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El volcán está helado por Shun4Ever

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Notas del fanfic:

Los personajes le pertenecen a Kurumada-sama.

No era ni media noche cuando despertó de aquel estúpido sueño... ¿Cómo había llegado hasta ahí? Miró al techo momentáneamente, perdido entre sus pensamientos. Suspiró pesadamente sabiendo que aquello no había estado bien y se levantó despacio para salir de aquel lugar. ¿Qué iba a hacer ahora? Había enviado al carajo una relación de casi 15 años por una estúpida tentación. Volteó el rostro para posarlo en aquel moreno que dormía tranquilamente a su costado y se maldijo nuevamente por aquello que sentía. Aquello no era solo un calentón, de eso ahora estaba seguro. Se levantó, se vistió despacio y salió de aquel apartamento sin hacer mucho ruido. Lo último que necesitaba era que aquel hombre se despertara. Vago por las calles desiertas a esas horas de la noche y llegó al apartamento que, hasta ese momento, consideraba su hogar. Se maldijo a sí mismo por no haber estado más atento a su interior y recorrió el lugar en busca del que aún era su pareja.

- ¿Shun?

Llamó en el pasillo de aquella casa, más no insistió al sentirlo vacío. Se fue hasta la ducha y se metió de golpe tras desnudarse, pues necesitaba aclarar sus ideas y quizá así, limpiarse un poco de la culpa sentida.

Con los primeros rayos de sol, el poderoso Fénix abrió los ojos satisfecho por lo acontecido la noche anterior. Jamás pensó que aquel caballero lo haría sentir tan vivo. Momentáneamente recordó al que era su pareja y se le borró la sonrisa del rostro. Se vistió con la parte inferior de su pijama y vago por la casa en busca de alguno de los dos caballeros. No se sorprendió de no ver presente al caballero del Cisne, pues lo había notado marcharse. Llegó hasta la cocina y sacó una cerveza del refrigerador y una media sonrisa se instó en su cara. Las cosas ahora, a su parecer, no podían estar mejor. No solo había conseguido a su Hyoga, sino que Shaka no podría enfadarse, pues él ahora, de seguro estaba disfrutando de su querido hermano. Con un suspiro de alivio, se dirigió hasta el comedor para acomodarse en aquel claro sofá. Posó sus ojos en la pantalla de la televisión, que se mantenía apagada y su vista se desvió a un pequeño marco. Se levantó y fue hasta donde este estaba para sujetarlo entre sus manos. ¿En que momento su relación con Shun había llegado a tal extremo? ¿Cuándo fue que le culpó a él de no haber luchado por el amor de Hyoga? Depositó nuevamente el marco en la estantería y suspiró pesadamente. Recordó, entonces, el momento en que, con todo su valor, se le iba a confesar a su amigo. Aquella cara de ilusión que llevaba el rubio aquél día no se le borraría jamás de su cabeza. Ni el lamento de su corazón herido al escuchar aquella frase “Ikki! Shun me ha dado una oportunidad!” ¿Una oportunidad? Según él le había dado casi la vida entera. Tanto tiempo esperando por poder tener algo con el caballero del Cisne y su hermano se le había adelantado… Pero ¿Por qué le culpo a él? ¿De qué? Ahora que ya tenía al cisne, ahora que ya era suyo, ahora pensaba en el dolor que le habían causado a su hermano. ¿No era él quién prometió que lo cuidaría y protegería siempre? ¿En donde había quedado eso? ¿Ganaba algo haciéndole tanto daño?. Con aquellos pensamientos, se acabó la cerveza de un solo trago y se adecentó para indicar su marcha.

Cuando llegó a la mansión, sintió la presencia de Saori en el jardín, por lo que ni siquiera entró por la puerta. La encontró sentada en uno de los bancos, mientras contemplaba a danzarines pajarillos que buscaban alimento en aquel suelo. Ni siquiera se mostró sorprendida por su presencia, pues tan solo dijo, al notar que se encontraba allí.

- Te vas, ¿no es cierto?

Ikki se acercó y se sentó junto a ella, tan solo afirmando con la cabeza. Saori sonrió en ese momento y volteó para enfrentar su mirada.

- No te culpo. Creo que comprendes el alcance de tus actos y quizá quieras pensar en ello.

Una nueva afirmación dada por Ikki y el silencio se instaló entre Diosa y caballero, hasta que este último lo rompió.

