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Eres mío por Yukio x Rin-Cest

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Capítulo 3

 

Scorpius miró a su hermano con interés, tratando de adivinar qué es lo que pasaba por la mente del más pequeño. No necesitó demasiado tiempo para hacerlo.

—Al, ¿estás bien? —preguntó con un tono de voz tranquilo, pero sin lograr esconder su preocupación

Su hermano continuaba culpándose por eso.

—Fue mi culpa, ¿no?

Y ahí estaba de nuevo, día con día Albus soltaba esa pregunta, a lo que Scorpius solo se daba zapes mentales, ¿por qué no podía entenderlo?

—Él dio la vida por ti, lo sabes bien…

— ¡Yo no quería que él muriera!—respondió enfadado mientras se levantaba bruscamente de su asiento

Ambos habían salido de casa para ir únicamente a ese sitio, un refugio que conocieron gracias a los recuerdos de Severus Snape. Ese era el sitio donde él y su abuela, Lily Potter, pasaban las tardes cuando eran pequeños.

—Si no lo hacía habrías muerto—contestó el rubio, de 17 años, a su impredecible hermano menor, de 16.

Albus no respondió inmediatamente, se quedó tan quieto como lo estaba Scorpius, simplemente observaba el lago frente a ellos, mientras que el otro le miraba atento.

­—Fue un tonto­—dijo por fin— No pensó realmente lo que hacía… Él… Él no pensó en que me haría falta, ¡no pensó en lo que iba a perder yo!

Scorpius frunció el ceño, y se levantó de su lugar para acercarse al menor. Apretó los puños mientras que Albus hacia un gran esfuerzo por no soltar más lágrimas.

—Ya sé lo que vas a decirme—continuó— ¡Sé que estoy siendo egoísta! —Scorpius frenó sus pasos— Tú y padre son iguales, ¡no pueden entender lo que siento!

Scorpius soltó un chasquido, enojado.

— ¿Y has intentado tú entendernos? ¡Tratamos de entenderte! Y lo hacemos… Sabemos que te sientes culpable por su muerte, pero también sabemos que tú no tuviste que ver en eso.

—Querían matarme a mí, no a él, Scorp… ¿no lo entiendes?... Si yo hubiese muerto, papá seg…

— ¡Ya basta!—gritó el rubio­, Albus tembló cuando sintió la mano de su hermano en su hombro, le obligó a darse la vuelta y le miró directo a los ojos al decir— Ya basta… Debes darte cuenta de lo que dices… Si tú hubieses muerto yo...

—Tú seguramente estarías feliz al lado de Rose, lo sé… Y lo entiendo—bajó la mirada, sintiéndose como una basura, una persona sin motivo de existir

—No, no lo entiendes, Albus… Si tú murieras, yo…

Scorpius no pudo terminar de decir nada, pues el sonido de ambos teléfonos les alerto. Ambos chicos desviaron la mirada antes de sonrojarse, el menor más notoriamente. Albus fue el primero en responder.

—Hey… ¿Sí?... —espero unos segundos antes de mirar al rubio y musitar “Es Rose”

El mayor solo suspiró mientras atendía él su propio teléfono.

—Sí… Ah, entiendo… Vamos para allá.

Ambos chicos colgaron casi al mismo tiempo.

—Era padre, quiere que vayamos a casa ahora mismo—anunció Scorpius mientras sacaba su varita

—No puedo ir ahora—dijo de pronto Albus— Tía Hermione quiere que vaya a verla…

—Al, no me digas excusas, no voy a delatarte—se forzó a decir el rubio, en realidad no quería escuchar algo como “Iré con Rose a…”

— ¡Es la verdad! Ella me pidió un favor hace tiempo e iré ahora mismo para hacerlo.

El rubio elevó una ceja mientras que el morocho sacaba la varita.

—De acuerdo, si no me quieres creer está bien— dio la media vuelta y sacó su varita

Scorpius suspiró al ver como su hermano se marcaba en un abrir y cerrar de ojos. Tomó su teléfono, tecleó unas cuantas palabras y envió.

