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Y TODO... POR UNA BUFANDA por OTORY_KAEDE

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Notas del fanfic:

Estoy subiendo los fics de mi otra cuenta. Espero que este también os guste, besos.

OTO

Notas del capitulo:

Feliz Navidad,, y feliz Año Nuevo 2007.  Besotes...

Y todo... por una bufanda

 

 

 

- ¡¡Shun... Shun...!!

 

La voz del Fénix atronaba por todos los rincones de la Mansión Kido a primeras horas de la mañana, con el consabido malestar para el resto de sus moradores.

 

- ¡Maldita sea! ¡O te callas, o te juro por Atenea que te convierto en un puto muñeco de nieve, pollo del demonio!

 

- ¡Ja! ¿¡Tú y cuántos como tú, pato disecado!?

 

- ¡Yo solo me basto, pollo de feria!

 

- Jajajaj... Querrás decir, PATO DE FERIA, ignorante -las carcajadas del peliazul resonaron de igual modo por toda la Mansión-.

 

El rostro del Cisne adquirió en aquellos momentos un fuerte tono rojo sangre, sin duda alguna por el "apreciable" enfado que le embargaba. El rubio había cometido un grave error y el insulto que tanto le había costado rebuscar entre su nublada mente (es que, la resaca que lo envolvía aún, era monumental, XD) se había vuelto contra él mismo...

 

El Fénix no dudaba en mantener en su rostro aquella arrogante e irónica sonrisa canallesca que tan bien le sentaba haciéndole, incluso, más atractivo de lo que ya era, sintiéndose en su fuero interno como el único ganador de aquella mini "charla" matinal a la que tanto se había aficionado en los últimos meses... al igual que el Cisne también se había aficionado a intentar entablarla, cuando el responsable no era el moreno. Y es que, aquel par de aves, habían comenzado a "cogerle el tranquillo" a aquellas amenas "charlas"...

 

Para algunos de los restantes miembros de la Mansión, les resultaba algo irónico que las aves se dedicaran a gritarse verdaderas barbaridades cuando, en realidad, lo único que parecía era que no podían pasar la una sin la otra... y para algunos otros, lo irónico resultaba que aquel par de dos no destinaran la enorme cantidad de energía que utilizaban en gritarse en algo más... placentero.

 

Sin embargo y, en resumidas cuentas, todos pensaban que los Caballeros del Fénix y del Cisne, estaban hechos el uno para el otro: diferentes elementos eran los que regían sus Armaduras, sí, pero idénticos en cabezonería, testarudez, orgullo, petulancia, arrogancia, etc... etc... etc...

 

- ¡Eres un imbécil, Ikki! -se limitó a responder el rubio con una mirada tan fría que parecía que el invierno se había concentrado, de repente, entre aquellas cuatro paredes-.

 

- ¡Y tú un gilipollas, ruso! -exclamó a su vez el moreno-.

 

- ¡Amargado! -le replicó el rubio-.

 

- ¡Asqueroso!

 

- ¡Bastardo!

 

- ¡Baboso!

 

- ¡Cabrón!

 

- ¡Cerdo!

 

- ¡Degenerado!

 

- ¡Desgraciado!

 

- ¡Energúmeno!

 

- ¡Estúpido!

 

Aquella discusión se había convertido en algo así como un interesante partido de tenis entre los dos Caballeros, los cuales, no se habían dado cuenta de que muchos ojos curiosos (los pertenecientes a los que habitualmente residían allí, y a los que habían sido invitados para celebrar la cena de Fin de Año) se habían unido a tan interesante competición "deportiva", alertados por el gradual aumento de las voces de ambos jóvenes.

 

Un asombrado Shaka se había detenido junto al Dragón, al pie de la majestuosa y amplia escalera, para comentar el entretenido match de las aves.

 

- Shiryu, dime ¿siempre es así esta casa por las mañanas?

 

El moreno pelilargo asintió con la cabeza y con una leve sonrisa en sus labios.

 

- Sí, aunque, en ocasiones no dudan en llegar a las manos...

 

- ¿Quieres decir que llegan a luchar entre ellos? -pregunta un curioso Aldebarán que se había unido al dúo de espectadores, convirtiéndose, por razones obvias, en un trío-.

 

- Naturalmente -se limita a replicar el Dragón con una sonrisa aún mayor-.

 

- ¿Y nadie intenta detenerles? -inquiere un Aioria un tanto alarmado-.

 

- Jamás se nos ocurriría -contesta el Dragón-... se ponen un tanto "fogosos" en dichas situaciones...

 

- Es comprensible -interviene un Camus meditabundo-. Podría resultar peligroso inmiscuirse entre estos dos... (¡Ingenuo! XD).

 

El quinteto se había formado, sin embargo, aún faltaba algún que otro Dorado que se fue sumando al grupo hasta componer un total de 10 personas. Todas ellas se mantenían sumamente calladas para no estorbar a los "contrincantes".

 

El último en unirse a los improvisados "espectadores" había sido DM, el cual, con una amplia sonrisa en el rostro dijo, al llegar junto al nutrido grupo:

 

- ¡Vaya, esto promete! Al fin algo de diversión en este aburrido mausoleo.

 

Todos lo miraron entre horrorizados (por si su "querida" Saori había logrado escuchar las irreflexivas palabras de uno de sus guardianes) y divertidos (pues, en verdad, aquello era un espectáculo digno de ver).

 

Un somnoliento Seiya se había sentado en uno de los peldaños de las escaleras con un enorme bol de leche con cereales en sus manos, dispuesto a disfrutar de su desayuno... y de la diversión. Todos se quedaron atónitos al oír hablar al castaño:

 

- ¿Os habéis dado cuenta de que se insultan en orden alfabético...? -solo al lindo pony se le hubiera ocurrido semejante apreciación, del todo punto cierta-.

 

- Pues es verdad... -asintió Afrodita-. Que gracioso... nunca había visto nada igual.

 

- Es que son únicos en su género -sentenció Shiryu-.

 

Un pavoroso estruendo parecido al que provoca una estampida de animales salvajes huyendo de un incendio, se dejó oír escaleras abajo, dando paso a una enfurecida ¿pelimorada? De hecho no se distinguía con exactitud el color de sus cabellos entre tantos... rulos, como la chica llevaba prendidos para moldear su larga cabellera (al parecer, la niña quería ahorrarse el dinero de la peluquería, XD).

 

- ¿¡¡QUÉ DIABLOS ESTÁ SUCEDIENDO AQUÍ!!? -exclamó furibunda-.

 

Aquel estremecedor alarido dejó a todo Caballero presente encogido de terror, sin embargo, dos jóvenes ni se habían inmutado, continuando con su repaso a los insultos y al... diccionario.

- ¡Herpes!

Aquello dejó algo descolocado al ruso por unos segundos ¿Cómo se atrevía ese bruto a llamarle "grano"?

 

- ¡Hijo de la grandísima pu...!

- ¡¡¡¡¡¡SILENCIOOOOOO!!!!!!

 

Ahora sí, los dos Caballeros se dieron por aludidos...

 

La diosa, báculo en mano, había encendido su agresivo cosmos.

 

- ¿¡¡Cómo os atrevéis a interrumpir mi reposo... y el de todos los Caballeros, idiotas!!?

 

Al decir esto, Saori observó a todos los reunidos intentando adivinar qué carajo hacían al mirarla tan... fijamente. Una leve sombra azulada atravesó fugazmente su rostro...

 

"Joder, los putos rulos" -pensó la Diosa para sí-. "Esto no os lo pienso perdonar" -sentenció para sus adentros-.

 

El peliazul y el rubio se miraron el uno al otro aún con sus miradas encendidas, luego a casi la totalidad del Santuario, allí presente y, por último, a su Diosa y, señalándose mutuamente con el dedo índice incorrectamente extendido hacia el otro (ya se sabe que señalar a una persona es de muy mala educación pero, después de las "lindezas" que estos dos se han soltado ¿creéis en serio que les importa? Yo creo que NO, XD), exclamaron al unísono:

 

- ¡Saori, ha sido ÉL?

Todos los allí presentes no pudieron hacer otra cosa que echarse a reír: unos como DM, Milo y Aldebarán, como posesos al ver la reacción tan infantil de aquellos dos bravos guerreros, y otros, como Camus, Afrodita y Aioria, esbozaron una media sonrisa paternalista ante aquella situación tan... inverosímil, por decir algo suave.

 

- ¡Me da exactamente igual quién de los dos haya comenzado esta... esta... absurda disputa! -la pelimorada no encontraba la palabra adecuada para expresar, con la mayor elegancia posible, aquella denigrante situación-. ¡Estoy harta de vosotros dos, de vuestros berridos matutinos, de vuestros insultos que superan con creces lo indigno en dos Santos de Atenea...!

 

La Diosa se veía, en verdad, muy enfadada por lo que, ambos Caballeros, optaron, sabiamente, por el silencio aunque, y de vez en cuando, sus miradas se encontraban produciendo un mudo cataclismo al mantenerse conectadas por más de cinco segundos seguidos.

 

Atenea respiró profundamente al ver a sus dos Santos con las cabezas agachadas en señal de sumisión (aunque la pelimorada no podía ver era que, sus miradas, se estaban declarando una Guerra Santa, XD). Y algo más tranquila, continuó:

 

- ¿Y bien... tenéis algo que decirme o... "deciros", entre vosotros?

 

La "orden", aunque no explícitamente expresada por la Diosa, no dejaba lugar a dudas... Atenea estaba esperando unas "sinceras" disculpas a ella y, entre ellos.

 

Los chicos elevaron sus mentones como impulsados por unos resortes invisibles al escuchar las palabras de la pelimorada. En realidad, no les importaba lo más mínimo presentar excusas ante su Diosa... pero, entre ellos, eso era tema a parte. Sus fuertes caracteres, sus intransigentes orgullos y muchas otras cosas más, les impedían hacerlo, sin embargo, su Diosa estaba esperando...

 

- Lo sentimos Saori -dijeron a la vez los chicos, profundamente molestos por esta coincidencia de sus voces-.

 

- Muy bien muchachos... Y ahora... entre vosotros.

 

Las miradas de los Caballeros se encontraron: el fuego y el hielo que danzaban en sus ojos iniciaron una nueva lucha silenciosa por ver quién de los dos prevalecía. El silencio se prolongaba en demasía, para el gusto de Atenea. Las abrasadoras llamas en los ojos del moreno chocaban contra las ráfagas de aire congelado de la mirada del rubio...

 

- Estoy esperando...

 

El moreno levantó orgulloso la cabeza y arrastrando las palabras, con una de sus habituales sonrisas cínicas, dijo con una calma, tan fría, como la mirada de su "adversario".

 

- Antes muerto que disculparme ante este puto pato...

 

- Jódete, pollo del demonio... -susurró el Cisne levantando el dedo medio de su mano derecha en un claro signo obsceno, mientras le obsequiaba, de igual modo, con una sonrisa burlona-.

 

Ambos jóvenes volvían a desafiarse con la mirada pero, esta vez, de forma más intensa, más agresiva... era como si ninguno de los dos pudiera o, mejor dicho, quisiera apartar su mirada de la del otro... como si aquel enfrentamiento les produjera una "extraña" diversión...

 

El cosmos de Atenea volvió a elevarse amenazador. La Diosa se adelantó un par de pasos y con un rápido gesto de su mano libre arañó, de arriba abajo, la pulida superficie de la pared, produciendo ese característico y desagradable chirrido, que provocó a todos los presentes, un desagradable estremecimiento, un erizamiento de la piel y un molesto dolor de oídos. Su voz volvió a sonar temiblemente calmada, al principio.

 

- No me estáis prestando... ¡ATENCIÓN! Vamos, chicos, intentadlo de nuevo ¿si?

 

Sólo aquella "advertencia" les hizo salir bruscamente de aquel contacto visual. Así, el Cisne, mirando hacia el suelo, y el Fénix, hacia otro lado, consiguieron, al fin, que los labios de ambos articularan un susurrante:

 

- Discúlpame, Ikki...

 

- Discúlpame, Hyoga...

 

Nadie sabe con exactitud quién se disculpó primero.

 

Si les preguntan a los aludidos, obviamente cada uno de ellos dirá que fue el "otro", quien lo dijo primero. Pero eso, para su Diosa, era lo de menos. Al fin había impuesto, de nuevo, la paz en otra agitada mañana en aquella Mansión... lo cual se estaba convirtiendo en un "misterioso" ritual.

 

- Muy bien, ¿veis como no ha sido tan difícil después de todo? (esta chica estuvo a punto de recibir un ataque combinado del Polvo de Diamante y de las Alas del Fénix, XD. Y es que no hay nada como meter un poco de cizaña después de una disputa ¿he, Saori?).

 

Los dos Caballeros se quedaron observando por unos instantes a la pelimorada con visibles muestras de hastío en sus rostros mientras ésta comenzaba a subir de nuevo las escaleras para dirigirse hacia su habitación.

