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Estrellas Artificiales [Oneshot / EXO - HunHan] por Soralue

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Notas del fanfic:

Título original: Estrelas Artificiais {link}
Autora: ~Magnition
Traducción español del portugués: @XOXOT12 / deernicorn
Revisión: kimjoonmyeon
Pareja: Sehun - Luhan // HunHan 
Rating: PG–17

[Más fanfics en: deernicorn ]

ESTRELLAS ARTIFICIALES

El intercambio de sonrisas, los abrazos cálidos, las promesas dichas en voz baja y la alegría compartida lo ponían enfermo. Era una vieja tradición el ser obligatoriamente feliz en el último día del año, algo que él despreciaba con cada célula de su cuerpo joven (con alma de viejo malhumorado) y hermoso. Todos esos deseos para un año próspero, la esperanza que se transmitía a través de los ojos de los optimistas y la costumbre de llevar ropa blanca no pasaba de la más pura falsedad; en su opinión, por supuesto. No le gustaba el ambiente agradable que se veía obligado a soportar, aunque no es que en los otros 364 días del año no fuera así; él siempre se veía obligado a soportar muchas cosas.


Cuando se es un joven jodido (no en el sentido literal, por favor) de veinticinco años, soltero y con un sueldo que apenas da para pagar las facturas, sonreír durante las veinticuatro horas del día era, desde luego, un suplicio. Especialmente para alguien que nunca había sabido ocultar bien sus emociones, que se limitaba a esbozar una sonrisa falsa a su jefe y a dirigir miradas cansadas al resto de millones de habitantes del planeta, algo que cualquiera atribuiría a alguien con muy mala suerte en la vida. El problema era que en realidad él nunca sonreía; la gente tenía miedo de acercarse a él porque podían recibir, como mínimo, un mordisco.

Ya en la escuela primaria era un antisocial y no se relacionaba de ninguna forma con el resto de niños. También fue un antisocial durante la adolescencia, en la que lo acompañó la etiqueta de «extraño, arrogante y delicioso». Sí, delicioso. Porque a pesar de su semblante serio, propio de quien está dispuesto a matar a alguien, su belleza era innegable. Casi aristocrática, gracias a su nariz puntiaguda y su aire de superioridad. Tenía (y aún tiene) mucho éxito y arrancaba suspiros por donde pasaba, algo que él sólo agradecía en el momento en que necesitaba aliviar su cuerpo de las tensiones del día a día, que se transformaban en el apetito sexual de un verdadero depredador.

¿Y la universidad? La época más aburrida de toda su vida. Porque durante la adolescencia todo le parecía nuevo, excitante, prohibido y emocionante, y eso fue algo que se acabó al llegar a la universidad. Aunque algunos todavía llevasen el ritmo frenético de las fiestas interminables y el «goce», él ya no encajaba en aquel perfil. Adoptó una imagen seria que meses después haría que sus compañeros de facultad le llamasen «el aburrido de primero», pero que se había follado a casi todas las chicas de su clase. Es decir, a las que eran guapas.

Y a algunos chicos también.

Por lo menos había un aspecto positivo en su apariencia despreocupada del mundo, y es que tampoco le importaban los prejuicios, las normas y las etiquetas que la sociedad intentaba imponer. Su única meta era lograr el éxito en su carrera. Se centró exclusivamente en los estudios durante años, y en vez de recoger los frutos de su esfuerzo, acabó siendo aún más insoportable por culpa de su frustración profesional. No tenía ningún amigo en el trabajo, su único amigo era su escandaloso vecino, que prácticamente forzó una amistad entre ambos (Kai no era nada discreto) y de rebote también se ganó la amistad del novio del «amigo», un adicto a los videojuegos aún más extraño que él, Kyungsoo.

Pronto completaría dos años en la misma empresa, tras recibir un mísero ascenso después de haber sido incapaz de controlarse y haber opinado en una situación grave que estaban pasando. Su jefe acabó aceptando su idea, y la producción prácticamente se había duplicado tras haber adoptado las medidas pertinentes. El hombre era un viejo sonriente, pero serio y muy profesional. No era un mal jefe, pero el joven ansiaba una oportunidad mejor; quería crecer en su trabajo, ser reconocido y valorado por sus propios méritos, sin tener que adular a nadie. Y eso era algo que acababa perjudicándole. Nunca recordaban su nombre porque se dedicaba sólo a desempeñar sus funciones, sin relacionarse con los demás profesionales de la empresa.

