse, olvidarse de los deberes por un rato. Dime, ¿quién se resistiría a charlar con unos cuantos tragos de más y una cara bonita al lado?

—Lo dices por experiencia —murmuró entre dientes—. ¿Y por qué forzosamente ahí? Hay más sitios de reunión para los soldados.

La idea continuaba sin convencerle del todo.

—Sencillo, ellos jamás imaginarán que nosotros estamos involucrados. Como dije antes, las personas van a desahogarse. Y para quienes trabajan allí, una de las actividades principales es hablar con el cliente, entre otras muchas cosas, claro está. A nosotros nos interesa la parte de la comunicación.

—Un momento… —frunció el ceño—. ¿Qué tiene que ver conmigo? —inquirió, señalándose.

Jiraiya formó una sonrisa indescifrable.

—Sabes que eres uno de mis mejores espías. Por otra parte, los demás están de acuerdo conmigo en que te verías bien en ese papel.

—¡¿De qué rayos hablas?! —se exaltó nuevamente—. ¡El hecho de ser doncel no es motivo para tratarme como una mujer!

—Vamos, Naruto, no te sientas ofendido, pero tu cara no es exactamente la de un hombre amenazador, parece más la imagen una persona ingenua.

Naruto arrugó más el entrecejo, el viejo tenía razón. Obviamente su naturaleza le daba una desventaja, su apariencia física estaba lejos de significar una amenaza, era flaco, le faltaba músculo, aunque durante los combates lo compensaba con agilidad, rapidez y destreza. Y cualquiera que intentaba decirle débil terminaba con la nariz rota de un puñetazo.

—Podrías mandar a una mujer u otro, ¿por qué yo? —Reclamó cruzándose de brazos.

—En primer lugar porque es peligroso. No todos pueden hacerlo y tú eres el mejor recolectando información. En segundo lugar —sonrió—, todos quieren verte con un kimono elegante —Naruto gruñó—. Reconoce que eres la mejor opción. El ardid está listo, la encargada es una vieja amiga mía y ella nos ayudará con la misión. Si tú ingresas no tendrás que hacer nada relacionado a su trabajo, poseerás grandes privilegios por así decirlo. Piénsalo, pero creo que sé tu respuesta.

—Tienes razón, viejo —suspiró—. Si es una misión lo haré, pero no prometo demasiado.

Para Jiraiya fue suficiente por el momento.

—Mañana temprano iremos al lugar. Ahora vete a descansar.

—Está bien.

Cuando salió de la habitación Naruto recargó la espalda en la pared de madera. ¿Qué debía esperar de semejante situación?

Despertó temprano aún con dolor en el costado. Maldijo al sujeto que provocó la herida y más al otro que encontró después dándole el tiro de gracia. Un poco entumido tuvo que levantarse al recordar la misión de Jiraiya. Bajó del camastro con pereza, lavó su rostro con un poco de agua del jarrón y cambió las vendas como Amaru le había indicado. Vistió su típica yukata naranja, una vez listo salió a encontrarse con sus compañeros. En la entrada del campamento encontró a Kiba, él los acompañaría.

—¿Preparado, Naruto?

—Como siempre.

Inuzuka sonrió ante la respuesta.

—Entonces es hora de irnos.

Jiraiya salió también, los jóvenes asintieron y emprendieron el camino a su destino. Tardaron poco en llegar al barrio rojo, Shimawara. Cuando cruzaron las enormes puertas las calles polvorientas les dieron la bienvenida, se veían desiertas debido a la poca actividad de los habitantes a temprana hora, el verdadero barullo florecía en las noches. Naruto consideró cada detalle y encontró varios hamirise –lugares donde exponían las cortesanas a los clientes y los dividía una reja de madera– mostrando algunas mujeres hermosas en elegantes kimonos, exagerados accesorios en la cabeza y un maquillaje extravagante resaltando sus facciones. De igual forma contempló a pocos donceles en las mismas condiciones, éstos llevaban menos adornos y un maquillaje sutil. ¡Los exhibían como si fueran mercancía! Él había entrado a Shimawara en varias ocasiones, de observador, persiguiendo a un enemigo. Nunca le agradó. Al traspasar los muros del barrio rojo el deseo carnal se hacía presente en el escenario; los hombres veían a las personas detrás de las rejas de madera como una pieza desechable, un momento de exquisita lujuria denegando verdaderos sentimientos. Insoportable. E imaginarse en una posición similar le revolvía las tripas, aunque no había vuelta atrás.

