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Dragones sin cielo. por YaoiNoAkuma

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Notas del fanfic:

Yu-Gi-Oh! y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Kazuki Takahashi. Sólo los uso para... blah.

Notas del capitulo:

Bien, un proyectito que surgió… después de una clase de diseño. Mi tema eran los dragones y repentinamente la frase “dragones sin cielo” se me vino a la mente y todo se construyó solo.

Es un fanfic que me ha tomado más tiempo y trabajo. Me he tenido que informar de varias cosas… No es igual a los demás que he subido. El enfoque principal es como siempre el puzzleshipping, estoy aferrada a esto hasta que logre uno que me satisfaga. He tratado lo mejor con mi redacción, hago lo posible por extenderme en sinónimos y por hacer que la redacción no sea muy simplona ni contenga muchas palabras que se consideren groseras (olvidé la palabra que iba a usar), sin embargo el contexto de este fanfic me hará verme en la necesidad de usar algunas –o puede que no- aunque haré lo posible por no usarlas tan frecuentemente.

Me gusta usar los nombres japoneses, si tengo algún error, favor de informármelo.

I

Sus piernas paralizadas, sus manos temblando y la garganta seca. La escena frente a sus ojos le había quitado el aliento. Un nudo amenazaba con provocarle el llanto.

Un color rojizo empezaba a llenar el suelo lentamente… Espeso y brillante. Un hedor mezclado de metal y pólvora inundó sus fosas nasales. El oscuro panorama comenzaba a lastimar su vista, pero no podía moverse…

Tenía miedo.

Miedo a ese par de rubíes que le miraban tan minuciosamente. Hambrientos y animales. Similares a los de un león, examinándolo. Llenos de rencores, con crudas historias marcadas… No quería provocarle pero en su cabeza se repetía constante y lacerantemente, disonante…

-¿Por qué? –Su rostro torcido en dolor y su voz quebrada. No pudo más, por un instante olvidó al autor del crimen, y se dejó caer. Sus ojos llenos de lágrimas. –Abuelo… -Susurró apenas en un hilillo de voz. Sus ojos se movían desesperados, buscando alguna posibilidad, una esperanza de saberse dormido y de despertar de ese horrible sueño; que el único familiar que se preocupó por él no estaba muerto. Y no le importó el arma de fuego en la mano derecha del desconocido, ni el hecho de estar completamente indefenso ni mucho menos el perder la vida. -¡¿Por qué lo hiciste?! –Un grito trozado, con notas inconstantes; como cuando se afinan las cuerdas de algún instrumento. Miró con odio a ese par de fríos ojos. -¡¿Por qué-. –Sus reclamos se vieron interrumpidos. Había callado al ver el cañón del arma a cinco centímetros de su rostro. Su lengua entumida, su quijada temblando… Pánico.

-Cállate. –Separó la palabra en tres sílabas, una voz neutra, aterradora. Veía fijamente los orbes malva asustados, tan honestos. Lo examinó. La iluminación era débil; estaban en la cocina y la puerta de acceso seguía un pasillo con la entrada principal al fondo abierta, la luz del exterior difícilmente alcanzaba la habitación. ¿Por qué, dice? Apretó la quijada, sus dientes rechinaron por la fuerza ejercida, sus labios comenzaron a levantarse ligeramente cual animal gruñendo. -¿Por qué? –Rabia. Sus ojos y su voz se volvieron en ira. Se movió de su posición, estando ahora levemente de frente al chico arrodillado, acercando la pistola a su frente. -¡No tienes idea de lo que sufrí por culpa de él!

¿Qué acababa de decir?

 

Un sonido incesante llegó a sus oídos, molesto; trayéndolo a la realidad, borrando ligeramente los recuerdos del sueño que estaba teniendo. Se incorporó en la cama, sentándose. Dio un largo bostezo y frotó sus párpados somnoliento, apagó entonces la alarma. Rascó su nuca, alterando un poco más sus ya desordenados y peculiares cabellos tricolores; mechones rubios cayendo por su frente y pinchos bicolores –negro y magenta- por el resto de la cabeza. Se movió hacia la orilla para bajar a la planta baja.

