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¿Alucinación? por cielo caido

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Notas del fanfic:

Mmmm solo yo y mi retorcida imaginación owo

Notas del capitulo:

Bueno, últimamente me han dado ganas de escribir cosas bizarras y un tanto psicopateadas xD a saber porque, la venita sádica se me había pasado con mi anterior fic de VK en donde sometía a Zero a la humillación y “violación” -muñeco inmóvil-

Pero después de leer un fic con alta cantidad de masoquismo, no quise volver a escribir algo así, sin embargo, ahora me ha vuelto la venita sádica así que aquí me tiene owo, aunque este fic no es nada sádico sino mas bien algo como un trastorno, cuando lo leáis me entenderéis y como la única manera de deshacerme de ese sadismo y/o cosas perversas es escribiendo entonces decidí hacer una serie de historia que tengan como temática principal esto mismo owo

Disfrutad de este extraño escrito.

Nunca fue y nunca será
No sabes cómo me has traicionado
Y de alguna manera tenías a todos engañados

Sin la máscara ¿Donde te ocultarás?
No te puedes encontrar a ti mismo
Perdido en tu mentira.

Everybodys Fool (Evanescence)

¿Alucinación?

Abrió los ojos bruscamente, sobresaltado por un dolor punzante.

Una luz cegadora obligó a sus pupilas contraerse. Cerró los ojos de inmediato al recibir tanta luz, no recordaba que a su habitación llegase tanta luminosidad. Nuevamente intentó abrirlos, y poco a poco fue mostrando sus orbes violetas hasta que sus ojos se acostumbraron a la escandalosa luz.

Miró el techo extrañado. Era blanco y en medio de el había una lámpara que iluminaba demasiado.
Eso era extraño.

Él no tenía lámparas así en su cuarto.

¿En que momento se la habían cambiado?

Aun con aquella duda, se levanto sentándose así en el borde la cama.

Se sorprendió al mirar a su alrededor. Su cuarto no era su cuarto, era una habitación demasiada blanca para su gusto, además de que no había nada en ella, tan solo estaba la cama y él.

Rápidamente se puso de pie.

¿Donde estaba?

Y sin esperar más, se dirigió a la puerta, intentando abrirla sin éxito alguno. ¡Le habían encerrado! ¡Maldita sea, le habían encerrado!

¿¡Acaso le habían aislado a ese lugar?!

¡¿Y porque rayos le habían aislado...?!

¡No había hecho nada malo! Se había controlado perfectamente, ¿por qué le hacían eso?

Intentó con todas sus fuerzas abrir la puerta pero por más que forcejaba, ésta no cedía.

—¡¡Ábranme!! —exigió tocando la puerta que apenas tenía una pequeña ventana con rendijas. Veía que pasaban personas, muchas personas pero a ninguno los reconocía—. ¡Oiga usted, ábrame la maldita puerta! —habló completamente dominado por la cólera al sujeto que pasaba por allí.

—Oh, pero si es Zero —habló entusiasta el muchacho desconocido. Éste le saludaba amigablemente desde el otro lado de la rendija—. Mira Marta, Zero despertó —informó animado a su compañera.

Ella le miró curiosa unos segundos y luego le hizo un ademan de saludó con la mano. Ambos cargaban una especie de pijama color blanca.

—¡Ábranme la maldita puerta! —exigió molesto mientras trataba de abrir en vano.

—Oh no mi niño, ese no es el vocabulario que deberías tener —dijo en tono materno aquella muchacha—. Después te van a pegar por ser así, por eso nunca sales.

—¡¿Dónde está Yuki, el director, donde están todos?! —preguntó ignorando olímpicamente a la muchacha que le hacia un gesto de “no-no-no” con el dedo índice.

—¿Yuki? ¿Quién es Yuki, Marta?—preguntó le muchacho inocentemente.

—No lo sé, Daniel. Ya dicen que él esta loco. Mejor vámonos.

