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Painting Dreams por hana midori

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Notas del capitulo:

chan, chan, chaaaaaaaaaaan~~~(?) jajajajaja el tan esperado capitulo de painting dreams por fin esta aqui!!!!!!!!!!!

jejeje, se que me tarde mucho, se que me merezco mentadas de madre, y se que posiblemente se desepcionen, pero aqui se los traigo con mucho amor!!!!

no saben como batalle para hacerlo (no queria que se viera que un personaje hablaba mas que otro, asi que fue complicado ponerlos de manera "equitativa"...si claude te hablo ati ¬¬) , y al final siento que me quedo un poco raro (aguas, digo raro, no feo xD) ya que despues de like romeo and juliet me quedo esa sensacion o.o llamenme loca pero asi es xDDD

y otra cosa, use algunas cosas muy comunes en mi pais (como la moneda por ejemplo, porque no tengo ni papa de idea de cuanto vale la moneda britanica) asi que espero no los moleste.

sin mas preambulos el capitulo ^^

P.S tambien te lo dedico a ti arin-chan!!!!! pasatela super el dia de tu cumpleaños por favor ;)

P.S 2 segundo capitulo mas largo que he escrito xDDD asi que puede estar algo "aburrido"

Mucha gente pasaba a su alrededor, riendo y gritando con fuerza. Para el menor, ese tipo de ambientes le eran muy incómodos, pues no le gustaba el ruido. Se preguntaba porque al final había decidido ir, aun sabiendo que se metería en muchos problemas si alguien se enteraba de donde estaba realmente.

Yo me encargare de todo.

Le había dicho el rubio, con una enorme sonrisa en la cara. Suspiro, nunca debió aceptar.

--¿cansado?—pregunto el ojimiel, mirando con algo de preocupación al niño.

--no… fastidiado.

--jeje, Alois puede ser algo imperativo…

--¿algo?—pregunto, con un tono de incredulidad en la voz. Claude solo rio bajo, levantando la vista la frente.

--bueno, bastante imperativo.

--por cierto, ¿Cuándo llegara?

--pronto, dijo que tenía que arreglar tu “coartada” antes. —de nueva cuenta soltó un suspiro. No dudaba de la capacidad de su amigo de mentir, sino de la suya.  Además, el hecho de saber que pronto Sebastian llegaría tampoco le ayudaba nada. El solo pensar en que estaría de nuevo solo con él, lo ponía extremadamente nervioso. Cambio su pequeña mochila de hombro, ya que le estaba molestando, tal vez hubiera sido buena idea dejarla en el auto, tal y como le había propuesto el mayor.

--¡¡Claude, Ciel!!—los dos rápidamente reconocieron la voz, y pudieron visualizar al chico, corriendo hacia ellos. Apenas llego, se lanzo a los brazos de su novio, abrazándolo.

--tardaste—le dijo el adulto.

--un poquito—bromeo.

--cof, cof— interrumpió Ciel, algo avergonzado ante tal situación.

--nee Ciel, cuando estés así con tu adorado doctor te hare lo mismo.

--ya quisieras que eso pasara—respondió para defenderse.

--como sea—Claude separo un poquito a Alois, mas todavía lo tenía abrazado de la cintura.--¿ves por ahí a tu pretendiente?—una sonrisa burlona apareció en el rostro del pelinegro, recibiendo una mirada asesina como respuesta.

--no creo que venga.

--si claro, lo que digas—replico el rubio. Los tres caminaron más cerca de la entrada, tal vez el tan mencionado psicólogo ya estaba por ahí.

--¿lo ves?

--no.

--vamos Ciel, no mientas.

--no estoy mintiendo tonto.

El peliazul no buscaba con mucho empeño, pensaba en que tal vez el ojirojo había llegado antes, y como no los vio, decidió irse. O al menos eso deseaba…

Fue entonces cuando se topo con unos hermosos ojos carmesí. Se quedo petrificado, cosa que notaron inmediatamente sus amigos. Dirigieron su vista hacían donde creían que Ciel estaba mirando, y vieron a un hombre de cabellos negros, un poco más joven que Claude. Llevaba puesto unos pantalones negros, con una camiseta de rayas blancas y negras (el del la ova del making) era un traje sencillo, pero le quedaba bien.

--Ciel tienes buen gusto—susurro Alois. El ojiazul ni siquiera le prestó atención, pues al parecer él ya lo había visto. Hizo una señal con la mano, y Ciel le correspondió, con algo de vergüenza claro. Estuvieron cara a cara en unos segundos, y el primero que se adelanto a saludarlo fue Claude.

--buenas tardes—saludo educadamente. Sebastian también respondió con la misma cordialidad.

--buenas, soy Sebastian Michaelis, psicólogo de Ciel.

--Claude Faustus, maestro de Alois y Ciel. —el moreno se confundió.

--¿maestro? Creí que usted era su hermano…

--¡bueno!—interrumpió el rubio, tomando el brazo de Claude—es mi maestro y mi hermano, nuestros padres se casaron hace dos años jejeje—jalo con algo de fuerza el miembro del ojimiel. Este puso cara de “no es mi culpa” puesto que no estaba enterado de esa mentira. —Alois Trancy, al fin lo conozco en persona.

--lo mismo digo, gracias por la invitación—sonrió. Miro por encima del hombro del más grande, buscando a cierta personita que quería ver. Paso a un lado de los dos, quedando frente al peliazul.

--hola Ciel. —el menor levanto la vista, desviándola casi al mismo tiempo.

--hola. —a Sebastian ese comportamiento evasivo lo preocupo, pues pensó que el chico lo hacía porque estaba enojado con él. Iba a hablar, pero el peliazul se le adelanto.

--vamos a entrar ¿no?

--pues…

--¡si!—interrumpió Alois--¡quiero ir a la montaña rusa!

