Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Año Nuevo en el Ascensor por LatexoHPo

[Reviews - 10]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Vale, un pequeño escrito para desearles un muy Feliz Año Nuevo. ¡Que todos sus deseos y propósitos se cumplan!

Notas del capitulo:

Los Vengadores pertenecen a Marvel Comics.


Espero que les guste! ^^

...3.. 2... 1...

Los fuegos artifíciales llenaron los oídos de todos.

“¡Feliz Año Nuevo!” gritó Tony Stark alzando su copa. La brillante y enorme sonrisa que había en sus labios era contagiosa.

Pepper, a su lado, brindó y plantó un pequeño beso en la mejilla al multimillonario. A la pelirroja le encantaba ver a Tony en ese estado tan eufórico, porque no, no era que estuviera borracho y fingiera una felicidad que no sentía. Tony realmente se veía feliz, y no hacía nada por ocultarlo.

Al otro lado de Tony, Steve sonreía radiantemente. También se le notaba contento, y sus mejillas se tiñieron de un leve rubor cuando Tony, enseguida de abrazar a Pepper en el tradicional abrazo de Año Nuevo, le tomó de los costados y le dio un gran apretón mientras le decía “¡Felicidades, Capi-paleta!”

Natasha rodó los ojos cuando fue su turno de ser abrazada por el anfitrión de la cena de Año Nuevo al estilo Vengadores (que así fue como Tony le había llamado), pero no rechazó el abrazo y una incipiente sonrisa apareció en la comisura de sus labios.

Fue el turno de Clint, al que Tony apretó un poco más y susurró algo al oído que hizo que el castaño se sonrojara ligeramente.

Vaya, eso sí que Bruce Banner no lo esperaba. Una pequeña sensación de incomodidad se instaló en su estómago cuando Clint sonrió a Tony y asintió a lo que éste le había susurrado. Pero lo dejó pasar. Lo dejó pasar como todas y cada una de las sensaciones que el arquero le provocaba.

Tony soltó a Clint y miró a Thor, que ya tenía los brazos abiertos y una enorme sonrisa en sus labios. Era la segunda celebración midgardiana a la que asistía junto a sus compañeros de equipo (la primera fue la Navidad) y al parecer lo estaba disfrutando enormemente. Aunque de repente se quejara de que las bebidas de los humanos no eran ni tan ricas ni tan fuertes como las de Asgard, pero la comida sí que le había encantado.

Y entonces fue su turno. Bruce compuso una sonrisa en su rostro lo mejor que pudo cuando Tony se le acercó -después de quejarse sonoramente por las tres costillas que el semidiós probablemente le había roto con su efusividad- y correspondió al abrazo de su amigo.

“Al menos finge que te estás divirtiendo”  murmuró Tony en su oído en cuanto lo tuvo en sus brazos.

“Lo hago, Tony… Lo intento”, respondió Bruce con una pequeña sonrisa sincera.

“Ese es el espíritu” dijo Tony antes de soltarlo y volver a la mesa de bebidas para volver a llenar su copa.

Y sí, Bruce de verdad que intentaba encajar con el grupo, y sobre todo con las fiestas de Tony. Y lo intentaba no por por sí mismo. Dos semanas antes, cuando Pepper le anunció que festejarían la Navidad y el Año Nuevo en la Torre, Bruce se había negado en un primer momento. Para él ese tipo de festividades quedaban sólo en eso… festividades múndanas que él no conocía y no quería conocer. Pero Pepper le pidió que asistiera por Tony, el Tony que había encontrado en el extraño equipo de los Vengadores una familia. Le dijo que Tony nunca había estado tan entusiasmado por las fiestas de fin de año, simplemente porque nunca tuvo con quién celebrarlo de verdad. Ahora era diferente. Le dijo también que lo hiciera por él mismo, que se contagiara de la felicidad de su ‘hermano de Ciencia’ y disfrutara las fiestas.