—¡No esperen..., no se vayan! —Pidió pero sus ruegos fueron ignorados por aquellos jóvenes que se marcharon dando brinquitos de conejos como si fueran niños—. ¡Maldición...! —Seguía girando el pomo de la puerta pero esta no cedía. Optó por usa la fuerza bruta y le dio una patada, aflojando la puerta lo suficiente como para poder abrirla.


 
Al salir vio en donde le tenían encerrado. Era la habitación 5, o eso tenía marcado la puerta. No le dio importancia y se apresuró en buscar una salida en aquel lugar. Comenzó a caminar con desespero por los pasillos. Ese lugar no era la academia Cross, ¡¿en donde estaba?!

Caminando, se dio cuenta de que usaba la misma ropa que usaba la gente de allí, una especie de pijama de color blanco.

Caminaba y caminaba pero nada. No había salidas para aquel lugar que se le asemejaba a una cárcel. Estaba comenzando a desesperarse.

—¡Enfermeras y doctores del pasillo tres; el paciente de la habitación cinco ha escapado, por favor ir en busca de él. Repito, el paciente de la habitación cinco ha escapado, por favor ir en busca de él! —dijo una voz desde un par de cornetas que habían a lo largo del pasillo.

 Zero retrocedió nervioso y alarmado.

¡Él era el paciente de la habitación cinco!

 ¡No, no le atraparían!

Comenzó a correr como loco.

En su frenética huida chocaba contra los pacientes y estos proclamaban maldiciones en su contra, otros le veían indiferente, como si ya estuvieran acostumbrados a ver y presenciar aquella escena.

Zero en cambio estaba mas que alarmado. No sabía donde estaba.

No sabía por qué estaba encerrado. No sabía quiénes eran esas personas y por eso los empujaba, los tiraba al suelo mientras corría, estaban estorbando y así lo atraparían y eso no debía ocurrir.

No ahora.

Y en su frenética huida, chocó contra alguien y esta vez no pudo hacer nada para apartar a esa persona.

Cayó al suelo de bruces.

—¡Fíjate por dónde vas, ¿no ves que acabas de atropellar a mi bebe?! —dijo una joven mientras abrazaba un muñeco de trapo—. ¿Estás bien, mi bebe? ¿Si estás bien verdad? —Comenzó a hablarle al muñeco. Zero se sorprendió de aquello. Ella le miro después enojada, casi atropellaba a su bebe—. ¡Niño malo, niño malo! —le dijo a él en tono amenazante.

¡¿Donde rayos estaba metido?!

El semblante de aquella joven de repente cambió a uno mas sereno al mirar en frente. Ella sonrió tímidamente y dijo:

—¿Verdad que mi bebe es bonito doctor? ¿Verdad que si lo es?
« ¿Doctor?», pensó Zero alterado.

Miro detrás de él y había alguien pero eso alguien le sorprendió.

—Kuran... senpai... —dijo apenas siendo su incredulidad bastante notoria a los ojos de aquel doctor que le observaba indiferente.

—Buenos días Zero —habló sin interés aparente. Antes de que pudiera decir algo más, el albino le tomó con fuerza de la bata blanca que cargaba.

—¡Kuran, ¿donde están todos?!

—No sé de qué me hablas Zero —respondió sin inmutarse por aquello, estaba más que acostumbrado a recibir ese trato del joven. Estaba seguro que no era y no seria la última vez.

—¡¿Cómo que no sabes?! —Apretó mas el agarre dejándose llevar por el coraje. La sangre hervía de rabia en su interior—. ¡¿Donde está Yuki y los demás?! —Kaname, completamente sereno se soltó del agarre del joven y le respondió.

—Zero, ya te he dicho que Yuki no existe, ni tampoco el director Cross o los vampiros.

Aquello le dejo estupefacto.

¿Que no..., existían?

Imposible...

Eso era mentira, todos existían.

—Déjate de juegos y dime la verdad. ¿Dónde estoy? —Le fulminó con la mirada. Respiraba tan rápido que sentía que le iba a dar un ataque en cualquier momento.

