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Hasta el último planeta. por YaoiNoAkuma

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Notas del fanfic:

Yu-Gi-Oh! No me pertenece, es propiedad de Kazuki Takahashi.

Blah, blah, blah...

Notas del capitulo:

Lo que pasa cuando se vuelve a los clásicos.

El título no tiene mucho que ver. Lo he nombrado así por la canción en la que está basado.

El último planeta de Caifanes.

No incluyo letra, pero sería agradable que la escucharas mientras lees esto.

Hasta el último planeta.


Se detuvo frente a la casa. Clavó su mirada enrojecida en la puerta principal. Había estado llorando hasta que la garganta se le desgarró. Avanzó con paso lento, estaba cansado, no había dormido lo suficiente durante días. Llamó a la puerta tocando el timbre localizado a uno de los costados y esperó.


-¿Sí…? –Al abrir la puerta se mostró una joven de aproximadamente 22 años, de tez canela, cabello negro y ojos azul profundo, con pestañas largas y gruesas, y delineado negro con detalles egipcios. -¡¿Yuugi?! –Se sorprendió al ver al joven en su hogar. Frunció el ceño preocupada al ver sus ojos cansados. Se hizo a un lado y le dejó pasar.


El menor se adentró lo suficiente para permitirle a la dama cerrar la puerta. Una vez escuchó la perilla girar por última vez se volvió a quebrar. La joven llegó a su lado y el menor se aferró a ella. Necesitaba el confort de algún familiar y ella era lo más cercano que le quedaba a uno. Ishizu era amiga de su fallecido abuelo, siendo él arqueólogo fanático del antiguo Egipto y ella descendiente de la familia guardián de la tumba del Faraón las presentaciones no se hicieron esperar. Ahora ella vivía en Japón por negocios con el museo Domino, gracias a Sugoroku. Y una vez conoció a su nieto se quedó prendada a la pequeña familia.


Sin embargo, el niño no sufría por la partida de su abuelo…


-Puedo… volver a verlo… ¿verdad? –Preguntó entre jadeos.


La mujer estrechó con más fuerza al pequeño cuerpo. Le dolía verlo así. –Yuugi… No me pidas algo como eso. –Su voz tembló, por tristeza o por miedo, no estaba segura. El menor se le aferró más. –Por favor.


Se separó un poco. –Ishizu… sólo tú puedes ayudarme… Por favor. –Ella desvió la mirada. –Te lo suplico. Él no tenía que irse… -Su voz se quebró.


-Sé que te duele… Pero piénsalo-


-Quiero verlo… ¡Si tengo que dar mi vida a cambio de la de él, lo haré! –Sus ojos llorosos mostraban determinación.


No pudo contra su mirada amatista. –Yuugi, su alma ya está en el otro lado. –Esperó a que el menor dijera algo, pero no tenía intenciones de hacerlo. –Si lo encuentras allá… sólo uno podrá regresar. –Los ojos del menor se dilataron. La mayor lo vio con dolor.


Yuugi… Me hubiera gustado compartir toda una vida contigo…


-No tienes que hacerlo ahora. –Intentó quitarle la presión que ahora cargaba. ‘Gracias’ le dijo quedo el menor y regresó a su casa.


…Pero lo que hemos compartido ha sido mi vida.


Se abrazó a si mismo. Se contrajo en posición fetal sobre su cama. Cada recuerdo, cada palabra volvían a su mente. Estaba solo. No había nadie que le apoyara. El mundo comenzó a tratarlo con desprecio una vez que hubo comenzado una relación con alguien de su mismo género. Incluso aquellos que alguna vez consideró como amigos… le dieron la espalda, lo juzgaron injustamente, como el resto.


Le dolió. Había llorado ante las críticas y él le dijo que no debía cambiarlo por el mundo y como respuesta le otorgó una sonrisa ‘Tú eres mi mundo’, pero no pudo evitar llorar.


Ocultaré al mundo para que no sufras…


Lloró con más fuerza al recordar tan dulces palabras…


Se había enamorado de ese joven de apariencia similar a la suya a excepción del característico color de sus ojos: rojo. Le hubo conocido en la tienda de juegos de su abuelo, hacía 6 años. El joven llegó buscando un rompecabezas egipcio. Recordó la manera en que su mirada se iluminó cuando su abuelo le mostró la caja de oro contenedora de las piezas. Lucía tan hermoso… Como un niño que ve el juguete que siempre buscó. Sin embargo el mayor dudó en vendérselo, su nieto había intentado completarlo durante 2 años. El joven le pidió conocer a su nieto, quien le miraba desde el umbral de la puerta atrás del mostrador. Y ahí comenzó su historia.


