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Piel por YaoiNoAkuma

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Notas del fanfic:

Yu-Gi-Oh! Y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Kazuki Takahashi.

 

Sólo alimento el vicio.

Notas del capitulo:

¡Hola, hola!

Ha pasado tiempo… desde que escribí algo como esto.

Yaoi puro. Por decirlo de alguna manera; carece de una verdadera trama y está lleno de caricias epicúreas. Si, está lleno de lemon, o eso intenté.

El lemon se supone empieza desde la segunda hoja (según en documento Word), algo implícito y después… ustedes saben.

El título no me convence jaja, pero todo se deriva por las prendas de vestir de Atem así que… ya saben, látex, piel, correas… y eso. No, no es sadomasoquismo a lo que me refiero.

Es un fanfic que surgió ante el hecho de que mis vacaciones terminaron y quería dejarles algo… Nah, en realidad fue una excusa para poder escribir un lemon, cosa que no hago desde hace… ¿meses? Además en DsC el lemon tendrá que esperar más. Necesito desahogarme, ustedes saben.

Algo que me gustaría aclarar: no sé si esto es un AU o no. Quiero decir... no pensé en ello. Bien Atem y Yuugi pueden ser primos o algo así, quizás hermanos o simples desconocidos que llevan una próspera relación; o por otro lado puede situarse después del duelo ceremonial y milagrosamente Atem consiguió un cuerpo y ahora vive felizmente con Yuugi... no lo sé, piensen como gusten. (Por ello las advertencias del AU y del incesto).

Y eso…

Piel.

*****

-¿Qué… estás haciendo? –Un joven de cabellos tricolores entró en la habitación, de flecos rubios con tres mechas mezcladas con el resto del cabello bicolor, negro con puntas rojizas, de corte peculiar que le permitía peinarse en pinchos que simulaban la característica representación de una estrella; aunque en esos momentos su cabello estaba húmedo y por lo tanto ligeramente caído a causa de la fuerza de gravedad; acababa de bañarse. -¿Entonces…? –Repitió al no recibir respuesta de la personita a la cual le miraba la espalda.

Se petrificó al escuchar la petición por una respuesta. Tragó saliva, nervioso sobre lo que debía hacer. No supo advertir el humor del mayor a través del tono de su voz, por lo que su determinación –ya de por sí mínima- se volvió prácticamente nula. Con extremo cuidado se giró, entre sus manos sostenía una prenda de vestir. Mordió su labio inferior cuando enfrentó los orbes carmín con los suyos malva.

Se movió un poco en su lugar. La reciente imagen del menor lo descolocó un poco. -¿Estás…? ¿Ésa es mi…? –Estaba confundido, sin embargo su falta de palabras no era debido a eso sino por el estado del menor; el cabello –similar al suyo- estaba un poco alborotado y seco en su mayoría –se había duchado primero-, un rostro de culpabilidad y miedo por saberse descubierto, vestido en la parte superior con una musculosa negra de su propiedad, en la parte inferior sólo su ropa interior y unos calcetines le cubrían, sentado frente al armario con sus piernas flexionadas y entre sus manos un pantalón suyo. Recobró un poco la compostura, -¿Ese es mi pantalón de piel? –preguntó, era obvio pero no podía evitar querer fastidiar al menor.

Tragó saliva, de nuevo. Sí, estaba vistiendo ropa ajena. No estaba seguro del porqué lo estaba haciendo, su ropa era bastante similar, siendo incluso de apariencias iguales no le tomaban importancia al hecho de hacer diferencias entre ellos, después de todo Atem tenía una complexión más masculina, era más alto y su tez era morena… ¡Por Ra! Era fácil diferenciarlos por su piel… Sin embargo aún había personas que los confundían. Volviendo al tema; no podía evitar su curiosidad por la ropa del mayor, en su mayoría de piel, ajustada y colmada de correas y amarres… Era bastante tentadora. Pero su delgado cuerpo no llenaba la ropa como el moreno lo hacía, a pesar de ser ajustada en su magro cuerpo quedaba un poco holgada. Por ejemplo, el cuello de la musculosa le dejaba descubiertas parte de las clavículas y el esternón.

Le notó bastante hundido entre sus pensamientos y aprovechó para acercarse. Se sonrió victorioso, al parecer el niño ignoraba su actual estado. Cuando estuvo a un metro le sacó de su ensimismamiento -¿Yuugi?

Dio un pequeño brinco y sus músculos se tensaron. Se sonrojó al instante, su previo enfoque había cambiado y ahora tenía al joven egipcio a un metro de distancia, semidesnudo; su torso carecía de prenda de vestir y aún tenía algunas gotas de agua lamiéndole la piel. Tragó saliva de nueva cuenta… pero esta vez sintió que se le atoró a medio camino, faltándole el aire al mismo tiempo que su rostro adquiría más color. Se levantó de un movimiento en un acto reflejo.

