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La Perla del Mercader por Tavita

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Notas del fanfic:

Nuevo personajes, inventado!

 

Notas del capitulo:

Introducción!

Leah Isuki había sido su nombre, sin embargo, nunca lo usó más que para ocasiones muy pero muy especiales. Para el resto del mundo, su nombre era Kazuya Isuki, el hijo menor de la familia Isuki, el último heredero luego de aquella noche fatal.

La guerra entre las familias yakuzas japonesas durante los últimos cinco años habían dejado a los cuatro hijos de Liota Isuki muertos en las calles de Aizuwakamatsu, Kioto, Yonezawa y Tokio. La familia había caído en desgracia desde el momento en que se permitió descuidar sus negocios y dedicarse a disfrutar de la compañía de Keiko. Una mujer normal, que sin embargo, le había dado la posibilidad de encontrar descanso luego de la muerte de su esposa, se había dejado llevar, por supuesto que sí… durante años había dejado todo en manos de su mejor amigo hasta que  la noticia de que su hijo mayor había muerto lo puso en alerta. La Guerra había sido iniciada.

Los años pasaron con caídas por todos los bandos, de la misma manera, se vio acorralado en su sede central de Tokio hasta que el resto de sus hijos fueron cayendo en los distintos lugares a los cuales habían sido asignados. Cuando la muerte de Icki Isuki se dio a conocer en toda la ciudad, supo que la guerra la tenían más que perdida, la familia que se había demorado en construir con esfuerzo, pasión y total control estaba en el suelo.

-Todo ha sido culpa mía- Habló Liota cerrando los puños al tiempo que se levantaba de su asiento. Al otro lado del escritorio, en posición firme perfecta se encontraba Kaguoru Nekoi, su brazo derecho y gran amigo quien le había dado la noticia- Toda mi descendencia muerta…

Liota golpeó su escritorio con odio. Sabía bien que el negocio era complicado, él mismo lo había comenzado décadas atrás con Kaguoru en medio de barrios que nada tenían que ofrecerle, además, sus genes mestizos lo hacían blanco constante de las burlas y molestias del barrio. Sabía que debía salir de ahí antes de terminar muerto, pero esto… nunca pensó que esto pudiera ser su fin.

-¡Qué demonios vamos a hacer?- se dijo más para sí mismo que para Kaguoru. En su mente volaba toda información relevante que pudiera servirle, las cuentas en el exterior estaban completamente selladas, sólo era necesario tomar todo y escapar… ¿pero su honor se lo permitiría?- ¡Estamos perdidos!

-aun le queda un descendiente- habló Kaguoru con total calma-

Liota miró a su amigo desconcertado. Aquella opción estaba completamente descartada desde el momento de su concepción. No sólo era un heredero fuera del matrimonio, sino que además, era una mujer.

-¿Leah?- Liota se paró derecho- sabes tan bien como yo que eso es imposible.

Liota miró al suelo, desde el momento que la niña había nacido se había distanciado completamente de Keiko y Aizuwakamatsu, su ciudad natal. Con aquel nacimiento se sintió avergonzado por cómo había llevado la muerte de su esposa y sus acciones con la familia. Mantener de amante a Keiko por tanto tiempo había dado a entender que era capaz de dejarlo todo con tal de tener un espacio de paz, algo que si bien podría llegar a ser cierto, nunca debió haberse permitido haber dejado tan en claro. Aun así, nunca quiso a esa hija suya, ni siquiera la conocía, con aquel nacimiento, su refugio había sido dañado y sentía que ya no era la prioridad en la vida de la mujer… y cómo serlo cuando se tiene un bebé recién nacido.

-debes tener en claro que nadie sabe que existe- comentó Kaguoru- nuestros enemigos creen que han dinamitado todo con la muerte de tus hijos, pero no saben que existe una última oportunidad…- habló nuevamente su amigo. Kaguoru, a diferencia de Liota, no tenía aquel carisma que hacía que todos siguieran a Liota con devoción y admiración, sin embargo, poseía una mente analítica y aguda, capaz de racionalizar aspectos imposibles de ser racionalizados.