 

Sin embargo, y notando el palpable malestar de sus Santos más testarudos, una maquiavélica idea apareció en su linda cabecita (no podía dejar ir a ese par de aves sin... un castigo ejemplar, XD).

 

- Por cierto, chicos ¿me podríais hacer un... pequeño favor?

 

Ante el silencio de los jóvenes, el cual la diosa tomó como aceptación (que remedio les quedaba a los pobres), ésta continuó hablando con su habitual calma y su empalagosa dulzura.

 

- Estos días atrás he hecho "alguna" que otra compra, sin embargo, y debido a las fuertes nevadas de los últimos días, el servicio de reparto anda con bastante retraso. Por eso he pensado que, vosotros dos, podríais ofreceros "voluntarios" para ir a recoger las compras a las tiendas en las que las he hecho. ¿Os apetece chicos, un tranquilo paseito en coche? No os llevará mucho tiempo, os lo prometo.

 

El rostro de los jóvenes se transformó, en cuestión de segundos, en un auténtico poema en el que se reflejaba todo el desagrado, el asombro y el fastidio que aquel "favor" les producía a ambos.

 

- ¿Es que os ha comido la lengua el gato, chicos?

 

Los dos jóvenes no pudieron menos que asentir ante la nueva "orden", nunca dada, pero si  insinuada, de la pelimorada. Ella, por su parte, y con una sonrisa aún mayor, exclamó:

 

- Muy bien, así me gusta, que tengáis ese espíritu navideño que tanto me agrada ver en mis valientes Caballeros.

 

¿Aquello era una burla o, simplemente, su Diosa llevaba ya demasiadas horas con esos artilugios enganchados en la cabeza?

 

- Bueno, muchachos... si no me necesitáis para nada más... estaré en mi habitación. Por cierto, Shaka ¿podrías avisar al Patriarca? Me gustaría reunirme con él en la biblioteca dentro de media hora.

 

- Así lo haré, Atenea -el rubio pelilargo hizo una leve reverencia con la cabeza para saludarla-.

 

Y, sin más, la pelimorada, enormemente satisfecha por su actuación estelar ante sus Caballeros, se retiró de nuevo a su habitación para ponerse algo más... presentable.

 

El resto de los Caballeros presentes optaron por acercarse a los "reprendidos" broncinos para intentar calmar un poco más los alterados ánimos; entre ellos, los hermanos geminianos... aunque no con muy buenas intenciones. Sin embargo, antes de que pudieran abrir la boca, una exhalación verdosa entró a todo correr por la puerta principal llamando a gritos a su hermano con una inusitada alegría.

 

- ¡Nissan... nissan...!

 

El moreno se giró y, al ver a su pequeño otouto, una amplia sonrisa iluminó su rostro marcado hasta entonces por el enojo.

 

Todos los presentes pudieron comprobar, ligeramente conmovidos, cómo aquel impulsivo y orgulloso Caballero de Fuego se derretía de ternura ante la presencia del menor.

 

- Shun... ¿Dónde te habías metido? Te he estado buscando por toda la casa.

 

- Lo siento nissan, había ido a entrenar ¿Querías algo? -preguntó con una enorme sonrisa-.

 

- Sí, bueno -comenzó a hablar el peliazul, bajando un tanto el tono de su voz para poder hablar con una cierta intimidad con su otouto-, he estado buscando mi reloj y no lo he encontrado ¿lo has visto?

 

- ¡Naturalmente que lo he visto, nissan! Y menos mal, porque te lo habías dejado fuera, en el alféizar de la ventana... si no lo llego a encontrar lo más seguro es que, la próxima vez que lo hubieras visto, te lo habrías encontrado totalmente destrozado en el exterior de la casa -y haciendo una breve pausa añadió, con tono algo reprobatorio-... con esa extraña manía que tienes por entrar y salir por la ventana...

 

- ¡Shun...! -exclamó el moreno algo incómodo por el regaño de su otouto-.

 

- ¡Oh vamos, Fénix... no te avergüences por esos comportamientos tan... infantiles!

 

La voz de Kanon se dejó oír entre maliciosa y divertida, coreada, a su vez, por la risa de su gemelo.

 

El Fénix, se giró lentamente dando la espalda a su hermano para encarar al dueño de aquellas atrevidas palabras... Sin embargo, antes de poder articular palabra alguna, la mano de su hermano se posó suavemente sobre su hombro derecho en señal de advertencia.

 

- Ikki... por favor, es Navidad -se limitó a decir el Caballero de Andrómeda con suave y calmada voz-.

 

- ¡Si, Ikki... es Navidad! -se burló Saga-. No nos hagas daño... ajajajaj.

 

Al parecer, aquella fría mañana de finales de año, aquel par de gemelos habían decidido que ese sería un buen día para morir...

 

- Shun, por favor ¿me harías el favor de ir a buscar mi reloj?

 

La voz del moreno sonaba "extrañamente" calmada, una media sonrisa asomaba a su rostro mientras miraba a su hermano de soslayo.

 

- Pero, Ikki...

 

- Shun, por favor, lo necesito -instó su hermano con dulzura-.

 

¿Dulzura... el Fénix hablando con dulzura? Algún que otro Caballero de los allí presentes se asombraron profundamente ante aquel tono de voz tan "dulce". De todos era conocido, el enorme cariño que el Ave de Fuego sentía por su hermano pero... expresarlo así, en público... aquello sonaba estremecedoramente sospechoso.

 

Shun no sabía qué hacer... conocía a la perfección el carácter ligeramente "impetuoso" de su hermano mayor, sin embargo y, tras haber percibido instantes antes la intervención del cosmos de su Diosa (seguramente, para traer de nuevo la paz entre su nissan y su mejor amigo), el peliverde creyó que no pasaría nada, que su hermano se "comportaría"... (¡Qué iluso! XD).

 

- Muy bien... en seguida vuelvo.

 

El peliverde se dirigió con paso calmado hacia las escaleras, no obstante, antes de comenzar a subirlas su mirada se encontró con la de Shiryu que se encontraba justo al pie de éstas... En ese breve contacto que tan solo duró unos segundos, Andrómeda buscó la ayuda de su amigo para que, en caso necesario, interviniera.

 

El Dragón asintió levemente ante aquella muda súplica del peliverde. Sabía de sobras la forma tan conocidamente "imprevista" que tenía el Fénix de reaccionar pero, sabía además, que él era uno de los pocos (quizás junto con Shaka y Aioria) a los que el impulsivo Ave Fénix "respetaba" ligeramente... por explicarlo de alguna manera jejejeje.

 

El moreno no pudo ver este cruce de miradas pues, en aquellos precisos instantes, se hallaba muy concentrado observando a los gemelos... sin embargo, los Caballeros Dorados de Virgo y Leo sí que lo habían percibido y no les hizo falta sumar dos y dos para saber que Ikki, en el preciso instante en que su hermano se alejara, daría rienda suelta a su "encantador" temperamento por lo que, ambos, aún sin haberse puesto de acuerdo, se acercaron un par de pasos más al lado del Dragón, al cual no le pasó desapercibida dicha acción, agradeciéndola interiormente (nunca se sabía a ciencia cierta por dónde iba a salir el Fénix, XD).

 

Shun se marchó al fin, escaleras arriba, desapareciendo, en pocos segundos, del campo visual de su hermano mayor, para alivio de éste, pues, teniendo al peliverde cerca, no podía "expresarse" tan libremente como él quería.

 

- Muy bien... copia barata de un redomado psicópata ¿Por dónde íbamos?

 

Desde luego, el don innato del peliazul para escoger los epítetos que más se adecuaban a la personalidad de sus "enemigos" (aunque, de hecho, la única rivalidad existente entre el moreno y los gemelos atañía a cierto rubio de mirada fría como el hielo...), le resultaba todo un goce para éste, disfrutando al máximo de ese primer "asalto" de la contienda...

 

En ese momento Kanon y Saga se miraron sorpresivamente ¿A quién de los dos se dirigía aquel pollito de granja...?

 

- ¿Qué te sucede, Saga? Ah, ya entiendo. Ni tan solo vosotros tenéis idea de quién fue el imbécil que nació primero ¿verdad? -la voz del Fénix sonaba de la forma más socarrona que podía expresar-. Yo también me encontraría en ese dilema si tuviera un hermano tan idiota como el que tú tienes, Saguita...

 

Al gemelo de kanon le enardecía extraordinariamente que le llamaran así. Por lo que, la sonrisa que hasta el momento lucía en sus labios, se borró de un plumazo. El aludido se aprestó a replicar al Fénix, sin embargo, su hermano intervino con la misma ironía con la que había comenzado.

 

- No hables tan fuerte, Fénix. Pues entre tú y tu otouto, de sobra es conocido quién de los dos es el imbécil -el moreno fue a abrir la boca para replicar pero kanon añadió rápidamente-, y el... sumiso.

 

Aquello sí que encendió al Fénix, cuyo cosmos se perturbó de manera notoria entre los presentes (mientras Saori no se diera cuenta, XD; y la verdad es que no, porque estaba demasiado ocupada en su habitación escogiendo, con la ayuda del pobre peliverde al cual había "cazado" cuando se dirigía de regreso al lado de su nissan, el vestido apropiado para aquel día ¡Qué horror, pero si casi siempre termina poniéndose el mismo!).

 

- Vaya, al parecer, el pollito se ha enojado ligeramente -acotó Saga-.

 

La expectación entre los presentes iba en aumento.

 

La pelota se encontraba ahora en el terreno del Fénix ¿Qué haría... la devolvería o dejaría que se le escapara el set...?

 

La seriedad del moreno se troncó en una nueva sonrisa torcida al responder:

 

- Si me hubiera "enojado", Saguita... a estas horas el desdoblado de tu hermanito estaría buscando tus restos en alguna galaxia a miles de años luz de aquí o quizás, en otra dimensión. Por cierto, Kanon -prosiguió dirigiéndose al otro gemelo, aguzando aún más el cinismo en su voz-, no sé a quién estás llamando "imbécil y sumiso", si a mí o... a ti mismo, por haberte convertido en una estúpida marioneta manejada por el descerebrado de tu hermanito -y dirigiéndose de nuevo al otro geminiano, añade mordaz-. Mis felicitaciones, Saguita... eres un estupendo ventrílocuo.

 

¡Punto, set y partido! Las carcajadas de los allí presentes no se hicieron esperar ante la última intervención del Fénix.

Incluso el Cisne, siempre tan frío como un glaciar, sonrió ante la imaginativa y mordaz mente de su compañero.

 

A los gemelos, desde luego, no les había hecho ninguna gracia, las palabras del moreno por lo que, y en un tono que ya no dejaba lugar a dudas sobre su enojo, respondieron a dúo:

 

- ¡Niñato!

 

- ¡Vejestorios! -exclamó el moreno-.

 

El Cisne no pudo evitar una carcajada ante esta réplica del peliazul lo que le hizo ganar, involuntariamente, la libidinosa atención de Saga sobre su persona (de forma premeditada pues, sabía de antemano, el especial "interés" del Fénix sobre el ruso).

 

- Y tú, no te rías tanto, rubito porque "Quien duerme en el mismo colchón... se vuelve de la misma opinión". Y en tu caso, sería toda una lástima que un ser tan... puro, se contaminara de semejante inutilidad. Si nos lo permitieras -continuó hablando Saga- mi hermano y yo podríamos ser unos muy buenos "amigos" tuyos... te podríamos enseñar el verdadero "placer" de esta vida,,, -concluyó con una marcada intención-.

 

Las reacciones entre los presentes no se hicieron esperar: el Fénix dio un par de pasos hacia aquellos dos babosos que se atrevía a hacer aquella clase de "proposiciones" a SU pato, con la marcada intención en sus ojos de reducirlos a un par de pequeños montoncitos de cenizas... Camus había arrugado el ceño visiblemente enojado por las palabras dedicadas a su sucesor, al cual quería como a un hijo... Milo se apresuró a situarse estratégicamente cerca de su amado hielito por si se veía en la necesidad de separarlo o ayudarlo, según lo ameritase la situación; al fin y al cabo, era Navidad y no estaría bien visto que se liaran a tortazo limpio en unas fechas tan señaladas ¿o sí?... Shiryu se había adelantado, seguido por Shaka y Aioria para situarse más cerca de la acción... y, los demás, se limitaban a disfrutar del espectáculo porque sabían que, pese a todas las "flores" que se echaran entre ellos... pese, incluso, a que llegaran a las manos, la cosa no pasaría de ahí. Todos ellos eran aguerridos Caballeros, poderosos luchadores que, aunque dejaran asomar un poco el enorme poder y magnitud de sus respectivos cosmos sabían, perfectamente, hasta donde llegar... ¿o no?

 

- ¡Vuelve a repetir eso, neurótico degenerado y te juro que cuando acabe contigo ni el desequilibrado de tu gemelito te reconocerá! -exclamó el moreno visiblemente airado ante la leve expresión de sorpresa que se le quedó al rubio al ver como el Fénix lo defendía, pero que el moreno no pudo apreciar-.

