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El Cuartel del Metal por HitchNoDanna

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Notas del capitulo:

Quiúbole! Ya estoy de vuelta con nuevo capítulo. Gracias por seguir esta humilde historia, y mis respetos a Winter Maarlenstuki-chan, rossanita y a quienes se aventuraron a leer mi fic desde el primer capítulo recientemente. 

 

Notas preliminares: Dado a que nadie me dio su opinión sobre el siguiente caso, decidí por mí misma. El capítulo también abarca un poco del episodio 29.5: Interludio, para que no tengan que regresarse. Habrá mención de nuevos OC's, pero no hice demasiadas descripciones para que no fuera tan extenso el cap, así que usen su imaginación. El final tal vez está demasiado abierto, esto es porque la historia la continuaré en el siguiente capítulo como he venido manejando hasta ahora. Se llevarán sorpresas con la parte final.

 

Disclaymer: los personajes de Junjou Romantica, marcas registradas, bandas (a excepción de Exilieth y otras de mi invención), canciones, etcétera, son de sus respectivos creadores. De lo contrario no estaría poniendo este disclaymer, XD.

Lady Ruby no baai: El canto de la sirena

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Medio día. Hotaru Shimura se sentía más que frustrada. Varios días atrás había llamado a su amigo, pero no esperaba que las cosas resultaran de esa manera.

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FLASHBACK

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—Moshi moshi… —le respondió su compañero de banda.

—¡Misa-chan ¿Qué dice la vida?!

—Etto… bien, supongo ¿Qué hay de ti, Taru-san? —cómo adoraba que la llamara así.

—Te invito al parque acuático, solos tú y yo.

—¿El que está cerca de la estación de tren?

—Así es.

—Claro ¿Cuándo sería?

—Hoy en la tarde —le respondió sumamente feliz de que aceptara.

—¿Hoy?

—Sí, ¿te parece?

—Bueno, etto… —ese titubeo no le auguraba nada bueno— la verdad es…

—Lo siento, Shimura-san, pero Misaki y yo ya tenemos planeado pasar la tarde juntos… —casi le dieron náuseas al escuchar la voz de su rival en el amor— y el resto de nuestras vidas.

—¡Usagi-san, no diga eso, es vergonzoso! —replicó su pequeño amigo— Perdón por eso, Taru-san ¿Qué decías?

—En 15 minutos estoy allá —la pelinegra trataba de no gritarle al chico, pero el imaginarse la estúpida sonrisa de superioridad de Usami se la ponía difícil.

—Pero…

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Y prefirió colgar antes de que el peliplata interviniera de nuevo. Acomodó en una canasta todo lo necesario para su tarde con Misaki y luego salió presurosa rumbo a la residencia del escritor. Sim embargo fue demasiado tarde, pues el auto rojo se perdía frente a su vista a toda velocidad.

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FIN DEL FLASHBACK

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Los días siguientes los pasó enviándole mensajes y llamándole, sin recibir respuesta. Excepto por tres llamadas que hizo los últimos días, cuya respuesta le crispaba los nervios.

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»¡Hola! Hablas con el contestador de Misaki. Por el momento no te puede atender ya que está ocupado haciendo feliz a su no-vio... sí, escuchaste bien: NO-VIO. Deja tu mensaje después del beep… ¡BEEP!«

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No sabía qué le enojaba más, lo estúpido de la frase, la voz del escritor, o el que no fuera una grabación sino el mismo Usami, y que al terminar éste le colgara. Suspiró, frustrada. Ya se había agotado su saldo y ya no tenía más dinero. Por fortuna la nevera seguía llena, así que se preparó un sándwich de jalea de fresa con trocitos de manzana y bebió un poco de jugo de uva directo del cartón. Luego fue a ver la TV, pero la apagó a los diez minutos.

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—Podría estar en el parque acuático con Misa-chan —bufó, molesta—, pero ese maldito escritor de pacotilla…

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Harta de permanecer encerrada se alistó para salir a un parquecillo cercano a despejarse, ya que los martes no abría el Cuartel más que para los ensayos y ahora era el turno de Starless. Se puso un vestido blanco tipo gabardina de mangas largas y grandes botones negros (1), unas botas cortas estilo militar, se recogió el cabello en una cola alta del lado izquierdo, se maquilló un poco y se llevó al hombro una mochilita verde militar con tres libros dentro, su móvil, los auriculares, su billetera y una bolsa de chocolates. Al llegar se sentó bajo la sombra de un árbol y se puso a leer Rebelión en la granja (2) mientras escuchaba su música.

