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Zona prohibida por starsdust

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Notas del fanfic:

Ambientado unos años antes de la serie clásica. Los protagonistas son un poco más chicos y por lo tanto menos maduros.

Los personajes pertenecen a Masami Kurumada y Megumu Okada.

-¡Me rehúso! -vociferó Milo-. ¡De ninguna manera! 

Estaba haciendo un gran esfuerzo por mantener la calma frente al patriarca, pero lo que acababa de escuchar era la gota que colmaba el vaso. Había sido convocado para recibir instrucciones acerca de una misión a la que sería enviado, lo que hubiera estado bien, de no ser porque las condiciones bajo las que tenía que cumplirla eran absurdas.

-Creo que no me entiendes, Milo -respondió el patriarca-. No es opcional. Estoy dándote una orden.

A Milo no le interesaba que fuera una orden del patriarca. Si creía que se trataba de un error, no se dejaría pasar por encima. Así que continuó con sus protestas, aunque intentando controlar mejor su ira, esta vez.

-Pero, ¿por qué? Puedo ir yo solo, en todo caso. No necesito a nadie más, y mucho menos a él -dijo, señalando a Aiolia de Leo, que estaba parado a su lado.

El león y el escorpión intercambiaron una mirada fulminante. No podía haber una combinación más problemática entre todos los dorados, pero por alguna razón, el patriarca había decidido hacerlos trabajar juntos.

-Si no obedeces, tendré que castigarte por desacato -declaró el patriarca con firmeza.

Milo apretó los puños y respiró hondo. No se trataba de que no quisiera aceptar la misión, sino de que no entendía por qué dos dorados tenían que hacerse cargo de ella, y tampoco por qué su compañero tenía que ser justamente Aiolia. Estaba a punto de volver a hablar para explicar mejor su punto de vista, cuando Aiolia intervino pidiendo la palabra.

-Si me permite una pregunta...

-Adelante.

-Me interesa saber por qué es necesario enviar a dos dorados... Parecería excesivo...

Aunque Aiolia estaba casi tan molesto como Milo, de momento estaba haciendo un mejor trabajo a la hora de ocultarlo.

-¿Tú también vas a cuestionar mis decisiones?

Hubo un momento de tenso silencio. El patriarca comenzaba a preguntarse si acaso estos dos muchachos necesitarían un recordatorio de quién estaba al mando.

-No es eso, pero...

-Un caballero de bronce y uno de plata terminaron siendo severamente afectados por la entidad a la que deberán enfrentar en esta misión.

Intrigado, Aiolia frunció el ceño. La preocupación del patriarca comenzaba a cobrar sentido. Milo, sin embargo, mantuvo su postura de disconformidad. Se cruzó de brazos y resopló con pesadez. La justificación no le parecía suficiente.

-¿Y ahora nosotros tenemos que pagar por la incompetencia de esos caballeros...? -preguntó entre dientes, con fastidio.

-¡Milo!

La voz del patriarca se impuso en la sala, y Milo se mordió la lengua para no decir más.

-¿Qué es lo que se sabe de esta entidad? -se atrevió a preguntar Aiolia.

-Allí está el problema. Ninguna de las personas que la han enfrentado puede ofrecer su testimonio. Todos los testigos, incluyendo a los enviados por el santuario, han quedado sumidos en un estado vegetativo. Por lo tanto, no conocemos la naturaleza del enemigo, ni su origen, ni el alcance de su poder.

Esto último pareció hacer que Milo se interesara un poco más en el asunto, aunque seguía creyendo que la utilización de dos dorados era innecesaria. Aiolia pensaba igual, pero entendió que no les quedaba otra alternativa, y se adelantó para aceptar la encomienda por los dos.

-En ese caso -dijo-, partiremos hacia Ámsterdam en cuanto sea posible.

oOo


El trayecto hasta Holanda no fue mucho más tranquilo. Durante el último tramo tuvieron que viajar en tren, en un compartimiento que se les hacía demasiado pequeño e incómodo. Iban vestidos de civil, pero las cajas donde guardaban las armaduras ocupaban mucho espacio.

