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Painting Dreams por hana midori

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Notas del capitulo:

Holaaaaaaa, jejeje, bueno, antes de empezar, las debo una disculpa.... ¿porque? Porque solo subir PD. No me odien, les dire porque, y es sencillo, porque no pude terminar Candys and Devils, de hecho he tenido que rescribir desde cero el capitulo como 4 veces, y por eso no me dio ni tiempo de terminar Nuestro Holocausto...pero, como consuelo, Nuestro Holocausto se subira el 14 de noviembre pues empiezo examenes y la verdad ya me faltaba solo la mitad (pero no lo termine por la put* gripa que hizo que me internaran casi una semana >.< y de la cual por cierto todavia no me mejoro).... Candys and Devils quedara pendiente hasta que terminen mis examenes y pueda hacer algo que realmente me guste (porque no me estaba gustando como lo estaba haciendo...)

Bueno, espero sepan disculparme, y si no.....pues lo siento mucho, en serio....

Les dejo este capitulo, ojala les guste ^^

Por cierto, este capitulo hay partes que las narra ciel (se las dice a Sebastian)  y otras que las narro yo en tercera persona, por lo que es un tanto raro pero creo que esta bien porque habia un par de cosas que queria contar y que simplemente no vi otra manera de meter... 

Otra cosa, lo del inicio es una adaptacion de una cancion de Emilie autumn llamada "Mad girl" y digo adaptacion porque tecnicamente la cambie toda pero.....como sea, disfruten esto que como quiera tiene su toque oscuro.

Narra Ciel 

Narro "yo"

Frases importantes (?)

Chico demente.

¿Puedes creer lo que ellos han hecho?

¿No se detuvieron cuando les dijiste que lo hicieran?

En todos tus cuentos de hadas, ¿Cómo salvabas a la princesa?

¿Cómo murió tu madre? ¿Fue una buena mujer?

Tal vez algún día, lo sabrás…

 

Ese día iba a ser un día especial, yo lo sabia, pero no porque yo presintiera lo que estaba a punto de suceder, no, sino por el hecho de que esa mañana, era mi aniversario numero noveno.

Mis padres me consentían mucho cuando era mi cumpleaños, pues me permitían faltar a la escuela si caía en día hábil. Me daban de desayunar mi comida favorita, y nos divertíamos todos juntos. Al final, me compraban un juguete, y se me permitía dormirme tarde, aunque la mayoría de las veces terminaba acostándome a la hora de siempre. Era un día que yo esperaba con más ansias que navidad, y por eso, yo era el primero en despertarme durante esa fecha.

En cuanto abrí mis ojos, la emoción de saber que por fin había llegado mi aniversario me invadió, haciendo que saltara literalmente fuera de la cama en cuanto me quite las sabanas de encima. No me molesté siquiera en ponerme algún tipo de calzado, porque en esos momentos ignoraba por completo lo frio que el piso debía haber estado. Fui inmediatamente hacia la puerta de mi cuarto, y suavemente, la abrí de par en par.

Mi habitación estaba al final de un largo pasillo, y del lado contrario, se encontraba la de mi papá y mi mamá. Con pasos ligeros atravesé el corredor, y, al igual que como hice con la mía, abrí la entrada lentamente, fijando mi atención en la cama que se encontraba en medio del cuarto. Corrí hacia el colchón, y de un brinco, subí a él.

--¡es hoy!—dije entusiasmado, saltando ligeramente sobre las sabanas y haciendo que todo sobre la cama temblara. Mis padres hicieron un par de sonidos extraños, mas no se movieron gran cosa, por lo que para mi infantil mente, todavía estaban dormidos.

--¡vamos, levántense!—pedí mas alto, jalando un poco las cobijas hacia abajo--¡mamá, papá, es hoy!—entonces, tal y como quería, por fin uno de mis progenitores se incorporo. Se tallo los ojos, antes de acomodar detrás de su oreja un mecho de su pelo que le caía como una cascada de oro liquido. Fijo sus orbes azules en mí, y me sonrió de una forma tan amorosa y cálida como nadie jamás volvió a sonreírme. Tomó mi mano, y me atrajo hacia su pecho, abrazándome fuertemente…

 

--feliz cumpleaños, mi vida—dijo tiernamente la mujer, mientras apretaba más a su hijo contra su cuerpo. El menor se dejo mimar, sintiendo una tranquilidad sobrenatural en todo su ser. Que cuadro más bello era aquel, demasiado puro, demasiado tierno. Y eso mismo pensó el hombre de pelo azulado que ya se había incorporado en la cama.

--veo que el cumpleañero se ha levantando temprano—bromeo un poco, llevando una de sus manos a la cabeza del niño, para alborotarle los cabellos. El chiquillo rio sonoramente, al tiempo en que trataba de esconderse más entre los brazos de su madre, para que no siguiera haciéndole eso.

--bueno, bueno—comenzó la rubia, tomando la mano de su marido entre la suya. — Ya que nos hemos despertado todos, ¿Qué dicen si desayunamos algo especial?—Ciel inmediatamente clavo sus orbes en su madre, y en ellas, había una emoción profunda.

--¿pancakes?—pregunto con ilusión, sintiendo como su boca se hacía agua con tan solo pensar en eso. Su mamá sonrió, antes de asentir.

--si, cariño, pancakes. —el menor dejo salir una pequeña exclamación de alegría, al tiempo en que se alejaba de su madre para poder dar un pequeño brinco sobre el colchón.

--pero primero—interrumpió Vincent, soltándose suavemente del agarre de su mujer—alguien tiene que darse un baño—al decir esto, miro fijamente al chiquillo, quien inmediatamente inflo las mejillas, enojado.