--entonces mejor vamos haciendo fila—menciono Claude, tomando la mano de Alois. Ciel se quedo atrás de los dos, y el ojirojo iba a lado del chico. Miraba con cierto aire de curiosidad a esos dos, porque no parecía una relación “fraternal” sana… al menos eso creía.

Luego de pasar unos minutos haciendo fila para comprar los boletos, y de esperar un poco más para entrar, por fin pudieron ver el parque de diversiones en todo su esplendor.

--al fin entramos—dijo con algo de fastidio el más joven. Si había algo que odiaba más que los lugares ruidosos, era hacer fila para las cosas.

--¿A dónde vamos?—cuestiono en voz alta el rubio, para que todos opinaran.

--dijiste que querías ir a la montaña rusa—respondió su profesor. Alois apenas iba a decir otra cosa, mas alguien le gano.

--mejor vamos a los carros chocones. —propuso el ojiazul.

“Por lo menos ahí puedo golpearte libremente” pensó.

--vamos Ciel, ¿no me digas que le tienes miedo a las alturas?—pregunto burlo el Trancy.

--¡claro que no!—replico.

--entonces no hay problema ¿cierto?—Ciel hizo una mueca, la cual no paso desapercibida por la mirada de su doctor.

--propongo un volado—dijo de pronto, haciendo que todas las miradas se posaran sobre él.

--¿un volado?

--si—dirigió su mano a uno de los bolsillos de su pantalón, para dejar luego a la vista una moneda plateada. — ¿Les parece bien?—el peliazul no pudo ocultar su sorpresa, ya que se había resignado a ir a la montaña rusa.

--aceptamos el trato.

--bueno…--lanzo la moneda al aire, para luego atraparla con el torso de la mano y taparla con la otra, para que nadie viera que había caído. Lo hizo tan rápido que efectivamente ninguno de los presentes supo que salió.--¿cara o cruz?

--contesta tu Claude—dijo Alois, sonriéndole. El ojimiel se quedo pensativo unos segundos, sin apartar la vista de las manos de Sebastian.

--Cruz—respondió confiado. Sin perder más tiempo, el psicólogo destapo el pedazo de metal, y todos se acercaron a ver si la respuesta era correcta.

--Cara—corrigió Michaelis, con una mirada triunfante—Ciel escoge el juego. —agrego para luego voltear a ver al niño, dejándole ver una sonrisa dulce. El peliazul bajo la cara, para que no vieran un suave color rosa en sus mejillas. El rubio soltó un suspiro.

--al parecer tienes mala suerte “hermano”. —comento burlón, haciendo reír suavemente al profesor.

--creí que ya lo sabías.

--solo quería comprobarlo… como sea, vámonos a los carritos chocones—rápidamente se puso en marcha, arrastrando con él al ojimiel, quien no se veía para nada molesto por este hecho. En cambio Sebastian y Ciel iban más despacio.

--cuanta energía tiene tu amigo—dijo el azabache.

--ni que lo diga, imagínese tener que soportarlo 5 horas diarias todos los días. — frunció levemente el ceño—no es nada divertido—agrego.

--jajajajaja me lo puedo imaginar.

--¡¡eh, lentos!!—grito Alois, enfrente de la entrada del juego.

--¡ya vamos!—exclamo el peliazul, acelerando el paso. El ojirojo también le imito, y a los pocos segundos, ya estaban todos dentro. La pista no tenía mucho chiste, simplemente era un espacio liso lo suficientemente grande como para manejar sin muchos problemas los autos, pero muy pequeño como para evitar golpear las paredes o a los otros conductores. Había 5 autos en total, 2 amarillos, 1 rojo y 2 azules.

Un empleado de la feria apareció, fingiendo una sonrisa amable ya que se veía bastante fastidiado de trabajar ahí.

--bienvenidos, escojan el carro que quieran.

--¡el rojo es mío!—dijo el rubio para ir corriendo hacia ese. Ciel se sentó en uno azul, dejando su mochila a un lado suyo. Claude se sentó en uno de los amarillos y Sebastian tomo el azul restante. El joven los siguió uno por uno, poniéndoles los cinturones. Cuando paso con el ojiazul, noto la bolsa que este traía.

--si quieres puedo cuidártela—le propuso. El niño negó con la cabeza.

--así está bien, gracias. —el joven no quedo muy convencido, mas decidió restarle importancia.

Luego de asegurarse que las normas de seguridad estaban correctas, salió de la pista, dirigiéndose a donde se encendían los autos. Apretó un botón, y los motores se prendieron.

--empieza la diversión—susurro para sí mismo Alois. Ciel piso el acelerador, queriendo embestir primero a su amigo, mas este logro esquivarlo.

--vamos Ciel, no me digas que sigues molesto.

--ya veremos—intento nuevamente golpearlo, pero la habilidad del rubio era demasiada, tanto, que no se dio cuenta de la trampa a la que lo estaba dirigiendo. Cuando el peliazul por tercera vez quiso chocarlo, no se dio cuenta de que a un lado de su objetivo estaba Sebastian, y cuando este se movió para esquivarlo, le pego a su psicólogo.

El golpe no fue fuerte, pero si los sacudió un poco.

--p-perdón—dijo avergonzado el chico, mas antes de siquiera poder decir otra cosa, su compañero le embistió por la espalda.

--jajajaja—rio para luego retroceder. El ojirojo, al ver que su paciente no reaccionaba, lo rodeo, para ir detrás del muchacho. Pero cuando iba a chocar a Alois, algo lo golpeo por su lado izquierdo, evitando que siguiera lo rozara.

--¿adonde iba Doc?—pregunto Claude, con una sonrisa maliciosa en su rostro. Sebastian también sonrió.

--a enseñarle modales a tu hermano—respondió. El ojimiel retrocedió un poco, con la intención de volver a embestir a Michaelis, mas algo le dio primero. Cuando giro su cabeza, se encontró con su lindo estudiante de cabellos azules.