-¡Oh, Yuugi! Buenos días. –Le saludó sonriente su abuelo una vez entró a la cocina. Se encontraba sentado en una de las sillas del pequeño comedor, desayunando.

-Buen día abuelito. –Regresó el saludo matinal, un pequeño bostezo siguió su comentario. Se dirigió a la alacena sacando un plato hondo, cogió el paquete de cereal sobre la cocineta y de un cajón de ésta una cuchara, se volvió a la mesa para dejar el trío de objetos finalizando su ritual yendo al refrigerador para tomar el cartón de leche. -¿Cómo te encuentras hoy? –Comenzó a llenar el plato con cereal para verter la leche en éste.

-Mucho mejor. –Últimamente había estado sufriendo por la edad. Su columna no era la misma y su corazón comenzaba a fallar. Hacía dos días acababa de salir del hospital.

Después de tomar su desayuno procedió a bañarse. Su turno escolar era el vespertino así que por las mañanas le ayudaba a su abuelo a atender la tienda y en algunos quehaceres de la casa. Cuando dieron las 12 y tres cuartos se retiró a su habitación para cambiarse a su uniforme e ir a la escuela. Al fin es viernes, no podía evitar el pensamiento, sumándole el hecho de que sólo faltaban dos semanas para salir de vacaciones de invierno.

Llegó a tiempo para su primera clase, entró al salón saludando a sus amigos. Jonouchi Katsuya, un chico rubio de ojos miel conocido por ser un buscapleitos junto a Honda Hiroto, un chico castaño de ojos de igual color y Anzu Mazaki, una chica castaña de ojos azules que conocía desde su infancia.

La hora del almuerzo llegó más pronto de lo esperado. Saliendo el cuarteto para tomar un buen lugar en la cafetería.

-¿Escucharon lo de las noticias? –Comentó Honda con las manos en los bolsillos del pantalón.

-¿Lo de la fuga de un asesino en Inglaterra? –Continuó Jonouchi. El castaño de más altura asintió. –Pero ¿qué tanto ha de ver con nosotros? Está algo lejos de aquí, ¿no te parece? –Se encogió de hombros restándole importancia al asunto.

-No es por alarmarte Jonouchi, pero eso fue ayer; y un avión no toma más de 24 horas para llegar de Inglaterra a Japón. –Respondió el más bajo del grupo. Sonrió al ver cómo los movimientos del rubio se volvían más mecánicos. –Aunque hay pocas posibilidades de que tenga asuntos pendientes en Japón…

-Puede que tengas razón. –Rió nervioso. El asunto le erizaba los bellos de la piel.

Consiguieron una mesa en los jardines traseros, que si bien no era donde les hubiera gustado el clima estaba bastante agradable.

-¿Qué ha pasado con tu hermana? –Le preguntó el tricolor al joven rubio.

-Shizuka se encuentra bien. Mi madre dice que la operarán en una semana por lo que me ha permitido ir a visitarla. –Jonouchi tenía una hermana menor, de la cual fue separado cuando eran niños. Él quedó bajo la tutela de su padre mientras ella quedaría al cuidado de su madre. Todos ellos sabían que el padre del de mirada melada era la razón de la separación, siendo un alcohólico y desobligado empleado no podía  tomar mucha responsabilidad sobre sus hijos; la madre, temiendo que el niño se viera influenciado se llevó a su hermana, aislándola del afecto de su hermano. Jonouchi tuvo que aprender a lidiar con los malos tratos de su progenitor… aunque no lo hizo de la mejor manera. Las peleas callejeras le alejaban del ambiente en su casa y por consiguiente le recordaban que era sólo él contra el mundo. –Shizuka está muy nerviosa e insiste con querer verme. –Que el dolor era real y nada lo calmaría, nada excepto el afecto, de su hermana… de sus amigos.