—Realmente espero que esta vez no nos metas en problemas—murmuró

Albus apareció frente a la casa de su tía, al tiempo en que su teléfono sonaba de nuevo, era un mensaje de Scorpius: “Iré allá en media hora”

 

Scorpius apareció frente a la mansión Malfoy tras pocos segundos. Su padre, Draco, le miraba con seriedad desde la entrada. El chico se mostró igual de serio que este, por lo que pasó de largo al entrar, hasta que su voz le llamó.

— ¿Dónde está Albus?—cuestionó con una voz más grave que la que alguna vez tuvo en Hogwarts.

—Está con tía Hermione, me pidió que lo acompañara, pero decidí venir a cambiarme de ropa…—explicó el menor de los rubios

 

Draco Malfoy era el afortunado padre del famoso dúo, Scorpius y Albus Malfoy. Se casó a los 18 años con, para sorpresa de todo el mundo mágico, su rival, Harry Potter. Ninguno de los dos tuvo inconvenientes en revelar su relación, pero, como era de esperar, las respuestas no fueron demasiado favorables. Ron Weasley se alejó de él como si tuviese la peste, y no precisamente por haberse “juntado” con Malfoy. Ginny hizo lo mismo que su hermano, mientras que el resto de los Weasley no sabía ni dónde meterse, George continuó tratando a Harry como parte de la familia, al igual que Arthur, pero los demás no deseaban ni verlo.

Hermione, antes de enterarse, le había confesado sus sentimientos, y terminó siendo una burla para algunos luego de ser “rechazada por un gay”. Luna no cambió en nada su actitud para con Harry, pero, debido a que Harry no deseaba causarles problemas a todos sus amigos, les pidió que dejaran de frecuentarlo. Fue algo difícil para él, pero finalmente todos aceptaron que, mientras no se tranquilizaran las cosas, no tenían mucho más por hacer.

Por otra parte, para Malfoy, las cosas resultaron un poco más complicadas. Su familia se negó a recibirlo en la casa cuando supieron aquello, por lo que el rubio quedó casi en ceros tras revelar su relación con Potter. Fue gracias a que ya había buscado trabajo, y a la mano de Minerva, que ambos chicos fueron recibidos en Hogwarts como profesores. Muchos padres se quejaron, muy pocos aceptaban que ellos dieran clases a sus hijos, pero Minerva hizo oídos sordos, y gracias a la actitud de ambos chicos nada pasó a mayores.

Fue algún tiempo después que Harry descubrió que estaba esperando un hijo, su primogénito, Scorpius. El chico era una copia exacta de Draco. De nuevo muchas bocas comenzaron a hablar, pero a ninguno le importó. A un año del nacimiento de Scorpius se anunció la llegada del segundo hijo, esta vez la réplica de Harry, Albus.

Y fue en esa misma época que la tragedia sucedió.

Scorpius había cumplido dos años, mientras que Albus le faltaban 7 meses para alcanzarle. Ambos chicos ya caminaban, uno con más velocidad que el otro. Fue una noche de Noviembre, poco después del cumpleaños de Scorpius.

Harry se había quedado en casa cuidando a su segundo hijo mientras que Draco salía fuera a comprar provisiones junto con su primogénito. Harry se había negado a salir debido a que había estado demasiado cansado, casi siempre medio regañaba y medio bromeaba con Draco sobre su gran idea de tener dos hijos en tan corto tiempo.

El morocho mayor había dejado al bebé en su habitación, dormido mientras que él comenzaba a preparar la cena para el regreso de su esposo e hijo, quienes seguro vendrían con el estómago rugiendo. Fue en ese corto lapso de tiempo en el que ocurrió algo que ni él ni Draco esperaban.