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The end is near
Panic is closing in
Sick with fear they run

Watch freedom's fall
What have we become?
Cannon fodder

(El final está cerca
El pánico se acerca
Enfermos por el miedo corren

Observan la libertad caer
¿En qué nos hemos convertido?
Carne de cañón) (3)

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Tan ensimismada estaba que apenas si pudo reaccionar cuando una pelota le dio justo en la cara. La tomó dispuesta a arrojársela al idiota que tuvo la osadía, pero se retractó cuando vio que venía un pequeño grupo de niños, todos de siete a nueve años.

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—Emm… ¿podría darnos la pelota, por favor?

—Aquí tienen.

—Gracias, señorita.

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Luego los niños se fueron a seguir jugando. Volteó a su izquierda para tomar un chocolate, pero se topó con un infante de cabello castaño oscuro —casi negro— un poquito largo y desordenado, piel blanca con algunas lindas pecas, y unos ojitos verde olivo inundados en lágrimas. Su instinto maternal afloró y se acercó a él procurando no asustarlo.

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—Eso es, cariño, déjalo salir —lo rodeó con un brazo para apegarlo a su pecho, y con la mano libre le hacía algunos mimos—…eso es… —el niño gimoteaba más fuerte— muy bien, tú puedes… —un rato más tarde el infante dejaba de llorar y sus ojitos acuosos la observaban— ¿Cómo te sientes ahora, eh? —preguntó con dulzura.

—Me-mejor —respondió él.

—¿Quieres un chocolate? —le ofreció uno y el niño aceptó— Hace un buen día ¿Por qué pasarlo llorando?

—Yo… —el niño amenazaba con llorar nuevamente.

—Tranquilo, nadie te hará daño —lo abrazó un poco—… yo estoy aquí.

—Yo… mi voz es horrible… —soltó entre espasmos— Papá dice que no llegaré a ningún lado si sigo cantando como gallo con moquillo… —Hotaru reprimió una risilla por la frasecilla.

—¿Cantas en el coro de la Iglesia o algo así? —el muchachito asintió— Detesto esos lugares, te hacen cantar como si fueras a interpretar ópera —gruñó para sí misma— ¿Tanto les cuesta entender que un niño no es un adulto? Es como obligar a un niño de secundaria a estudiar una carrera universitaria —de pronto pensó en su Misaki, quien a sus dieciséis años terminaba el primer año de Economía— En fin… ¿te obligó, cierto? —de nuevo asintió el chiquillo— Yo también pasé por algo así, demo… gracias a un amigo, supe que en realidad sí quería cantar.

—¿También cantas en el coro?

—¡Por supuesto que no! —ella fingió estar ofendida, y agregó con orgullo: —Yo soy vocalista de una banda de rock y metal… Exilieth.

—¿Pero que no el metal sólo lo cantan los hombres?

—¡Por supuesto que no! El metal también es para mujeres… ahí tienes a Epica, Nightwish, Sirenia, Within Temptation, Arch Enemy, In this moment, Eths, The Agonist… —el castaño la miraba sin entender— Todas son bandas de metal con vocalistas femeninas… etto… ¿te gustaría escuchar?

—H-hai.

—Esta es de The Agonist, pero la cantaré yo para que sepas de lo que hablo ¿de acuerdo?

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La vocalista buscó en su móvil una pista que grabó en uno de sus ensayos con Exilieth para el previo de Onmyou-Za, hizo unos pocos ejercicios de respiración y una vez que puso la música, empezó a cantar.

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Often misjudged are the criminals among us;
guilty and their sentence is not yet served.
How broken and dead the reigning race would be
if we all got what we deserved?

(A menudo son mal juzgados los criminales entre nosotros
Los culpables y sus sentencias aún no han sido servidas.
¿Cuán rota y muerta estaría la raza dominante
si todos tuviéramos lo que merecíamos?) (4)

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El niño escuchaba con asombro los increíbles cambios de voz de la pelinegra de ojos magenta, preguntándose cómo una chica tan linda podía ser tan agresiva. Los otros niños y algunos más que andaban por ahí detuvieron sus juegos y se aglomeraron alrededor de ella.

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—¡Sugoi!

—¿Cómo haces eso sin cansarte?