Regresó de sus pensamientos cuando Jiraiya paró frente al portón de una gran casa. Era del estilo elegante de la época; techos de teja inclinados a dos aguas, fuertes vigas de madera, paneles móviles, puertas corredizas y jardines estéticos. Sin perder el detalle del hamirise vacío como las demás edificaciones. Pasaron por un camino empedrado y Jiraiya tocó en la entrada principal, poco después los recibió una bonita joven de cabellos negros.

—Qué gusto verlo, Jiraiya-sama. Tsunade-sama lo está esperando.

La muchacha dio una reverencia y los dirigió entre los pasillos hasta una gran habitación. Dentro había una pequeña mesita baja con cuatro cojines rojos alrededor de la misma, uno de ellos ocupado por una elegante mujer rubia. Ella parecía mayor, conservaba un porte fino. Usaba un ligero kimono verde, tenía el cabello rubio recogido en dos coletas bajas y sus ojos miel resaltaban por el delicado maquillaje.

—Cuanto tiempo sin verte, Tsunade —saludó el hombre al entrar.

—Lo mismo digo, Jiraiya —sonrió la mujer.

Tsunade Senju les indicó sentarse. Shizune sirvió té antes despedirse con otra reverencia, dejándolos solos para platicar en privado.

—Bien, comenzaré presentándote a Naruto, él se hará cargo de la misión —habló confiado señalando al rubio—. Y éste es Kiba, nuestro informante, estará en contacto entre nosotros y llevará los mensajes.

La mujer los vio por unos segundos. Esos muchachos parecían prometedores, lástima que sólo tuviera a uno. Observó detenidamente a su próximo inquilino y descubrió que Jiraiya hizo una muy buena elección al escogerlo. Nadie sospecharía su doble identidad como espía.

—Llegaste en buen momento, mocoso. —Ella dibujó una sonrisa y bebió un poco de té.

—¿Por qué lo dices, Tsunade?

—Necesitaba a un nuevo Oiran Tayu, el anterior acaba de marcharse. Terminaron de pagar su libertad.

Naruto conocía poco sobre los niveles en una casa de Shimawara. ¿Cómo los manejaban? Si trabajaría ahí requería toda la información esencial.

—¿Qué es un Oiran Tayu?

Senju suspiró, moviendo la mano en un gesto superficial.

—Permíteme explicarte; en esta casa hay tres tipos de Oiran. Un Tayu es el acompañante, cortesano siendo clara, de los Daimyōs, Capitanes y algunos Tenientes, pocos poseen el privilegio de considerarse clientes habituales. ¿Por qué? Porque es la persona más elegante y refinada de la Casa, su belleza lo hace único. Luego vienen las Sancha o Umechas, atienden a los samurái, soldados sobresalientes y comerciantes adinerados. Por ultimo están las Yuujo, el tipo de Oiran más bajo que podría haber, las que apenas han comenzado a trabajar —hizo una pausa, sacó una pipa y lo señaló con ella—. Y viéndote a ti, con un poco de trabajo, serás perfecto para el puesto de Tayu. Puedes ganar dinero fácil y rápido, ellos te llenarán de regalos y joyas. ¿Qué dices?

Tsunade estaba loca, definitivo. ¿Acaso tenía cara de cortesano de alto rango? Un sabor ácido le subió por la garganta antes de responder:

—¡¿Por quién me toma?! ¡Estoy aquí por la misión!

Ella soltó una carcajada.

—No aguantas una broma, niño, relájate. Además, fue idea de Jiraiya, no mía.

—Considéralo, Naruto, puede ayudarnos mucho. Serviría para llamar la atención, las personas de fuera querrán conocer al nuevo Oiran Tayu y vendrán más soldados. Será parte de la estrategia —explicó Jiraiya.

