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Me envenenan los besos que voy dando... por Tavita

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Notas del fanfic:

Bueno, la verdad es que esta semana ha sido bien complicada en mi vida profesional!

 

MUCHO TRABAJO!

así que, escuchando la canción de Sabina

"Y sin Embargo"

He decidido escribir este Fanfic One Shot para su deleite.

 

Es una versión libre de lo sucedido luego del barco casino en Hong Kong, así que !Espero que lo disfruten!

 

saludos!

Notas del capitulo:

Bueno, la verdad es que esta semana ha sido bien complicada en mi vida profesional!

 

MUCHO TRABAJO!

así que, escuchando la canción de Sabina

"Y sin Embargo"

He decidido escribir este Fanfic One Shot para su deleite.

 

Es una versión libre de lo sucedido luego del barco casino en Hong Kong, así que !Espero que lo disfruten!

 

saludos!

De sobra sabes que eres el primero

Que no miento si juro que daría

Por ti la vida entera, Por ti la vida entera
Y sin embargo, un rato, cada día

Ya ves, te engañaría con cualquiera

Te cambiaría por cualquiera.

 

Fei Long se despertó aquella mañana aun sintiendo el dolor de la estupidez que había cometido raptando a  Akihito para atraer a Asami. Un dolor que tenía que ver más con la vergüenza, una vergüenza que creyó, nunca más iba a sentir.

Se desperezó en medio de la amplia cama intentando recomponer sus recuerdos y dejar de lado la sensación constante pero fuera de todo sentido de que aun quedaba una oportunidad, una sola oportunidad para poder hacerse de la atención del japonés, el maldito japonés que sin dar explicaciones, puso su mundo completo al revés.

Una punzada en su estómago le dio a entender que, la verdad, aun seguía teniendo una migaja de esperanza por retomar aquella relación que nunca pudo ser, que nunca sería y que había quedado tapizada bajo el rolar de siete años transcurridos en el cual el silencio y la lejanía, se habían hecho cargo de transformar aquella separación etérea en algo mucho más concreto de lo que el mismo Fei Long hubiese preferido.

Se levantó sintiendo cómo cada uno de los músculos de su bien formado cuerpo se llenaban de aquel toque eléctrico con el cual se llenaban constantemente para su funcionamiento diario, este dìa, sin embargo, era especial para lo que estaba sucediendo. Hacìa unas cuantas horas Asami había venido a buscar a su mascota, aquel niño japonés de cara linda que lo tenía embobado y lo había dejado a la deriva, tal cual lo hiciera siete años atrás, con las dudas carcomiendo su mirada y la necesidad palpitando entre sus pantalones.

Su labios se relamieron al sentir el sabor seco por el abuso del opio de la noche anterior, su cuerpo, si bien desnudo, no sentía el frío de la brisa que entraba a raudales de la ventana.

La noche anterior Asami había venido a buscar a Akihito, pero no había sido capaz de terminar con toda su historia, la historia que nunca fue, para dejarlo seguir con su vida en paz. Por el contrario, había puesto más dudas, más dolor y necesidad ante ese amor no correspondido que lo había llevado a mantener en su rostro esa sonrisa falsa y un total desapego por las necesidades de los demás. Si él no tenía permitido sentir esa pasión que tanto lo había perseguido, entonces nadie más lo haría.

Se volteó al notar que la luz del sol de medio día le dañaba los ojos, miró a un lado, a la cama deshecha donde descansaba un cuerpo desconocido que le había entregado la posibilidad remota del olvido por unos cuantos minutos al escuchar los gemidos del sexo placentero pero totalmente desligado del amor.

Se anudó a su cintura la delicada bata de seda, sintiendo cómo el nudo, hecho con más fuerza de la necesaria, le ayudaba a retomar su rutina como líder de Baishe. Este había sido sólo un traspié, ahora, la tranquilidad volvía a Hong Kong y no era posible volver la marcha atrás.