—No estoy jugando. Nunca lo hago —respondió diplomáticamente arreglándose el uniforme de medico. Al ver el rostro aturdido del paciente agrego—. Estas en un centro psiquiátrico; estás enfermo.

¡¿Que....?!

La respiración se le aceleraba cada vez más y más. Preso de un pánico que empezaba a dominarle, las manos comenzaron a sudarles y todo comenzó a dar vueltas cuando Kaname le enseñó varios dibujos que guardaba en la carpeta que llevaba en mano.

—Estos son dibujos que tú mismo has hecho —explicó tranquilamente—. Aquí representas a los personajes que con anterioridad has mencionado —En aquellos dibujos aparecían representados Yuki y el director Ichiru, de forma menos detalladas pero si identificable.

Zero observó aquello entre horrorizado y sorprendido.

Ahora sentía que se le nublaba los sentidos y que flotaba sobre el piso sin tener equilibrio.

Necesitaba agua.

Quería agua.

Y la presión en el pecho aumentaba cada vez más.

Estaba seguro que estaba comenzado a hiperventilar.

—Ellos no existen Zero —dijo de repente haciendo que su mundo empezase a derrumbarse poquito a poquito—. Son solo producto de tu imaginación.

Retrocedió varios pasos incrédulo.

Kaname estaba mintiendo, ¿verdad?

—Te metieron aquí porque comenzaste a alucinar desde la muerte de tus padres —informó mientras avanzaba los pasos que él retrocedía.

El albino negó con la cabeza aun sin creerse del todo aquel cuento chino.

 —No... Es mentira... ¡es mentira! —expuso completamente alterado—. ¡Mis padres fueron asesinados por un vampiro... Ella..., ella..., ella me convirtió en un vampiro. ¡¡¡Un maldito sangre pura como tu me convirtió en vampiro!!!

—Eso no es cierto Zero. No te convirtieron en vampiro —Le miró seriamente—. Tus padres fueron asesinados por un ladrón, aquella noche te dejaron inconsciente al tratar de escapar. Cuando te levantaste tus padres estaban muertos. Al ver aquello, tu mente sufrió un shock e inventó toda la historia de un vampiro, fue un acto inconsciente que hizo tu mente para protegerse del colapso mental de aquello.

El joven albino se tomó la cabeza con las manos... Eso..., eso..., no era cierto, ¿verdad?

Él no había inventado toda esa historia por causa de un shock. ¡Eso era mentira!

El aire comenzó a fallarle, sentía la irrefrenable necesidad de salir corriendo. Un miedo terrible le tomó por prisionero y pensamientos caóticos se adueñaron de su mente.

—Póngale la camisa de fuerza —ordenó Kuran tranquilo—. Está a punto de darle otro ataque.

Los otros enfermeros se acercaron a él aprovechando lo confundido e inestable que se encontraba.

Pero aun así, forcejeo con aquellos sujetos que intentaban ponerle aquella camisa.

—¡No...!!!

No, no, aquello no era real.

Cerró sus ojos con fuerzas.

Aquello no estaba pasando.

Era mentira porque él..., él..., él era un vampiro y eso nadie lo podía cambiar jamás.

A él lo habían convertido en uno, aquella mujer le había succionado la sangre y le había convertido en un ser repugnante. Además de que ella se había llevado a su hermano Ichiru.

Y su deber era proteger a Yuki.

Él debía buscarla porque ella se había ido con Kuran senpai, ella se había ido con su hermano y debía buscarla.

Tenía un deber.

Tenía un propósito.

Y encerrado en ese lugar no iba a poder cumplir su deseo.

—¡¡¡Suéltenme!!! —Lo llevaban entre cinco a la habitación de aislamiento, allí el cuarto era tan pequeño y asfixiante, además ese color blanco le desesperaba.

Lo tumbaron en la cama. Le quitaron la camisa de fuerza y le sujetaron de los brazos y de las piernas, pero no le impidieron gritar.