 

- ¡Seguro que no podrás hacer nada de lo que dices si antes te envío a la dimensión más alejada que encuentre! -espetó Saga-.

 

Los gemelos y el moreno habían elevado ligeramente sus respectivos cosmos con la clara intención de utilizar, allí y ahora, sus técnicas de combate.

 

El primero en hacerlo fue Kanon quien no dudó en invocar su "Otra Dimensión" pero, debido a los reflejos del moreno, o a la poca intención de acertar en el blanco, su ataque se perdió, yendo a parar sobre un enorme jarrón chino -al parecer, carísimo-, el cual desapareció, como por arte de magia en... otra dimensión.

 

El Fénix, al ver el ataque de su "oponente" no dudó en lanzar sus "Alas Ardientes del Fénix" y, como anteriormente, había sucedido con Kanon, o el geminiano se libró gracias a sus reflejos o el peliazul no estaba lo suficientemente motivado para entablar una lucha en serio en esos precisos instantes, por lo que su golpe fue a parar a una enorme chimenea que se mantenía encendida gracias a un minúsculo y mal nutrido fuego; baste decir que, el fuego, se reavivó de forma espectacular y que la lengua de fuego que se originó en las cercanías lamió peligrosamente los muebles más cercanos.

 

Los Caballeros Dorados allí presentes iban a intervenir de forma más activa cuando y, ante tanto movimiento, la voz serena, fría y burlona del Cisne se dejó oír dirigiéndose a ambos hermanos:

 

- Os agradezco la "gentileza", sin embargo, me temo que deberé de rechazarla, con todo el dolor de mi alma... no me va mucho eso de "revolcarme" con alguien que, por su edad, podría llegar a ser mí... abuelo. Además, si el Fénix ha visitado... o no, mi cama, es solo asunto nuestro.

 

El Fénix sonrió ampliamente ante la salida del Cisne. Desde luego, no se podía negar que aquel rubito los tenía bien puestos. ¿Lo llegaría a descubrir el moreno... por sus propios medios?

 

- ¡Vaya con el chiquillo! Pero si ha resultado ser un graciosillo en potencia -replicó Kanon con cierta burla, aunque ésta ya no era tan visible como antes-.

 

- Así es, hermano. Ha sucedido tal y como yo había predicho... ahora hasta piensan igual. ¡Qué lástima! Al fin y al cabo no dejan de ser un par de mocosos inmaduros que se doblegan ante el primer gritito de su Diosa...

 

- Tienes razón, hermano, los pobres no tienen carácter...

 

Esas palabras fueron el escopetazo de salida para que el Fénix, iracundo, se abalanzara sobre ambos hermanos sin importarle en lo más mínimo la inferioridad numérica. Sin embargo, no pudo llegar a destino pues, los fuertes brazos de un rapidísimo Aioria, lo habían sujetado fuertemente por su espalda, convirtiéndose en un poderoso agarre de puro acero que le mantenía los brazos pegados al cuerpo sin posibilidad alguna de movimiento.

 

Por su parte, un sonriente Aldebarán había atrapado "al vuelo" a un mosqueado Kanon, mientras Shura había conseguido "cazar" a un no menos enfadado Saga. No obstante, y viendo las pataletas y reclamos de los implicados, aquello más que una lucha entre Caballeros, parecía haberse convertido en una burda pelea de jardín de infancia.

 

Kanon no dejaba de moverse para intentar liberarse del poderoso agarre del guardián de Tauro y, al no poder conseguirlo, se limitó a amenazar al moreno:

 

- ¡Idiota, ya verás cuando te coja. Te enviaré a la Dimensión más lejana que exista!

 

- ¡Estúpido, eso ya lo has dicho antes, te repites como el ajo... ¿y sabes qué? Esto es lo que vas a enviar a esa Dimensión tuya, mis cojones!

 

Ikki hizo un gesto obsceno agarrándose con su diestra el bien formado y claramente visible, gracias a sus ajustados jeans "paquete" que dormitaba entre sus musculosas piernas, ante la rabia contenida del otro geminiano que no dudó en responder ante semejante ofensa contra su hermano:

 

- ¡Grosero, eres un auténtico cerdo!

 

El moreno, ni corto ni perezoso, giró su rostro hacia Saga y le replicó:

 

- ¡Tu cállate, que también habrá para ti, puesto que cuando mis cojones se cansen de viajar regresarán para darte una paliza, capullo!

 

Los continuos gritos y el ligero tumulto que aquel enfrentamiento habían ocasionado, alertaron de nuevo a la pelimorada, la cual, sumamente curiosa y acompañada por un peliverde temeroso a la reacción de su Diosa, pues el niño ya se imaginaba a qué se debía semejante escándalo, se apresuró a bajar las magníficas escaleras en dirección hacia aquellos escandalosos Caballeros "¿Qué sucederá ahora? Parecen niños, en cuanto hay más de dos reunidos... que revoltosos se ponen" -pensó Atenea-.

 

El rápido acercamiento de la Diosa sobresaltó, esta vez, a todos y cada uno de los Caballeros. Mientras Aioria soltaba rápidamente al Fénix, el cual le había amenazado con mil muertes si no lo hacía, Aldebarán y Shura hacían lo propio con Kanon y Saga pero, con cierta precaución. Al resto de sus compañeros no les apetecía en lo más mínimo el recibir alguna "reprimenda" de su Diosa, sobre todo, cuando ésta era portadora de su temible cetro, por lo que, libres sus presas, no se separaron de ellas... por si las moscas.

 

Al entrar Saori en la sala lo único que pudo observar fue a un nutrido grupo de Caballeros con la dulce apariencia de no haber roto un plato en su vida, algo que llamó poderosamente la atención de la Diosa.

 

- ¿Sucede algo, chicos? -inquirió la joven con un ligero gesto de molestia en el rostro-.

 

- Nada Atenea -respondió Milo, algo burlón-.

 

No se sabe por qué, pero la palabra del guardián de Escorpio no era tenida muy en cuenta por su Diosa e, ignorando olímpicamente la respuesta del Caballero, volvió a repetir la pregunta pero, esta vez, dirigida a un Caballero en particular, uno que por su cercanía a un Dios, no sería capaz de mentirle ¿o si?

 

- ¿Ha sucedido algo, Shaka?

El aludido, con su habitual calma, se limitó a responder sencillamente:

 

- Nada, Atenea.

La pelimorada lo miró de hito en hito y volvió a preguntar:

 

- Entonces ¿podrás explicarme a qué se debían los gritos que acabo de escuchar desde mi cuarto?

 

El rubio pelilargo no se inmutó en lo más mínimo al responder:

 

- Nos limitábamos a "discutir" sobre... -el guardián de Virgo parecía no encontrar las palabras adecuadas o, la mentira adecuada para convencer satisfactoriamente a su Diosa y librarlos a todos, de su segura furia-.

 

Ante la vacilación del guerrero, el guardián de Acuario, Camus, intervino con su acostumbrada frialdad.

 

- Discutíamos sobre... el menú que se servirá esta noche, Atenea. Por aquí hay algunos Caballeros que no están del todo... de acuerdo, con lo escogido.

 

Aquello sí que no se lo esperaba. La pelimorada volvió a preguntar pero, esta vez, con un verdadero interés, al haberse tragado por completo la mentira del francés pues, lo más importante para la Diosa, era que todos sus Caballeros se encontraran a gusto y satisfechos en la Mansión.

 

- Bueno, eso no debería de representar un gran problema. Si tenéis alguna sugerencia o algo no os gusta, no os preocupéis, hablad con Tatsumi, él lo arreglará todo.

 

Todos correspondieron a la preocupación de su Diosa con amplias sonrisas y sentidas palabras de agradecimiento. Incluso el Fénix y los gemelos, dejaron de esbozar aquellos rostros tan sumamente "incriminatorios", eso si... gracias a la inestimable colaboración de sus "guardianes" particulares... y a un par de codazos bien dados en lugares estratégico de sus respectivas anatomías.

 

Todo aclarado de nuevo, la pelimorada se giró para regresar a su cuarto... junto con un descontento Shun, pues el chico quería averiguar qué era lo que realmente había sucedido...

 

No obstante, cuando Atenea salía por la puerta se giró bruscamente, visiblemente sorprendida por una inesperada "desaparición".

 

- Por cierto, muchachos ¿alguien sabe qué ha pasado con el jarrón chino que descansaba sobre esta peana?

 

Shiryu se apresuró a responder a la pelimorada con la mejor mentirijilla que pudo inventar en tan poco espacio de tiempo.

 

- Sí, Saori. El jarrón ha sido retirado para limpiarlo.

 

Milo sonrió discretamente ante aquella respuesta tan... inocente.

 

- Ya veo... ¿Un jarrón de 1,60 m. de altura, Shiryu?

Aldebarán le dio un pequeño "empujoncito" a Kanon para que echara una mano en aquella delicada explicación pues, a decir verdad, toda aquella situación se había producido gracias a su intervención y a la de su gemelo.

 

- Lo pudimos trasladar gracias a un portal... que yo abrí, Atenea -murmuró el geminiano-.

 

- Ah, muy bien... muy bien, Kanon. Eso explica el aumento de tu cosmos pero... ¿y el de tu hermano, a qué fue debido? Los pude percibir desde mi cuarto, hará cuestión de unos cuantos... minutos.

 

- Asé es, Atenea -ahora era Saga el que intervenía-. Mi hermano y yo estábamos... estábamos midiendo nuestros poderes. Pero tranquila -se apresuró a continuar-, el jarrón está bien.

 

- De acuerdo. A propósito, Ikki -el moreno se sobresaltó casi de manera imperceptible al escuchar su nombre- ¿Has sido tú, el que ha... encendido la chimenea?

 

- Naturalmente que sí ¿quién si no? -preguntó ligeramente mordaz-.

 

- Era de suponer... Por cierto ¿Cuándo vais a iros Hyoga y tú? No es por echaros a la calle, pero... creo que se os va a hacer tarde...

 

- Enseguida nos vamos, Saori -replicó el moreno, recordando el "viajecito" que le esperaba con el ruso-.

 

- Muy bien... hasta luego, entonces.

 

Y sin decir más, se giró y se marchó en dirección a su cuarto. Con el tiempo que había perdido, ahora no le quedaba más remedio que darse prisa si no quería llegar tarde al encuentro con el Patriarca... no sería de buena educación hacerle esperar más de 20 minutos ¿no?

 

El peliverde se iba a dirigir a su hermano cuando, desde lo alto de la escalera, oyó la voz de su Diosa que le reclamaba. El joven, con un efusivo gesto de disgusto salió en pos de la pelimorada pero, antes de salir de la sala, le susurra a su nissan, mientras le lanza el reloj de pulsera.

 

- Luego hablamos...

 

El moreno asiente y, con cierta molestia, se deshace del brazo que Aioria había dejado olvidado durante toda la inesperada "visita" de la pelimorada, sobre su hombro.

 

- De ésta te acuerdas, gatito -se quejó el moreno-.

 

- Bueno, haya paz -murmuró Shaka-. Creo que vuestro enfrentamiento ya ha llegado demasiado lejos, al menos, por hoy. Así que este asunto se termina aquí y ahora ¿entendido?

 

Los tres aludidos se hicieron los desentendidos pero, las miradas insistentes de los presentes, les obligaron a decir un casi inaudible "De acuerdo...".

 

Una vez que la calma había vuelto de nuevo a la Mansión, no se sabe por cuánto tiempo, Shiryu fue el primero en hablar, dirigiéndose a Kanon:

 

- Por cierto ¿lograrás "encontrar" el dichoso jarrón?

 

- Naturalmente que sí ¿por quién me tomas? Cuando yo envío "algo" o a "alguien" a otra Dimensión, sé perfectamente a qué Dimensión lo envío.

 

- Pues hoy te ha salido el tiro por la culata... experto en "Dimensiones".

 

- Ikki, ya basta -le advierte Shaka en tono reprobatorio-.

 

El moreno resopló y no dijo nada más. Sin embargo, otro Caballero tomó el relevo.

 

- No sabía que mintieras tan bien, Shaka -se burló Milo y, con una sonrisa más amplia, continuó-. Por cierto, ¿a qué se debe que la persona más cercana a un Dios se atreva a mentir a su Diosa de una forma tan... descarada?

 

El aludido sonrió y, entreabriendo un poco sus bellos ojos, replicó:

 

- Tú lo acabas de explicar muy bien, Milo: yo soy la "persona más cercana a un Dios..." pero no quiero que Saori me convierta en uno... enviándome antes de hora al otro barrio.

 

Todos rieron ante la salida del Caballero de Virgo, el cual añadió:

 

- Aunque, el mérito no es sólo mío, menos mal que Camus me echó una mano, de lo contrario...

 

- ... De lo contrario nos hubiera caído una buena -intervino Shura-, y todo gracias a estos tres.