--no voy a bañarme—le anuncio, cruzando los brazos sobre su pecho.

--¿ah, no?—cuestiono su padre, sonriendo diabólicamente. El más pequeño se intimido levemente por la mueca del adulto, pero se mantuvo firme.

--no—ante esta respuesta, Rachel sonrió un poco, sabiendo muy bien lo que venía a continuación. Vincent bajo la vista.

--en ese caso, no me dejas otra opción…--de improvisto, se lanzó sobre su hijo, y este no tuvo tiempo de prepararse.

--¡no, no!—exclamó, forcejeando con su padre. Ya debería haber sabido que contra la fuerza de su progenitor no podría, mas guardó secretamente una esperanza de que esta vez no le haría nada. Lástima que, de nada le sirvió el creer.

Su padre logró poner su mano sobre su estomago, y ahí, comenzó a hacerle cosquillas. Ciel lanzo una fuerte carcajada, y sus fuerzas menguaron aun más.

--b-basta—pidió entre risas, tratando de quitarse a su papá de encima.

--no pararé hasta que te bañes—sentencio él, sonriente. No iba a negar que le divertía hacerle cosquillas a Ciel, después de todo, ese era un juego que desde siempre habían tenido.

--¡n-nunca!

La rubia soltó una risilla, antes de pararse de la cama. Esa pequeña lucha duraría todavía un rato, y ella, tenía cosas que hacer.

--no se entretengan tanto—dijo mientras se retiraba, dirigiéndose más a su marido que a su niño.

--¡si, cariño!—le contesto su esposo, sin dejar de “torturar” a Ciel.

 

Ya  podrá imaginarse que en realidad si nos tardamos un rato, después de todo, yo tenía la “estrategia” –si se le puede llamar así—de decirle que si a mi padre para que me soltara, e inmediatamente tratar de huir para no hacer lo que había dicho.

Aun así, luego de unos 30 minutos, ambos ya estábamos listos. No recuerdo que me puse, pero sé que era uno de mis conjuntos de ropa favoritos, porque me lo habían regalado mi mamá y mi tía Ann el año pasado.

Bajamos al comedor, donde la mesa ya estaba puesta casi en su totalidad. Mi padre me pidió que me sentara donde quisiera, y él, se fue a ayudar a mi mamá con el desayuno….

 

--pancakes, pancakes—canturreaba alegre el chiquillo desde su silla, mientras jugaba un poco con los cubiertos de metal que estaban frente a él. Sus padres podían oírlo desde la cocina, y ambos se miraron, antes de sonreír al encontrar extremadamente adorable que su hijo se pusiera tan feliz con cosas tan sencillas.  Esa era señal de que su infancia era buena.

--si quieres yo término el resto—dijo amablemente Vincent, extendiendo su mano hacia la de la rubia que sostenía la espátula metálica. Ella negó suavemente con la cabeza.

--tranquilo, quiero comer con ustedes—contesto, sin despegar sus ojos de la estufa donde descansaban los pancakes. —Ya sabes que no me tardo mucho en arreglarme—le recordó, antes de voltear uno. Sintió como su marido le acaricio un poco su cabello suelto, y luego como este le daba un casto beso en la mejilla.

--de hecho, así podrías irte, estas más que preciosa—declaró con sinceridad, sonriente. Para Vincent, Rachel era el tipo de mujer que no necesitaba más que peinarse para lucir hermosa, o al menos, para él, no hacía falta nada más que eso para encontrarla bella. La ojiazul le dio un suave golpe en la cabeza, no muy de acuerdo con lo que le decía.

--tampoco soy tan bonita, tonto—le dijo, al tiempo en que apagaba la lumbre de la cocina. Su esposo solo soltó una risilla, y comenzó a ayudarla a servir la comida en los platos.

--uno enamorado—aclaró él luego de un rato, y ahora fue ella la que rio.

--eso explica un par de cosas—comentó divertida, terminando de preparar la porción de su niño. Tomó el plato entre sus manos, y se dirigió fuera de la cocina, con Vincent detrás de ella.

Llegaron hasta el comedor, donde los esperaba impaciente el pequeño Phantomhive, quien hacia un rato se dedicaba a mirar fijamente la servilleta blanca que tenía entre sus dedos.

Su madre le tocó ligeramente el cabello, haciéndolo regresar a la realidad. Cuando levantó sus ojos, se encontró con una pila de deliciosos pancakes delante de él, y no pudo menos que sonreír de emoción. Miro hacia sus lados, y vio a su padre poner otras bases de porcelana con el mismo tipo de comida, para que después tanto su madre como su progenitor tomaran asiento justo en frente de ellas.

Ahora que ya estaban todos instalados, ya podían empezar a comer.

--¡gracias por la comida!—dijo entusiasmado el niño, antes de partir un pedazo de su hotcakes y comérselo.

 

Nos divertíamos muchos durante los desayunos, porque era el único momento del día en el que siempre estábamos todos, y este, lo fue aun más por el hecho de que fuera mi cumpleaños. Bromeábamos, reíamos, e incluso mi papá se atrevía a decir algunas cosas que yo no entendía pero que hacían que mamá lo “regañara”, lo cual me causaba más risa que el chiste en sí.

Demoramos un buen rato en terminar de comer, y mientras ellos esperaban que yo terminara –porque a pesar de que me sentía satisfecho, no quería dejar ni un solo pancake en mi plato—comenzaron a contarme sobre lo que haríamos en el día.

