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Bendito Domingo por Jaswhit

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Por más que los conozca y escriba sus vidas miles de veces de diferentes maneras siguen sin pertenecerme. Que mal.

Disfruten. :3

Notas del capitulo: EDITADO.

Agregue, quité o cambie varias cosas. Espero les guste.

Advertencias: Lemon, of course.

Disclaimer: Por más que los conozca y escriba sus vidas miles de veces de diferentes maneras siguen sin pertenecerme. Que mal.

Ambos tienen 20 años. Si no es que más. Recuerden que es una especie de AU.
Caminaba despreocupadamente por las escaleras de mi departamento mientras bebía de mi café cargado sin azúcar hasta que llegué a la puerta de la lavandería. Era día de lavado. Un día normal se podría decir, programado todos los domingos de mi solitaria vida. A menos que pueda llamar compañía a mis tantos video juegos. Que no creo.

Al llegar a la dichosa lavandería, abrí la puerta y al entrar divisé las hileras de lavadoras y secadoras, una viejita en una silla que parecía muerta y un joven rubio alto con ropa negra que lavaba unas prendas del mismo color.

Decidí ignorarlos y concentrarme en la difícil tarea de encender la lavadora, por lo que me acerqué a una máquina frente a la del rubio y deslicé mi tarjeta de lavandería que me permitía usar las máquinas sin gastar dinero. Presioné los botones indicados, giré una perilla y finalmente surgió el agua. Tomé mi paquete de detergente que tenía sobre el cesto de mi ropa sucia y eché la cantidad necesaria de manera cuidadosa. A la mala había aprendido que esto de lavar prendas con las máquinas arcaicas de este lugar era casi un arte.

Antes de echar la ropa tomé un último sorbo de mi café, pero para mi mala suerte me lo tiré en la camisa y solté un gritillo de dolor al sentir el líquido caliente hacer contacto con mi piel. Escuché unas leves risas detrás de mí y al girar vi que el rubio sonreía socarronamente mientras esperaba su ropa. Lo miré feo unos segundos y después decidí quitarme la camisa para lavarla de una vez. "Ya que", pensé.

En cuanto me quité la camisa las risas se detuvieron abruptamente y al volver a girarme el chico tenía la cabeza gacha con su flequillo tapando su rostro. Me giré nuevamente y continué con mi tarea echando también la playera manchada de café.

Esperé un buen rato hasta que la ropa estuvo lista así que comencé a preparar la secadora. Inserté las monedas, presioné botones y demás y luego eché la ropa mojada de la lavadora. Que divertido.

Después de lo que pareció una eternidad y con la ropa ya lista la pasé toda al cesto y me fui nuevamente a mi apartamento a hacer nada, excepto no poder dejar de pensar en el chico sexy y rubio de la lavandería. Me pregunto si vivirá en el edificio. Aunque lo más probable sea que no, ya que nunca en mi vida lo he visto. Sólo recuerdo al ebrio del piso de abajo, la señora viuda del apartamento de enfrente y una anciana grosera en el piso de arriba. Que dicha la mia.

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Una semana después…

Nuevamente era domingo y tenía miles de cosas que hacer, empezando por terminar el nuevo juego de Zelda que compré, comprar más cigarrillos, hackear la página del candidato a presidencia y ponerle unas cuantas verdades entre otras cosas. Pero además, me volvía a tocar ir a la lavandería para hacer la colada. Joder, ojalá no tuviera que lavar nada, aunque con tanto cigarrillo era realmente necesario. Lo malo de este vicio. Bah.

Me encaminé con lentitud a la lavandería y al llegar no vi a nadie más que al tipo rubio de la vez pasada. Lo miré un rato fijándome en cada detalle de su delgado pero muy bien tonificado cuerpo, mientras se encontraba sentado en una silla y parecía leer un libro.

Tomé la ropa y la eché en la primer máquina que vi pero justo cuando iba a encender la lavadora el rubio dejó la lectura y me habló una voz aterciopelada que hasta me sonó ruda y sexy.

— Esa lavadora no sirve, la estaba usando y se ha descompuesto.

— Está bien, gracias por el dato. — respondí mirándolo y sonriéndole amigablemente.

— De nada — respondió monótonamente para después regresar a su lectura.

— Soy Matt — comenté extendiendo mi mano.

—Mello —respondió simplemente sin mirarme. Bajé la mano lentamente al notar que prefería ignorarme. "Ah, pero que grosero."