 

- Vamos, Shura, al fin y al cabo no ha pasado nada. Hemos conseguido salir ilesos de esta "peligrosa" situación -añadió Afrodita-.

 

- En verdad no sé cómo podéis vivir con esta loca diariamente, yo acabaría estresado -sentenció DM con sorna-.

 

Una discreta sonrisa asomó a los rostros de más de un Caballero, sin embargo, otros como Camus o Shura, reprendieron a sus compañeros como si se tratasen de los profesores encargados de castigar a los alumnos más traviesos.

 

El moreno, cansado ya de compartir un espacio tan reducido con tanta gente, se dirigió hacia el ruso que se había mantenido al lado de su maestro. El francés, al verle venir, arrugó ligeramente el entrecejo. El Fénix no era Santo de su devoción... pero, el guardián de la casa de Acuario, se había dado perfecta cuenta de la "peculiar" relación existente entre ambos jóvenes. No era que el peliazul le cayera mal... pero, no entendía cómo o por qué, su alumno se había fijado en semejante espécimen caracterizado por su hosquedad, orgullo, testarudez, y un sin fin de peculiaridades que hacían al moreno un ser digamos... "especial".

 

- Hyoga -dijo sin más-, ¿nos vamos?

 

El rubio asintió en silencio y, tras despedirse de su maestro, siguió los pasos del peliazul que ya se encaminaba hacia la puerta principal de la Mansión.

 

- Hasta luego chicos... -se despidió el ruso-.

 

Ikki tan solo se limitó a levantar una mano en señal de despedida.

 

Una vez que ambos se hubieron marchado en dirección al garaje para coger uno de los tantos coches propiedad de Saori, un suspicaz Milo le preguntó a su amor.

 

- ¿Estás preocupado... por Hyoga?

 

El francés miró a su pareja y, después, hacia la puerta por la que ambos jóvenes acababan de desaparecer y, sin mirar al Caballero del Escorpión, respondió con calma:

 

- Aunque parezca mentira, no. Hoy he podido comprobar que Ikki ama verdaderamente a Hyoga, aunque el muy cabezota no lo quiera reconocer.

 

- ¿Te has fijado cómo ha saltado en su defensa?

 

Camus asintió con la cabeza y, mirando esta vez al griego, añadió:

 

- ... Y también como Hyoga le respaldaba. Me recuerda mucho a...

 

- ¿Nosotros...? -aventuró el Escorpión-.

 

El francés volvió a asentir con un movimiento de cabeza.

 

- Recuerdo... lo que me costó... aceptarte, y no fue por falta de... amor.

 

Milo sonrió complacido ante aquellos gratos recuerdos compartidos; aunque, al principio, no fueran tan... gratos.

 

- Lo recuerdo perfectamente, hielito. Te hiciste de rogar ¿sabes? -bromeó-.

 

Camus se sonrojó ligeramente.

 

- Ya sabes lo mucho que me costaba expresar mis... sentimientos.

 

- Ajá... y creo que aún tienes algún problemilla con eso aunque es muy chiquito -se burló el Escorpión-.

 

El acuariano se acercó aún más a su pareja para que nadie pudiera oír sus palabras.

 

- Alguno que otro puede que haya, sin embargo, con tu ayuda... seguro que logro resolverlo.

 

Sus ojos reflejaban en aquellos momentos la inmensa pasión y el tierno amor que le despertaba el Escorpión.

 

Éste, con cierta intención, respondió:

 

- Será todo un placer... ayudarte. ¿Qué tal si empezamos ahora... en nuestra habitación?

 

El francés sonrió ante aquella excitante "proposición" y, sin más, ambos Caballeros hicieron "mutis por el foro", aprovechando que el resto de sus compañeros se hallaban muy entretenidos conversando unos con otros. De camino a la habitación que les había sido asignada, Camus volvió a pensar en Hyoga e Ikki.

 

- ¿Crees que Hyoga tendrá los mismos problemas que yo...?

 

A Milo le encantaba ver cómo su pareja se preocupaba tanto por su alumno pero, al mismo tiempo, le dolía ver la inquietud en su rostro.

 

- No te preocupes, mi amor, Hyoga es un chico que guarda celosamente sus sentimientos, como su maestro, pero que al igual que éste, sabrá hacerlos "despertar" en su momento... y creo que no tardará mucho en hacerlo. Sobre todo, si un atractivo Caballero de Fuego se decide a mostrarle las llamas de su pasión...

 

El francés rió con ganas y, asiendo a su pareja por la cintura, le dijo:

 

- ¿Y crees que lo hará?

 

- Ambos son muy orgullosos y testarudos pero... si nosotros hemos podido ¿por qué ellos no?

 

Y sin más, ambos entraron en su habitación cerrando tras ellos la puerta que les permitiría perderse en las dulces alas de un amor compartido. En ella, en aquel mundo a parte en que se había convertido, los amantes no demoraron más en demostrarse, con algo más que palabras, sus verdaderos y profundos sentimientos que los habían unido... para siempre.

 

Las prendas de ropa comenzaron a caer con presteza, los labios y las manos de ambos besaban y acariciaban con una pasión, cada vez más encendida, el perfecto y musculoso cuerpo del otro... la enorme y mullida cama con dosel los acogió, anhelante, ansiosa por rememorar los apasionados encuentros de noches anteriores. Y ellos, entregados como estaban, no se hicieron de rogar... Sus cuerpos desnudos se estremecían bajo las expertas caricias de sus ansiosas manos, los caminos de besos recorrían la perfecta anatomía del otro, viajando... explorando... descubriendo los recovecos más íntimos de cada uno. Sus gemidos y jadeos comenzaron a inundar aquel oasis de placer, los suspiros y las respiraciones algo más pesadas anunciaban, con aquella melodiosa cadencia, que sus cuerpos pedían más... ansiaban más. Sus miembros, dolorosamente endurecidos por el ardor y el goce de aquella danza de amor solicitaban ser atendidos... con premura. Las ansias por hallarse dentro del otro, de sentirse unidos en uno solo, les nublaban los sentidos, transportándolos hacia las más altas cimas del deseo. La voz de Camus, ronca por la agitación se dejó oír en el oído de su pareja.

 

- Mi amor... mi bichito ¿Me permitirías traspasar las puertas de tu sagrado Templo?

 

Milo jadeó con mayor fuerza ante aquel ardiente pedido ¿cómo un hombre de hielo podía convertirse en un ser tan sumamente fogoso?

 

- No... no necesitas... mi permiso... aaahhhggg... -exclamó el Escorpión con la voz entrecortada por el placer-.

 

Aquellas palabras le dieron nuevos bríos al Aguador, el cual, con suma delicadeza y ternura penetró a su amante, haciendo que ambos gimieran al unísono.

 

Tras unos segundos de profundo éxtasis al haberse consumado la comunión de aquellos dos cuerpos, los vaivenes de sus caderas dieron comienzo, primero de forma lenta, torturante pero, después y a medida que el placer se iba extendiendo por sus cuerpos, los movimientos se incrementaron convirtiéndose en un desenfrenado bombeo. Camus, loco de excitación no dejaba de besar y acariciar el cuerpo de su amor. Su mano se deslizó con suavidad, desde el rostro, bajando por su pecho y vientre hasta llegar a su objetivo final: el hinchado y palpitante miembro del Escorpión, el cual, atrapándolo entre sus dedos, comenzó a masturbar a la misma velocidad con que le penetraba hasta que, minutos después, ambos amantes se derramaban con un estrepitoso gemido, Camus en el interior de su bichito y Milo entre sus abdómenes.

 

Un tierno beso apaciguó dulcemente sus respiraciones. Sus cuerpos se relajaron, sus brazos y piernas se entrelazaron y sus labios exhalaron un sincero Te amo antes de caer, ambos, en brazos de Morfeo...

 

Mientras, un todoterreno negro llegaba, por fin, a su objetivo: el enorme centro comercial donde la pelimorada solía hacer sus compras y que, casualmente, pertenecía al consorcio de la Fundación Kido.

 

Tras recoger todos los encargos de su Diosa que, en verdad, eran muchos y muy variados, los muchachos los colocaron en la parte trasera del automóvil, llenándola por completo.

 

- ¿Pero... qué cojones habrá comprado esta tía, medio centro comercial?

 

El rubio sonrió ligeramente ante esta abrupta salida de tono del moreno. Le encantaba ver el ceño ligeramente fruncido del peliazul, su cara de enfado, escuchar su voz profunda soltando semejantes imprecaciones... sus labios al moverse, esos labios que le hacían soñar con que alguna vez se apropiaran de los propios...

 

- ¿Y a ti, qué coño te pasa, ruso? -le preguntó el moreno ante aquella sonrisa bobalicona que se le había quedado en su dulce rostro-.

 

El Cisne, pillado por sorpresa, se sonrojó ligeramente.

 

- No... no me pasa nada, Ikki.

 

El peliazul le miró suspicaz. Había aprendido a lo largo de los años a conocer a sus amigos  y a saber cuando éstos... le mentían. Así que, ablandando un poco sus facciones ante lo divertido de haber cogido al pato en una mentira, le preguntó con voz algo misteriosa.

 

- ¿Estás seguro, ruso? -el moreno hizo una pausa y acercándose algo más al chico, continuó-. Pues nadie lo diría ¿sabes?

 

El carmín en las mejillas del rubio amenazaba, peligrosamente, con extenderse algo más.

 

- ¿Ah, si...? -se limitó a responder-.

 

El moreno asintió en varias ocasiones con una ligera sonrisa adornando sus labios... esos labios... tan sensuales... tan...

 

- ¿Pato...?

 

Ikki agitaba, divertido, su mano derecha ante los ojos del rubio intentando que éste reaccionara al estímulo.

 

El Cisne se sobresaltó ligeramente al regresar súbitamente desde lo más profundo de sus pensamientos. "Joder, estoy comportándome como un auténtico idiota. A este paso el pollo no tardará mucho en darse cuenta y, entonces..." -pensó para sí-.

 

- ¿Qué...? -se limitó a inquirir-.

 

- Hoy estás muy... rarito.

 

- No se a qué te refieres -replicó con algo más de seguridad en sí mismo-.

 

- Bueno, ya veremos...

 

- ¿Ya veremos...? ¿El qué vamos a ver? -inquirió el Cisne algo mosqueado-.

 

- Ya te enterarás, pato.

 

Y sin decir nada más, el moreno se encaminó de nuevo hacia el interior del edificio preguntando sin tan siquiera girarse:

 

- ¿Vienes...?

 

El rubio se apresuró a alcanzar al peliazul y a caminar a su lado.

 

- ¿A dónde vamos?

 

- Me gustaría regalarle algo a Shun -se limitó a responder-.

 

- ¿Tienes alguna idea?

 

- Más o menos... De hecho, tengo varias -aseveró, muy seguro de sí mismo-.

 

Una sonrisa pícara bailó en los labios del mayor, provocando que, de nuevo, un ligero rubor encendiera las mejillas del Cisne, ante la bien solapada satisfacción de un Fénix demasiado concentrado en... cierto "plan".

 

Volvieron a ingresar en el centro comercial y, tras varias vueltas por algunas tiendas de música, Ikki había comprado varios CD´s que el peliazul ni había oído nombrar en su vida pero que, a su otouto le encantaban.

 

Al Cisne le extasiaba ver así al moreno: tranquilo y relajado, con aquella dulce mirada en sus profundos ojos azul noche, mientras pensaba en la felicidad del Caballero de Andrómeda al descubrir su regalo.

 

No pudo evitar exhalar un leve suspiro; suspiro que el rubio creyó había sido inaudible, pero que no había pasado desapercibido para el Fénix.

 

"Ay, patito, patito... ¿Qué me estás ocultando? ¿Tal vez, lo mismo que yo...?" -pensó el moreno-.

 

Tras salir de la tienda de música, el peliazul se dirigió hacia una enorme tienda de ropa que se encontraba muy cerca de donde estaban, la más grande y mejor provista de todo el centro comercial y que, gracias a un inocente y casual comentario de un travieso peliverde, el peliazul sabía que era la tienda favorita del ruso (pues de todos era conocida la elegancia en el vestir de aquel rubio con cuerpo de escándalo).

 

Al entrar en ella, el moreno comprobó con sumo placer, cómo el ruso abría sus bellos ojos como platos, mirando hacia todos lados y examinando la ropa con ojo crítico. Unos segundos después de que el pato pudiera de nuevo articular palabra, se quedó muy sorprendido al ver que el Fénix se dirigía decidido hacia la sección de complementos. Al igual que todo el mundo conocía la pasión del Cisne hacia la ropa y la moda... de igual modo era conocida la profunda aversión que al poderoso Fénix le producía esos mismos temas. De hecho, su vestuario se reducía a jeans y camisetas, de manga larga y de manga corta, dependiendo de la época del año en que se encontrara. Si no fuera por la atenta vigilancia de su otouto, el cual, se encargaba de ir introduciendo en el parco vestuario del moreno y, con cuenta gotas (pues el peliazul era muy susceptible a eso de los cambios estilísticos) alguna que otra penda "diferente", una camisa de vestir, un jersey, etc...

