Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Painting Dreams por hana midori

[Reviews - 88]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Woooo dos capitulos en dos semanas, estoy que ardo (?) xDDDDD

bueno, luego de terminar mi otro fic y de subir un cap de "nuestro holocausto" me parecio justo seguir con esta historia ^^

No dire mucho, solo que.......quiero mandar saludos a un niño muy especial que siempre me comenta en todos los capitulos de mis historias...nekoitaChan, querido amigo, mil gracias por todo tu apoyo, en serio.

Ahora si, disfrutenlo.

P.S no se pongan celosas Arin y Kaname (??) ya saben que las adoro >////< (??????)

 

Dejo escapar un suspiro, sin dejar de mirar fijamente la puerta que daba al estacionamiento. Estaba cansado, muy, muy cansado. Y como no, ya que durante toda la noche no había querido pegar el ojo, y todo por culpa de un sueño…

O pesadilla, no estaba seguro de cómo llamarlo…

Aun lo recordaba con claridad…

Se veía a él, junto a ese niño de cabellos azulados, abrazados. Él tocaba su cabello, tan sedoso y de un aroma delicioso…

Luego, deslizaba su mano por el rostro del menor, hasta llegar a su barbilla, donde la levantaba un poco, encontrándose con sus ojos tan profundos y bellos como el mar. Se acercaba lentamente, queriendo unir sus labios con los del chiquillo, quien, lentamente, paso sus bracitos por su cuello.

Justo cuando pensó que lo besaría, el pequeño simplemente se desvaneció en sus brazos, convertido en polvo…

Sacudió fuertemente su cabeza, tratando de quitarse esa imagen de la mente. Cada vez que recordaba eso, una mezcla de sentimientos le invadía: miedo, culpa, confusión, placer.

¿En qué clase de pervertido se había convertido?

“Maldita Ángela” se repetía una y otra vez. Todo era por culpa de esa mujer, ella y sus ganas por hacerlo sentir mal. Aun tenía en su mente las palabras que le dijo, y estas, se estaban burlando de él.

¿Y si era cierto? No, simplemente no podía ser así. Si sentía algo por Ciel, no podía ser amor… no debía ser amor…

Tratando de calmarse, comenzó a ordenar los papeles que tenía sobre el escritorio, los cuales, tapaban casi todas las cosas que estaban sobre el mueble. Rápidamente los juntos, cambiándolos de lugar. Fue entonces, cuando se dio cuenta de una luz que parpadeaba.

Quito los demás documentos que cubrian lo que debía ser el origen de esa luz, y descubrió que provenía del teléfono.

“¿un mensaje?” se pregunto extrañado.

Nadie había hablado durante el día, y de haber sido así, él hubiera contestado, pues no salió del consultorio en ningún momento. Confundido, levanto el aparato, para luego presionar la tecla correspondiente, queriendo oír que decía el buzón.

Tiene un nuevo mensaje dijo la maquina, seguido de un sonido agudo, parecido a un timbre de celular.

Escucho una respiración entrecortada, que se mezclaba con sollozos. Quien quiera que los hacía, pareció que quiso hablar pero no pudo, ya que oyó su garganta trabarse en varias ocasiones. Y entonces…nada.

Para volver a oír el mensaje, marque uno; para…

Inmediatamente presión la tecla del uno, no comprendiendo que significaba aquello.

Lo escucho otras 5 veces más, analizando el tono de voz, tratando de averiguar de quien se trataba.

--su voz se parece a la de…no, no puede ser él…

Dejo correr la grabación una sexta vez, mas en esta ocasión, presto atención a la voz de la contestadora.

Para volver a oír el mensaje, marque uno; para eliminar este mensaje, marque dos; para ver los detalles de este mensaje, marque asterisco.

Apretó el botón, y espero un par de segundos, antes de que el aparato volviera a hablar.

Hora a la que se dejo el mensaje: 3 de la mañana.

Duración del mensaje: 1 minuto con 17 segundos.

Número de donde se dejo: 83-13-22-02.

No necesito mas, inmediatamente supo que estaba en lo correcto.

--¿Como….?—colgó el teléfono, ignorando por completo la voz de la contestadora.

¿Cómo Ciel había conseguido su número? ¿Por qué le había llamado? Y lo más importante ¿Por qué estaba llorando de esa manera?

Se dejo caer en su silla, y esta, se hizo un poco hacia atrás, por el peso del adulto. Miro fijamente el techo, razonando.

“Le he hablado un par de veces a su casa. Quizá su teléfono tiene memoria para los números…eso explicaría el cómo me hablo”

Paso su mano por su cabello, soltando un suave suspiro.

--debí leer su expediente—murmuro con reproche, antes de cerrar sus ojos.

Si, aunque costaba creerlo, ni siquiera lo había abierto. No fue porque se le olvido, ni porque la discusión con Ángela le mantuvo la mente ocupada, no, fue simple y sencillamente, por culpa.

¿De qué? no estaba seguro, pero ese maldito sentimiento se alojaba en su pecho cada vez que veía el sobre amarillo.

“Cobarde” se recrimino, golpeándose en la frente con la palma de su mano. Algo camino entre sus piernas, y esto provoco que se sobresaltara. Miro rápidamente hacia abajo, para encontrarse con dos ojos verdes como las esmeraldas.

--¿Qué pasa?—pregunto curioso Michaelis, al ver que Asaliah se le quedaba viendo muy fijamente. El gato maulló, antes de saltar de manera torpe a las piernas de su amo, y comenzar a ronronear. Sebastian sonrió levemente, mientras acariciaba suavemente el lomo del animal.

--no te gusta verme así, ¿verdad?—dijo tiernamente, pasando a tocar su cabecita. Asaliah volvió a maullar, como dando una respuesta afirmativa.

Sintió como su mascota ronroneaba con mayor fuerza, cosa que provoco que su sonrisa se ensanchara.

--siempre sabes cómo hacerme sentir mejor—comento divertido, sin parar de acariciar al animal. Entonces, escucho un ruido de motor, que provenía del estacionamiento.