Primero iríamos a Maze - Land, que era un lugar dentro de un centro comercial en el cual había muchos juegos donde uno podía esconderse o “perderse” sino sabía orientarse. Ignoro si actualmente todavía está en funcionamiento, pero en aquellos días, era bastante popular entre los niños, y a mí me encantaba como no tiene idea.

Después iríamos a comer con tía Ann—lo cual me sorprendió bastante ya que era una persona muy ocupada por esos días y no pensé que no la dejarían salir tan fácilmente del trabajo—y ya cuando fuera de tarde, me llevarían a comprar mi regalo.

Estaba muy emocionado, sería una mentira de lo más absurda decir que no, y una vez que di por terminado mi desayuno, mamá se puso de pie y fue a vestirse, mientras que papá lavaba los trastes. Normalmente yo ayudaba cuando de limpiar platos se trataba, pero como era mi aniversario, me dije que podía darme el lujo de solo hacerle compañía a mi padre.

Ya para las 8:30 de la mañana, todos estábamos en el automóvil en camino hacia aquel salón de juegos que tanto me gustaba.

Como ya le dije antes, el lugar estaba lleno de pequeños laberintos, cuyas estructuras estaban completamente acolchonadas, para que no hubiera riesgo alguno de lastimarse con ella. La luz que tenían en ese sitio era muy tenue, pues las cosas tenían colores fluorescentes y era necesario que no hubiera tanta iluminación para que se notara esto.

En cuanto llegamos nos apresuramos a entrar, y luego de que nos pusieran nuestros brazaletes, tomé las manos de mis padres.

 

--¡jueguen conmigo!—pidió el niño, poniendo unos ojos y una mueca tan tierna, que difícilmente alguien podría decir que no. Ambos adultos se miraron, desconcertados y sin saber que contestarle al menor.

--bueno… Ciel…--comenzó su padre, indeciso. No es que no quisiera jugar con él, era solo que no estaba permitido que los adultos subieran a los juegos con los niños. Rachel le hizo una señal para que guardara silencio, y después les sonrió a los dos.

--si así lo quiere el cumpleañero entonces jugaremos con él—le respondió dulcemente ella, agachándose a su altura para acariciarle la mejilla. Ciel dio un pequeño brinco de alegría, antes de empezar a jalar a sus papás hacia los laberintos. Vincent clavo sus orbes en su esposa, interrogante. La mujer, sin dejar de sonreír, le guiño un ojo, diciéndole con eso que no se preocupara. Él soltó un suspiro. A veces, su esposa podía ser bastante mal portada en cuanto a cumplir reglas se trataba.

 

Estuvieron conmigo toda esa mañana en los juegos, y aun cuando los trabajadores les pidieron que se bajaran de las estructuras, mi madre les explicaba ligeramente cual era nuestra situación, y después volvía con nosotros, ignorando por completo a las demás personas.

Nos quedamos un buen rato, pues nos fuimos de aquel lugar como a las 3 de la tarde, y todos teníamos mucha hambre. Fuimos a nuestro auto, y nos dirigimos hasta un restaurant que estaba un poco lejos de donde habíamos estado, pues ahí era donde mi mamá y mi tía se habían puesto de acuerdo para que nos juntáramos. Una vez que entramos, pude localizar a mi tía entre la gente que estaba en ese sitio, pues era la única que iba completamente de rojo…

 

--¡tía Ann!—escucho que alguien le decía, con una vocecita tierna y cargada de energía. Levantó sus ojos de la mesa, y vio que hacia ella se dirigía a paso veloz un niño de cabellos azules y preciosa sonrisa. Inmediatamente se paró, y extendió sus brazos, para darle un fuerte abrazo al pequeño en cuanto estuvo a su alcance.

--¡ah, mi querido Ciel!—dijo la pelirroja, apretando mas al chiquillo contra su pecho. Luego de unos momentos más, se separo de él, y tomó el rostro del menor entre sus manos.

--¿Cómo ha estado el niño más lindo de este mundo?—le cuestiono, pellizcando ligeramente una de las mejillas ajenas.

--bien, bien—respondió esté, riendo un poco por lo que le estaba haciendo la mujer.

--me alegra oír eso, cariño. — admitió ella, sonriente, para después dejar en paz los rojos cachetes del niño. En ese momento, Angelina se dio cuenta de la presencia de más personas, y cuando termino de erguirse, frente a su persona estaban su adorada Rachel, y Vincent.

--buenas tardes—saludo la pelirroja de manera educada, ganándose una mirada desaprobatoria por parte de su hermana.

--que mala eres, Ann—comento está, dolida—no te veo desde hace tiempo y me saludas como a una extraña—al decir esto, un tono dramático y demasiado fingido apareció en la voz de la rubia, y no solo eso, sino que cubrió su cara con sus manos, como si llorara. Angelina la miro confundida, y después rio ruidosamente.

--pero querida, si te vi ayer—le recordó divertida, derrumbando toda la “actuación” de su hermana.

--excusas, excusas—dijo Rachel, moviendo su muñeca de arriba a abajo, en un gesto desdeñoso. –además, que tal si hoy fuera nuestro último día de vida, ¿eh?—agregó ella, haciendo sonreír mas a Angelina pero logrando asustar a uno de los presentes…

--eso no va a suceder en mucho tiempo, Rachel. —contesto muy confiada la pelirroja, haciendo que su hermana sacara otro argumento algo tonto para defenderse. Y mientras las dos mujeres hablaban, Vincent las observaba, en silencio. Siempre que se encontraban las dos ese tipo de escenas se repetían, y aunque no le fastidiaban del todo, si lo aburrían un poco, pues lo ignoraban por completo.