En el futuro, como esperaba que sucediera, se lo volvería a encontrar y volvería a suceder de la misma manera; mientras se mirara en el espejo se volvería a preguntar por qué razón Asami no lo mató aquella noche fatídica, por qué mandó a Yoh como guardaespalda, porqué no era capaz de darle un final decente a esta retorcida historia, con un beso o su muerte.

Hasta aquella ocasión, él seguiría utilizando esos cuerpos desprovistos del sentimiento que lo ahogaba, pero sin con el cual era imposible vivir.

 


Ni tan arrepentido ni encantado

De haberme conocido, lo confieso

Tú que tanto has besado

Tú que me has enseñado
Sabes mejor que yo que hasta los huesos

Solo calan los besos

Que no has dado

Los labios del pecado

 

Akihito se removió, exhausto de todo, en algún lugar de la oscura habitación. Asami no podía dormir, no luego de toda la adrenalina de la noche anterior.

Habìa vuelto a sentir la presencia de Fei Long, disfrutar de lejos de su caminar, su visión, su aroma… y como siempre, había sido imposible el no hacerle daño. El disfrutar cómo, con su sola ausencia, con unas cuantas palabras y desaires, el placer y la belleza de aquel chino lo hacían revivir mágicamente como el rey de un mundo oscuro, haciéndolo desangrarse por su presencia.

Un mundo tan oscuro como lo era él mismo.

Porque ahora que miraba al muchacho en la cama, sabía que tarde o temprano terminaría haciéndole daño. Terminaría disfrutando de la frustración y la decadencia de aquel espíritu libre que era Akihito y del cual se había enganchado. De la misma manera que estaba extasiado por la insistencia y obsesión de Fei Long, de su  necesidad de arrastrarse hasta hacerse indigno de él, pero entregándole más de aquella pasión enfermiza.

Fei Long lo mantenía a raya, lo rechazaría y querría vengarse una y mil veces (y quien no, se dijo mientras bebía otra copa de bourbon, luego de todo lo que había hecho para asegurarse de arruinar su vida. De asegurarse de estar siempre presente para que nunca sanara la herida)

Sabía que no estaba bien, en algún lugar de su cabeza, aquel donde aun existían los cuestionamientos luego de años y años de pelea en las calles para llegar a ser el hombre que era ahora, sentado en el cómodo sillón disfrutando de la visión del cuerpo desnudo de su amante, pero pensando en otro, aun estaba el sentir constante de que no era correcto, ni bueno, ni deseable hacer lo que hacía por el chino.

Debía dejar a Fei Long para que tomara su camino propio, darle la posibilidad de ser quien quisiera ser, de tomar su vida por su propia mano para alejarse del peligro que significaba… pero eso lo hería, el sólo pensar con dejarlo libre significaba que no estaría él, como la presencia que había sido hasta el momento, en la vida del dragón de Baishe. Y eso sí que no podía permitirlo, no podría permitir que otro nublara sus pensamientos, que otro estuviera al pendiente de sus movimientos, que otro le robara una sonrisa o, peor aun, alguna lágrima.

Los suspiros y sonidos de Fei Long le pertenecían, como siempre le pertenecieron desde el momento que lo conoció, desde el momento que lo encontrara vulnerable ante la inmensidad de la familia Liu en Hong Kong y cómo aquella maquinaria podría haberlo matado para perpetuarse… a cambio, a cambio de su salvación, Asami se había cobrado caro por darle aquella vida de un rango más alto al cual algunos querían destinarlo.

Fei Long era el actual líder de Baishe y él tenía asegurado sus negocios fuera de Japón, y en las noches, luego de disfrutar del cuerpo de algún amante, personaje que ahora representaba perfectamente bien Akihito con su cuerpo núbil, recordaba constantemente las miradas y sus movimientos, los contoneo de las caderas en un caminar profundamente sensual pero controlado. Y la calidez de los labios que prometían un maravilloso secreto, que mientras estuviese prohibido para él y para el chino, sería cada vez más deseado.

-Estás despierto?- escuchó por sobre el ensueño que estaba recreando en su cabeza avivado por el maravilloso sabor del bourbon y el cigarro.