Le ataron los pies y manos a la cama. Uno de aquellos enfermeros se acercaba para inyectarle algo. Zero forcejeaba como loco.

—Yo le pondré el tranquilizante. Déjenme solo con él —ordenó el castaño en tono autoritario. Eso a Zero no le daba buena espina.
Los enfermeros se marcharon de allí y les dejaron solos.

Las correas le apretaban las manos y los pies y las pupilas se le contraían.

Pronto sentía que le fallaba respirar y que se estaba asfixiando.

Se sentía como si de pronto se estuviera hundiendo.

—¿Sabes cuál es tu problema Zero? —cuestionó Kaname mientras se acercaba con aquella inyectadora. Él seguía forcejeando—, que eres demasiado terco —aclaró mientras se sentaba en el borde de la cama y acercaba aquella inyectadora a su brazo.

Percibió un pinchazo en el brazo y sintió su cuerpo demasiado pesado.

Se sentía más débil a cada minuto que pronto dejo de poner resistencia a las correas que le sujetaban.

Los parpados caían lentamente.

Como si tuviera tanto sueño..., como si se le nublaban los sentidos..., como si de repente perdiera la noción el tiempo.

Le miró un instante con la respiración agitada. La imagen borrosa de Kaname apenas era visible.

Sus labios se movían hablándole pero él no escuchaba.

No escuchaba.


No escuchaba.


Miró el techo blanco. La lámpara borrosa. Y cerró los ojos porque todo daba vueltas.

Expiró. Pausado y fuerte, sintiendo como ingresaba ese aire para salir luego. El frío le entró en el cuerpo, como una fuerza que le investía, y le hizo poner la piel de gallina.

—Me encanta cuando te ponen las correas en tu cuerpo —La voz de Kaname finalmente llegó a sus oídos como un rayo. Sus manos recorrían su cuerpo débil y apresado—. No puedes moverte.

—¡No me toques! —siseó dominado por la cólera y con la respiración entrecortada. Respiró tan fuerte que el aire se le rasgaba en los pulmones. Se sentía mareado e ido. Ni siquiera podía ver bien, el efecto del tranquilizarte era demasiado fuerte como para poder mantenerse despierto por mas tiempo.

Kaname comenzó a soltar poco a poco las correas que le sujetaban los pies.

Zero permanecía casi inmóvil a causa de la droga que le dieron, todo daba vueltas, ni siquiera sabía que hacía Kaname.

Pateaba, rasguñaba y mordía pero al parecer todo era en su mente.
Sentía que le abajaban los pantalones.

¡¿Qué rayos le iba a hacer?!

¡¿Dónde rayos estaba?!

El frio en su cuerpo le informó que estaba desnudo y el calor que pronto se apegó a su cuerpo, era el de un extraño con rostro de Kaname que le miraba sereno.

—Me gusta oírte gritar... —susurró en su oído, apretando el agarre sobre su cintura.

Su interior rugía de rabia y terror.

Cerró los ojos. No quería que ninguna imagen de aquellos horribles minutos quedara grabada en sus retinas, mancillando su visión del mundo.

Le separó las rodillas, lo cogió de las caderas y se hundió en él de una sola estocada. Aquel dolor le desgarró las entrañas.
Lo sintió salir de nuevo, de una forma lenta hasta salirse por completo.

—Grita para mí... —dijo y luego volvió a adentrarse en su cavidad con brutalidad.

Le hizo gritar hasta que la garganta le dolió y sin embargo sintió que ni un aullido de maldición salió de sus labios.

Estaba sangrando por dentro.

Cerró los puños y sintió el cuerpo frio a causa del dolor.

Apretó los dientes y se dijo que no le daría el placer de verlo sometido gritando aunque las lágrimas rojas bajaban por sus mejillas, evidencia clara de que aquello le estaba doliendo mas que nunca.