Entonces sintió como alguien tomó su mano, y esto hizo que dejara de observar a su esposa y a Ann, para prestar atención a esa parte de su cuerpo.

--¿Qué pasa, Ciel?—pregunto preocupado él, al darse cuenta de que no solo había sido su hijo quien lo agarro, sino que también, en su rostro tenía una mueca de miedo bastante marcada. El niño hizo una señal para que su padre se acercara más, y así lo hizo Vincent, quedando a la altura del menor.

--papá, ni mamá ni tía Ann se van a morir pronto ¿verdad?—el adulto se confundió notablemente por lo que el chiquillo estaba cuestionando, mas luego dejo salir una sonrisa dulce. Se levantó, y después, posó su mano libre sobre los cabellos de Ciel.

--no, campeón—le aseguró Vincent—las brujas son difíciles de matar, sobre todo aquellas que tienen por apellido Durless—este último comentario hizo reír mucho al pequeño Phantomhive, haciéndolo olvidar su temor anterior. Vincent se permitió también reír por su ocurrencia, mas su diversión termino cuando notó que no solo su chico había escuchado su broma…

--¿Qué dijiste, amor mío?—le interrogó su mujer, con un aura oscura rodeándola. Él  mayor de los Phantomhive se quedó estático unos segundos, antes de poder hablar.

--n-nada querida mía—respondió nerviosamente, y ahora, tanto su hijo como su cuñada rieron por su reacción. Ciel fue hasta su mamá, y la tomó suavemente del brazo.

--vamos a comer, mamá, tengo hambre—dijo con tono inocente, haciendo que su madre olvidara todo menos que su niñito quería comer algo.

--claro, cariño, vamos a sentarnos. —Vincent soltó un pequeño suspiro de alivio, su hijo nuevamente lo había salvado de “la ira” de su esposa.

--que niño mas manipulador ¿no?—comentó en un susurro Angelina, lo suficientemente cerca del padre de su sobrino para que solo este oyera.

--la verdad es que si—le secundó él, observando fijamente al chiquillo sentado frente a la mesa a un lado de su madre, ambos felices.—pero mientras no lastime a nadie, me parece que es una buena cualidad suya—agregó Vincent, sonriéndole a la pelirroja. Está bajo el rostro, para que su cuñado no viera el ligero sonrojo que apareció en sus mejillas.

--mejor vamos con ellos—musitó, empezando a caminar hacia el sitio donde estaban sentados su hermana y el menor. El Phantomhive ya no dijo nada, simplemente se limito a seguir a Ann, hasta que llegaron a la mesa. Angelina se acomodo en el otro espacio vacío que quedaba junto a Ciel, y Vincent se sentó a la izquierda de su esposa.

Un par de instantes después, un joven, que era camarero del restaurante, llego para darles el menú, al igual que su nombre, en caso de que necesitaran algo.

--gracias, le llamaremos cuando estemos listo—lo despidió el mayor, y el chico asintió, antes de irse a otra mesa que no estaba muy lejos de ahí. Cada quien comenzó a leer la carta que se les había dado, y luego de unos minutos, por fin ordenaron lo que querían comer.

--bueno—empezó Angelina, poniendo sus codos sobre la mesa y recargando su mandíbula entre sus manos—ahora que solo nos queda esperar, me gustaría aprovechar este rato para preguntarle algo al cumpleañero.

Todos posaron su atención en  Ciel, lo cual le incomodo un poco al chico, pero no lo dejo ver tanto.

--¿Qué, tía Ann?—quiso saber, con genuina curiosidad. La pelirroja sonrió.

--¿Cómo vas con tus pinturas, primor?—los presentes vieron como las orbes del más pequeño se iluminaban inmediatamente, y eso era señal de que comenzaba a emocionarse otra vez.

--¡muy bien, tía!—aseguró el chiquillo—mamá me ha ayudado a terminar un cuadro muy bonito de un caballero peleando contra un dragón.

--¿en serio? ¡Guau, me alegro mucho!—discretamente, Ann bajo su mano a su bolsa, y luego de buscar unos segundos, extrajo algo de ella. Ciel rio un poco, e iba a decir otra cosa, pero su tía se le adelanto.

--feliz cumpleaños, Ciel—le felicitó, al tiempo en que extendía una pequeña tarjetita de plástico.  El menor se apresuró a tomarla, y cuando la tuvó entre sus dedos, la examinó un rato, antes de darse cuenta de que era. Levantó la vista hacia pelirroja, y esta solo volvió a sonreír.

--¡gracias, tía Ann!—exclamó contentísimo el peliazul, mientras le daba un rápido abrazo.

--de nada, cariño—murmuró ella, antes de dejar al niño.

--¿Qué te dio tía Ann, Ciel?—le preguntó su madre, y él, simplemente le dio el pequeño pedacito de plástico. Y esto era, nada más y nada menos que una tarjeta electrónica con dinero para comprar cosas en una de las tiendas de arte más importantes de la ciudad. Se la enseño a Vincent, y este, dejo salir un pequeño sonido de asombro.

--gracias, hermana—dijo Rachel, regresándole el regalo a su hijo.

--es lo menos que puedo hacer por mi sobrinito—le contestó, sin dejar de sonreír.

Y en ese instante, el camarero llego con las órdenes de todos, interrumpiendo momentáneamente el agradable ambiente que se había formado. El joven pusó los platos con sus respectivos comensales, y luego de asegurarse de que no había cometido algún error, se retiro igual de silencioso como había venido.