Chasqueó la lengua contra su paladar dando lugar a una mueca difícil de ignorar para el ya nervioso japonés. Un par de rubíes cargados en deseo y hambrientos de placer. –Aibou… -Un susurro que inundó los oídos del menor y le hizo tambalearse, -si intentabas provocarme, -se acercó más y le quitó el pantalón entre sus manos para poder entrelazarlas con las suyas, llevándolas hacia las puertas del armario y aprisionar entonces al menor; hundió el rostro en el hueco entre su clavícula y su cuello –lo lograste. –Un rugido animal que enmudeció al morder la clavícula izquierda del menor.

Dejó un jadeo escapar de su boca. Hacía un tiempo desde que habían tenido un momento de intimidad como ese; desde que viven en casa del abuelo y no llevan mucho juntos –como pareja- sus encuentros románticos y sus gestos de amor han sido mínimos. Más que nada para no molestar al mayor, quien sabe perfectamente sobre su relación pero consideran inapropiado hacerlo como si la casa fuese suya. Además siendo él menor de edad les avergonzaba ir a un motel; porque ya lo habían hecho –por cortesía de Jonouchi- pero por la presión de saberse descubiertos saliendo de ese lugar regresaron a casa sin siquiera abrir la puerta de la habitación. Pero ahora Sugoroku Mutou no estaba, había salido con su buen amigo Arthur Hawkins en una expedición. Tenían la casa para ellos solos durante una semana… Solos, repitió.

Bajó la cabeza chocando su mejilla contra la sien derecha del moreno, -Atem… A-ahh… -Gimió, el mayor había empezado a succionar la piel mordida sobre la clavícula.

Aquello le provocó escalofríos al mayor, se separó para poder observar el rostro del menor contraído por los roces. Lamió con lascivia su labio superior y se acercó más al blanco cuerpo, entremetiendo su pierna derecha entre las del japonés, soltó sus manos y le sostuvo por la cintura para pegar sus caderas. –Yuugi, no creo poder controlarme. –Su caliente respiración chocó contra los labios del menor.

Cada acción realizada por el mayor le arrancaba suspiros y el chocar sus caderas le excitó más. Con sus manos libres pudo rodear el cuello del egipcio, profundizando más el contacto entre sus cuerpos, sintiendo su aliento sobre sus labios. –No tienes porqué hacerlo. –No pudo más, se acercó al rostro del moreno y le besó.

Abrió los ojos ante la respuesta, era inusual que el menor aceptara con tan indefenso rostro hacer aquello. No le disgustaba, al contrario le había fascinado esa faceta poco común… Dejó al menor tomar el control del ósculo, permitiéndole incluso entrar a su cavidad bucal, sin embargo los sutiles jadeos que se ahogaban en el contacto comenzaron a colmar su vaso de autocontrol. Sin aguantarlo más rodeó con fuerza el delgado cuerpo, el menor se separó un poco ante el imprevisto movimiento gimiendo en el proceso, aprovechó entonces para tomar control del beso e invadir la boca del niño. Sin pensarlo, rozó la lengua del menor, estremeciéndolo al tiempo en que su espalda se contraía, doblándose hacia atrás y recargándose con fuerza contra el armario.

Rompió el beso, el mayor comenzaba a tomarlo bastante indefenso… Se sujetó de los brazos de su compañero y le miró con los ojos entreabiertos, su respiración comenzaba a acelerarse.

No pudo entender la actitud del niño. Probablemente quería acostumbrarse un poco… ¿Estaría bien continuar? Lo pensó un poco y pasados unos segundos comenzó a acariciar la espalda del menor; le había dejado apoyarse por completo contra las puertas del mueble. Con algo de dificultad se abrió paso debajo de la musculosa que el menor vestía; ahora que lo pensaba no debía dejar al japonés vestir materiales tan ajustados. Sí, le quedaba grande pero el material se pegaba con la piel en los diferentes pliegues de tal manera que recordaba a una serpiente mudando escamas. Dejó entonces una mano descansando sobre su cadera y la otra la hizo avanzar hasta la séptima vértebra; se acercó de nuevo al cuello del menor y comenzó a juguetear dando superficiales mordidas a la blanda piel mientras su mano izquierda empezaba a bajar por toda la extensión de la espina dorsal del menor.