--hola profesor—saludo, con una carita inocente. Sebastian rio un poco al ver la expresión que tenia Ciel, puesto que jamás había estado tan adorable como en ese momento.

--propongo algo—interrumpió el rubio, poniéndose justo a un lado del peliazul—Claude y yo contra Sebastian y tú, el que gane decide el próximo juego.

Rápidamente, cada quien intercambio miradas con su “proclamado compañero de equipo”

--¿condiciones?—pregunto el ojirojo, visiblemente emocionado por el reto.

--el equipo que de mas golpes gana. —Dicho eso, Alois se apresuro a chocar contra el Phantomhive--¡1 a 0!—grito, alejándose a toda velocidad.

--¡eso es trampa!

--¡en el amor y en la guerra todo se vale querido Ciel!

--tks.

El tiempo parecía haberse detenido, ya que todos estaban tan absortos en el juego que no notaban nada más. Ciel no era muy bueno, y por mas sagaz que era su psicólogo, la astucia de Alois, combinada con la de Claude, eran un arma digan de combatir.

El rubio sintió que algo le embistió por detrás, y se dio cuenta de que fue su amigo.

--vaya, primera vez que me pegas—comento burlón.

--ya vamos iguales Alois.

--jajajaja eso quisieras.

Apenas y termino de decir eso, cuando su profesor le pego a Ciel en uno de los costados.

--30 a 31. —murmuro este. Sebastian, al ver en problemas al chico, se apresuro en ir en su auxilio, mas antes de siquiera poder acercarse, el auto se detuvo. Piso con fuerza el acelerador, pero nada ocurrió.

--¿Qué demonios…?

--se acabo el tiempo—dijo el trabajador—si quieren volver a jugar tienen que hacer fila.

Los cuatro se miraron entre ellos, algo desconcertados por tan repentino corte. El primero en reponerse fue Ciel, ya que se quito el cinturón y se hecho al hombro su mochila. Le siguieron Sebastian y Claude, quedando en último Alois.

--ya me estaba divirtiendo—dijo decepcionado, poniéndose de pie. Se apresuraron a salir de la pista, ya que había gente que esperaba entrar.

--¿ahora a donde vamos?—cuestiono Ciel.

--ne, no te hagas el tonto, me toca escoger el juego—le recordó el rubio, ligeramente molesto por la pregunta.

--no me digas, ¿quieres ir a la montaña rusa no?

--ya no—respondió, confundiendo un poco a Ciel—quiero ir a…--miro a su alrededor, buscando algo interesante cerca…

--quiero ir a la casa de los espejos—sentencio, sonriendo de una manera que solo Claude supo interpretar correctamente.

--¿a la casa de los espejos?

--sip—agarro el brazo del ojimiel—será interesante ¿no?—al decir lo ultimo miro de reojo a su maestro, quien solo soltó un suave suspiro, mas no dijo nada más.

--vamos entonces—los cuatro se pusieron en marcha, y ya que el juego no está muy lejos, no tardaron nada en llegar.

La puerta era bastante bonita, ya que se parecía mucho a las entradas a las pirámides de las películas.

--hola—esta vez, una mujer fue quien los atendió. —bienvenidos al “Maze of Mirrors”, por favor, tengan cuidado en no romper ningún espejo, y si en algún momento sienten que no podrán salir, quédense quietos, nosotros hacemos un recorrido de rutina cada 20 minutos. —termino su dialogo con una sonrisa, haciendo que todos quedaran un poco extrañados con su forma de decir las cosas.

--pasen por aquí—se apresuro a agregar, abriendo la entrada lo suficiente como para que entraran sin problemas.

Alois sonrió con malicia, mientras se introducían dentro. Cuando los cuatro pasaron, lo primero que vieron fueron muchos espejos, y una sala bien iluminada. Luego de eso se escucho el sonido de la puerta al cerrarse.

--muy bien genio—empezó Ciel--¿Qué se supone que haremos aquí?

--fácil, nos introduciremos hasta el fondo, y el primero en salir decide a donde vamos.

--con tu sentido de la orientación, cualquiera tiene más probabilidades de salir antes que tu—comento burlón el peliazul, ya que sabía de antemano que su compañero se perdía con relativa facilidad. El Trancy rio.

--por eso querido Ciel—tomo el brazo de Claude—lo haremos de nuevo en equipos, yo con mi hermano y tú con tu apuesto doctor. —le saco la lengua, para luego retirarse con paso apresurado de ahí, llevándose al adulto con él.

--¡¡¡Alois!!!—alcanzo a gritar un sonrojado Ciel, más rápidamente cayó en cuenta de que el rubio ya se había escondido con su profesor.

--parece ser que nos dejaron solos—menciono en voz alta el pelinegro. Honestamente él ya quería estar un momento a solas con su paciente, ya que tenía que hablar con él de algunos asuntos.

--lo detesto—susurro, para luego ponerse a caminar en dirección contraria.

Sebastian le siguió sin resistencia,  esperando unos segundos antes de empezar a hablar.

--oye Ciel…

--mande.

--si te pregunto algo de tu amigo y su hermano…. ¿No me lo tomas a mal?

Ciel asintió con la cabeza, dándole a entender que podía cuestionar sin miedo.

--su relación es… ¿sana?—el niño se detuvo de golpe, poniéndose visiblemente nervioso.

--¿sana?—repitió—p-pues claro que si, digo, son hermanos, sería raro si no lo fuera jejeje—quiso reír levemente, para restar importancia al asunto, cosa que el ojirojo noto de inmediato, y que además no hizo más que incrementar sus sospechas.

--me preocupan—agrego, poniéndose a caminar de nuevo.

--¿Por qué? No son sus pacientes.

