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Mi Primer Amor por Yukio x Rin-Cest

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No sabía cuánto tiempo había pasado en aquella ciudad, que, sin darse cuenta, ya era igual de cálida que su propio hogar. Había comenzado a querer y proteger al gran reino de Shin Makoku desde el primer día, y el tiempo que llevaba ya viviendo allí solo había servido para aumentar ese amor por la ciudad.

 

Shibuya Yuuri, un chico de apenas 16 años, ya había comenzado a comportarse como el rey que todos esperaban que fuera algún día no muy lejano. Él ya no solo se comportaba como rey, él ya era el rey.

 

Y aunque le costó bastante aceptarlo, ahora podía sentirse más tranquilo con la idea. ¿Quién no estaría más tranquilo cuando tienes como apoyo a tan maravillosas personas como lo eran sus amigos?

 

Porque sí, desde Conrat (su padrino), hasta Gwendal (el hijo mayor de la ex reina, y general de Shin Makoku, con quien no solía llevarse bien), todos eran sus amigos, o al menos, así lo sentía él.

 

Su vida era ya tranquila, aunque aún quedaban momentos de locura, que le hacían recordar sus primeros días en el reino. Su consejero siempre trataba de hacerle la rutina más fácil, cosa que nunca terminaría de agradecer.

 

Claro que Gunter era exigente, pero, dado su posición, era bastante compresible. Gwendal, en cambio, gustaba de exigir un poco más de lo debido a su rey, para ayudarle a progresar en menos tiempo. Eso era un punto bueno, la verdad.

 

Y ¿qué decir de Conrat? Él siempre le ayudaba en todo lo que podía, sin excepción. No importaba que tan difícil fuera, la mano de Conrat estaba siempre ahí, para ayudarlo a salir del problema en que estuviera.

 

Pero no era solo Conrat.

 

Si existía alguien en quien Yuuri confiara, ese sin duda sería Wolfram, su prometido.

 

Era bastante probable que, si le dieran a elegir entre Conrat y Wolfram, Yuuri terminara disculpándose con Conrat por escoger antes a su hermano menor.

 

Porque, aunque nada tenían de parecido físico, Gwendal, Conrat y Wolfram eran hermanos, y príncipes. Claro que el único que “usaba” el título con frecuencia era el menor, el príncipe de Bielefeld, Wolfram.

 

Sus hermanos, en cambio, gustaban de sus títulos militares.

 

El gran general Gwendal von Voltaire, y el no menos importante capitán Conrat Weller.

 

Y no era solo por sus imponentes títulos que Yuuri confiaba en ellos, porque comparado con sus nobles acciones, los títulos no es hacían justicia.

 

El punto es que, luego de casi dos años en Shin Makoku, las cosas parecían no poder ir mejor. ¡Finalmente el reino estaba prosperando, después de la guerra!

 

No era que Cheri-sama (ex reina, y madre de los tres hermanos-que-no-se-parecen-en-nada) no hubiera hecho un gran trabajo, porque lo hizo, sino más bien era porque, finalmente, algo de paz reinaba en el país de los demonios.

 

O eso era lo que todos habían comenzado a creer.

 

Fue un día cualquiera que Gwendal se apareció por el castillo (cosa rara dado que había salido dos días atrás diciendo que no volvería pronto), con el ceño fruncido.

 

Ahí fue donde Yuuri tuvo un mal presentimiento.

 

El general no tardó ni media hora en dar con el consejero, a quien se llevó a rastras a su oficina y ninguno salió de ahí algunas largas horas. Eso sí, se escucharon los gritos nada discretos de ambos.

 

Wolfram a duras penas pudo permanecer tranquilo mientras que él y Yuuri desayunaban en el jardín del castillo, nada lejos del despacho de su hermano. Palabras como “¡¿Cómo dejaste que eso pasara?!” y “¡No me vengas con esas estupideces ahora!” eran lo más tranquilo que se habían dicho.

