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Jellyfish (Medusa) por Angy W

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Notas del fanfic:

¡Hola! Este es el segundo fic que escribo en mi vida, y el primero tan extenso y de temática yaoi. Es mi primer proyecto en esta página.

La Bad Route de Clear, aunque adoro la escena final, siempre ha sido una de esas historias que me han roto el corazón y me han dejado una necesidad de continuación.

La historia está inspirada en un post de tumblr que encontré, la necesidad que sentí de leer un fic sobre la escena descrita en el post fue tan grande que yo misma decidí escribirlo. El post es este: post/92150848980/what-if-aoba-got-clear-to-remember-the-jellyfish

Sin embargo, recomiendo no ir al enlace hasta después de terminar el primer capítulo, pues podría ser spoiler para la historia.

Espero que os guste a todos.

Notas del capitulo:

Noto que en este primer capítulo hay partes un poco precipitadas, pero espero ir mejorando con el tiempo. Espero que os guste. Vuestras opiniones se agradecen muchísimo.

— ¿Uh?

 

Contemplo mis dedos impregnados de un fino líquido transparente. No lo entiendo. ¿Tengo algún fallo mecánico? ¿Me he estropeado de nuevo? Mientras mi mente confundida baraja a toda velocidad distintas posibles explicaciones de este incomprensible hecho, Aoba-san gira lentamente su cabeza hacia mí. No puedo ver qué clase de mirada me está dirigiendo tras sus vendas negras.

 

— ¿Estás bien?—parecen articular sus labios.

 

—Esto es extraño… ¿por qué estoy llorando? —susurro con voz temblorosa.

 

De pronto noto cómo algo inexplicable inunda mi ser. Abrumado, dejo escapar el aire de golpe. ¿Qué es esto? Ni siquiera lo puedo distinguir. ¿Tristeza? No, es mucho más complejo. E intenso. Mi emulador definitivamente está estropeado. De hecho, ¿puede un robot siquiera llegar a este nivel de reproducción emocional? Algo tan abrumador, tan enmarañado y lleno de matices. Tan desolador que no puedo dejar de llorar. Miro a Aoba-san. Se le ve pequeño, pálido y frágil sobre la mesa de operaciones. Aoba-san. ¿Es así como se siente tener un corazón?

 

“Estas emociones no son reales”—me obligo a pensar—.”Esto que estás sintiendo no es real. Tu corazón no es real”.

 

No soy humano.

 

Las lágrimas siguen brotando sin parar de mis ojos. Ojos artificiales, solución salina. ¿Por qué estoy llorando?

 

—Hey…Aoba-san—susurro en una súplica sorda. Respóndeme. Dime algo. Cualquier cosa. Háblame.

 

“Quiero escuchar tu voz”—me sorprendo a mí mismo pensando—“Quiero escuchar tu voz otra vez”.

 

Desvío la mirada hacia la bandeja con los instrumentos metálicos que estaba a punto de coger para quitarle las cuerdas vocales a Aoba-san.

 

No necesito a un Aoba-san con voz.  No lo necesito con ojos, ni con brazos, ni con piernas. No lo necesito con nada de eso.

 

“Mi Aoba-san perfecto está vacío. Vacío de humanidad, calidez, expresión. Vacío de voluntad. Vacío de libertad”.

 

Mi Aoba-san perfecto es una muñeca vacía. Vacía pero con la cualidad más perfecta que siempre tendrá: vida.

 

Este es ya el último paso. Un poco más y lo conseguiré. Entonces, ¿por qué…?

 

—Aoba-san, háblame. Di mi nombre—le ruego—. Di mi nombre de nuevo.

 

“Al menos por última vez”.

 

Este pensamiento y la amargura que le acompaña me pillan desprevenido. No lo comprendo. Es casi como si quisiera que…no, eso no tendría ningún sentido.

 

Él se queda quieto durante unos segundos. Incapaz de hacer nada, tan solo le miro. ¿Cuándo fue la última vez que me habló? En todos estos meses, cada vez que le preguntaba o le pedía decir algo, se había negado a dejar salir su voz.

 

El único momento en el que recuerdo haberlo oído fue hace varias semanas, antes de que perdiera sus piernas. Durante aquella vez…

 

Apenas fue audible, pero lo dijo. Algo tan simple, una sola palabra. Clear. Ni siquiera lo pronunció del todo bien, y creo que perdió las últimas letras. Pero tan solo eso fue suficiente para mí.

 

¿Cómo pudo algo tan pequeño y tan simple causarme tanto?

 

Sin embargo, fue la única vez.

 

Contemplo a Aoba-san, expectante. Los segundos pasan en silencio, y pronto se convierten en un minuto. Es un panorama extraño, ambos en medio de la habitación, congelados. Como si estuviéramos atrapados en una fotografía. En realidad no tengo esperanzas, pero sigo inmóvil, tenaz, como si por esperar finalmente fuese a ocurrir algo.

 

“Eso es tan humano”.

 

Sin embargo, al cabo de dos largos minutos, los labios de Aoba-san comienzan a temblar. Dilato los ojos. Me pregunto qué clase de expresión estaré poniendo.

 

—C…—oigo que pronuncia. Me acerco a él—. C…Cle…ar—tartamudea, como si hubiera olvidado cómo hablar y estuviese aprendiendo de nuevo.

 

Antes de darme cuenta, tengo la mano sobre su mejilla. Mis dedos están extendidos, trazando inconscientemente el contorno de su rostro. ¿Qué estoy haciendo?