Los adultos se miraron durante un par de segundos, todavía sin saber si debían continuar con la plática o si debían comenzar a comer…

--¡gracias por la comida!—exclamó el chiquillo, agarrando los cubiertos de metal que se encontraban envueltos en una servilleta.

Tanto sus padres como su tía rieron suavemente, y decidieron imitarlo, dando así inicio a la comida.

 

No recuerdo mucho sobre la charla que tuvimos, pero fue lo suficientemente interesante como para hacer que nos quedáramos muchísimo más de lo usual, aun cuando ya habíamos terminado nuestros alimentos.

Pero, aun así, nosotros teníamos que seguir, y tía Ann tenía trabajo que hacer, así que para las 5, ya me estaba despidiendo de ella, y dándole gracias por haberme acompañado en mi cumpleaños.

Cuando nos subimos de nueva cuenta al auto, nos dirigimos hacia una juguetería que estaba cerca de ahí. Era muy grande por fuera, y por dentro, aun más. Había muchos estantes llenos de juguetes y juegos, y como yo no tenía una idea previa de lo que quería, tuvimos que ver todas las cosas que se exhibían.

 

Ya llevaban más de 1 hora en ese lugar, y su pequeño Ciel todavía no se decidía por algo. Comenzaban a cansarse, pero no se lo hicieron saber a su hijo, ya que si esté les preguntaba algo, ellos le contestaban de buena manera, y con una sonrisa en su rostro.

Entonces, y mientras ellos veían otras cosas, el chiquillo se alejo un poco, pues había visto algo que le había llamado en extremo la atención.

--oye, Ciel—le decía su padre, mientras bajaba un carro azul que se movía a control remoto de uno de los estantes--¿no te gusta esto?—se giró, con intenciones de mostrárselo al niño, mas se dio cuenta de que este estaba observando fijamente unos peluches que se encontraban cerca. Dejó el aparato que había agarrado anteriormente en un espacio de estante que encontró, y fue con paso lento hasta el pequeño. En cuanto estuvó detrás de él, posó una de sus manos en el hombro de su hijo.

--¿te gusta algo de aquí?—le cuestiono suavemente, mirándolo con ojos curiosos. Ciel asintió, algo avergonzado.

--se que son de niña, pero…

--no, no, Ciel, no te lo preguntaba por eso—aseguró el mayor, un tanto divertido por lo que había dicho su hijo—te preguntaba para saber si querías comprarlo. —le aclaró, y el chiquillo solo bajo sus orbes al piso, pensativo. Luego, y sin levantar la cara, señaló un conejo blanco con un parche en su ojo derecho, que llevaba puesto un chalequito y un moño que combinaban muy bien.

--quiero ese—susurró. Vincent sonrió, y se apresuró a tomar el juguete que había escogido el niño. Lo agarró con delicadeza, y lo estudió, para asegurarse de que no estuviera roto ni nada por el estilo.

--ten—le dijo al cabo de unos segundos, extendiéndole el peluche. El menor lo tomó, y lo abrazo con fuerza a su pecho, encontrándolo mas suave de lo que había pensado que era.

--bueno, vamos con tu madre—Vincent pasó uno de sus brazos por los hombros de su hijo, para después empujarlo ligeramente, en muda petición de que avanzara.

Rachel no estaba muy lejos, se encontraba a unos cuantos metros de ellos, mas estaba tan ocupada buscando algo que pudiera agradarle a su niño, que no vio nada de la escena anterior. Escuchó unos pasos detrás de ella, y cuando se volteó, su esposo y Ciel ya estaban frente a ella. Su marido señaló con los ojos el juguete que el chiquillo tenia, y la mujer, inmediatamente entendió el mensaje.

--¿eso es lo que te quieres llevar?—le cuestionó ella dulcemente, inclinándose a la altura del pequeño.

--si—contestó rápidamente  el menor de los Phantomhive, mirando disimuladamente a su madre.

--en ese caso—se incorporó nuevamente, antes de sonreírle—nos lo llevamos. — Ciel levantó el rostro, entre sorprendido y feliz. Lo primero porque pensó que no lo dejaran tener “algo de niña” y lo segundo porque podría comprarse lo que él quería.

--¿en serio?—preguntó incrédulo, y ahora su papá fue el que hablo.

--claro, campeón. —Le despeinó ligeramente los cabellos—es tu cumpleaños, y no tiene nada de malo que te gusten los peluches. —el niño rio, antes de abrazar a su padre, y después a su madre.

--¡gracias!

 

Se suponía que ese sería el final del día… debió serlo, debió serlo… pero si hubiera sido así, ni usted ni yo estaríamos aquí ¿sabe? Porque este, es el punto sin retorno.

Después de pagar e irnos, vimos que todavía era un poco temprano, y yo sugerí, que sería buena idea ir a ver una película. Naturalmente, y por ser mi aniversario, mis padres no se lo pensaron mucho para decirme que sí. Me preguntaron si tenía alguna en especial en mente, y yo les respondí que sí. Quería ver una de terror, cuyos anuncios había visto unos días antes y que si mal no recordaba se había estrenado el día anterior.

Ya con esto decidido, fuimos a un pequeño cine que estaba bastante cerca de donde estábamos. Inmediatamente después de entrar, caminamos hacia la taquilla, y ahí mi padre pregunto los horarios de la película que yo quería ver.

La más temprano que había empezaba a las 9 de la noche.

 

Vincent soltó un suspiro, y luego de agradecer a la señorita del otro lado de la ventana, regresó con su familia.

--la más temprano empieza a las 9—les dijo con un tono cansado, en cuanto estuvo frente a su esposa e hijo. Ciel hizo una mueca, ya que su hora de dormir era específicamente a las 9 de la noche.