-Ni siquiera podría reconocer a la pequeña- Liota pensó un momento, ni siquiera tenía en claro qué edad tendría en ese momento- cuando nació, las abandoné a las dos

-pero nada les ha faltado…

Cuando nació Leah, hace casi 15 años, se había escapado de aquella realidad y vuelto a los negocios, diez años después comenzaría la guerra entre las familias que lo tenían ahora al borde de la pérdida total.

-… pero nada les ha faltado- repitió mirando a su amigo- porque tú te has encargado de ello. Kaguoru, creo que es necesario dar pie atrás y asumir que hemos perdido- dijo finalmente

-Hay gente que su vida depende de esto- esgrimió nuevamente Kaguoru- recuerda cómo era cuando éramos jóvenes, sin oportunidades, desechados por los indeseables- para Kaguoru aquellos recuerdos siempre fueron indeseables, recordar lo que era, su propia insignificancia no hacía más que reafirmar la necesidad de rearmarse en la familia- NO PODEMOS DEJARLOS SOLOS- remarcó cada sílaba.

Liota, sin quererlo realmente, asintió. Sabía que no podía dejar a la familia sola, serían pesquisados, asesinados como animales. Era necesario buscar una fórmula para que aquello no terminara tan mal. Pero no veía en eso la necesidad de renacer aquella situación con su hija bastarda.

-Sin embargo, ella no querrá- comentó con amargura. Nunca había querido a la niña, no podía engañarse diciendo que en realidad había cariño en su corazón para ella, su sola existencia no era más que una molestia a la cual no estaba dispuesto a ceder.

-no debe querer- dijo Kaguoru sonriendo- hay que convencerla… déjame hacerme cargo.

-¿ya tienes algo planeado, Kaguoru?- sonrió con admiración. Su amigo siempre se había adelantado a los más terribles sucesos y en gran medida era por ello que siempre habían salido ilesos de los primeros trabajos. En aquellos tiempo nadie imaginaría que estuvieran donde estaban hoy en día. Liota sonrió más tranquilamente, confiar en Kaguoru siempre le había dado resultados y, conociéndolo como lo conocía, era altamente posible que la familia Isuki volviera a ser lo que fue.

-¿Cuándo no lo he tenido?- contestó con suficiencia.- iré a Aizuwakamatsu a ver a Keiko y a Leah y solucionaremos este problema. Por el momento debemos dejar que crean que estamos vencidos, pero reorganizaremos a los hombres, que se replieguen para recibir instrucciones, mañana por la noche volveré con noticias y con la niña. No desesperes.

 

Aizuwakamatsu no estaba dentro de los planes de la guerra de los Yakuza, sin embargo, cuando supieron que Kaguoru Ideoshi había salido de Tokio en camino a ese lugar, las otras familias se pusieron en alerta. No era posible que en medio de una rendición el brazo derecho de Isuki Liota saliera de la ciudad a un destino que nadie sabía.

El primer hijo de Liota que mataron, había sido en aquel lugar, sin embargo se había asumido que el muchacho estaba de paso, después de todo no era muy reconocido por su inteligencia y su centro de operaciones a cargo era Yonezawa, la ruta de traslado hacia dicha ciudad pasaba por Aizuwakamatsu. Pero si ahora Kaguoru iba a ese lugar, era porque los Isuki lo usaban para algo más que ruta de tránsito, algo importante había ahí.

Y no tenían tan poca razón, Kaguoru, cuando nació Leah, se había dedicado a mantenerla tanto a ella como a su madre alejadas de lo que sucedía en Tokio. Keiko siempre pensó que un hijo uniría el afecto que Liota sentía por ella, sin embargo, cuando naciera Leah se dio cuenta que el amor que Liota sentía por ella era mucho más posesivo de lo que había imaginado. Aun así había aceptado la ayuda de Kaguoru –ayuda que consideraba era parte de lo que correspondía a la niña por ser una Isuki como sus hermanos- y había aceptado esconderse en la ciudad natal de Liota en honor al mismo lugar donde se habían conocido.