--pero son tus amigos, y no me gustaría que algo malo te pasara.

Sin saber exactamente el porqué, Ciel se sintió ligeramente molesto por el comentario del mayor, ya que, aunque sabía que Alois y Claude no eran “muy normales” jamás harían algo que lo lastimara.

--ellos son buenas personas, nunca harían algo que me dañara.

--aun así, me gustaría que tuvieras cuidado.

--lo tendré en mente. —dijo con algo de brusquedad, queriendo dar por cerrado ese tema incomodo. Pasaron unos minutos, en el que ninguno de los dos dijo otra cosa ya que la discusión anterior había dejado una pequeña aura de incomodidad. Además, Sebastian quería hablar de algo un poco más delicado, pero no encontraba como empezar. Comenzó a fijarse en los espejos, dándose cuenta de algo muy chistoso.

--Ciel, ven a ver—le llamo. El peliazul dejo de andar, para luego girarse.

--¿Qué pasa?—el azabache solo señalo el espejo delante de él, y cuando Ciel vio su reflejo, quedo muy sorprendido y divertido.

--soy mas alto—susurro sonriendo levemente. En el vidrio se reflejaba un muy delgado Ciel, extremadamente alto, tanto que parecía un alienígena.

--jejeje yo soy más bajo—comento el adulto. En su caso, su otro yo era muy bajo, y bastante rechoncho, y su cabeza era casi igual del tamaño de su cuerpo. Cuando el menor vio eso, se echo a reír. Sebastian sonrió, ya que la anterior atmosfera comenzaba a desaparecer.

--de seguro este también deforma—dijo el peliazul, pasándose al que se encontraba a lado.

Efectivamente, el otro cristal cambio su forma, haciéndolo gordísimo y muchísimo más bajo de lo que era en realidad. El niño puso mala cara, y esta al verse reflejada, parecía otra cosa. El mayor soltó una fuerte carcajada al ver eso.

--¡no es gracioso!—dijo avergonzado, cosa que solo hizo que Sebastian riera mas.

--jajaja estamos a mano, tú te reíste de mi—comento divertido.

--eso fue diferente—se defendió.

--ah, es cierto, después de todo tu eres un niño—le respondió, empezando a caminar hacia otra dirección.

--¡¿a quién llamas niño?!—grito Ciel, corriendo hacia él, para luego ponerse enfrente y cortarle el paso.

--al adorable chico que tengo enfrente—respondió sonriendo de manera picara, ganándose como recompensa un hermoso color carmín en el rostro de su acompañante. En ese momento el menor ya no supo que decir, simplemente se limito a voltearse y retomar el caminar. Sebastian por otro lado estaba más que contento, porque amaba ver esas reacciones en su paciente.

 

Mientras tanto, nuestro adorado Alois se encontraba buscando un lugar más “privado” para él y su querido profesor.

--que te parece ahí—dijo señalando una esquina, donde al parecer no había ningún tipo de espejo que reflejara. Claude sonrió, la idea que se le había ocurrido a su chico realmente era peligrosa, pero no por eso menos divertida.

El mayor ya no perdió más tiempo, ya que tomo al rubio de la cintura, levantando con su mano su barbilla.

--me parece bien—respondió, para luego posar sus labios sobre los de Alois. El menor rápidamente se apresuro a corresponder, dejando que el pelinegro introdujera su lengua en su boca. El ojimiel lentamente fue guiando a su estudiante a ese rincón, sin separarse de él.

Paso una de sus manos por el muslo del muchacho, y este gimió suavemente en el beso, enredando su pierna en la cintura del mayor. Claude le cargo, obligando a Alois a sujetarse de su cuello. Le pego contra la pared, dejando sus labios y pasando a probar su cuello.

--nee Claude, pensé que no querías—comento entre suspiro el muchacho.

--tu me provocaste—se excuso, mordiendo suavemente su barbilla.

--mmm…

 

Ya llevaban un rato caminado, así que ambos pensaron que sería buena idea regresar.

--te digo que no era por aquí Sebastian—volvió a decir Ciel.

--pero si era por aquí.

--si hubiera sido por aquí, estaríamos de nuevo en los espejos que deforman. —insistió. Y es que hacía cinco minutos que no veían una salida.

--bueno, sigo pensando que debemos ir por aquí. —le aseguro el mayor, sonriéndole. El niño simplemente mufo. No quería que Alois volviera a ganar ya que de seguro y lo obligaba a subirse a algún estúpido juego que él odiaba.

Pensaba en eso cuando un ruido extraño lo hizo detenerse. Volteo a ver a su alrededor, buscando la fuente de ese sonido. Lo que vio hizo que se pusiera rojo hasta la medula.

Reflejados en uno de los espejos, se podía ver claramente a su amigo y su profesor besándose. Claude tenía abierta casi por completo la camiseta, y el rubio también estaba en condiciones parecidas.

Como el Phantomhive aun estaba algo shockeado por esa imagen –ya que nunca los había visto en plena “acción”—no vio como el ojirojo se acercaba.

--¿pasa algo?—pregunto, posicionándose detrás del joven. Este dio un brinco, antes de girarse precipitadamente.

--¡¡no, no, no!!—respondió fuertemente, haciendo movimientos rápidos con las manos, en un intento por desviar la atención de su psicólogo. Sebastian al ver esa reacción, quiso mirar hacia donde su paciente lo estaba haciendo, para saber qué era lo que le alteraba tanto.

Ciel, queriendo evitar que descubrieran a sus amigos, hizo lo primero que se le ocurrió. Tomo entre sus manos el rostro del azabache, obligándolo a verlo.

El mayor se quedo más que sorprendido por la acción del menor, lo que hizo que olvidara por completo su objetivo. El peliazul, al ver lo que estaba haciendo, no pudo evitar desviar la mirada, sonrojándose a un mas.