Una persona había aparecido dentro de la casa, y lo supo gracias a que sus hechizos no eran fáciles de penetrar. Dejó lo que hacía y se apresuró a detectar al infiltrado, una cabeza rojiza pasó a lo lejos, alguien a quien Harry reconoció de inmediato.

Pasaron los segundos, el infiltrado tratando de desorientar al mayor mientras que este se encontraba tratando de alcanzar a aquella persona, sin duda un Weasley.

Lanzó un hechizo al tenerlo a la vista, logrando así tumbar a esa persona con dirección a la sala. Se acercó creyendo que había acertado su objetivo, y que había dejado inconsciente al intruso. Pero se equivocó, poco a poco esa persona se levantó.

—Ron—le llamó con cierto recelo el morocho, apuntándole con la varita— ¿Qué haces aquí?

El chico parecía desorientado, pero sus ojos parecieron aguarse al ver a su ex-mejor amigo, entonces recordó a lo que iba.

—Harry, ¿dónde está Ginny? —cuestionó sonando aliviado

— ¿Ginny? ¿Qué tendría que saber yo de Ginny?—cuestionó Harry confundido, bajando la varita

El rostro de Ron cambió de nuevo, cayendo ahora en el pánico. Harry escuchó el llanto de su hijo pocos segundos después. Ron parecía realmente asustado.

El morocho se dirigió rápidamente a su habitación, Ronald le siguió al instante. El llanto del bebé aumentaba y el corazón de Harry bombeaba con más fuerza.

Tenía un mal presentimiento.

Abrió la puerta de un golpe, encontrándose con una no tan grata escena.

Frente a ellos, se observaba la espalda de una mujer de unos 19 o 20 años, tenía una silueta de infarto. Cabellos rojos como el fuego, piel blanca y Harry adivinó los ojos chocolate, propios de Ginny Weasley.

Esta dio media vuelta lentamente, con una sonrisa en el rostro, y con un notorio bulto en los brazos, un bulto de cabellos azabache, iguales a los de su padre.

—Hola Harry—saludó, mientras mecía al bebé, quien lloraba más.

Si se sorprendió de ver ahí a su hermano, lo disimuló.

—Suéltalo—ordenó Harry con rabia

—Ginny—habló esta vez Ron, poniéndose a un lado de Harry— Por favor, no lo hagas

—Te die claramente que no me siguieras, Ron—contestó ella— ¿Era demasiado difícil de entender eso?... —Lo miró con cierto enojo.

—Ginny, en verdad, no lo hagas, piensa en lo malo que es, piensa en mamá y papá.

— ¡Cállate! ¡No eres nadie para decirme eso! ¡Abandonaste a tu mejor amigo cuando más te necesitaba! ¿Y quieres decirme a mí lo que es correcto?

Aprovechó la distracción el momento, Harry usó su varita para quitarle a Albus de sus brazos, haciendo que el bebé flotara directo a la cama, lejos de la chica.

—No, no lo harás—advirtió ella enojada, provocando que el bebé se moviera bruscamente

— ¡Detente!—gritó Ron sacando también la varita, y hechizando a su hermana

Aquello apenas y aturdió a la joven bruja, dándole tiempo a Harry de alejar a su bebé. La pelirroja soltó un gruñido antes de enviar una maldición prohibida a su hermano, quien se retorció de dolor en el suelo.

Antes de que Harry lo notara también lo había desarmado, dejándolo vulnerable.

Se miraron a los ojos unos momentos, los de él reflejaban preocupación, mientras que ella le miraba con odio puro.

—Me abandonaste… —pronunció con enojo— Me dejaste por alguien más… Y peor aún, ¡por un hombre!

—Me disculpé contigo por ello—respondió Harry

— ¡Yo no quiero tus disculpas, Potter!—gruñó— ¡Tú no tienes idea de lo que causaste! Todos comenzaron a alejare de mi por haber salido con un enfermo como tú, incluso mi madre me insultó cuando le dije que te amaba, que te perdonaría si regresabas a mí, ¡muchos me dieron la espalda cuando lo supieron!