Su espalda volvió a contraerse en un acto reflejo ante el contacto; un gemido largo que perdió la armonía cuando el mayor volvió a succionar su piel, esta vez sobre su esternón. Pronto sintió las manos ajenas tocar su cadera, caricias sobre su vientre con los pulgares… y sus piernas comenzaban a fallarle. El calor que había sentido en cada lugar que el egipcio tocó comenzaba a acumularse en igual cantidad en aquel lugar que empezaba a despertar. Su atención en cuidar el contacto sobre su entrepierna se desvió al sentir los labios del mayor sobre los suyos. Sin aguantar mucho le permitió entrar a su boca, olvidando por completo que el carmesí le tenía en una posición peligrosa. Jadeó en el beso y chilló un poco cuando tocó su paladar, perdió un poco el equilibrio y presionó su entrepierna contra el mayor, un gemido más fuerte escapó de su boca y se separó de los labios del moreno para remplazarlos con su mano y morderla un poco.

Se decepcionó un poco otra vez, quizá era demasiado… tal vez debía esperar más tiempo para poder estar con él de esa manera por segunda vez –aunque ya iba cerca de un mes y dudaba sus hormonas aguantaran más-. Buscó la mirada del menor para disculparse, incluso le diría que no se preocupara por lo que había dicho, que debió ser –justamente- el calor del momento, sin embargo el rostro del menor le hizo cambiar sus intenciones totalmente. Y sin saber cómo ya se encontraba masajeando el sexo del menor sobre la delgada tela blanca de su ropa interior. Descansó su frente contra la del menor permitiéndose observar el extasiado rostro; contraído en placer, sus ojos vidriosos, sus mejillas teñidas de carmín y sus labios apretados.

Le pareció más hermoso que la primera vez.

-Déjame escucharte, Yuugi. –Su voz transformada en caricias sensuales que estremecieron al menor.

Tomó al mayor por los hombros para no perder el equilibrio pero no duró mucho. Cada caricia sobre su miembro le provocaba descargas eléctricas que hacía temblar a sus piernas; entonces recargó su frente en el hombro derecho del moreno una vez sintió la fría mano del mayor tocar directamente su miembro. Y no pudo contener más la voz. Abrió su boca cada vez que el mayor subía y bajaba por su sexo. Le arrancaba fuertes gemidos que se intensificaron cuando el moreno cambió la manera en que espoleaba su miembro; su dedo pulgar se dedicó únicamente a tocar la punta, intercalaba movimientos laterales con pequeños círculos en el centro. No lo soportó más. Un gemido ronco y quebrado dio paso a la liberación del éxtasis. Sus piernas se debilitaron y se dejó caer.

Sostuvo con cuidado al menor, el cual se colgó con pesadez de su cuello. Uno de sus brazos rodeaba al japonés por la espalda y su mano sobre su hombro, el otro rodeaba su cintura. Tragó saliva, la previa sinfonía otorgada por el menor le había incitado más a tocarlo… Su autocontrol se había derramado hacía varios minutos atrás y el vaso de emergencia parecía querer romperse.

En realidad quería romperlo él mismo.

Levantó entonces al niño cual princesa. Dio media vuelta y se dirigió a la cama donde lo depositó en el borde. Observó su cuerpo; sus brazos flexionados a sus costados, su abdomen subía y bajaba con rapidez, intentando regular su respiración, la musculosa desordenada dejando su estómago descubierto; su piernas juntas; levantó la mirada, encontrándose con un profundo par de orbes malvas absortos en las sensaciones recién experimentadas. Se hincó frente al niño haciendo que éste se levantara permaneciendo sentado.

Hubo entonces un silencio que pareció eterno. El joven egipcio se movió incómodo en su posición, la presión debajo de su pantalonera comenzaba a doler. El menor por su parte le miró con detenimiento, su respiración comenzaba a regularse pero no significaba que su excitación se había apagado. Razón por la cual se sonrió como un infante lo haría al planear una travesura, se alegró de que el mayor estuviera  más interesado en ver el suelo de la habitación. Levantó lentamente su pierna izquierda para poder tocar al moreno. Soltó una risa entre dientes bastante infantil que llamó la atención de su compañero. Le sostuvo la mirada durante segundos pues el mayor perdió un poco el equilibrio, los dedos de su pie estaban masajeando su erecto miembro sobre la ropa. Mentiría si dijera que no se divertía.

-Ngh… -Puso su mano derecha sobre el suelo para apoyarse. El niño comenzaba a darle un muy agradable masaje, no podía negarlo.

Le sorprendió de sobremanera que tomara la iniciativa de esa manera. Sus gemidos eran más graves y roncos que los del menor. Con algo de dificultad miró al japonés pero no pudo aguantar mucho, el niño empezaba a rozar con más frecuencia la cabeza de su miembro, se preguntó entonces si era consciente de lo que estaba haciendo. Perdido en el mar de sensaciones se apresuró a detener al menor, agarró su tobillo izquierdo y lo retiró al momento en que se levantaba y se posicionaba sobre el menor, haciéndolo recostarse sobre el colchón.

No hubo más palabras. Eran bastante innecesarias.