Sin embargo, había amado a la muchacha con todo lo que podía amar. Luego de casi 15 años ahora podía ver en ella todo el carácter de su padre con rasgos inhumanos de belleza. Leah no sólo era inteligente, sino que además extremadamente bella a pesar de sus cortos años; el cabello rojizo y semi ondulado le caía hasta la cintura, sus ojos verde cenicientos grandes sin duda alguna habían sido la herencia de la mixtura genética de Liota. Una frente amplia y unos labios gruesos.

-Cada día está más bella- comentó Kaguoru mientras veía a la muchacha en medio del jardín japonés que había en la casa

-Es cierto, a veces me sorprende que sea lo bella que es. Sin embargo fue concebida con amor, ¿de qué otra manera sería explicada tal belleza?

-pareciera, sin embargo, que no pertenece a este lugar- comentó Kaguoru realmente impresionado por la belleza de la muchacha. No sólo podía ver aquellos rasgos de su amigo reflejados en ella, sino que poseía ese carisma, esa aura que la hacía llamativa a cualquiera. Sin duda alguna tenía ese don para hacer que todos la siguieran al infierno si era necesario. Una líder innata.

-¿a qué te refieres?- Keiko lo miró extrañada. Siempre había temido por el hombre que la cuidara tanto, sin embargo, esta noche pareciera que estaba realmente tocado por un halo de muerte. Su visita no sólo fue inesperada (algo que nunca antes había sucedido) sino que hasta el momento, no había querido sacarse el chaquetón de viaje, ni había querido probar el té que siempre le ofrecía cuando las visitaba. Algo realmente malo estaba sucediendo.

-No puedo mentirte- Keiko no contestó. Sabía perfectamente cuántas veces Kaguoru había mentido enviando regalos en nombre de Liota para la niña- pero es necesario que me lleve a Leah a Tokio

-¿llevarte a Leah?- Keiko entrecerró sus ojos. Siempre había estado al tanto de dónde trabajaba tanto Liota como Kaguoru, si el último era capaz de pedir semejante cosa, era porque algo estaba pasando demasiado importante como para que se lo pidiera sin siquiera mediar aviso-… debes estar loco

-Keiko, la familia ha sido atacada de forma fatal- no era necesario esconder información a Keiko, sabía que la mujer conocía tanto los negocios de Liota como los de él- e Isuki ya no tiene herederos…

-¿Herederos?- Keiko abrió muy grandes sus ojos café profundos-…entonces Leah…

-Sí. Es la única heredera de la familia Isuki. Y debo llevarla conmigo para que cumpla su destino.

-Pero…- Keiko sabía perfectamente lo que eso significaba- No podría dejarla ir, Kaguoru- repitió obstinadamente Keiko- es mi hija y aun no tiene la edad para poder valérselas por sí misma…

-Liota la necesita…

-…pero no la quiere…

-no puedes decir eso- Kaguoru sonrió de forma automática- siempre se ha preocupado por ustedes dos.

Leah miró hacia donde estaban su madre y aquel visitante que siempre las acompañaba. Kaguoru nuevamente quedó impresionado por la belleza de la muchacha que al pararse parecía tener una dignidad mucho más imponente que la de su padre. Leah era una versión mejorada del carisma de Liota con una belleza abrumadora.

-…no es necesario que me engañes, no luego de todos estos años- Kaguoru sonrió, más de una década conocía a la mujer, casi dos, si era más riguroso en contar el tiempo. Por supuesto que no era necesario que la engañara.- aun así, entiendo que si viniste a llevártela, te la llevarás de cualquier modo.