Me giré nuevamente decepcionado de su respuesta fría y distante para continuar con el lavado. Saqué toda la ropa de la lavadora defectuosa y la pasé a otra cerca de ahí, encendiéndola y agradeciendo a los cielos que esa si funcionara. Me senté en una silla cerca del rubio a esperar mi ropa mientras jugaba con mi PSP esperando que tal vez el rubio, que ahora sabía tenía de nombre Mello, rompería el silencio pero ni se molestó en dejar de leer. Cuando al fin la ropa estuvo lista, la pasé a la secadora y de igual manera, perdí el tiempo pensando en nada y jugando en mi tan preciado aparato. Antes de que mi ropa quedara lista, la ropa de Mello salió de la secadora y sin despedirse la tomó y se fue. Rodé los ojos y cuando mi carga de ropa al fin salio, me dirigí nuevamente a mi apartamento.

Entré y me dirigí a mi habitación donde tomé asiento sobre mi desordenada cama y me dispuse a doblar la ropa. Iba bien hasta que una prenda bastante sospechosa llamó mi atención. Al tomarla me di cuenta de que no era mía. Era un bóxer negro completamente diferente a los que usaba yo normalmente. Empezando porque los míos van con dibujos de Mario Kart y esta rara prenda era de esos negros aburridos (pero sexys) de calvin klein.

Inspeccioné la prenda por todos lados pero por más que la veía no entendía como esa cosa desconocida había llegado a mí. Sin darle más importancia la doblé y la guardé aparte para el siguiente domingo de lavado. Probablemente se había colado entre mis cosas accidentalmente.

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Otra semana después…

Y otra vez a lavar ropa. Ya me estaba cansando de los domingos pues era el peor día de la semana para mí ya que no tenía nada que hacer más que jugar videojuegos, comer sobras de dudosa procedencia y esperar a que llegara el lunes para empezar mi semana normal de trabajo (crackeos a bancos, páginas del gobierno, asociaciones doble cara entre otras más), y yo que creía que lo peor del mundo era ir a Misa en este día, creo que ahora lo peor para mí es hacer la colada.

Sin querer atrasar más mi tormento, junté todas las prendas que estaban en el suelo y no podía usar por el hedor que desprendían. Después recordé la ropa interior que había encontrado y la tomé del cajón donde la guardé. Con gran flojera me dirigí a la lavandería y cuando llegué vi otra vez al rubio de la vez pasada.

Entré ignorándolo olímpicamente y me preparé para echar todo lo que lavaría. Notando la ropa interior que no me pertenecía decidí que lo mejor sería preguntarle al rubio si eran de su propiedad, pues tomando en cuenta su usual vestimenta de color negro, lo más probable era que sí.

—Mmm…de casualidad Mello, ¿no se te perdió una prenda negra como ésta? — pregunté curiosamente mientras levantaba los bóxer en el aire. …ste levantó la vista y frunció el ceño al ver lo que traía en mis manos.

— Eso es mío ¿por qué lo tienes tú? —preguntó.

— Ni idea, los encontré entre mis ropas.

— Gracias — dijo tomándola.

—De nada

Después de tomarlo se giró y se enfocó en sus cosas así que hice lo mismo y puse toda mis cosas a lavar. Al terminar el ciclo de lavado saqué todas las prendas pero desafortunadamente, una de ellas se quedó atascada. Era una de mis tantas camisetas a rayas y justo se tenía que atorar con un pedazo suelto del metal que cubre la lavadora por dentro. Comencé a forcejear con la prenda tratando de soltarla sin romperla cuando Mello se acercó a mí.

— ¿Qué sucede?

— Nada, sólo que esta mierda se atascó. Es todo.

—Deja te ayudo. — pidió, por lo que solté la playera y él comenzó a jalarla. — Necesito que me ayudes aquí.

— Está bien. — me acerqué a su altura y él se giró para mirarme. Casi sin esperarlo estampó su boca con la mía. Tenía los labios más suaves y dulces que hubiese probado en mi vida. Sabían a chocolate.

Entonces me levantó del piso mientras él se erguía conmigo. Me tomó de la cintura y me subió a una de las lavadoras. Abrí mis piernas para permitir más cercanía y joder que buena idea, ya que él se apegó aún más a mí.

—M-Mello a-aquí no —jadeé.

Se separó de mí para mirarme y por un momento pensé que en serio se detendría pero solo se apartó y echó a andar varias lavadoras causando que todas estas produjeron un sonido que era capaz de camuflar nuestros propios gemidos. Antes de volver conmigo, fue a la puerta y la cerró con llave.

Finalmente volvió a mis brazos y no perdí el tiempo, me lancé a besar su cuello y tocar cada parte de su cuerpo que estuviera a mi alcance. Sin darme cuenta se deshizo de toda mi ropa, lanzándola despreocupadamente por todo el lugar.

La pasión se sentía en el aire y mi desesperación aumentaba al sentir su cuerpo caliente tan cerca del mío.