Cuando levanto los ojos, se dio cuenta que era un carro rojo, muy parecido al que recordaba que había recogido a Ciel la última vez. Sebastian bajo a Asaliah al piso, para ir a recibir a su paciente, mas sin embargo, se quedo confundido al ver que quien bajaba, no era el menor, sino una mujer de cabellos escarlata.

¿Quién era ella? Se pregunto el azabache, mirando con atención los movimientos de la pelirroja. Cuando esta entro dentro del consultorio, cambio su actitud de sorpresa a amable.

--buenas tardes, soy el doctor Sebastian Michaelis—se presento sonriente.

--buenas, soy Angelina Phantomhive.

“¿Phantomhive?”

--usted… ¿es la madre de Ciel?—pregunto asombrado, no pudiendo creer lo que aparentemente era obvio. La recorrió con la mirada, tratando de encontrar parecidos entre ambos, mas, fuera de algunos rasgos faciales mínimos, no noto nada que pudiera confirmar ese pensamiento.

--la verdad es que yo no soy su madre—aclaro ella, con cierto tono de tristeza en la voz, cosa que inmediatamente noto el ojirojo—soy su tía.

--ah, ya veo… ¿Qué la trae por aquí, señorita Angelina?

--vengo a excusar a mi sobrino—respondió, algo seria.

--¿excusar? ¿Es que acaso no vendrá?

--no. Se ha sentido muy mal estos últimos días, y cuando fui a buscarlo, no tenia buen aspecto. —la preocupación era más que genuina en la mujer, no solo en su forma de hablar sino también porque puso una de sus manos sobre su pecho, apretando un poco su ropa.

--oh—fue todo lo que pudo decir, ya que recordó la grabación que hacía unos minutos había escuchado.

--y también vine porque… quería consultar algo con usted.

--¿conmigo?

--si. —Angelina bajo un poco la vista, como si fuera a decir algo malo. —Ciel… ¿él toma bien los cambios?

--¿cambios?—repitió confundido, no entendiendo muy bien a donde quería llegar ella con esa pregunta.

--si, ya sabe, si le dijera que alguien va a venir a mudarse con nosotros, ¿cree que se lo tome bien?—Sebastian se quedo meditando, tratando de responder de la manera más correcta posible.

Pensó en el niño, en lo que conocía de su carácter y su personalidad…

Angelina miraba con impaciencia al doctor, no sabiendo si tomar como buena o mala señal su silencio tan prolongado. Pero lo que ella no sabía, es que los pensamientos del psicólogo se habían desviado, pues este se dio cuenta, que no conocía del todo a Ciel.

Él sabía que le gustaba la pintura, la literatura clásica, y por lo que había podido oír cuando el muchacho llegaba con los audífonos puestos, le gustaba el rock. Sin embargo, fuera de eso, lo demás eran especulaciones. No sabía verdaderamente que otras cosas le gustaban, que cosas odiaba, si tenía más amigos que los que le presento, si había alguien especial…

--¿entonces?—pregunto tímidamente la pelirroja, ya sin poder esperar más. El pelinegro se sobresalto un poco, y casi, olvidaba hasta que le había cuestionado.

--pues… yo creo que Ciel es un niño bastante fuerte… no creo que un cambio así pueda afectarlo mucho—dijo con un cierto toque de inseguridad, que no fue percibido por Angelina, pues estaba demasiado contenta con esa respuesta.

--¡se lo agradezco mucho!—exclamo alegre. —por cierto, ¿Cuándo podrá venir Ciel?

--si se siente mejor, puede venir dentro de dos días, a esta hora—respondió casi automáticamente.

--muy bien, entonces, hasta luego—le hizo un gesto con la mano, y se dio la vuelta, lista para irse del consultorio.

--¡espere!—la llamo Michaelis, haciendo que la pelirroja se girara, algo confundida por su manera tan repentina de detenerla.

--¿si?—vio como el pelinegro fue hasta el escritorio, y arranco una hoja de un blog de notitas que estaba en el mismo. Escribió algo en el de manera rápida, y lo doblo, antes de ir y entregárselo a ella.

--dele esto a Ciel por favor, es muy importante que lo reciba. —dijo con tono serio, mientras se lo depositaba en las manos.

--¿Qué es?

--algo entre psicólogo-paciente—respondió simplemente, con una mirada que decía que no le incumbía lo que había dentro. Angelina de inmediato guardo el papelito en su bolso, sin dirigirle una mirada.

--¿es todo?

--solo una cosa…--luego de decir eso, sonrió con calidez—felicidades. —la mujer olvido por completo la sorpresa de la escena anterior, y también le sonrió, feliz.

--gracias.

Después de eso, la pelirroja se retiro, sin hacer mayores ceremonias. Michaelis miro el auto hasta que desapareció de su campo visual, y justo cuando iba a regresar a su trabajo, sintió a Asaliah caminarle entre las piernas.

Se agacho por él, y lo tomo suavemente entre sus brazos.

--como no vino quien yo quería que viniera, te llevare a la veterinaria de una vez para que te revisen esa pata. —el gato maulló, y empezó a ronronear.

--se que no te gusta, pero hay que ir—sentención su amo, acariciándole la cabeza.

“Espero…” pensó, mientras caminaba hacia la parte de atrás del consultorio “que realmente no me haya equivocado”

**********************************************************************************************

Dejo que su mano siguiera libre por el lienzo, sin siquiera detenerse a pensar si lo que estaba haciendo era lo que realmente quería hacer.

¿Hace cuanto que no se ponía a pintar? Seguramente unas 2 semanas, y ya no podía contenerse más. Odiaba eso, odiaba tanto poder pintar cosas tan bonitas, cuando en los momentos en los que las plasmaba se sentía del asco. Y parecía que, entre peor se sintiera, mejor le salían.

Dio lo que creyó seria el último toque, y alejo el pincel de la tela. Miro fijamente su obra, buscando algo que le dieran ganas de cambiar o de borrar.