No entendía el motivo por el que se valoraban tanto los lazos interpersonales en un ambiente de trabajo. La secretaria del presidente era la madrina del hijo de la responsable de recursos humanos, quien a su vez estaba casada con el gerente de exportaciones, quien por cierto era hijo del antiguo ejecutivo de ventas. Quien en realidad era... Ah, ni siquiera sabía quién era aquel sujeto extremadamente sonriente y alto. Chan... Chan-alguna-cosa, quien estaba saliendo en secreto con uno de los hijos del director gerente, un chico pequeño para su edad que empezaba a seguir los pasos de su padre. Hasta él pensaba que Baekhyun era mono.

¿Y él? Él no hablaba con nadie más allá de lo estrictamente necesario. Llegaba siempre a la misma hora y salía después del horario estipulado en su contrato; vivía haciendo horas extras para mantener su trabajo impecable. Era prácticamente un gerente de producción. Todo el trabajo «pesado» recaía en él, porque el ingeniero de producción era un holgazán que lo llenaba de trabajo hasta que sus neuronas se achicharraban, y como el orgullo siempre había sido una de sus principales cualidades, lo hacía todo sin rechistar.

Pero la verdadera causa de su descontento en el trabajo se paseaba por el salón en aquel momento, repartiendo sonrisas entre todos sus compañeros presentes, en la majestuosa fiesta que el presidente celebraba para todos sus empleados, desde los cargos más altos hasta los trabajadores que de verdad mantenían a la empresa en pie en el sector de la alimentación. Era rubio, pequeño, delgado e irritante de tan simpático que era. Lo observó mientras bebía una bebida cualquiera; el local de la fiesta era una de las mansiones de la familia Byun, dispuesta exclusivamente para la entrada en el nuevo año.

Todo ostentaba lujo y buen gusto, y la decoración se basaba en tonos blancos, plateados y dorados. Al menos tenía que admitir que el ambiente era agradable. El área que rodeaba el edificio era un jardín arbolado exquisitamente diseñado, y una fuente relucía en la entrada de la mansión. El inmenso salón había sido transformado en una pista de baile, con las mesas y las sillas alrededor de los invitados; la comida se servía a voluntad y todos parecían estar divirtiéndose y brindaban todo el rato. A excepción de él, a quien se le revolvía el estómago con tanta exageración de felicidad. La mayoría de los allí presentes sólo querían sacar tajada del presidente.

Él simplemente no tenía ningún sitio mejor al que ir y le daba pereza cocinar algo para cenar, ya que vivía solo. Así que, como última opción, se puso un traje cualquiera, cogió las llaves y salió de su casa en pleno invierno, justamente para ver a quien menos deseaba soportar aquella noche.

Luhan.

A quien observaba disimuladamente. No era que el chico provocase fascinación alguna en él, simplemente se preguntaba cómo podía ser inmune al «niño mimado» de todos sus compañeros de sector. En apenas cuatro meses como trabajador en prácticas, había conseguido incluso llamar la atención de los más poderosos allí dentro. Era el mimado de todas las mujeres e incluso de algunos hombres, quienes veían en el muchacho toda la juventud que un día habían tenido. ¿Juventud? El rubio era dos años mayor que él y ocupaba el cargo de un «todo lo hace», desde pagar cuentas en el banco hasta el verdadero propósito de su período de prácticas, que era participar en los procesos de toda la producción; es decir, tenía que pasar mucho tiempo cerca de él.

— ¡Sehun! —lo escuchó decir su nombre de una forma irritante y alegre. Reconocería aquella voz forzada en cualquier parte del mundo.

— Deberías dirigirte a mí con más formalidades —le advirtió, volviendo a beber del líquido, que contenía algo de alcohol—. ¿Qué quieres? —preguntó con sequedad.

Por supuesto, él siempre tan dulce...

— ¡Pero soy mayor que tú! Soy tu hyung —en sus labios se formó un pequeño mohín—. Puede que sea chino, pero entiendo perfectamente las costumbres coreanas —explicó, colocándose al lado del tipo más aburrido que conocía.

Aburrido y extremadamente irresistible.

— Quería hacerte compañía. Llevas aquí parado como una momia vieja desde hace horas —gesticuló infantilmente, lo que no fue suficiente para llamar la atención de su interlocutor—. ¿No quieres bailar? —ofreció.

— No.

— ¿Beber algo? —insistió.

— Ya estoy bebiendo —replicó Sehun, enseñándole la copa que sostenía en la mano.

— ¿Charlar lejos de tanto ruido? —sí, lo intentaría todo.

— No, ya hemos hablado demasiado por una noche —lo cortó, jurándose que sería la última vez antes de espetarle un «que te follen».