- Shun…

- No te preocupes. No le diré nada, pero tú si deberías.

Saori se levantó del banco y se acercó hasta su caballero. Tiernamente levantó su cara con ambas manos y besó su frente.

- Sé que te impulsa Ikki, pero aunque tu corazón es noble, no así son tus acciones. – Soltó aquel agarre y le dio la espalda – Cuando regreses, les deberás una explicación – Suspiró levemente – Al menos a Shun. Él… En esta ocasión ha pecado de ingenuo y por ello ha resultado ser el más perjudicado.

Ikki se levantó y se dispuso a salir, más antes de dar el primer paso, Saori volteó a mirarlo.

- Cuídate Ikki, por favor.

- Saori.- Fue toda la despedida que le dio a la muchacha junto a un movimiento de cabeza.

Saori vio partir a su caballero divino del Fénix y regreso a aquel banco, para seguir con sus pensamientos. Sabía de los puros sentimientos que ambos hermanos sentían por el caballero del cisne, más no podía estar de acuerdo con la actitud tomada por Ikki. Si bien es cierto que al principio fue una máscara para ocultarlo, a la larga se habían convertido en un estorbo para el resto de sus caballeros, pues sus insultos se habían hecho cada vez más presentes. Sabía de su corazón herido más no podía hacer nada por ayudarle. El amor no es un tema para entrometerse, simplemente nace, crece y se desarrolla con voluntad propia. Suspiró pesadamente pues de seguro, el día se planteaba duro, pues debería hablar con tres más de sus caballeros.

De vuelta en su apartamento, preparó un pequeño petate con algo de ropa y con su forma característica, desapareció de la cuidad sin decir a donde se marchaba. Necesitaba pensar y aclarar ciertos hechos de su vida, que no estaban tan bien como deberían.

Por otra parte, Hyoga había estado vagando por la cuidad, acudiendo de bar en bar, tratando de olvidar o recordar detalles de su vida. Detalles que le explicaran cuál había sido su error o el motivo de aquel disperso sentimiento. Acabó tumbado en el césped del parque central, observando como los colores llenaban el cielo, despejando así, el negro de la oscuridad nocturna. No entendía porque sentía aquello por Ikki siendo tan fuerte lo que le unía a Shun. ¿Es que acaso no era amor lo que sentía por el caballero de Andrómeda? ¿Qué era entonces? ¿Qué le había unido durante tantos años? Le amaba! No podía ser de otra forma pero entonces… ¿Por qué sus noches y sus días pasaban pensando en Ikki? ¿Por qué aquella última noche, en la que se había entregado al poderoso Fénix, su corazón y  su alma gritaban de alegría? ¿Por qué no se había sentido así ni una de las veces que había pasado con Shun? ¡No era atracción! ¡No era solo atracción! Entonces… ¿Qué diablos era? Se incorporó bruscamente cuando los rayos del sol no podían estar más altos en el firmamento. No sabía cuanto tiempo había pasado en aquel lugar, pero le parecieron escasos ante aquellos confusos pensamientos. En esos momentos, creyó la mejor opción era marcharse y para ello, necesitaba el permiso de su Diosa. Se alzó un tanto pesadamente del lugar mientras suspiraba observando una pareja cercana, que paseaba contenta, ajena al mal que él acontecía.

No sabe cuando sus pies lo llevaron a la mansión, pero ahí se encontraba en la puerta de la misma, tocando a aquella gruesa madera, para después entrar en la misma, pues esta, se encontraba abierta. Vago por el desierto salón y accedió por el pequeño pasillo hasta el despacho, en donde seguro, Saori se encontraba. Tomo aire antes de tocar a la puerta, pero antes de emprender aquella acción, la muchacha había abierto la misma y le instaba a pasar.

- Adelante Hyoga. Te estaba esperando. – Una leve sonrisa se dejó ver en el rostro de la muchacha – Espero no te moleste, pero me he tomado la licencia de preparar un poco de café. Sé que lo necesitas.

- Gracias.

Saori se sentó en el sofá que adornaba la parte derecha de la estancia, golpeando levemente su lado derecho, haciendo así, que el caballero del cisne, se sentara junto a ella. Tomaron un pequeño sorbo de aquel café caliente, fuerte como a Hyoga le gustaba, antes de que el silencio se viera interrumpido por este.

- Yo… Necesito marcharme una temporada, visitar la tumba de mi madre.

Saori sonreía a su caballero, ya bien ella sabía lo que le ocurría al pobre muchacho.