 

El rubio no dudó ni un momento en acercarse a su amigo y preguntarle muy intrigado:

 

- ¿Qué estás buscando, Ikki?

 

- Una bufanda -respondió- ...para Shun -especificó-.

 

El Fénix se encontraba rebuscando entre un montón de ellas, las cuales, aparecían adornadas con animalitos, y de colores chillones.

 

El rubio hizo un mohín de disgusto cuando el moreno le enseñó con una sonrisa triunfal la que, al parecer, había escogido como regalo. Se trataba de una de color verde intenso con dibujitos de conejitos y arbolitos de navidad... por toda su extensión.

 

- ¿Qué te parece, pato?

 

- ¿De verdad que le vas a comprar... eso?

 

El moreno borró de su rostro la sonrisa y replicó, con cierta molestia.

 

- Pues sí... ¿Por qué, qué le pasa?

 

Hyoga fue a abrir la boca pero, pensándoselo mejor, decidió silenciar su verdadera respuesta.

 

- Nada... si a ti te gusta... -replicó vagamente-.

 

- ¿Qué quieres decir con eso? Vamos, pato, dime la verdad.

 

- ¿En serio quieres que te de mi... opinión? -el rubio no cabía en sí de asombro-.

 

- Naturalmente -y con una seductora sonrisa, añadió-. Tú eres el experto en estos temas ¿no?

 

Ahora sí que el Cisne se había quedado literalmente congelado, y sin la necesidad de la intervención de alguna técnica propia de los Caballeros de los Hielos.

 

No podía creer lo que oía. El Fénix no contento con pedirle SU consejo, le había hecho un cumplido... un cumplido... a ÉL.

 

Una amplia y maravillosa sonrisa se dibujó en los labios del Cisne... la sonrisa más espléndida y hermosa que el Fénix hubiera visto jamás en aquel bello rostro, que ahora se ruborizaba fuertemente al notar la mirada profunda y perturbadora del moreno, clavada en sus ojos.

 

- ¿Puedo ayudarles en algo? -preguntó la voz de una mujer junto a ellos-.

 

Ambos chicos se sobresaltaron ante la interrupción y, muy a su pesar, se vieron en la desagradable obligación de romper aquel contacto visual tan... intenso.

 

- No, no es necesario, muchas... gracias -respondió el moreno visiblemente molesto por tan inoportuna interrupción-.

 

La muchacha, al ver la peligrosa transformación en el bello rostro de aquel morenazo, decidió retirarse prudentemente.

 

-  Lo siento mucho, señores. Lamento haberles... interrumpido -se disculpó, con una sonrisa, y un guiño de su ojo izquierdo y, dando media vuelta, se marchó-.

 

Ambos jóvenes se quedaron de piedra al oír semejantes palabras y la marcada intencionalidad con que habían sido dichas.

 

El rubor no tardó ni un segundo en subirles a ambos al rostro. El moreno, aclarándose ligeramente la garganta, fue el primero en hablar.

 

-¿Y bien...?

 

Al responder, la voz del rubio surgió excesivamente aguda.

 

- ¿Y bien...? -atinó a repetir-.

 

El moreno totalmente recuperado, sonrió al responder.

 

- Estoy esperando a que me des tu opinión sobre "eso".

 

- Sinceramente, creo que es demasiado "infantil" para tu hermano.

 

- ¿"Infantil", dices...? Pero si a Shun le gustan mucho los conejitos -respondió algo mustio-.

 

- Ya sé que a Shun le gustan los conejitos, Ikki, pero él ya va a la Universidad y, con esa bufanda, sería el hazmerreír de todo el campus.

 

- Oh, vaya... -se limitó a responder el moreno-.

 

Ante el decaimiento de su amigo, el Cisne le ofreció su ayuda para buscar "otra" bufanda más idónea para el joven.

 

- ¿En serio... lo harías? -preguntó sin poder evitar algo de emoción-.

 

- ¡Naturalmente que sí! -exclamó feliz porque el moreno había aceptado su ayuda-. Anda, ven... aquí hay más.

 

Y con toda la naturalidad del mundo, el Cisne asió con suavidad al moreno de la mano para guiarlo unos metros más allá en donde se encontraban otras prendas menos llamativas.

 

El peliazul se había quedado estático, sin poder moverse, ante el contacto tan directo del rubio. El Cisne se dio cuenta de lo que acababa de hacer cuando al dar dos pasos, notó el suave tirón de su mano. Al no moverse Ikki, él tampoco podía avanzar. Su enrojecimiento llegó a cubrirle todo el rostro. Sin darse cuenta había cogido a Ikki de la mano y, al parecer, a éste le había molestado pues se hallaba allí tan quieto como una estatua. El pobre rubio se dio prisa en soltar su "presa", y en murmurar un "Lo siento...", sin embargo, su mano nunca abandonó la de Ikki...

 

Al notar el peliazul el inminente abandono de aquel contacto tan cálido sobre su piel, asió a su vez, la mano del ruso haciéndola rehén de la suya propia.

 

Ante aquella sorpresiva acción del moreno, el rubio subió lentamente sus ojos hasta encontrar los del peliazul. Sus miradas se conectaron, y una hermosa sonrisa del moreno le tranquilizó.

 

Ikki avanzó hacia el pato, colocándose justo en frente de él, a tan solo unos centímetros... bajó su rostro lo suficiente hasta que sus labios rozaron con sensualidad el oído derecho del Cisne y, con voz queda, le susurró:

 

- Yo no...

 

Cuando se volvieron a mirar, una extraña luz brillaba en los ojos de ambos. Una luz que se anunciaba como el preludio de algo nuevo, de algo maravilloso que se abría paso desde lo más profundo de sus respectivos corazones y que sus ojos no podían ocultar... por más tiempo, ni querían...

 

- Ikki... -murmuró el Cisne con una dulce sonrisa-.

 

- ¿Si...?

 

- ¿Miramos las... bufandas?

 

- Si... -el peliazul se había quedado extasiado contemplando a su pato-. Aunque yo preferiría mirarte a ti... por toda la eternidad.

 

El Cisne se sorprendió ante aquellas palabras y, un nuevo rubor, tiñó sus mejillas de carmín.

 

- Ikki... yo...

 

El moreno posó sus dedos sobre los aterciopelados labios del rubio notando, bajo ellos, el leve temblor de su cuerpo.

 

- Ssshhh... Hyoga, por favor... no quiero importunarte pero, hay algo que... me gustaría decirte -el moreno, al fin, se había decidido a desvelar sus sentimientos, aunque fuera en medio de una tienda, abarrotada de desconocidos, y rodeado por bufandas-.

 

El Cisne le observaba muy atento, con un extraño nudo que le oprimía la garganta y que no le dejaba decir palabra.

 

- Verás, yo... yo... siento algo muy especial por ti... hacia ti... yo... yo...

 

El moreno comenzaba a tartamudear algo nervioso ante la mirada expectante del rubio. Ikki se aclaró la garganta ante la creciente dificultad que le suponía el articular aquellas simples palabras que tanto ansiaba decir pero que, por algún extraño motivo, se resistían a salir de su boca.

 

El moreno respiró profundamente antes de continuar para poder calmar, en la medida de lo posible, sus alterados nervios. Llevaba mucho tiempo intentando buscar el momento adecuado, la situación perfecta, para poder abrirle al rubio su corazón y, después de tanto y tanto esfuerzo, allí se encontraban ambos, en una atestada tienda de modas, de un enorme centro comercial, el último día del año...

 

El Fénix se había prometido a sí mismo el declararse antes de que ese año finalizase; y él siempre cumplía sus promesas.

 

El rubio, ante el visible nerviosismo del moreno, se limitó a apretar ligeramente la mano de éste dándole así ánimos para que continuara con lo que, por tanto tiempo, había ansiado escuchar de aquellos labios...

 

El peliazul agradeció aquel gesto y, con voz sumamente cargada de sentimiento, le dijo:

 

- Hyoga... yo, te amo.

 

El Cisne contempló aquel rostro tan bello y varonil en el que se reflejaba todo el amor y la ternura que habían inspirado aquellas simples palabras.

 

- Y... y yo a ti, Ikki...

 

Una lágrima surcó la tersa mejilla del ruso siendo capturada por los labios del moreno, los cuales, poco después, se posaban con dulzura y pasión sobre los sonrosados y trémulos del rubio... el moreno atrajo al Cisne contra su cuerpo, abrazándolo con fuerza y protección, brindándole todo el calor y el amor que se escapaban por cada poro de su piel, profundizando el beso que fue gustosamente correspondido.

 

Cuando la necesidad de aire les obligó a separarse, un estruendo entre vivas y aplausos, dejaron a ambos Caballeros desconcertados. Al parecer, tanto los clientes como los dependientes de la tienda, se habían quedado maravillados ante tan romántica escena de amor y, como no querían interrumpir, habían esperado pacientemente hasta ese momento, para brindarles a los jóvenes sus felicitaciones de aquella manera tan... efusiva y ruidosa.

 

Hyoga e Ikki, sonrojados por completo, no pudieron hacer otra cosa que sonreír ligeramente y saludar con un leve ademán de sus diestras.

 

El Cisne visiblemente más afectado que el moreno le dijo a éste cuando el alboroto se hubo calmado:

 

- ¿Podemos, ahora, escoger la bufanda para Shun?

 

- Sí, por favor. Me gustaría irme de aquí cuanto antes.

 

El rubio esbozó una sonrisa maliciosa para decir:

 

- Nada de eso, pollo. Ya que estamos aquí, me gustaría mirar "algo" de ropa para mí y, por cierto y, si aún quieres mis consejos, no te iría mal cambiar de chaqueta ¿sabes? Esa que llevas está para el arrastre.

 

El moreno se miró la mencionada prenda observando que, la pobre, no se hallaba en su mejor momento.

 

- No digas tonterías, pero si a esta chaqueta aún le quedan un par de años...

 

- Nada de eso, Ikki. Si quieres que salgamos juntos tendrás que ceder, aunque solo sea un poquito -se apresuró a aclarar ante la mirada del moreno- ...en algunas cosas.

 

- ¿Ey, pato presumido, quién te ha dicho que yo quiera salir contigo?

 

- Tus ojos, tu cuerpo y tus labios ¿te parecen pocos...? -responde el ruso sin apartar una mirada enamorada de aquellos zafiros encendidos en deseo-.

 

- Vaya, al parecer, hay muchos "soplones" por aquí.

 

- Así es y espero, más bien ansío, a que... otras partes de tu cuerpo también me lo confirmen.

 

Al moreno le hirvió la sangre al escuchar aquellas sensuales palabras de boca de tan adorado ángel.

 

- Rubito, eres un pervertido... -susurró el moreno-.

 

- No te puedes llegar a imaginar hasta qué punto, pollito.

 

Minutos después y, tras haber comprado la famosa bufanda (por cierto, una muy bonita en color burdeos con una gorrita del mismo color), ambos jóvenes se encontraban pagando la flamante y NUEVA cazadora del Fénix, en color negro, de piel, y con alguna cremallera que otra de adorno, algo muy del estilo "ángeles del infierno". Y es que, para el Cisne, SU Ikki era un hermoso ángel que había conseguido escapar del infierno para volar hasta su lado.

 

En aquellos momentos, el Cisne arrastraba al pobre moreno de departamento en departamento en busca de la ropa perdida... Primero se dedicaron a las camisas, luego le tocó el turno a los complementos y alguna que otra chaqueta y ahora le tocaba el turno a los pantalones y a algún modelito especial para la cena de aquella noche.

 

Al parecer el rubio quería brillar con luz propia y como jamás antes lo había hecho para deslumbrar, aún más, a su pollito.

 

A esas alturas, un aburrido Fénix se dedicaba a murmurar cosas inteligibles por lo bajo sobre el largísimo tiempo invertido por su pato en probarse un sin fin de modelitos diferentes... ¡para una única noche! Aquello era el colmo.

 

- No protestes, pollo, que después ya verás como no te arrepientes.

 

- Lo dudo mucho, ruso. Total, para lo que te durará la ropa puesta... -aventuró el moreno más para sí mismo que para su acompañante-.

 

- ¿Decías...?

 

- Que te des prisa, si no quieres que corte contigo -consulta su reloj de pulsera para añadir- ...tres horas después de haber comenzado a salir juntos.

 

El Cisne asomó su cabeza por una rendija de la puerta del probador y, con una perspicaz sonrisa preguntó con intención, repitiendo las anteriores palabras del moreno-.

 

- ¿Ey, japonés engreído, quién te ha dicho que yo quiera salir contigo?

 

El peliazul se acercó hasta la puerta del probador, para susurrarle:

 

- Eres muy gracioso ¿lo sabías?