Cosa que Luhan adoraría.

El semblante serio, el mal humor diario, las respuestas cortantes que Sehun siempre le daba... Todo dejaba al rubio aún más encantado. Adoraba llamar la atención del más joven, aunque fuese irritándolo de todas las formas posibles para lograr tal proeza. Lo máximo que recibía siempre era un «buenos días» seco, así que la mayoría de las veces tenía que ser insistente, empalagoso y extremadamente dulce con Sehun. Sabía que lo odiaba, pero prefería aquello mil veces a la indiferencia, porque de una forma o de otra siempre acababa atrayendo esa mirada que tanto deseaba sobre él.

Todos estaban encantados con su trabajo en período de prácticas, hasta recibía regalos de sus noonas. La única excepción era el más joven (que no se comportaba como un tipo de 25 años), que lo único que hacía era mostrarle su desprecio. Y si Luhan provocaba tanto odio en Sehun, tenía que existir algún otro motivo más allá de la antipatía.

Justo en el último día del año, Luhan estaba dispuesto a comprobarlo.

— ¿Qué te parece entonces follarme dentro de una de estas habitaciones, donde nadie pueda oírme mientras grito pidiéndote que me la metas más adentro? —dijo con los labios casi pegados a la oreja de Sehun, abandonando por completo su careta de niño inocente.

Las palabras resonaron en los oídos del más joven como música, una melodía suave y complementamente narcótica. Rápidamente una sonrisa se dibujó en su rostro; no por la propuesta en sí, sino por lo que aquello significaba. Si antes ignoraba al novato, ahora giró el cuerpo con enorme satisfacción para mirarlo a la cara, admirando por primera vez el rostro delicado de un demonio disfrazado de ángel. Era un arrogante que se disfrazaba del ángel más puro de todo el cielo. Pero nunca había logrado engañar el agudo sexto sentido de Sehun. Él había visto la verdadera personalidad de Luhan en cada sonrisa que fácilmente dirigía al primero que pasaba.

— Por fin muestras tus verdaderas intenciones —celebró—. Siempre me he preguntado durante cuánto tiempo más podrías mantener tu teatrito de chico simpático y amigo de todos —se inclinó discretamente contra Luhan—. No vales nada, muchacho.

Sus palabras no afectaban al mayor.

— Debo de valer lo suficiente para que no seas capaz de quitarme los ojos de encima dentro de la empresa —replicó con el mismo tono afilado—. ¿Cuántas veces te has masturbado pensando en mí, eh? ¿Tanto te perturba mi presencia que llegas al punto de odiarme?

Sehun sintió ganas de echarse a reír, pero se vio sorprendido por el perfume que se desprendía de la maraña de hebras rubias. Había pasado tanto tiempo maldiciendo al novato que nunca se había parado a pensar en lo atrayente que era. Su rostro de proporciones pequeñas y delicadas, su piel clara como el satén blanco, su boca roja y su cuerpo delgado. Se prendaría fácilmente de él si no fuese por la personalidad insoportablemente alegre del menor, y nunca había disimulado lo que realmente pensaba sobre Luhan. No admitía que alguien tan radiante pudiese pisar el mismo suelo que él pisaba.

— Vaya, entonces, si sabes que te odio, ¿por qué insistes? —lo estaba sacando de sus casillas de nuevo, por milésima vez en el año—. Y no necesito masturbarme pensando en ti, tengo a quien yo quiero en todo momento —se auto-elogió, esbozando una sonrisa irónica.

— Porque todo ese odio se puede transformar en algo mucho mejor —Luhan se mordió el labio, poniéndose de puntillas para alcanzar perfectamente la oreja del más joven—. En tensión, por ejemplo —susurró, haciendo que todos los pelos del cuerpo de Sehun se erizaran—. Y claro que puedes tener a quien deseas en cualquier momento; por eso estoy aquí.

— Ubícate, muchacho... —respondió desconcertado; queriendo o no, su cuerpo había acabado reaccionando a sus provocaciones—. Dudo que tu desempeño sea tan bueno como tu labia.

Comenzaba a entrar en aquel patético juego de seducción, por simple curiosidad, ya que nunca se rendiría por media docena de palabras llenas de malicia. ¿Follar en la fiesta de fin de año de la empresa? ¿Con aquel maldito novato? Ni en sueños. Sólo quería jugar y dar falsas esperanzas al rubio, quien no mostraba el menor recelo en prácticamente restregar su cuerpo contra el suyo. Donde estaban, cualquiera podría verlos.