-No te equivocas en eso- Kaguoru se volteó abriendo su abrigo que guardaba una pistola plateada con bellas marcas. Una reliquia según pudo observar la mujer, un arma que había sido hecha a mano por especial encargo de Kaguoru para realizar su trabajo con dignidad- me llevaré a la muchacha así tenga que matarte.

-no es necesario que me amenaces- Keiko se maldijo. Si había escuchado que la guerra había generado la muerte de los cuatro hijos de Liota, no tardarían en venir por Leah- me estás pidiendo que mande a mi hija a una muerte segura

-vamos, Keiko- volvió a hablar Kaguoru con total control- sabemos que es un paso necesario. Muchos hombres dependen de esto. Me llevaré a la niña, tú podrás seguir viviendo acá confortablemente… pero si intentas arrebatármela, ella sufrirá las consecuencias. Y lo sabes bien que lo hará

-…no te atrevas a amenazarme…

-no creas que soy idiota- Kaguoru se acercó a la mujer mostrando sus fríos ojos negros. Aquel Halo de muerte la invadió de miedo, sabía ahora, que el hombre no estaba jugando- has estado conversando con Asami, de Tokio para darle un salvoconducto. Tengo mis informantes- aclaró con una sonrisa de suficiencia- antes sólo Liota y yo sabíamos de la existencia de la muchacha y su relación con la familia Isuki, pero ahora, ese bastardo conoce a la muchacha…

-nunca llegamos a conversar más- habló la mujer, lamentando la realidad de sus palabras- sólo se enteró que necesitaba ayuda para proteger a alguien, mi hija…

-y no demoraría en hacer conjeturas si llega a conocerla- Kaguoru cerró su chaqueta y se volteó a mirar a la muchacha que venía caminando hacia ellos. Había notado que algo no estaba bien al ver a su madre en aquella actitud tan a la defensiva por lo cual se acercaba sigilosamente- me la llevaré mañana en la madrugada, tú la convencerás durante la noche ¿Está claro?

Leah se inclinó ante el invitado a una distancia que le permitiera a ambos terminar su conversación. Kaguoru nuevamente la miró directo a los ojos y la muchacha pudo notar la intensidad con la cual la apresaba en ellos, lo que hacía un momento había sentido mientras caminaba por el jardín ahora se había intensificado… no era idea suya cuando creyó que Kaguoru la miraba con una insistencia incómoda.

-¿Todo bien?- preguntó la muchacha mientras se acercaba a su madre

-antes de que despunte el alba- dijo Keiko con un dolor inmenso en sus ojos- deberás marchar a Tokio.

Leah abrió más sus ya grandes ojos almendrados, apenas salía de su residencia y nunca salió de la ciudad de Aizuwakamatsu. Sin duda aquel hombre había venido a traer muy malas noticias como para hacer que su madre la dejara ir.

-pero no quiero irme, madre- intentó persuadirla-no quiero dejarte sola

-Leah, escúchame- Keiko se paró derecha- debes ir, te llevarán donde tu padre. Si no lo haces, ambas estaremos en peligro.

La muchacha comenzó a temblar, aquello podría ser un adiós… y su madre había dicho “en peligro”… ¿a qué se refería con eso?. Su expresión no sólo demostró confusión y miedo, sino que también una sensación de total abandono.

-no te dejaré marchar sin cuidados- Keiko la abrazó para hablarle al oído- tu padre tiene un destino para ti, pero yo te entregaré el salvoconducto en el caso de que no tengas la seguridad mínima para poder mantenerte en tu lugar, ¿Está claro?

 

Asami Ryuuichi era uno de los pocos que no se habían involucrado en las peleas callejeras de los Yakuza. Sin embargo no era porque no tuviera algo que ganar, sino que por el contrario, tenía negocios que mantener en Macao y China.

Aun así, no podía evitar sentirse fascinado por lo que estaba sucediendo en las calles de Tokio. Pronto la guerra terminaría, y de la misma manera, él podría sacar beneficios en medio de tanto caos. No era que le fuera mal en su negocio, pero tampoco podía evitar tomar algo más de lo que se le ofrecía.