 

El ruso volvió a cerrar la puerta justo cuando el moreno intentaba besarle en los labios.

 

- Maldito siberiano... te vas a arrepentir de lo que acabas de hacer.

 

- ¿Ah si, y cómo se supone que lo vas a hacer, pollo recalentado?

 

- No te preocupes, lo sabrás cuando suceda.

 

Cinco minutos después, el Cisne tenía un pequeño problema con la talla de unos pantalones, muy ajustados.

 

- ¿Ikki...? -silencio-. ¿Ikki, estás ahí? -silencio-.

 

El Cisne retiró el pestillo de la puerta y abrió una rendija, con cuidado. De repente, el rostro del Fénix se dejó ver, dándole al pobre rubio un susto de muerte ante las carcajadas de risa del peliazul.

 

- Eres idiota ¿lo sabías?

 

- No, pero gracias por la información -se burló el moreno-.

 

Al ver que al rubio aquella broma no le había hecho mucha gracia, el Fénix se limitó a preguntar, calmando un poco su risa.

 

- ¿Qué querías, pato aburrido?

 

El Cisne suspiró paciente. El Fénix era como un niño grande.

 

- ¿Podrías ir a buscarme una talla más de estos pantalones?

 

El moreno silbó al ver la magnífica y suave prenda en color negro.

 

- ¿Qué pasa, rusito presumido... ya te has engordado y por eso necesitas una talla más...? -el moreno volvió a reírse a carcajadas-.

 

- ¡No! Y para tu información, me he equivocado al coger la talla... nada más. Mi cuerpo no ha cogido ni un gramo de grasa en los últimos años (de eso damos fe todas las fans del Cisne, XD).

 

- Desde luego que no... -murmuró el Fénix por lo bajo comiéndose con los ojos la limitada visión de aquel escultural cuerpo que podía ver a través de la estrecha rendija-.

 

- ¡Ikki! -le recriminó el rubio, ruborizándose ligeramente y, entregándole la prenda, añadió-. Haz el favor de traerme una talla más ¿quieres?

 

- Muy bien pero, ten en cuenta ruso, que mis servicios no son gratis...

 

Y sin más se dio media vuelta y se encaminó para cumplir su cometido. Pocos minutos después, el Fénix aparecía, con lo solicitado y... algo más.

 

El Cisne se quedó de una pieza al ver la exquisita camisa en raso azul cielo que el moreno le había traído.

 

- Ikki... esta camisa es... maravillosa -murmuró extasiado al ver la delicada tela y el diseño tan exquisito de la prenda-.

 

El moreno sonrió ampliamente ante aquellas palabras.

 

- Me alegra que te guste. La vi, y enseguida pensé en ti.

 

Las tenues risitas de unas jovencitas que pasaban justo en frente del probador del Cisne, interrumpieron bruscamente a ambos jóvenes.

 

- ¡Mierda! -se quejó el rubio al ver que la puerta se había quedado más abierta de lo debido-.

 

El peliazul rió ante aquella reacción del Caballero del Cisne. Éste, visiblemente molesto por la actitud de su pareja, le recrimina con cierto enojo.

 

- Ikki, pareces... no, perdona, rectifico... eres tonto.

 

- No te enfades, patito. Pero si te ves muy sexy a medio vestir. Además, no te preocupes por nada, seguro que esas chicas han disfrutado de lo lindo admirando este precioso cuerpo tuyo... y yo también -añadió con tono sensual-.

 

El peliazul mantenía una de sus manos apoyada en el marco de la puerta impidiendo así, que el Cisne pudiera cerrarla. Al ver el rubio que éste no hacía el menor movimiento para apartarse, el ruso exclamó:

 

- Ikki, o entras o sales pero, por favor ¡Déjame cerrar la maldita puerta de una puñetera vez!

 

El moreno ante estas alteradas palabras de un rubio al borde de un ataque de nervios, no lo dudó dos veces y, de un rápido y sorpresivo movimiento, se coló dentro del, no muy amplio (aunque sí lo suficiente) probador, ante la enorme sorpresa del Cisne.

 

- ¿Pero... qué cojones estás haciendo, pollo?

 

- Aceptar tu invitación, patito...

 

Y sin dejar al sucesor de Acuario tiempo para nada más, terminó de cerrar la puerta tras de sí, puso el pestillo y besó con una ardiente pasión aquellos labios que antes se le habían escapado. El rubio, al principio, pareció no agradarle mucho el atrevido proceder del moreno pero, una vez que sus labios se unieron con aquellos otros de puro fuego, no dudó en responder con la misma o mayor intensidad que el peliazul, para solo interrumpirlo cuando la necesidad de aire se hizo patente para su supervivencia.

 

- Eres... un... inconsciente, Ikki -dijo el rubio con la voz entrecortada- ¿Y si nos ven...?

 

- ¿Y qué pasa si eso ocurre? Lo único que van a ver, pato cobarde, es a dos simples y buenos "amigos" salir de un probador de ropa, juntos -y con una maliciosa sonrisa añade, mientras le besa el cuello y parte de los hombros, que se hallaban medio desnudos-. ¿Es que tienes miedo de que suceda... algo más?

 

- No... no seas tonto, pollo. Yo nunca he tenido miedo a nada...

 

- ¿Ah, no... Entonces por qué estás temblando, patito lindo?

 

Las caricias del moreno le habían hecho estremecerse de placer, cosa que el Fénix había notado... con suma satisfacción.

 

La voz del moreno se volvió a dejar oír pero, esta vez, muy cerca del oído del pato, notando éste como el cálido aliento del peliazul le quemaba la blanca y tersa piel...

 

- ¿Es de miedo o... de placer?

 

Un leve gemido escapó de los labios entreabiertos del ruso al notar cómo el moreno le había mordido delicadamente el lóbulo de la oreja. El Cisne no podía articular palabra, sus sentidos se estaban comenzando a nublar. Aquellas sensaciones tan placenteras que sentía le hacían dejarse llevar... peligrosamente. Pero, recordando el lugar en donde estaban, sacó fuerzas de flaqueza para separarse con delicadeza de aquel tentador agarre.

 

- Ikki... si no me pruebo esto... no... nos podremos ir...

 

El moreno suspiró tristemente y con voz melancólica, replica:

 

- No te preocupes, pato... no pasa nada. Llevamos tan solo unas cuantas horas juntos y ya me estás... rechazando. ¡Qué triste es mi vida! -se lamenta-.

 

El Cisne sonrió ante la teatralidad de las palabras del moreno y, con una sonrisa cómplice, le anima.

 

- Pobre pollito mío... no te preocupes, mi amor, yo te consolaré cuando... salgamos de aquí.

 

- ¿En serio? -pregunta malicioso-.

 

- Sí pero, primero es lo primero, tengo que probarme los pantalones y la camisa para ver cómo me quedan. Y si no me doy prisa, nos quedaremos en este lugar hasta el año que viene...

 

- Bueno, no sería tan grave. No falta mucho para eso.

 

Ambos ríen y el rubio se prueba rápidamente la ropa para ver que tal le queda. El resultado es deslumbrante, maravilloso, espectacular... el moreno se queda extasiado contemplando aquella belleza natural y salvaje de su pato mientras le observa desde su espalda.

 

- ¿Qué tal estoy...? -inquiere el Cisne ante el mutismo del moreno-. ¿Es qué... no te gusta? -la voz del rubio ha sonado algo seria-.

 

- Gustarme... es decir poco. Estás radiante, Hyoga.

 

Aquellas sentidas palabras hacen enrojecer al Caballero hasta la raíz del dorado cabello.

 

- Exageras, Ikki... -murmura algo avergonzado-.

 

- En absoluto, Hyoga.

 

El moreno vuelve a llamarle por su nombre y el timbre de su voz suena totalmente seguro y sincero.

 

- Pero, si me permites, te faltaría un pequeño detalle...

 

- ¿Cuál? -pregunta el rubio recuperado ya de la emoción que aquellas palabras han causado en su interior y, observándose en el espejo intentando descubrir el más mínimo fallo en el conjunto-.

 

-Este...

 

El moreno extrae de uno de sus bolsillos traseros del jean una diminuta prenda, suave y delicada, y de un color rojo brillante. El ruso no puede dar crédito a lo que está viendo balancearse ante sus propias narices prendido de los dedos del Fénix.

 

- ¡Ikki...! -exclama sorprendido el rubio-.

 

- ¿No pensarías que íbamos a hacer el cambio de año sin la ropa interior de color rojo, ¿verdad? Es la tradición, se dice que trae buena suerte...

 

- Ya sé que es una tradición, tonto. Pero... me sorprende que lo tengas ¿Qué habría pasado si no llego a aceptar tu proposición, pollo?

 

El moreno no contestó de inmediato, hizo una breve pausa como si, realmente, estuviera sopesando la respuesta a dar.

 

- Pues... se lo habría regalado a algún otro -y con tono malicioso, añadió-. Quizás a Shaka... no, demasiado suave para mí gusto. Tal vez a DM... no, es demasiado psicópata, ¿Saga... o Kanon? Uf, ni hablar... no me va eso del desdoblamiento de personalidad -con cada nombre, el rubio iba esbozando una más amplia sonrisa- ...También se lo podría dar a tu querido Maestro... decididamente, no ¿y si me prefiriera a mí antes que a su "bichito"? no viviría tranquilo con la pena de haber roto una pareja feliz... ¡Ya está! ¿Cómo no lo pensé antes? Siempre me quedará el bueno del pony... Como ves, candidatos no me faltan.

 

El Cisne no pudo aguantar más y estalló en una carcajada.

- Ya lo veo, ya... que no te faltan candidatos. Aunque lo más importante es, ¿lo aceptarían ellos?

 

- Pues no lo se, pero si quieres podemos hacer una entrevista cuando lleguemos ¿Qué te parece?

 

El rubio se dio la vuelta y tras rodear el cuello del moreno con sus brazos, lo besó apasionadamente. Al terminar el beso, el Cisne fijó sus celestes orbes en los bellos zafiros del moreno, para decir con una espléndida sonrisa:

 

- No te preocupes, no será necesario. Yo me quedaré con él y me lo pondré esta noche... para ti.

 

La lujuria se asomó a la mirada del moreno al escuchar a su pato hablar con tanta sensualidad.

 

- ¿Por qué esperar... por qué no... ahora?

 

El Cisne vuelve a ruborizarse ante aquellas palabras que le están provocando un leve "cosquilleo" en una de sus zonas más privadas.

 

Al moreno le encanta ver cómo las níveas mejillas de su pato se tiñen de carmín, cómo se encienden en tan delicioso color producto de unas simples palabras.

 

¿Cómo sería ver ese mismo color producido, esta vez, por un intenso "placer"? Al peliazul le comenzó a doler su recién despertada virilidad.

 

El rubio se había quedado sin palabras ante aquella insinuación.

 

- Ikki, no... ahora no podemos... tenemos que irnos... re-recuerda, los encargos de Saori -atinó a contestar un acalorado Cisne-.

 

- ¿Estás completamente... seguro? -volvió a insistir el peliazul con voz queda, acercándose al oído del rubio para hablar-.

 

- Sí... sí lo estoy -respondió algo nervioso-.

 

El moreno continuaba acariciando con su cálido aliento el cuello del Cisne, éste ya no estaba tan seguro de lo que podría... ocurrir.

 

- Bueno, será mejor que me cambie y que nos vayamos -añadió-.

 

- Nah, nah, nah... no corras tanto, patito. A esta preciosa ropa que cubre tu sagrado cuerpo le falta pasar por el C.D.C.D.I.

 

El rubio ahora si que no entendía nada, se había quedado perplejo ¿Qué sería eso del C.D.C.D.I.?

 

- ¿Y qué se supone que es eso, pollo?

- Nada más y nada menos que el Control de Calidad de Ikki... ¿Qué te parece, pato?

 

- Una tontería -respondió con una sonrisa irónica-.

 

- Ey, no te burles. Se trata de algo muy serio.

 

- ¿Ah, sí? ¿Y en qué consiste, si se puede saber, pollo calenturiento? -replicó al girarse de nuevo hacia el espejo y hacer ademán de ir a desvestirse-.

 

El ruso parecía que había adivinado las "oscuras" intenciones de su pareja, aunque no creía que las fuera a llevar a la práctica... en los probadores de un abarrotado centro comercial.

 

- En averiguar si esta ropa es realmente... cómoda y adecuada.

 

Una sonrisa lasciva se instaló en sus labios.

 

- Naturalmente que lo es -respondió el rubio con ingenuidad-.

 

- Para ti, seguro. Aunque, no estaría de más que lo comprobara... personalmente.

 

El moreno contestó posando sus viriles manos en los hombros del rubio para luego, ir bajándolas lentamente por los brazos, hasta llegar a su fina cintura y, rodearla... acariciar la esbeltez de sus caderas... descender por el plano vientre hasta acabar, una de ellas, en una de las nalgas del asombrado pato y, la otra, envolviendo el apretado y algo crecido bulto que se escondía bajo aquella suave prenda. La provocativa voz del peliazul se dejó oír de nuevo, lenta y pausadamente, muy cerca del oído del rubio.

