Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

unstable-enjoyment.com ~ Reset por JHS_LCFR

[Reviews - 239]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

No lo puedo creer!

Tanto entusiasmo tienen que me convencieron! :D Aquí la CUARTA PARTE de la serie unstable-enjoyment.com

Disfruten!

PD: unstable-enjoyment.com NO EXISTE, así como sus personajes no son creaciones mías.

Notas del capitulo:

Ya leyeron la actualización de L.O.V.E (Life's Only Valuable Emotion)? ^^ Es un fic que hago en conjunto con WannaBeMaBoy , por favor dénle una oportunidad! :D

 

-¡Corten!

Los camarógrafos obedecieron, los guionistas y directores corrieron a las computadoras a revisar las escenas y los actores se separaron el uno del otro; nosotros esperamos sentados en una esquina, varios habíamos estado inactivos durante un largo período de tiempo y era hora de volver, como los comebacks de las bandas de ídolos, pero en este mundo sucio y depravado conocido como pornografía. Filmografía obscena, asquerosa. Pero que me daba de comer y me ayudaba a pagar la luz, gas y agua de mi casa.

-Wow—suspiró Kai—Creo que se pasó un poco, ¿Lo vieron?—preguntó, girándose hacia mí.

-Sí, lo hizo trizas—Tao se mordió el labio, pensativo—Pero escuché que se lo hicieron a propósito, porque quiso escaparse. Pobrecito, aún no sabe…

-Hablando de escaparse, ¿El otro nuevo, cómo lo tienes?

-Está llorando en el baño, tomará unas pastillas y volverá a grabar—respondió secamente—Ya le dije que no sirve de nada protestar o intentar huir. Pero no me escucha.

-¡¡BH,BH dije!!—gritaron de repente.

-Ése. Ése es él—agregó el morocho, asentimos.

Lo vimos salir del baño temblando y con la cara empapada en lágrimas; era uno de los más flacos, pues de castigo no le daban comida, su voz se encontraba rota de tanto gritar y suplicar que lo soltaran, que a cambio prometía no decir nada y todas esas tonterías que todos nosotros alguna vez hicimos. Bueno, salvo Kai. Kai es un caso aparte.

-¡Siéntate ahí!—le ordenaron.

La silla de consultorio de dentista estaba cubierta con una cuerina negra, había esposas en los apoyabrazos y rápidamente agarraron entre tres a Baekhyun, tapándole la boca y los ojos, ahogando sus gritos desesperados contra la cinta adhesiva plateada. Cuando sacaron las pinzas y los vibradores, Kai se tapó la boca y yo levanté las cejas: a ése también le harían trizas, pero de otra forma. Miré a un costado, viendo al que recién terminaba de filmar sentado sobre sus piernas, encorvado y con las manos hundidas en las partes internas de sus muslos, siseando de dolor.

Había llegado hacía dos semanas, supuestamente se había ofrecido a un solo video sexual a cambio de dinero que necesitaba para quién sabe qué, lo que calculó mal fue que lo soltarían después de filmar y lo retuvieron en el piso desde entonces, aunque ya se estaba hablando de mandarlo con Tao o conmigo, que vivía solo desde que Lay, Chen y Xiumin (cuyos nombres hasta el día de hoy desconozco) se habían fugado la primera noche.

Me molieron tanto a palos por haberlos ayudado, recordé casi sonriente.

¿Qué mierda me frenó y me obligó a no escaparme con ellos? ¿El miedo a que me encuentren? Por lo menos esa explicación hizo que me ahorrase un par de zapatazos.

Con la mirada aún perdida en el chico nuevo (que tensaba la mandíbula mientras se frotaba suavemente el interior de las piernas), torcí la boca y me levanté, dispuesto a hablarle.

-¿Te duele?—pregunté, agachándome para verle.

Pareció avecinar cada uno de mis pasos, encogiéndose en sí mismo una vez que estuve a su altura. En el segundo que toqué su hombro, se alejó bruscamente. Me temía, temía todo lo que se hallaba a su alrededor. Y le entendía, porque todos actuamos como él una vez pisamos ese sucio departamento.

-Tranquilo, soy como tú—le expliqué—¿Te arde, sientes picazón?—negó con la cabeza, sus cabellos rubios cayendo sobre sus ojos, tapándole la verdadera expresión del rostro—Permiso, déjame ver—susurré, tomándole de las rodillas.

-A…ay…

Fue un quejido leve, me quedé bastante sorprendido al ver pequeñas manchas rojas entre sus piernas y ensuciándole la parte baja de su masculinidad. Cualquiera se asquearía de lo que hice, pero yo también carecía de ropas allí y vernos como habíamos venido al mundo ya era algo muy común, quizás demasiado.