Tres toques sonaron en su puerta. Los ojos color miel se deslizaron a la entrada de su despacho para ver qué era lo que quería, luego de lo sucedido en China con la familia Liu se había mostrado molesto… se le había escapado Liu Fei Long, aun cuando las ganancias por haberlo dejado como el jefe de Baishe fueran sustanciosas, no podía evitar recordar aquel sabor en su boca.

-Asami san- su subordinado saludó con una venia- han llegado noticias de Aizuwakamatsu

Asami dio un respingo, hacía mucho que no tenía noticias sobre la guerra en Tokio, salvo aquel llamado para entregar un salvoconducto. Sin embargo la muerte del último de los Isuki le había dado a entender que aquel salvoconducto no sería utilizado.

-dime- ordenó mientras dejaba su cigarro. Estaba cansado y algo cabreado tener que escuchar cada una de las peticiones de aquellos viejos yakuza. Por eso trabajaba solo, y era por eso que prefería seguir haciéndolo ¿Tanto les costaba entender?

-Kaguoru Nekoi acaba de llegar a la ciudad- habló concisamente el mensajero- al parecer pasará la noche allá. También llegó otro mensaje de la misma ciudad –el mensajero se acercó y le entregó un sobre sellado, Asami asintió y lo recibió.

Esperó hasta que se quedara nuevamente solo en su despacho. Afuera podía oír el ruido de la noche, sonrió ante la perspectiva de lo que estaba sucediendo, en medio de la catástrofe el más cercano colaborador de Isuki había escapado a Aizuwakamatsu, una ciudad sin importancia, para, seguramente, desaparecer. Lo que sí le llamó la atención es haber recibido aquel otro mensaje, respuesta al salvoconducto… todos sabían que Icki había muerto ¿Para qué aquella mujer se había molestado en enviarle una respuesta?

Asami terminó su cigarrillo con fastidio, luego se corrió un mechón de su cabello negro engominado que le caía sobre la frente para poder ponerse cómodo. Abrió el sello con delicadeza y se dispuso a leer.

Una sonrisa se le dibujó en el rostro. Se impresionó el no haber pensado en lo que pasaba en aquella ciudad, hacía más de una década que Liota Isuki había estado involucrado con una mujer allá, su ciudad natal. ¿Era tan improbable que tuviese un heredero escondido, un hijo bastardo que pudiera hacerse cargo de sus negocios?... y entonces ahora entendió los viajes de Kaguoru. Sin embargo, Keiko no era tonta y había arreglado todo  para que, en caso que la guerra se extendiera y terminara definitivamente con la familia Isuki, el heredero, desconocido por nombre y apariencia para Asami, se presentara ante él para pedir aquel salvoconducto por el cual su madre estaba pagando todo lo que estaba pagando. No había amor más fructífero que aquel de los padres a sus hijos, y la suma de dinero era muestra de ello.

 

Leah no habló en el viaje a Tokio. Sabía, por lo poco que le había dicho su mamá acerca de su padre sobre su trabajo, que era bastante peligroso contradecir las peticiones que tanto Kaguoru como su padre pudieran hacerle. Sin embargo, no por ello dejaba de estar más asustada, la insistencia del hombre en su mirada, al mismo tiempo que la poca amabilidad con la cual la trataba la hacía sentirse más incómoda de lo que ya estaba.

-¿tu madre te contó a qué vienes?- se atrevió a preguntar el hombre

-sólo me dijo que me necesitaban- mintió de forma natural. Claro que su madre le había contado que era mejor resguardarse de aquel hombre, no hablar con nadie con quien no fuera estrictamente necesario. Al mismo tiempo le había dicho que un hombre, de apellido Asami, sería su contacto en caso de que todo saliera mal - que por eso me había ido a buscar, señor.

