Cuando la señorita Miles entró al Devil May Cry no esperó encontrar una escena como la que encontró. Le habían dicho que al cruzar la puerta del edificio lo más probable es que se encontrara a los dos dueños del negocio gritándose o espadas en mano. Pero lo que se encontró fue completamente distinto. Lo que vio al entrar fue a dos hombres completamente iguales sentados en el suelo con la espalda apoyada en el sofá y mirando fotografías y con distintas baratijas, muchas de mujer, esparcidas por el suelo.
-¿Quería algo?- preguntó Dante levantándose.
-¿Esto es el Devil MayCry?- preguntó la mujer, cruzando las manos en su vientre.
-Lo es.- contestó mientras cogía un trozo de pizza.- ¿Quería hacer algún encargo o solamente pasó para interrumpirnos a mí y a mi hermano?
-Ah no. Verá es que hace unos días están pasando cosas extrañas en mi barrio: la gente aparece muerta y siempre con una serie de determinada de los números de las viviendas. Alguien nos habló de ustedes y dijeron que quizás nos podrían ayudar.- le contó rápidamente la mujer al ver que el otro gemelo también se levantaba y cogía otro trozo de pizza para dárselo a su hermano.
-¿Qué crees Verg?- preguntó a su gemelo.- ¿Quieres ir?
-Hace demasiado tiempo que no pasa nada interesante. Podemos ir a echar una ojeada.- le contestó.- Eso sí, mujer, nuestros servicios son caros.- le advirtió.
-No hay problema con eso.- se inclinó y se fue seguidamente, dejando a ambos hermanos.
Se sentaron otra vez donde estaban y siguieron mirando aquellas fotografías que el menor de los dos había guardado en un baúl por mucho tiempo, sintiéndose incapaz de poder mirarlas sin odiarse a si mismo por haber permitido a su hermano caer por el abismo. Por su lado Vergil conservaba unas pocas imágenes, que de hecho eran dibujos que alguien había ido dejando donde él vivía en el Inframundo. La que más le gustaba era la que inmortalizaba el momento en el que ambos derrotaron a Arkham con las pistolas de Dante al grito de ¡Jackpot!
Cuando Lady entró casi se pasa por alto a los hermanos mirar los fotos y cuchicheando entre sí. Se acercó a ellos dos por la espalda y vio la foto que el que vestía de azul sujetaba entre sus dedos.
-¿Estáis mirando fotografías? ¿Enserio?- dijo la mujer, sentándose en el sofá, entre ambos.
-¿Acaso no se puede?- preguntó el que siempre había defendido la raza humana.
-No dije eso. Pero teniendo en cuenta que la mayoría de veces que entro aquí dentro os estáis peleando por alguna estupidez… reconocedlo, es extraño. Y da algo de miedo, es como la calma que precede la tormenta.- dijo.
Sus ojos miraron mejor la fotografía: en ella salían los dos hermanos en una clase de esgrima, impartida por su padre. Las espadas eran de madera y ellos nos tendrían más de cinco o seis años. Incluso en aquel entonces Dante ya vestía de rojo y Vergil de azul, pero al llevar el pelo realmente corto, sus peinados eran exactamente iguales.
-¿Me contáis que pasó en esa foto?- preguntó.