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Matemos al gato por YaoiNoAkuma

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Notas del fanfic:

Yu-Gi-Oh! y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Kazuki Takahashi.

Notas del capitulo:

Miren que no me canso… jaja, no puedo evitarlo.

De acuerdo, el título está medio cruel… ¡estoy totalmente en contra del maltrato animal! Es sólo que el título se adapta al famoso dicho: La curiosidad mató al gato. Así que… Yuugi está curioso… y pues Yami le ofrece "matar al gato"...

Y yo también (estaba curiosa, no que le ofrecí eso de matar al gato), porque en mi cabeza estaba la idea flotando y creando nubes con truenos que me hacían pensar en ello seriamente…

Lean para que me entiendan.

Situado después del Reino de los Duelistas. Sé que para ese entonces no se tenía una idea clara sobre si Yami era un faraón… pero… ¡me c*go en la cronología! Esto es un fanfic –jum-.

Matemos al gato.

*****

Era fin de semana, no había escuela ni locos con ojos misteriosos roba almas. Podía relajarse y aburrirse como ostra. Y no había mejor manera de relajarse que con un tibio baño.

Se levantó de la cama para desperezarse. Echó una mirada rápida al reloj sobre su escritorio y se detuvo por unos instantes.

El Rompecabezas del Milenio. Ahora que lo pensaba debía ser cansado permanecer en tan frío objeto… Hasta ahora no había tomado el artefacto consigo cuando se daba una ducha. Sonrió ampliamente y tras conseguir un cambio de ropa y su toalla, cogió el objeto egipcio y se dirigió al baño.

Una vez dentro cerró la puerta con seguro, depositó las cosas sobre la tapa del retrete y se dedicó a desvestirse mientras llenaba la tina con agua tibia. Al terminar de deshacerse de su pijama tomó el Rompecabezas y entró en la tina, al sentarse colgó la pirámide de su cuello.

La agarró entre sus manos y comenzó a reflexionar sobre cosas sin mucho sentido… Probablemente era demasiado observador.

-Ahora que recuerdo, el Faraón siempre se materializa conforme a lo que uso… -Comenzó a hablar en voz alta, más para sí mismo. –Me pregunto si en estos momentos… él estaría… desnudo…-Su pequeño discurso comenzaba a detenerse al mismo tiempo en que sus mejillas se teñían de un rojo amapola.

-¿Realmente quieres saberlo, aibou? –El espíritu hizo acto de presencia justo frente al menor, a escasos centímetros de su cara.

Se asustó un poco por la repentina aparición del Faraón. Ahí estaba frente a él, en el mismo estado que él se encontraba: desnudo. Pudo admirar su etérea forma, de buena complexión, piel igual de blanca que la suya, clavículas menos notorias y pectorales bien formados más un sutil abdomen marcado; sin embargo no podía ver más allá de éste último, lo cual le pareció extraño aunque de cierta forma le alivió. El agua de la tina cubría el “cuerpo” del mayor desde la cintura hacia abajo por lo que su traslúcido ser se desvanecía en el líquido incoloro.

Advirtió una sonrisa en el espíritu, cosa que le extrañó. No fue hasta cinco segundos después que comprendió la razón del repentino buen humor del mayor.

A diferencia del Faraón él sí tenía un cuerpo físico…

Sus músculos se tensaron al instante, -¡Fa-Faraón! –en un movimiento rápido juntó sus manos y las colocó frente a su entrepierna bloqueando la vista del mayor. Su rostro había cambiado de color, un rojo granate.

-Te has tardado un poco, aibou. –Se alejó lo suficiente para quedar al otro lado de la tina.

Hizo un mohín por la reciente escena, -Pervertido… -y el aparente descaro del egipcio.

Si bien el Faraón no había escuchado el insulto –si se le puede considerar uno- podía imaginarse lo que estaría pensando de su persona.

Ya recuerdo porqué nunca lo traigo conmigo cuando estoy aquí, pudo escuchar el pensamiento del menor.

No es tiempo de reproches, eres tú quien quería saciar su curiosidad. Respondió a través del vínculo con el estudiante.

El menor brincó en su lugar, moviendo un poco el agua. Se sonrojo más. –Deja de hacer eso. –Le miró acusadoramente, sin embargo sabía que su demanda no sería cumplida, la conexión que tenían no era algo que pudiera romperse fácilmente –sólo si el artefacto estuviese a cierta distancia del menor-.