--yo… yo quiero enseñarle algo—dijo.

--¿enseñarme algo?—repitió Michaelis, bastante confundido por el actuar de Ciel. Este nunca era así, y a él más que a nadie le constaba que el Phantomhive era de esas personas a las que no les gustaba mucho el contacto físico. El chico lo soltó, pero se apresuro a tomar su mano, llevándolo lejos de esa escena.

--si, pero primero hay que salir de aquí—respondió, sonriendo de medio lado.

“¡los voy a matar!”

 

Claude siguió bajando, hasta llegar al hombro izquierdo del rubio.

--C-Claude—le llamo este, jalándolo suavemente de la camisa.

--¿Qué pasa?—pregunto contra la piel blanca, haciendo estremecer al menor.

--c-creo que e-escuche algo… ahhh—sintio como el adulto le mordió sin mucha fuerza su hombro, y también como la mano del mismo se deslizaba por entre sus piernas.

--¿a si?

--s-sii…

--pensé que no te molestaba tener publico—susurro en su oído, para luego lamerlo.

--m-me preocupa cuando ese público pude ser Ciel con su adorado doctor—dijo, para luego buscar los labios de su amante. El adulto sonrió un poco, ya que le encantaba cuando decía algo y su cuerpo demostraba lo contrario.

--tu me provocaste—le recordó—no te dejare ir tan fácilmente.

Alois rio, claramente encantado de tal propuesta. Aunque una parte de su mente, le decía que algo no estaba muy bien…

 

 

Por fin habían logrado salir de ese laberinto, y justo a tiempo ya que Sebastian apenas le iba a preguntar a Ciel que era lo que había visto. Cuando salieron, el menor aun estaba algo alterado, pero se logro controlar lo suficiente como para no demostrarlo facialmente.

Se apresuro en ir por su mochila, la cual aun cuidaba la muchacha.

--espero se hayan divertido—comento con una sonrisa. Ciel la fulmino con la mirada, antes de irse con el pelinegro.

--no han salido tus amigos—dijo el adulto, mirando fijamente la entrada.

--no creo que lo hagan pronto—murmuro, tratando de no recordar la escena que había presenciado.

--¿dijiste algo?

--¿eh? Ah, que seguramente se van a tardar, ya sabes, nosotros nos tardamos—intento convencerle.

--creo que tienes razón—admitió. No era tan malo que Alois y Claude estuvieran todavía dentro del juego, ya que el pelinegro podría aprovechar ese momento para hablar con Ciel de algunas cosas.

--ven, vamos a sentarnos y beber algo ¿te parece?

--si—contesto inmediatamente.

Caminaron hacia una pequeña tienda que estaba cerca de la casa de los espejos, donde vendían nada más que golosinas, papas, y algunos alimentos como hamburguesas y de más parecidos.

--¿Qué desean?—les pregunto el empleado que atendía el lugar.

--deme una Coca-Cola y…--Sebastian miro al niño, quien tardo unos segundos en captar el mensaje.

--yo también quiero solo una Coca…

--bien, ahora se las traigo.

El joven se dio la vuelta, para ir a un pequeño refrigerador y sacar las dos botellas de plástico.

--son 15 pesos*--el mayor saco su cartera, para darle un billete de veinte.

--espera, yo pago lo mío—le dijo el chico, descolgándose la mochila del hombro ya que ahí guardaba el dinero.

--está bien, no me voy a hacer pobre si te invito un refresco—respondió con una sonrisa. El peliazul bajo la mirada. Nuevamente su psicólogo lo trataba de esa manera extraña, tal y como en el restaurante.

Tomaron sus respectivas bebidas y se dirigieron a una pequeña banca que quedaba frente al laberinto, para que cuando salieran los otros dos, los vieran.

Sebastian se apresuro a abrir su refresco, dándole un largo trago. Ciel en cambio miraba fijamente el suyo, perdido en sus pensamientos. Ninguno de los dos se atrevía a hablar, mas el que tomo valor fue el más grande.

--Ciel…

--¿mande?

--¿Qué era lo que querías enseñarme?—el muchacho se puso tenso, ya que se había olvidado por completo de la mentira que le había dicho dentro del edificio.

--yo… pues… --tenia que pensar en algo, y rápido. Miro así un lado, y se encontró con su mochila, y también con una idea. De un movimiento la abrió, rogando porque estuviera ahí su salvación.

Michaelis miraba curioso a su paciente, esperando lo que fuera. El menor busco afanosamente, pero no encontró nada. Ya se iba a dar por vencido, cuando vio una libreta negra. Sabía muy bien que era, y por su mente paso la idea de enseñárselo.

“No sé si deba…nadie los ha visto…”

De repente, una parte de su persona hablo, y le dijo que estaba bien mostrárselo al pelinegro.

Suspiro, antes de agarrarla y dejarla a la vista.

--esto…no se lo he enseñado a nadie más—dijo sin mirarlo. Era verdad, ninguna persona, ni siquiera Alois que era su mejor amigo, había visto lo que se encontraba en esa libreta. –es muy personal… puede que sea tonto, pero así lo siento.

Sin atreverse a darle la cara, simplemente extendió la libreta, para que el mayor la tomara.

Sebastian se quedo bastante perplejo por lo que el muchacho hacia, pero el saber que tenia la confianza suficiente para enseñarle lo que fuera que estuviera dentro, le alegraba de sobremanera.

Delicadamente se lo quito, antes de abrirlo en la primera pagina.

--estos son…

--si, son algunos dibujos que hice.

El adulto estaba impresionado por las figuras que veía, porque eran realmente hermosas. No tenían color, todo era a blanco y negro, mas con eso eran todavía más hermosas.

El chico miraba de reojo como su doctor se tomaba su tiempo para ver cada una de sus obras, y muy al contrario de lo que esperaba, no sintió odio o alguna emoción negativa. Más bien, sentía algo emocionado.