 

- Parece que... es cierto. Son unas prendas sumamente cómodas y te quedan perfectamente... bien, no te hacen ninguna arruga indebida, nada que pueda deslucir tu exquisita... figura. Pero ¿y para... ?

 

El Cisne se mordió el labio inferior para evitar que un gemido huyera de su boca. Frente a la pulida superficie del espejo podía ver al moreno, abrazándole por la espalda, masajeando delicadamente con descaro aquella zona tan sensible y que, ahora, le estaba delatando. El rubio susurró débilmente para que su voz no revelara sus verdaderos y ansiados deseos...

 

- ¿Qué... qué quieres... de-decir...?

 

Le había costado un tremendo esfuerzo articular aquella corta frase... y, el Fénix, se había dado perfecta cuenta, cosa que aprovecharía sin dudar...

 

- Quiero decir, patito -unos suaves besos se resbalaban delicadamente por toda la extensión del blanco y grácil cuello del Cisne- que, estas ropas, han de serme cómodas para que yo pueda... quitártelas sin ningún problema ¿Entiendes?

 

La mano del Fénix que, hasta el momento se había ocupado en masajear una de aquellas firmes nalgas, se había trasladado, con suma rapidez, hasta el pecho del rubio para comenzar a desabotonar la delicada camisa... Uno tras otro, los botones fueron liberados de sus respectivos ojales... hasta quedar totalmente abierta, descubriendo el bien formado y musculoso torso del Cisne. Esa misma mano, se ocupaba ahora en acariciar y pellizcar los sonrosados pezones del Caballero...

 

El Cisne intentó protestar pero, sin éxito.

 

- I... Ikki... para... deberíamos de... irnos ya...

 

La excitación se hacía cada vez más palpable en el cuerpo del rubio, el cual, no pudiendo aguantar por más tiempo aquel cúmulo de placenteras sensaciones, había enclaustrado a sus cielos para disfrutar más de tan ardientes caricias...

 

El peliazul sonrió satisfecho al ver la poca, por no decir nula oposición del Cisne... se deleitaba al contemplar el sonrojo que iba en aumento en sus mejillas... la dureza que habían adquirido sus pezones... y el palpitante calor que desprendía la muy despierta virilidad del ruso...

 

Una de las manos del Cisne subió, trémula, hasta el rostro del peliazul, para acariciarlo con suavidad y luego, desaparecer entre la rebelde, abundante y sedosa melena azulada. La otra, por el contrario, se unió a la que, con maestría, no cesaba en atender sus ya enrojecidos pezones... acariciando la morena piel, sintiendo su calor y, por fin, entrelazándose con ella...

 

Al ver la total entrega del rubio en sus brazos, el moreno pasó a la siguiente fase de su peculiar "Control de Calidad". La mano que había despertado hábilmente la intimidad del pato, se había hecho dueña por completo de ésta... con un diestro movimiento, el peliazul había conseguido desabrochar el ceñido pantalón y bajar la estorbosa cremallera para, posteriormente, deshacerse de una vez y por todas de aquella prenda (junto con su ropa interior), que le dificultaba el normal y satisfactorio ejercicio de su "labor" y así, liberar al hinchado miembro de su tortuoso presidio.

Acto seguido y, con la inesperada ayuda del mismo pato, la camisa corría la misma suerte... quedando la totalidad de las prendas esparcidas por el suelo.

 

Los gemidos del rubio comenzaron a hacerse audibles, su respiración se hizo más pesada y su cuerpo ya hacía rato que había comenzado una sensual danza en demanda de algo más... que no tardaría en llegar.

 

El moreno se quedó maravillado ante aquel erótico espectáculo, al tener completamente desnudo y apasionadamente entregado a aquel ángel de belleza sin igual entre sus brazos. Tan encandilado se encontraba que le cogió totalmente por sorpresa el rápido movimiento del rubio para colocarse cara a cara con él, para luego, comenzar a besarlo de la forma más dulce y apasionada con que jamás nadie antes lo había hecho.

 

El Fénix parecía derretirse entre aquellos labios que lo poseían... con aquella lengua que se había infiltrado en su boca, sin a penas darse cuenta, para comenzar a explorarla, a descubrir en ella cada recoveco, cada rincón oculto hasta dar con el paradero de su gemela y, entonces, dar comienzo a una sensual lucha entre ellas, lucha que tristemente finalizó en el mismo instante en que la falta de oxígeno comenzaba a resultar alarmante.

 

Hyoga elevó su mirada para encontrarse con la de su pareja, viendo reflejada en ella la misma pasión y el mismo deseo que le quemaban a él...

 

- Te amo, Hyoga... te amo, mi patito sexy...

 

El Cisne le sonrió y, con el mismo tono de voz agitado, replicó:

 

- Yo también te amo, Ikki... mi pollito calenturiento...

 

El Fénix esbozó una sensual sonrisa.

 

- Tú tienes la culpa rubio... tú me pones así de caliente... -replicó el moreno acercando aún más sus cuerpos para que su pareja pudiera percibir la dureza de su miembro-.

 

- Pues... tendremos que hacer algo al respecto ¿no te parece?

 

Y sin más, el Cisne le abrió la camisa al peliazul de un solo tirón, haciendo que todos los botones saltaran por los aires y quedando al descubierto aquel hermoso y poderoso pecho.

 

Sus ojos quedaron gratamente satisfechos ante la majestuosa visión de la que disfrutaban.

 

Sus manos recorrieron con avidez la ancha amplitud de aquel torso esculpido en bronce, delineando cada músculo, cada cicatriz... haciendo estremecer de placer al guerrero más duro de todos los Caballeros de Atenea.

 

La boca del rubio se unió, gustosa, a tan excelsa empresa, la de proporcionar al Fénix un goce sin límites... objetivo que se veía satisfactoriamente cumplido al notar el rubio los fuertes estremecimientos que sacudían aquel robusto y bien formado cuerpo.

 

Los labios del ruso no cesaban de repartir un cúmulo de apasionados besos sobre la bronceada y ardiente piel... pequeñas mordidas imprimían su marca sobre el moreno y la lengua... aquella juguetona y sensual lengua que dibujaba infinidad de húmedos caminos y que, con maestría, fue encaminada hacia los apetecibles pezones, siendo éstos, engullidos sin piedad alguna y de forma alterna por aquella hambrienta boca, la cual no cesaba en lamer, chupar y morder, delicadamente, tan apreciados huéspedes.

 

Los gemidos del peliazul se hacían cada vez más intensos, cada vez más abundantes... a penas le había dado tiempo a quejarse por lo inesperado del ataque del rubio, cuando se hallaba suspirando de puro placer a causa de sus caricias.

 

- Aaahhhggg... hummm... Hyoga... -susurraba el peliazul-.

 

El Cisne, con una sonrisa en los labios, decidió entonces dirigirse hacia otro objetivo más deseado... más anhelado... más ambicioso... y más oculto.

 

Su boca abandonó la dulzura de aquellos pezones, siendo sustituida rápidamente por las suaves manos del rubio, las cuales continuaron con la labor de seguir atendiendo aquella zona.

 

Sus besos se habían encaminado ahora hacia el sur, hacia zonas más tórridas, donde un adolorido pene pugnaba por escapar de aquella opresiva cárcel en donde se hallaba prisionero.

 

Los pantalones y la ropa interior del moreno fueron retirados con decisión, exponiendo toda aquella enorme y poderosa hombría ante la ansiosa boca del rubio quien, sin darle tiempo al moreno a reaccionar, se la metió de una sola vez en la boca, engulléndola casi por completo.

 

Un ronco gemido escapó de los labios del peliazul, el cual se vio obligado a apoyar su espalda contra la pared de fina madera con la que estaban construidos los habitáculos, a fin de conseguir algo de estabilidad.

 

El ruso atacaba sin misericordia el hinchado miembro del Fénix, su garganta lo masajeaba mientras la ardiente lengua no cesaba de recorrerlo en toda su extensión, saboreándolo... disfrutándolo... exprimiéndolo hasta la saciedad.

 

Sus manos que hasta entonces se habían entretenido en acariciar el musculoso vientre, marcado por los trabajados abdominales, viajaban ahora hacia los firmes glúteos para perderse en la suavidad de aquella piel de canela; los estrujaba y arañaba produciendo en el moreno un placer inimaginable.

 

- Aaahhhggg... patoooo... -el eco de los gemidos del Fénix aumentaban peligrosamente en volumen-.

 

El peliazul, subyugado por completo al atento trato del rubio, se dejaba llevar completamente entre oleadas y más oleadas de un intenso placer... Sus caderas habían comenzado a marcar un ritmo más rápido del que hasta ahora había sido... Sus manos se habían aferrado a la sedosa melena rubia que no dejaba de moverse al compás de aquel enloquecido vaivén... Sabía que, si continuaba así, no tardaría mucho en correrse en la boca de su pato, sin embargo, y aunque eso le resultaba tentador... no era eso lo que quería realmente... él quería hacerlo suyo, sentirse dentro de él, poseerlo de tal modo que gritara de placer su nombre...

 

Haciendo un enorme esfuerzo, el moreno sujeta al rubio por los hombros y lo eleva hasta dejarlo de nuevo a su altura. Al conectarse las miradas, el ruso susurra con picardía:

 

- Eres un pollo algo gritón... casi nos oyen.

 

- Pato pervertido, yo te enseñaré lo que es gritar de placer...

 

Sus labios capturaron los sonrojados del rubio, uniéndose en un apasionado y abrasador beso el cual era cada vez más profundo, más intenso...

 

- I... Ikki, por favor... hazme tuyo... -logró articular el ruso al notar como una de las manos del Fénix se apoderaba de su palpitante intimidad-.

 

- ¿A... aquí?

El rubio asintió vigorosamente. Sus ojos destilaban un deseo y una enorme pasión, lo que ayudaron al moreno a decidirse en cuestión de segundos.

 

Aquella, precisamente, no era la idea que él tenía de su primera vez juntos, pero ¿Qué caray? Lo único que importaba era eso, que estaban juntos y que se amaban, con un amor tan ardiente, tan abrasador, que sería capaz de derretir hasta al mismísimo Ave de Fuego...

 

En uno de los rincones del probador había un pequeño taburete, el cual, el Fénix no dudó en utilizar para sentarse. Una vez acomodado en él, el Cisne hizo lo propio sobre sus piernas, de tal modo, que ambos quedaran cara a cara, para poder observarse, para poder disfrutarse mejor, en el transcurso de aquella danza de amor que no había hecho más que comenzar.

 

- ¿No... no te... lastimaré? -jadeaba el moreno preocupado por su pato-.

 

- No, no te... preocupes... pollo...

 

Sin decir nada más, el rubio se situó sobre el endurecido miembro del moreno. Tomando una fuerte inspiración, se dejó caer sobre él, penetrándose así mismo. Un profundo gemido, mezcla de dolor y placer, le recorrió todo el cuerpo haciéndole estremecer...

 

El Fénix lo envolvió con sus fuertes brazos con el ánimo de confortarle... de hacerle sentir que estaba con él... que le protegería...

 

Sus labios recorrieron la totalidad del enrojecido rostro, perlado por unas diminutas gotitas de sudor. Estaba tan hermoso, se veía tan bello, con aquel intenso carmín esparciéndose por todo su cuerpo. En aquel momento, el peliazul pensó que, una vez admirada semejante visión de belleza sin igual... no le importaría morir.

 

- Te amo, mi... patito...

 

- Te... te amo, Ikki...

 

Una vez que el Cisne se hubo acostumbrado a la invasión, el rubio comenzó a moverse primero, suavemente para luego, ir adquiriendo una mayor velocidad. Las fuertes manos del moreno lo sujetaban y le daban estabilidad, mientras su boca no cesaba en recorrer su rostro, su cuello, sus hombros... arrancando intensos gemidos de placer de la garganta del pato...

 

- Aaahhhggg... eres... eres un pato... escandaloso...

 

El ruso sonrió ante aquellas palabras. Los gemidos de ambos, eran cada vez más profundos, más sonoros. Hyoga cabalgaba majestuoso sobre aquel excitado moreno que lo elevaba a las cimas del más puro de los placeres y, esta visión, sobrenatural, casi mágica, era algo que enloquecía al Fénix.

 

El placer que les recorría pronto culminaría en el tan ansiado clímax. El moreno capturó el palpitante miembro del ruso y comenzó a masturbarlo tan frenéticamente como frenéticas eran las penetraciones hasta que, unos minutos más tarde, el reducido habitáculo se inundaba del característico y dulzón aroma del buen sexo. Hyoga se venía en la mano del moreno, entre sus abdómenes, mientras el peliazul inundaba con su semilla la estrecha cavidad del Cisne.