-Es bueno que puedas volver a verla. –Honda fue el camarada que consideró por primera vez amigo, aunque siempre lo haya negado. Un chico de grandes virtudes, alguien que te seguirá al borde del precipicio y que estará ahí para hacerte volver a tu camino. Carente de figuras paternas, vive con su abuela. Le gustan las motocicletas, y tiene una que sólo usa los domingos. Hijo único que encontró al hermano que siempre necesitó en Jonouchi. –Podría acompañarte a verla…

-¿Exactamente para qué? –Alzó una ceja mirándole sospechoso.

-Para… tú sabes… socializar. –Se enganchó a su hombro, mirando con picardía al rubio.

-Parece que Jonouchi debería aprender a callar algunas cosas… -Comentó la única chica del grupo. Miró de reojo al menor, viéndolo reír amenamente ante la pequeña discusión. Anzu conocía a Yuugi desde la infancia; sabía lo que le gustaba y lo que no, lo que sus gestos expresaban, lo que le entristecía, lo que le alegraba… Sabía sus peores momentos, aquellos que lo hundían más en la depresión que él nunca les compartió, pero ella había sido capaz de ver a través de sus ojos. Tantos años de conocerle le habían llevado a tener fuertes sentimientos por el chico de baja estatura y de sonrisas mentirosas. Porque el chico se mostraba un tanto falso en ocasiones, con un peso que aplastaba su amable corazón, orillándole a la modestia y a preocuparse primero por los demás que por sí mismo.

-No tienen remedio. –Le sonrió a la chica. Sus ojos cerrados y sus labios separados, mostrando su blanca dentadura.

Esa era una de esas sonrisas que más adoraba del menor. Esos gestos melifluos que le embelesaban.

-Ey, Yuugi, -La quinta hora de clase había terminado. Sólo matemáticas y saldrían para regresar a sus casas. Su rubio amigo le sacó de sus pensamientos -¿qué te parece si mañana vamos a la arcada? –En su mano sostenía un mazo de cartas que agitaba ligeramente. –Hace tiempo desde que tuvimos un duelo. –El monte de cartas en su mano pertenecía a un juego llamado Duelo de Monstruos, un juego basado en estrategias que te llevaban a la victoria si mostrabas ser más inteligente que tu oponente.

-Sería genial volver a tener un duelo. –Respondió Yuugi. Él amaba los juegos, fuesen individuales o colectivos. Y teniendo su abuelo una tienda de juegos podía experimentar con todo tipo de artefactos. Tenía quince años, después de todo.

-¡Bien, está decidido! –Exclamó victorioso Jonouchi, -Mañana iremos a la arcada. –Tomó por el cuello al menor, frotando sus nudillos en su cabeza.

El profesor de matemáticas entró en el salón, indicándole al melado que tomara asiento; obedeciendo inmediatamente el rubio se sonrió avergonzado al no notar la presencia del mayor.

La hora de salida llegó con un sabor a gloria en sus paladares. Jóvenes estudiantes que ansiaban un descanso. Y el rubio no pudo evitar el sentimiento, alzando los brazos y suspirando sonoramente.

-¡Haa, al fin llegó el fin de semana! –Estaban fuera de la institución, frente al portón de entrada. -¿Mañana tienen algo qué hacer? –Preguntó al par de castaños.

-Mi abuela quiere ir al supermercado… Pero regularmente me hace madrugar para ello. –Comentó con una mueca de fastidio el más alto.

-Mañana es mi día de descanso, tenía pensado ir de compras. –Respondió por su parte la de ojos azules. –Pero si tienes algo mejor…

-¿Vienen a la arcada? –Fue al grano. Recibió entonces una respuesta afirmativa de ambos. –Ya que las vacaciones se acercan hay que empezar a celebrar… Y ¿qué mejor que ir a la arcada? Hace semanas que no vam-

-Los exámenes finales están a la vuelta de la esquina, -Interrumpió la castaña al rubio –deberíamos de ser precavidos respecto a las salidas. –Reflexionó.

