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Cuando la normalidad falla por Mai_Kusakabe

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Notas del fanfic:

Aquí vengo con uno de los nuevos fanfics de los que os he hablado :D

Esta historia empieza bastante ligerita, pero os aseguro que tiene una trama bien definida, aunque tardará unos capítulos en verse (ya tengo varios escritos :D)

He de deciros que la institución de este fic no se basa en los centros de salud mental convencionales, sino en esos carísimos para ricos (como los que salen en algunas series). Y lo de los ingresos se irá explicando, solo os digo que no es habitual que se ingrese de forma permanente a los pacientes (esto lo veréis al ir leyendo).

Disclaimer: Repetir esto tantas veces no es bueno para la moral… One Piece nmo me pertenece y no saco beneficio económico alguno con la publicación de esta historia. Hala, ¡¿contentos?! Si me disculpáis, me voy a llorar a un rincón.

Notas del capitulo:

Capítulo editado.

 

Capítulo 1: Durante los próximos seis meses

Eustass Kid llevaba toda la media hora de camino en el coche cagándose en el sistema judicial, en los jueces, en sus padres y en cualquier capullo que tuviese un trabajo relacionado de cualquier forma con el mundo de las leyes. Y, gracias a su extenso vocabulario en el tema, no se había repetido ni una sola vez en todo el tiempo.

Seis meses.

El joven pelirrojo había sido condenado a seis meses de terapia forzosa por mandar a un grupo de imbéciles al hospital en una pelea de bar la primera noche de verano, cuando había salido a celebrar con los compañeros de clase el que se hubiese acabado el curso. Vaya forma de pasar las vacaciones.

Y estaba seguro de que el capullo del juez había soltado todo aquel discurso sobre indulgencia y segundas oportunidades para meterse a su padre en el bolsillo. Gusano. Y sus padres, siendo la respetada pareja de alta sociedad forrada hasta las cejas que eran, habían decidido que buscar un psicólogo cerca de su casa no era suficiente muestra de arrepentimiento y buena fe, así que habían optado, en vez de eso, por mandar a su hijo a un centro especializado para la rehabilitación de personas con problemas.

Una especie de psiquiátrico para ricos camuflado como un centro de rehabilitación para poder tener a los pacientes ingresados ahorrándose toda la parafernalia de los psiquiátricos.

Monstruosamente caro el sitio, por supuesto.

Y por eso habían salido de su lujosa urbanización a las afueras y se dirigían al centro a las cinco de la tarde, encontrándose con todo el atasco que a esa hora ocupaba las calles de la ciudad.

Porque esa iba a ser la primera noche de encierro de Eustass Kid.

Su madre le estaba hablando, dándole un montón de consejos de cómo comportarse que ambos sabían que no iba a seguir. Su padre se había negado a ir, demasiado decepcionado como estaba con los líos en los que no paraba de meterse su hijo pequeño. A Kid le daba igual, no soportaba al viejo y no soportaba la mierda de mundo en que se movían, razón por la que se alegraba de no ser el hijo mayor: nadie esperaba que él fuese a heredar ninguna responsabilidad, y menos aún con la forma en que se comportaba, y él estaba encantado con eso. Hacía tiempo ya que había dejado de importarle lo de ser “una vergüenza para la familia”.

La limusina se detuvo y Kid salió del vehículo, ignorando el hecho de que en teoría debería haber esperado a que el conductor le abriera la puerta después de abrírsela primero a su madre.

El edificio frente al que estaban tenía tres plantas, era de color claro y estaba rodeado por un inmenso jardín delimitado por un muro. No tan alto o imponente como la verja electrificada que Kid se había esperado, pero un muro al fin y al cabo.

Su madre se unió a él y, tras reprenderle su forma de salir del coche, ambos se dirigieron a la entrada.

--

Kid habría preferido que, nada más entrar al edificio, lo hubieran encadenado y se lo hubieran llevado a rastras a una celda, gritando y pataleando, antes que aquella tortura. Llevaban dos horas, dos putas horas, rellenando un absurdo montón de papeles mientras la mujer que los estaba atendiendo, que se había presentado como Nico Robin, no dejaba de hacerle preguntas estúpidas para los formularios.

No, nunca he matado un animal.

No, no quiero prenderle fuego a nada.

¡¿Qué clase de enfermo te crees que soy?! ¡Pues claro que no me siento atraído por niños! ¡Joder, qué asco!

Y lo peor de todo era que la mujer parecía inmune a sus miradas asesinas.

Ya habían llegado al último de los jodidos papeles, que tenía que firmar él porque ya era mayor de edad, cuando la puerta se abrió.

Kid y su madre se giraron para ver entrar a un chico joven, moreno, alto, aunque no tanto como Kid, y delgado con ojeras, dos aros en cada oreja y tatuajes en sus manos y brazos, como dejaba ver a la perfección su camiseta de manga corta. Ignorando el ruido de desaprobación que hizo su madre con la lengua, Kid evaluó al chico de arriba abajo, y se fijó en que parecía estar en muy buena forma.

Esto puede mejorar.

-¿Cuántas veces tengo que decirte que llames a la puerta antes de entrar? –Dijo la mujer, Nico Robin, en un falso tono de exasperación. Se notaba que le caía bien el chico.

-Mis disculpas, Robin-ya, –dijo él, sin sonar arrepentido en lo más mínimo-, pero la biblioteca está cerrada y yo necesito un libro.

Mientras hablaba, sus ojos grises se pasearon por los dos extraños, descartando a la madre de Kid y posándose en el pelirrojo, recorriendo descaradamente su cuerpo antes de detenerse en sus ojos. Kid esbozó una amplia sonrisa que muchos catalogarían de desquiciada, y el moreno sonrió también.