Era la imagen de un pequeño prado, con un árbol sin hojas en medio. Detrás de este, estaba el cielo, hecho con pequeñas piezas de rompecabezas y de diferentes tonos de azul. Debajo del árbol, estaba sentada sobre un charco de agua una pequeña niña, que extendía su mano fuera de las ramas del árbol, como para ver si estaba o no lloviendo.

http://imageshack.us/photo/my-images/109/remediosvaroendrogasere.jpg/

*Pintura de Remedios Varo*

¿Quién era? ¿Era él o…?

Apretó un poco la mandíbula, antes de tomar de nueva cuenta el pincel, con intenciones de ir a lavarlo. Salió de su cuarto dando un portazo, y fue arrastrando los pies hasta el baño.

Una vez ahí, giro la llave del grifo, y el agua comenzó a correr. Mientras tallaba un poco el pincel, levanto la vista, para encontrarse con su reflejo en el espejo. Se veía realmente muy mal, ya que las ojeras se marcaban demasiado debajo de sus ojos. El no dormir le estaba matando, y le recordaba mucho a su primer año.

La diferencia era, que tal vez, se veía mejor que en aquel entonces.

Escucho la puerta principal abrirse, mas eso no lo hizo emocionarse.

--¡Ciel!—su tía le llamaba, y por su tono de voz, parecía urgente.

--¡ya voy!—respondió, cerrando la llave y dejando en medio del lavabo su pincel. Se apresuro a ir hacia las escaleras, las cuales bajo corriendo, para encontrarse con la pelirroja, cargada de bolsas del mandado.

Termino de bajar los dos últimos escalones de un salto, y le quito algunas cosas a su tía.

--gracias—dijo esta aliviada de ya no cargar con tanto peso.

--de nada—contesto en voz baja, llevándose lo que tenía entre brazos a la cocina. Para cuando llego, la mujer iba detrás de él, y pusieron las bolsas en el piso.

--¿necesitas ayuda para guardar las cosas?—le cuestiono el chico de manera educada.

--no me haría mal algo de ayuda—dijo ella dulcemente, agachándose para recoger algunas cosas de una de las bolsas.

Rápidamente, gracias a que los dos estaban trabajando, guardaron la comida. Una vez que terminaron, el muchacho tenía intenciones de regresar a su cuarto, pues debia terminar unas tareas –y poner en su lugar sus utensilios de pintura—, pero quiso preguntar antes.

--¿necesitas algo mas, tía?

--no, querido, muchas gracias—respondió, sonriéndole de manera maternal. El chico asintió, y con paso lento salió de la cocina.

Sin embargo, Angelina recordó algo, y se apresuro a ir detrás de él.

--¡Ciel, espera!—le llamo desde la entrada a la cocina. El mencionado se detuvo en seco, antes de girar un poco su cabeza, para verla.

--¿Qué pasa?

--tengo algo para ti—dijo ella, antes de volver a desaparecer dentro de la habitación. El menor, ya con algo de curiosidad, retrocedió algunos pasos. La pelirroja regreso, con su bolso en una mano, y con la otra, buscando algo dentro de este.

Saco un pequeño papel doblado, y se lo entrego a su sobrino, quien lo miro, confundido.

--me lo dio tu doctor—explico—parecía muy importante, pues me dijo que era algo entre tú y él…

El peliazul lo desdoblo, descubriendo una preciosa caligrafía…

Venia un número, seguido del siguiente mensaje:

 

No importa la hora ni el motivo, ten la confianza de que contestare a tu llamado.

Sebastian.

 

¿Acaso ese era su…?

Angelina pudo leer en la cara de su sobrino la sorpresa, el miedo y… ¿la alegría?

--me voy a mi cuarto—soltó de pronto, antes de irse corriendo escalera arriba. Fue tan repentino el actuar del niño, que no reacciono hasta que escucho el sonido de la puerta del cuarto de este cerrarse fuertemente.

No había sido un sueño, lo que hizo la noche pasado no había sido un maldito sueño.

Eso era lo que pasaba por la mente del pequeño, mientras le ponía el cerrojo a la puerta.

La verdad era que, no estaba muy seguro de lo que había pasado ayer en la noche. Se recordaba a él, llorando en la cama. Luego, él mismo con el teléfono en la mano, buscando un numero. Se acordaba del sonido que hacia la línea al sonar, y un buzón de voz…

--así que realmente te llame…--murmuro Ciel, dejándose caer en el colchón.

¿Por qué a él? ¿Por qué no a Alois, o a Claude? ¿Por qué no a su padre, que estaba durmiendo a unos metros de su cuarto? ¿Por qué a él?

Apretó un poco el papel en su puño, y volvió a leer el mensaje.

Una pequeña sensación de paz le invado, haciéndole olvidar momentáneamente toda la angustia que sentía desde hacía unos días. ¿Qué significaba eso? ¿Qué realmente le preocupaba? que… ¿le quería?

Fue entonces, cuando el balde de agua fría le cayó encima.

¿Por qué quería que significara algo? ¿Por qué?

“Estúpido, idiota” se repetía mentalmente, mientras cerraba los ojos. No, no podía haber caído en eso… simplemente no podía…

Negó fuertemente con la cabeza, y se sentó en la cama. Busco con la mirara su celular, y luego de localizarlo, lo tomo.

Fue hacia los mensajes, y teclo uno rápido.

¿Por qué me diste tu número?

Anoto el teléfono que venía en la notita, y presiono “enviar”. Miro fijamente la pantalla, hasta que el mismo aparato le aviso que el mensaje se había enviado con éxito.

Puso el celular a un lado suyo, y espero.

“1, 2, 3, 4…”

Para cuando llego al 60, se canso, y prefirió mejor distraerse de otra manera.

“además, no es como que fuera yo su prioridad y solo mirara el teléfono…”

Una canción que conocía bastante bien llego a sus oídos, haciendo que dirigirá inconscientemente los ojos hacia el aparato. Rápidamente lo recogió, y se dio cuenta que era un mensaje, el cual, solo decía esto:

Bonita manera de decir “hola” ¿no crees? Jajaja.

El menor frunció un poco el ceño, entre avergonzado por su falta de educación, y molesto por no responderle.

¿Por qué me lo diste?

Volvió a preguntar, antes de mandarlo.

Otro rato paso, solo que esta vez se dedico a mirar fijamente la pantalla del celular, en lugar de contar los segundos.