El juego de seducción empezó. Sin pensarlo avanzó hambriento hacia la boca del niño, atrapándolo en un beso. Mordió su labio inferior y lo succionó para jalarlo un poco. Metió las manos debajo de la musculosa y comenzó a perfilar sus costillas hacia su espalda provocando que el menor se levantara un poco y le permitiera quitarle la prenda. Una vez su torso quedó descubierto comenzó a dejar varias marcas rojas, deteniéndose en su pezón derecho, mordiendo el pequeño botón y jugando con él con su lengua. El menor sólo se estremecía, tenía pequeños temblores provocados por los fríos roces.

Se aferró a los hombros del mayor al advertir sus manos bajar por su abdomen, perfilando ahora el hueso de su cadera. El mayor detuvo todo movimiento y se deshizo de su prenda interior junto con sus calcetines, dejándole completamente desnudo. Por mero instinto trató de juntar las piernas sin embargo el mayor se lo impedía. Mordió su labio inferior al sentir sus manos acercarse a su sexo. Movió la cabeza hacia su derecha al sentir su miembro presionado por la mano del mayor.

-Yuugi… -Susurró su nombre intentando arrullarlo.

Dejó el miembro del menor y siguió avanzando en búsqueda de su entrada. Besó de nueva cuenta al menor intentando distraerlo del dedo intruso en su interior. El menor se encorvó un poco y se separó del beso, dejando algunos quejidos salir. Comenzó a mover su dedo en círculos mientras empezaba a introducir otro. El menor volvió a gemir. Empezó a dilatar su entrada separando sus dedos en un movimiento de tijeras. Minutos después sacó sus dedos del interior del menor, quien soltó un suspiró ante el vacío dejado. Se detuvo entonces para quitarse sus prendas. Miró el rostro avergonzado del menor, sonrojado hasta las orejas y bastante nervioso. Le sonrió dulcemente y se acercó a su rostro, se dejó caer un poco sobre el menor pero sin llegar a poner todo su peso sobre el niño.

-Haré como gustes. –Susurró en su oído izquierdo para después morder el lóbulo de su oreja.

Mientras gemía ante la reciente caricia empezó a sentir cómo el mayor se abría paso entre sus piernas. Le pareció tan lento, quizá por el débil punzar que llegaba desde su entrada hasta su coxis. Su respiración se volvió irregular, intentaba acostumbrarse al nuevo intruso en su interior. Se enfrentó entonces contra los ojos carmines del mayor el cual esperaba su aprobación para poder continuar. Unos segundos después asintió y se aferró con fuerza a la espalda del mayor. –Gaahh… -No sabía si le dolía o era por la temperatura que subía considerablemente.

Tuvo que mantener un vaivén lento durante un tiempo hasta que el menor comenzara a acostumbrarse a su intrusión. Cuando comenzó a llevar un ritmo más apresurado tomó el miembro del menor para estimularlo.

No pasó mucho para que sus gemidos comenzaran a mezclarse, sonidos roncos y cantos sutiles.

-A-Atem… -Pudo articular estando al borde placer.

Su nombre pronunciado por el menor no hizo más que aumentar el gozo, no pudiendo hacer más que besarle. Su beso fue roto de nuevo tras un agudo gemido del menor provocado por el clímax recién alcanzado. El menor encorvó su espalda y por lo tanto contrajo las paredes alrededor del miembro del mayor, haciendo que él también se corriera.

Sintió la viscosa y caliente esencia llenarle, jadeó un poco por ello. Y suspiró una vez el mayor salió de su cuerpo.

Se quedaron quietos, uno al lado del otro. Se vieron por el rabillo del ojo, cansados. Se sonrieron cálidamente. El mayor abrazó al menor para después besar su frente.

-Ahora tendremos que bañarnos de nuevo. –Empezó el menor, sus mejillas tenían un peculiar rojo amapola.

-Deja que te talle la espalda, Aibou. –Le susurró al oído para después lamer su lóbulo. El menor se estremeció por el roce y se sonrojó aún más. –Ha sido tu culpa por ponerte mi ropa. –Le sonrió, se notaba que le divertía ver nervioso a su pareja.

Quizás Yuugi lo pensaría más de una vez antes de comprar ropa igual a la del egipcio.

O tal vez no.

Notas finales:

Mugre final de lemon.

Lo diré siempre, apesto para culminar los lemons. Como sea, hice mi mejor esfuerzo. Ha pasado tiempo desde que escribí un lemon tan largo, probablemente no se considere muy lemon, después de todo pierdo muchos párrafos en descripciones algo implícitas.

Espero les haya gustado mi regalín de fin de vacaciones (al menos las mías).

Ojalá la escuela no me ocupe tanto y me permita al menos hacer una actualización al mes, ya sea de DsC o algún one-shot que se me ocurra por ahí.

Bien, ya estuvo con mi discurso, no es como si ya no fuese a venir por aquí.

Sean felices~


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