Bruce terminó suspirando cansadamente y aceptando la invitación. La Navidad había sido… catastrófica para él. Sus recuerdos de infancia no le dejaron tranquilo durante la cena, tampoco cuando se hizo el intercambio de Amigo Secreto que Tony y Pepper habían organizado (y en el que él se vio obligado a participar sin convicción alguna). Después de ello, y sólo para no parecer tan grosero, se tomó una soda sin alcohol y brindó con sus compañeros. Media hora después se excusó torpemente y abandonó la reunión. Las pesadillas no lo dejaron dormir esa noche.

Y ahora mismo el sentimiento no era tan diferente. Bruce simplemente no podía disfrutar de esas celebraciones, no cuando su mente lo jodía todo el tiempo, recordándole su horrible infancia… recordándole cómo su inocencia ante las fiestas (ante todo en realidad) le había sido arrebatada de forma cruel por su padre.

Pero ahí estaba, fingiendo una alegría que no sentía. Fingiendo una sonrisa cuando los demás le desearon ‘feliz año’. Y lo hacía por Tony. Y lo hacía por él. Por ese hombre de cabellos castaños, hermosos ojos azules y sonrisa encantadora. Porque si había algo que podía joder su existencia más de lo que ya lo hacía el otro sujeto en su interior, o la época, era la prescencia de Clint Barton.

Bruce había realizado un par de meses antes que lo que él consideraba una amistad con el arquero había crecido de manera incotrolada en su pecho. Ahora sabía que estaba enamorado. Ya ni siquiera se preguntaba el cómo y los por qué. Y si alguna vez una flama de esperanza se asentó en su corazón él mismo la había apagado. Porque aunque Clint (y lo sabía y… ¡Dios, cómo dolía!) le correspondía, no dudó ni un segundo en rechazar ese sentimiento, de rechazarlo a él. Todavía le quemaba en el alma la sonrisa triste y decepcionada, los ojos sin brillo… la promesa de ser simplemente compañeros de trabajo.

Desde ese entonces Clint no pisaba la Torre por voluntad propia. Sus escasos encuentros se limitaban a planeación estrátegica en la base de SHIELD, a pelear hombro a hombro contra el loco maniático de turno, y a ser dos extraños que se saludaban por mera cortesía. Por eso Bruce tampoco se había negado a ‘celebrar’ las fiestas. Porque era entonces que podía verlo sin que Clint evitara su mirada, que podía tenerlo cerca sin oírlo hablar de planes, flechas, destrucción… Porque podía verlo como el hombre del que se había enamorado simple y llanamente. Y dolía, por supuesto. Pero Bruce estaba convencido de que el dolor era algo inherente en su vida. Ya se acostumbraría, ya lo aceptaría… quizá lo olvidaría.

La siguiente hora fue algo tolerable, porque Tony se esforzaba en agasajarlos a todos, sobre todo a él. Bruce podía verlo sin ningún esfuerzo y lo agradecía.  Sin embargo, sus ganas de marcharse luchaban contra sus ganas de mirar disimuladamente a Clint. Aunque sólo fuera eso. Porque escuchaba su voz, su charla alegre, su risa estruendosa ante los malos modales de Thor, las bromas subidas de tono de Tony, los regaños de Pepper, las promesas de una muerte dolorosa y lenta de Tasha y las referencias que no entendía Steve. Porque Bruce no escuchaba la conversación, no podía cuando esa voz llenaba sus oídos. Y ya no podía soportarlo. Se levantó lentamente, dispuesto a ofrecer otra patética excusa para largarse de una vez por todas.

“¡Bruce! ¿Has escuchado hablar sobre la percepción extrasensorial?”, preguntó Tony sin apagar su sonrisa “Porque estoy seguro que eso acaba de pasar entre nosotros. Estaba pensando que ya no queda más vino, y no podemos tener una digna celebración sin vino. ¿Podrías ir a la bodega y traer una o dos botellas más?… Por favor” agregó cuando Pepper le dio un leve codazo.