-Vamos Anzu, una pequeña salida no nos hará daño… -Le sonrió ampliamente queriendo restarle importancia a su comentario.

-Me preocupa tu concepto de “pequeño”. –Dijo resignada.

El de más baja estatura miró el reloj localizado en los más alto del edificio escolar, 7:05. El Sol ya estaba en el horizonte, ocultándose de la recelosa Luna. Debía ir directamente a casa a preparar la cena. –Jonouchi, ¿cuándo es que visitas a Shizuka? –Preguntó inocente.

-¿Eh? –Su risa se calmó tras oír la duda del menor. Miró entonces el reloj. Tenía 25 minutos para llegar a la casa de su madre. La señora le había puesto una condición para permitirle ver a la menor: puntualidad. Ella le había dicho que si era puntual los días que fuera a visitar a su hermanita le daría pruebas contundentes de no ser igual a su padre, y que tal vez se ganaría puntos extras para poder pasar los fines de semana con la niña. ¡No puede ser! Necesito apresurarme, si no llego antes de que den la media no podré ver a Shizuka. –Se alteró, comenzando a mover son desespero.

-Vamos a mi casa y te llevo en la motocicleta. No son más de cinco minutos. –Ofreció Honda al melado.

El rubio accedió, -Entonces nos vemos mañana al medio día. - despidiéndose de Anzu y Yuugi para ir con el castaño. Quedaron entonces solos el par de amigos de infancia.

-Bien, ¿nos vamos? –Comentó el tricolor, asustando un poco a la ojiazul. -¿Todo bien? –Preocupado por la chica.

-Sí, estoy bien, no es nada. –Respondió presurosa, atropelladamente.

Emprendieron su camino a casa. Regularmente recorrían la misma trayectoria hasta la casa del más bajo, Anzu vivía un poco más lejos. Sin embargo la castaña se detuvo a la mitad del trayecto, llamando la atención y la curiosidad del menor. Le preguntó qué pasaba, la chica no respondió; preguntó de nuevo, esta vez acercándose a ella, tampoco hubo respuesta. Preguntó una tercera vez, reaccionando la chica para mirar los ojos amatista ahogados en preocupación…

¿Estará bien decirle? Un nudo se formó, la presión y el ansia se agolpaban en su garganta. –Yuugi… Yuugi yo… -Sintió que la voz se le quebraría. Retener tanto tiempo esos sentimientos le hacía temer por una respuesta negativa. –Es sólo que… -El color malva de los ojos ajenos se puso ansioso, -no puedo… acompañarte el resto del camino. –Compuso con la primera excusa que pensó por si no podía soltar las palabras.

El menor suspiró aliviado. La preocupación fue un tanto innecesaria. –Está bien. No te preocupes. –Le sonrió comprensivo.

Y su convicción cayó a pedazos. La idea de no poder gozar de tan bellos gestos le asustaba, le atormentaba de mil manera que no podía recordar en ese momento… más bien no quería. –Disculpa que no te pueda acompañar hoy, será la única vez. Tengo un compromiso que atender. –Mintió lo mejor que pudo.

-No te preocupes, si tienes asuntos pendientes no tienes porqué obligarte a acompañarme. –Sonrió, no supo definir el gesto. Era un tanto neutral, pero no mostraba indicios de tristeza. La chica creyó entonces las palabras, sin remordimiento alguno.

-Gracias. –Le sonrió. –Entonces, me voy por este lado. –Apuntó a sus espaldas, -Recuerda que mañana tenemos una cita con los chicos. –Se despidió de mano del menor y emprendió camino.

-Sí, hasta mañana. –Le regresó el gesto de mano y una vez que la chica salió de su panorama suspiró pesada y largamente.