Ahora, ya venía una respuesta a su pregunta.

¿Por qué no? Eres mi paciente, y me preocupa mucho tu bienestar. Además, me gustaría hablar más contigo como amigo.

¿Amigo? Muy bien, oficialmente estaba confundido.

Si es así, ¿no era más fácil llamarme a mi casa?

Otra leve espera.

Aquí es mas… privado, y no creo que a tu padre le agrade mucho que hable contigo fuera del consultorio, así que me parece que por aquí nos evitamos algunos problemas.

En eso, el adulto tenía razón. Apenas iba a contestar el mensaje, cuando le llego otro.

¿Harás algo mañana después de tus clases? Digo, porque vas a la escuela, ¿no?

Ciel sonrió levemente, algo sonrojado por la propuesta. Sonaba como si Sebastian quisiera invitarlo a salir, y no pudo evitar hacérselo saber.

¿Me está invitando a una cita, doctor?

Cuando le llego su contestación, pensó que vería algo como “como crees, eres un niño” o “solo quiero reponer la terapia que no te di hoy” no se esperaba para nada lo que le dijo.

Podría decirse que si… te lo dejo a tu interpretación.

--idiota—susurro Ciel de manera inconsciente, entre divertido y avergonzado.

¿Qué debía responder? ¿Que si, o que estaba ocupado?

Suspiro, antes de teclear su respuesta.

La verdad quería ir por unas pinturas al centro, si está dispuesto a llevarme… podríamos salir a otro lado.

Mi escuela es la número 11, no creo que tenga problemas en encontrarla.

Okey, ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Por qué rayos aceptaba la invitación? Y lo más importante… ¿Por qué se sentía emocionado?

Unos largos dos minutos pasaron, antes de que recibiera la respuesta.

Entonces nos vemos mañana, Ciel. Cualquier cosa, sabes que puedes llamarme.

Después de leerlo, arrojo lejos su teléfono. Y volvió a recostarse en la cama, pensativo…

¿Qué era lo que había hecho?

*************************************************************************************

Eran las 3 de la mañana, o al menos esa hora recordaba haber visto en el reloj de la sala la última vez que paso por ahí. Tenía mucho sueño, pero necesitaba terminar ese trabajo lo más pronto posible.

Normalmente, no se quedaba solo en esas desveladas, sino que cierta bolita de pelos se sentaba en sus piernas para acompañarlo, mas, su tierno gatito ahora estaba internado.

No iba a negar que lo extrañaba, sobretodo porque él le mantenía despierto cada vez que trataba de quedarse dormido.

Dejo de teclear, y se recargo un poco en la silla, antes de frotarse con los dedos sus parpados.

Entonces, el sonido de su celular sonando invadió sus oídos, cosa que evidentemente le sorprendió pues… ¿Quién le podría llamar tan temprano en la madrugada? Se levanto de su asiento, para ir hacia donde sonaba el aparato.

Llego a su cuarto, y lo encontró brillando sobre la cama. Lo tomo, viendo inmediatamente de quien era el número gracias al identificador de llamadas.

Rápidamente contesto.

--¿Ciel?

Todo lo que recibió como respuesta, fueron suaves gemidos afligidos, de alguien que lloraba.

--¿Ciel, que pasa?—pregunto visiblemente preocupado, mientras se sentaba en el borde del colchón. Oyó al menor tomar aire, antes de hablar con voz afligida.

--S-Sebastian… y-yo… fue… f-fue mi culpa—lloriqueo. El adulto sintió como su corazón se detenía, al simplemente escucharlo en ese estado.

--no, Ciel, no lo es—contesto suavemente, tratando de reconfortarlo.

--s-sí, yo… yo…

--tranquilo—le interrumpió—relájate, estoy aquí contigo. —maldita sea, ¿Por qué no podía estar en ese momento a su lado?

El menor hizo un sonido afirmativo, y volvió a respirar ruidosamente.

--ha-háblame.

--¿de qué quieres hablar?

--d-de l-lo que s-sea, solo… s-solo háblame.

Sebastian apretó un poco el teléfono, sintiéndose impotente.

--¿quieres que te cuente una historia?—se levanto de su lugar, para ir hacia la sala, donde tenía algunos libros guardados.

--p-por favor.

Cuando llego ahí, hecho una rápida hojeada a los títulos que tenía. Tomo uno, y lo abrió en una página al azar, encontrándose con un cuento céltico.

--es una historia entretenida—comenzó Sebastian—se llama, “El hojalatero que venció al Diablo”—se aclaro un poco la garganta, antes de comenzar a narrar:

 

En Limerick, vivía un hojalatero que, como todos los de su profesión, era pobre y por lo tanto estaba obligado a vagar por todo el país recogiendo quincalla que después reparaba. Sin embargo, Jack, tenía una casa con un jardín y en el jardín un manzano que era su orgullo. Cuando salía de viaje, siempre le pedía a su mujer que cuidara la casa, el jardín y por supuesto el manzano….*

 

Siguió hablando, sin detenerse ni un segundo, aun a pesar de que ya no escuchaba la respiración entrecortada del niño. Ya para el final del cuento, paro, para llamarlo.

--¿Ciel?—pregunto pero no recibió respuesta.--¿Ciel?—volvió a decir, solo que más alto. Le pareció oír el sonido de la cama, y se imagino al menor dándose la vuelta sobre el colchón, completamente dormido.

Soltó un suspiro, pero no colgó. Decidió mejor terminar de contar la historia.

Una vez que leyó la ultima oración, espero de nueva cuenta un minuto, antes de por fin dar por finalizada la llamada. Vio su teléfono, se había llevado más de media hora con eso.

Se puso a pensar, y se dio cuenta de que tuvo la oportunidad de que Ciel le dijera todo, pues cuando contesto, parecía bastante dispuesto a hablar…

“Y sin embargo, lo mande a callar…”

--“es mi culpa”—susurro, con un tono parecido al del niño.--¿Qué fue tu culpa, Ciel?

***************************************************************************************

Débil.