-¡Es ridículo! -insistía Milo, que no podía creer su mala suerte, y se descargaba dándole vigorosos mordiscones a la manzana que llevaba en la mano.

-¿Crees que a mí me gusta? -preguntó Aiolia.

-No me hables.

-Eres tú el que no para de hablar.

-¡Y tú el que no para de contestar! -dijo Milo, levantando la voz.

-¡Habla más bajo! -susurró Aiolia, señalando hacia la puerta.

-¿Eh...?

El ruido había atraído a un inspector de aspecto malhumorado, que estaba parado en la parte de afuera del compartimiento, y los observaba con severidad. Aiolia aprovechó el momento de distracción para introducir lo que quedaba de la manzana en la boca entreabierta de Milo, y fue inmediatamente apartado de un empujón. Justo cuando una nueva discusión estaba por estallar, notaron que el tren se estaba deteniendo. Habían llegado a destino.


oOo


Ámsterdam estaba llena de las bicicletas. El suelo era llano, y la ciudad estaba adaptada para ellas. Pronto, Aiolia y Milo descubrieron que les convenía utilizarlas, así que consiguieron una para cada uno. Era la manera más fácil de desplazarse de un lugar a otro, y también de pasar más o menos desapercibidos... Aunque eso hubiera sido más cierto de no ser porque tarde o temprano terminaban desafiándose el uno al otro a jugar carreras, lo que los hacía acreedores a miradas de reproche y bocinazos de parte de los usualmente despreocupados holandeses. 

Fue en ellas que atravesaron la ciudad, en busca del lugar donde estaba la amenaza. Por lo que tenían entendido, se trataba de un negocio. Después de atravesar varios canales y pintorescas plazas, finalmente llegaron a una pequeña calle, donde Aiolia frenó repentinamente. Milo, que venía detrás, terminó chocando con él, pero se las arregló para no caer de la bicicleta.

-¡Oye! -protestó Milo-. ¡Cuidado!

Aiolia no pareció inmutarse. Estaba muy ocupado consultando el papel donde estaban las indicaciones para la misión. Estuvo un buen rato asegurándose de no estar confundiendo los números o el nombre de la calle. El local correspondiente a la dirección anotada era nada más ni nada menos que un sex shop, uno de los tantos de la ciudad.

-Supuestamente es aquí... -dijo Aiolia, una vez convencido. Milo siguió la mirada de Aiolia hasta encontrarse con la fachada de la tienda, y arqueó una ceja con desconfianza.

-¿En serio...?

-Es el único lugar posible.

Milo estiró el brazo para quitarle a Aiolia el papel que tenía en las manos, y comprobar que el otro no estaba mintiéndole. Comparó lo que estaba escrito allí con la dirección de la tienda, una y otra vez, sin poder creerlo.

-¿No será que nos gastaron una broma? -preguntó, apoyando los codos en el manillar de la bicicleta.

-¿El patriarca, una broma? No crees eso de verdad, ¿o sí?

El tono irónico utilizado por Aiolia irritó a Milo. Una de las cosas que más detestaba del gato era cuando este adoptaba una actitud pedante, a pesar de que él mismo tenía esa mala costumbre a veces.

-¡Es que me parece demasiado raro!

-Pues raro o no, tenemos que entrar.

Y desgraciadamente, Aiolia tenía razón. No tenía sentido protestar.

-¡No quiero que me vean entrar ahí contigo! -gruñó Milo, volteando la cabeza.

-¿O sea que con otra persona no te molestaría? Déjame adivinar con quién...

A Aiolia le resultó divertida la manera en que Milo se ruborizó ante el comentario, y también sus inútiles esfuerzos por disimularlo.

-¡Cállate!