 

—Doria—llamó Wolfram a una de las sirvientas, quien se acercó de inmediato

 

Yuuri miraba a la puerta del despacho con preocupación

 

—Encárgate de recoger esto…—pidió el mayor, levantándose mientras la peli-verde asentía para luego comenzar a limpiar la mesa— Lo mejor será que vayas a nuestra habitación… Luego te alcanzaré—prometió

 

—Pero…—quiso negarse Yuuri, sin embargo Wolfram ya se había adelantado hasta la oficina de Gwendal

 

Doria miró como su rey se levantaba para ir a alcanzarlo, y no dudó en interponerse, ganándose una mirada algo enfurruñada por parte del moreno.

 

—Lo lamento, majestad… Lord Bielefeld no me perdonará si dejo irle ahí…—explicó bajando la mirada

 

—Soy el rey, mi deber es ir para… —comenzaba a enfadarse Yuuri cuando una mano en su hombro le hizo quedarse callado para girarse a ver a sus espaldas.

 

Conrat le miraba con una seriedad poco habitual.

 

—Vaya a su habitación, majestad… —ordenó

 

El moreno se mordió el labio, no queriendo insultar a su padrino ahí mismo. Soltó un suspiro al verlo ir también a la oficina, donde, sin que él hubiera notado, ya había entrado Wolfram.

 

—Doria—llamó el rey, ya más tranquilo.

 

La peli-verde le miró, aun con algunos trastos en los brazos.

 

—Lleva el desayuno a mi habitación, por favor… Y si puedes, trae también un trozo de pastel de fresa…

 

Y dicho aquello dejó a la chica sola, mientras esta solo asentía.

 

 

 

Dentro de la oficina de Gwendal el ambiente pasó de ser ajetreado a hostil, con la llegada de Wolfram. El menor solo ahogó un gemido de frustración al ver las fieras miradas que se lanzaban el general y el consejero.

 

— ¿Se puede saber qué pasó aquí?—cuestionó algo fiero al ver el desorden en la oficina que, normalmente, estaba más que impecable.

 

Gunter miró enojado a Gwendal de nuevo, como si la sola idea de pensar en el porqué de la discusión le irritara mucho más.

 

—Perdió el rastro… —dijo como si fuera lo más obvio del mundo Gunter

 

Wolfram miró a su hermano, cuestionándole con su mirada el significado de esas palabras. Gwendal gruñó en respuesta.

 

—No fue error mío, ya te lo dije—le contestó a Gunter, quien estuvo a punto de soltar un insulto más fuerte cuando la puerta se abrió.

 

Conrat entraba a la oficina con semblante serio, cosa que detuvo el naciente insulto de los labios de su novio. Gwendal agradeció internamente ese gesto, pues Gunter no era el único que se sabía más de un buen insulto…

 

— ¿Qué es lo que está pasando aquí?—cuestionó con voz grave, causándole un estremecimiento a Gunter, y a Wolfram de paso

 

Conrat serio era algo de temer.

 

—Sucede que Gunter me dio una misión hace dos días… —explicaba Gwendal cruzándose de brazos, y sintiendo que una vena en la sien explotaría— Una misión bastante complicada, más de lo que él piensa, debo agregar… Y por el solo hecho de venir a explicarle lo sucedido se enojó conmigo, cuando fue él el que cometió el error, en primer lugar.

 

Wolfram miró primero a Gunter, quien fruncía el ceño (cosa alarmante, tratándose de la persona más calmada del castillo), y luego a su hermano mayor Gwendal, quien le miraba con cierto odio en la mirada.

 

— ¿Cuál era la misión?—preguntó el rubio, mientras trataba de entender el porqué de tanto problema.

 

—Traer de regreso un de las cuatro cajas prohibidas—siseó Gunter

 

Esta vez fue el turno de Conrat para perder el hilo de la conversación. ¿Cómo que traer de regreso? ¡Ni siquiera se sabía si las cajas eran reales! Sin embargo, al ver la expresión de susto en su hermano menor adivinó que era todo cierto…

 

— ¿Qué?—le escuchó decir, incrédulo— ¿Y cómo se supone que salió en primer lugar, Gunter?—cuestionó

 

— ¡Ese mismo es el problema!—bramó Gwendal— ¡Gunter sigue creyendo que fueron mis hombres los que no vigilaron las cajas, cuando era el turno de los suyos para verlas!

 

Un pequeño tic nació en una de las rubias cejas, mientras que cerraba los ojos tratando de no incendiar todo el castillo en ese mismo momento.