Así había sido, un maldito, estúpido y débil niño. Se sentía enojado consigo mismo por haber vuelto a caer nuevamente. ¿Por qué le llamo? ¿Por qué?

Y lo peor, es que en unos minutos lo vería, y seguramente le atacaría con un montón de preguntas puesto que no se las había hecho la noche anterior.

--soy un idiota—murmuro frustrado, mientras cerraba los ojos.

“Pero…cuando escuche su voz…realmente me tranquilizo mucho eso”

Como meditaba con los parpados caídos, no se dio cuenta de que alguien se le acercaba por detrás. Fue consciente de esto, cuando ese alguien puso sus manos encima de sus ojos.

--¿Quien soy?—le pregunto en su oído, de manera intima. El cuerpo del chiquillo se tenso, antes de con sus brazos tratar de alejarlo.

--¡Alois, suéltame!—se quejo. Su amigo solo rio, y aunque quería molestarlo más, lo libero.

--eres tan lindo cuando te enojas—comento burlón, ganándose un suave color rojo en las mejillas contrarias.

--estás loco—le insulto.

--no loco, sino alegre—corrigió, sonriente.

--es lo mismo.

El rubio iba a decir otra cosa, cuando el sonido de un celular le gano. Era el del Phantomhive, por lo que este se apresuro a sacarlo de su chaqueta. Reconoció inmediatamente quien le estaba hablando.

Alois alargo un poco su cuello, queriendo ver que decía el mensaje.

--ya me voy—dijo Ciel, cerrando de golpe la tapa del celular. Su compañero miro a todos lados, sin poder localizar alguno de los dos carros que conocía.

--¿Quién vino por ti?

--que te importa. —soltó el niño, poniéndose en marcha hacia el estacionamiento. Espero a que el rubio comenzara a seguirlo, mas sorprendentemente no fue así. Discretamente dirigió su vista por encima de su hombro, y cayó en la cuenta de que ni siquiera estaba ahí.

Cuando quería, Alois podía ir y venir sin que nadie notara a qué horas se fue.

Sin embargo, cuando vio cierto auto plateado, parado muy cerca de donde estaba, se le olvido lo que venía meditando. Vio como el vidrio del copiloto bajaba, comprobando que, ese carro era de su doctor.

Él le sonreía cálidamente, y eso no hizo más que alterar un poco al peliazul. Se apresuro a abrir la puerta, e introducirse dentro del vehículo.

--hola—le saludo dulcemente, mientras el menor cerraba con algo de fuerza la puerta.

--hola—respondió sin mirarlo, cosa que demostró solo lo nervioso que estaba. El automóvil se puso en movimiento, y pronto, estuvieron fuera de la secundaria.

--¿Cómo te fue?—cuestiono el adulto.

--pues… bien, supongo—extrañamente, le recordaba un poco a cuando Vincent iba por era a la escuela, pues su padre siempre empezaba con esa pregunta.

--¿mucha tarea?

--la verdad es que si—admitió el chiquillo, recargándose sobre el asiento.

--eso es lo único que no extraño de estudiar—comento bromista el ojirojo, mirándolo un par de segundos. El Phantomhive en cambio se le quedo viendo, confundido.

--¿Qué no se supone que los médicos estudian toda la vida?

--bueno, sí y no. —el azabache pudo notar que su respuesta no ilumino la mente del ojiazul—es diferente, pues ahora uno estudia por su cuenta y no a petición de los maestros.

--ah—fue todo lo que dijo, dando a entender que ya había comprendido.

Era tan raro, y hasta cierto punto incomodo el hecho de que estaban juntos, sin ser médico y paciente. Tal como había dicho Ciel el día anterior… ¿era esto una especie de cita “oficial”?

--a propósito—hablo de repente el mayor, sobresaltando un poco al niño—hay algo que quiero preguntarte.

“ahí está” pensó algo decepcionado, puesto que realmente se estaba creyendo sus pensamientos anteriores.

--¿Qué?—cuestiono secamente.

--¿Dónde queda la tienda donde compras tus pinturas? Porque desde hace un rato que conduzco sin saber muy bien a donde voy—lo ultimo lo dijo casi riendo, para luego mirar a Ciel, quien tenía una cara de asombro más que evidente.

--¿tu no…?—se callo.

--¿si?

¿Es que acaso no iba a preguntarle nada de la noche anterior?

--e-esta cerca de aquí, da vuelta a la izquierda en esa calle—la señalo con el dedo, para que Michaelis no tuviera problemas en verla.

--muy bien.

“¿Qué demonios piensa este tipo?” se decía el menor, al tiempo en que le daba las indicaciones a su médico para que pudieran encontrar el negocio.

Luego de unos minutos, y de alguno que otro mal giro –gracias en parte a que Ciel se confundía con las calles—quedaron frente a una pequeña tiendita.

El menor abrió la puerta, para bajarse.

--¿quieres que te acompañe?—pregunto el adulto, cuando el chico ya estaba en la calle.

--no, no tardare mucho. —aseguro este, para luego ponerse en camino hacia la entrada. Sebastian no lo perdió de vista, hasta que este se metió dentro de local pues aunque la puerta era de vidrio, su visión no era tan buena como para seguirle.

Volvió su atención al frente, viendo pasar a varias personas por la cera.

Trato de no pensar en nada, pues cada vez que lo hacía, el bichito llamado conciencia le reclamaba el porqué estaba ahí, a solas, con Ciel. Fue entonces, cuando vio a una pareja pasar. Eran un chico y una chica, que iban agarrados de la mano. Se detuvieron frente a su carro, antes de darse un corto beso y seguir caminando.

Sonrió un poco, al imaginarse a sí mismo y al menor haciendo eso, mas casi inmediatamente se retracto de ello.

“Pervertido, solo te aprovechas de un niño inocente” decía una y otra vez el angelito sobre su hombro.  Se recargo en el asiento, antes de cerrar los ojos y pasar sus manos por detrás de su cabeza.

Así se quedo, con la mente en blanco, hasta que escucho el sonido de la puerta al abrirse, y cuando levanto sus parados, vio como el menor se ponía el cinturón de seguridad.

--¿listo?