Bruce suspiró. Bien, eso podía hacerlo. Sobre todo si lo alejaba por unos momentos del bullicio y su lamentación. Asintió resuelto y agradeció internamente la jugada de Tony. Estaba seguro de que su amigo había presentido que estaba dispuesto a abandonar la reunión y con aquella excusa del vino le daba un respiro y le evitaba verse como todo un cretino Grinch. Quizá había algo de verdad en eso de la percepción extrasensorial entre ellos.

“¡Te amo, Brucie!”, escuchó exclamar a Tony ya cuando iba a tomar el ascensor. Negó con la cabeza, sonriendo sin embargo.

La bodega de vinos estaba un par de pisos abajo, junto al cuarto de cacharros de Tony. A saber por qué, Bruce ya no se preguntaba las exentricidades de su amigo. La luz era mínima porque el vino no podía añejarse correctamente en un estado de luz o calor extrema, así que Bruce se resignó a esforzarse por ver las etiquetas de las muchas botellas frente a él. Pensó que una botella de vino tinto y una del whisky favorito de Tony bastaría. Las tomó y regresó al ascensor.

Cuando las puertas del aparato se abrieron, revelaron a Clint Barton. El arquero estaba al fondo del cubo, cruzado de brazos. Brazos que descruzó cuando vio al cientifico.  Se miraron mutuamente por unos instantes realmente incómodos. Cuando las puertas comenzaron a cerrarse automáticamente, Bruce reunió todo el valor que tenía y entró al ascensor. Se plantó a una distancia prudente de Clint (lo más prudentemente que podía en un espacio tan pequeño).

“Stark dijo que había olvidado decirte qué botellas tomar” habló Clint después de un instante que le pareció eterno a Bruce. “Y me mandó a decirte cuáles…”

Bruce compuso una sonrisa triste y mostró la botella de whisky.

“Apuesto a que ésta estará bien”

Clint la miró y asintió, serio. Siempre serio cuando estaba en su prescencia.

“Lo conoces bien”, dijo el castaño sin mirarlo.

Cuando ya estaban a punto de llegar al pent-house, un leve temblor los sorprendió. Entonces las luces del elevador se apagaron y las de emergencia (que eran abrumadoramente más tenues) se encendieron. Ambos miraron desconcertados a su alrededor.  Fue Clint el que se adelantó a la tabla de botones junto a las puertas y comenzó a apretar el botón de emergencia. Pero nada. El ascensor no se movió. Bruce miró hacia los números que decían en qué piso estaban, y el alma se le fue a los pies, porque estaban atorados entre los dos últimos pisos.

“Apuesto a que Tony ya está arreglando esto…”, susurró Bruce más para sí mismo. Comenzaba a ponerse nervioso, no era claustrofóbico, pero los lugares con una espacio tan reducido no eran de su agrado. En absoluto.

Escuchó a Clint resoplar molesto, todavía apretando los botones del panel. No supieron si fue algo que el castaño apretó o la falla mecánica en el edificio, pero las luces se apagaron completamente y el ascensor comenzó a descender de manera escandálosamente rápida. Bruce dejó escapar un grito ahogado mientras con una mano aferraba el cuello de las botellas y con la otra se aferraba a la pared del aparato.

Clint no tuvo tanta suerte; el movimiento fue tan repentino que cayó de nalgas en el suelo alfombrado profiriendo una maldición. Cuando el elevador se detuvo abruptamente, Bruce dejó las botellas en el suelo y, tantenado por la oscuridad, buscó a Clint. Pronto lo sintió y, calculando su posición, extendió un brazo.

“Toma mi mano”, le dijo suavemente. Sus manos se encontraron y Bruce ayudó al arquero a incorporarse. “¿Estás bien?"

“Sí”, fue la seca respuesta de Clint, quien soltó la mano del científico enseguida de incorporarse completamente.