-Wow, en serio se les fue la mano—sopesé, buscándole los ojos—Si quieres, puedo pedirles que te den algo para el dolor—negó una vez más—¿Estás seguro? Eso no se ve bien…

Uno de los guionistas apareció rápidamente a nuestro lado, tomándole del antebrazo con brusquedad, obligándole a levantarse.

-Te toca en el baño, sólo faltas tú—le ordenó.

Dejándose arrastrar, pude ver sus ojos apagados buscar el baño, lamiéndose los labios. Me incliné levemente hacia atrás, sorprendido:

¿Qué fue eso?

¿Le gustaba la idea? ¿Cómo podía…? Sacudí la cabeza, a nadie le podía gustar eso. Ni siquiera a Kai, que había terminado en el Departamento voluntariamente y ahora debía estar complaciendo al señor Soo Man en su oficina, agachado bajo el escritorio y entre sus piernas, guardándose su lugar en el piso como todo niño obediente.

Quizás teme oponerse, sabe que le van a pegar, sabe que no le darán de comer; Baekhyun es el vivo ejemplo y la clara definición de lo que pasa cuando rompes las reglas.

Aparte estaba de buen humor ese día y como aún no me tocaba grabar…

-Alto—dije, parándome—Me ofrezco yo en su lugar; a él lo lastimaron.

-¿Cómo?—giró la cabeza al nuevo—A ver, ¿Adónde?—espetó; viendo la sangre chorrear por sus piernas, carcajeó—Aigoo, espero que eso haya salido en el video.

Fruncí el ceño: no era gracioso, en absoluto; el pobre chico terminaría con puntos y este tonto riéndose a viva voz, caramba.

-¿Vamos?—insistí.

Antes de marcharme, me iré y le guiñé un ojo al pobrecito.

Estaba de buen humor, como dije, y hacía rato que no tenía relaciones.

 

 

-Luhan, te bucan.

-Voy. ¿Pero quién?

Jongin no respondió y se puso rápidamente una camiseta negra enorme y unos bóxer azules que había encontrado por ahí: casi nunca volvíamos con la ropa con la que llegábamos; y Kai no quería ensuciar el uniforme de su colegio. Yo, por suerte, había aprendido a poner todas mis prendas atrás del sillón, inodoro o lo que hubiera en escena mientras filmaba, asegurando que nadie me robara o se llevara mis pantalones al terminar.

-¿Vas a caminar por la calle en calzoncillos?—pregunté, entretenido—Te pueden meter preso.

-Le haré una mamada al oficial y me soltarán, vas a ver.

-¿Y si es casado y con hijos?

-Todos queremos que nos mimen—sonrió torcidamente—Sea hombre o mujer, cuando hay ganas…hay ganas.

Tao no tardó en despedirse y marcharse con un traumado Baekhyun, aferrado al borde de la remera del morocho. Técnicamente solo (los “guardaespaldas” me miraban desde el pasillo, presionando para que me fuera directo a casa), me subí el cierre del jean y fui al baño para lavarme la cara y, de paso, sacarme la sensación pegajosa de la boca y el mentón.

Abrí el grifo y el agua helada golpeó contra mis palmas, picando. Congelándome la cara y cerrando los ojos con fuerza, me froté la frente, el mentón, los pómulos y los labios (sobre todo los labios), hice un buche tres veces, añadí un par de gárgaras y escupí; un ruido conocido pero silencioso me alertó: miré a la puerta del cubículo de donde venía.

Volvió a sonar, con un tinte doloroso y de vergüenza.

Eran gemidos. Gemidos…raros, porque…me estaban gustando.

Caminé temerosamente hasta la puertita grisácea y golpeé, Dios y mi torpeza sabrán por qué.

-¿H…hay alguien ahí?—¿Quién pregunta eso? Aish—D-digo… ¿Está ocupado?—No, tampoco ayuda.

-N…no…no entres—bufaron del otro lado, el matiz de placer incómodo pero por ende más exquisito me erizó los cabellos, cosa que no sucedía hace tiempo. Rocé el picaporte, quería entrar, quería saber, conocer quién era el responsable de alterarme así.

El “clack” de la cerradura dejándome entrar apenas fue audible, habré tardado treinta segundos en empujar la chapa gris con la punta de los dedos y descubrir….descubrirlo a él. A él, sentado en el piso, espalda contra el retrete y piernas abiertas a más no poder; a él, con la cabeza hacia atrás y el flequillo mojado pegado a su frente, ojos fuertemente cerrados y dientes sobre su labio inferior; a él, con su garganta liberando caricias guturales a mis oídos, bufando humillado pero ansiando más; a él, no notando mi presencia y bombeándose con fuerza. Fue descubrirme a mí también, agachándome hacia delante; a mí, ansiando reemplazar sus manos con las mías; a mí, respirando con dificultad; a mí, ignorando las lágrimas que caían mudamente por sus ojos y adornaban sus pómulos rosados por el bochorno y el dolor.