El ojirojo se detuvo en una, encontrándola demasiado buena como para no decírselo a su pequeño paciente.

Era de una clase de “espectros” centrados en la pagina, como mirando o esperando algo.

http://imageshack.us/photo/my-images/856/a12n1cul2mini.jpg/

*Pintura hecha por Remedios Varo*

--esta es genial—le alago, poniendo el cuaderno de tal manera que Ciel pudiera ver también.

--es solo un garabato—replico avergonzado, ya que no estaba acostumbrado –y tampoco le gustaba mucho—a recibir halagos.

--no seas tan modesto—comento riendo, dándole la vuelta a la pagina.

El siguiente dibujo tenía como unas especies de aves, seguidos por personas que estaban fusionadas con una rueda. Parecían huir de la oscuridad, y se concentraban todos en una esfera de luz.

http://imageshack.us/photo/my-images/69/a12n1cul3mini.jpg/

*Hecha por Remedios Varo*

--¿dirás lo mismo de esta?—cuestiono algo divertido, queriendo ver lo que le respondía el menor.

--yo…--ya no supo que contestar, simplemente miro para otro lado, ocultado un sonrojo. Michaelis siguió viendo las demás “pinturas” diciéndole a Ciel cuáles eran sus pensamientos acerca de algunas de ellas. Esto solo hizo que el joven se avergonzara mas, y durante unos segundos se “arrepintió” de habérselos enseñado.

Ya casi terminaba de verlos, cuando se topo con una hoja que estaba a color.

Era la imagen de una mujer y un hombre sobre algo parecido a un bote, que se dirigían por un camino de oro o de flores amarillas hacia el interior de una montaña. No supo porque, pero pensó que el hombre, podría ser el equivalente a un ángel.

http://imageshack.us/photo/my-images/853/jvlremediosvaro3073b.jpg/

*Pintura de Remedios Varo*

--Ciel—le llamo con algo de seriedad en la voz.

--¿Qué pasa?—pregunto confundido él, ya que hacia menos de un minuto que el mayor estaba sonriendo.

--tu… ¿haz perdido a alguien?

--¿Por qué lo…?

Sus palabras murieron en su boca al ver el dibujo. No recordaba que estaba ahí, él juraba que lo había arrancado…

Le arrebato la libreta de las manos, para luego abrazarla contra su pecho.

--creo que ya vio suficiente—murmuro, guardando el cuaderno. Sebastian estaba más que impactado por esa brusca reacción, y lo único que provoco fue que confirmara lo que acababa de preguntarle.

--Ciel…

--ya se tardaron—le interrumpió— ¿no piensa lo mismo?

“Por favor, no me preguntes mas Sebastian” le rogo con la mirada.

El pelinegro capto inmediatamente que el niño no hablaría, y que si insistía, le iría mal.

--tienes razón—contesto, mirando su reloj. Sorprendentemente solo llevaban ahí 5 minutos.

Apenas iba a agregar algo mas, cuando a lo lejos vieron que un niño rubio, junto con un adulto de pelo negro, salían del lugar.

--¡¡¡Ciel!!!—grito Alois, antes de agitar fuertemente la mano por encima de su cabeza. Su amigo le contesto, haciéndole una señal parecida con la mano. Profesor y alumno caminaron hacia ellos, quedando frente a frente en poco tiempo.

--nos ganaron—dijo el muchacho con un fingido toque de tristeza.

--fueron muy lentos—comento el peliazul.

--todo por culpa de Claude.

--¿yo?—pregunto encarnando una ceja—el que se entretuvo con sus juegos fue otra persona.

--nee no me dirás que tampoco te divertiste. —dijo con un tono algo sensual, que cabe mencionar que todos escucharon. Ciel le dio un zape en la cabeza a su amigo.

--idiota. —se limito a decir. Después de lo sucedido, las ganas de regañarlo se le fueron.

--jejeje—el rubio vio el refresco que tenía el ojiazul, y luego miro el que estaba a medio tomar de Sebastian.

--¡malos! Ya comieron.

--si te hace sentir mejor—hablo Sebastian, poniéndose de pie—estábamos a punto de hacerlo ¿no Ciel?—una sonrisa apareció en sus labios, como si lo que acababa de pasar no existiera.

--si—respondió velozmente—llegaron justo a tiempo.

--menos mal—dijo aliviado—tengo hambre… Claude, ¿me compras una hamburguesa?—le pregunto poniendo voz y carita inocente.

--claro—le respondió, sonriendo levemente. Amaba cuando su muchacho hacia eso.

--bien, Claude y yo iremos por algunas cosas, ustedes busquen una mesa por haya—dijo, antes de señalar unas mesas algo alejadas.

--okey.

Los dos niños se alejaron con paso rápido, Alois porque no quería quedarse sin asiento, Ciel porque quería despejarse un rato.

Encontraron un buen lugar, y el rubio se apresuro a guardar el lugar donde quería que su maestro se sentara. Una vez acomodados, el ojiazul vio en la mirada de su amigo un brillo extraño.

--¿Qué?—le pregunto al ver que no decía nada.

--y… ¿te esas divirtiendo?

--no tanto como tú me parece—comento, para luego abrir su refresco y beber. Alois solo se limito a reír.

--dime, ¿ya hicieron algo interesante?

--claro que no, ya te dije que él es solo mi doctor. —dijo algo serio. El rubio sabía muy bien que no era así, ya que había visto la manera en como ambos se miraban… era muy parecida a las miradas que se lanzaban él y Claude.

--como digas… eh, mira, ahí vienen—el chico se levanto de la silla--¡¡aquí estamos!!—grito, agitando la mano.

--no seas tan escandaloso—le regaño.

--tu no seas tan amargado—se defendió, volviéndose a sentar. Los dos hombres avanzaron hacia ellos con paso rápido, trayendo en las manos la comida.