—Lo entiendo—contestó en voz baja— pero no por…

— ¡¿Cómo podrías entenderlo?! ¡Tú eres feliz! ¡Tú fuiste correspondido! He esperado todo este tiempo, Harry—su voz sonó cada vez más tranquila, asustando al chico— He esperado por el día en que Malfoy te dejé como tú me dejaste a mí… Pero este es mi límite. Podría perdonarte el haberte… acostado con un hombre, pero de eso, a que tengas a esos bastardos hay una gran diferencia.

— ¡Ni se te ocurra decir eso de mis hijos!—gritó con verdadero enfado el Potter

Ginny sonrió.

— ¿Ah? ¿Tanto los quieres?... Podría entenderlo, ese mocoso es realmente lindo—hizo una mueca de desprecio— Pero eso no le quita lo bastardo…

Harry apretó los puños, no tenía varita, y Ron estaba inconsciente. Draco demasiado lejos, y sería peligroso acercarse. Sin darse cuenta, dirigió una mirada de reojo al bebé, su grave error.

—Dime Harry—volteó a verla, sorprendiéndolo al verla más cerca— ¿Dejarías a Draco y a estos niños, por mí?

El azabache le miró con asco.

—Nunca dejaría a mi familia por una enferma como tú, Ginnevra.

La chica hizo una mueca, miró al bebé a su lado y sonrió.

—Una lástima que tu familia sea solo de tres…

Dicho aquello ambos magos de movieron rápido. Harry corrió a su hijo, mientras que Ginny soltaba un hechizo. Fue un milagro que el mayor alcanzara a cubrir al bebé con su propio cuerpo mientras lo abrazaba antes de sentir un horrible dolor, se mordió los labios, tratando de resistirlo.

—Bien, señor Potter, ¿o debo decir Malfoy?... Tú lo has pedido—dijo Ginny con rabia— No serán tres, sino dos… El viudo Malfoy será notica, ¿eh?—soltó una risa— Viudo, y sin uno de sus bastardos.

Ginny movió la varita, soltando con ello la maldición imperdonable.

Una lágrima cayó sobre el rostro del bebé, quien se había calmado al estar en los brazos de su padre. En ese momento, un par de ojos verdes se cerraron para siempre.

El sonido de la puerta abriéndose alertó a la pelirroja, quien solo miró el cuerpo sin vida de Harry con lástima. Puso una mano en el cabello azabache, acariciándolo.

—Si tan solo me hubieses escogido a mí…

Se preparó para su próximo golpe, sin embargo desapareció antes de saberlo. Ron se había levantado, y sostenía la varita con dirección a la cama. Fue en ese momento que Draco avanzaba a la habitación de la mano de su hijo, Scorpius.

—Harry—su voz sonaba un tanto preocupada— Alguien entró, ¿no es así?

El rubio había dicho esto al tiempo en que entraba a la habitación. Ron continuaba apuntando a la cama, provocando que Draco entendiera al instante porqué Harry no contestó. Algo dentro del rubio se removió con violencia. El Weasley continuaba en shock… “Es mentira” pensaba Ron “Harry está jugando conmigo, como los viejos tiempos… Es mentira, ¡Él tiene que estar vivo!”

Draco apretó los puños, mientras que, a su lado, Scorpius, se acercaba con una sonrisa inocente al cuerpo sin vida de su padre. El pequeño jaló de la ropa de Harry, tratando de llamar su atención. Al no tenerla de inmediato, se le aguaron los ojos.

—Lo mataste, ¿no es así, Weasley?—cuestionó Malfoy, con odio puro

Como única respuesta, Ron movió su cabeza con dirección a Draco, soltó la varita, haciendo que esta cayera al suelo, al tiempo en que asentía con la cabeza, aun temblando. Fue gracias a esta involuntaria confesión que Ronald Weasley fue enviado a prisión, siendo él inocente, y dejando así libre a Ginnevra Weasley.

 


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