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Entre sueños por chibiichigo

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Naruto es propiedad de Masahi Kishimoto. 

Notas del capitulo:

Las cosas que uno hace para escribir. Me metí a un reto de un grupo de Facebook y... pues ya. Me tocó "Somnofilia", pero como siempre, lo alteré un poco xDD

Espero que les guste.

Respuesta al reto "Enfermos mentales" del grupo de facebook Escritores de Amor Yaoi y publicado por Maya. 

Entre sueños

Por: chibiichigo

 

Miró  con inquieta lascivia hacia la habitación contigua, al tiempo que comenzaba a revolver las manos dentro de los bolsillos de su pantalón. ¿Cuánto faltaba para que las pastillas hicieran efecto? Sentía que ya habían pasado horas desde que las había diluido en la bebida de los adolescentes que trabajaban en la estancia. Por un momento temió que todo su trabajo y la dedicación que había puesto en su maquiavélico plan, en su reencuentro con su obsesión de antaño, se hubiesen ido a la basura por algún nimio error de cálculos. Porque alguna sustancia del té verde hubiese anulado el efecto del antihistamínico del somnífero.

Intentó contenerse de entrar a la sala para revisar si había indicios de relajación o de somnolencia. Debía guardarse bien los nervios, que le nacían del estómago y se extendían hasta su bajo vientre, para pretender el autocontrol habitual. Tragó grueso, en un intento por llevar a su laringe el regusto extático de lo prohibido y aparentar normalidad ante los dos jovencitos, todavía vestidos con su uniforme del liceo.

—¿Cómo va todo?— preguntó, con un timbre forzado de desinterés que sonaba más a orden que a otra cosa, tan pronto cruzó la mirada con un par de zafiros que recorrían distraídos la textura de las paredes— Si no pueden, pidan ayuda.

—Tsk, es cosa nuestra— contestó la voz grave y soberbia de Sasuke, que ni siquiera se había tomado el tiempo de voltear a verlo.

Dejó pasar el comentario, no sin antes dedicarle una mirada precautoria. No tenía ganas de discutir con su sobrino en ese momento, le arruinaría por completo el humor idílico en el cual se encontraba. Además, ya tendría tiempo para cobrárselas por sus arrebatos de altanería.

Se dirigió a la cocina, pensando en todas las cosas que pudieron haber fallado en su plan. No tenía idea de en qué había consistido el error, pero la frustración empezaba a invadirlo. Miró distraído al reloj del microondas y, luego de un par de segundos, entendió que nada había fallado. Sus sentidos lo habían traicionado. No habían pasado más de veinte minutos desde que servido las tazas de té a los dos chiquillos.

Meneó la cabeza, ¿cómo había podido errar en algo tan elemental? Acto seguido, calculó cuánto tiempo faltaría para que hiciera efecto. El chico rubio se lo había bebido con apremio y casi sin darse cuenta debido a que resolvía un problema con vectores, así que seguramente le llegaría el sopor en unos pocos minutos. El que había sido más difícil de convencer había sido Sasuke. Y es que su sobrino era todo un experto en inquirir y poner en velo de juicio todas sus acciones. Sin embargo, tras unos momentos accedió a darle un pequeño sorbo al humeante líquido.  Con él sería un proceso más tardado.

Concluyó que no harían falta más de veinticinco o treinta minutos para tenerlos a los dos dormidos y, con bastante satisfacción, se sirvió un whisky que le amenizara la espera.

 

 

No tardó en escuchar los bostezos y los quejidos del rubio amigo de su sobrino. Farfullaba cosas sobre lo difíciles que eran las matemáticas y el sueño que le daba por el esfuerzo.

Sonrió y se abrazó las manos, en una pose truculenta.  Ya no faltaba mucho.

—No entiendo por qué haces tanto jaleo, Naruto— la voz de Sasuke, apagada y monótona, comenzó—. Me pediste que te ayudara para preparar el examen y lo único que haces es quejarte.

—¡Es que—bostezó de nueva cuenta—tengo tanto sueño que los párpados se me están cerrando por sí mismos!

Sasuke bostezó también. Madara podía escucharlos a través de la pared, aunque no lograba identificar si aquel reflejo había sido producto de la imitación involuntaria o si ya el chico habría sucumbido al poder de sus medicamentos.