--si—contesto él, poniendo la bolsita blanca en el piso del auto.

--bueno, ahora que hemos hecho todos los mandados, ¿A dónde quieres ir?—miro fijamente al chico, quien se quedo pensativo. La verdad era que él no conocía muchos lugares donde pudieran pasar el rato, ya que cuando salía, o iba a casa de Alois, o iba a esa tienda…

--no lo sé—dijo por fin—donde sea estará bien—agrego, encogiéndose de hombros. Michaelis se quedo pensativo unos segundos, tratando de recordar alguno que pudieran hacer y que le gustara al menor.

--hay una nueva exposición de arte en un museo cercano, ¿te gustaría ir?—la propuesta no pudo menos que sorprender al chiquillo, ya que un nombre se le vino a la mente en cuanto se la hizo.

--¿la de Max Ernst?—pregunto incrédulo, con el rostro iluminado. Sebastian no pudo menos que sonreír al ver la cara del Phantomhive, porque era de las pocas veces que veía al niño tan emocionado.

--esa misma. —contesto, con un tono alegre.

--quiero ir—dijo el chiquillo con tono de orden, pero en sus ojos se podía ver el ruego que estaba haciendo con esas dos palabritas.

--entonces,  ya está decidido—acto seguido, puso de nueva cuenta el vehículo en marcha, en dirección a su nuevo destino, alejándose del local de pinturas.

Mientras se dirigían a la exposición, se enfrascaron en una pequeña conversación sobre las obras que irían a ver. El adulto quedo algo asombrado por los conocimientos que tenía su paciente sobre tal artista, el movimiento y técnicas que representaba.

“Siempre tan lleno de sorpresas” se dijo el mayor.

Pronto, llegaron al museo, el cual, era bastante grande. Sin embargo, tenía pinta de ser antiguo, o por lo menos que no lo cuidaban mucho, porque la pintura blanca estaba muy manchada. No tenía ventanas, y seguramente era para que hubiera menos riesgo de robos.

Como el edificio no contaba con estacionamiento, dejaron el carro a la vuelta, cerca de un pequeño parque.  El primero en bajar del auto fue el chiquillo, dejando ver lo emocionado que estaba por la visita.

Sebastian le alcanzo, y con paso algo rápido se encaminaron hacia la entrada del lugar. Para penetrar dentro, se tenía que pasar por unas puertas de vidrio, y a un lado de estas, había una casilla de pago, parecidas a las que habían visto la vez que fueron a la feria.

--bienvenidos—le saludo una jovencita, con una sonrisa en su rostro.

--buenas, dos entradas, por favor—pidió Michaelis en un tono amable. La chica asintió, y de una tira de etiquetas que tenia ahí con ella, arranco dos.

--son 50 pesos, señor. —el azabache se apresuro a sacar el dinero, pero justo cuando iba a entregarlo a la joven, el Phantomhive le detuvo.

--¿Qué pasa?—le pregunto algo preocupado.

--yo quiero pagar esta vez—dijo con decisión el niño, logrando sacar una sonrisita al ojirojo.

--no tienes porque, además yo…

--tu siempre gastas tu dinero en mi—le interrumpió, bajando la mirada para que no viera un leve sonrojo en sus mejillas. —al menos deja que esta vez pague lo mío…

El adulto lo observo durante un par de segundos, antes de poner su mano sobre el cabello azulado y despeinarlo suavemente. El menor sintió el calor instalarse con más fuerza en su rostro, y se aparto de ese toque. Pero, antes de poder decir algo, Sebastian se le adelanto.

--de acuerdo—accedió—solo lo tuyo, ¿si?—aun avergonzado, Ciel dijo que si con la cabeza, para luego buscar en su bolsillo algo de dinero. Se lo dieron a la chica, quien estaba algo extrañada por la escena que acaba de presenciar, mas no pregunto nada. Les entrego las dos etiquetitas, y cada quien se la puso arriba del corazón.

--que se diviertan.

--gracias.

Se apresuraron a entrar, y, muy al contrario de lo que daba a entender el cuidado externo del museo, quedaron frente a una decoración hermosa. Las luces iluminaban perfectamente todo el lugar, y un aire fresco los rodeaba.

Aunque el interior era precioso, el más pequeño no se detuvo a admirarlo. Busco por todos lados algún cartel o anuncio que dijera por donde estaba la exposición, y después de unos instantes, lo localizo.

--es por aquí—dijo mientras de manera inconsciente tomaba la mano de su doctor para guiarlo hacia donde él quería ir. Michaelis quedo completamente confundido por la acción del chico, pero no dijo nada, queriendo saber hasta cuando el niño se daba cuenta de lo que hacía—aunque la verdadera razón era otra bastante diferente—.

Llegaron hasta una sala un poco apartada, y justo en la entrada de esta, había un enorme cartel con una pequeña biografía del artista, así como una leve explicación de lo que se exponía ahí.

Ciel se detuvo a leer, sin todavía darse cuenta de que tenia atrapada la mano del ojirojo, quien estaba bastante encantado con el hecho de que podía tocar al chiquillo.

“Su piel es tan cálida y suave” pensó él, apretando un poco los delicados dedos de Ciel para sentirlo un poco más. El peliazul sintió la presión en su mano, y cuando bajo la vista, lo que encontró provoco que se alejara de inmediato, soltando a su médico.

--l-lo siento—murmuro avergonzado, al tiempo en que escondía su mano detrás de su espalda, al igual que su mirada.

--está bien—se apresuro a decir Sebastian, tratando de arreglar lo que acaba de provocar. —No me molesta—agrego, sonriendo un poco para relajarlo. El Phantomhive asintió levemente, antes de ponerse en marcha hacia la sala donde podían verse las pinturas.

No había mucha gente, lo cual sorprendió un poco al pequeño, puesto que hasta donde él sabía, Ernest era bastante famoso por las técnicas que había logrado desarrollar. No dijo nada, y junto con el adulto, se acercaron a ver la primera obra.

