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Painting Dreams por hana midori

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Notas del capitulo:

YA VINE!!!!!!

y ahora le toco a painting dreams~~~~ lamento mucho la tardanza, pero la escuela y mis asesorias no me dejan mucho tiempo de inspiracion y esas cosas....ademas esta semana estuve un poquito mas ocupado de lo normal pero.....TERMINE!!! :3

el cap empieza un poco suelto al principio, pero ya veran como mejora, a mi me gusto mucho, porque ya se ve un avance significativo (ya veran) asi que, espero les guste ;)

Por cierto, saludos a mi querida arin-chan y a mi adorada kaname!!!! las quiero mucho mis niñas ^o^

P.S lamento errores en la redaccion y ortografia >.<

Despertó de golpe, sentándose en la cama. Su respiración se volvió agitada, y sintió el frio sudor recorrer su frente. Puso su mano sobre su corazón, tratando de calmarse y no gritar.

Pasó un minuto, y al parecer por fin conseguía algo. Cuando pudo respirar con normalidad, retiro la mano de su pecho.

Hacía mucho que no tenía esos horribles sueños, y el tener uno así de repente, solo hizo que aumentara más su terror.

Se quedo otro rato en silencio, sin moverse. Soltó un suspiro, antes de dirigir la mirada hacia su escritorio. A pesar de estar oscuro, pudo ver con mucha claridad su cuaderno sobre el mueble.

Se puso de pie, caminando con paso tambaleante hacia él. Con una de sus manos lo tomo, y con la otra, lo abrió. El dibujo que había provocado que las pesadillas volvieran estaba ahí, igual de hermoso que siempre.

Lo arranco sin mucha delicadeza, antes de aventar lejos de él el cuaderno. Una parte de su mente le dijo que lo hiciera pedazos, pero otra le decía que no lo hiciera,  y que además, había sido un error quitarlo del cuaderno. Abrió uno de los cajones del escritorio de madera, y lo puso ahí, antes de cerrarlo con mucha fuerza.

Pensó en regresar a la cama, mas la idea de volver a soñar le asusto, hacia que decidió prender su computadora.

Aun si no descansaba, haría cualquier cosa con tal de no volver a ver eso.

***************************************************************************************

Michaelis miraba fijamente el estacionamiento, esperando a su más querido paciente. La verdad era que, desde que lo vio por última vez en la feria, sentía cierta inquietud.

Además, mas tarde tendría que ir a su “cita” con Ángela. En solo pensar en eso, le hacía poner mala cara. Vio un carro rojo detenerse frente al consultorio, y la verdad no creyó realmente que fuera Ciel, ya que recordaba que el padre de él tenía uno azul.

Sin embargo, vio al niño bajar de ese vehículo, y también presencio como se despedía de alguien. Con paso algo rápido, rodeo el escritorio donde estaba, para quedar frente a la puerta. El menor caminaba lentamente, como si viniera muy cansado.

Sebastian abrió la puerta antes de que el chico siquiera pudiera levantar su mano.

--hola—le saludo sonriendo.

--hola—contesto con voz apagada el Phantomhive, cosa que solo hizo preocupar al mayor.

--¿te sientes bien?—pregunto mientras cerraba la puerta. Ciel asintió, antes de bostezar.

--no dormí bien anoche, es todo. —como ahora quedaron frente a frente, el doctor pudo comprobar que, efectivamente, el muchacho tenía cara de no haber dormido nada. Sin mencionar que tenía unas leves ojeras debajo de los ojos.

--¿Por qué?

--un mal sueño—respondió secamente, dirigiéndose a la parte trasera del consultorio, donde tenían “sus sesiones de terapia”. El pelinegro se apresuro a alcanzarlo.

Cada quien se acomodo donde mejor le pareció, y entonces, por segunda vez, se miraron a los ojos.

--¿quieres hablar de tu sueño?—pregunto el ojirojo, recargándose sobre el sillón. Ciel pasó su mano sobre su frente, encontrando reconfortante el frio de su mano.

