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Sin Finales Felices por Ruka Hatake

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Notas del fanfic:

Contiene SPOILERS del manga

Notas del capitulo:

Hola! aqui con algo que salio derrepente. Espero sea de su agrado.

Agradesco a mi amiga Yasumitora de FanFiction que me ayudara a coregirlo, porque a mi se me da fatal la ortografía. Muchas gracias Yasumitora!!!

Espero les guste.

Saludos ^w^

 

SIN FINALES FELICES

Ruka Hatake

 

*-------///*///-------*

 

 

 

No existían los finales felices.

 

 

No había un vivieron felices por siempre en la historia de su vida, ni ahora ni posiblemente nunca.

 

 

Iruka había sido paciente e ingenuo esperando que las calamidades en su infancia, aquellas pérdidas invaluables de sus padres y de algunos de sus amigos, fueran el karma que tuviera que pagar y que con el pasar de los años no tuviera que volver a perder a alguien más, o al menos no de la forma en como había perdido a sus padres.

 

 

Entonces en medio de la soledad que la muerte trajo consigo, Iruka trató de todas las maneras posibles de brillar un poco más, de hacerle saber a todas aquellas personas que como él habían perdido algo, que como ellas él seguía vivo, seguía llorando.

 

 

Sarutobi se encargo de tomar su mano y llevarlo hacia una vida más tranquila donde si bien las noches seguían siendo demasiado largas, sumamente negras y sobre todo desagradablemente silenciosas había la esperanza de un futuro más brillante. E Iruka renovó su esperanza y adorno su alma cicatrizada con una sonrisa que compartía con dulzura.

 

 

Los años pasaron entonces lentos y suaves como un sutil aroma de flores que esperas no desaparezca incluso cuando estas ya se han marchitado. Pero pasó. Y nuevamente tuvo la desgracia de recordar lo que era perder a un padre, porque eso era Sarutobi, su segundo padre: ese que terminó de formarlo no solo como un ninja, sino como un hombre.

 

 

Y lloró aquella pérdida con la misma intensidad con la que lloró a sus dos padres a la vez, pero en esta ocasión no lo hizo solo, ni junto con toda la aldea. La lloró con Naruto, que era como su hermano; lo hizo junto a Kakashi que era su amigo y era su amor; lo hizo con Konohamaru que era también su pequeño hermanito; lo hizo con los amigos que logró acunar dentro de su corazón como su nueva familia.

 

 

Pero el luto de aquella tragedia no fue lo suficientemente lento para que pudiera reponerse ni lo suficientemente rápido para que entendiera que era lo que había acontecido. Porque Naruto sufrió otra pérdida igual o peor de las que él sufrió: Naruto vio alejarse a Sasuke en busca de venganza sin importarle cual fuerte y hermoso era el lazo que ambos habían creado.

 

 

Ahí comenzó un peregrinar asfixiante viendo como su pequeño mundo se trastocaba en mil maneras y cada una peor todavía. Todos se alejaban de él en busca de algo, de alguien, de una fuerza que él no era capaz de otorgarles, ni tenía forma de ayudarles a encontrar.

 

 

Iruka se quedó en la aldea en el mismo lugar que Sarutobi lo había ayudado a encontrar, pero eso ya no lo hacía del todo feliz, porque se había convertido en el espectador de las vidas de todas las personas que amaba.

 

 

Naruto se volvió fuerte, mucho más de lo que era él y encontró otra figura paterna. Se fue y regresó con Jiraiya-san, y luego este murió lejos sin ni siquiera dejar un cuerpo que enterrar como tantos shinobi. Fue entonces que Iruka se atrevió a retornar para hacerle saber al rubio que no estaba sólo, que su maestro se había ido pero dejándole su legado.

 

 

La vida continuó al igual que las batallas y el inminente peligro con ellas.

 

 

Iruka vio nuevamente ante sus ojos como la aldea volvía a ser destruida ante sus impotentes manos, el luchó lo que pudo sin que fuera suficiente. Luchó con la cabeza en alto tratando de proteger lo que un día sus padres murieron protegiendo sino también a aquel muchachito de ojos azules que era su preciada familia.

 

 

Y cuando creía que su vida terminaría ahí, Kakashi apareció protegiéndolo.

 

 

Se marcho dejando al hombre luchando mientras él, impotente, iba hacia otro lado en busca de otras vidas que pudiera salvar como lo estaban haciendo con él.