— Soy yo quien duda de ti, Sehun —se rió mientras se apartaba, listo para darle la espalda y dejar solo a aquel aburrido—. Fijo que no sabes dar placer ni a una muchachita virgen. Esa cara de amargado que tienes debe de ser por algún trauma que has cogido por no fornicar con nadie.

Si hasta entonces todo aquello le había parecido divertido, ahora Sehun se sentía ofendido por las provocaciones de Luhan. No permitiría que lo dejase así, con la palabra en la boca. Lo agarró del brazo y tiró de él con toda su fuerza hasta la primera puerta que encontró. Sin el menor cuidado, Sehun empujó al joven dentro de la habitación, que resultó ser un cuarto de baño. Se aseguró de que quedaban encerrados tras girar la llave en la cerradura, y aplastó a Luhan con fuerza contra el mueble de madera, fusilándolo con la mirada pero queriendo hacer con él exactamente lo que su «rival» le había propuesto.

Se lo follaría tan salvajemente que no podría volver a caminar hasta 2014.

No obstante, aquello no intimidó a Luhan en lo más mínimo.

— Ummmm.... —gimió, mientras se meneaba y frotaba las caderas contra quien lo aprisionaba—. Veo que has decidido tomar medidas.

— ¡Cállate la boca! —exigió, aún pensando en qué hacer—. ¡Alguien nos puede oír!

— Me encantaría, así no nos molestan —sonrió, pegando su frente a la del gerente de producción—. ¿Por qué no me callas tú mismo, eh? ¿No sabes bes...?

No acabó la frase.

Sehun sabía besar... ¡Y vaya si sabía!

Por mucho que el momento exigiese algo bruto y sin el menor atisbo de afecto, el beso fue lento, envolvente e intenso. Muy intenso. Más intenso de lo que el cerebro de Luhan podía procesar. Ni siquiera era capaz de corresponderle, porque Sehun lo dominaba completamente, actuando de la forma más natural. Primero presionando sus labios, explorando poco a poco, como si pidiese permiso para poder profundizar el contacto. El beso parecía una caricia de tan sutil que era, pero las manos del mayor contrastaban por completo con aquella sutileza.

Éstas se introdujeron dentro de la camisa blanca que llevaba, rozando su piel y descubriendo cómo Luhan se estremecía fácilmente con sus roces. Sehun deslizó sus manos hasta la espalda de Luhan, marcando su piel con las yemas de los dedos y arañándolo para que el dominado se entregase. Eran atrevidas, porque subían cada vez más, y descubrían todas las partes del delgado cuerpo hasta llegar a un punto en que fue necesario librarse del tejido que impedía la exploración minuciosa que éstas hacían. Estaba frío, y el rubio usaba un abrigo pesado sobre una camisa más ligera. Fue el único momento en que dejaron de besarse, porque Luhan no aguantó mucho tiempo lejos de aquellos labios exigentes. Él fue quien tomó la iniciativa del segundo beso de la noche.

Era su turno de demostrar que no estaba jugando con su supervisor. Sin más dilación, hundió sus dedos en el cabello pulcramente peinado, revolviéndole el pelo porque necesitaba tirar de él como fuese. Luhan sonrió entre el beso cuando lo consiguió y recibió un gemido de dolor como respuesta, prácticamente imponiendo su lengua contra la del más joven, llenando su boca con la saliva ajena. Era caliente, húmeda y hacía que el beso chasquease de tan delicioso que estaba siendo saborear al último tipo con el que se imaginaría en una situación como aquella.

Mentira.

Siempre se imaginaba con Sehun en situaciones peores que aquella.

— Yo... ¡Ah...! —gimió cuando su cuerpo pasó a ser provocado en la región más íntima—. Me encantaba acabar mi jornada temprano... —reveló.

Sehun se apartó del beso brevemente, pasando ahora a rozar con la lengua el inmaculado cuello, que suplicaba un poco de atención. Tras dejar la región marcada con sus dientes, Sehun logró murmurar un «¿Por qué?»

— Porque así podía quedarme e imaginarte follándome —No tenía ni una pizca de vergüenza en decir aquello—. Imaginar tu polla llenándome por completo.

Todas aquellas obscenidades excitaban al más joven. El resultado era perceptible bajo sus pantalones, y era cuestión de honor presionar su erección contra el muslo del novato, para demostrarle que no lo decepcionaría en ningún momento.

— Si fuera por mí, tu cuerpo nunca más aceptará a otro hombre —respondió Sehun, agarrándolo por las firmes nalgas para levantarlo en volandas y hacerlo sentar sobre el mueble del lavabo—. Nunca te sentirás completo si otro tipo te folla, suplicarás que sea yo en vez de él...