Bruce suspiró. La situación era una mierda. Un silencio prolongado los envolvió a ambos y por alguna razón el aire frío se coló al elevador. Sus ojos comenzaron a acostumbrarse a la oscuridad y sus figuras fueron más evidentes. Bruce se había agazapado en una esquina, envolviéndose con sus brazos, mirando hacia el techo, buscando algo. Por eso no vio cuando una pequeña sonrisa cruzó los labios de Clint.

“La ventila”, dijo Bruce de pronto, rompiendo el silencio. “Podemos llegar a ella. Tú eres más hábil y podrías escalar por las cuerdas de tracción para llegar al piso más próximo”.

“Sí, podría hacer eso”, respondió Clint. “Pero no funcionará. Conoces a Tony, conoces su tecnología y la energía que alimenta a la torre… energía que no se acaba a menos que su dueño quiera que se acabe. ¿De verdad crees que esto ha sido una falla?”

Bruce no se atrevió a mirar a Clint (aunque seguramente en la oscuridad no podría detallar su expresión). No era idiota, por supuesto que sabía que esto no podía ser un ‘accidente’. Y en su mente ya se estaba planteado una y mil formas de patearle el culo a Tony.


“Así que esto es planeado”, bufó. “¿Es idea de Tony solamente? ¿O tú también estás muy cómodo con la situación?”, le preguntó molesto.

Clint suspiró resignado y lentamente se dejó caer hasta quedar sentado en el suelo de la cabina.

“Sólo le comenté que me gustaría hablar contigo a solas”, fue la respuesta. “A veces olvido que está completamente demente. Pero no te preocupes, podemos quedarnos aquí sin hacer nada ni hablar ni mirarnos hasta que Stark considere que hemos hablado y nos deje salir”, añadió con un deje de molestia. “Lamento si estar conmigo es tan desagradable”.

Bruce dejó escapar un gemido de frustración y se dejó caer también en el suelo. Podía ver la figura de Clint, sus piernas flexionadas y sus manos sobre sus rodillas. Su rostro señalaba al otro lado de la cabina, no a él.

“Por supuesto que no me molesta estar contigo, Clint…”, intentó explicarse. Suspiró sonoramente. “¿De qué quieres hablar?”

Clint bufó.

“Quizá de la manera en la que me evitas todo el tiempo. Quizá de cómo ni siquiera me miras. Bruce, puedo entender que no quieras una relación conmigo, pero no entiendo por qué te alejas. Quieras o no somos compañeros de equipo, tenemos que estar juntos algunas veces. Y es jodidamente incómodo que hablar contigo sea como hablarle a la pared. No voy a violarte”.

Bruce se quedó en silencio un momento, pero al siguiente los oídos de Clint se llenaron con la risa de Bruce. Cuando giró el rostro para mirarlo, notó que Bruce ya no reía, ni siquiera sonreía. Su ojos estaban cerrados.

“Eso es lo que temo, Clint. Que sea yo el que no me controle y termine haciéndote algo de lo que después te arrepientas. Estar conmigo es… una condena”, dijo Bruce en un casi murmullo.

“¿Por qué?”

“¿Por qué? ¿Olvidas lo que soy?”

“Por supuesto que no. Sé quien eres: Eres Bruce Banner, el hombre del que estoy enamorado. Y creéme, para alguien como yo, con la vida que he llevado, no fue fácil aceptar ese hecho. Me refiero a ser capaz de amar a alguien. Y si haz sido capaz de enamorar a un frío y rudo asesino, es porque un hombre como tú vale la pena en todo sentido”.

Algo cálido y doloroso recorrió el pecho de Bruce ante las palabras de Clint. Y abrió los ojos de nuevo cuando sintió el calor del arquero a su lado. El castaño se había arrastrado hasta que sus hombros se tocaron. Y tuvo miedo.

“Si no quieres nada más que amistad estoy dispuesto a vivir con ello”, le dijo Clint. “Pero no voy a soportar más si sigues tratándome como a un extraño. Estoy dispuesto a atravesarte el trasero con una de mis flechas si sigues con esa actitud”.