Kaguoru asintió. Si la capacidad de mentir era heredada, era posible que la niña le estuviese mintiendo, sin embargo conocía a las muchachas de su edad, no era muy difícil vislumbrar cuando mentían y lo único que podía ver de la muchacha en la actualidad era miedo y cierta ansiedad por el nivel de incertidumbre a la cual estaba siendo expuesta. La miró mejor nuevamente para poder tener un toque de ella y se imaginó cómo sería en unos cuantos años más, cuando llegara a su plena madurez y su belleza estuviera completamente desarrollada.

Sólo aquella imagen en su cabeza lo hizo calentarse. Y le gustó aquella sensación.

El auto dobló por la gran avenida mostrando la gran torre de Tokio, ya habían llegado. Leah nunca había tenido interés en conocer a su padre, no porque no lo necesitara, sino porque sabía –bajo una certeza un poco incondicional- que el abandono a su madre había tenido que ver con ella. Sin embargo, el nerviosismo que sentía ella ante esta perspectiva era real y no sabía bien qué decir ni cómo presentarse ante quien era uno de los hombres más poderosos de Tokio.

Nuevamente el auto dobló, entrando a un barrio más bien antiguo, con casas hechas antes de la Guerra que mostraban cerezos en flor, espacios muy bien cuidados y arreglados con gusto. Un lugar de descanso para los hombres de negocios, cercano al centro de la ciudad pero aislado de su ajetreo y constante movimiento.

-te va a encantar tu nuevo hogar…- Kaguoru habló arrastrando las palabras. Siempre había sentido cierto nivel de placer al asustar a quienes debía doblegar. El poco rato que había estado en el auto con Leah le había indicado que tenía un carácter si bien, algo débil –cualidad que seguramente era adquirida por ser mujer- era bastante controlada. No daba a conocer sus sentimientos ni pensamientos, por lo cual la muchacha se ganó un punto. El hombro mojó sus labios y se sentó derecho, la muchacha no reaccionó.

Leah, por su parte, había aprendido de su madre que una mujer en un momento tan extraño como lo estaba ella, no debía dejarse doblegar, no debía perder la calma ni mucho menos hacer creer que podrían controlarla. No, con apenas 15 años su madre le había contado lo suficiente de su padre para saber que el mundo en el cual vivía no era el de la mayoría de las personas; las visitas de aquel hombre que la miraba con insistencia, su encierro forzado, su adiestramiento en temas de autocontrol, artes marciales, protocolo y en finanzas entre otras cosas eran para llegar a este momento, uno que, no quería ni menos había pedido, llegara, pero que sabía llegaría tarde o temprano. Quería suspirar e ir corriendo a los brazos de su mamá para que la consolara, la verdad era que no quería estar en esa ciudad, en ese auto camino a la casa de un padre que no conocía. Aun así, se tranquilizó sin llamar mucho la atención. En la parte interna de su pantalón llevaba un pequeño chip descartable para celular, como le había dicho su madre, en el caso que las cosas no salieran bien, sólo tenía que utilizarlo para llamar al único teléfono que estaba grabado en aquel pequeño pedazo plástico; Asami sabría cómo sacarla de ahí.

 

Liota aun miraba hacia la calle, la mañana se había presentado de manera prístina y, aun cuando no había pegado un solo ojo durante la noche, se sentía con energías renovadas. Si Kaguoru le había dicho que era posible salvar a la familia a través de aquella hija que había dejado abandonada, entonces era posible que fuese efectivamente así. No conocía a la muchacha, y si no se hubiesen dado las cosas como se dieron, tampoco la hubiera conocido, sin embargo ahora el destino se había encargado de reencontrarlos.

Le dieron aviso que la puerta de entrada de la antigua casa japonesa se había abierto trayendo dos autos… Kaguoru, en ese preciso instante, le mandó un mensaje al celular advirtiendo que les tuviesen preparado el desayuno puesto que ya estaban en la casa.