El dolor era absolutamente insoportable y creciente. Dolía tanto que el pensar que pronto iba a desmayase, fue un alivio.

Tampoco se quejó, porque él era fuerte, y no iba a parecer más patético de lo que ya se veía. Siguió manteniendo en su rostro aquella expresión apática que parecía cincelada en mármol. Se mordió el labio inferior con fuerza, tanta que la sangre brotó más roja y abundante de la herida.

Sentía la nariz congelada y le empezó a doler la cabeza.
Pero no dejó de respirar al mismo ritmo.

No se movió.

Su cuerpo temblaba y experimentó una extraña placidez de sentir dolor.

Era extraño y repulsivo.

Sentir placer en aquello que le causaba sufrimiento era enfermizo.

Pero no lo demostró.

Al sentir la estrechez de Zero, Kaname empujó un par de veces más y se corrió dentro de él con un ronco gemido.

Tan rápido como empezó, se quitó de encima de su joven paciente y se acomodó la ropa.

Un Zero agitado y herido reposaba sobre el lecho. El color rojo manchando las sabanas lucia armonioso con la piel blanca y lustrada del muchacho.

Kaname le observó impasible mientras empezaba a acomodarle las ropas a aquel joven. Pronto volvió a amarrarle las manos y los pies.

Se iba a dirigir a la salida cuando recordó algo.

Nuevamente se acercó al joven que estaba entre dormido y despierto.

Se aproximó a su blanco cuello y depositó sus colmillos en él.

Zero abrió sus ojos como platos al darse cuenta que le estaban succionando la sangre.

—Vam...pi...ro... —susurro incrédulo.

—No Zero, los vampiros no existen. Esto es solo producto de tu imaginación —comentó con gracia mientras se limpiaba los restos de sangre en su boca.

Zero le miraba incrédulo.

¿Producto de su imaginación...?

¿Producto de su imaginación...?

¿Producto de su imaginación...?

Esas palabras hacían eco en su mente mientras miraba absorto el techo de aquella habitación aislada.

—Tú estás loco Zero, eso nadie lo cambiara. Ni Cross, ni Yuki, ni los vampiros existen... todo es mentira —finalizó mientras se dirigía a la salida.

Kaname abrió la puerta de la habitación mientras le dirigió una última mirada al ángel que dormitaba herido y confundido sobre la fría cama de aquella estancia, acto seguido, se encaminó a sus aposentos.

Mientras Zero, amarrado, forcejaba por salir.

Él no estaba loco, no estaba loco.

Todos existían.

¡Todos existían!

¡No eran producto de su imaginación!

No era producto de su imaginación... Se repetía mentalmente Zero
mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

¿Cuál era su realidad...?

No era capaz de admitir a tiempo que estaba perdido.

Y pasaron los días en donde la rutina se convirtió en un hábito y el encierro en su amigo.

Por más que cerraba los ojos y suplicaba a los dioses que le volvieran a su mundo; abría los ojos y se encontraba con la triste realidad de estar encerrado en un maldito manicomio.

Odiaba ese lugar.

Odiaba a la gente de uniforme.

Odiaba a los locos que hacían ruido.

Odiaba la comida, y las terapias en grupo.

Sobretodo odiaba las pastillas.


Un grito desgarrador se escuchó por el pasillo B en donde nuevamente le ataban a la cama y le inyectaban quien sabe qué.
Lloró y aulló maldiciones en voz alta, para que todos en ese centro de locos pudieran oírlas.

Era triste pero en eso se había vuelto su vida.

Aquello ya no era más que una triste e inevitable rutina, condicionada por el centro psiquiátrico.

Él, criado como un cazador, había sido sujeto por una fuerza superior a él, limitado a un ser débil y frágil cuyos patéticos intentos de rebelión sólo le sobrellevaban más dolor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Bien, seguro que ni les gusto pero yo necesiataba escribir esto :3 tal vez es un asco y sorry por eso u.u

Cualquier tipo de comentario sera bienvenido.

Feliz noche!!

 


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