--pero yo quiero verla—exclamó un tanto decepcionado, sabiendo muy bien que era muy probable que no lo dejaran.

--lo sé, Ciel—admitió su padre—pero es muy tarde, además, apenas son las 6:30, ¿Qué haríamos durante dos horas y media aquí?—el niño guardó silencio, y después bajo la mirada. No iba a llorar ni mucho menos, mas si estaba triste porque no podría ver la película que quería. Apenas iba a decir que estaba bien, que mejor regresaran a casa, cuando su madre intervino.

--yo digo que la veamos—comenzó, con voz decidida—desvelarse una vez cada año no hace daño, ¿no?—y al decir esto último, le dedicó una sonrisa cálida al menor, quien se le quedó mirando con verdadera admiración y asombro. Vincent también la observó con sorpresa.

--pero, Rachel, sabes que yo…

--se que tienes trabajo—le interrumpió delicadamente—así que te propongo algo: Compra los boletos, nos dejas aquí a mí y a Ciel, y le adelantas a tu proyecto. Cuando termines, vienes y nos alcanzas.

No había pierde con la idea que proponía su esposa, y no hubiera duda en aceptar si no fuera por un pequeño pero gran detalle…

--Rachel—dijo preocupado—este lugar se pone muy peligroso de noche—le recordó, y como respuesta, no recibió otra cosa que una sonrisa.

--me consta—admitió—pero no te preocupes, no saldremos del cine  hasta que vengas tu, te lo prometo—aseguró ella, todavía sin borrar de su rostro aquella curvasion de sus labios. Su marido la observó por un largo rato, y después poso su atención en Ciel, quien estaba ya perdiendo las esperanzas que había recuperado con la propuesta de su madre.

Suspiro, mientras se tocaba la cabeza con la mano.

--está bien, Rachel, tu ganas—tanto mamá como hijo se miraron contentos, y Vincent se encamino nuevamente a la taquilla, para comprar los boletos de la función. Cuando regreso, le dio dos a su esposa, y él se quedo con uno.

--no vayas a salir si no estoy, ¿okey?—pidió el mayor, visiblemente perturbado por la idea de dejar sus dos tesoros más preciados así por culpa del trabajo.

--te lo prometo—repitió ella, antes de abrazarlo y darle un beso en la mejilla—no lo haremos. —se alejó, y Vincent asintió, un poco más tranquilo. Posó sus orbes azules sobre el menor.

--cuida a tu madre—le dijo un tanto serio.

--si, papá—contestó de inmediato el chiquillo, con voz segura.

El Phantomhive se despidió de ambos por última vez, y se subió al auto. La última imagen que vio antes de irse, fue la de su esposa y su hijo tomados de la mano, entrando con una sonrisa al cine.

“Una vez no hace daño” se convenció “No hace daño…”

 

Tuvimos que esperar en la sala durante dos horas y media, y la única cosa que encontramos para entretenernos fue el jugar a las atrapadas. Yo y mamá corríamos por entre los asientos, y gracias a que no había nadie, pudimos hacerlo durante un buen rato.

Ya, por fin, la sala empezaba a llenarse de personas, por lo que tuvimos que interrumpir nuestra diversión y sentarnos en algún lado.

5 minutos antes de que la película comenzara, papá nos llamo, y nos dijo que no podría alcanzarnos hasta más tarde. Mi mamá le respondió que no se preocupara, que todo estaba bien, y que le llamaría en cuanto terminara la función.

Cuando colgó el teléfono, las luces se apagaron, y la película por fin comenzó.

No sé cuánto tiempo paso, y no estoy interesado en ver nuevamente ese filme para saberlo, mas la historia, las cosas horrendas que aparecían, me asustaron más de lo que pensé que me aterrarían. Ya no quería seguir viendo la función, y se lo hice saber a mi madre, y ella simplemente me abrazo, y me dijo que nos iríamos en cuanto quisiera.

--me quiero ir ya—le susurré, sin atreverme a mirar otra vez la pantalla. Mamá me acarició el cabello, y me hizo levantarme. Fuimos hasta la salida, pero esta no se movió ni un poco.

--rápido, rápido—supliqué con un hilo de voz, escuchando los gritos de las personas dentro del filme, suplicando por sus vidas. Entonces mi madre busco por todos lados alguna puerta, y la única que quedaba era la de la salida de emergencia.

--ven—me pidió en voz baja, y en menos de un minuto atravesamos toda la sala, para después estar frente a esa puerta roja. Mi mamá me soltó, para poder abrirla, y tuvo que apoyar todo su peso para que esta se abriera.

En cuanto quedó, ambos nos salimos, y ella cerró detrás de nosotros la puerta. Luego nos dimos cuenta de que, fuimos a dar a un callejón detrás del cine…

 

Estaba todo sumido en tinieblas, y solo la luz que se encontraba arriba de la salida iluminaba el estrecho pasillo. Rachel sabía que no era bueno que estuviera a esas horas en un sitio como ese, pero le importaba mas tranquilizar a su hijo, antes de hacer otra cosa. Se inco a la altura de su niño, para después acariciarle las mejillas con sus manos.

--¿te encuentras bien?—le pregunto maternalmente, y recibió como respuesta un asentimiento de cabeza por parte del menor.

--no te preocupes, nada puede hacerte daño, mi amor—aseguró ella, atrayéndolo hacia su pecho para poder abrazarlo. —Todo estará bien—le susurró, y con eso, por fin el pequeño pudo relajarse.

--g-gracias—tartamudeó, dejándose mimar.