 

 

Cuando creían la batalla perdida apareció Naruto decidido a luchar. Apenas y pudo ver los acontecimientos desde la distancia donde se encontraba, pero la felicidad que sintió al ver el final donde su alumno, hermano y amigo estaba siendo reconocido como héroe de la aldea no solo lo lleno de satisfacción, sino de una felicidad amarga que deseaba cesara al imaginarse el futuro que aún les esperaba.

 

 

Pero Iruka torpemente se afianzo a la esperanza.

 

 

El quería creer en esos cuantos de los que vagamente se acordaba pero que siempre terminaban con un final feliz no solo para los protagonistas.

 

 

Lastima que así no fuera su historia.

 

 

La guerra estalló y el solo pudo despedirse de Naruto con una pequeña nota dejando plasmados ahí sus más fuertes deseos por el joven. Rogando por él, por Kakashi, por Sakura y también por Sasuke.

 

 

Terminó la guerra y con ella dio inicio a su más grande calamidad.

 

 

Konoha perdió a muchas personas, a muchos shinobi que él conoció.

 

 

No fueron suficientes las lágrimas que ya había llorado cuando la noticia de que Naruto había muerto lo azotó contra el suelo. El dolor que lo inundó al ver su cuerpo sin vida siendo cargado por sus viejos alumnos junto al de su amigo azabache, porque así lo vio hasta el final y nadie fue capaz de volverlos a separar. Tonto Iruka que creyó que regresando vería al rubio rogándole a una enfadada Tsunade que dejara atrás todos los errores de Sasuke y lo aceptara de nuevo. No, nada de eso era posible con ellos muertos.

 

 

En esos momentos solo pudo quedarse de pie porque su mano era sujetada con la misma intensidad que el sujetaba la mano de la chica de cabellos rosados. Sakura, al igual que él, no tenía ya más lagrimas que llorar ni más dolor que sentir al ver a sus dos personas más importantes, a su amigo y al amor de su vida partir juntos, dejándola una vez más relegada.

 

 

Naruto a fin de cuentas había cumplido su promesa de traer de vuelta a Sasuke, de no abandonarlo. Lástima que con esa promesa cumplida había dejado atrás mucho más sueños truncados. Ese día, Hinata, desde el hospital en donde se encontraba, también lloró.

 

 

Tonto Iruka que creyó en la esperanza.

 

 

Kakashi tampoco ahora lo acompañaba.

 

 

El hombre quedó sumido en un sueño atado a las pesadillas del falso Madara, ahí suspendido en el tiempo sin saber lo que a su alrededor pasaba, sin darse cuenta del amor que el chunnin le profesaba. Como se mantenía a su lado contándole con lujo de detalle lo que le hubiera gustado que en realidad pasara, para de esa forma quizá tentarlo con regresar.

 

 

Pobre Iruka que no se resignaba a ver que el mundo era más gris de lo que debería con él.

 

 

Que por más que lo deseara, para él, no existían los finales felices.

 

 

Iruka, aún con el corazón destrozado en sus manos, seguía albergando la esperanza de que a la mañana siguiente apareciera Naruto, invitándolo a comer ramen mientras Sasuke, de mala gana, los acompañara y una siempre muy oportuna Sakura se uniría, mandando por los aires a Naruto luego de un no muy acertado comentario.

 

 

Todos los días luego de contarle a Kakashi como no había sido su día, cuando las enfermeras le decían que ya no podían permitirle seguir con su visita, él se acercaba a tomar la mano fría de Kakashi y como cada día, le decía que lo amaba y que se arrepentía por no haber tenido el valor de enfrentarlo hasta ese instante.

 

 

Entonces con la luna sobre su cabeza caminaba en silencio sobre las nuevas calles de la aldea de Konoha, iba despacio sin querer mover sus piernas, encontrándose con otra alma desgarrada por la desgracia.

 

 

—Buenas noches, Iruka-san —le saludaba siempre con educación.

 

 

—Buenas noches, Sai —le contestaba él, con voz cansada.

 

 

Y el paso de los dos se hacía más ligero pero igual de lento, aquel cuadro repetitivo de sus vidas los llevaba a ir hacía la florería Yamanaka donde compraban flores de diversos tipos y colores según las temporadas. Y en silencio continuaban su camino a dejar las flores mientras sus manos se entrelazaban en un silencioso deseo de sentirse aunque fuera un poco vivos.

 

 

Porque a Iruka NO le quedaba nada.

 

 

Porque Sai PERDIÓ lo que tan difícil le resultó encontrar.

 

 

Iruka inocentemente aún se aferraba a esos cuentos de finales felices y Sai, temeroso a que esa mano también se desvaneciera, creaba esos finales en tinta negra que el chunnin tanto esperaba.

 

 


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