 

Al parecer el único punto similar en los hermanos era que, enojados como estaban ahora, eran personas que no debías tomar a juego. ¡Bajo ningún concepto!

 

— ¡¿Y qué se supone que hacen perdiendo el tiempo!?—Gritó finalmente— ¡Lo que menos importa es cómo salieron con la caja! ¿¡Quién fue el bastardo que la robó?!

 

Conrat suspiró mientras se llevaba una mano a la sien, era perfecto. Gwendal, Wolfram y Gunter enojados, reunidos en una misma habitación, y estando los tres a nada de matarse entre ellos. “Por favor, esto no puede estar pasando” pensó el castaño

 

­—Adalbert se llevó una de las cajas en nuestras narices—gruñó Gwendal

 

­­—No podemos estar tan seguros de ello, Gwendal­—contestó algo harto Gunter, y aparentemente es ahí donde estaba el otro problema— Por lo que sabemos, puede que fueran simples humanos.

 

— ¿Para qué querrían los humanos las cajas prohibidas de Shinou?—cuestionó con burla el general— ¿Para venderlas?

 

­—Ese no es el problema ahora—apuntó Wolfram, mientras miraba a los dos mayores con enfado— Tenemos que recuperar la maldita caja cuanto antes…—recordó

 

—Lo harían si supieran donde está, ¿no es así?—preguntó Conrat

 

—Tiene que estar en Gran Shimaron… —dijo Gwendal seguro de sus palabras

 

— ¿Qué? ¿Cómo se supone que llegó hasta allá?—preguntó confundido Conrat

 

—Adalbert se unió con su rey, ¿verdad?—comentó Wolfram soltando un suspiro cansado.

 

­—Sí… ­—aceptó Gunter, rendido

 

—Y usando sus medios llenó todos los puertos con esas malditas piedras… ¡Ninguno de mis hombres pudo pasar el escudo que formó! —gruñó fúrico Gwendal

 

“Ese es el problema, entonces” pensó Conrat, por fin entendiendo a qué venía todo el show que se estaban montando desde hacía varias horas.

 

—La mitad de mis hombres son mazokus—comentó él, y su hermano mayor le miró con cierto recelo— Podríamos ir e infiltrarnos para buscar información.

 

—Hazlo—dijo sin más Wolfram, el peli-lila le miró escandalizado, el menor gruñó antes de explicarle— No podemos simplemente seguir perdiendo el tiempo en esto, Conrat es bueno para estas misiones, y volverá en menos tiempo del que pensemos­—se giró hacia su hermano castaño y le dijo— Si fallas en esta misión, Weller, te mataré—aseguró

 

El hermano de en medio sintió algo de miedo al escucharlo. Wolfram salió de la habitación dando un portazo, mientras que el general soltaba un suspiro resignado.

 

—Ya escuchaste, Conrat… —dijo serio, y luego su expresión se relajó— Ten cuidado

 

Y dicho aquello salió de la habitación, con la cabeza doliéndole.

 

Gunter miraba, por su parte, a su novio con cierto recelo. Sabía que era uno de los mejores capitanes en la historia de Shin Makoku, pero el asunto era bastante delicado.

 

— ¿Estás consciente de lo riesgoso que es?—cuestionó con seriedad

 

—Lo sé, Gunter—dijo igual de serio Conrat— No fallaré—aseguró

 

Finalmente la expresión de Gunter se relajó un poco. Se acercó a su novio y puso una mano en su mejilla, mientras lo miraba con cierta preocupación. Conrat llevó una de sus propias manos hasta ponerla sobre la de su novio, y la apretó con cariño.

 

—Ten mucho cuidado, Conrat—pidió

 

El capitán le sonrió de forma tranquilizadora, Gunter también sonrió un poco. Conrat le robó un corto beso.

 

—Volveré pronto—prometió, sin saber aun que aquello, días después sería recordado como la más dolorosa de las mentiras.

 

Salió de la habitación rápido, dejando a Gunter con un mal sabor de boca. Mientras que, a lo lejos, un par de pájaros gritaban a todo pulmón: “¡Mal presagio!”

 

 

 

Para cuando Wolfram llegó a la habitación real, ya pasaba del medio día. La discusión había sido más larga de lo que él creyó. Sintió algo de pena al recordar que ese día, precisamente un justo sábado, le había prometido a Yuuri pasar toda la mañana y tarde con él.

