Las horas pasaban, el tiempo, el sentido... Nada de lo que había allí en esa habitación valía realmente la pena.

Sus ojos estaban abiertos, fijos en la nada y rojizos por haber pestañeado tan poco. No observaba los objetos de su alrededor, ni siquiera pensaba en la trivialidad de su corta vida, él analizaba sus memorias y la capacidad de controlar las situaciones que se le presentaban.

¿Realmente había intentado detenerse? En ese momento parecía tener sentido seguir órdenes, buscar confort y aceptación, quizás hasta podía decir que buscaba cariño, pero ahora que el tiempo había pasado, pensaba "¿por qué?". ¿Adaptación? ¿Amor? ¿Desentendimiento de la realidad? ¿Necesidad? Desconocía la respuesta. Se desconocía a sí mismo y necesitaba creer que Taylor lo conocía, que había al menos una persona en este mundo que sabía de lo que era capaz y de lo que no. Pero él sabía la verdad.

En el hipotético caso que Taylor lo pensara, que creyera que lo conocía, no sería cierto. Él ya había hecho cosas que Taylor seguramente no se imaginaba que podía hacer.

Entonces, era correcto pensar que ya todo estaba perdido, ya nada tenía sentido ni valía la pena.

Anders quiso llorar. Tantos años perdidos en una vida vacía, una vida que le quitaba la vida a las demás. Eso era todo lo que tenía. Nada más. Y nunca acabaría.

Siempre creí que yo tenía mi vida y mis sentimientos bajo control, anulizados, neutralizados. Mi vida era perfecta, nada ni nadie podía alterarla, hasta que llegó uno de los pocos que la alteró y decidí tomar las represalias necesarias para detenerlo.

Una tarde como cualquier otra, creyendo que la monotonía habitual iba a llevarme un día más, me sorprendió cuando buscando dentro de mí mismo, casi sin querer, me reencontré con alguien, a quien creía que había perdido para siempre.