Bruce volteó el rostro para ver el de Clint, y descubrió (pese a la oscuridad) que estaba sonriendo. Pegó la cabeza a la pared tras él y sonrió a su vez. Eran esos pequeños detalles los que lo habían enamorado. Era por todo lo que era Clint que lo amaba.

“¿Y si…?”, preguntó con duda y miedo en la voz, “¿Y si sólo te hago daño? Suelo hacerle daño a quien se atreve a quererme…”

La respuesta que obtuvo no la esperaba. En un momento sintió como una mano ajena le tomaba de la mejilla para girar su rostro; un segundo después los labios de Clint estaban sobre los suyos. Fue una caricia más que un beso. Suave, lánguido.

“Deja que sea yo el que decida correr el riesgo”, le susurró Clint con un tono de voz que rayaba en la sensualidad.

Bruce abrió los labios para decir algo, pero Clint aprovechó eso y lo besó esta vez de verdad, metiendo su lengua en la cavidad de Bruce. El científico sollozó. Porque sus emociones se arremolinaron al sentir de nuevo la boca de Clint sobre la suya. Se habían besado antes, una única vez, esa vez que él decidió que no quería una relación con el arquero. Aquél beso había sido duro, arrebatado, pero éste era diferente. Era Clint diciéndole en ese beso lo que no le decía con palabras.

Clint acarició su mejilla sin romper el beso. Pronto deslizó su mano hasta llegar a la nuca. Y de alguna manera, en un momento ya tenía a Bruce bajo su peso, a lo largo del alfombrado suelo del elevador. El beso comenzó a volverse apasionado, sus lenguas luchaban en la boca del otro por dominar e imponer un ritmo. Y entonces Bruce realizó que quería más, lo quería todo de Clint. Lo deseaba desesperadamente. Sus sentidos se enfocaron en los labios que lo devoraban, en las manos que comenzaban a acariciar su torso y en los dedos que se colaron por debajo de su suéter y su camisa, enredándose en su vello. El estar en el suelo de un elevador, en medio de sabrá Dios qué piso de la Torre Stark pasó a último término.

En un movimiento brusco, Bruce invirtió las posiciones, separandose ligeramente de Clint para volver a llenar sus pulmones y volver a  besarlo. Clint abrió las piernas para que Bruce tomara una postura más cómoda sobre él, cosa que el científico no desaprovechó. Sus cuerpos se almoldaron a la perfección; ambos gimieron cuando sus miembros se rozaron por encima de la ropa.

“Podrías arrepentirte de esto…”, susurró Bruce separándose. Era la última oportunidad de ser cabal y consciente. Era su inseguridad volviendo por un momento.

“Jamás me arrepentiré de haberte tenido así aunque sea una sola vez. Aunque el que se arrepienta después seas tú, Bruce…”

Y la voz ronca de Clint se le antojó tan sensual que Bruce ya no pensó más. Dejó por primera vez que el dominio sobre sí mismo se fuera a la mierda. Besó de nueva cuenta al atractivo hombre bajo él. Dejó que esas manos cálidas le acariciaran. Se dejó llevar.

Los gemidos, las respiraciones entrecortadas y sus nombres susurrados llenaron el cubo del elevador. En algún momento las botellas cayeron, aunque no se rompieron gracias al suelo alfombrado. Pero podían sentir claramente cómo rodaban ligeramente de un lado a otro gracias a sus movimientos.

