Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Tamer. por JHS_LCFR

[Reviews - 130]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Portada by Annie_Park! :D

Notas del capitulo:

Heme aquí, dando vueltas de nuevo!

Esparzan la voz!!! (Sé que lo harán )

Bienvenidos (los extrañé!), y buena lectura.

Capítulo 01

 

Tejanos, remera y un buzo. Todo se hallaba perfectamente apilado en la silla giratoria de su escritorio, doblado, planchado y perfumado. Debajo, en el suelo de madera flotante, se hallaban las zapatillas (con los cordones cruzados en forma de “X”) y, dentro de ellas, las medias hechas un bultito pequeño. Sobre el escritorio, y encima de una de las cuantas pilas de hojas tamaño oficio, descansaba su reloj digital de pulsera y de color negro; colgando de una sola correa, la mochila colgaba del respaldo de la silla, balanceándose suavemente por el viento que entraba por la ventana.

Si bien el Sol lograba atravesar las finas cortinas blancas que rozaban la transparencia, el chico aún no se movía de la cama. El silencio absoluto reinaba en la habitación, y si se prestaba la suficiente atención, hasta podían verse las partículas de suciedad (fuesen flecos de la colcha, fuese mero polvo pasajero) flotar en las franjas doradas de luz que impactaban rectangularmente en el suelo.

Minseok alcanzó a girar en la cama mirando para su izquierda, hacia la puerta, y el despertador empezó a sonar: abrió los ojos de un solo tirón y contó mentalmente hasta tres, luego parpadeó rápidamente, varias veces. Levantándose del colchón con las manos, sacó la pierna izquierda y se deslizó bajo la colcha hasta salir: le gustaba la sensación de la caída de las frazadas y las sábanas mientras recorrían y acariciaban su cuerpo, le parecía una manera de despertarse mucho más tranquila y sana que simplemente quitarse las mantas de encima a los manotazos.

Con media frazada azul eléctrica en el suelo, atravesó la habitación rascándose la nuca y cerrando el ojo derecho con la nariz arrugada: primero desayunaría, luego volvería a su cuarto para vestirse y salir. No quería mancharse la ropa con comida o con la pasta de dientes, ya le había pasado más de una vez.

Pasó momentáneamente por el baño para lavarse la cara y quitarse las lagañas: cuando se despertaba, era un asco. Tenía la piel grasosa y por algún extraño motivo su piel resultaba sensible a la imprenta que producían los pliegues de las sábanas. Haciendo buches y gárgaras sólo con agua, se dispuso a limpiarse la boca y salió hacia la cocina para poder desayunar.

El despertador había pitado durante todo el proceso: Minseok era de esos chicos que ponían la alarma más ruidosa y molesta en el celular, programándola para sonar cada cinco minutos y a todo volumen desde la otra punta de la habitación (él prefería poner el teléfono en la otra punta de la casa); de esa forma, se veía obligado a levantarse, a caminar y a despabilarse hasta apagar todo. Fue así que tomó el teléfono y, con los ojos entrecerrados, revisó los mensajes no abiertos que le habían llegado a lo largo de la noche: más promociones de paquetes de mensajes y llamadas libres, algún que otro mensaje extra meloso de su madre y un recordatorio del calendario sobre un examen importante. En silencio, arqueó las cejas y abrió un poco la boca. Hoy toca final de Sociología.

Torció la boca, incómodo: había estudiado, sí. Tenía mapas y modelos de exámenes y apuntes también, pero los nervios ante la mención o aparición de la palabra “final” lograban ponerle los pelos de punta: si quería permanecer en la Universidad con buenas notas y su jugosa beca, tenía que aprobar y despedirse de esa materia, que ya le había dado una tremenda patada en el estómago el año pasado al desaprobar por tener demasiadas faltas.

A pesar de que le sobraba tiempo, se decidió por un desayuno rápido y tachó mentalmente el café por un simple vaso de leche con un miñón de pan: sabía que tenía que comer bien porque iba a estar encerrado en el auditorio tres horas, pero el conocidísimo picor en la boca del estómago le impedía hasta pensar, y los oídos ya le pitaban como si le fuese imposible concentrarse.