-preparen el desayuno, por favor- Liota se adelantó al ventanal que daba a la entrada principal para ver cómo era la muchacha que se bajaba por la puerta izquierda. Se sorprendió al notar una silueta alta y bien formada para sus 15 años. Su cabello medio rojizo oscuro y ondulado le recordaron los cabellos de su madre cuando era joven pero aquella actitud, esa forma de caminar, de mirar de soslayo no para escapar, sino para estudiar su situación, lo había visto con Keiko. Aquella muchacha que a lo lejos parecía una muchacha frágil y con cierta belleza, le demostró, sólo con aquella actitud, de lo que estaba hecha.

Un sirviente abrió la puerta para anunciarle la llegada de Kaguoru y el servicio del desayuno. Sabía que esto debía ser rápido puesto que, al otro lado de la ciudad, los últimos hombres que quedaban de la familia Isuki se estaban reuniendo a la espera de una respuesta a lo que sucedería dentro de los territorios Isuki, la familia, los negocios y esa maldita guerra.

Cuando estuvo todo preparado, la puerta de la habitación nuevamente se abrió para dar paso a dos guardaespaldas que venían a anunciarle que los invitados ya estaban instalados en el comedor.

Liota se abrochó su terno, se arregló el cabello del mismo color de Leah, y se encaminó al comedor, donde en la mesa lo esperaban ambos invitados. No estaba nervioso, pero sabía que de aquella primera impresión dependería el destino de todo lo que había construido en los últimos años.

-Al fin hemos llegado- habló Kaguoru cuando la puerta se abrió dando paso a Liota quien se adelantaba para saludar a su amigo sin quitarle la vista a Leah

-Así puedo ver- miró a sus sirvientes incitándolos a que los dejaran solos. Todos hicieron caso y se marcharon dejándolos en la habitación completamente solos. Leah nunca bajó la mirada, pestañó rítmicamente y sólo se sentó cuando le dieron indicación de hacerlo.- veo que estás muy bien educada- mencionó Liota. No había sido capaz de ver cuánto se parecía la muchacha a su abuela, al mismo tiempo que lo abrumó su belleza, de la misma manera podía ver en sus rasgos mucho de los rasgos que él mismo tenía…era imposible pensar que la muchacha fuera hija de otra persona aun cuando su rostro fuera de mujer.

-¿Alguien sabe quién eres?- preguntó Liota bruscamente- ¿Les has dicho si te han preguntado?

-No, señor- contestó la muchacha- pasaba los días en Aizuwakamatsu en mi casa estudiando, no salía más que con mi madre y mis dos amas de llaves.

-¿te han dicho la razón por la cual estás acá?

-No

Liota asintió complacido, Sin duda alguna Keiko había hecho un excelente trabajo adiestrando a esa muchacha para que fuera una mujer lo suficientemente fuerte como para autocontrolarse. Miró a Kaguoru a la espera de su plan.

-Bien, entonces creo que es momento que comencemos a evaluar la razón de tu visita, ¿no te parece, Leah?

La muchacha abrió sus ojos verdes cenicientos al notar aquel tono siniestro con el cual su padre se había referido a aquella reunión. Por alguna razón y a pesar de las delicias que estaban en frente de ella, se le pasó el hambre.

Kaguoru se acomodó en su silla luego de terminar la pequeña taza de café. Esperaba que tarde o temprano Liota le reclamara los detalles de aquel plan, y este era el momento.

-Bien, Leah. En Tokio se ha librado una guerra entre las familias yakuza…hasta ahora, los Isuki han estado perdiendo, todos los herederos fueron muertos, siendo tú la última de esta línea…

-¿por eso es que me han ido a buscar?- Leah preguntó sin escrúpulos. Sabía que el juego en el cual se estaba metiendo era peligroso, no era necesario ser muy lista para notarlo, pero nunca pensó que fuera tan extremadamente complejo y arriesgado.

-así es- contestó nuevamente Kaguoru. Escucharla hablar con aquel candor tan controlado lo había excitado- te fui a buscar para que te hagas cargo de la familia Isuki…

-…Que desde ahora es tu familia- corrigió Liota.