Sí, el dolor; ahora comprendía…todos pasábamos por lo mismo: Una vez te daban los medicamentos para quela escena durara más, la reacción física quedaba durante largo rato, desde media hora hasta una hora y media de más, desesperándote por acabar con ese dolor palpitante entre tus piernas, enervándote que siguieras sudando o estimulándote a cada segundo por todo y nada a la vez, destrozándote por dentro la idea de que ya ni siquiera tú eras poseedor de tu propio cuerpo y sus estímulos.

No le gusta lo que le está pasando.

-P…puedo… - abrió los ojos, ahogando un grito—Tranquilo. Entiendo por lo que estás…eh…puedo…ayudarte.

No hubo un brillo en sus ojos a modo de respuesta ni nada parecido; sin embargo, un color más claro pareció adornar sus orbes, como retomando vida a medida que le hablaba.

-Será mejor que…emh—señalé su miembro erecto y rojizo, venas latiendo con fulgor—Te bañes con agua fría en tu casa y pienses en cosas que no te estimulen—torcí la boca, mal consejo, ¿Qué te está pasando?—O puedes bañarte con agua caliente y…terminar con eso de una vez; pero dolerá luego, te queda una especie de ardor, casi como si estuviera paspado—confesé; te la sobaban tantas veces en el día que a la noche parecía dormir en carne viva.

Las comisuras de sus labios temblaron levemente, ¿Acababa de reírse; pretendió hacerlo pero no pudo? Un repentino rubor me acaloró el rostro, carraspeé y me levanté, tendiéndole un mano.

-Ven, te acompaño hasta tu hogar, por si te mareas o algo—los efectos de las drogas y las píldoras podían ser poderosos.

Miró mi mano, pensativo, antes de aceptar e impulsarse con ella, quejándose en el proceso.

-Ah, sí…tus…piernas—tartamudeé, incómodo: no iba a decirle “oh, tu entrada rota” o “ah, claro, el agujero que te dejaron, debe doler”—Pasaremos por una farmacia y te compraremos algo de paso. ¿Te parece?

Asintió lentamente, casi inseguro, por lo visto no le gustaba hablar mucho. Le vi lamerse los labios otra vez, generándome un leve agitar en el pecho. Cuando le pregunté sobre su ropa, tres palabras salieron débilmente, esfumándose con un deje de tristeza y derrota en el aire.

-Me la robaron.

-¿Cómo?

-No me la quieren dar.

-Oh…veo. Bueno, em…

-¡¡Han!!—me giré hacia uno de los guardias del pasillo, aparentemente harto de esperarnos—El chico se queda en tu casa, órdenes de Soo Man-ssi. Ya sabes qué hacer—pegó su nariz contra la mía—Y dijo, textualmente: “ni se te ocurra cometer el error de la última vez”.

-S…sí, señor. Prometo no hacerlo. Por cierto… - señalé al nuevo—No tiene ropa.

-Préstale tu campera, con eso debería ser suficiente.

Tuve que prestarle unos pantalones extra que llevaba en caso de que a alguien, en efecto, le incautaran las prendas; se vistió con sumo cuidado y torpeza, cuidándose de no abrir demasiado las piernas para no empeorar su malestar.

Bajamos hasta el piso diecinueve, despidiéndonos de Minho, Taemin, HyunA y los demás, cuando entramos al ascensor fui explicándose la historia a mi compañero, a mi nuevo “compañero de habitación”: que el sistema estaba desde hacía siete u ocho años, que varios habían empezado aquí voluntariamente pero luego se escapaban, y fue ahí que se decidió trabajar con todo el piso número veinte, para retener a los nuevos chicos (razón por la cual el botón “20” del elevador había sido arrancado y encintado), que nadie más sabía de la utilidad del último piso porque en el piso diecinueve y dieciocho vivían el dueño y sus socios, Lee Soo Man, un tipo chino cuyo nombre desconocía y más, que yo había llegado a parar allí voluntariamente pues necesitaba el dinero para costear mis estudios, que terminé abandonando porque no me dejaban en paz me perseguían y me retenían por miedo a que me fuera, que era “de los más viejos actores” y que, cualquier duda, me preguntara y lo ayudaría gustoso, que lo mínimo que debíamos hacer era ayudarnos entre nosotros.