—¡Yo quiero aprender a cantar así!

—Yo también…

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Al finalizar la canción, Hotaru Shimura no lucía para nada cansada y la risita victoriosa que soltó confirmaba que su voz no se quebró ni un poco.

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—Dijiste que ibas al coro de la Iglesia —dijo el pequeño ojiverde— ¿Cómo aprendiste a cantar así?

—Bueno, es una historia un poco compleja —respondió ella, como no queriendo la cosa.

—¡Cuéntanos! —chillaron a coro los infantes.

—¿No tienen que estar con sus padres o algo así?

—Mamá y papá están jugando a las luchas sin ropa —respondió un chico de unos seis años, sin pelos en la lengua.

—Los míos igual y no me dejan jugar con ellos —se quejó otro.

—Okay, okay. Les cuento, pero con una condición…

—¡Sí!

—Ni una palabra de esto a sus padres.

—¿Por qué?

—Emm… bueno… no es precisamente un cuento de hadas. Además muchos papás suelen hablar mal de lo que no entienden, y el metal es una de esas cosas. En fin, todo comenzó unos meses después de que mis padres se divorciaron.

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DIEZ AÑOS ATRÁS

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Décimo día de vacaciones de verano. En algún lugar de Tokio el sol brillaba en lo alto, la brisa mecía las hojas de los árboles, los niños correteaban y reían entre sus juegos… y sin embargo ella tenía que pasar ese hermoso día entre las tediosas clases de regularización que su madre le obligó a tomar hace poco. Lo peor era que su maestro era ese odioso hombre por el que su madre abandonó a su padre, dejando que nueve años de matrimonio se fueran al caño. Si bien era cierto que quería mucho a su madre, no le resultaba sencillo entender por qué le hizo eso a su progenitor siendo un hombre tan bueno y que mostraba quererlas mucho a las dos; a sus siete años lo único que entendía era que si su madre había abandonado a su padre así de fácil, era porque ese hombre la tenía en una especie de hechizo que debía romper para que todo volviera a la normalidad.

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—Bien, Taru-chan, es todo por ahora —la clase al fin acababa— Puedes ir a jugar, pero no llegues tarde, tu madre y yo te tenemos una sorpresa.

—Por favor, no me llame así —le contestó la niña con tono frío— Para usted soy Shimura-kun, ya se lo he dicho.

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Sin darle derecho de apelación al mayor, salió del cuarto de estudio y fue a jugar con los tres conejitos que su único padre le dio desde que era una bebita. Un rato más tarde ya se encontraba cenando con su madre y ese sujeto.

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—…Taru-chan, te tenemos una sorpresa… bueno, dos en realidad —espetó aquel, haciéndola rabiar internamente— Midori y yo lo hemos pensado mucho y decidimos inscribirte en el coro de la Iglesia.

—¡¿Qué?! ¡No, mamá! ¡¿Por qué?! —replicó— ¡No me gusta ir a misa, es aburrido!

—Taru-chan, ya es hora de que desarrolles habilidades —apeló su madre.

—¡Pero ya tengo las clases de verano!

—No, no… me refiero a otras habilidades. Muchos niños de tu edad practican algún deporte, tocan algún instrumento…

—Pero…

—Tu madre tiene razón… sin un talento no puedes alcanzar la grandeza.

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Aunque la ojimagenta no entendía mucho sobre dichos y metáforas, sí entendía que tocar un instrumento, hacer algún deporte o actividad extra, volvía a las personas especiales para los demás; asimismo también entendía que este hombre insinuaba que ella no lo era.

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—Está bien —resopló con resignación— ¿Qué tan difícil puede ser?

—¡Así se habla! —celebró él— La otra noticia es que… —tomó la mano de Midori, que estaba a su derecha, y junto con ella anunció: —¡nos casaremos en dos meses!

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¡Crash!... su corazón se rompía como una hoja seca ¡y no era para menos! Aunque no entendía casi nada sobre religión, leyes y esas cosas, sabía que gracias a un garabato en un papel su madre se había quedado con ella y a su padre sólo podía verlo los domingos, y que gracias a otro garabato en otro papel éste hombre pasaría a ser su nuevo papá… el hechizo ya no podía revertirse.

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—¿Qué dices, Taru-chan?

—¡Los odio! ¡Los odio a los dos! —gritó, con los ojos inundados en lágrimas y un nudo en la garganta.