— Hazme suplicar ahora... —su pecho subía y bajaba, y ya casi ni recordaba cómo respirar normalmente—. Hazme implorar que sólo seas tú...

Una petición así no podía ser rechazada.

La piel de Luhan era tan suave como aparentaba, y casi se derretía cuando los labios de Sehun la tocaban. Éste comenzó primero con ligeros besos en las mejillas coloradas y en el cuello ya marcado. Aunque suaves, los roces eran apresurados. Su piel ya comenzaba a arder, y el rubio se sentía cada vez más incómodo por la presión que su erección ejercía contra sus pantalones. Estaba completamente excitado tras unos míseros besos y roces, mientras Sehun seguía descendiendo con aquella hábil boca por su cuerpo. Sus pezones quedaron desatendidos, ya que la lengua de Sehun pasó a milímetros de los puntos sensibles de su pecho, tan cerca que Luhan podría jurar que había visto sus suaves labios envolviendo uno de ellos.

Sehun iba a torturarlo por cada sonrisa simpática que le había dirigido, y siguió con la senda tortuosa de besos hasta llegar a la cintura del pantalón de Luhan. Dirigió una de las manos hasta el medio de las piernas que ya estaban abiertas para que su cuerpo encajase entre ellas; primero palpando cerca de la ingle, después masajeando justo donde se formaba el bulto de su erección bajo los pantalones. Sehun vio al novato ahogar un gemido, casi sintiendo dolor al hacerlo. Podía imaginar totalmente cómo se sentía, porque él se encontraba en el mismo estado. Tal vez incluso peor, porque su miembro rozaba la pierna de Luhan cada vez que éste se revolvía.

— ¿Hace cuánto que no lo haces? —preguntó con curiosidad, masajeando el miembro de Luhan como si aquello tampoco lo excitase.

— Ahhhh.... —gimió por el placer que sentía—. Maldita sea, ¿y a ti qué te importa?

— Mucho —replicó, inclinándose hasta alcanzar uno de los pezones con la boca, atrapándolo entre los dientes—. Quiero saber cuánto me vas a apretar —avisó malicioso, sin apartar los ojos del rostro ruborizado de Luhan.

— Te mueres por metérmela y sentirme por dentro, ¿eh? —trató de provocarlo, pero lo que recibió a cambio fue otro apretón en su miembro—. Ahhhh... ¡Hazlo de una vez! —dijo haciendo gala de su autocontrol para no gritar.

Prolongaría la tortura, mental y física, si no fuese arriesgado permanecer encerrados durante mucho tiempo. Sehun no era idiota y sabía que pronto notarían la ausencia de Luhan en la fiesta. Incluso el vello de su propia piel estaba erizado. A pesar de las capas de tejido que usaba, el invierno surcoreano había decidido hacer acto de presencia aquel día, e incluso podría llegar a nevar. Su fortuna era tener a alguien tan caliente entre sus brazos, gimiendo, moviendo sus caderas involuntariamente en busca de un contacto más íntimo.

Sehun abrió los pantalones del novato, bajándoselos lo suficiente para terminar lo que habían ido a hacer allí. Sería doloroso y, aunque Luhan así lo quisiera, aunque le pidiese algo más fuerte y profundo, no quería hacerle daño. Sehun descendió sus labios hasta el bóxer negro que el otro usaba, y contorneó con la lengua la forma del pene sobre el tejido. Dejaría a Luhan tan relajado que podría deslizarse dentro de él con facilidad, por eso se esforzaría al máximo para que sintiera placer. Sehun tiró un poco de la goma del bóxer para exponer el glande, humedecido ya por el líquido preseminal, y rodeó con la boca sólo aquella parte.

Era tan obsceno que Luhan temió correrse simplemente por cómo se lo estaba chupando.

El rubio cerró los ojos cuando llegó el contacto inicial. Sus músculos se tensaron de forma brutal y no encontraba cómo apoyarse bien en el mueble. Quería que Sehun lo aceptase por completo dentro de su boca, sólo así podría follársela como si le hiciese tragar su polla junto con todas las palabras groseras que siempre le espetaba. Lo maldijo mentalmente, pero con los ojos bien abiertos, manteniendo su expresión lo más firme posible mientras su pene comenzaba a hundirse dentro de la boca del moreno, hundiéndose en la húmeda cavidad y apareciendo poco después cubierto de saliva. Sin duda, estaba siendo el mejor sexo oral que había recibido en toda su vida. Conseguía sentir perfectamente los labios del más joven presionando desde la base hasta el glande.

Quería prolongar el orgasmo hasta que rayase en la locura.