Las cosas pueden mejorar mucho.

-No puedo abrirte la biblioteca ahora, Law –respondió Robin, aparentemente ajena al breve intercambio-. Pero me alegro de que hayas venido, iba a llamarte de todas formas.

-¿Para qué? –Preguntó el tal Law, desviando la mirada de Kid y dirigiéndola a la mujer.

Nico Robin se levantó y rodeó la mesa, deteniéndose entre el chico y Kid y su madre.

-Law, este es Eustass Kid, acaba de llegar al centro –presentó, haciendo un gesto hacia el pelirrojo-. Kid, este es Trafalgar Law, compartirás habitación con él durante tu estancia aquí.

Trafalgar Law esbozó una sonrisa bastante perturbadora y volvió a mirar a Kid.

-Un placer, Eustass-ya. Espero de verdad que dures más que el último –dijo en un falso tono cordial, sin hacer ademán de ir a darle la mano ni nada.

Kid pudo ver, por el rabillo del ojo, que su madre iba a decir una gilipollez incluso antes de que abriera la boca.

-No quiero que mi hijo comparta habitación con este chico.

Kid resistió, a duras penas, el impulso de llevarse una mano a la cara.

-¿Y eso? –Preguntó Robin educadamente y algo extrañada, pero Kid notó que su expresión se había vuelto más fría.

-Kid es un buen chico, solo está pasando por una mala época, no quiero que se relacione con drogadictos. Y esos tatuajes… -dijo su madre, como si aquellos fueran unos argumentos muy convincentes, y dejó la frase sin acabar.

Robin fue a responder algo, pero, para sorpresa de Kid, Law se le adelantó.

-Señora, le aseguro que mi estancia aquí no tiene nada que ver con las drogas. –A pesar de la aparente educación de sus palabras, Kid tuvo la sensación de que el moreno acababa de llamar a su madre estúpida en varios idiomas.

Ella no pareció enterarse.

-¿Ah, no? ¿Y entonces por qué estás aquí? –Preguntó ella, mirándolo de arriba abajo. A Kid no le sorprendía que su madre hubiese sumado las ojeras, los pendientes y los tatuajes y hubiese sacado como conclusión “drogas”, después de todo aquello era a lo que siempre echaba las culpas de los problemas de los jóvenes.

Trafalgar Law esbozó otra sonrisa torcida y Kid apenas tuvo tiempo de fijarse en la expresión entre resignada y divertida de Robin antes de que dijera:

-Dicen que tengo alucinaciones.

Kid no pudo evitarlo, la expresión de completo shock y horror de su madre era demasiado, y a la que se quiso dar cuenta había estallado en estruendosas carcajadas, convirtiéndose en el centro de atención de los presentes.

-¡Me gusta este tío! –Exclamó entre risas, para mayor horror de su madre, y se puso en pie.

-Pero, Kid –empezó la mujer, pero él la interrumpió.

-Olvídalo, mamá, soy mayor de edad, no tienes ni voz ni voto en esto. –Entonces miró a Robin-. ¿Hemos acabado con la mierda de papeleo?

Ella sonrió.

-Si me echas una firmita aquí… -dijo, haciendo un gesto con la mano hacia el último documento que se había quedado por firmar en la mesa.

-Genial. – Kid cogió el bolígrafo y, agachándose, garabateó su firma a toda prisa y volvió a incorporarse. Estiró los brazos por encima de la cabeza, desperezándose, y se giró a mirar a su nuevo compañero de cuarto para los próximos seis meses-. ¿Cuándo nos dan de comer por aquí? Estoy muerto de hambre –preguntó, abriendo la puerta del despacho y saliendo, seguido por el moreno.

Sin perder la sonrisa, Law preguntó:

-¿Qué te hace pensar que nos dan de comer?

Kid se detuvo, su compañero imitándolo, y aprovechó el comentario para volver a recorrer su cuerpo con la mirada descaradamente.

-Aunque lo delgado que estás apoya esa posibilidad, te veo en demasiado buena forma para ser un muerto de hambre.

La sonrisa de Law se transformó de ligeramente torcida a algo diferente, algo que podría catalogarse casi de juguetón.

-¿Quieres comprobar cuan en forma estoy, Eustass-ya?

-¿Eso es una invitación? –Preguntó Kid, sonriendo como un depredador frente a su presa, y dio un paso hacia él.

Law abrió la boca para responder, y en ese momento lo que parecía ser un tornado pasó a toda prisa entre ellos.

-¿Pero qué…? –Comenzó Kid, solo para ser interrumpido por otro de esos “tornados”.

-¡ESPERA, LUFFY! –Gritó el segundo antes de desaparecer por una esquina.

Law suspiró.

-Esos dos… Vaya forma de cargarse el ambiente –se quejó.

-¿Quién coño eran esos? –Exigió saber Kid, cabreado por haber perdido una oportunidad tan buena como aquella.

-El primero, que a juzgar por la dirección iba al comedor, es Monkey D. Luffy, y el segundo es su hermano mayor, Portgas D. Ace. No residen aquí, por así decirlo, pero pasan gran parte de su tiempo en el centro. Si vas a relacionarte conmigo los verás mucho.

-¿Amigos tuyos? –Preguntó Kid, no muy seguro de cómo lidiar con lo que le habían parecido dos enormes bolas de energía.

Law sonrió.

-Sí, pero no te preocupes, ellos son los más raros del grupo.

Kid sintió un escalofrío bajarle por la espalda.

¿En qué clase de manicomio lo habían metido?

Continuará

Notas finales:

Bueno, ¿qué os parece el principio? :D


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