--aquí esta.

El ojimiel traía dos hamburguesas, y dos refresco. En cambio Sebastian tria un hotdog y un emparedado considerablemente grande. A Ciel le extraño que no trajeran lo mismo, mas no dijo nada. Claude se sentó a un lado de Alois, y el psicólogo al lado de su paciente.

--ten—dijo el azabache, dándole al Phantomhive el emparedado. El chico lo miro algo confundido.

--le dije que no te gustaban las hamburguesas—hablo su profesor, dándole una de las hamburguesas a su otro estudiante.

--menos mal que me lo dijo, porque te iba a traer una—admitió algo avergonzado Michaelis.

--gracias, está bien esto—les aseguro, bastante agradecido por su preocupación.

--¿entonces a que juego iremos después?—cuestiono el Trancy, con la boca llena de comida lo cual provoco que no se le entendiera muy bien.

--no comas con la boca llena Alois—dijo algo molesto Ciel.

--yo comeré como quiera.

--deberías hacerle caso Alois—interrumpió Claude.

--¿eh? ¡No te pongas de su lado!

--de hecho—hablo Sebastian—está comprobado que si hablas mientras comes no masticaras bien y eso baja los nutrientes que recibe tu cuerpo—sonrió.

--ya vez, te dije que era cierto—dijo el ojimiel, también sonriendo.

--¡no se pongan en mi contra!—exclamo el rubio. Lo hizo con un tono de voz tan chistoso que todos se rieron.

Así pasaron la comida, llevándosela tranquila y charlando animosamente. Muchas de las primeras impresiones fueron sustituidas por otras más completas y verdaderas. Ya casi terminaba, por lo que comenzaron a debatir sobre a donde ir.

--primero quiero un algodón de azúcar—interrumpió Alois, sonriendo. Los adultos se miraron entre sí.

--de acuerdo—Sebastian dirigió su vista a Ciel, quien no parecía muy interesando en el tema de conversación.--¿tu también quieres uno?

--¿un algodón?

--si.

--no me gustan—contento el chico.

--¿en serio?—cuestiono sorprendió su amigo.

--la verdad, nunca los he probado. —se encogió de hombros.

--¿no tuviste infancia o qué? A todos les gustan los algodones.

--pues no estoy interesado en comer uno—dijo mientras se cruzaba de brazos. El rubio suspiro.

--sabrás tu… ¿me compras uno Claude?—rogo el chico, tomándolo del brazo.

--por supuesto. —Se puso de pie, junto con su “hermano”.--¿usted quiere uno?—le pregunto a el ojirojo.

--si, voy con ustedes. — También se levanto, pero vio que el peliazul no se movió.--¿no vienes?

--aquí los espero. —aseguro. Su psicólogo no se veía muy convencido, mas no dijo nada y se fue con los demás.

Una vez solo, el muchacho soltó un fuerte suspiro. Puso su cabeza contra la mesa, pensativo.

Definitivamente ese había sido el día más raro de toda su corta vida. Además, viejas memorias que no deseaba volver a ver nuevamente volvían a flote, y aunque trataba de no verse afectado, la verdad era que lo estaban poniendo muy triste.

Te quiero Ciel

“Jamás debí enseñárselo… no debí…”

Algo le toco el hombro, por lo que se tenso, y levanto la cara de golpe.

--¿Qué pasa Ciel?—pregunto confundido y preocupado su doctor, ya que vio en el rostro del niño una expresión de miedo.

--n-nada, solo me asusto—respondió algo nervioso, tratando de calmarse. —veo que ya compraron los dulces—comento ya más normal, queriendo cambiar el tema. Sebastian le sonrió, enseñándole un algodón de azúcar azul.

--¿quieres?

--ya te dije que no me gustan. —miro hacia otro lado, encontrándose con Alois, quien le puso técnicamente la comida sobre la cara.

--vamos pruébalo.

--ya dije que no—le aparto.

--solo un pedazo—insistió él. Ciel le miro con cara de fastidio.

--¿para qué quieres que lo coma?

--porque nada como un poco de miel para endulzar el carácter—comento sonriéndole. —solo un trozo, y no te vuelvo a molestar.

--¿lo prometes?

--lo prometo—le acerco el dulce, más de lo que a Ciel le hubiera gustado. Le arranco un pedazo, encontrándolo pegajoso. Miro a Sebastian, como queriendo asegurarse de que realmente tenía que hacerlo. La sonrisa de su doctor no desapareció, lo que fue un “si” para él.

Decidió no hacerse la víctima, así que sin esperar ni un segundo más, se lo comió.

El caramelo se derritió dentro de su boca, y el sabor era muy delicioso, sobre todo para él ya que le encantaban los dulces. El pelinegro vio su reacción, así que aunque le mintiera, ya estaba satisfecho.

--¿y?

--esta rico—admitió el menor. Ahora miraba con algo de envidia el algodón.

--ten—le dijo, dándoselo—te lo regalo.

--¿de verdad?

--sip, lo compre para ti de todas formas. —el Phantomhive se sonrojo visiblemente por lo que dijo, ya que le había comprado también la comida.

--gracias…

--de nada.

--¡¡¡hey!!!—Alois y Claude se encontraba algo alejados, y el muchacho noto que traían más dulces.

--lamento la tardanza—dijo el ojimiel cuando estuvieron frente a ellos—a Alois se le antojo una manzana de caramelo…

--no seas mentiroso, te la vienes comiendo tu. —le respondió. El pelinegro solo rio, antes de sacar detrás de él la manzana.

 

La tarde paso rápido. Se subieron a todos los juegos que pudieron, incluso a la montaña rusa –ya que Ciel la odia—por lo cual el día ya era memorable.

Oscureció, por lo que el parque ya estaba cerrando. Se dirigían lentamente a la salida, platicando animadamente.