Era de un paisaje, con flores y pasto al frente. Más, a lo lejos, se podía ver una especie de muralla o una gran piedra, que abarcaba gran parte del lugar.

http://imageshack.us/photo/my-images/232/ernst1thumb.jpg/

*Pintura hecha por Max Ernest*

--lindo—comento Michaelis, sin dejar de observarla.

--lo es—le secundo el niño. Se tomaron su tiempo, antes de pasar a la que seguía. La obra que vieron a continuación estaba conformada por algunos tipos de animales, que se fundían juntos para formar algo parecido a un árbol. A un lado de esto, había tal vez lo que era equivalente a una persona.

http://imageshack.us/photo/my-images/507/ernst3thumb.jpg/

*De Max Ernest*

Sin decir alguna palabra, fueron a la que seguía, la cual, más o menos era así: retrataba una especie de bosque, con más parecido a arrecifes que a genuinas plantas terrestres… pero no por eso, menos bella.

http://imageshack.us/photo/my-images/818/ernst2thumb.jpg/

*Por Max Ernest*

Así se la pasaron alrededor de media hora, viendo e intercambiando de vez en cuando algunas opiniones sobre lo que les agradaba y lo que no. No parecía divertido, mas, al menos para ellos, lo era. Ciel en algún momento pensó que si Alois los veía, les diría que eran unos aburridos por considerar entre las actividades interesantes el ir a ver obras de arte.

Y, curiosamente, algo pareció pasaba por la mente del psicólogo.

--¿no te has aburrido?—le pregunto Sebastian mientras se detenían frente a una nueva pintura.

--¿Por qué debería?—respondió él, mirándolo con algo de curiosidad. El ojirojo se encogió de hombros.

--no es común que chicos de tu edad disfruten mucho tiempo de esto.—vio que en los ojos azules se instalo una chispa extraña, algo acusadora, así que se apresuro agregar otra cosa—no es que yo me haya fastidiado ni nada, lo disfruto mucho, pero encuentro tu comportamiento verdaderamente interesante.

Ciel bajo la mirada, como meditando algo, y esto preocupo un poco al adulto.

--para ser honesto—empezó el niño—a estas alturas ya estaría con ganas de irme, porque las raras veces que vengo lo hago con mi padre y mi tía, y ellos se aburren mucho con esto…

Michaelis iba a decir algo, mas vio que el muchacho todavía quería decir más cosas, por lo que se callo.

--pero…--le miro directamente a la cara por primera vez, luego de aquel bochornoso accidente en la entrada. —Contigo está bien, no me siento presionado ni observado. —cuando termino, una sonrisa suave apareció en su infantil cara, provocando un sentimiento extraño en el pecho del ojirojo, quien, también sonrió.

--entonces que esto se repita más veces en el futuro, ¿si?

--seria realmente agradable—dijo de manera sincera. Si, con él, podía ser él mismo, podía olvidarse de todo y todos… podía fingir que nada había pasado…

Terminaron de ver las obras en esa primera parte de la exposición, y se apresuraron a ir a la segunda, que se encontraba en otra habitación cercana. Cuando llegaron, inmediatamente notaron que estas eran diferentes a las anteriores. No estaban a color, sino en blanco y negro, y tampoco estaban sobre tela, sino sobre papel.

Al ver la primera pintura, Sebastian la reconoció al instante.

--estos deben ser dibujos de Une semaine de bonté**—comento en voz alta, antes de mirar al menor para saber si sabía de que estaba hablando. Se dio cuenta de que el chico miraba fijamente la foto, con los ojos muy abiertos, inmóvil.

Michaelis volvió a mirar el boceto. Este describía la sencilla escena de una mujer siendo golpeada por un hombre con un bastón, pero este hombre tenía la cabeza de un león, y parecía disfrutar mucho lo que hacía…

http://imageshack.us/photo/my-images/641/maxernst2.jpg/

--Ciel—le llamo el azabache, al percatarse de que el niño seguía sin mover ni un musculo. Y como hacerlo, puesto que estaba perdido dentro de sí mismo…

Ya no veía la pintura, ni las luces ni la sala, solo sombras y sonrisas macabras, bailando a su alrededor. Las voces, oh, las malditas voces que siempre le acosaban lo estaban llamando, acusándolo…

Tú culpa, lindura. Tú culpa, lindura. Tú culpa.

Decían burlonas, queriendo atraparlo.

Sintió sus piernas flaquear, y de un momento a otro, estas ya no pudieron sostenerlo más. Fue entonces cuando una de las siluetas le atrapo, pero era tanto su miedo que no se defendió, simplemente cerro fuertemente los ojos, esperando el golpe.

--¡Ciel!—en cuanto reconoció de quien provenía aquella cálida voz, todo se esfumo, y volvió a la realidad de golpe. Lentamente, abrió sus parpados, encontrando hiriente la potente luz que alumbraba el lugar. Cuando se incorporo más, se dio cuenta de que estaba casi acostado en el piso, entre los brazos de Sebastian.

--¿Cómo te sientes?—le pregunto el azabache con un tono de preocupación extrema.

--y-yo… no… no quiero ver mas—contesto con un hilo de voz, apretando entre sus manos la ropa del adulto—me quiero ir—dijo, o más bien suplico, abrazándose al pelinegro. Michaelis asintió, antes de acariciar un poco la cabeza del niño. Sabía que lo que tenía no era un malestar físico, sino uno emocional. No cabía duda que debía estar ligado a lo sucedido la noche anterior, pensó él, mientras le ayudaba al chiquillo a ponerse de pie.

Aun a pesar de que nada malo había con su cuerpo, el ojirojo se negó a soltarlo por completo, pues tenía un brazo alrededor de los hombros del Phantomhive, dispuesto a volver a sujetarlo si algo malo pasaba.

Así, salieron del museo, sin mirar a otra persona ajena a ellos mismos. Incluso habían rechazado el “adiós” de la chica de la taquilla. Poco importaba si los creía unos maleducados.

Llegaron al parque, donde Sebastian hizo que Ciel se sentara en una banquita blanca. Él, en lugar de tomar asiento a su lado, se inco frente al menor, para verlo a la cara.

--¿quieres algo de tomar?—cuestiono suavemente. El peliazul negó con la cabeza, sin atreverse a mirarlo.