Su rostro se marcó en tristeza y angustia. Sujetó los tirantes de su backpack, apretando las manos en puños, sus nudillos emblanquecieron, segundos después sus uñas también. Su cuerpo tembló un poco y su pecho se movía irregularmente. Se escucharon sollozos. Sus labios apretados al que sus párpados. Duele, repitió constantemente en sus pensamientos. Intentó calmarse después de unos minutos. Su respiración se hizo más pausada, adquiriendo un ritmo más constante. Soltó los tirantes de la mochila y pasó el dorso de sus manos por las mejillas, limpiando los salinos caminos que habían bajado desde sus ojos. Quiso recuperar la compostura, verse como si nada hubiera pasado sin embargo la esclerótica de sus ojos permanecía algo roja, sin saberlo volvió al camino.

Había cosas que el chico nunca les decía a sus amigos. Ocultar su verdadero sentir era fácil, aunque no fuese una virtud, era bueno fingiendo… Pero dudaba de la credibilidad con Anzu. Algo le decía que ella sabía sus mentiras. Sin embargo ella no podía culparlo, su naturaleza siempre ha sido poner a los demás sobre él mismo. Si su asunto ponía mal a los que tanto quería prefería cargar con eso por sí mismo.

Divisó la casa de su abuelo, llegaría en un par de  minutos. Plasmó en su rostro la sonrisa más auténtica de pudo… La cual se borró cuando el silencioso ambiente se perturbó al escucharse un estruendo. Las aves cercanas se alteraron al escucharse el destructor sonido por segunda vez… Un sonido grave, hondo… como un rugido animal. Detuvo su caminar, su sangre se heló. No es cierto. La incredulidad se dibujó en su rostro. Temeroso al pensar lo peor corrió a la casa, llegó en segundos, abrió de golpe la puerta. Quiso gritar en búsqueda de su abuelo, pero su lengua no respondía. Caminó con sigilo más adentro de la casa, un olor a pólvora llegó a su nariz. Lo que vio le aterró.

 

El frío metal de la pistola le provocó escalofríos, no sólo por la temperatura sino por el miedo. Recuerda que mañana tenemos una cita con los chicos, las palabras de Anzu hicieron eco en su cabeza. Los ojos rojos le miraron con interés. –No creo que estés interesado en la vida de quien asesinó a tu único familiar… -La palabras quemaron sus oídos. Le vio hincarse mientras acercaba más el cañón del arma.

Dicen que el mañana nunca llega…

-Así que si te digo o no, no habrá diferencia; saluda al viejo de mi parte. –Escuchó el mecanismo del arma, el jalar del martillo y la firmeza con que se pegaba a su frente…

Al parecer, decían bien.

Notas finales:

Y eso es todo.

XD ¡jajá! No es cierto. ¿Ya se habían asustado? Puede que el capítulo no contenga la gran cosa, es decir, no tengo mucho definido aún, pero esa es la idea. ¿Morirá Yuugi a manos del asesino de su abuelo? ¿Será que le saludará de su parte? ¿Eso ha sido tonto? No respondan… Este es un pequeño proyecto que espero terminar. Algo me dice que será lo más largo que haya escrito en mi vida. De que pasa dos capítulos, pasa dos capítulos.

Me encantaría decir que es lo que yo he querido… Y hasta cierto punto lo es. Me siento feliz con este proyecto, tanto que puedo morirme. Ha pasado tiempo desde que gocé del verdadero sentir de la satisfacción personal. No es un fanfic color de rosa, eso es obvio, tampoco digo que sea lo enfermizo que siempre quise escribir, pero es lo suficientemente turbio para saberme a gloria. Una retorcida relación entre los protagonistas, -eso me dijo mi amiga cuando le conté -, extraña pero no imposible. Como esas historias donde el secuestrado se enamora de su captor… Y eso es todo lo que les adelanto.

Conforme pasen los capítulos les daré pequeñas notas para que no se pierdan –en caso de que no describa ciertos datos-.

Espero les guste aventurarse en esta historia con título sin mucho sentido, hasta que encuentras el significado metafórico.

Sean felices~


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