 

Un largo y apasionado beso, más calmado, más dulce que cuantos hasta ahora habían visto aquellas cuatro paredes les unió de nuevo para sellar así el amor que se habían jurado... y todo gracias a una bufanda.

 

- Tendríamos que pensar en marcharnos ¿No te parece, pollo?

 

- ¿Es que no estás bien aquí, pato?

 

- Estoy mejor que bien... pero, si no volvemos pronto a la Mansión, te apuesto lo que quieras a que Saori envía a "alguien" para ver que demonios nos ha sucedido.

 

- No me extrañaría que esa bruja hiciera eso... y más. Con tal de fastidiar...

 

- Ikki... -le regañó el rubio dulcemente-, no seas así, es Navidad.

 

- Odio esa frase -rezongó el moreno pero, al ver el semblante un tanto apagado de su pareja, añadió con una dulce sonrisa- ...hasta hoy. A partir de este día, sí que tengo un verdadero motivo para celebrar estas fechas...

 

- ¿Y cuál es? -preguntó quedamente, apoyando su rostro sobre su hombro-.

 

- Tú, mi vida.

 

Un nuevo beso les unió hasta que, unos discretos golpes en la puerta los sobresaltó.

 

- Señor... señor... ¿se encuentra bien... necesita ayuda...? -la voz de la muchacha sonaba algo preocupada-.

 

Hyoga contestó rápidamente intentando que su voz fuera lo más natural posible.

 

- Sí, sí... gracias. Enseguida salgo...

 

- Muy bien...

 

- Bueno ¿Y ahora qué hacemos, pato pervertido? Mira cómo me has dejado la camisa.

 

- ¡Es una verdadera lástima! -se burló el ruso-. Creo que ahora no te quedará otro remedio que comprarte algo de ropa ¿no?

 

- Pato tramposo -se limitó a responder el Fénix-.

 

Ambos Caballeros se dieron prisa en vestirse lo mejor posible. Ikki, al sufrir aquellos apasionados estragos en su camisa, se limitó a ponerse, únicamente, la cazadora pero, con la promesa de que, en cuanto salieran de aquel probador, renovaría su vestuario, al menos, para esa noche.

 

Unas horas más tarde, los chicos llegaban a la Mansión, siendo "sonoramente" recibidos por los gritos de su Diosa, muy alarmada por su tardanza.

 

- ¿¡Qué demonios os ha sucedido!? -inquirió la pelimorada-.

 

- Nada, el tráfico -fue la parca respuesta del moreno-.

 

Ikki, sin decir nada más, se dio prisa por escabullirse hacia su habitación en donde, tras desnudarse, se dio una reconfortante ducha de agua caliente. Mientras lo hacía, sus labios se curvaron en una pícara sonrisa, al recordar, cómo había quedado el probador en cuestión, mudo testigo de su apasionado encuentro amoroso. Así que, girando la llave, hubo de terminar su ducha... con otra de agua bien fría.

 

Tras ducharse y vestirse con ropa cómoda, el moreno se dirigió a la cocina en donde ya se encontraba el Cisne dando buena cuenta de un estupendo plato de pasta italiana que había cocinado, ni más ni menos, que DM.

 

Para su sorpresa (una muy agradable, por cierto), el rubio se había acordado de él, y le había servido un buen plato de pasta regado con un excelente vino tinto, también italiano.

 

Los demás Caballeros se sorprendieron al comprobar que, y siendo aquellas horas (las 16.45), aquellos dos no hubieran tenido tiempo de comer en cualquier sitio y, entre sonrisas y murmullos (todo ello con suma discreción a consecuencia del fogoso temperamento del Fénix) no pudieron evitar el comentar semejante hecho. Por no decir, de las enormes caras de felicidad que traían aquellos dos.

 

Milo y Camus, una vez finalizada su pequeña "siesta", se habían dedicado a pasear por el jardín por lo que pudieron ver el momento exacto en que los jóvenes regresaban a la Mansión.

 

Creyéndose a salvo de miradas indiscretas, el Fénix y el Cisne se veían mucho más calmados y relajados de lo normal. El trato entre ellos había cambiado por completo, llegando a ser, incluso, cariñoso. Pero, lo que de verdad llamó la atención de los Dorados y lo que llenó sus corazones de una infinita alegría fue el hermoso y tierno beso que el Fénix le había conseguido robar al Cisne después de un leve jugueteo.

 

Una vez que los chicos desaparecieron de su campo visual, un emocionado Camus agarró con mayor fuerza la mano que llevaba cogida de su pareja.

 

- Milo ¿Has visto eso... lo has visto? -exclamó el Caballero de Acuario con una enorme sonrisa, casi infantil, en su rostro-.

 

- Sí, lo he visto, hielito... lo he visto y, al parecer, yo tenía razón ¿no es cierto?

 

Camus miró a su pareja y, con una enorme ternura, le dice:

 

- sí, bichito, la tenías toda... con ellos y, conmigo.

 

Un apasionado beso de Milo a su pareja le indica al Aguador de que no es momento para hablar, si no, para otras cosas...

 

Horas después, la cena de Fin de Año daba comienzo por fin, en la gran Mansión. Todo ha salido a pedir de boca: la comida y la bebida eran excelentes, la música sensacional (gracias a la intervención de Seiya como Dj, naturalmente) y el ambiente, mejor imposible.

 

Los gemelos, Kanon y Saga, al darse cuenta que algo había cambiado entre las aves, se apresuraron a disculparse por el altercado de antes, deseándoles toda la felicidad del mundo, claro está. De hecho, TODOS los asistentes a aquella fiesta se habían dado cuenta de la "inusual" atmósfera de tranquilidad y amabilidad que había surgido alrededor de aquellos dos, por no hablar, de alguna que otra pequeña muestra de cariño que el Fénix no pudo evitar el dedicar a su pareja. No es que se ocultaran pero, tampoco querían convertirse aquella noche en el centro de las burlas y risotadas de todos sus compañeros.

 

Los gemelos charlaban animadamente con Aldebarán y Shura, sus respectivas parejas cuando, Shaka y Afrodita, se les unieron para comentar cierto incidente con un determinado jarrón.

 

- ¿Te llevó mucho tiempo encontrarlo, Kanon? -preguntó Afrodita-.

 

- Que va, lo había trasladado a la bodega jejejeje. No hay nada que yo no pueda encontrar -se burló-.

 

- Pues menos mal porque si se llega a perder... -aventuró Shaka-.

 

- La culpa no fue mía, si no de Ikki... Caramba que chico más terco. Me costó más de la cuenta provocarle ¿Querrá eso decir que está madurando?

 

- ¿Madurar... el Fénix? -Saga se echó a reír-. No digas tonterías, si no se calentó antes fue por consideración a Andrómeda.

 

- Sí, pero ¿vistes con qué ímpetu defendió al ruso... digo, a Hyoga? -se burló Shura-.

 

- Jajjaaajjaja... En verdad creí que me iba a incinerar con esas "llamitas" tan peligrosas que suelta el niño.

 

- ¿Os distéis cuenta cómo Hyoga lo respaldó? -preguntó Afrodita- ...fue enternecedor.

 

- Bueno eso, no tanto: nos llamó "abuelos" -se quejó Saga-.

 

- Pues, para ser un "abuelito", te mueves muy bien... en todas partes -le insinuó Shura-.

 

Todos rieron la broma.

 

- Sí, pero lo que importa es que el plan haya surtido efecto -intervino Alde-.

 

- Así es, a pesar de la enorme testarudez de ese par de "pajarracos"... y gracias a la inestimable colaboración de Milo, nuestro promotor que, sin su brillante idea, estos niños aún seguirían por ahí, llorando su amor en cada esquina, y más solos que la una.

 

Todos volvieron a reírse ante aquel comentario, aunque resultaba ser tan cierto como que su Diosa Atenea se había reencarnado en el cuerpo de Saori Kido.

 

Por otro lado, los restantes Caballeros de Bronce no cesaron en felicitar y hacer alguna que otra bromita a costa de la nueva pareja (pues se trataba de un secreto a voces) que se había formado entre sus compañeros. Siempre, claro está, bajo la estricta supervisión de Shun pues él, mejor que nadie, conocía el peligro y el temperamento variable del Caballero del Fénix y es que, en aquella noche tan especial, dedicada única y exclusivamente a la fiesta y la celebración, no estaría bien visto que, de repente y sin saber cómo, aquella hermosa y enorme Mansión acabara consumida por las llamas (con todos los asistentes a la fiesta dentro), a consecuencia de una broma de mal gusto sobre el Fénix o sobre su pareja, el Caballero del Cisne pues, casi al finalizar la velada, Ikki, el Caballero del Fénix ya no pudo ocultar por un segundo más sus verdaderos sentimientos con respecto a su pato.

 

Algunas risitas y murmullos se levantaron en torno a la pareja pero fueron rápidamente acallados por la inusual actitud del moreno que fue, la de pasar olímpicamente de todos ellos... en aquella noche el Caballero más duro se había convertido en el más enamorado de todos.

 

Por último, baste decir que, en aquella noche, el Fénix también brilló con luz propia por el sobrio pero elegante y favorecedor traje que lucía (gracias a su nuevo estilista... y pareja), y que consistía en pantalones y zapatos negros, camisa de seda azul oscuro y su flamante nueva cazadora tipo "ángeles del infierno"... y es que, hay cosas que no cambian.

 

                       **********

 

1 de Enero del 2007. 5.20 de la mañana.

 

La Mansión Kido se encontraba sumida en las sombras. La fiesta de Fin de Año ya había concluido y, todos sus habitantes, se hallaban en sus respectivas habitaciones entregados, algunos, a un sueño reparador y otros... a otras actividades más "placenteras".

 

En la habitación del Fénix, estas "actividades nocturnas" ya habían concluido, solo dos cuerpos desnudos y fuertemente abrazados testimoniaban la apasionante entrega que había habido entre ellos.

Un rubio somnoliento daba vueltas insistentemente sobre un tema que le tenía muy intrigado.

 

- ¿Ikki...?

 

- ...

 

- ¿Ikki, estás durmiendo? -insistió el Cisne-.

 

- Ahora, no... -replicó el moreno con los ojos cerrados-.

 

- ¿Ikki... puedo hacerte una pregunta?

 

- ¿Tiene que ser ahora, pato? Tengo mucho sueño, estoy agotado...

 

El rubio sonríe divertido.

 

- ¿El poderoso Fénix está agotado? ¿Qué fue de tu palabra de "hacerlo" tantas veces como uvas te has comido esta noche...?

 

Los ojos del moreno se abrieron de golpe.

 

- ¿No me estarás retando, eh pato? Te recuerdo que todavía no he acabado contigo... y si no recuerdo mal íbamos por el 8º, así que... la noche o, en este caso, la madrugada, es joven.

 

El rubio le besa apasionadamente en los labios, algo que termina de despertar al peliazul.

 

- Tú si que sabes como despertar a alguien... rubito.

 

- Ikki, espera...

 

- Que espere ¿el qué, pato? -le dice su amante mientras comienza a besarle el cuello sensualmente-.

 

- Me gustaría que me aclararas algo...

 

El Cisne consigue separarse unos centímetros de su pareja para poder hablar con tranquilidad.

 

- Está bien, dime, pero se breve... tengo "otros" planes para ti en el que no es necesario conversar... muy seguido.

 

El ruso ríe ante la proposición que su moreno le acaba de hacer.

 

- Ikki, dime, ¿Cómo puedes tener tan mal gusto para escoger una bufanda para tu otouto y, sin embargo, uno tan exquisito como para escoger la camisa que he llevado esta noche?

 

El peliazul sonrió ampliamente, al parecer su patito no era tan ingenuo como parecía.

 

- Yo nunca dije que tenía mal gusto para escoger bufandas.

 

- Entonces... tú, ¡me engañaste! -exclama el rubio simulando enojo-. Eso quiere decir que...

 

- ...Que mi pato, es un pato muy listo. Sí, me has descubierto... necesitaba una coartada para que te quedaras conmigo, un rato más...

 

- ¿Lo hiciste por eso...? -preguntó el ruso emocionado por la "treta" de su pollo para tenerlo a su lado-.

 

- Sí... ¿enfadado...?

 

El Cisne denegó enérgicamente con la cabeza y con una dulce sonrisa en los labios, le dice:

 

- Todo lo contrario...

 

- Por cierto, pato ¿Por qué te ofreciste para "ayudarme" a escoger la bufanda?

 

La sonrisa del Cisne se hizo inmensa.

 

- Digamos que... necesitaba una ¿coartada, has dicho? Pues eso, necesitaba una coartada para tener a mi lado a un pollo muy... escurridizo.

 

Ambos jóvenes sonrieron felices dando comienzo a un nuevo y apasionado beso... el primero de muchos más que se darían aquella madrugada...

 

...Y a lo largo de sus vidas.

 

 

FIN

Notas finales:

Espero que os haya gustado este fic, muchos besotes...

OTO


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