El león dorado contuvo la risa, pero no dijo más. Por esta vez, decidió que había sido suficiente. Milo había comenzado a juguetear con la cremallera de la sudadera que llevaba puesta, abriéndola y cerrándola nerviosamente, y Aiolia se encontró siguiendo el movimiento con sus ojos, extrañamente fascinado por él.

-De todas maneras -comentó-, aquí nadie parece estar fijándose en lo que hacen los otros...

Dubitativo, Milo miró a su alrededor. Era cierto. A pesar de lo acaloradas que podían llegar a ser sus discusiones, nadie parecía reparar en ellos. En esa ciudad, la gente seguía su camino sin estar inmiscuyéndose en los asuntos de otros.

-En fin... una misión es una misión...

Dejaron las bicicletas a un lado y se acercaron a la tienda, que había sido clausurada después de los incidentes. La puerta estaba cerrada con llave, pero Milo consiguió destrabarla con facilidad, utilizando su Aguja Escarlata. A continuación entró, no sin antes dirigirle una mirada de triunfo a Aiolia, que meneó la cabeza.

Prendieron las luces, y ante ellos apareció un mundo de alegres colores que a primera vista recordaba a una juguetería, pero no hacía falta prestar demasiada atención para ver que aquello no era un lugar para niños.

El espacio era bastante amplio. En las góndolas podían encontrarse desde películas pornográficas hasta lencería, pasando por distintos artículos eróticos, algunos de los cuales eran verdaderamente desconcertantes.

Los dos adolescentes se separaron para explorar el local en busca de algo fuera de lo común, pero todo parecía estar en calma. Aiolia se entretuvo intentando adivinar cuál podía ser la función de un pequeño tipo de arnés con argollas interconectadas, mientras miraba de reojo a los alrededores, atento a cualquier cambio que pudiera presentarse.

No muy lejos, Milo también recorría los pasillos con mirada vigilante, aunque cada tanto sus ojos se escapaban inevitablemente hacia los productos de las góndolas. Se acercó a una de ellas lentamente, y estiró la mano para tomar con disimulo unas esposas que por alguna razón habían capturado su atención.

-¿Qué miras? -preguntó Aiolia, apareciendo repentinamente por atrás. Se acercó hasta estar a punto de apoyar el mentón sobre el hombro de Milo, así que el escorpión lo escuchó hablar casi contra su oreja-. Ah, siempre supuse que te atraían ese tipo de cosas.

-¡Idiota! -exclamó Milo, rechazando a Aiolia de un codazo que lo hizo retroceder adolorido. Dejó las esposas en su lugar y se alejó sin disculparse. Poco después, Aiolia estaba nuevamente pisándole los talones-. No me sigas.

-No estoy siguiéndote. ¿Por qué crees que todo tiene que ver contigo?

-¿Yo? ¡No jodas! ¡Eso se aplica más a ti! ¡Tú eres el que siempre quiere ser el centro de todo! -replicó Milo, apuntando con el dedo índice. Aiolia respondió tomando algo de los estantes y arrojándolo en su dirección. Milo lo atrapó por reflejo, y por unos momentos se quedó mirándolo sin entender de qué se trataba. Parecía ser una especie de bozal, pero Milo no tardó en comprender que no estaba destinado para ser usado en animales, sino en personas.

-Quizás deberíamos llevar uno de esos. Para que te calles un poco.

Aiolia tuvo que agacharse para esquivar el artículo, que voló por los aires cuando fue devuelto por Milo con violencia.

-¡Ja! ¡Mira quién habla! -gritó Milo, furioso. Pero en lugar continuar con la discusión, en esta ocasión Aiolia se quedó inmóvil, callado, adoptando de pronto la actitud de un felino al acecho. Milo prestó atención también, y creyó percibir el rastro de una energía inusual en el ambiente.

-¿Sentiste eso? -preguntó Aiolia en voz baja.

-Sí, pero fue solamente un segundo...