—Si tanto sueño tienes, deberías descansar un rato. Mi habitación es la segunda puerta a la izquierda  subiendo las escaleras, ya lo sabes— ofreció, con un dejo de amabilidad que no pasó desapercibido por el mayor, que pasó su lengua sobre los labios rápidamente.

—¿Seguro que no te incomoda?— preguntó el trigueño, con la voz arrastrada.

—No. Yo también estoy cansado, iré a la habitación de mi hermano a dormir un poco.

Madara Uchiha no podía creer la buena suerte que tenía. No sólo no había tenido que intervenir en absoluto para conseguir que dejaran de estudiar, sino que ellos solos habían decidido ir a la planta alta. Le habían ahorrado todo el trabajo pesado.

Aguzó el oído y, tan pronto escuchó las dos puertas cerrarse, subió a su habitación por los aditamentos que necesitaría. Por suerte, todo lo tenía aprontado en una bolsa de menesteres.

 

 

Pasó por la recámara del mayor de sus sobrinos y entreabrió la puerta para corroborar que Sasuke durmiera. No quería que lo interrumpiera mientras estaba disfrutando al rubio huésped de la habitación contigua. Mientras se regodeaba secretamente en el sueño ajeno.

Entró a la habitación contigua, ésa del tapiz azul con blanco y los posters de varias bandas de power metal, en la que yacía el de cabellos dorados. Sintió una punzada de excitación en el bajo vientre, mezcla entre su apetito carnal por el rubio de piel tersa y el morbo que le generaba que fuese precisamente en el dormitorio de su sobrino menor, aquél que sin quererlo había unido los lazos de su pasado con su presente, donde lo poseería.

Caminó un par de pasos y se posicionó cerca de la cara del chico para sentir su respiración. Él, contrario a Sasuke, respiraba profundamente, con una apacibilidad que sólo los niños pequeños tienen. Con una paz de consciencia que él había perdido hace años, desde que había entrado en contacto con su obsesión.

Un escalofrío de placer recorrió su espalda. ¡Qué glorioso morbo le provocaba todo aquello! Además, tenerlo dormido ahí no hacía más que aumentar su reto, que hacerlo actuar sin interferir con esa respiración rítmica y espaciada.

Jodidamente sensual.

 Desabrochó con un poco de dificultad los pantalones del chico. Sus dedos se atoraban y se entorpecían por el apremio de sus acciones, mientras sentía cómo su miembro se erguía por debajo de sus pantalones. Recordaba las escenas del rubio a quien, en sueños, había pretendido desnudar una vez pero no se había atrevido. Ahora era su momento. Estaba tan excitado que no lograba contenerse, que no podía esperar para tocar la clara piel del chico y sumergirse en su abismo una y otra vez, en sumergirse en aquellos recuerdos que lo acosaban. Eso lo hacía desearlo con vehemencia, hasta la locura insaciable.

Bajó con fuerza sus pantalones y vio sus dos piernas con el bello rubio incipiente. No estaba igual de desarrollado que la mayoría de los chicos de su edad, aunque no tenía tampoco la estructura pueril. Casi no tenía vello en las piernas, más que en la parte inferior de las pantorrillas, donde algunos rizos dorados lo hacían ver mayor.

Lo acarició desde los tobillos hasta las pantorrillas, impregnándose de su aroma a jabón de coco y grabando la textura de esa piel apiñonada en su memoria. Sentía cómo su pene se endurecía, generándole un placer asfixiante y masoquista. Decidió no quitar todavía esa protección que lo separaba de su deseo.

Eso tenía que reservarlo para el final, como cenit de su deseo.

Tomó entre los dedos el elástico de los calzoncillos del Uzumaki y se quedó quieto. Ansiaba recordar ese momento de éxtasis desmesurado como algo estético y pulcro, no como cualquier arrebato de violador empedernido. Se lo debía a sus memorias de antaño.

La temperatura de la zona genital del rubio era mayor que la de las piernas, cosa que no le pasó desapercibida pero inmediatamente lo atribuyó al uso de los interiores. Su carne se sentía mucho más tersa y delicada, tal y como en su momento debió haberse sentido él. Bajó la tela de a poco, pese a que el corazón de daba tumbos y el instinto lo apremiaba para apoderarse de ese cuerpo joven y bien formado.