— De...detente.... —pidió, casi arrepintiéndose enseguida.

Los labios del más joven estaban rojos, mojados por el líquido seminal que su pene comenzaba a soltar. Dolía tanto que sus piernas temblaban cuando saltó del mueble y se puso de pie, tirando del pantalón de Sehun para sentir también lo muy excitado que estaba. Sus manos bajaron rápidamente la cremallera para liberar la erección de Sehun de la prisión del tejido sin la menor delicadeza. Era malditamente grande en comparación con los miembros de sus anteriores amantes, y por fin podría sentir todo aquello dentro de su cuerpo. Luhan trató de palpar toda la extensión con las yemas de sus dedos, grabando en su mente la textura de cada prominencia del miembro erecto.

— Pervertido —susurró Sehun contra su boca. Comenzó a besarlo y a extender los restos de semen que quedaban en sus labios, para que Luhan apreciase su propio sabor. Era amargo, pero con los besos que llegaron a continuación volvió a sentir el sabor de la boca ajena.

Luhan no respondió. Agarró la erección firmemente con una de las manos y comenzó a tocar a Sehun como si se estuviese tocando a sí mismo, incluso sintiendo el placer del acto. Luhan mordió el labio inferior del más joven con osadía. Le parecía irracional que su cuerpo reaccionase cada vez que su pene rozaba contra el de Sehun, puesto que comparado con el del moreno, su pene no estaba recibiendo atención alguna. Pero él correspondía aquella sensación presionando con fuerza el glande del más alto con el pulgar. Al cabo de un rato se dio cuenta de que estaba húmedo por la corrida que amenazaba con venir, y vino, extendiéndose por el resto del miembro que más tarde le quitaría cualquier vestigio de cordura.

Ahora le resultaba más fácil deslizar la mano sobre él, y comenzó a acelerar sus movimientos. A cambio recibió gemidos roncos, hasta que no pudo resistirlo más y comenzó a tocarse a sí mismo y a Sehun al mismo tiempo.

— Ahhhh... Luhan... —gimió Sehun mientras pasaba sus cortas uñas por la espalda sudada, descendiendo hasta llegar a donde quería. Acabó bajándole los pantalones al rubio hasta las rodillas y le separó un poco las piernas para poder tocarle mejor la región sensible—. Date la vuelta —ordenó.

Una pequeña sonrisa adornó la cara del ángel disfrazado, que no sólo giró su cuerpo, sino que se dobló levantando las caderas para que Sehun hiciese lo que quería. Segundos después de escuchar los chasquidos de los labios del moreno, éste comenzó a chupar los dedos de su mano derecha hasta que estuvieron lo suficientemente húmedos. Luhan lo supo cuando Sehun comenzó a preparar su cuerpo. Primero con un único dedo, el principio de su dolor, aunque lentamente, sin forzar en la penetración. Enseguida el dedo índice comenzó a abrirse paso, avanzando un poco más y acentuando el dolor en un grado menos soportable, mientras Sehun lo preparaba adecuadamente para lo que vendría después.

El moreno quería matar al rubio por ser tan depravado, y mientras lo preparaba con calma recibía a cambio palabras cada vez más obscenas, llenas de lujuria e ironía. El desgraciado movía las caderas debido a sus dos dedos. Era imposible imaginar lo que haría cuando una embestida firme lo poseyese de una vez. Luhan se le estaba ofreciendo en bandeja, con un gesto tan sumiso que Sehun se sintió culpable por haberlo tratado de la peor forma posible, recriminándole todo lo que el novato hacía dentro de la empresa.

— No has querido decirme cuándo fue la última vez porque fue hace tiempo, ¿verdad? —indagó—. Estás tan apretado que casi me estás rompiendo los dedos.

El rubio decidió tomárselo como un cumplido.

— Entonces méteme algo más grande para abrirme más —provocó.

Aquella petición era una orden.

Sehun dio las gracias por llevar siempre un condón en la cartera, pero nunca pensó que lo usaría en una situación semejante. Sólo lo llevaba por precaución. Sus pantalones estaban lo suficientemente bajados para que su miembro quedase expuesto. No fue difícil extraer la cartera del bolsillo trasero y sacar de allí el preservativo, que colocó rápidamente en su pene. Estaba tan duro que se deslizó fácilmente. Por lo menos el lubricante haría las cosas más fáciles, ya que no advirtió a Luhan sobre la primera estocada. Firme, profunda y directa.