Obviamente que su respuesta fue el más mudo vacío de palabras y expresiones, sus ojos admirando los botones y nuestro reflejo en las paredes metalizadas y brillosas, cegadoras como la inerte luz que nos alumbraba desde el techo en el pequeño elevador donde, con suerte, entraban tres personas apretujadas una contra otra. Cuando las puertas se abrieron frente a nosotros, corrí las rejas y salimos al hall, donde nunca había recepcionista que, obviamente, era cómplice de nuestro secreto.

-Mi casa queda aquí a tres cuadras, ¿Quieres bañarte y luego ir a comprar a la farmacia o al revés?—muerto de frío y tiritando, resopló; como si eso pudiera darme la respuesta—Bueno, primero casa entonces; necesitas una ducha, no sea cosa que te enfermes.

Caminaba a paso vivo y tirando con sus manos dentro de los bolsillos hacia abajo, tapándose el creciente bulto del cual no podía despegar los ojos. Cuando noté que hacía diez segundos no parpadeaba por apreciar la tela apretada y seguramente incómoda, levanté la cabeza, colorado y empecé a toser, buscando algo más con lo que dispersarme. Mirando en alto en lo posible, le indiqué donde doblar y dónde cruzar hasta que llegamos.

-Es aquí—anuncié, encogiéndome de hombros—No es la gran cosa, pero vivirás cómodo, te lo aseguro.

Cruzamos el umbral y abrimos la puerta, oculta entre dos enormes casas y con un interminable pasillo de entrada hasta dar con la cocina-comedor, con cuatro sillas alrededor de la mesa, tres de las cuales hacía ya rato que estaban de sobra.

-Siéntate, iré a prepararte la bañera—y antes de que desapareciera tras la arcada que separaba el baño y las habitación de la cocina, le oí hablar otra vez, recordando cómo sonaba su voz.

-No puedo.

-¿Cómo que no…? Oh. Ay, lo siento.

-¿El baño?

-Ah, sí, aquí, sígueme—la bañera era pequeña pero con los pocos sueldos que había logrado rescatar tras arduas peleas con Soo Man, tenía chorros de agua localizados en esos sectores molestos o constantemente tensos, dándole un efecto mucho más relajante al baño de inmersión—Linda, ¿No? Y espera a probar la ducha con correa, ¿La usaste? Puedes sacarle de esta trabita y usarla como…

Un peso muerto chocó contra mi espalda, incrustándome el borde de la bañera en el estómago. Suspiré roncamente, sorprendido por el dolor y me giré como pude, encontrando al chico adormecido, desmayado sobre mi cuerpo. Sudaba mares y no se movía en absoluto, debía estar exhausto. Se me partió el corazón, poniéndome en su lugar: de buenas a primeras terminas viviendo con un extraño que habla encantos sobre su bañera, su BAÑERA, como si fuera lo más grandioso del mundo. Pero es que lo era, porque sinceramente, no tenía nada más que eso, no tenía algo más relevante que una bañadera con chorritos precisos y tranquilizadores.

Acunándolo en mis brazos como pude,  lo senté en el retrete (con la tapa alta), le bajé cuidadosamente los pantalones (no llevaba ropa interior) y abrí el grifo del lavamanos, mojándome con agua tibia. Lavé sus piernas manchadas con rojo, frotando suavemente bajo su hombría y cerca de la entrada, hundiendo la mano. No era la primera vez que lo hacía, Chen, Xiumin y Lay vivían hiriéndose allí, y el proceso era algo rutinario donde la vergüenza terminaba desapareciendo gradualmente. Sin embargo, con él era diferente…no hablaba, no opinaba, nada, sólo se dejaba arrastrar y violar, se lamía los labios y parecía casi cubrir su rostro con una máscara gris e inmutable. Era un muerto en vida, casi; pobrecito…me daba tanta lástima, pero debió haberse negado la primera vez que lo llamaron, no estaría allí conmigo entonces.

-Ni siquiera sé tu nombre—suspiré, acariciando sus piernas con mi mano húmeda.

-Junmyeon –suspiró de pronto, asustándome—Junmyeon…

¿Junmyeon? ¿Así se llamaba, me habría escuchado? Lo solté, tardando en secarle.

Cargándolo hasta el cuarto, lo arropé en mi colchón y le robé un par de frazadas para irme a dormir al colchón.

“Junmyeon”...

Sonreí.

“Buen día, Junmyeon-ah”.

“¿Cómo dormiste?”

 

Notas finales:

Medio cortito, lo sé...

PD: no se confundan con el "Junmyeon" ;)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).