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Se levantó de la mesa y echó a correr a su cuarto, se lanzó sobre la cama y con sus tres conejitos en brazos rompió a llorar a lágrima viva hasta quedarse sin aliento. Quizá una hora y media más tarde, esos peluches le dieron esperanzas: buscó el pequeño celular que su padre le dio en caso de emergencia y marcó el único número que tenía ahí. Sin embargo sintió que le quitaban el aparato y lo arrojaban a algún lado. Volteó a ver lentamente y distinguió las facciones de su ya casi padrastro, torcidas en una expresión cínica nunca antes vista.

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—¡Dámelo!

—He sido muy paciente, mocosa —espetó con tono ácido— pero mi paciencia tiene límites, así que escucha con atención: tu madre se casará conmigo, quieras o no… yo seré tu nuevo papá y seremos una linda familia feliz…

—¡Nunca!

—Bueno, si así son las cosas, vete olvidando de tu papi porque no lo volverás a ver.

—¿Qué?

—Así como pude hacer que tu madre y tú se quedaran conmigo, puedo hacer que él desaparezca para siempre.

—¡No, eso no! —chilló, con el terror fluyendo por su sangre— ¡No le hagas daño! ¡Me portaré bien, lo juro!

—Buena niña.

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Y así, el destino de Hotaru Shimura se sellaba, y no podría liberarse de él hasta en diez años por lo menos.

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Las primeras semanas en el coro eran tranquilas, excepto porque tenía que asistir los domingos a misa y eso le aburría. Aprendía lo básico como técnicas de respiración, postura, anatomía del aparato vocal… pero el verdadero problema eran las prácticas.

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—Observen cómo lo hace la madre Megumi y repitan después de ella ¿entendido?

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La mencionada mujer entonaba uno de los cantos religiosos que sabía, llegando sin esfuerzo al tono agudo de soprano, tan fuerte y vibrante que incluso los pequeños aprendices podían percibirlo a través del piso de madera. Al término los niños lo intentaron varias veces, y aunque no era tan fuerte como el de su sensei, uno a uno todos llegaban al tono… todos excepto la pequeña Hotaru: sus pulmones no daban para alargar demasiado las notas, la vibración de sus cuerdas vocales le resultaba insoportable, las manos le sudaban y sentía la boca seca; además la mirada burlona que le dirigía su padrastro —quien asistía con su madre a las prácticas— sólo lograba demostrar lo que a cada lección era más evidente: la niña no servía para cantar.

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FIN DEL FLASHBACK

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—Pero si eras tan mala ¿Cómo aprendiste a cantar con esa voz tan bonita? —inquirió el pequeño ojiverde.

—Bueno, mi verdadero papá tenía un amigo que instruía a un niño… ese amigo se llamaba Aramis.

—¿Como uno de los tres Mosqueteros?

—Sip. Como decía…

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FLASHBACK

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Marzo. En ocho meses Hotaru ya no quería seguir en el coro. Si bien era cierto que se había prometido demostrarle a ese tipo que podía volverse alguien especial y respetable, las monjas eran más exigentes, la unanimidad con la que sus compañeros y ella cantaban al principio se volvía una dura competencia por impresionar al público y ser cada uno el mejor, incluso se le quebraba la voz por horas o hasta días enteros… en simples palabras, se volvía una carga muy pesada para sus ocho años. Sin embargo la vida volvió a sonreírle un domingo por la tarde: su padre, a quien no había visto las últimas semanas, la visitaba por primera vez en lugar de que su madre la llevara con él. Un saludo y un abrazo de bienvenida después, notó que venía con otra persona.

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—Taru-chan, te presento a un amigo, Okimura Aramis.

—¿Como uno de los tres Mosqueteros?

—Sip —le sonrió un hombre de unos 27 años, alto, de cabellera castaña y rebelde que le llegaba arriba de los hombros, tez clara y un poco tostada, facciones agraciadas pero varoniles, no demasiado fornido, y unos profundos y perspicaces ojos verdes que iban perfectos con el nombre propio de un héroe— Mucho gusto.

—A partir de hoy te ayudará con tus clases de canto, para que no las sientas tan cargantes.

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Desde entonces Aramis se convirtió en alguien importante para ella. Aunque seguía formando parte del coro, se reunía con el ojiverde en casa de su progenitor, primero cada quince días y luego cada fin de semana.

