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Somos más que juguetes por Yukio x Rin-Cest

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Luego de que Andy recibiera la respuesta esperada, una pequeña sonrisa se le formó en los labios. La experiencia, por si sola, sonaba tentadora. No dudaba de Toby, pero algo en él le aseguraba que no cocinaba tan bien como creía.

 

Eran ya las 9:15 de la mañana en ese momento, por lo que no fue de extrañar que Andy fuera directo a la cocina para disponerse a desayunar. Sin embargo, pese a que esto no era nada fuera de lo normal, para la señora Davis era realmente sospechoso ver a su hijo desayunar mientras intercambiaba mensajes con sabrá-él-quién, claro que un nombre se le vino a la cabeza: Tobías.

 

Si había alguien que le desagradara, ese era Tobías.

 

¡Ese muchacho le estaba echando a perder a su hijo!

 

Con el ceño fruncido, la señora Davis se encaminó a la habitación de su hija, donde le pidió meter en bolsas los juguetes que ya no utilizara, para llevarlos a un jardín de niños, donde los necesitaban más que en casa.

 

Pensó en ir y deshacerse de los juguetes de Andy ella misma, dado que, al final, Andy no los llevaría a la universidad. Con esa idea en mente dejó a la menor sola, para dirigirse a la habitación del mayor, donde trató de abrir la puerta sin éxito.

 

Gruñó y pronunció uno que otro insulto, pero no pasó a más.

 

No podía ponerse en evidencia, regañando a Andy por tener con llave su propia habitación. Eso sería como decirle lo que planeaba hacer…

 

La mujer bajó a la cocina algo enojada, encontrándose con Andy lavando los trastos que había usado mientras se las ingeniaba para platicar por su teléfono.

 

De nuevo la irritación nació en ella, y, aprovechando que Andy no había caído en cuenta de su presencia escuchó lo poco que pudo.

 

—Eso no es tanto problema, si lo piensas… —le escuchó decir— ¿Cuántos años crees que tiene, 8? —preguntó Andy— Sí… Entiendo… Aja… Lo entiendo perfectamente, Toby, pero entiende tú que no puedes simplemente decidir por él

 

Luego de escuchar el nombre de “ese”, la señora Davis quiso soltar un suspiro de pura frustración. No entendía que pasaba con su hijo. ¡Andy tenía más amigos que el niño ese! Sin la menor vergüenza continuó escuchando.

 

­—Toby… —le llamó Andy, mientras terminaba de secar uno de los trastos— Toby… Tobías—llamó ya más serio­, cuando pareció asegurarse de que el otro le ponía atención continuó— Cálmate un poco, ¿quieres? No ganas nada angustiándote de ese modo… Lo sé… Sí… Sé que lo quieres, pero respira un poco… Seguro él también está asustado, ¿no lo ves?... Bueno, yo lo estaría… Ponte un momento en el lugar de Alex…

 

Finalmente terminó con el último vaso, y mientras se secaba las manos, con la primera limpia tomó el teléfono, mientras terminaba de secar la otra dio media vuelta, encontrándose con la mirada de su madre mientras terminaba de decir:

 

—Incluso yo estoy preocupado por él, hombre… —dijo, y se quedó algo asombrado por ver la ceja alzada en el rostro de su, aunque irritable, serena madre— ¿Toby?—interrumpió lo que sea que le dijeran, y habló— Tengo que colgar… Sí, eso mismo… Hablamos luego… Sí, descansa…—y colgó

 

Se miraron durante algunos segundos, que parecieron, para Andy, varias horas.

 

Nuevamente se preguntaba qué es lo que enojaba tanto a la señora cuando hablaba con Tobías.

 

— ¿Qué pasa?—preguntó él, para romper el tenso ambiente, mientras le miraba algo confundido

 

—Elige otra universidad—dijo seria

 

Decir que la quijada de Andy no se desencajó era mentir. Abrió la boca sorprendido, primero le había mirado confundido, pero al ver en la mayor que no había broma en lo dicho la sorpresa se adueñó poco a poco de su rostro.

 

— ¿Qué?—alcanzó a cuestionar, sin creer lo que escuchaba

 

—Lo que oíste, Andy—dijo la señora Davis, segura— Elige otra universidad, para transferirte.

 

El muchacho soltó una risa nerviosa.

 

—Tienes que estar bromeando, mamá—dijo, mientras daba un paso para alejarse, pero ella habló tan firmemente que frenó sus pasos

 

—Si no te cambias tú mismo, lo haré yo, Andrew…. —declaró

 

Andy apretó los puños. ¿Qué demonios estaba pasando ahí?

 

Se giró hacia su madre, y con la voz más calmada que logró usar pronunció un claro:

 

—No lo haré.

 

La mujer se enojó bastante en ese momento, y sin dudarlo respondió.