—Y no tendrás que hacer nada que tú no quieras. No cumplirás las mismas actividades que los otros. Eso sí, deberás salir al hamirise a servir de distracción. Un poco de publicidad beneficiará a la casa.

Tsunade parecía realmente emocionada.

—No soy una mercancía.

—Pues tendrás que serlo, al menos en la farsa.

Jiraiya decidió acabar la conversación. Tenía mucho papeleo y debía despedirse a retomar sus compromisos. Dejaría la situación en manos de Tsunade, ella haría un excelente trabajo.

—Tenemos que irnos —informó, poniéndose de pie—. Esfuérzate, muchacho.

—No prometo nada, viejo.

—¡Vamos, Naruto! No seas tan pesimista —Kiba le dio unas palmadas en la espalda en señal de apoyo.

—Nos vemos, Naruto —el hombre avanzó a la salida—. En cuanto tenga el nombre del nuevo mando te enviaré la información con Kiba.

Salió seguido por Kiba y Tsunade.

—Te lo encargo mucho, Tsunade.

—No te preocupes, déjamelo todo a mí, quedará perfecto e irreconocible.

Ella despidió a sus invitados y regresó al salón. Encontró a Naruto con los hombros encorvados y lo contempló por varios minutos. Tendría mucho trabajo. Si deseaba presentarlo en un par de noches le convenía comenzar de inmediato.

Las clases de etiqueta eran un martirio. Al menos para Naruto.

Entre Tsunade y Shizune comenzaron a enseñarle lo básico; desde sentarse correctamente, mantener la espalda erguida, utilizar bien la tetera y servir correctamente el sake, hablar sin decir malas palabras. La educación de Oiran, y sobretodo Tayu, llevaba años de práctica y disciplina, aunque su fuerte era la experiencia en el ámbito sexual, cada persona de la casa manejaba un arte distinto.

Naruto admitió su fortaleza para conservar una vida así.

Estuvo varias horas con Tsunade, ella golpeaba su cabeza cada vez que cometía un error, a ese paso quedaría más distraído. Shizune, muy sonriente, había salido de la habitación emocionada para escoger el mejor kimono de las nuevas telas de seda. Casi brilló cuando enlistó las maravillas de sus magníficos vestuarios, la elegancia de sus joyas y la delicadeza del maquillaje. Naruto hizo lo posible para no bostezar por respeto a la mujer que sólo pretendía ayudarlo. Sin embargo aún no quería imaginarse usándolo. Quería olvidar por un momento que él tendría que ponerse esa máscara.

¿Qué le esperaba realmente tras las rejas del hamirise?

Sentía una emoción entraña en el pecho, como un presentimiento. Aunque no sabía si sería bueno o malo. Tal vez el destino pronto daría su respuesta. Por ahora importaba prestarle atención a Tsunade o tendría un nuevo coscorrón y, posiblemente, castigado sin cenar.

En la entrada del Cuartel General del Gobierno con base en Kioto, un par de hombres hacían una pequeña bulla. La alegría por la próxima promoción de su compañero les emocionaba.

—¿Cómo celebraremos su nuevo acenso, Capitán? —inquirió un tipo pelinegro de piel pálida—. En menos de dos semanas lo harán oficial.

—Tú lo has dicho, casi dos semanas, no es tiempo de celebrar. Y es confidencial, Sai —respondió Sasuke sin alzar la vista, revisaba un par de papeles que ameritaban más atención que su compañero.

—Eres un amargado, Uchiha. Distraerse de vez en cuando no provocará tu muerte. —Interfirió la voz del otro hombre de cabello plateado—. ¡Tampoco vamos a gritarlo a los cuatro vientos!

—Suigetsu tiene razón —consideró Sai—. Podemos ir a Shimawara, hace unos días escuché que hay un nuevo Tayu con Tsunade. Será una fiesta adelantada.

Durante su recorrido de verificación, Sai había escuchado a una de las muchachas de Tsunade decir que tenían un nuevo miembro, y no cualquiera, sino uno muy atractivo. Sentía curiosidad de conocerlo.

—¡¿En serio?! —Suigetsu sonrió, mostrando sus dientes afilados.

—Sí, cuentan que es muy encantador. Ciertamente, como Oiran Tayu debe serlo. En la casa de Tsunade están los mejores. ¿Qué opinas, Sasuke?