--no realmente. — admitió con la voz aun débil.

--¿en serio? ¿Tan horrible fue?—Ciel apretó un poco la mandíbula. Si hubiera sido otra persona, le hubiera contestado un “que te importa” pero con Sebastian todo cambiaba. Y, además, todavía traía en su mente el abrazo que el adulto le había dado, al igual que sus palabras.

Sebastian interpreto el silencio del niño, no solo como una respuesta afirmativa, sino también como una advertencia de que, si no iba con cautela, podría provocar una respuesta para nada positiva.

--¿tienes pesadillas muy a menudo?

--no, la verdad no—dijo, desviando la mirada a un lado. El mayor medito un poco su siguiente pregunta.

--¿Por qué crees que la tuviste?

Ciel soltó un bufido. Sabía muy bien porque la había tenido.

--no lo sé, simplemente me toco—mintió. Michaelis noto a los pocos segundos que el chico le mentía, más no se lo hizo saber directamente.

--jeje pensé que eras de las personas que no creen en el azar.

--no creo en eso, pero no puedo controlar cuando tengo o no un sueño. —en el rostro del mas grande, apareció una ligera sonrisa.

-- a veces, la última cosa que pensamos influye en lo que podemos soñar… tal vez si hablamos de lo que hiciste,  en el futuro puedas evitarlo y no tener más pesadillas por esa razón.

El peli azul dirigió la vista al frente, para encontrarse con la de su psicólogo. Sabía que el hablar de eso no sería buena idea, pero aun así, si se negaba, le seguiría insistiendo.

--de acuerdo…--“Si ya no quiero hablar simplemente me callare” pensó.

--bueno, ¿cenaste mucho?

--no.

--y… ¿viste alguna película o algo?

--no.

Sebastian se quedo pensativo. Quería preguntar por el dibujo, mas no quería hacerlo de manera brusca, debía pensar en alguna forma de encubrir un poco lo que realmente quería saber.

--¿Qué fue lo último que hiciste?

--me bañe, deje algunas cosas en su lugar y me fui a dormir.

--¿Qué cosas?

--mi celular, mi mp3 y mi libreta…

--¿la de dibujos?

Y el balde de agua fría le cayó encima. Ciel fue consciente de la trampa que le había tendido Sebastian, pero ya tarde, puesto que este había llegado al punto que deseaba. Una parte de su mente se sintió dolida, porque no le gustaba que él en especifico usara esas técnicas para sacarle información, ya que le hacían sentir utilizado.

--fue el dibujo de ayer, ¿no es verdad?

--nadie debió haber visto es alguna vez—murmuro inconscientemente el muchacho, volteando la cabeza.

--pero me lo enseñaste a mí—replico.

El peli azul se mordió el labio inferior, solo para no decirle en la cara la verdadera razón, ya que sentía que, no solo perjudicaría a sus amigos, sino también que podría herir a Sebastian… y esto de cierta forma le daba algo de miedo.

No un terror como el que experimento ayer en la noche, o alguno que haya sentido alguna vez de más niño… era un miedo distinto, uno que no podía explicar.

Soltó un suspiro, antes de bajar la vista.

Sebastian espero pacientemente una respuesta, la cual nunca llego. Sabía que tenía que presionarlo, tenía que lastimarlo un poco para que hablara… mas cuando pensaba en eso, sentía una presión en el pecho.

Ahora que lo pensaba, le había dado muchas ventajas, jamás había sido tan benevolente o había tenido un trato tan personal con otro paciente. Incluso había aceptado la invitación a la “cita” que el tal Alois había organizado, aun sabiendo que eso violaba por completo la relación doctor-paciente.

¿Pues qué demonios le pasaba? ¿Por qué actuaba con tanto cuidado cuando trataba a Ciel? ¿Qué era eso que le evitaba avanzar más en lo que se suponía era su trabajo?

