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Gato y ratón por minima

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Notas del capitulo:

 primer capi, esta historia la tenia rondando en mi cabeza después de ver un especial de tv de encuentros cercanos de alienigenas, muy pero muy cercanos si ustedes entenderá, quien sabe si sera verdad pero me dio una vaga idea que me ayudo tejer un poco esta historia

I

¿Desde cuándo ese odio se convirtió en una obsesión tan intensa?, ¿desde cuándo ese insignificante mocoso terrícola había cambiado tanto?, ¿desde cuándo… él pensaba de esa manera?

                              

Su misión era sencilla, recolectar información y ver si ese planeta tenía recursos útiles para su pueblo, para exportar o invadir ese planeta si llegara el caso, más cada intento de llevar muestras a su planeta era siempre frustrado por un insignificante terrícola, que ni siquiera podía considerarse un adulto, era… era un cachorro, una cría de esa especie dominante denominada “humanos” o “terrícolas” en ese planeta, más de una vez estuvo tentado a cambiar a su verdadera forma y aniquilarlo por completo, pero sus órdenes fueron claras, y por su honor como soldado, y príncipe de su raza, debía cumplirlas, seguir con esa figura de apariencia inofensiva, pasar desapercibido y recolectar la mayor información posible, no negaría que esa situación tenía muchas ventajas, podía utilizar todas sus habilidades, pasar desapercibido y para su suerte, ser adoptado por una familia terrícola, quienes le brindaron siempre techo, comida y suministros para sus armas e inventos, aunque también a su mayor peligro y enemigo en ese planeta, Cooper “Coop” Burtonberger , el hermano mayor de su cuidadora, una verdadera molestia.

 

Un cachorro que ni siquiera a un metro llegaba, sin habilidades especiales como él, pero con el suficiente ingenio para arruinar cada uno de sus planes de recolectar alimentos o aniquilarlo, y junto a otro cachorro de pelos negros y ojos rasgados, eran un doble dolor de cabeza, para su suerte, su credibilidad era casi nula para los demás terrícolas, ya que cada vez que decía la verdad sobre él lo tomaban por loco, incluso su progenitor y hermana no le creían, para todos los demás Señor Gato, el nombre con el que le conocían en ese planeta todo gracias a su guardiana, que no se podía esperar mucha imaginación para nombres por parte de ella, una infante de apenas cinco años, era un felino lampiño de profundos ojos negros, atemorizante y algo arisco, pero un simple gato, feo, pero un gato “inofensivo”, solo un niño como Millie, con su ingenuidad y capricho hubiera querido tenerlo de mascota, siendo la situación al revés en realidad.

 

Millie, malcriada, terca y caprichosa, con gritos y chillidos tan fuertes como una Asheb logro convencer para el disgusto de su hermano mayor y algo de incomodidad de su progenitor que se quedara en su casa, el padre era un ser distraído he ingenuo, la infante estaba tan alegre de tener una mascota que no veía la amenaza que siempre cargaba entre sus brazos, y su hermano, como ya había dicho antes, era un verdadero dolor de cabeza, fue el único en darse cuenta en su forma felina que no era normal, no por su falta de pelaje o sus ojos negros, si no que se dio cuenta de su comportamiento tan extraño para un gato de ese planeta, mostrando desde su primer encuentro el disgusto que se tenían.

 

Cada batalla era un verdadero reto, arruinados un sinfín de intentos de recolectar esas delicias de pescado de forma compulsiva, debía admitir, intentos para enviarlos de alguna forma a su planeta, intentos de salir de ese planeta y suministrarse de más herramientas, ya que su nave había quedado en un completo desastre al aterrizar, e intentos de aniquilar a ese humano para que su existencia fuera más sencilla, ya que sus existencias siempre entraban en choque, aunque tenía que admitir más que una vez llegaron a tener breves periodos de camaderia, y muy en el fondo admitía que ese cachorro terrícola era digno adversario para él, sin embargo jamás lo diría ni confirmaría.