--ah, pero que escena más conmovedora—escucharon que decía una voz ronca y maliciosa. La rubia inmediatamente se incorporó, y puso detrás de ella a su pequeño. Un hombre que tenía aspecto de cometer atrocidades fue iluminado sutilmente por la luz de la lámpara, y este, les sonreía de una manera horrenda.

--¿Qué quiere?—preguntó Rachel, retrocediendo un poco, provocando que Ciel diera un paso hacia atrás también.

--oh, no se preocupe, señora, nosotros no queremos nada que no pueda darnos—la mujer se alarmó visiblemente al oír aquel nosotros, y ese vagabundo pareció darse cuenta.

--oigan chicos, la señora quiere una prueba de nuestra presencia. —dijo en voz alta, y casi inmediatamente, risas un tanto macabras llegaron hasta los oídos de la rubia y el peliazul. Salieron de entre las sombras otros 3 hombres, dando en total una banda de cuatro personas las que los tenían acorralados. Esto no estaba nada, pero nada bien.

--denos todo el dinero que tenga—pidió el primero que vieron y quien parecía ser el líder, mientras sacaba de sus ropas una enorme navaja.

“No demuestre miedo” se dijo Rachel, buscando algo de efectivo entre sus bolsillos. No tenía mucho, pero algo era algo.

--tengan—murmuró, lanzando lejos de ella y su hijo los billetes. Dos de los recién llegados se apresuraron a recogerlos, y luego de contarlos, le dijeron a su jefe el monto.

--¿eso es todo lo que tiene, señora?—le cuestionó seriamente, y la rubia simplemente asintió. Aquel hombre lanzó una maldición al aire, y después volvió a mirar a los dos. Fijo su atención en el peluche.

--denos ese juguete que tiene el niño—ordenó, y Ciel, de forma inconsciente, abrazo mas su conejito.

--p-pero es mío—susurró, lo suficientemente bajo como para que solo su madre lo escuchara. Ella negó con la cabeza.

--te compraremos otro—le prometió, y luego, extendió su mano—dámelo.—el menor pudo leer en las orbes de su progenitora, que no podía ser discutida aquella petición, y, algo dentro de su interior, le decía que si no quería que algo malo pasara, debía obedecer. Con manos temblorosas se lo entregó, mas entonces aquel tipo volvió a hablar.

--espere—una sonrisa maligna apareció de nueva cuenta en ese horrible rostro—quiero que venga el niño y me lo entregue en la mano. —Rachel inmediatamente negó con la cabeza.

--no, ni de broma—dijo con voz decidida. No iba a permitir que su hijo se acercara a esas personas. El vagabundo soltó una risilla, al tiempo en que jugaba un poco con su arma.

--entonces entréguemelo usted. —le pidió, señalándola con la punta del cuchillo. Los demás que observaban rieron, y el miedo aumento más en ella y en el niño.

--vamos, señora que no tenemos toda la noche—dijo con impaciencia el más alejado de todos, y los demás, comenzaron a decirle cosas parecidas. Rachel cerró sus ojos durante unos segundos, y luego de meditarlo, comenzó a caminar hacia ellos.

Cuando estuvo cerca de aquel sujeto, le extendió el muñeco, y él, lo tomó.

--gracias, señora—de un movimiento, la jalo del brazo hacia abajo, haciéndola perder el equilibrio y caer a sus pies. En menos de una fracción de segundo, y antes de que ella pudiera ponerse de pie, dos de los delincuentes la agarraron de sus brazos.

--¡mamá!—grito aterrado Ciel, sin saber qué hacer.

--¡suéltenme!—exclamó Rachel, luchando por zafarse. Todos se volvieron a reír, burlándose de la mujer.

--relájese—murmuró el líder, poniendo el filo de la navaja en la mejilla de la rubia—le prometo que no le dolerá mucho…--Rachel cerro fuertemente sus parpados, esperando el dolor, pero todo lo que sus sentidos captaron, fue solamente un grito.

--¡¡mocoso del demonio!!—ladró el jefe, retrocediendo hacia atrás con una mano en su cara. Rachel no entendía que había pasado, y no comprendió hasta que vio como su niño tomaba otra piedra del piso, y la arrojaba con todas sus fuerzas a uno de los hombres que la tenia sujeta.

--¡¡¡no, Ciel!!!—grito ella, haciendo que el pequeño Phantomhive se congelara. Él la miro con confusión y miedo, sin comprender porque lo estaba regañando… Y en ese momento, el tipo que no había estado haciendo más que observar, fue corriendo hasta el menor, y esté, por más que busco donde esconderse, no pudo evitar que lo atrapara.

--¡¡déjame!!—lloriqueó, lanzando patadas al aire y puños. La rubia pidió a gritos que lo soltaran, que no le hicieran nada, pero ellos no parecieron escucharla.

El líder fue hasta el chiquillo, y le soltó un fuerte golpe en la cara. Las suplicas de Rachel aumentaron de volumen, mas siguieron cayendo en oídos sordos. Ahora el menor tenia lagrimas por las mejillas, gracias al dolor que se había apoderado de su boca. El jefe solo sonrió ante esto, y lo agarró de los cabellos, jalando su cabeza hacia atrás de manera violenta.

--pero que lindo eres, pequeño—le alagó, exhibiendo el cuchillo frente a los ojos de Ciel.

--¡¡¡no se atreva!!!—rugió Rachel, luchando mas afanosamente.

--callen a esa perra—les ordenó su líder, y quienes tenían atrapada a la rubia, la golpearon en la cara, aturdiéndola. El niño iba a llamarla, pero aquel hombre que lo amenazaba con cortarlo le puso la navaja en los labios temblorosos.