 

Entró con el rostro aun ligeramente fruncido, los cabellos desordenados, y la mirada aun un tanto intranquila: la situación era bastante preocupante.

 

Se encontró con Yuuri parado a un lado de los ventanales, con la mirada perdida. 

 

Aparentemente no le escuchó llegar.

 

Se acercó a él con lentitud luego de cerrar la puerta con llave. Lo que menos necesitaba ahora era una interrupción que le costara a esa persona una quemadura de por vida.  Cuando finalmente llegó hasta Yuuri pudo notar que, a unos pasos de él, se encontraba la mesita de la habitación, llena de alimentos que, horas atrás, estuvieron desayunando.

 

Sintió la culpa comerle.

 

­—Yuuri—le llamó, provocándole un ligero susto al muchacho, que de inmediato volteó a verlo— Lo lamento—expresó, mirando de reojo la comida fría

 

El rey le sonrió tranquilo.

 

—No es nada, Wolf… Estabas ocupado—dijo tranquilo, pero Wolfram adivinó que le había dolido un poco que lo dejara de lado— ¿Está todo bien?—preguntó al ver a su novio tan callado

 

Wolfram no pudo evitar perderse unos momentos en aquellos ojos negros, que le miraban con verdadera preocupación. Su silencio alteró un poco al muchacho.

 

—No quiero hablar de eso ahora, enclenque—confesó, algo hastiado de aquello

 

Yuuri solo asintió, sin atreverse a meterse más. Aunque eso no evitó que se formara una novela mental que el rubio cortó al tomarlo por la cadera y acercarlo a él de manera posesiva.

 

—Háblame de otra cosa—pidió el rubio, hundiendo el rostro en los cabellos del muchacho

 

Los pocos centímetros que le llevaba de altura a veces eran de gran ayuda.

 

El moreno pasó sus brazos por la espalda del mayor, regresándole el abrazo. Se lo pensó unos momentos, sin saber muy bien de qué hablarle para distraerlo, hasta que una pregunta mental lo hizo sonrojarse y tensarse, cosa que el más alto notó.

 

— ¿Qué?—quiso saber Wolfram, Yuuri supo entonces que lo terminaría diciendo quisiera o no.

 

—Wolfram… Nosotros… Tenemos un año juntos… ¿cierto?—mencionó, queriendo saber si el otro le estaba siguiendo el paso

 

—Cierto—aceptó Wolfram, pensando en que le tomó un largo año lograr que Yuuri aceptara que sentía algo más que amistad por él

 

—Sí… Bueno… Tú… nunca… ¿nunca has… querido…? Ya sabes… ¿hacerlo… conmigo?—preguntó mientras sentía que se sonrojaba hasta las orejas, su voz, sin querer, había ido bajando de tono hasta volverse un susurro muy lejano que Wolfram apenas y entendió.

 

El abrazo del mayor se aflojó un poco, para poder mirarlo a la cara.

 

— ¿Qué?—preguntó, sin ser capaz de descifrar lo que Yuuri había dicho

 

El chico sin embargo no se atrevió a mirarlo a la cara, pero aun así Wolfram notó el sonrojo que llegaba hasta sus orejas.

 

—Te… pregunté si tú… nunca… has querido tener sexo conmigo… —dijo finalmente, con la voz ya más clara, y logrando, finalmente, no tartamudear en el proceso

 

La reacción que Yuuri se esperaba, por ejemplo, era que Wolfram se soltara a reír en su cara y contestara algo como “Por supuesto que no” y que resultara que era todo un juego, o algo así. No es que le gustara ser dramático, pero ¿quién diablos podría sentirse lo suficientemente seguro como para no creer eso cuando salías con el guapo príncipe Wolfram?

 

Sin embargo, y para su total sorpresa, Wolfram le tomó del mentón y le obligó a mirarlo a la cara.

 

—Si te soy honesto…—comentó mirándolo con aquellos ojos verdes que podrían hacer sentir en el cielo a cualquiera— Es algo que he querido hacer desde hace tiempo… Y de muchas maneras—agregó, provocándole un sonrojo mayor al chico

 

Pero poco le duró el sonrojo, pues una mueca de confusión llegó a su rostro.