- Hyoga, no era necesario que me pidieras permiso. Sé que estás aquí por otros motivos.

Hyoga miró, entonces, los ojos de la joven junto a él y unas pequeñas lágrimas se formaron en sus ojos. Se sentía demasiado confundido y abrumado por todo lo que le estaba pasando. Tanto que apenas si podía respirar sin sentir dolor en el pecho. Saori lo atrajo hacia sí y lo cobijo como si de una madre cuidando a su pequeño, se tratara. Acariciaba su cabeza mientras aquel llanto desesperado se escuchaba en la habitación. Cuando el muchacho por fin se calmo, Saori acarició su rostro con la mano izquierda, sonriéndole tiernamente.

- Hyoga, no debes preocuparte por el dolor causado sino por el que podrías seguir causando. Debes aclarar tu corazón primero. No actúes antes de pensar o podrías empeorar la situación.

Hyoga bajó la mirada, hasta posarla en sus manos por sobre sus muslos. Se limpió toscamente los restos de lágrimas en sus mejillas y suspiró para soltar todo aquel pesar de su alma. Saori, al comprobar el estado de su caballero, continuó hablando.

- Ya eres un adulto Hyoga. No debes temer a tus sentimientos y mucho menos a sincerarte por ellos. Aunque no debes confundir un te quiero con un te amo, pues incluso tú mismo saldrías lastimando. – Posó su delicada mano sobre la rodilla de su caballero y la acarició levemente, al tiempo que enfrentaba su mirada – Tómate el tiempo que necesites. Sabes que estaremos aquí cuando regreses.

Hyoga asintió ante aquel consejo y se acabó aquel, ya frío, café. Era cierto que necesitaba de la muchacha pues no le era necesario hablar para sentirse comprendido. Saori era como la madre con la que nunca llegó a crecer. Le conocía a la perfección y sabía leer en sus ojos todo lo que atormentaba su alma. Más calmado, se dispuso a salir de aquella estancia, con la firme intención de regresar a su tierra natal. Se sorprendió cuando al abrir la puerta del despacho, se topó, en el otro lado, con uno de los que eran sus tormentos en ese momento. Shun, se encontraba con la mano alzada, dispuesto a llamar a aquel trozo de madera, que él tenía entre sus manos. Sus miradas se cruzaron unos segundos, segundos en los que en ambos pares de ojos se pudo apreciar un destello de culpa. Suspiró levemente al ver como el que fuera su pareja le retiraba la visa. Reaccionó ante aquel gesto y salió por completo de aquella casa, rozando dulcemente la mano de Shun al salir.

Vago de nuevo por la cuidad, sin siquiera un rumbo fijo o un lugar establecido. Se sentó en un banco de un pequeño parque mientras contemplaba a varios niños jugar a la pelota. Deseó en ese momento volver a ser niño, un niño sin esos enredos en el corazón, un niño entregado a sus amigos y seres queridos. Pensó de nuevo en Shun y se maldijo por haberle traicionado de aquella manera. Un leve dolor se le instaló en el corazón, pensando en lo mal que había hecho las cosas y como había conseguido romper aquella hermosa relación que mantenían. Recordaba el sabor de sus besos, el olor de sus abrazos y el tacto de su voz y sin embargo… Sin embargo se había entregado a su hermano sin importar las consecuencias. Más a él le daban igual, lo que le apenaba y pesaba en el alma era el haber dañado a Shun en el proceso.

No sabe cuanto tiempo pasó ahí sentado, sumergido en sus pensamientos, cuando decidió que era hora de regresar a la que se suponía su casa. Necesitaba prepararse para el viaje y ya tenía pensado que saldría a la mañana siguiente pues ya nada le retenía en el lugar.

Cuando entró al pequeño apartamento, se encontró de nuevo con Shun. Le sorprendió verlo cargando una maleta a la espalda, con los ojos húmedos por unas lágrimas que amenazaban con salir. Se aguantaron la mirada apenas unos segundos, cuando Shun pareció armarse de valor y salir por la puerta. Aquella imagen le heló la sangre. Ahí fue que se dio cuenta de todo el daño que había causado a su pequeño.