--si te atreves a decir algo, te corto la lengua. —dijo amenazadoramente, con una mirada tan seria que no era posible que no estuviera hablando en serio.

--como te decía—continuó—eres una lindura, niño—alejó el arma del rostro del chiquillo, y la levanto encima de las cabezas de ambos—realmente es una lástima que me hayas hecho enojar y me hagas destrozarte la cara. —al decir esto último, una sonrisa macabra se dibujo en su rostro. Ciel todavía no podía asimilar del todo lo que le había dicho, ¿Acaso él iba a…?

--¡¡no, por favor, no!!—grito asustado, tratando de soltarse. El jefe no se inmuto, solo ensancho mas su sonrisa. Levantó aun más alto el cuchillo.

--es tu culpa, lindura—se excusó aquel sujeto, y justo en ese momento, Rachel regresó por completo en sí misma.

--¡¡no, no le hagan nada!!—Volvió a gritar, y en ese momento, vio como aquel demonio bajaba con fuerza la navaja hacia uno de los ojos de su precioso hijo.--¡¡PAREN, HARE LO QUE QUIERAN PERO PAREN!!

El líder se detuvo un centímetro antes de golpear la orbe azulina del niño, y todo, se quedó en silencio por un segundo.

--¿lo que sea?—repitió él, mirando a la mujer que respiraba entrecortadamente. Ella asintió.

--s-solo, solo dejen a mi hijo, por favor—murmuró con un hilo de voz, luego de haberse recuperado.

--de acuerdo—prometió aquel hombre, alejando la punta filosa del pequeño, quien comenzaba a llorar nuevamente. —Hector, llévate al chiquillo a otra parte, no quiero que nos interrumpa con sus gritos—el hombre que tenia a Ciel asintió, y lo cargó sobre su hombro.

--¡¡no, mamá, mamá!!—exclamó entre llanto, tratando de soltarse. Ella, también empezó a soltar perlas saladas, mientras observaba como metían a su niño dentro de un enorme contenedor de basura.

--te quiero, Ciel—le dijo con voz quebrada, tratando de sonreírle. Entonces, aquel que había comenzado todo se puso frente a ella, haciendo que ya no pudiera ver como el hombre que encerró a su pequeño ponía un pesado bloque sobre la tapa del basurero.

--bueno, señora—comenzó a decir este, al tiempo en que comenzaba desabrocharse el pantalón.--¿le parece si comenzamos?

Rachel cerró con fuerza sus parpados, todavía escuchando los gritos de ayuda de su adorable hijo.

“Que Dios me perdone por esto” pensó, antes de ponerse lentamente de pie. El líder sonrió de manera sucia, mientras se le acercaba y la tomaba de la cintura. La rubia soltó un suspiro, antes de abrir ligeramente sus ojos.

Y, en un movimiento rápido, trató de quitarle la navaja a aquel hombre, pero este la tenía fuertemente agarrada, por lo que terminó forcejeando por el arma.

--¡suéltala,  maldita perra!—exclamó, tratando de golpear a la mujer con su mano libre. Los demás compañeros trataron de inmovilizarla, y aunque en un principio parecía que no lo lograrían, en un minuto como mucho, ya tenían a Rachel nuevamente sujetada. Ella apretó la mandíbula, para no gritar de desesperación y rabia al ver que no pudo lograr nada.

El jefe la miro con odio, ya harto de que tanto madre como hijo se comportaran de esa manera.

--si tanto quieres el cuchillo—dijo seriamente, acercándolo a la rubia—entonces te lo daré—y antes de que Rachel pudiera comprender lo que le estaba diciendo, un dolor insoportable hizo presencia en su abdomen. Lentamente, rodo sus ojos hacia abajo, para encontrarse con la terrible visión de la navaja dentro de su cuerpo.

El hombre la sacó violentamente de ella, para después volverla a incrustar en otro punto cercano al primero. Esta vez, la mujer lanzó un grito desgarrador.

--te gusta ¿eh?—preguntó sarcástico el líder, volviendo a sacar el cuchillo. Con un movimiento de cabeza ordeno a sus seguidores que la soltaran, y en cuanto lo hicieron, la rubia cayó sin fuerzas al piso. Podía sentir la caliente sangre correr libre por su ropa y cuerpo, y en un intento por detenerla, llevó una de sus manos a las heridas.

Entonces uno de los tipos le lanzo una patada en el estomago, haciendo que de nueva cuenta lanzara un fuerte gemido, y  provocando además que el liquido carmesí saliera con mayor rapidez.

Todos los presentes se carcajearon ruidosamente.

--muchachos, ¿Qué les parece si le enseñamos lo que se merecen las putas cuando se resisten?

Rachel levanto débilmente su mirada, para encontrarse con las sonrisas macabras de aquellos hombres. No, esos no eran hombres, ni siquiera demonios, eran muchísimo peor que eso.

“Lo siento, Ciel, Vincent…”

Y nuevamente, la navaja entro dentro de ella.

 

Notas finales:

Bueno, como ven, queda como final abierto, pero lo hice porque en el siguiente todavia se seguira narrando un poco, aunque ya no como flashback.....

¿Que piensan? ¿Era lo que esperaban o mejor o peor?

Nuevamente lamento el no poder subir mas que esto, pero ojala entiendan mis razones...

Espero verlas pronto, y....¡¡dejen comentarios!!

P.S No tomen tantas pastillas para la gripa, uno se drogra y le duele un chingo la cabeza >______<


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