Viollet
Un buen día Murasakibara se encontraba viendo un viejo álbum de fotos, de cuando iba en la secundaria Teikou. Sonrió afable tan pronto se topó con una fotografía de él y Akashi juntos. Hasta la fecha, la diferencia de estatura era considerable, y posiblemente seguiría de la misma manera de ahí en más.
En esa época, el pelirrojo era adorable para el gigante: era bajito, delicado y siempre con un aire de elegancia y sofisticación que desembocaban en un aura atrayente y llena de fuerza, cosa que realmente adoraba. Recordaba como aquel pequeño emperador solía ganar torneos de shogi y regalarle los dulces que le daban de premios, recordaba las tardes en que solía esperarlo en el salón de clases debido a las actividades del pelirrojo como presidente de la asociación de estudiantes, recordaba la sonrisa comprensiva, los sermones y las ordenes. Toda su estricta personalidad contrastada con su misma ternura, era imposible no ver y adorar esa figura.
Muy seguido le gustaba cargar al pelirrojo en sus hombros, llevarlo en alto, tal como aquel diminuto cuerpo merecía, y por su parte, aquel muchacho parecía también disfrutar de esos paseos en sus hombros, no sonreía con sus labios, pero extrañamente era como si “sonriera con sus ojos”. El pelivioleta no podía explicarlo de otra manera.
Había muchas fotos de ellos en los torneos junto al resto de sus compañeros, había otras más de ellos dos solos o de Akashi con Midorima e incluso de Akashi con Nijimura. Le gustaban todas las fotos en las que saliera el pelirrojo, pero detestaba al peliverde, siempre estaba robándole atención y afecto de su capitán, del mismo modo, no toleraba como el ex-capitán Nijimura trataba con tanta confianza a su pelirrojo.
- No sabía que Sachin había tomado estas fotos- pensó en voz alta.
Una foto de él abrazando a Akashi por la espalda, tenía apoyada su barbilla en la roja cabeza, este último se encontraba leyendo algunos informes, con una ligera sonrisa. La otra foto era similar, pero era de cuando “se habían dado el estirón” él ya no apoyaba su barbilla, era demasiado alto para eso, pero si estaba viendo hacia abajo, mientras Akashi miraba hacia arriba.
Recordó lo bien que se sentía tener a ese jovencito entre sus brazos, era como si hubiese dejado un hueco en él, y nadie fuese de la talla adecuada para llenarlo. Ahora que estaba en la preparatoria Yosen, siempre sentía sus brazos y sus labios muy vacíos. Sus labios podían entretenerse con las golosinas, pero sus brazos no. Él, definitivamente no podía encontrar qué abrazar, que no fuera el menor, pero actualmente la distancia no era su único impedimento.
Conforme fue pasando las páginas del álbum fue notando como en las fotos que tenía con Akashi, poco a poco las sonrisas de ambos iban volviéndose más frías y distantes. Seguramente fue cuando sus talentos comenzaron a florecer.
El gigante de la generación de los milagros comenzó a derramar algunas lágrimas al pensar que ese Akashi tan dulce que tanto le gustaba, ya no existía más.
- Es casi como si yo le hubiese matado- murmuró en voz baja.
Recordó que fue gracias a él, que el Akashi que existía actualmente había “despertado”. No dejaba de preguntarse como contrarrestar el efecto, cómo hacer que aquel dulce joven volviera al mundo y que aquel temible emperador se fuera. Sin embargo, aun había ocasiones en las que era capaz de encontrarse con aquel amable muchacho, solo podía desear que fuese así siempre. Pero no importaba, amable o temible: las órdenes de Akashi Seijürou son absolutas.