 

Lo odiaba, lo detestaba, era una verdadera molestia, y estaba consiente que esos sentimientos eran recíprocos, mil y un planes había planeado para deshacerse de esa molestia terrícola, y sabía que llegaba a un punto en ocasiones donde solo pensaba en esos cabellos castaños, esa mirada retadora, esos ojos oscuros, su piel ligeramente bronceada, todo, todo de él, y destruirlo, rasgar esa piel con sus garras hasta que saliera ese líquido carmesí que era su sangre, escucharlo gritar de horror y dolor, hasta verlo llorar y suplicar por su aniquilación completa y definitiva, pensamientos que se hacían cada vez más frecuentes con el paso del tiempo, convirtiendo su pasatiempo favorito el de torturarlo y hacerle bromas pesadas.

 

Aun con esos fracasos y constantes luchas, no podría decir que su existencia todo ese tiempo fue infeliz, gozo de varios privilegios a pesar de estar limitado en algunas acciones con esa forma, aprendió que ese planeta tenía mucho potencial, y si su pueblo se lo proponía, y si atacaban con cautela, conseguirían dominarlo y gozar de sus beneficios por varias generaciones, en vez de dar un ataque masivo donde seguramente se perderían varios recursos, pero nunca dio mensajes que influyeran a cualquiera de esas decisiones en sus reportes cada vez que lograba comunicarse con sus colegas, ¿Por qué?, ni el mismo lo sabía, algunas veces se lo preguntaba, y muchas veces le quitaba importancia y otras se reprendía a si mismo regañándose por haberse vuelto tan blando con el paso del tiempo.

 

Y mucho tiempo había pasado, los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses, y los meses en años, según el sistema de tiempo en ese planeta, años en que se familiarizó con la cultura y las diferentes creaturas de ese planeta, años en que vio como cada cosa cambiaba en la vida de los humanos que los rodeaban, especialmente él, seguía siendo un fastidio, un estorbo constante, el niño castaño había crecido, ya no era tan bajo, pero lo seguía siendo en comparación a otros humanos de su misma edad, 13 años, aún seguía siendo un cachorro, pero se sorprendía cuanto había cambiado en tan poco tiempo, aún tenía un rostro infante, rasgos algo regordetes, mejillas sonrosadas, labios carnosos, era delgado, y las ropas holgadas que utilizaba no le favorecían, ya que ocultaban su cuerpo haciéndolo parecer un enclenque, y el sabia por experiencia propia que esa apariencia era una farsa, si lo fuera ya lo habría podido eliminar por completo desde hacía mucho, como ya había dicho antes era delgado, pero no esquelético, tenía músculos, pequeños pero músculos al fin y al cabo, era fibroso, por decirlo de alguna manera, y con una cintura y figura envidiables para su mismo género y hasta el contrario, había notado en algunas ocasiones a su hermana mirarlo con celo, ella era bonita, pero a comparación de su hermano no lo superaba.

 

Estaba consiente que su estadía en ese lugar no era permanente, y admitía que extrañaría algunas cosas de ese planeta cuando llegara el momento de marcharse, pero ese no era su hogar, pero jamás se imaginó que el día que se tuviera que marchar fuera por algo tan grave como una guerra en su planeta.

 

Ese día había comenzado como cualquier otro, los habitantes de la pequeña casa en donde vivía comenzaban a despertarse para realizar sus debidas rutinas, el señor Butonberger siempre era el primero en levantarse y alistar las cosas para preparar el desayuno, luego se levantaban Millie y Coop, el segundo encontrándose con una sorpresa diseñada por el mismo, nada mejor como iniciar el día con sus gritos de espanto, o al menos esa era su opinión, luego de eso, lo que seguía era la típica batalla campal de los hermanos por ver quien utilizaba el baño primero, con una pequeña ayuda suya la pelinegra había ganado y Coop tuvo que esperar una eternidad para entrar, luego del desayuno los niños Burtonberger se dirigieron a sus respectivas escuelas y el sr. B se dirigía a su negocio, quedando él solo en la casa disfrutando de las horas de tranquilidad relajándose o realizando alguno que otro experimento, fue cuando se encontraba en el garaje del patio que su collar empezó a sonar, era una llamada, lo que le intrigo era que no era de ninguna de las naves que se encontraban en el espacio en ese momento, si no de su mismo planeta, grande fue su sorpresa a ver a su padre con una armadura en el holograma que apareció frente a él, con varias heridas y un verdadero caos en el fondo, y ahí lo supo, su planeta estaba en peligro.