Poco a poco, fue atisbando el nacimiento de su pene y los testículos, que tenían algunos vellos casi castaños. Se preguntó si así habría sido él también, si así era incluso en su adultez.

Miró en pleno el miembro flácido del muchacho tan pronto le quitó todo lo que lo cubría. Era tan maravilloso verlo así, tan desprotegido y a sus anchas, roncando mientras era desnudado por él. Sin tiempo que perder, se bajó los pantalones y los calzoncillos hasta las rodillas y comenzó a masajear su miembro con violencia. Necesitaba liberar un poco de esa tensión sexual que tanto lo dominaba en ese momento.

Se puso de rodillas y comenzó a besar los muslos del Uzumaki, el objeto de su deseo, y a entregarse por completo a sus olores de adolescente. Recorría con su lengua la parte interna de las piernas del rubio hasta topar con la base de sus testículos y volvía a bajar, entre besos y caricias avorazadas. Con la mano, comenzó a masturbarlo. Quería erguirlo lo suficiente como para introducirse su virilidad en la boca y darle todo el placer que pudiera. Tuvo un pensamiento morboso, que lo excitó más: Conseguiría que, en sueños, él obtuviera un poco del placer que le estaba otorgando.

Lo haría estar agradecido con él, incluso aunque no lo supiera.  

Cuando estuvo listo, introdujo el pubescente falo a su boca y comenzó el ritual de movimientos y caricias. Mientras tanto, con una mano se abrió paso a través de los glúteos del chico y con la otra se tocaba a sí mismo con lascivia. Estaba totalmente entregado a su acción y los discretos gemidos, perdidos entre el sueño inalterable del trigueño lo hacían seguir con más enjundia, con el malsano sentimiento de que él también lo disfrutaba y que, por tanto, no estaba haciendo nada malo.

A la vez, saberse el líder de ese ritual agrandaba su ego. Lo hacía darse cuenta de su grandeza y de su posición. Era libre de cambiar el ritmo, de morderlo con suavidad—incluso podría hacerlo con fuerza, si no le dejaba marca— o de jugar en cualquier momento con su cuerpo indefenso.

Podía disfrutar de él sin consecuencias, de un modo perturbador y regocijante. Hacerlo suyo, sin importar qué.

Lo escuchó gemir algo de nuevo, pero no le puso atención. Quería concentrarse en su goce privado. ¿Quién podría adivinar, o, mejor expresado a quién le interesaría adivinar, en qué consistía el sueño que tenía? Que ese rubio disfrutara como mejor supiera hacerlo, no era asunto suyo.

Sintió como una delgada capa de rocío le saturaba la frente y se levantó de la cama, antes de dejar terminar a su acompañante o de correrse él, y se incorporó para colocarse un condón. No podía dejar huellas que lo delataran, que hicieran público ese desvío de su personalidad o que dejaran en claro su obsesión.

No, no podía permitirse nada de eso.

Sacó un frasquillo con lubricante y lo colocó en sus dedos. Luego, separó las dos mejillas de carne que se recargaban en el colchón y buscó el orificio. No podía esperar para saborear ese interior, seguramente estrecho y virginal.  De nuevo, una punzada extática lo invadió.

Introdujo los dedos índice y medio dentro del ano y comenzó hacer movimientos circulares para dilatarlo. Era tan tibio y tan firme que pensó que estallaría de placer incluso antes de entrar en ese abismo. Sin sacar sus dedos, lo giró hasta dejarlo boca abajo. Colocó una pila de almohadas para tener una vista panorámica de su campo de acción y, a la vez, para poder contemplar su pene erecto.  

Se quedó admirando las nalgas respingonas y bien formadas del chico. Tenía tantas ganas de abrirlas de par en par, de amasar su carne entre las yemas de sus dedos o de darle un par de azotes con la mano abierta, para que se marcara un poco de color en ellas… Se acercó y las mordió suavemente, lo suficiente para no dejar marcas pero sí para degustar de esos músculos tan adorables.  

Se acercó a la bolsa de menesteres que había traído consigo y sacó un dildo, que colocó rápidamente en la entrepierna del adolescente e introdujo con destreza. Solo escuchó un leve quejido por parte del otro, que cambió por un gemido lejano cuando activó la función de vibración.