-Desde hace un rato- contestó sucintamente, deseando prender otro de los cigarrillos de chocolate y canela que había prendido hacía ya unos cuantos minutos.

Akihito se removió haciéndole creer que volvería a su descanso, pero no fue así…


Porque una casa sin ti es una emboscada

El pasillo de un tren de madrugada

Un laberinto sin luz ni vino tinto

Un velo de alquitrán en la mirada

Sabía que el hombre era así, sin un ápice de compasión por los demás, menos de empatía. Para él las personas eran lo mismo que mercancías, un recurso más para calmar aquella ansiedad que el mundo le causaba, una extraña sensación que lo desquilibraba si notaba que algo no podía ser controlado a su antojo como le gustaba.

Lo terrible no era verlo algo perdido en aquel delirio por el control, ni mucho menos verlo tranquilo, como ahora, por la satisfacción de su necesidad animal por dominar todo lo que le gustaría, sea dominado. Lo terrible era saber que había caído en un maldito juego donde él era un peón, un simple juguete, una segunda opción artificial para poder olvidar el delirio que estaba personificado en otra persona. Una persona que no fue difícil de averiguar quién era, puesto que el sólo hecho de conocerlo daba a entenderé el nivel que estaba en juego.

Cuando lo conociera, en la época donde la curiosidad era más fuerte que el miedo, supo que aquel sería el hombre que le arrebataría todo, pero sin el cual tendría absolutamente nada, para él, aquel simple peón, era un juego donde las dos alternativas que tenía lo llevaban al mismo resultado; perder.

Porque son Asami, perdía su propia vida… y sin Asami, sin él era imposible imaginarse seguir viviendo, aun así lo deseaba, lo deseaba con la pasión juvenil.

Cuando cayó en la cuenta de qué era lo que significaba todo aquello y los líos que atraía su relación con Asami, Akihito pudo notar que había un recuerdo que removía de sus sueños al hombre que se transformaba, día tras día, en su propia obsesión. Aquel recuerdo lo removía de su lugar, lo carcomía, le abría el apetito de deseo y furia al punto tal de que, luego de un tiempo, no lo dejaba dormir.

Con el pasar del tiempo, la aparición de Fei Long y las conversaciones que mantuvieron en Hong Kong, se dio cuenta que muchos de los sueños que atormentaban al empresario tenían relación con aquel hombre que más que humano parecía una aparición. Un ser mitológico, el espectro maravilloso de una maldición que por ser bella, amplificaba su crueldad.

Siempre estaba ahí, en el corazón y en la penitencia de Asami, en sus sonrisas silenciosas, en su mirada distante, en sus gestos demasiado controlados que escondían un escozor de antaño que nada tenía que ver con él; el amante de turno, el que llegó para poder disminuir aquel sufrimiento gélido que era la distancia y por el cual se dejó tratar como lo trataban.

Porque si bien Asami lo tomaba prestado como un simple objeto, el tiempo y lo que el hombre había hecho –incluido el ir a buscarlo a Hong Kong para traerlo de vuelta con vacaciones incluidas- habían hecho heridas profundas que le hacían aceptar el lugar que le correspondía con un cariño que tenía más que ver con su propia naturaleza que con lo que deseaba el mayor de los dos… después de todo debía entender que no tendría nada más que eso si la relación duraba más de lo que había durado hasta ahora... mientras no fuera el mayor el que quisiera terminarla, él sólo tendría que inventar excusas para no volver a esa jaula que se había convertido aquel espacio entre Asami y él, y aunque tuviera arranques de furia estos tenían que ver más con su incapacidad de parar aquel círculo enfermizo en el cual había caído que con lo que el hombre le daba o no.

Lo cierto era que no podía vivir sin Asami, y ante aquella estúpida realidad, era preferible vivir una fantasía para calmar la necesidad del empresario, pero vivirla a su lado. Que dejar de verlo para sufrir su ausencia, en la distancia.