 

El día continuo demasiado lento para su gusto, los niños Burtonberger habían regresado, el señor B se encontraba preparando la cena y él los veía con cierta nostalgia, sabiendo que sería la última vez que los vería, ya había recolectado sus pocas pertenencias, esa misma noche se iría, una nave llegaría y su misión se cancelaria para así ir a apoyar a su pueblo.

 

-¿Qué te pasa?, normalmente a estas horas ya estarías realizando uno de tus extraños planes-

 

La voz de Coop lo saco de sus pensamientos, no solo sorprendiéndolo por haberlo agarrado con la guardia baja sino que también había percibido que su comportamiento no era de lo más común en él, ese chico siempre le sorprendía de una u otra manera, solo se le quedo mirando un momento, ambas miradas chocaron retadoramente y…

 

-¡Sr. Gato!- la voz chillona de Millie interrumpió su nuevo enfrentamiento –es hora de tu comida-

 

Y así se dejó llevar por su protectora y principal colaboradora en su fachada en ese planeta para comer, le había agarrado cariño a esa infante, sería una de las cosas que extrañaría, pero sobre ella estaban los Fridkibits de pescado y tratar de eliminar a su hermano.

 

La noche llego, la nave que lo llevaría junto a otros colegas a su planeta llegaría a las 0:00 horas, así que se tomó su tiempo para recorrer la casa que le sirvió de hogar todo ese tiempo, miro a Millie, agradeciéndole todos los mimos y que lo ayudara tanto en ese planeta aunque no lo supiera, observo al señor B, preguntándose de nuevo que clase de humano podía haberlo elegido como pareja, era realmente asombroso que ese hombre haya logrado tener descendencia, no era totalmente feo, pero era realmente alguien distraído, y su cocina podía calificarse en algunas ocasiones realmente peligrosa, la mujer que lo acepto debió ser alguien realmente singular como él, y el último fue Coop, descansando en su cama alta, roncando levemente, ajeno a todo el mundo, una perfecta oportunidad, podría con solo el pasar de sus garras rebanar ese delgado cuello, y hasta arrancarle el corazón, pero solo se quedó ahí mirándolo, con sus labios entre abiertos, respirando relajadamente, tentado a hacer algo más que acabar con su insignificante existencia y se apartó con brusquedad antes que su felino rostro entrara en contacto con el del humano, realmente pasar tanto tiempo en ese planeta lo había afectado, pero ahora regresaría a su hogar, su verdadero hogar, no en las mejores circunstancias, pero era lo mejor.

 

Vio la ciudad sobre esa colina desierta, las luces de la ciudad y los suburbios durmientes, ya era hora, toco su collar y apretó unos botones en una serie de secuencias que desactivarían el seguro para regresar a su verdadera forma, y así una luz morada lo cubrió, sus huesos crujieron un poco y en la oscuridad la silueta humanoide se irguió desnuda, de lejos podría parecer un humano más de ese planeta, pero una cola y unas orejas puntiagudas desecharían esa idea de inmediato, la nave ya estaba sobre él, imponente y silenciosa bajaba para recogerlo, miro por última vez esa ciudad y un rayo lo tele transporto ahora dentro de la nave dentro de una cámara desinfectante, asuntos de protocolo, eliminar impurezas para la seguridad de los tripulantes era una de ellas, después de su purificación con un baño de vapores con químicos diversos una compuerta se abrió dejando pasar un traje de una sola pieza de color blanco, antes de ponérselo pensó una vez más en su vida en la Tierra, y cierto chico castaño sobresalía sobre todos sus recuerdos.

 

-Algún día, tenlo por seguro Coob Burtonberger, regresare por ti-

 

Y con esa promesa, la nave se alejó a su destino incierto, dando fin a una historia, y dando comienzo a otra.

 

 

 


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