De repente, el aire se puso tenso en la habitación. Cada quien estaba sumergido en sus pensamientos, intentando responder las preguntas que recién comenzaban a tomar forma dentro de sus cabezas.

Después de un minuto que pareció eterno, el Phantomhive hablo.

--¿tiene algo para el dolor de cabeza?—la pregunta estaba totalmente fuera de contexto, pero no por eso no era importante.

--¿te duele mucho?

--no, pero está comenzando a dolerme—respondió él, poniendo su mano sobre sus ojos, queriendo que con eso el palpitar de su cabeza disminuyera.

--veré que tengo—dijo poniéndose de pie. Se dirigió a la recepción, ya que en el escritorio que estaba ahí era donde guardaba ese tipo de cosas. Y mientras el mayor buscaba un remedio, el peli azul volvió a recordar el día anterior.

No podía creer que de estar tan alegre ayer, ahora sintiera unas ganas tremendas de morirse… y ahora que lo pensaba, tal vez eso había sido el detonante.

--aquí tienes—escucho a un lado de él. Giro lentamente la cabeza, para encontrarse con Sebastian, quien en una mano traía un vaso con agua, y en la otra, una pastilla blanca.

--gracias—tomo ambas cosas, y se apresuro a tragarse el medicamento.  Se bebió casi todo el vaso, antes de entregárselo nuevamente al ojirojo.

--te sentirás mejor en unos minutos—comento sonriendo. Era una de sus comunes sonrisas, lo cual hasta cierto punto tranquilizo al muchacho.

--si.

Michaelis observo fijamente a Ciel, y se dio cuenta de que había sido algo cruel intentar sacarle información en su estado actual, ya que de seguro ni siquiera pensaba con mucha sensatez las respuestas.

--creo que mejor damos por terminada la sesión de hoy—dijo, con un tono suave.

¿Por qué siempre había un pretexto? Si no era Ciel era él quien ponía uno… y ese hecho era más que evidente para ambos.

--como quiera—respondió el niño, recargándose nuevamente en el sillón de cuero. El mayor no se movió de su lado, por lo que, para evitar su mirada, el peli azul cerró los ojos.

Paso un minuto, en el que todavía sentía la mirada de Sebastian sobre él, haciéndolo sentir entre incomodo y seguro. No supo porque, pero el sueño comenzó a ganarle la batalla, haciendo que cada vez le costara mas el pensar.

Por su mente adormilada, la idea de que era posible que la presencia del psicólogo fuera la que le relajaba tanto se hizo presente, pero así como vino, la rechazo.

“Deben ser las píldoras” se dijo.

Sebastian no deseaba apartar la vista del chico, de cierta forma, le estaba estudiando. Observo fijamente cada uno de los rasgos de su pequeño paciente, tratando de encontrar algo anormal que pudiera decirle algo más de lo que le sucedía.

Pero, fuera de las ojeras que estaban bajo sus ojos, no había nada que demostrara que lo habían lastimado…o que él se había lastimado a sí mismo. No tenía golpes o cosas parecidas en las piernas o cuello, ni rasguños en sus manos. Cuando dirigió su atención al rostro, noto algo que le dejo confundido.

Los duros rasgos del niño, repentinamente se relajaron, dándole un aspecto más infantil, más tierno. Lentamente, se inco sobre una de sus rodillas, para verle mejor. Se dio cuenta que, Ciel se había quedado profundamente dormido.

Sonrió ligeramente, antes de rozar levemente uno de sus dedos contra la mejilla izquierda del chico. Su piel era realmente suave, y muy cálida… sin darse cuenta, recordó ese día en el restaurante, donde sostuvo unos segundos esas delicadas manos entre las suyas. Y también, el día de la feria, donde le abrazo, y pudo sentirlo por completo…

Se encontró nuevamente mirando el cuerpo de Ciel, solo que de una manera diferente. Ya no buscaba señales de abuso, ahora simplemente le admiraba.

Grabo en su memoria, todo. La manera en como subía y baja su pecho al respirar, la forma de las delgadas piernas y su cadera, lo tersos que se veían sus labios.