— Ahhhhh.... —gimió, arqueando la espalda y prácticamente acostándose sobre el lavabo—. Hijo de... Ah, ¡métemela más rápido! —volvió a gemir, maldiciendo a Sehun por la fuerza con la que embestía el cuerpo aún no acostumbrado. Necesitaba que el otro se moviese.

— Impaciente —dijo Sehun, casi de buen humor.

Una vez más obedeció, acercando sus manos a la cintura bien delineada de Luhan. El novato poseía un cuerpo muy hermoso. Era bonito observarlo mientras comenzaba a embestirlo repetidamente y su espalda brillaba por el sudor que perlaba su piel. Las hebras de cabello dorado se pegaban a su nuca y el masoquista se meneaba para que Sehun lo penetrase hasta el límite. Lo cual parecía inalcanzable, aunque el miembro erecto entrase casi rasgando la carne, imponiendo la fuerza exacta para que Luhan prácticamente se corriese sin que lo tocara. Y él quería correrse junto a Sehun, y prolongar el orgasmo al máximo.

Su propio pene rozaba el mármol helado del mueble cuando Sehun lo aplastaba. Aquello lo estaba volviendo loco, y necesitó empujar las caderas contra la erección del más joven para aliviar la presión que éste ejercía sobre él. La sensación de apretarlo no podría ser más deliciosa. Sentía el miembro de Sehun rompiendo la barrera de su cordura y de su cuerpo y, mientras tanto, él se ponía de puntillas para ser penetrado como a él le gustaba. Y aún habiendo deseado tanto tener una oportunidad así con Sehun, jamás podría describir lo que era sentirse completamente lleno por él.

Sehun era un hijo de puta que había nacido para follarlo.

Una vez, dos, tres, cuatro, cinco... Perdió la cuenta de cuántas veces sus estocadas daban en el punto exacto dentro del cuerpo del novato, que ahogaba los gritos como podía. Pero no pudo controlar su propio cuerpo y se curvó, casi perdiendo el punto de apoyo en el mueble. Sehun tuvo que sujetarlo con mayor firmeza por la delgada cintura, pero sus dedos resbalaban por el sudor que enfriaba su piel caliente.

— Vo... voy... —anunció el rubio, pero con una sola mano no lograba apoyarse—. Tócame —pidió. Comenzaba a temblar por la intensidad de los movimientos que Sehun imponía contra su cuerpo.

— No —Sehun le negó la petición, moviéndose cada vez más dentro de Luhan, dispuesto a alcanzar su límite—. Déjame terminar. Juro que... ummm... no te arrepentirás —susurró contra el cuello del mayor.

Por supuesto que se arrepentiría. Estaba casi corriéndose y había sido impedido. Nada podía ser mejor que aquello.

Pero lo fue.

Luhan sintió a Sehun clavándose dentro de su cuerpo mientras su espalda permanecía pegada al pecho del moreno, que estaba completamente vestido. La piel húmeda rozaba contra el tejido y Luhan casi se cayó al suelo, completamente sin fuerzas para mantenerse en pie, cuando unas manos posesivas en sus caderas forzaron aún más la penetración. Luhan cerró los ojos cuando su cuello fue nuevamente atacado por sus besos y cada chasquido de la boca de Sehun contra su piel resultaba en una embestida profunda. La última, al alcanzar exactamente su próstata, fue tan brutal que sus pies casi abandonaron el suelo y provocó que Sehun casi reventase el condón por la cantidad de semen que lo llenó.

Todos sus sentidos quedaron aturdidos cuando el miembro de Sehun abandonó su cuerpo. Luhan se tambaleó hacia la pared y apenas escuchó el sonido sordo del choque. Pero el ruido no se debía al golpe de su espalda contra los azulejos, sino a las rodillas del moreno contra el suelo del baño. Sehun estaba con la boca abierta, arrodillado frente a él, listo para envolverlo con sus suaves labios.

Apenas Sehun hubo rozado su glande con la lengua, Luhan se corrió por la simple visión que tenía ante sus ojos, y el orgasmo que llegó en un estallido recorrió su cuerpo por completo.

— Impaciente —escuchó débilmente murmurar al otro, antes de gemir pausadamente, ya que Sehun pasó a librar su pene del vestigio de cualquier gota de semen, introduciéndolo por completo en su boca y chupándolo como si le ofreciese aquella felación a los dioses.

— Tú... —jadeó, buscando la manera de normalizar su respiración—... definitivamente sabes cómo follar, bastardo —dijo, perplejo por cómo su cuerpo se había entregado.