- Lo siento

Fue lo que atinó a decir, cabizbajo al Shun pasar por su lado pero este no hizo ademán de parar o querer contestar. Al contrario, continuó con su camino como si él nunca hubiera estado a su lado. Observó como aquel ser se alejaba de la casa, bajando las escaleras sin mirarlo. Shun ya no estaría más en su vida, ni siquiera podría reclamarle algo de amistad pues él mismo se había encargado de cortarla de un solo golpe. Con lágrimas en sus ojos y un nuevo “lo siento” cerró la puerta del apartamento, junto al que fuera el capitulo más hermoso de su vida.

Las semanas pasaban como meses y sus actos eran acometidos por inercia. No recordaba cuando había llegado o cuanto tiempo debería permanecer ahí. Su mente solo estaba ocupada por dos cosas durante su llegada, y ambas le quitaban el sueño y le producían una sensación en el pecho nunca antes sentida. ¿Cómo él, el poderoso Fénix, podía haber llegado a herir tanto a su pequeño hermano? ¿A Shun? ¿Su Shun? Y al mismo tiempo, no podía quitarse el recuerdo de aquel cuerpo, aquella voz pidiendo más y aquel sabor, inconfundible, helado pero ardiente, salvaje. No encontraba una sola descripción para aquello que le hacía sentir. Su piel se estremeció y sus latidos se desembocaron al recordar aquella lujuriosa noche. ¿Y ahora? ¿Qué eran ahora? ¿Dónde habían quedado? ¿Cómo? Él no quería ser solo un recuerdo en la vida de Hyoga, quería ser su vida, al igual que él era la suya, aunque a su compañero no le gustara. ¿Y como quedaba Shun en todo esto? ¿Por qué ahora, después de tantos años esquivando el amor que sentía por el ruso, pensaba en su hermano? ¿Hermano? Él ya no se merecía ser llamado hermano y menos digno de una mirada o sonrisa por parte del menor. ¿Cómo había permitido lastimar de tal manera al único ser con el que compartía más que batallas, más que amigos, compartían sangre? Se maldijo nuevamente y marchó al lugar en donde siempre conseguía algo de paz, en aquella maldita isla.

Una vez en la tumba de Esmeralda, se aseguro que las flores estaban en perfecto estado, suspiró y se sentó frente a la tumba a pensar. Pensar, eso era lo único que hacía desde que llego y siempre acababa con la misma conclusión: Debía hablar con ellos.

Aun así, una pregunta le llego, mientras observaba una pequeña araña caer desde lo alto de la lápida, colgada de su brillante hilo. ¿Y Shaka? ¿Por qué no había pensado en él desde que llegó? ¿Es que, acaso, él no se merecía ni siquiera un poco de sus pensamientos? ¿Aquél hombre que había dado tanto, apostando por una relación sin futuro? ¿Acaso él nunca llegó a sentir nada por el dorado de Virgo? No. Eso no era así. Sí sentía algo por él, y aunque quizá siempre lo había sabido, nunca había tenido la valentía de decirlo. Le quería, eso estaba claro pero no más que a un amigo, alguien con quien pasar el día entero hablando o riendo o incluso compartiendo algún encuentro ocasional, pero nada más lejos. ¿Por qué, entonces, se había mantenido tanto tiempo a su lado? La respuesta le llegó clara, pero no por su mente, sino por una voz a sus espaldas.

- Me gusta la soledad.

Se sorprendió al escuchar aquella voz, que hacía bastante no escuchaba. Se levantó de donde estaba y se acercó a aquel pequeño que le miraba con un poco de lástima pero también con rencor. Se debatió internamente si correr hacía él o salir huyendo, más al escucharlo de nuevo, espero su reclamo.

- Eso fue lo que me dijiste. – Podía ver como las lágrimas luchaban por salir de aquellos hermosos ojos – No me gusta andar en grupos ni tampoco vivir en manada. Y sin embargo, viviste con nosotros, – La ira y la frustración se notaban en aquella voz – anduviste a nuestro lado, día sí y día también. ¿Por qué, entonces, esperaste tanto para demostrar tus sentimientos? ¿Es que acaso nunca te he importado? ¿Nunca has pensado en que me hacías daño? – En ese punto, las lágrimas cristalinas bañaban aquel pálido rostro, al tiempo que su voz se alzaba un poco más - ¿Qué creías? ¿Qué podías hacer tu voluntad y no nos iba a importar a los demás? ¿Qué culpándonos por tú no acometer los actos correspondientes, nos iba a hacer sentir mejor a todos? – Calló unos instantes y luego continuó hablando sin apartarle la vista - Jamás pensé que te diría esto, Ikki. Jamás creí que llegara el día en que te tuviera que bajar del pedestal en donde estabas. No sabes cuanto he llegado a odiarme por sentir esto por ti, por el único ser al que siempre vi como a un padre más que a un hermano. Yo… - Negó con la cabeza al tiempo que apartaba la vista – Nunca ha existido nadie al que yo haya odiado y sin embargo tú... Lo has conseguido con creces.