 

—Claro que lo harás… —aseguró, con furia

 

— ¿Porqué tendría que hacerlo?—respondió a su vez Andrew

 

—Porque YO lo digo

 

Fue entonces cuando Andy supo que aquella mujer usaría todo los medios que tenía para lograr su objetivo. Siempre era de ese modo, cuando se trataba de castigarlo. Cuando se trataba de hacer su santa voluntad.

 

—No lo haré—repitió con seguridad— No me cambiaré de curso solo porque tú así lo quieras—dijo con la misma seguridad que la mayor, algo que venía de su sangre.

 

La mujer sonrió torcidamente, y Andy tuvo un ligero estremecimiento a causa del miedo. Esa maldita sonrisa le había traído muchos amargos recuerdos.

 

—Dame tu teléfono—ordenó

 

Andy soltó un gruñido mental. “Ahí va” pensó rendido.

 

— ¿Por qué?—cuestionó algo receloso con la idea, mientras lo llevaba tras su espalda fingiendo que era por simple inconsciencia.

 

—Porque estás castigado, Andrew­… —contestó la mujer extendiendo la mano, de manera demandante.

 

Andy terminó de apretar algunas teclas, y, dando gracias a su hábito de tener siempre el teléfono en modo vibrador, este no emitió sonido alguno al ser bloqueado por completo.

 

Era un riesgo, sí… Pero no le daría el gusto.

 

Le miró mal unos segundos, para luego entregarle el dichoso aparato.

 

—Me voy a mi cuarto—gruñó el chico, mientras daba media vuelta

 

—Andrew—le llamó la mujer

 

— ¿Qué?—respondió algo enojado, esto era  demasiado.

 

—Dame copia de las llaves—exigió

 

“Ni que fuera un maldito niño” pensó el muchacho exasperado.

 

Sacó de su bolsillo lo pedido, y de un golpe lo dejó en la mesa.

 

No esperó a que dijera nada más, se limitó a irse a su habitación, para luego cerrar de un ligero portazo que sacó una mueca en la mujer, quien, luego de escucharlo, miró el teléfono en sus manos. Soltó un bajo gruñido mezclado con el nombre de su hijo al ver lo hecho.

 

El maldito teléfono estaba bloqueado por la tarjeta, si se equivocaba de clave, todo sería borrado.

 

¿Cómo lo sabía? Fácil, había desperdiciado su primer intento… Solo quedaban dos.

 

Justo cuando un insulto planeaba salir de sus labios su hija menor llegó a la cocina, llevando consigo dos bolsas de juguetes llenas. La señora Davis soltó un suspiro cansado.

 

—Necesito una aspirina—dijo para nadie, mientras su hija le miraba confundida, pero al final optó por regresar a su cuarto en silencio.

 

 

 

Mientras esto pasaba, en la habitación de Andy, el muchacho miraba por la ventana, pensando en que no sería demasiado difícil bajar por ahí en la noche. El auténtico lío sería llegar a la casa de Toby sin saberse toda la dirección, y, más eso, estaba el inconveniente de cómo volvería a subir.

 

Los juguetes, que habían escuchado toda la discusión gracias a los diversos radios de bebé ubicados por toda la casa, se mostraron bastante sorprendidos por la discusión. Andy en la habitación, absorto como estaba, no notó cuándo fue que los juguetes, dentro del baúl, comenzaban a susurrar entre ellos preocupados por la situación.

 

Preocupados, Woody y Buzz intercambian algunas frases que, sin querer, iban subiendo poco a poco de tono.

 

—Tenemos que ayudarlo—decía seguro Buzz

 

—No podemos salir de aquí sin que nos vea, genio—contestaba Woody, sin querer aceptar que él también deseaba hacer todo lo posible por ayudar a su querido Andy.

 

—Podemos intentarlo, él no lo notaría—continuaba Buzz

 

—Sería un suicidio, Buzz—regañaba Woody— Si nos ve fuera, podría asustarse

 

— ¿En verdad crees que Andy nos tiraría solo porque nos movimos?­—preguntó algo divertido el agente espacial, Woody respondió de inmediato

 

— ¡Discúlpame, señor es-muy-norma-que-mis-juguetes-hablen! ¡Por supuesto que nos botará!

 

Buzz iba a contestarle cuando el baúl fue abierto de improviso, dejando a la vista el rostro de Andy. Quien observó incrédulo la escena. Woody, que estaba más a la izquierda del baúl, se encontraba parado, con los brazos cruzados, y el seño fruncido mientras que Buzz, a la derecha y a pocos pasos del vaquero, había alzado una mano para contestar lo dicho.

 

El resto de los juguetes habían logrado quedarse quietos a tiempo, pero, debido a que las palabras lucharon por salir de su boca, Buzz fue incapaz de contener su respuesta.

 

—Confío en que Andy lo entenderá… ¡Solo queremos ayudar, Woody!

 

Y hasta ahí llego, pues la mirada insistente del muchacho le hizo guardar silencio. Por primera vez en muchos años, Andy los había descubierto.


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