El mayor sonrió de nuevo. Le divertía sin duda ver al menor alterado por cosas  como esas, después de todo Jounouchi ya le había proporcionado bastante material erótico –por no decir pornográfico-. Fue entonces que le mandó un pensamiento más al japonés, el menor reaccionó bruscamente, levantándose en la tina y provocando la caída de un par de litros de agua sobre el suelo. El espíritu se había desvanecido para ese entonces –aliviando al menor de ser visto- volviendo al Rompecabezas. El menor volvió a sentarse dentro de la tina mientras se preguntaba si lo último dicho por el mayor significaba lo que él creía…

Tomó el rompecabezas entre sus manos de nuevo. Clavó la mirada en el ojo de Udyat, esperando una respuesta del Faraón sin nombre. No hubo nada más que un resplandor que le caló en los ojos, cerrándolos para no lastimarse la vista.

Segundos después abrió los ojos, ¿qué había sido eso? Sin una aparente respuesta se dejó caer contra la orilla de la tina. El tacto en su espalda fue más blando de lo que recordaba era el mármol del mueble.

No comprendió lo que pasaba hasta que sintió algo donde la espalda perdía su nombre.

Su cuerpo se tensó. Un escalofrío recorrió su espalda al escuchar un susurro del mayor en su oído izquierdo.

-¿Y la respuesta es…?

No había respuesta. Ni la habría. El menor soltó el objeto egipcio para poder tapar su boca.

No quería darle el gusto… mas no sabía que el mayor ya se regodeaba por aquel suspiro que intentó ahogar –inútilmente-.

-Aibou, -susurró de nuevo a espaldas del menor -¿por qué no lo pruebas? –dio una sutil mordida al lóbulo de su oreja.

El japonés jadeó ante la mordida, separando un poco sus manos de su rostro al no esperar esa acción por parte del mayor. Enrojeció aún más –si era fisiológicamente posible- al advertir algo duro en su espalda baja.

Sonrió al momento en que un débil carmín pintaba sus pómulos. Al no recibir respuesta decidió tomar cartas en el asunto. Agarró entones la mano izquierda del menor y la llevó hacia su espalda, bajándola hasta su cóccix y depositándola sobre su despierto miembro. El menor se tensó de nuevo y por consiguiente apretó el agarre sobre el egipcio.

-Aaghh… -Se dejó caer un poco sobre la espalda del más joven, -no seas tan brusco. –Le miró por el rabillo del ojo, chocando con la mirada amatista del menor.

El estudiante se fascinó por el gesto otorgado por el soberano de Egipto. Una mueca sensual. Necesitaba verla otra vez… El mayor permaneció recargado en el hombro izquierdo ajeno. Apretando un poco los labios el amatista comenzó a mover su mano sobre el sexo del mayor. Sus movimientos eran lentos, pausados pero pesados; hacían al mayor gemir roncamente. Dichos jadeos avivaron más la erección del menor, la cual ignoraba… Hasta que juntó sus piernas por instinto, frotando sus rodillas, estimulándose en el proceso. Su masaje en el mayor se detuvo al sentir algo ceñirse a su sexo.

-Faraón… -Soltó un suspiro agudo, las caricias sobre su miembro le robaban el aliento.

Comenzó una extraña guerra por ver quién cedía primero ante el frotamiento del otro. Y el resultado no fue sorpresa alguna, siendo el menor el primero en caer.

-Yuugi. –Le llamó, pocas veces lo hacía por su nombre de pila.

La espalda del menor se encorvó al sentir el cúmulo de sensaciones en su entrepierna, dándole oportunidad al egipcio de mover su otra mano hacia su entrada. El mayor continuó el masaje mientras con el dedo índice izquierdo rozaba su entrada en un casto toque. Debía distraerlo. El menor se contrajo, echándose hacia enfrente mientras sus piernas volvían a juntarse, impidiéndole un poco al mayor continuar espoleando su sexo.

-Si lo dejamos así te dolerá. –Mordió el hombro del menor.

Tembló ante el contacto y volvió a separar las piernas. Los gemidos del menor volvieron a mezclarse con el vapor de agua que navegaba por el cuarto. Pronto sus gemidos se volvieron pequeños gritos cortados por su irregular respiración. El mayor había metido ya un dedo en la entrada del joven estudiante. Hasta cierto punto el agua fungió como lubricante, permitiendo al egipcio deslizar otro dedo con relativa facilidad; pero seguía siendo doloroso para el de mirada amatista. Dentro del menor los dedos del egipcio se movían en círculos mientras entraba y salían. El menor se aferró a las rodillas del más alto al tiempo en que se apoyaba en los antepies contra el mármol. El movimiento de los dedos cambió, alternándolos, sacado uno por vez. En una de esas llegó más adentro, tocando el punto sensible dentro del niño. Un gemido más largo, agudo y fuerte escapó del estudiante, el cual fue saboreado por el mayor. Y lo volvió a sentir, su espalda se irguió tras experimentar aquel placer inigualable provocado por la dilatación de su próstata; y no lo soportó más, un grito de pleno gozo inundó el cuarto.