Era una persona muy hermosa, se dijo el azabache. Pero, como si le hubieran tirado un balde de agua fría, se estremeció. ¿Qué demonios le pasaba? ¿Por qué esa clase de pensamientos se hicieron presentes en su mente? Se sintió avergonzado de sí mismo, por lo que desvió la mirada del niño que dormía tranquilamente. Se paro casi de un brinco, y salió con paso apresurado de la habitación.

Llego hasta la recepción, donde se dejo caer sobre una de las sillas que servían para los que esperaban cita o para quienes esperaban a los pacientes. Miro el reloj que colgaba sobre la pared, y se dio cuenta de que habían pasado 20 minutos.

Entonces, de nueva cuenta,  la imagen de Ciel dormido apareció en su mente. Soltó un suspiro, antes de cerrar los ojos. ¿Por qué? ¿Por qué cada vez que estaba con Ciel todo cambiaba?

Desde que lo había visto ese día en la feria, las cosas habían cambiado.

“No, la situación nunca fue común….”

--porque cuando lo conocí, lo trate diferente. —susurro. Y le constaba, ya que, nunca habían tenido una “verdadera sesión de terapia”.

Poco a poco, fue perdiéndose más y más en sus pensamientos, tratando de encontrar en lo más profundo de su mente algunas respuestas. Luego de 10 minutos, decidió dejarlo, puesto que, al menos por ese día, no encontraría nada. Se levanto de su asiento, y fue a la sala donde dormía el chico. Tenía la intención de despertarlo, ya que en cualquier momento vendrían por él.

Pero cuando se acerco, noto que el rostro del peli azul estaba tenso, como si estuviera asustado. Puso una mano en su hombro, y le movió lentamente.

--Ciel—le llamo. El muchacho no respondió, mas la expresión en su cara se acentuó con mayor fuerza—Ciel—volvió a decir.

Esta vez, el Phantomhive abrió los ojos, pero lo hizo de golpe, dejando ver el terror reflejados en ellos. Pareció que no reconoció al pelinegro, pues lo empujo bruscamente. No logro tirarle, aunque sí lo hizo retroceder unos pasos

--¡Aléjate de mi!—grito aterrorizado, pegándose cuanto pudo al respaldo del sillón. Sebastian estaba más que impactado por esa reacción, ya que no se la esperaba.

--soy yo, Sebastian—dijo, avanzando hacia adelante solo un paso. Ciel reconoció nuevamente a la persona que se encontraba frente a él, y eso hizo que mirara a todos lados, desconcertado.

Michaelis pudo ver la confusión en el rostro de su paciente, por lo que se apresuro a hablar.

--aun estas en mi consultorio. Te dormiste hace un buen rato. —le explico tranquilamente, volviendo a dar otro paso. La tensión que tenía el menor disminuyo un poco, pero no lo suficiente como para que bajara la guardia. Puso una de sus manos sobre su frente, la cual, estaba bañada en sudor.

“Solo fue otro sueño” pensó. Ambos, se quedaron en silencio. Uno evaluando la situación, el otro tratando de recuperar su alma. El azabache sintió que ya podía acercarse normalmente, así que corto la poca distancia que le quedaba con unos largos pasos.

--¿estas bien?—pregunto preocupado.

--si—respondió inmediatamente el muchacho—creo que ya no deberías comprar esas pastillas… causan pesadillas—intento sonreír, pero no lo logro del todo.

--¿otra?

--no tiene importancia—aseguro.

--yo creo que sí.

Ciel le retuvo cuanto pudo la mirada, mas al final, tuvo que desviarla.

--no quiero hablar de ello—dijo, apartando un poco al mayor para ponerse de pie. Nadie debía ayudarle con esa carga, el solo tenía que soportarla, tal y como se lo prometió aquel día.

Ciel camino con paso lento hacia la recepción, seguido muy de cerca por su psicólogo. Pudo observar de reojo, que Sebastian tenía sus brazos un poco abiertos, como preparados para sostenerlo en caso de que colapsara.