 

—Clear—articula finalmente. Acerco mi cara a la suya y junto nuestras frentes mientras me arrodillo.

 

—Aoba-san—murmuro. Mi voz suena lánguida y extraña—. Aoba-san, di mi nombre otra vez.

 

—Clear—responde él suavemente. Es la primera vez en muchísimo tiempo que lo oigo de forma tan definida. Había olvidado la dulzura y los matices fascinantes de su voz. Me traen recuerdos de tiempos lejanos, un tiempo que, contradictoriamente, no puedo recordar.

 

—Aoba-san…—susurro de nuevo, y cierro los ojos.

 

—Clear, estás llorando—dice él. Lo debe de haber notado cuando junté nuestras caras. Percibo un leve movimiento en su hombro que de pronto se detiene. Como si hubiese querido levantar su brazo invisible y hubiese recordado de repente que ya no tiene. Vulnerable. Desamparado. Indefenso.

 

“Me necesitas. Ya no puedes vivir sin mí”.

 

Relamo las lágrimas de mis labios y las zonas del rostro de Aoba-san que he humedecido con ellas. A continuación, alargo el brazo para alcanzar la bandeja y tomo un escalpelo entre los dedos.

 

—Acabará pronto, Aoba-san—susurro con una sonrisa que se me tuerce en la boca. Hay un deje de desolación en mi voz, como si una parte desconocida y escondida de mí siguiera llorando.

 

Inspiro poco a poco para relajarme, pero cuando comienzo a acercar el afilado instrumento a la mesa metálica, me quedo paralizado. De repente una extraña melodía envuelve mis oídos. Giro bruscamente la cara y miro a Aoba-san. Está… ¿cantando?  La confusión se apodera de mí, sin embargo, de pronto me encuentro incapaz de desviar la mirada. El movimiento de sus labios sigue una cadencia que me hipnotiza. ¿Cuál es esta canción?

 

Juraría que no la conozco, pero me suena horriblemente familiar. ¿La he escuchado antes? ¿Dónde? ¿Cuándo?

 

Intento moverme, decir algo, pero no puedo. La melodía es hermosa. Demasiado. Resuena tan claramente en mí que casi parece tangible. Hay partes inconexas, notas que parecen fuera de lugar e incluso momentos en los que aprecio cierta duda, pero Aoba-san no se detiene ni un solo instante y sigue cantando con determinación. Su voz…tiene algo especial. Algo que parece meterse dentro de mí e iluminar mis rincones más oscuros. ¿Cómo puede una máquina como yo ser afectado de esta manera por una simple canción? Quizá este es el poder de Aoba-san. Aquello que llaman “Scrap”. Quién sabe. Ahora mismo tampoco me importa del todo.

 

Pero esta canción…la conozco. La conozco porque sé las notas que vienen a continuación, sus cambios de ritmo, su letra. Su belleza. Su tristeza. La conozco a la perfección. La voz de Aoba-san es cálida y me abraza, y noto que estoy llorando de nuevo. ¿Cuál es esta canción? ¿De qué me suena? Rebusco en mi memoria y no encuentro nada, pero sin embargo la conozco. Siento que algo en mí se reencuentra con ella. Que se aferra a ella.

 

De pronto un dolor agudo cruza todo mi ser.

 

—Ah…—jadeo, sorprendido y privado de aire durante un segundo.

 

Siento un dolor lacerante que me atraviesa, como un cuchillo afilado que me parte y me hace añicos por dentro. Me inclino sobre mí mismo, me abrazo y grito.

 

“Soy un robot, no debería sentir dolor”—pienso desconcertado. Pero esta tarde ya he sentido demasiadas cosas que no debería sentir.

 

Aoba-san se detiene unos segundos, pero enseguida prosigue. Jadeo varias veces y mis manos se apoyan en el suelo. No sé cómo liberarme, el dolor impacta en todo mi cuerpo y mi mente. La canción es hermosa, y siento que me rompo por dentro. La canción es hermosa. Visualizo la imagen de mis circuitos internos echando chispas y prendiendo fuego. La canción es hermosa. Sigo llorando. Estoy apretando los dientes pero sin embargo me oigo gritar. De hecho en todo este tiempo puede que no haya dejado de hacerlo.

 

La canción es hermosa, y clara. La voz de Aoba-san me destruye. Me destruye. Y grito. Pero el dolor no se va por más que lo haga. Me rompo. La canción es hermosa. Me vislumbro a mí mismo cantándola. Rachas de imágenes desfilan a gran velocidad por mi mente. El cuerpo frío de un hombre mayor. Bolas de cristal. Un paraguas transparente. Aoba-san sonriendo, diciéndome “no te preocupes” mientras toca mi cara.  Mi cara. Beso a Aoba-san. Sus ojos brillan. Y son transparentes. Como medusas. Aoba-san ríe y su voz me arropa. Canto. Master…

 

 

 

Cuando vuelvo a la realidad, me percato de que estoy cantando junto a Aoba-san. Él poco a poco se calla y me escucha en silencio. Trago el nudo que se me ha formado en la garganta y continúo con fuerza, imprimiendo todas las emociones que se me están acumulando en la canción. Intento dar lo mejor de mí y centrar mi mundo entero en la melodía. Para Aoba-san.

 

Cuando termino, él se queda un rato en silencio. No me atrevo a mirarle.

 

—Clear, ¿has recordado las medusas?—pregunta, finalmente.

 

—Sí—respondo con voz queda. Y rompo a llorar.

Notas finales:

https://www.youtube.com/watch?v=xjwNUJSps7M

To be continued ~


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