Se encontraba en un estado deplorable, con las mejillas ardiendo por la sensación del orgasmo y notaba que todo su cuerpo estaba sensible. Pero, como si no hubiera hecho ningún esfuerzo, se subió el bóxer y los pantalones de una vez, gimiendo cuando el tejido rozó su piel. Buscó su camisa con la mirada y se sorprendió cuando Sehun se la entregó educadamente. Su rostro estaba más sereno, también colorado por el sexo, pero aparentemente parecía que hubiese acabado de llegar a la fiesta.

— ¡Mierda, la fiesta! —se regañó a sí mismo mientras se ponía la camisa y recogía el abrigo que estaba tirado en el suelo. Podría notar calor dentro del baño, pero cuando saliese el invierno volvería a castigarlo; lo cual no lo ayudaría en su plan de esfumarse. ¿Cómo había hecho una propuesta como aquella? No es que fuese un ángel, y jamás lo sería, pero proponer sexo casual tan directamente y sin la menor intimidad con Sehun había sido su última locura del año, que se despedía aquella misma noche.

Aunque repetir al año siguiente también era válido.

Acabó riéndose mentalmente de la broma ridícula, lo que despertó la curiosidad del más joven, que aún lo observaba, esperando a que el rubio dijese algo sobre lo que acababa de ocurrir. Pero lo que él no sabía era que Luhan también estaba esperando a que él dijese algo, para romper el ambiente extraño que se cernía sobre ellos. Aunque lo maldijese y lo menospreciase, cualquier palabra sería mejor que el silencio.

— ¿Te he hecho daño? —preguntó Sehun en voz baja, observando con atención el cuerpo encogido de Luhan.

— ¡No! —gritó. Enseguida se arrepintió, al darse cuenta de que alguien podría escucharlos.

Además, ¿cómo nadie se había dado cuenta de su ausencia en la fiesta? Ya casi era medianoche y... Espera, ¿Sehun había sido amable con él? ¿Estaba preocupado por él?

— Creí que ibas a hacer algún comentario irónico sobre mi «actuación» —dijo en tono despreocupado, conversando civilizadamente con Luhan—. Y...

— ¿Y...?

— Perdón por lo de antes; por decirte que no valías nada y por tratarte tan mal en la empresa —estaba siendo sincero. Más valía tarde que nunca.

El rubio quiso decir algo, pero no logró articular palabra. Apenas balanceó la cabeza varias veces, perdido en sus propios pensamientos. Siempre había sentido un enorme deseo de provocar a Sehun, y tras unas semanas, descubrió que no era más que pura tensión sexual. Se había convertido en una cuestión de honor romper el muro de hielo que el otro había construido a su alrededor. Acababa de conseguir derrumbar un trozo de la fría pared a través del sexo, el mejor de toda su vida, y estaría encantado de descubrir que existía alguien de verdad detrás de aquella fachada de indiferencia. Quería conocerlo de verdad, y estaba dispuesto a proseguir en su misión. Pero necesitaría mucho más que sexo para poder alcanzar su objetivo.

Necesitaba ser él mismo.

— Veo que puedes ser una grata compañía, Sehun —Por supuesto, era necesario mantener un poco las provocaciones.

Esperaba recibir a cambio otra respuesta cortante, pero la reacción del moreno fue más sorprendente que todo lo que había sucedido hasta entonces.

Sehun abrió la puerta y se cercioró de que el piso y el salón de la fiesta estuviesen vacíos. Los invitados sólo podían estar en un lugar. Rápidamente selló los labios del mayor con un beso, y después tiró de su brazo para conducirlo hasta el segundo piso, donde podrían ver todo el jardín y el cielo teñido de color azul oscuro, casi negro. Todos los invitados a la fiesta estaban abajo, haciendo promesas mientras el reloj marcaba exactamente la medianoche. Luhan apenas parpadeaba, aún aturdido por el suave beso que había recibido y por haber sido conducido a escondidas hasta tener la visión maravillosa del año nuevo estallando en el cielo en forma de fuegos artificiales.

Pequeños puntos de luz explotaban e iluminaban todo el cielo, como gotas brillantes que se escurrían por el firmamento hacia el suelo. Sin embargo, lo más hermoso de todo era que Sehun sonreía.
De verdad.

Sus labios se curvaron y sus ojos siempre severos estaban casi cerrados, rindiéndose al espectáculo de las estrellas artificiales.

— ¡Feliz año nuevo! —murmuró Luhan en tono alegre. Pero su voz quedó ahogada por los fuegos, que seguían explotando y esparcían su brillo por el cielo.

A pesar de no obtener una respuesta, Luhan sabía que el año que nacía tímido reservaba buenas sorpresas para él.

Y tal vez para Sehun también.

FIN


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