No le comento nada, pues, honestamente se sentía así. Pensaba que si se descuidaba, podía desmayarse. Se dirigió a una de las sillas que estaban ahí, y tomo asiento, antes de observar fijamente el estacionamiento, esperando ver el carro de su tía. Mientras tanto, Michaelis le observaba discretamente, tratando de no incomodar al niño.

Había olvidado su pequeño problema anterior, ahora su cabeza se encontraba 100% pensando en el pasado del Phantomhive.

Con la poca información que tenia de su entorno, trato de pensar en algunas posibilidades. De los amigos de Ciel no pudo sacar gran cosa, solo que estos le apoyaban mucho –esto lo dedujo por la forma en cómo el menor los había defendido—y que eran algo extraños, nada más. Sin embargo, el padre del chico era otra historia.

El comportamiento sobreprotector de Vincent le hacía pensar que, tal vez Ciel había –o era—un niño problemático, o que, alguien muy cercano a ellos, como un hermano o algo parecido, estaba muerto. También era cierto que podían haber miles de razones más, pero su instinto le decía que estas podían ser las más correctas, ya que, por su cabeza paso la imagen del dibujo que le vio “accidentalmente” el otro día.

Además, nunca había visto a otro miembro de la familia de Ciel que no fuera el papá.

“Tal vez…”

De un segundo a otro, vio como el peli azul se puso de pie, dirigiéndose a la salida. Esto hizo que perdiera el hilo de sus pensamientos.

--ya vinieron por mi—dijo, sin siquiera volver la vista hacia el médico. Sebastian vio el mismo auto rojo que había dejado al menor una hora atrás, y no quiso quedarse con la duda de quién era.

--¿tu mamá?—pregunto cuando el ojiazul ya estaba en la puerta. Este se detuvo, pero solo un segundo.

--algo así— respondió, abriendo la puerta de un movimiento y saliendo, sin poder darle tiempo al adulto de volver a preguntarle otra cosa.

La respuesta por obvia le desconcertó, y aunque quería realmente saber que pasaba, tenía que despejar su mente y olvidar un poco el asunto. Tenía pacientes, y no podía permitirse que por su culpa, alguno de ellos se retrasara.

Además, vería esa tarde a Ángela, y con ella, tal vez las respuestas a algunas interrogantes.

**********************************************************************************************

La albina se encontraba sentada en una mesa, muy cerca de la entrada. Se veía muy emocionada, ya que incluso había llegado antes de la hora acordada. Y como no estarlo, ya que, luego de muchas insistencias, por fin podía verse con Sebastian en un lugar a solas.

Aun así, trato de disimular su emoción, ya que no quería verse como una desesperada. Ordeno un poco de limonada, ya que comenzaba a tener sed. Cuando se la llevaron, casi al mismo tiempo, vio a un joven de cabellos negros entrar al pequeño restaurante. Reconoció inmediatamente a quien debía ser su acompañante, y le hizo una señal con la mano, para que la viera.

Como estaba un poco lejos, no vio como el hombre soltaba un suspiro cansado. Lentamente se dirigió a ella, para luego sentarse en la misma mesa que la mujer.

--hola Sebastian—le saludo alegremente la chica, recibiendo una sonrisa por parte del azabache.

--hola.

--¿quieres ordenar algo? Yo aun no pido nada.

--no tengo hambre, pero si quieres pedir algo tu hazlo—le respondió cortésmente, no deseando herir los sentimientos de su amiga. Si bien le fastidiaba tener que estar haciendo eso, no por esa razón seria un desgraciado mal educado.

--de acuerdo—llamo a la camarera, a la cual dicto lo que quería comer. Luego de decir un “en seguida” se retiro, dejándolos nuevamente solos.

--¿Cómo has estado?—le pregunto Sebastian, tratando de entablar una conversación antes de preguntarle lo que realmente quería saber. Si algo sabia acerca de las mujeres, es que no les gustaba que no saludaras siquiera antes de pedirles algo.