—Mmm— ronroneaba el otro, todavía dormido—, Sasuke… Sasuke, más fuerte…

Madara se detuvo unos segundos ante ese factor no previsto. ¿Era acaso que su sobrino y ese muchacho…? Bueno, no importaba realmente. Después de todo, no era a Naruto Uzumaki a quien quería, sino que añoraba a la persona que representaba y que, en su momento, le había sido negada.

Como fuese, decidió darle gusto al chico. Que no dijeran que Madara Uchiha no sabía complacer a los que lo servían. Metió el pene plástico más profundo y aplicó más violencia en el monótono pero delicioso procedimiento de meter y sacar el juguete. Podía ver, en toda su magnificencia, los glúteos del muchacho contraerse para apresar al invasor y liberarlo segundos después.

Sentía que su propio miembro iba a estallar si no actuaba pronto. Necesitaba poseerlo antes de que su placer lo dominara.

Quitó el dildo con brusquedad y rápidamente colocó su propia carne en el sitio que éste había dejado libre. Se introdujo rápidamente, sin ceremonias o delicadezas. La fricción le molestó un poco, pero el interior le pareció tan delicioso y acogedor que poco le importó la estrechez.

Duró un par de segundos ahí, admirando su cuerpo sobre el del otro, que jadeaba mientras soñaba con que otro lo ponía en posición. ¡Qué bello hedor, ése del morbo! Presa de sí, comenzó una serie de embestidas toscas y violentas, en donde lo único que se escuchaba era el golpeteo de sus testículos contra las nalgas, ahora un poco rosadas del trigueño.  

¡Poco le importaba el modo en ese momento! Su único deseo era quitarse esa calentura, terminar de poseer a ese Uzumaki, a cambio del que nunca había sido suyo.

Metió y sacó sus carnes rápidamente, con vehemencia y voracidad. El otro era suyo, sólo suyo, una presa de sus emociones y de sus deseos más primitivos. Y el muchacho no podía moverse, no sabía quejarse, ni siquiera era consciente de la vejación. Era sólo el títere que lo acercaba a su padre, al alumno ejemplar que  había conocido cuando daba clases en la universidad, que había visto dormir y le había calado hondo.

—Minato— jadeó, con el sudor impregnándosele en la piel.

Ese nombre era orgásmico, el único que tenía que decir para potenciar todo lo que llevaba en su interior. Sintió que el placer se extendía desde su vientre hasta las yemas de los dedos, que se entumía y se fusionaba con algo más grande que sí mismo. La respiración se le cortó y la vorágine de sensaciones lo rompió en mil pedazos, sólo para volverlo a formar tal y como era.

 

 

—¿Sabes, Sasuke?— escuchó que Naruto comentaba en la mesa de la cocina, mientras él se preparaba un poco de café en la barra. Ya era bastante tarde, lo suficiente como para que hubiese necesidad de telefonear a casa del chico.

Miró a través del mosaico el gesto de su sobrino, que parecía impertérrito ante la plática.  Aguzó un poco más el oído, mientras fijaba la vista en su cuchara, como si no estuviese interesado— Soñé contigo.

—Mmm— el otro no le dio la menor importancia y siguió pasando en limpio unos apuntes.

El trigueño guardó silencio y tecleó un mensaje desde su móvil y se incorporó.

—Mi padre está por llegar, será mejor que apronte mis cosas. Gracias por la velada.

Madara levantó un poco la cabeza y se le quedó mirando con parsimonia. Lo vigiló mientras recogía los cuadernos y lápices, que metió desordenadamente a su mochila. Sasuke ni siquiera se inmutó mientras resolvía algo en unas hojas, aunque sus músculos estaban en tensión.

Decidió dejarlos estar un rato a solas. Finalmente, si eran pareja debía darles el gusto de la privacidad. Era la única manera de procurar que el Uzumaki fuera con frecuencia. Y con lo delicioso que se veía y que sabía mientras dormía, ya no quería dejarlo ir.

Suspiró. Se parecía tanto a su padre…

 El timbre lo sacó de sus ensoñaciones.  Sintió un cosquilleo malsano mientras se acercaba a abrir la puerta, pero lo controló.

—Buenas noches, Minato.  Hace rato estaba pensando en ti…

Notas finales:

Espero que les haya gustado. ¿Soy acreedora a algún comentario?


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