 

Y me envenenan los besos que voy dando

Y sin embargo cuando duermo sin ti

Contigo sueño

Y con todas si duermes a mi lado
Y si te vas, me voy por los tejados

Como un gato sin dueño

Perdido en el pañuelo de amargura

Que empaña sin macharla, tu hermosura

 

Desde el momento que lo viera a la distancia, en una reunión de negocios entre todas las familias de la costa sur de China, Mikhail quedó prendado de la imagen, el misterio y la presencia de Fei Long. Siempre había sido reacio a aquella práctica tan normal entre las familias mafiosas, de las relaciones entre hombres para mantenerse ligados a algo más allá de las paredes hogareñas.

Él había sido criado bajo el gobierno de una familia Rusa tradicional, ligada a la resistencia a la URSS y que comprendía la importancia de una familia bien constituida, y eso significaba que la familia era un hombre y una mujer con niños, de preferencia, ligados genéticamente al hombre que era el jefe de familia.

Pero cuando lo vio, no pudo hacerse a un lado ante aquella sensación maravillosa de atracción que le provocaba el chino. Aquella imagen sobrenatural, aquella necesidad de tocarlo para saber si era real o simplemente un juego de su imaginación que invariablemente volaba fuera de las aburridas discusiones entre los distintos representantes que se encontraban ahí.

Desde ese momento, el torbellino de desequilbrio se hizo más trágico e imposible de controlar que antes. Ahora necesitaba del toque constante de las tantas mujeres que compartían su cama para evitar pensar en él, de imaginárselo despertando una mañana a su lado, de la necesidad de saber el sabor de sus labios, de saber el sonido de su cuerpo con el choque eléctrico de su piel sobre la de él.

Mikhail había preparado todo sólo para llamar la atención del líder de Baishe, contrariando a quienes componían su círculo más cercano, esperó hasta poder hacerse presente e interponerse en los planes donde aquel muchacho era una pieza más para intentar revivir lo que había pasado siete años atrás. Porque también podía vislumbrar en el brillo fatal de los ojos del chino que el japonés era más importante que su propia vida. La sicosis del hombre controlador también se podía sentir en el electrificante ambiente que los envolvía.

Y aunque Mikhail estaba enfrentándolos a ambos, pudieron mantener la calma, pudieron mirarse sin cambiar un ápice la posición que habían ido manteniendo durante toda su existencia. Los dos hombres eran el uno para el otro, pero nunca se pertenecerían, ni borrarían su necesidad de sus labios. Mikhail ante eso, no podía hacer nada, salvo, purgar su alma a través de la insana necesidad de emborracharla de otros cuerpos, de otras mujeres, de cadáveres que nada tenían que ver con el embriagador embrujo de Fei Long.


No debería contarlo, y sin embargo

Cuando pido la llave de un hotel

Y a media noche encargo

Un buen Champagne francés
Y cena con velitas para dos

Siempre es con otra, amor

Nunca contigo

Bien sabes lo que digo

 

Asami miró a Akihito que se levantó de la cama, aun tenía en su cuerpo las marcas de la noche de bienvenida a aquel paraíso tropical, sus marcas, que sabía, estaban tanto en el cuerpo del muchacho como en su alma.

-¿Saldrás?- preguntó en un tono urgente

Akihito lo miró directo a los ojos, sin ocultar la pena angustiante de aquel momento de breve pensamiento y asintió.

Asami sonrió por cortesía, se levantó y puso su vaso vacío al lado de la mesa del sillón que había estado ocupando como su gran trono.

Qué paradójico era todo desde aquella perspectiva, cuando podía ver en ese preciso momento la necesidad de un beso más en los labios del muchacho y el dolor que causaba dicha necesidad por estar viciada por la presencia de otro que le estaba totalmente vedado.

Pero aun cuando Fei Long le estaba prohibido, puesto que no podía tocarlo más que para hacerle daño, como una vez se dijo a sí mismo mientras dejaba la iluminada ciudad de Fei Long a lo lejos, el chino había estado usando aquel cuerpo para los mismos fines que lo usaba ahora él.