--muy bien la verdad, con mucho trabajo…

--¿en serio?—dijo con falso interés –pero bien actuado—.

--si, me llego una nueva paciente bastante interesante…

La mujer comenzó a contarle la historia de una tal Eve Gil, la cual, era una chica muy problemática. Michaelis realmente no le ponía mucha atención, porque como dicen “le entraba por un oído y le salía por el otro”

Calculo que pasaron aproximadamente unos 40 minutos, en los que hablaron de cosas triviales y un poco de trabajo. Justo cuando vio que Ángela estaba a punto de terminar su espagueti con albóndigas, pensó que ya era tiempo de preguntar por lo que le había traído ahí en primer lugar.

--Ángela—le interrumpió.

--¿mande?—cuestiono algo molesta, ya que estaba hablando de otro paciente muy difícil que tenia.

--¿tienes lo que te pedí?

Vio como su amiga fruncía levemente el ceño, antes de escuchar que soltó un suspiro. La mujer busco dentro de su bolsa, antes de sacar un sobre cerrado amarillo.

--aquí esta—se lo extendió, y el ojirojo se apresuro a tomarlo.

--gracias. —dijo sinceramente.

--supongo que ya te vas ¿no? Total, venias solo por eso—le semi-reclamo ella. Si bien era cierto que ella estaba enterada desde un inicio que el mayor solo iba por eso, aun así guardo una pequeña esperanza de que no fuera solo por esos documentos.

--sí, tengo que irme ahora—se puso de pie, y fue antes de que pudiera siquiera moverse un paso, que la voz de la chica le detuvo.

--oye Sebastian…

--¿Qué?

--no pensé que el chico Phantomhive fuera tan recio como para que tuvieras que buscar tu mismo su historial—comento entre burla y sorpresa. Ángela había visto que a veces Sebastian podía ser un poco cruel con sus pacientes, pero al final, siempre terminaban agradeciéndole esa dureza.

El pelinegro sonrió un poco, antes de contestarle.

--no es que sea recio, es que me ha ganado la curiosidad, es todo.

--curiosidad ¿eh?—miro fijamente su vaso, jugando un poco con el popote. La ojimorado soltó una risilla, cosa que no hizo más que confundir al joven.

--¿Qué tiene de gracioso?—le cuestiono confundido.

--nada, es solo que me sorprende que no lo hayas presionado—admitió, recargándose en el respaldo de la silla.

--sabes que trato diferente a cada paciente—dijo seriamente, tratando de defenderse un poco.

--lo sé, pero yo te mande a ese niño porque pensé que tu—le señalo con el dedo—tendrías las suficientes fuerzas como para obligarlo a hablar…

Sebastian abrió un poco más los ojos, levemente sorprendido.

--jamás pensé que serias tan dulce con un paciente—continuo ella. —si no fuera porque Ciel es un niño, me preocuparía.

De acuerdo, hacia solo un minuto deseaba con toda su alma irse, ahora, su querida amiga lo tenía más que interesado en su plática.

--¿a qué te refieres?

Justo después de decirlo, algo dentro de su cabeza le decía que había sido una estupidez preguntar, que hubiera sido mejor que se largara ahora mismo…

--creería que le tomaste cariño al chiquillo—le sonrió, pero en esa sonrisa había algo de malicia. Ángela se estaba vengando un poco por el hecho de que nunca la tomara en serio, y quería ofender cuanto pudiera el ego de Sebastian—o peor aún, pensaría que…te has enamorado de él.

Notas finales:

Y??????????

no me tieran tomates??? jejeje xDDDDD a mi si me gusto, pero ya vere que me dicen ;)

que es lo que tanto miedo le causa a Ciel???? Sebastian pasara por alto el comentario de Angela o si se dara cuenta de que es la verdad???? Como es que angela es tan observadora???? ya lo veremos en el proximo cap (?)

dejen comentarios!!!!!

 


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