El de mirada amatista se dejó caer con cansancio sobre el cuerpo del carmesí. La respiración del niño estaba agitada y permaneció así al ser estimulado por el mayor; jugaba con sus tetillas entre sus dedos, apretándolas con sus dedos índice y pulgar, jalándolas un poco. No tardó mucho en volver a tener una erección, sumándole las mordidas y besos que el mayor depositaba en su hombro y cuello. El menor juntó sus brazos sobre su pecho en cuanto las manos del egipcio bajaron hacia su cintura, su cadera y se alojaron en su entrepierna. El oxígeno le faltó, transformando sus inhalaciones en jadeos ante la excitación que le dificultaba acarrear el aire de manera calmada. Sus orbes malva se dedicaron a ver el nuevo masaje que el mayor le daba a su miembro, pero no duró mucho.

-Ya… no puedo más… -Le susurró, subió sus manos a la cintura del menor y lo alzó un poco.

Se aferró entonces a las orillas de la tina. Volteó la cabeza un poco para poder mirar al mayor. Mordió su labio inferior mientras algo comenzaba a abrirse paso en su interior, su espalda se irguió, contrajo los dedos de sus pies mientras apretaba el agarre en la tina… Era algo grueso.

-Aah… Tan estrecho… -Soltó un suspiro al quedar dentro del menor.

El menor contuvo la respiración mientras se acostumbraba a tener al carmesí dentro. Comenzó a gemir cuando el mayor comenzó a subirlo en su excitación. El aliento del mayor chocaba contra la espalda del estudiante, el menor volvió a mirar al egipcio, su rostro era demasiado… Apoyó sus pies en el mármol y comenzó a hacer el trabajo, un poco más rápido de lo que lo hacía el mayor. Los gemidos del carmesí se volvieron más roncos y su agarre en el menor se volvió más duro.

Sintió apretada su erección y por pequeños instantes detuvo su movimiento, el más alto estaba subiendo y bajando sobre su miembro de nueva cuenta. Con dificultad volvió a moverse; y como si no fuera suficiente, el mayor estimuló una de sus tetillas con su mano libre. Sus gemidos se mezclaron, de agudos a graves el cuarto de baño se colmó. El espoleo en su miembro más las sensaciones contra su próstata le llevaron a detenerse para llegar al clímax. Juntó sus piernas y por consiguiente las paredes de su interior se comprimieron alrededor del mayor. Un gemido más grave salió del mayor, denotando la corrida obligada… aunque no por ello menos agradable, la sensación del menor apretándose contra su miembro había sido indescriptible. La semilla del menor se mezcló con el agua mientras que la del mayor inundó el interior del japonés, estaba caliente…

Tuvo pequeños temblores hasta finalmente dejar de expulsar su esencia. Jadeó una vez el egipcio salió de su interior. Con dificultad se movió, cambiando su posición; se volteó para quedar de frente al mayor, mantuvo sus piernas flexionadas a sus lados y sus brazos justo enfrente de su abdomen. Permaneció con la cabeza baja mientras sus mejillas se coloreaban de un rojo granate. La actitud del niño confundió al egipcio, por lo que se acercó al niño en un gesto íntimo. El menor tomó entre sus manos el rostro del carmesí, juntando sus frentes.

Era tan cálido. Tan real… Los ojos del menor estaban cerrados, ofreciendo un rostro apacible. Un par de lágrimas corrieron por las mejillas del menor, preocupando al carmesí. Los brazos del mayor rodearon al estudiante por la espalda… Lo entendió.

¿Cuánto duraría?

No lo sabía… pero se obstinaría a esas emociones aunque doliera.

Sostuvo al menor del mentón y tras dedicarle una cálida mirada lo besó.

Le daría todo lo que pudiera.

Notas finales:

Mierda… ;-; final emotivo…

¡Gah! Me entró el sentimiento y escribí ese final lleno de emociones… Acabo de lastimar mi corazón, muy seriamente. ¿Estarán de acuerdo conmigo si les digo que ese final se ha salido del ambiente del fanfic? Meh…

Tenía que escribir esto… Me ponía muy curiosa el hecho de que Yami se ve en las mismas ropas que Yuugi (la mayoría de las veces) y… ya saben... ¡Tenía que escribir esto!

Se ha dado una especie de favor para que Yami tenga por pequeños momentos un cuerpo físico… no ahondaré en esos asuntos porque no lo creo necesario.

Y eso…

Sean felices~


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