Pudo ver en aquellos ojos que le contemplaban, por primera vez en su vida, el odio- Odio hacia su persona. ¿Tanto daño le había causado a su sangre?. Observó atentamente a aquel hombre frente a él. Sin duda, ya no era el niño que corría a él cuando algo no le salía bien, pero aun así y aun sabiendo el daño que le había causado, se encontraba frente a él. De nuevo, era él quien se acercaba para arreglar las cosas. ¿Arreglarlas? Nunca había visto a su hermano tan afectado por algo, quizá no estaba ahí por ese motivo.

- ¿A que has venido?

La sorpresa se dibujo en aquel rostro pues de seguro no esperaba esa pregunta ante su revelación. Ikki observaba atentamente como la duda se instaba en aquel ser frente a él. No quería verlo así, él no se lo merecía y menos por su maldita culpa. Se acercó hasta él e hizo algo que creía era lo que su hermano necesitaba. Levantó su puño y lo estampo en su cara, haciéndole caer al suelo. El muchacho se levantó enfurecido, apretó los dientes y se lanzó sobre él, tumbándolo en el suelo, sentándose encima y estampándole dos puñetazos en la cara. El primero fue directo al pómulo y el siguiente lo recibió en el labio, haciéndolo sangrar. Cuando la sangre comenzó a brotar por el costado del labio, el menor se levantó y se dispuso a marchar, pero él se incorporó rápidamente y le dio alcance.

- Shun. – Sujetó el brazo del muchacho, lo suficientemente fuerte como para que no se soltara a la primera – Escúchame… - Miró directamente a los ojos verdes de su hermano y suplicó, como solo él conseguía que hiciera – por favor.

Pudo ver como Shun se debatía internamente si continuar con su viaje o si quedarse para hablar con él. Lo vio levantar la mirada al cielo y negar con la cabeza.

- No sé que pretendía conseguir con esto. – Se soltó de su agarre de un solo movimiento y depositó la mirada en él. - ¿Hay algún sitio donde podamos hablar?

Agradeció haber conseguido que su hermano se desahogara aunque estaba sorprendido, ya que aquellos golpes le habían dañado. Dio la espalda a su hermano menor y comenzó a andar hacia la cabaña donde se hospedaba. Escuchó los pasos de su hermano tras él y sonrió para sí, con la esperanza de que, quizá, uno de sus errores cometidos, pudiera sanarse.

En otro punto del planeta, unos días antes a aquel acontecimiento, en la fría y helada Siberia, Hyoga parecía tener las cosas un poco más claras. Si era cierto que apreciaba a Shun, eso no se podía negar pero Ikki seguía más presente en sus noches y pensamientos. Más que antes de haber estado con él. Se sentía mal por lo acontecido con Shun, pero una parte mínima en su corazón exhalaba alegría por haber sido, al menos una vez, algo más que un amigo para Ikki.

Necesitaba aclarar las cosas con el que fuera su pareja, por lo que se dispuso a marchar en su busca. Shun siempre había permanecido en Japón, a excepción de las temporadas que marchaban a Grecia, a continuar con su entrenamiento. Preparó sus maletas y se dispuso a ir tras él. Una vez hubiera aclarado todo con Shun, sería más fácil hablar con Ikki.

En solo un par de días, llegó al Santuario, siendo recibido por Mu, que le esperaba en la entrada de la primera casa.

- El caballero dorado de Acuario no se encuentra en el Santuario.

- Mi destino no es la casa de Acuario sino la de Virgo.

El caballero dorado de aries seguía posicionado en la entrada, como esperando una amenaza, al tiempo que el silencio entre ellos, solo era roto por el batir de su capa en el viento. Unos segundos, interminables para Hyoga, pasaron y tras Mu, apareció aquel que era el caballero dorado de Virgo. Mu se adentró en la casa, tras mirar a su amigo y estos quedaron solos.  Shaka descendió aquellos escalones y se posicionó a la altura de Hyoga, que aún seguía extrañado por aquel recibimiento.