Se abrazó al muchacho mientras tomaba su aroma desde la cavidad del cuello y la clavícula, bajó su mano por toda la espalda para dejarla descansar en uno de sus glúteos empujándolo para que sintiera cómo, lentamente, iba aumentando su exitación con su presencia, pero también por la presencia letal de la esencia de Fei Long revivida en los recuerdos de Asami gracias al cuerpo de Akihito…

-¿Quieres seguir haciendo esto?-preguntó el muchacho como último mecanismo de defensa. Después de todo, debía seguir manteniendo su dignidad aunque ya la perdiera hacía mucho tiempo atrás.

Asami sonrió y se alejó para mirarlo a los ojos asustadizos que, aun así, lo miraban sin dudas de por medio. Después de todo, aquel muchacho era un excelente espécimen, un juguete digno por el cual pelearse. Lo besó con deseo, atrayéndolo más al torbellino que había creado la locura de sus actos, sus necesidades y, por supuesto, aquella maldición que se había autoimpuesto de desear a Fei Long y querer darle muerte a toda costa.

Akihito abrió la boca deseoso del sabor magnífico de aquel príncipe de las tinieblas, del oscuro hombre que lo absorbía con la necesidad de un vampiro, o de un poderoso emperador que reclama uno de sus territorios.

Gimió por placer dejándose llevar por la mano firme del hombre que, ahora, le quitaba el pantalón para acariciarle su entrepierna con lujuria. Los gemidos fueron aumentando hasta que, la boca de aquel que sería su muerte, bajó desde su cuello hasta su estómago para lamer con furia y necesidad la esencia del más joven. El muchacho se tiró para atrás hasta que su espalda diera con una de las columnas de la inmensa habitación, ahí descansó su espalda mientras se dejaba llevar bajo los alaridos, latidos, caricias, saliva y estremecimientos que Asami le daba… una lágrima bajó por su mejilla mientras se imaginaba cómo sería la realidad en la cual el hombre tuviera en sus brazos no a él, sino Fei Long. El verdadero objeto de su deseo.


Porque una casa sin tí es una oficina

Un teléfono ardiendo en la cabina

Una palmera en el museo de cera

Un éxodo de oscuras golondrinas
Y me envenenan los besos que voy dando

Y sin embargo cuando duermo sin ti

Contigo sueño

Y con todas si duermes a mi lado
Y si te vas, me voy por los tejados

Como un gato sin dueño

Perdido en el pañuelo de amargura

Que empaña sin macharla, tu hermosura

 

Yoh no había dormido. A diferencia de quienes eran sus amos, tanto por contrato como por necesidad, estarían ahora custodiando lo que había pasado, pero además, estarían evaluando qué más hacer ocn sus vidas.

Un lujo que él no podía dar en este momento; porque mientras Asami ya no lo quería trabajando para él luego de notar la mirada que tenía cuando hablaba de Fei Long, lo difícil que fue traicionarlo… y lo había abandonado a su suerte, no por no serle útil, Yoh sabía perfectamente bien lo útil que podría llegar a serle a Asami a pesar de que se supiera su traición. No, había sido por el atrevimiento de siquiera mirarlo y pensarse a sí mismo como merecedor de aquel hombre divino, del cual, esperaba encontrar la muerte.

Pero para Fei Long el quiebre había sido peor. Lo había tomado a lo personal, como casi todo en su vida, por lo cual se había negado a jalar del gatillo para darle una muerte digna… lo había condenado al dolor y la miseria de su ausencia, de saberse en el mismo mundo que aquel hombre pero sin la posibilidad, siquiera remota, de encontrarlo en algún lugar.

Estaba muerto, definitivamente estaba como un apátrida puesto que aun cuando quería mantener un último exhalo de aire, cada vez que se encontraba con alguna cuadrilla de vigilancia de Baishe o de los hombres que dejara Mikhail Arbatov o Asami Ryuichi prefería pelear… si moría, debía ser a manos de Fei Long.