Durante 6 años compartieron el capricho en el rompecabezas. Los primeros 4 años empezó a enamorarse del mayor sin realmente notarlo, no hubo secretos entre ellos, eran el confidente del otro…


Cuando empezó sus estudios en la preparatoria todo se complicó. Sus fieles amigos de la secundaria veían con malos ojos al mayor. Al tercer mes de su primer año el mayor se le había declarado. Cuán feliz fue en ese momento. 15 y 19 años, esas edades tenían. Pero cuánto le lastimaron los insultos al mayor.


Sonríe… Siempre me ha gustado como luces con una sonrisa.


Gritó, gritó hasta que la voz se le despedazó. No podía evitarlo… recordó las miradas acusadoras de las personas a su alrededor, sobre él y sobre sí mismo; tan gélidas.


Y es que no podía abandonarlo. Tres meses después el mayor le confesó que padecía leucemia.


Terminó entonces de caerse a pedazos.


Y un mes después su abuelo cayó enfermo, sin poder recuperarse más. Y sólo él estuvo a su lado para confortarlo.


El joven tenía un sistema inmunológico bajo. Desde su infancia fue sometido a trasplantes de órganos, era alguien débil. Y con el tiempo las operaciones hicieron más estragos en sus defensas. Su enfermedad era terminal, recurrir a la quimioterapia haría pedazos lo poco que quedaba de su sistema y también necesitaba un trasplante de médula ósea. Su rota salud le había echo resignarse a una vida corta. Y le vio llorar cuando comprendió que no podría estar a su lado.


Cuando la situación lo ameritó fue al hospital. Se había negado tanto a pasar sus últimos días rodeado de un perturbador color blanco… pero había accedido si lo último que viera fuese su sonriente rostro.


Déjame llevarme lo mejor de ti.


Su ronca voz se rompió más, si era posible. Le ardía la garganta y sus mejillas estaban empapadas en lágrimas. Se engarruñó a sus ropas. La ira se acumuló en su persona. Revivió los momentos del funeral de su amado.


No podía terminar de creer que sus “amigos” habían tenido el descaro de presentarse, que sólo en ese instante se dignaron a reconciliarse, que se atrevieran a pedirle disculpas frente al ataúd de aquel que despreciaron. Y se enojó tanto en ese momento. ‘Yuugi, lo sentimos tanto…’ No, no lo sentían. No eran quienes para decir eso, eran tan hipócritas. Les gritó tanto como quiso, todo lo que no había podido, porque esperaba que aceptaran a su persona, que aceptaran lo que él era, que aceptaran la felicidad que había elegido y que le apoyaran, que le ayudaran a enfrentarse a los desgarradores rostros, a las venenosas palabras de las personas inyectaban en sus oídos. Pero no, habían construido una barrera entre ellos, se habían vuelto tan neutrales.


Nunca estuvieron cuando más los necesitó.


Vio el reloj en la mesita de noche al costado de su cama, 11:56 p.m. Se levantó. Se dirigió al armario y sacó un cofre de oro. Regresó a su lecho y abrió el objeto.


Sólo quedaban dos piezas sin acomodar.


No necesito terminarlo… Tengo lo que quiero.


Tomó las piezas y las colocó en el peculiar objeto de piramidal forma.


Te amo.


-Te amo, Yami. –Susurró pensando en él. Sujetó entre sus manos el rompecabezas y depositó un beso en el ojo de Udyat localizado en el centro.


Quiero verte.


Se abrazó al objeto rompiendo en llanto de nuevo. Se dejó caer sobre la cama, durmiendo finalmente.


12:00 a.m.


Un absoluto silencio invadió el cuarto.

Notas finales:

Bien… Tercer fanfic del fandom.


Me siento mal… cuando escribo cosas referente a enfermedades me hace arrepentirme de no haber escogido medicina como mi carrera profesional… Pero bueno, eso no importa.


Lloré mientras lo escribía. Maldita sea, lloré. Y mi madre casi sufre un infarto porque yo no le respondía qué me pasaba para terminar llorando… Fue tan hilarante. No, no es bueno reírte de cómo tu progenitora hiperventila al no recibir respuesta de su hija. No lo hagan *ríe ante el recuerdo*.


Bien… el final, apesta el final a “no lo pensaré y escribiré lo primero que venga”. Diablos… no tenía un final pensado, se supone terminaría en el pensamiento de Yuugi (la línea de dos palabras en negritas), sin embargo me pareció algo flojo… y ahora está más flojo.


Pero bueno, ya quedó así. Lo releí para revisar las faltas ortográficas y lloré de nuevo. Me sorprende no haberme electrocutado…


No tengo mucho qué decir, son ustedes quienes deben decirme a mí. ¡Díganmelo! Apesto.


Me quiero tanto ¿verdad?


Como sea, gracias por tomarse un tiempo leyendo otra atrocidad mía.


Sean felices~


P.D.: Díganme si lloraron, por favor.


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