- ¿Qué deseas hacer en el templo que custodio?

- No es a ti…

Hyoga no pudo continuar aquella frase pues el cosmos de Shaka se había elevado, como sí él fuera una amenaza para Virgo.

- Te sugiero que me hables con respeto. Aunque no te guste, sigo siendo tu superior.

Hyoga cada vez estaba más extrañado pues nunca había visto así a Shaka. De pronto una idea cruzó su cabeza: ¿Será que él también se haya enterado? Se avergonzó de si mismo y su estúpido comportamiento y bajó la mirada antes de comenzar a hablar.

- Lo siento – En verdad era sincera la disculpa y así lo debió sentir Shaka, pues su cosmos disminuyo – Lo lamento pero necesito hablar con Shun, aclarar las cosas con él. – Hyoga levantó la mirada y se enfrentó a los ojos azules de Shaka, que no le apartaban de la vista – No puedo perderlo, aunque solo sea como amigo, le necesito.

Shaka quedó pensando en aquella situación. Sabía lo que Shun sentía pues ya lo habían aclarado. Cerró unos instantes su ojos y suspiró, como queriendo entrar en paz consigo mismo.

- No lo encontrarás en Grecia. Partió hace unos días.

- ¿A dónde? ¿Dónde puedo encontrarlo? – Hyoga se mostró impaciente y se acercó hasta donde Shaka se encontraba, quedando a solo unos centímetros de este, mostrando su preocupación en aquellos ojos color cielo.

Shaka pudo ver el arrepentimiento en aquella mirada triste y apagada. Se vio a sí mismo tan solo unos días atrás y suspiró nuevamente antes de contestar a aquella sentida pregunta.

- Marchó a la Isla de la Reina Muerte.

Hyoga volteó sobre si mismo, con prisas. Si Shun había ido tras Ikki, quizá el debiera intervenir. Le daba miedo la reacción de Ikki para con su hermano menor. Se disponía a salir corriendo del lugar, pero Shaka lo detuvo posando una mano en su hombro izquierdo, haciéndole voltear.

- Sé que no es necesario que te lo diga pero… – Un breve silencio se entabló entre ellos pero pudo apreciar algo de tristeza en aquellos ojos y la voz con la Shaka continuó así se lo demostró – No le haga más daño, por favor.

Hyoga tan solo asintió brevemente a aquella petición y partió hacia donde Ikki se encontraba. Aunque lo que desconocía aquel rubio es que el hombre de ojos azules le seguía de cerca.

Nuevamente en el presente, en la isla de la Reina Muerte, los dos hermanos se encontraban sentados uno frente a otro en una pequeña cabaña, en donde una muchacha morena, les acababa de servir una taza de té para calmar el alma, como ella misma dijo. Shun no apartaba la mirada de aquella blanca taza, mientras Ikki miraba con atención cada gesto de su hermano menor. No se sentía digno de lo recién escuchado y sin embargo, sentía que se merecía todo aquello. Sin poder aguantar más, rompió aquel incómodo silencio.

- Y… - Su pequeño hermano aún no levantaba su vista de aquella taza – Entonces…

Shun asintió levemente ante aquella pregunta inexistente, pero poco le hacía falta escucharla, pues sabía lo que su hermano le iba a decir. Fue él, quien continuó con aquella frase, más en su voz se podía apreciar un leve atisbo de tristeza.

- Yo… Lo único que quiero es que seáis felices y si es ese el modo… No quiero hacer nada por evitarlo.

Ikki iba a refutarle a su hermano pero fue interrumpido por el sonido de la puerta de la cabaña. Ikki miro a su hermano extrañado y este alzo los hombros, pero sus dudas fueron despejadas al encontrarse con las que fueron sus respectivas parejas. Un silencio incómodo reinó en el lugar, tan solo roto por la pequeña muchacha.

- Haré más té. Os vendrá bien a todos.

Y dicho esto, los muchachos quedaron solos en aquel pequeño comedor, sentados en la estrecha mesa de madera, mirándose y observándose unos a otros… El futuro dependía de ese instante y era así, que lo iban a solventar… Comenzando en el pasado.

Notas finales:

Bueno, ya nos acercamos al final de la serie. A lo mucho quedan 3 OneShots... Este se me hizo un pelín largo, pero... es lo que hay. 

Espero que os haya gustado y que lo hayais disfrutado.

Cuídense mucho, mucho y nos leemos pronto. ^^


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