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—¿Te parece que practiquemos el glissando (5)?

—Hai.

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Desde el pecho de la pelinegra brotaba lo que parecía ser el sonido de una sirena, un sonido que no duró mucho debido a que le resultaba cansado.

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—Hmmm… ya vi cuál es el problema —decía Aramis— Te enseñaron a hacerlo con voz de pecho (6) cuando debe emplearse falsete (7)… ¿te parece que hagamos eso primero?

—Etto… no sé cómo —farfulló, roja de vergüenza.

—¡Vamos, yo te explico!

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Algunos minutos, explicaciones e intentos más tarde, la chica lograba por primera vez alcanzar una nota muchísimo más aguda de lo que podía con su voz normal, aunque el volumen fuera débil.

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—¡Lo lograste! —le loaron ambos hombres.

—Pero aún suena débil —suspiró ella, cabizbaja.

—Es normal que no suene tan fuerte, aún eres una niña —le sonrió el castaño de ojos verdes— pero con práctica lograrás desarrollarla y será más fuerte.

—Lo hiciste bien, mi princesa.

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Inevitablemente sus ojitos magenta brillaron y sus labios dibujaron una enorme sonrisa ante la confianza que su padre y su maestro le transmitían.

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FIN DEL FLASHBACK

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—…Aramis-san era muy paciente y me explicaba las cosas de forma sencilla. Resultaba que el glissando era como imitar el sonido de una sirena de bomberos, pero debía usar falsete para alcanzar los agudos en lugar de mi voz normal, por eso me enseñó primero ese y unas semanas más tarde el glissando… el punto es que es importante tener a alguien que te sepa guiar. Créanme, de no ser por Aramis-san, mi técnica no hubiera mejorado y seguiría cantando horrible.

—¿Y por qué seguías yendo al coro si Aramis-san era mejor maestro? —preguntó un chico de unos trece años que se unió al círculo hace unos minutos.

—Como dije al principio, él sólo me ayudaba en las prácticas… no me daba lecciones diarias como al niño que les mencioné. Además tenía que demostrarle mi valía a ese tipo.

—Pero si cantabas en el coro ¿Cómo terminaste en una banda de metal? —preguntó el castañito.

—Bueno… antes de eso…

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INVIERNO DE OCHO AÑOS ATRÁS

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El año estaba por terminarse en cuestión de horas. En los dos años y cinco meses transcurridos desde que fue inscrita al coro, y dentro de ellos el año con nueve meses desde que conoció a Okimura Aramis, la relación con su madre y padrastro seguía siendo igual: aún seguía provocándole asco el verlos besarse; aún le repugnaba lo hipócrita que era él al ser todo un caballero delante de su crédula madre; aún escuchaba las burlas sutiles que le hacía sobre su valía —a pesar de su notable mejoría—; aún le guardaba rencor por destruir a su entonces familia, y las constantes amenazas sobre hacerle daño a su padre; pero sobre todo odiaba el no poder liberarse de él hasta cumplir la mayoría de edad.

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Sin embargo esos problemas los olvidaba cuando se reunía con Aramis-san y su papá, o cuando sus maestras de la escuela la integraban en algún recital. Era como si todos esos problemas estuvieran alojados en su estómago y pecho, y los sacara de su cuerpo al cantar. Asimismo su admiración por el hombre de ojos verdes crecía tanto como ella lo hacía… tanto como para reservarle un lugar en la mesa para la cena de fin de año, aun cuando sólo era un amigo de su padre.

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Ahora mismo se ponía lo más bonita posible frente al espejo: el vestido azul que le regaló Aramis-san el 25 de diciembre, las medias negras y los zapatos grises que le obsequió su padre, una coleta del lado derecho (8) y un bonito triangulito plateado colgando de su cuello era todo lo que luciría en la interpretación de un pequeño villancico que ensayó en la escuela en su tiempo libre.

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—¡Taru-chan! Ábreme, tengo algo qué decirte —espetó su odioso padrastro.

—No te voy a abrir, así que dímelo desde ahí —contestó hostilmente.

—Así lo quisiste.

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La cerradura fue abierta y luego del fuerte portazo para cerrar, la pelinegra recibió un fuerte bofetón.

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—¿Crees que no me duele? —inquirió su padrastro fríamente.

—¿Ah?

—¿Crees que eres la única que se siente abandonada o rechazada? ¿Crees que no me duele que me rechaces?