Sasuke solo quería concentrarse, y le era imposible por tanta distracción. ¿Por qué armaban tanto alboroto por una persona de poca clase? Negó con la cabeza, dando media vuelta para regresar a su oficina.

—No molesten —dijo por último.

Ellos se miraron entre sí, decidiendo ir a toda costa. Y llevarían a Sasuke aún si debían amordazarlo y arrástralo por las calles.

Por fin había llegado la noche esperada. El mismo lugar que por las mañanas parecía un pueblo fantasma, ahora lo inundaba un río de luces multicolores provenientes de diferentes farolillos de papel. Un ambiente bullicioso completamente diferente adornaba cada casa. Se percibía el deseo en el aire.

La casa de Tsunade no era la excepción.

Naruto quería quedarse dentro de la habitación. Revisó su figura por enésima vez en el espejo y deseó desaparecer ahí mismo. Su cuerpo iba ataviado por un increíble kimono monumental de color naranja con girasoles dorados y pétalos de tonos amarillos, el enorme obi rojo atado por delante enmarcaba un bello moño, presionaba firme y ajustaba su esbelta figura –lastimaba la herida pero podía soportarlo. En el cabello le habían colocado varios adornos de piedras brillantes y flores doradas. Una fina muñeca de porcelana le tendría envidia… ¡Y jamás sería nada de eso!

Él era un guerrero, una persona de grandes habilidades en combate, no un juguete de mostrador. Suspiró frustrado, dirigiéndose con pesar a la salida. Luego de varios consejos y lecciones de etiqueta, acordó con Tsunade entrar al hamirise, hacerse notar y regresar a su habitación. Saldría unos minutos a provocar expectativa, los chismosos acabarían el resto del trabajo esparciendo la noticia por el barrio. Procuró poner su mejor sonrisa cuando paró frente a la puerta, pero al abrir y entrar al nuevo salón –que desde su perspectiva parecía una jaula– desapareció el gesto. Descubrir al montón de degenerados tras las rejas de madera lo dejó sin aliento, justo como ellos. Nadie dudó que el nuevo Oiran Tayu de la casa de Tsunade fuese digno del título.

Inmediatamente más y más personas se acercaron atraídas como abejas a la miel.

El plan había resultado.

Por la calle principal de Shimawara transitaba mucha gente. Acudía un público bastante heterogéneo; desde daimyōs, la burguesía urbana o miembros de la aristocracia, hasta comerciantes, samuráis o artistas. Y por supuesto, militares. Entre las personas podía distinguirse un pequeño grupo de soldados, junto a ellos un hombre de cabellos negros con el ceño fruncido y de brazos cruzados. En ningún momento Sasuke dejó su mueca de fastidio. No entendía cómo fue que sus amigos lo habían convencido de ir, aunque la amenaza de encerrar a Karin en su habitación tenía mucho sentido. Era una mujer bonita, mas su obsesión por él le quitaba méritos.

Continuó andando cerca de ellos, indagando desinteresado los alrededores. Se distrajo al percatarse de un pequeño tumulto en un hamirise, precisamente en casa de Tsunade. ¿Por qué tanto escándalo? Entonces pasó la vista por el lugar y, desconcertado, detuvo el trayecto. Dentro del local había un apuesto joven rubio. A su interesante figura acompañada un impresionante kimono, su perfil lo adornaban unos labios delgados y unos bonitos irises azules. El intento de sonrisa le favorecía poco pero no demeritaba su atractivo. Impresionaría a cualquiera… Incluso a él.

—¿Sasuke?

Sai llamó al percatarse del vacío de su compañero. Extrañado, buscó el mismo punto donde miraba y descubrió su objetivo. Sonrió extrañado. ¿Quién pensaría que sí existía una persona que deslumbraría a su serio amigo?

—Vamos, te invito un trago en la casa de Tsunade.

Y el próximo Capitán Sasuke Uchiha, asintió sin apartar sus ojos oscuros de la curiosa persona en el hamirise.

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Continuara…

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…oooO*Oooo…

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Notas finales:

 Gracias x leer (°~°)/


 


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