Leah miró a su padre y luego a Kaguoru en quien había notado un interés que crecía en la medida que aumentaba el tiempo juntos. La muchacha, entonces, supo que no era una respuesta, sino más bien, la notificación de que esto sería realidad. Instintivamente se quedó callada sin contradecir lo que se le estaba diciendo. La verdad era que no tenía la menor intención en ser parte de la familia, ni mucho menos tener que dejar su vida en Aizuwakamatsu lejos de su madre y de cuantos llegó a conocer.

-¿No dirás nada?- preguntó, Liota, encantado. La verdad era que se había imaginado cualquier otra cosa, menos aquella criatura que no daba muestras de nerviosismo, contrariedad ni mucho menos resistencia a lo que se le estaba imponiendo

-No es que sea importante lo que diga, ¿no?- Leah miró a su padre directo a los ojos. Si la decisión estaba tomada era mejor ni siquiera estar en contra de ella.

Liota rió de buena gana con aquella manera que tenía de mostrar una simpatía natural. Kaguoru sonrió con gusto también, puesto que sabía perfectamente lo que aquella actitud significaba en su amigo, le gustaba la muchacha a pesar de que la desconoció durante todo este tiempo.

-realmente me impresionas, muchacha- Liota se sentó derecho y se volteó hacia Kaguoru- la verdad es que conociéndola, hace que tu plan tenga sentido… aun cuando sea mujer…

-…no lo será- Kaguoru sonrió a su amigo y luego miró a la muchacha con aquel brillo depredador en los ojos- no hay que ser ciego para darse cuenta que una muchacha como Leah dejaría estragos dentro de la familia- nuevamente ese tono seductor que tanto molestaba a la muchacha- no puede ser el jefe de familia una mujer.

-¿Y qué quieren que haga?... operarme o algo así?- dijo Leah escandalizada. No había levantado la voz, pero sí había mostrado su enfado, era suficiente que la sacaran de su vida normal, que le impusieran otro estilo de vida que no era el de ella ni el que le acomodaba. Pero ahora obligarla a cambiar su aspecto era mucho más de lo que estaba dispuesta a soportar. Nuevamente la sensación del pequeño ship pegado a su piel por la parte interna de su ropa le hizo saber que tenía una salida de escape, debía ser bien estratégica en usarla puesto que tenía una sola oportunidad, se dijo a sí misma, tendría que ser estratégica.

-debes entender que, al menos, no puedes tener la apariencia que tienes por un buen tiempo, ¿no?- kaguoru miró a su amigo, sonriendo. Si bien aquella muchacha comenzaba a interesarle, nunca debía olvidar que era la heredera de la familia, hija de su mejor amigo.

Liota miró a su amigo notando cuál era la visión que se estaba formando en la cabeza del hombre. Sería un idiota si negaba que Leah era realmente hermosa, y negar que aquella apariencia traería problemas en un grupo de casi puros hombres sería una estupidez.

-Creo que es verdad- dijo finalmente Liota, golpeando la mesa- es mejor que desde hoy mismo comiences a vestirte como hombre. Escóndete mientras sea necesario hasta que cuentes con tu propia gente de confianza. Desde hoy estarás a mi cuidado directo- en aquella ocasión miró a Kaguoru, por una parte para saber qué reacción generaba en el hombre aquellas palabras y por otra parte para hacerle saber que sus deseos para su hija estaban totalmente fuera del plano de los negocios- sabrás el negocio de la familia, te adiestrarás y entenderás al final del día lo importante que somos para el resto de las personas que trabajan con nosotros, el por qué no podemos dejar esta organización.

Leah asintió irritada y con un peso cada vez mayor en el estómago. Desde ese día debería convivir con su padre quien no era capaz de verla como hija y con Kaguoru, quien, estaba segura, estaba a la espera de poder ponerle las manos encima puesto que la veía como uno de los tantos gustos que se podía dar como miembro de la familia.

Notas finales:

Espero les haya gustado... aun no termina la primera parte ;)


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