Prólogo.
No recordaba desde cuando había perdido la alegría que le caracterizaba.
Quizás desde el momento en el que despertó y se dio cuenta de la realidad. De que el mundo con el que soñaba no era más que eso, un sueño.
De que no había servido todo su esfuerzo para ayudar a los demás, para intentar eliminar el odio que Madara Uchiha y otros habían creado. Que una semana y dos días habían bastado para que los demás consideraran que lo mejor que podían hacer, era esconderse como ratas con el miedo de que el horror se pudiera repetir.
¿Adónde habían quedado sus anhelos de salir adelante?
Y por supuesto, a Naruto no le hubiese importado si no tuviera una directa consecuencia en él. Demasiada gente había sido encerrada. Él, había sido encerrado.
No les había importado sus razones, ni que al final Sasuke hiciera lo que todo ninja fiel a su aldea hace; protegerla a costa de su vida. Le habían encerrado como un vil criminal, le habían golpeado y maltratado, y Naruto no había podido hacer nada.
Y ni siquiera podía culparle si escapaba y decidía volver a intentar destruir Konoha.
Con el paso de los meses, la gente se fue tranquilizando, sin embargo él seguía en ese lugar. Y no había podido ir a verle. Sasuke no lo había permitido.
Hablaba todos los días con Tsunade al respecto, e incluso junto a Kakashi, a quien tampoco Sasuke había querido ver. Pero al Hokage no había dado su palabra a torcer. Se lo debía a Sasuke, le había dicho. Naruto no podía estar menos de acuerdo.
Y así, pasaron 6 meses. Y su estado de ánimo no mejoraba. Sakura lo sabía, Shikamaru lo sabía, hasta Sai lo sabía.
Y seguía sin ver a Sasuke.
Un sentimiento extraño se había alojado en su pecho; desesperanza. No sabía qué pasaría si a los líderes de su país se les ocurría matarle. No quería pensarlo ni imaginarse. Desde hace mucho que ese día venía a su cabeza. Y no quería derrumbarse. Sasuke era demasiado importante para él para poder desearle algo como eso.
Y seguían pasando los meses. Una tarde de agosto fue la última vez que le vio. Iba caminando hacia la cárcel detrás de una mujer. Se le veía una expresión resuelta, sin embargo sus ojos se encontraban apagados. Jamás se había sentido tan descorazonado y decepcionado. Quiso gritarle y seguirle, e incluso pegarle, pero Sakura le había detenido.
Sus ropas raídas, su pelo descuidado, su expresión andrajosa… ¿Era realmente el Sasuke que había conocido? Incluso el orgullo que le caracterizaba parecía haberse consumido.
No, ese no era Sasuke.
Ese no podía ser su mejor amigo.
No había podido evitar dejarse llevar por sus pensamientos, ignorando a todo el mundo por primera vez. Estaba cansado de todo, de todos.
Sin darse cuenta, había terminado en una plaza durante dos días.
Tenía hambre y sed, lo percibía. Pero no quería moverse. Sentía como si el peso de diez y nueve años hubiesen por fin alcanzado.
Y una pelota llegó hacia sus pies.
–Oni-chan ¿Puedes entregármela?–