 

—Entonces… ¿porqué siempre me rechazas?... —cuestionó algo dolido, recordando todas las veces en las que trataba de “seducir” al mayor, logrando no los tan buenos resultados que quería.

 

Wolfram le sonrió ligeramente, mientras lo acercaba a su rostro y murmuraba cerca de este.

 

—Porque eres demasiado joven, Yuuri—le explicó, y la sonrisa pícara en el rostro dejó un tanto ofendido al rey de Shin Makoku.

 

Era algo estúpido que le diera algo así en esa situación, consideraba Yuuri.

 

“Serás cabrón” pensó el muchacho, al verse envuelto en aquella escena.

 

Wolfram teniendo apresado contra su cuerpo, él, como idiota, babeando por su maldito encanto, y el muy bastardo diciéndole que AUN no quería hacerlo con él porque “era demasiado joven”. ¡¿Era una maldita broma!?

 

­—Solo di que no quieres y listo… —gruñó Yuuri apartándolo de un empujón, Wolfram pareció ligeramente sorprendido por aquella reacción

 

—No dije que no quisiera—se defendió él

 

— ¡Eso es lo que diste a entender!—replicó Yuuri ofendido, mientras daba zancadas dispuesto a dejarlo ahí solo en la habitación

 

—Yuuri, por favor, no puedes enojarte por esto… —dijo Wolfram algo incrédulo, mientras le alcanzaba sin dificultad y le tomaba de un brazo— No dije que no desee hacerlo…

 

—Pero has dicho que ahora no—contraatacó Yuuri, sin mirarlo, y tratando de zafarse— Ósea que no quieres hacer conmigo—aseguró

 

Fue entonces que Wolfram entendió a dónde quería llegar Yuuri. Rió de nuevo, encontrando la situación ligeramente divertida. Yuuri tenía que ser muy idiota… O bastante inocente.

 

Lo jaló de tal modo que, de nuevo, pudo tenerlo entre sus brazos sin problemas. Yuuri trató nuevamente de apartarse, pero el mayor no se lo permitió. Besó su frente, y luego su mejilla, para, seguidamente, bajar a su cuello…

 

—Yuuri… —le llamó mientras dejaba una pequeña marca en la piel canela— Te deseo… No lo dudes—informó con seriedad, pero sin perder por ello el tono seductor que lo caracterizaba en ese tipo de situaciones.

 

El morocho se sonrojó de nuevo, ¿cómo diablos podía decirlo tan fácilmente?

 

—No hay nada que desee más que hacerte mío… —continuó, dándole un lametón en el cuello, provocando un ligero gemido en su amado­— Pero debes entender… —besó de nuevo su cuello, ahora subiendo hasta quedar en su mejilla— Que es demasiado pronto…

 

Y justo cuando planeaba alejarse, Yuuri lo detuvo.

 

Si el famoso príncipe Wolfram von Bielefeld creía que lo podía dejar así, estaba muy equivocado.

 

—Hagámoslo—pidió, sintiendo que se sonrojaba por solo mencionarlo.

 

Era vergonzoso, pero si no lo decía, quizás tendría que esperar demasiado tiempo.

 

¡Era un muchacho, por Shinou! ¡Su cuerpo tenía necesidades!

 

Wolfram a duras penas logró recordar porqué no debía hacerlo. Tener a Yuuri ahí, entre sus brazos, sonrojado, sin poder mirarle, agarrándose a su ropa con fuerza, y pidiéndole que hicieran el amor… ¡Carajo! Era imposible negarse.

 

Tragó duro, tratando de calmarse.

 

—Yuuri… —trató de persuadirlo el rubio, pero para persuasión, Yuuri, aparentemente, ya había aprendido más…

 

Con una inhabitual iniciativa, Yuuri fue quien alzó un poco el rostro hasta alcanzar sus labios, para seguidamente poner los propios en estos, dándole así un beso corto pero lleno de cariño. Fue, probablemente, la inocencia dada lo que terminó por perder al príncipe.

 

El rey solo pudo alegrarse al sentir que su novio le regresaba el beso con más pasión de la acostumbrada, clara muestra de que, finalmente, avanzarían un poco más…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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