—¡Engañaste a mamá para que dejara a mi padre!

—¡Ella vino a mí por su cuenta! ¡Tu padre era un pobre diablo que no sabía hacerla feliz!

—¡No hables así de él! ¡Él es mejor que tú!

—¡Cállate! —el mayor le propinó otra bofetada más fuerte que la tumbó— Ahora verás quién soy yo…

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Se posicionó sobre ella y luego de impedirle toda escapatoria, atacó el blanco cuello de la chiquilla con succiones y mordidas que le sacaban quejidos de dolor.

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—Querías demostrar tu valía con tu talento ¿no? —le rompía el vestido para dejar al descubierto su piel y lamerla con lascivia— Pues ahora canta, mi sirena…

—¡Aaaahh…! ¡No hagas eso, quítate! —peleaba ella.

—Eso es, mi sirena ¡Canta para mí!

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Un fuerte grito salió de ella cuando él introdujo dos de sus dedos dentro de esa zona sensible y prohibida, y dos lágrimas fluyeron en sus mejillas.

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—Canta tanto como quieras, mi sirena… no hay nadie a quien puedas atraer con tu canto más que a mí.

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Justo cuando el mayor soltó una de sus manos y se preparaba para profanarla, un lápiz bastante afilado apareció en su campo de visión, y pronto en su mano. Lo enterró muy cerca de la virilidad del mayor sin pensarlo y mientras éste se retorcía de dolor, ella escapaba por la ventana —que gracias a alguna fuerza superior estaba abierta y su casa sólo era de una planta—. Se sujetaba el vestido roto mientras corría a todo lo que podían sus piernas, pero tropezó gracias a la densa nieve. No obstante no hizo nada por levantarse, estaba muy cansada. En su lugar dejó que la nieve que cubría esa desolada calle la sepultara lentamente, mientras pensamientos pesimistas rompían su alma.

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"Adiós mamá, adiós papá… adiós Aramis-san"

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Sin embargo, antes de cerrar por completo los ojos, oyó una voz…

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—… ¡Señorita, resista por favor! ¡No se vaya, todo va a estar bien, pero no se vaya!

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… la voz de un bello sirenito de cabellos castaños y ojos verdes como los de su mentor.

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CONTINUARÁ…

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Notas finales:

1. Referencia del vestido de Hotaru (por cierto, la chica de la foto es Alissa White-Gluz, ex-vocalista de The Agonist): http://userserve-ak.last.fm/serve/_/34627355/Alissa+WhiteGluz.jpg

2. Rebelión en la granja de George Orwell, publicada en 1945. Si ya lo han leído y entendieron de lo que realmente trata, entenderán por qué incluí la canción del punto 3. De lo contrario recomiendo leerlo, muy bueno.

3. Rise of the Tyrant de Arch Enemy, del álbum Rise of the Tyrant (2007). Lo curioso de esta canción es que su intro (la cual no incluí, pero menciono por si les interesa) es un extracto de la película Calígula (1979, dirigida por Tinto Brass), específicamente de un discurso de éste personaje.

4. Trophy Kill de The Agonist, del álbum Only Once Imagined (2007).

5. Glissando: es un efecto sonoro consistente en pasar rápidamente de un sonido hasta otro más agudo o más grave haciendo que se escuchen todos los sonidos intermedios posibles, pero en ningún caso consistirá en la deliberada ejecución de todas las notas que están en medio de esas dos.

6. Voz de pecho: se refiere a la voz con la que hablamos normalmente. Se le denomina así debido a que la vibración se percibe en esa zona.

7. Falsete o falsetto: se usa la vibración de una parte de los pliegues vocales, que son unas estructuras situadas en la laringe próximas a las cuerdas vocales. Se utiliza para alcanzar notas más allá del registro normal del cantante, tanto agudas como graves, aunque lo más frecuente es que se emplee para agudos.

8. Referencia del vestido de Hotaru niña: http://www.decopeques.com/wp-content/uploads/2013/11/vestido-fiesta-ni%C3%B1a-1.jpg

 

Recuerden que Hotaru está contando su historia a un grupo de niños, así que obviamente omite varios detalles, pero lo narré como si lo estuviera recordando. Seguramente ya tienen una idea de quién es el sirenito, pero prefiero mantener el misterio, XD.

En fin, de momento es todo. Gracias por leer, chaito.


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