Ese segundo había bastado para hacerles saber que se encontraban ante un enemigo poderoso. Aiolia y Milo acordaron silenciosamente seguir caminos opuestos, en busca del intruso.

-No deberíamos bajar la guardia -advirtió Aiolia.

-Yo jamás bajo la guardia -respondió Milo, preparando su Aguja Escarlata.

Aiolia, por su parte, creyó que era el momento de llamar a su armadura, que descansaba cerca de la puerta. Lo extraño fue que cuando intentó invocarla como normalmente hacía, esta no acudió a él. Confundido, se preguntó si Milo tendría el mismo problema, y de repente sintió la urgencia de ir por él.

Lo encontró apoyado contra la pared, jadeando. Por lo visto, tampoco había podido convocar a su armadura, y aún más, se veía terriblemente agotado.

-¿Milo? -dijo Aiolia, alarmado. Milo levantó la cabeza e intentó avanzar hacia él, arrastrando pesadamente los pies.

-Algo...

Aiolia tuvo que apresurarse para llegar a tiempo de evitar que Milo se diera de lleno contra el suelo. Una vez que lo tuvo en brazos lo examinó rápidamente, sin poder dar crédito lo que había ocurrido. Milo no era alguien débil, era uno de los doce caballeros más poderosos. Aunque no hubiera ninguna señal de daño visible en él, había perdido por completo el conocimiento. Aiolia buscó su pulso y lo halló, pero eso no ayudó a eliminar su sensación de total incredulidad.

Pensó en dejar a Milo en el piso para tener más libertad de movimientos, pero cuando fue a hacerlo, no pudo. Luego de ordenar un poco la melena de Milo, que había quedado enredada entre sus dedos al atraparlo, apartó con cuidado un mechón que le caía sobre el rostro, y de pronto se encontró perdido en una especie de singular contemplación.

Quizás sería mejor mantener a Milo cerca por precaución, se dijo a sí mismo. Acarició la mejilla de Milo, prometiendo que sería el único capricho que se permitiría, y miró a su alrededor, permaneciendo alerta para descubrir lo que fuera que había provocado aquello. Todo estaba en calma.

-Milo...

Continúa :P

Notas finales:

 

En general escribo de Lost Canvas, pero esta historia encajaba mejor con el tiempo presente.  Además, estaba con ganas de escribir algo con humor.

La idea nació un día en que estaba hablando con Neomina, y ella me dijo que alguien le había dicho que se le había antojado la idea de una historia donde Camus y Milo terminaran en un sex shop (?). Neomina me preguntó si se me ocurría algo con eso como base. En principio le dije que eso sonaba como algo que me resultaría difícil acoplar a mi estilo y que no se me ocurría nada xD

Pero luego se me ocurrió una historia que podría funcionar, así que aquí está la primera parte. Envié a Aiolia y Milo porque me divierte su interacción en Episodio G (y bueno, en la serie clásica también, por lo graciosa y conflictiva que es al mismo tiempo), pero habrá Camus también.

Respuestas a posibles preguntas, en el caso de que a alguien le interese:

Pregunta: ¿Eh? ¿Pero qué es esto? ¿Hacia dónde va?

Respuesta: Paciencia, está todo planeado y fríamente calculado (?).

Pregunta: ¿Dónde está Camus? No veo ningún rastro de él. ¿En serio aparecerá?

Respuesta: Aparecerá. Confía en mí. Espera un poco.

Pregunta: ¿Cuántos capítulos van a ser?

Respuesta: Creo que 3.

Pregunta: ¿Cuánto demoras entre capítulo y capítulo?

Respuesta: Depende de mi motivación y mi estado de ánimo xD En general, sé que no hay mucho interés en mis historias del clásico, y eso me desanima un poco. PERO en el caso de que vea que no da para seguirlo, con gusto le contaré a quien tenga interés cómo era el desarrollo y final que tenía planeado.

 


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