--jejeje y entonces Ciel tuvo que esconderse en el baño para que no lo vieran.

--¡Alois cállate!—le grito más que avergonzado.

--yo no estaba enterado de eso—comento Claude.

--es que a Ciel no le gusta quedar como cobarde.

--¡no fui un cobarde!—se defendió.

--fue una retirada estrategia ¿verdad?—dijo Sebastian, haciendo que todos rieran, a excepción del peliazul claro.

--son personas horribles—susurro.

--no seas tan malhumorado—le dijo el rubio, colgándose de su brazo.

--¡pesas!

--jajajaja

Por fin llegaron al estacionamiento, donde tenían que separarse ya que cada quien había estacionado en lugares distintos.

--fue un placer conocerlo Sebastian—dijo Alois alegremente, dándole la mano.

--muchas gracias por invitarme.

--cuando quiera—le aseguro.  Claude se apresuro a imitar a su estudiante, solo que dijo un “nos vemos”.

Ciel miraba la escena, y, aunque no lo admitiera, no quería despedirse. Sebastian dirigió su atención al niño.

--nos veremos mañana ¿verdad?

--obvio que si—respondió sin mirarlo. El ojirojo soltó un suave suspiro, miro hacia donde debían estar sus nuevos amigos, y noto que estos ya se iban. El peliazul hizo lo mismo.

--será mejor que me va…--no termino de hablar, ya que repentinamente se vio envuelto entre los brazos del adulto.

No supo que decir, pero en su mente se pregunto qué demonios pasaba.

La verdad era que, Sebastian no había olvidado del todo la reacción del chico, y realmente sentía que debía consolarlo… aunque este no lo supiera.

--cuídate mucho Ciel—le dijo en voz baja—se que piensas que solo te lo digo porque eres mi paciente, pero te aseguro que de verdad no quisiera que algo malo te pasara. —le apretó más fuerte.

Ciel no sabía cómo reaccionar, no sabía si corresponder, o quedarse quieto, o si debía decir algo.

--l-lo hare—murmuro, sin atreverse a verle a la cara. El ojirojo sonrió dulcemente.

--¿sabes que puedes confiar en mi verdad?

Lentamente, le abrazo también, sonrojándose notablemente.

--si…

Sebastian, por alguna razón, no quería soltarlo, deseaba tenerlo así mucho tiempo…

--no te abandonare—dijo finalmente, para luego soltarlo (muy a su pesar). Vio que el niño estaba rojo hasta la medula, y eso le encanto de sobremanera.

--n-nos vemos mañana—dijo rápidamente el chico, antes de irse corriendo hacia donde le esperaban Claude y Alois.

**************************************************************************************

Sebastian entro dentro de su apartamento, visiblemente cansado por un día tan emociónate. Cuando cerró la puerta, un sonido como de campanitas llego hasta sus oídos.

--hey, veo que volviste Asaliah—susurro, mientras se agachaba para cargar un gato negro. Empezó a acariciarlo, y el gatito comenzó a ronronear. —eres adorable. —camino hasta su habitación, atravesando todo el lugar.

Dejo al animalito sobre la cama, antes de tomar el teléfono que estaba sobre la mesa de noche junto a su cama. Rápidamente marco un numero, y luego se sentó, esperando a que contestaran. Mientras lo hacía, siguió acariciando a su mascota callejera en la cabeza, quien se mostraba más que satisfecha por ese trato.

--¿hola?—contesto una voz femenina.

--¿Ángela?

--con ella habla.

--soy Sebastian.

--¡¿Sebastian?!—pregunto más que desconcertada la albina. --¿pasa algo?

--no, no, es solo que… quería pedirte un favor. —normalmente él no hacia esas cosas, pero realmente necesitaba saber que era lo que le había pasado a su pequeño paciente.

--dime.

--yo… quería saber si podrías prestarme el historial clínico de un paciente que me pasaste—no le iba a dar detalles, simplemente porque a ella no le incumbía.

--claro, dime quien y mañana te los doy.

--la verdad Ángela, es que quería buscarlos yo mismo.

--¿Por qué?—noto que la chica se había enfadado, ya que el tono de voz la delato.

--¿confías en mi?

--no me vengas con eso, dime quien es.

El azabache soltó un suspiro. No se los daría si no le decía lo que quería.

--el de Ciel Phantomhive. —escucho como a los pocos segundos de decir eso, la mujer se echaba a reír.

--¿no me digas que ya tan pronto te causo problemas?

--si, digamos que si—mintió.

--bueno, tomemos mañana un café y té los daré. —repentinamente el moreno dejo de mimar al gato, para luego usar esa mano y frutarse el espacio entre los ojos.

Si quería saber, no le quedaba de otra más que aceptar…

--de acuerdo.

--muy bien, te veo a las 5 en el restaurante frente a mi consultorio.

--si.

Ni se digno a decir buenas noches, solo colgó. Ángela hacia más de dos años que quería salir con él, y aunque nunca se lo había propuesto abiertamente, nunca desaprovechaba alguna ocasión para usarla como pretexto.

Escucho un maullido, y vio como Asaliah se ponía en su regazo, visiblemente molesto porque lo dejara.

--jejeje me recuerdas a alguien—dijo sonriente, antes de cargarlo. —ven, te daré de comer para que te vayas a dormir—el gato ronroneo, dando una respuesta afirmativa.

Notas finales:

adore el final!!! ¿ustedes no? xDDDDDDD

espero les haya gustado y no los haya descepcionado u.u juro que ya no lo tendre tan abandonado, intentare regularizarme (maldita escuela y asesorias para la prepa >.

merezco comentarios??? o mentadas de madre siquiera xDDD

byeeeee

P.S se nota que me gusta Remedios Varo xDDDDDDDDD es que me enamore de sus pinturas *O*


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