Y cuando vuelves hay fiesta en la cocina

Y baile sin orquesta y ramos de rosas con espinas

Pero dos no es igual que uno más uno

Y el lunes, al café del desayuno

Vuelve la Guerra Fría
Y al cielo de tu boca el purgatorio

Y al dormitorio el pan de cada día

 

Finalmente Akihito se estremeció ante el asalto de Asami a sus sentidos. Lo bebía como si fuera un delicioso champán. Lo comía como si fuera el mejor de los manjares.

Akihito se dejó llevar ante el mágico escenario que se había creado y que, diligentemente, había querido creer. Después de todo, en ese preciso momento era él el que estaba en los brazos del empresario disfrutando de sus caricias y sintiendo cómo entraba y salía de su cuerpo como si de una necesidad de vida o muerte significara.


Y me envenenan los besos que voy dando

Y sin embargo cuando duermo sin ti

Contigo sueño

Y con todas si duermes a mi lado

 

Se inclinó para besarlo en los labios, para deleitarse en su cuerpo bien esculpido. Se retorcía en medio de sus músculos como pececito en el agua disfrutando del placer y el dolor, de la entrega y el abandono. Sintiendo cómo la energía letal que emanaba de su aura se introducía como veneno dentro de él para luego dejarlo a la deriva con una herida letal… tarde o temprano todo aquello terminaría y sería él un desecho más de la vida de Asami

Pero por esta noche, mientras veía en el reflejo de los ojos del japonés el deleite del control sobre el muchacho, la necesidad de Fei Long y su esencia, la irrevocable verdad de que él se dejaría asesinar y la tragedia de aquellos caminos cruzados, Akihito renunciaría a todo por ser quien no era y así llegar a tocar un centímetro del corazón de quien era su salvador y su asesino.


Y si te vas, me voy por los tejados

Como un gato sin dueño

Perdido en el pañuelo de amargura

Que empaña sin macharla, tu hermosura

 

Mikhail se inclinó ante su amante aun dormida. No quería tener hombres que imitaran a Fei Long. No. Para él, sólo habría un hombre con el cual soñar. Era por eso que mantenía a sus amantes siempre a la orden del día, para saciar su sed, su necesidad, sus esperanzas deshechas ante el plan que no funcionó.

Al final del día ya terminado, Fei Long había terminado con otro episodio de Asami en su vida, con los documentos del casino en sus manos y con la certeza mortífera de que el heredero de la familia Arbatov le había entregado el corazón sin condiciones con una entrega suicida.

Se abalanzó sobre la muchacha que aun se recomponía de la velada con la necesidad voraz de creer que era el bello de Fei Long quien lo recibía en sus brazos. Lejos de aquella mansión en Macao, el chino miraba a la costa sin notar a su amante que, lentamente se retiraba de la cama que había sido compartida pero que no sería un lecho de amor como tantas veces deseó con el dolor de su alma.

Yoh estaría fuera, en las calles de Hong Kong intentando pelear por una vida que ya no tenía sentido, tomando el único camino que tenía sentido para él pero que, irrestrictamente, significaba la muerte; un disparo de gracia como único gesto de amor que podría sacar de la mano del líder de la tríada.

En aquella playa paradisíaca, mientras Asami seguía meciéndose dentro de Akihito, exhausto y frenético por un encuentro que no había planeado pero le había recordado lo terrible de su propia naturaleza, Akihito lo besaba con la delicadeza de una novia recién casada, haciéndole un juramento de amor eterno, desquiciado y servil, a quien sería su amor, su espada y su muerte.

El círculo del deseo se cerraba en ellos, en el muchacho más joven, en el único que, dentro de todo lo que ahí sucedía, sería capaz de amar sin restricciones y a cambio de nada… poniendo como costo de ello, su propia vida.

 


Y me envenenan los besos que voy dando…

 

Notas finales:

Bueno, es una canción que me marcó en un verano medio complejo de mi vida

 

esos amores malditos!

Espero les haya gustado y  muchos saludos!

;)


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