--¿Cómo te sientes?—espero un momento, pero ninguna respuesta vino por parte del chico, y esto, no hizo más que aumentar la preocupación en el adulto. Soltó un pequeño suspiro, antes de tomar la barbilla del niño, levantando sus ojos.

--Ciel, por favor, solo hoy deja que te ayude con esa carga—dijo en voz baja, con un tono casi paterno. El muchacho sintió que algo se quebraba dentro de él. Llevo una de sus manos a su corazón, sabiendo que eso era lo que le dolía tanto…

--m-mi… mi madre…ella murió hace unos años—murmuro de manera neutra, casi como un robot. —y…después de su muerte… mi padre se caso con su hermana…. mi tía…--guardo silencio, y sus labios temblaron un poco. El mayor recordó a la mujer que había ido a su consultorio el día anterior.

--¿la odias?—pregunto de pronto Sebastian, provocando que el niño se sobresaltara.

--¿a quién?—respondió desconcertado, no entendiendo a que se refería su médico.

--a tu tía—aclaro él--¿la odias?—repitió, queriendo saber si lo que le pasaba a Ciel era provocado por el hecho de que la pelirroja estaba “remplazando” el papel de su difunta madre. El chico negó inmediatamente.

--no, ¿Por qué debería? Ella… ella no tiene la culpa de…--volvió a callarse, solo que en esta ocasión, el azabache pudo darse cuenta del miedo reflejado en los ojos azules, como si estuviera viendo algo que le aterraba. Se soltó del agarre de Michaelis, desviando la vista nuevamente.

--no quiero hablar de eso—susurro, tapándose un poco con su mano derecha el rostro. El ojirojo poso su palma sobre el hombro del niño, y este pensó que le obligaría a continuar, mas no fue así. En su lugar, le jalo un poco, para abrazarlo con firmeza.

--no tienes porque—le murmuro en su oído—lo harás cuando estés listo—agrego, acariciando su azulado cabello. El muchacho asintió, y se permitió rodear con sus brazos el cuello del mayor, haciendo que se juntaran más.

“Que… que reconfortante es su calor” pensó Ciel, cerrando sus ojos para disfrutar un poco mas de esa sensación de cariño que le envolvía por completo.

Así se quedaron un par de minutos, sin decir nada, sin importarles las miradas curiosas de otros…

--te llevare a tu casa—dijo tranquilamente, antes de separarse un poco el chiquillo. Él solo respondió que sí. Había sido demasiada carga emocional por un día, y todo lo que quería hacer era llegar a su casa y descansar un poco…

“Al menos… hasta que ellos me obliguen a despertar”

**************************************************************************************

Angelina se encontraba limpiando la sala, cuando escucho la puerta abrirse. Por su mente paso la idea de que era Vincent, pero la desecho tan rápido como vino. No era posible que su esposo estuvieran en casa tan temprano, así que lo siguiente que pensó era que Ciel ya había terminado aquel proyecto en casa de Alois.

Se apresuro a ir a la entrada y, efectivamente, era el niño quien recién estaba entrando.

--hola, Ciel—le saludo alegremente, hiendo hacia él para abrazarlo. El pequeño se dejo hacer, sin decir ni una palabra. La mujer sintió demasiado frio al muchacho, al menos más de lo habitual.

--¿estas bien?—pregunto preocupada, mientras acariciaba el rostro contrario con sus manos.

--si… solo estoy cansado—trato de sonreír, pero una mueca extraña fue lo que termino formando con su cara. Ella le miro con mayor atención, mas no encontró nada fuera de lo común, además de las ligeras ojeras que desde hacía unos días estaban presentes en el chico.

--será mejor que vayas a descansar—dijo maternalmente. El Phantomhive iba a retirarse, pero apenas dio un paso, Angelina le detuvo.

--espera, solo… solo quiero hablar contigo antes.

--¿de qué?—cuestiono de manera seca Ciel, puesto que en ese momento tenía ganas de todo menos de hablar con la adulta. La pelirroja apretó un poco su puño, antes de volver a tomar la palabra.

--ven—agarro su mano, y le guio hasta la sala, donde se sentaron uno al lado del otro, mirándose de frente. Angelina aspiro y exhalo con fuerza, como si estuviera preparándose para dar una noticia fea.

El peliazul se imagino que de seguro le había descubierto algo que escandalizo a su tía, pero cuando trataba de recordar algo, no encontraba nada que él tuviera que estuviera fuera de orden.

“Tal vez ese idiota de Alois hablo…” se dijo.

--Ciel… yo….voy a decirte algo muy importante… asi que… te pido que te lo tomes con calma, ¿si?

--de acuerdo—respondió algo confundido el chico. No sabía porque, pero no tenía un buen presentimiento de lo que venía a continuación.

--sabes que tu padre y yo te queremos mucho ¿verdad?—el ojiazul asintió—y que absolutamente nada puede remplazarte ¿cierto?—de nueva cuenta, contesto que si con la cabeza. Vio como su tía llevaba una de sus manos a su vientre, y lo acariciaba con dulzura…

Entonces, la confusión se volvió de golpe terror, al darse cuenta de que era lo que quería decirle.

No, debía ser una broma, una jodida y maldita broma…

--Ciel, cariño—cerro sus ojos, mientras sonreía—vas a tener un hermanito.

Notas finales:

*Si quieren leer el cuento completo aqui esta: http://aprendizdtrovador.blogspot.mx/2011/01/cuentos-celtas-1-el-hojalatero-que.html

**Esta coleccion esta basada en las novelas del Marques de Sade (las cuales si se me permite decir son los libros mas perversos que he leido en mi corta existencia) por lo que si las ven sin conocerlas, no se le entendera gran cosa ^^

 

Dejenme decir algo....en este capitulo se ha avanzado mas que en todo el fic xDDD y no se si eso sea bueno ._.

¿que les parecio? ¿como creen que reaccionara Ciel? ¿creen que he exagerado o algo asi?

Espero les haya gustado, cualquier tipo de comentarios es bien recibido ^^

cuidense!!!!

P.S inche sebastian pervertido xDDDD


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).