Las manos de Clint viajaron al trasero de Bruce, apretándolo más contra sí, friccionando en una deliciosa danza sus cuerpos. Sus miembros. Clint no aguantó más y en un grito ahogado que fue silenciado expertamente en la boca de Bruce, se corrió dentro de sus pantalones. Bruce gimió desesperadamente al sentir la caliente humedad traspasar las telas que los separaban. Y casi maldijo cuando una mano de Clint, que aún respiraba descontroladamente en su cuello, se introdujó entre los dos, acariciando su abdomen y siguiendo la línea de vello, desabrochando como un desesperado los pantalones y dejando que su mano bajara hasta rodear con sus dedos su erección. El científico se arqueó ante la caricia; la mano de Clint comenzó a hacer su trabajo, rápido, gentil, suave, rudo… no pasó mucho tiempo cuando Bruce también se vino casi gritando el nombre del arquero.

Se tomaron unos minutos para relajarse uno contra el otro. En la misma posición. En algún momento Bruce quiso alejarse con el temor de estar aplastando con su peso a Clint, pero el arquero lo apretó más, susurrándole “Todavía no. Déjame disfrutarte un poco más”.

Bruce cerró los ojos y beso lánguidamente los labios hinchados de Clint. Era ahora que la comprensión le llegó arrásandolo como un huracán. Clint creía que eso era todo lo que podía ofrecerle. Que a partir de que salieran del elevador serían extraños de nuevo, o tal vez sólo amigos.

Bruce estaba a punto de decirle que no iba a dejarlo cuando las luces se encendieron y el ascensor se movió. Ambos se separaron rápidamente, horriblemente avergonzados cuando notaron las manchas de semen en sus pantalones. Se miraron uno al otro intensamente antes de que las puertas se abrieran. Clint se encogió en sí mismo, y Bruce se giró para darle la espalda a las puertas, abotónandose el pantalón en el proceso.

“No estoy mirando, no estoy mirando”, se escuchó la voz de Tony Stark.

Cuando Bruce giró el rostro para ver a su amigo, éste efectivamenete se tapaba los ojos con una mano, la otra mano estaba estirada hacia ellos.

“Bruce, ¿podrías darme mis botellas?”

Fue Clint el que se apresuró a tomar las botellas y ponerlas apresuradamente en la mano de Stark.

“Gracias. Adiós. ¡Feliz año nuevo!”, exclamó el ingeniero con una emoción desconcertante. “Espero que hayan aprovechado el regalito. No me gusta descomponer mis cosas. Y no lo volveré a hacer”.

Con esas palabras, y sin dejar de taparse los ojos, Tony Stark apretó el botón para cerrar de nuevo el ascensor, que volvió a bajar. Bruce se fijo en el piso que Tony había apretado y sonrió levemente cuando vio que se dirigian a su habitación. Sí, le patearía el culo a Tony, y después quizá le abrazaría mucho.

“Será mejor que me vaya”, anunció Clint con un suspiro resignado. Estaba a punto de apretar el botón de la planta baja, pero Bruce lo detuvo.

Justo cuando Clint le miró extrañado el elevador abrió las puertas en su piso. Y Bruce sonrió ligeramente y salió del aparato. Se detuvo cuando Clint no lo siguió y regresó los dos pasos que ya había dado. Le tomó por la cintura y le besó suavemente.

“¿Quieres continuar en mi habitación?”

Los ojos azules de Clint se abrieron en sorpresa, y un momento después ya estaba sobre los labios de Bruce, con los brazos alrededor de su cuello.

“¿Y después…?”, preguntó entonces con la duda asaltándole la voz.

“Jamás he disfrutado las fiestas, Clint. Esta noche lo he hecho. Dicen que cuando llega un nuevo año se tiene la oportunidad de comenzar una nueva vida. Yo quiero hacerlo, quiero una nueva vida, y no quiero hacerlo solo. Quiero que tú estés en ella. Te quiero en mi vida, Clint.”

Y lo dijo con verdadera convicción. Clint amplió su sonrisa y en un movimiento repentino rodeó con sus piernas la cintura de Bruce, quien le abrazó más fuerte para sostenerlo.

Lo último que escucharon antes de adentrarse entre besos a la habitación de Bruce fue el tintineo del elevador al cerrarse.

Notas finales:

¿Review?

 

Gracias por leer =)

Látex.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).