Mordisqueó mi oreja sensualmente, haciendo que me estremeciera en sus brazos. Mis manos recorrían su espalda con desesperación, mientras que él hacía lo propio con las suyas. Posé mis manos en su cabellera y jalaba de ella cada vez que la sensación era tan intensa como la que estaba sintiendo en estos momentos.

No tenía ni la más mínima idea de donde estaba mi cordura y sensatez, pero de seguro las mandé de vacaciones cuando vi a Mello bajándose los pantalones con todo y sus bóxer. De inmediato noté su masculinidad rígida y firme, de un color rojo encendido y con perlas blanquecinas decorando la punta. De solo verlo mi propio miembro se removió y no pude evitar gemir quedamente.

Mello ignoró por completo su desnudez total y comenzó a besar mi abdomen, acarició mis pezones y recorrió con sus labios mi excitado miembro, jugando con su lengua y haciéndome estremecer y gemir sobre aquella lavadora.

Me acercó aún más a la orilla de la máquina que estaba andando y vibraba por su cuenta.

Se separó de mi entrepierna y se acercó a mi boca para besarme apasionadamente con sus labios tibios que tenían el sabor de mí. Apenas notando lo que hacía pude percibir como sacaba un pequeño tubo de su cesto de ropa. Parecía ser lubricante y mi teoría se confirmó cuando embadurnó sus dedos con el líquido transparente y los llevó a donde no llega el sol.

Me sobresalté cuando su dedo medio se introdujo sin cuidado y se movió con rapidez adentro y afuera, metiendo de inmediato un segundo dedo y después de un tiempo un tercero, haciendo espacio para algo, que definitivamente sería más grande que tres dedos. Sonrió socarronamente notando lo bien que tomaba sus dedos y me sonrojé. Desvié la vista y bufé avergonzado. Era un muchacho joven con un gran líbido y demasiado tiempo para masturbarme, obviamente no era ajeno a un poco de jugueteos con mis dedos, pero definitivamente no le confesaría eso a Mello. Aunque por su cara me daba cuenta que él ya lo había adivinado por si solo.

Sin querer tomar mucho más tiempo del ya transcurrido, sacó sus dedos sin miramientos notando que yo le deseaba tanto como él a mí y se introdujo haciéndome estremecer en sus brazos y soltar un fuerte quejido de dolor al ver que era demasiado estrecho para su muy bien dotado miembro. "Pero joder, como duele." Agonizaba por lo grande de su virilidad y ninguna cantidad de dedos podría prepararme para algo así. Y no, no estaba dispuesto a empezar con el fisting.

Afortunadamente se quedó quieto un buen rato, hasta que el ardor disminuyó y comenzó a moverse con delicadeza. Movía lentamente su pelvis de adelante hacia atrás, tomando con fuerza mis piernas en su cintura y acariciando mi oído con su lengua haciéndome estremecer. Rápidamente tocó mi próstata y el placer se distribuyó a cada nervio en mi cuerpo. Tomé mi miembro entre mis manos y gemí descaradamente mientras me masturbaba. Encandilado con mis acciones, apresuró su paso e inconscientemente mis caderas se movieron intentando colaborar en tan exquisita labor. Si, ya no dolía tanto. Incluso podría decir que me estaba gustando, si la forma en que gemía era indicio de algo.

Mello siguió moviéndose dentro de mí, provocando que mis paredes estrechas se apretaran aún más cada que tocaba mi próstata, podía sentir el éxtasis cerca. Disfrutaba con locura el modo en que se deslizaba sensualmente fuera de mi y se introducía de nuevo con rapidez, repitiendo el proceso una y otra vez volviéndome loco.

A cada momento aceleraba aún más sus movimientos haciéndome gemir en sus brazos. Pronto pude sentir su tibia esencia derramarse en mi interior mientras que yo me vine entre nuestros sudorosos cuerpos. Recosté mi cabeza sobre su hombro mientras que Mello sacaba su ya flácido miembro de mi culo.

Cuando al fin nos separamos nos miramos a los ojos un segundo y después unimos nuestros labios nuevamente. Al separarnos sonrió nuevamente y me miró con intensidad.

— ¿Nos vemos el próximo domingo de lavado? — preguntó con una sonrisa sensual. Yo sonreí algo adormilado.

— Aquí te veo. — respondí y luego lo volví a besar. De ahora en adelante amaría los domingos de lavado. Oh bendito, bendito domingo.
Notas finales: Ok, éste fue mi 2do lemon. Espero haya estado bien hot.

Explicación: Me mandó mi papá a lavar la ropa y pensé : "Y si Matt la fuera a lavar ¿Qué pasaría?

Así nació esto.

Acepto reviews.

Atte: Jaswhit :3

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