Luchando contra la información que parecía borrarse de su cabeza, caminó bebiendo del vaso hasta su habitación y lo dejó en el escritorio para manotear los pantalones y ponérselos, el jean ajustándose a sus piernas y luciendo un tinte celeste desgastado en algunas zonas, rozando lo blanco. A continuación, se desabotonó el camisón azul eléctrico (Minseok detestaba usar los pantalones para dormir) y dejó su torso expuesto alrededor de tres segundos, dando un rápido respingo por el frío y tironeando la remera sobre su cabeza, buscando entre la tela grisácea para encontrar los huecos de las mangas cortas. Con el buzo ya ajustándose alrededor de su cuello, buscó las mangas largas de color amarillo en contraste con el cuerpo negro y el bolsillo canguro de color verde oscuro: nunca supo si aquel buzo era una suerte de alusión a la bandera de Jamaica o el simple resultado de una mezcolanza de colores.

Tanteando distraídamente por el reloj digital con la mano derecha detrás de su espalda, la izquierda se encargó de tomar una media y ponérsela con poco éxito en el pie correspondiente. Diez minutos transcurrieron hasta que decidió hacer una cosa por vez. Cruzando nueva y fugazmente al baño, se lavó los dientes y cuidó no ensuciarse: al final, no cumplía ni sus propias promesas, ni siquiera las más nimias y ridículas.

Por último, enganchó la mochila en un viaje zigzagueante entre el cuarto y la cocina para recuperar su celular: tomando con una sonrisa débil las llaves del gancho atornillado al lado de la puerta, salió al trote hasta la vereda y miró al cielo celeste y sin nubes, como un interminable acolchado cargado de calidez y luz. Frunció los labios en una sonrisa amarga: esperaba que le fuera bien; miró su reloj de pulsera y constató, asombrado, que no funcionaba: los segundos no pasaban, se había detenido en ese preciso instante. Como no tenía ganas de volver a entrar y dejarlo, se encogió de hombros y se aferró a las correas de la mochila, decidido. Un pie delante de otro, fue cabeceando al ritmo de una canción imaginaria y sonrió a los pájaros que se cruzaban en su camino: hacía rato que había decidido renunciar a los audífonos, se perdía de demasiadas cosas sucedientes a su alrededor: desde cantos de pájaros hasta canciones cantadas por una anciana que podría llegar a cruzarse, además de la oportunidad de poder hurgar en las conversaciones telefónicas que ciertos peatones llevaban a cabo en voz alta. Todo eso a Minseok simplemente le encantaba y le hacía la mañana.

Mirando alto, cruzó sin mirar a los costados sabiendo que no pasaban autos; siempre era el mismo recorrido: de la puerta de salida, tres cuadras derecho, luego una a la izquierda y seguir por ese camino de nuevo en la bifurcación. Después, tenía que atravesar la plaza y estaría en la entrada de la facultad. Sencillo, fácil de recordar y corto. Diez o quince minutos como máximo. Si llegaba tarde, con la bicicleta podía llegar en cinco. Tosió contento y apuró el paso, quería llegar primero y elegir un buen lugar para poder repasar en paz.

Y cuando llegó a la bifurcación, el repiqueteo de una cinta amarillenta le llamó la atención.

Habían bloqueado el carril izquierdo, entre los altos y delgados edificios de ladrillos a la vista colgaban cuerdas con prendas para secar; los departamentos eran mayoritariamente de universitarios, y en la calle que conectaba las filas idénticas de casas (mayoritariamente mono-ambientes con ventanas de bordeas blancos que daban al apartamento de la vereda de enfrente), la cinta lograba marcar un terreno marcado con tiza, dibujando círculos y demás formas extrañas: quizás se trataba de un robo. Quizás…de un asesinato. La idea le dio escalofríos y, asustado y con los dientes apretados, negó con la cabeza y retrocedió hasta la calle principal, mirando el camino de la derecha.

Nunca lo había tomado, y se veía temerosamente oscuro: básicamente los edificios seguía copiándose y pegándose como en un programa de computadora, pero la falta de cuerdas con ropa, la falta de farolas o paradas de taxis no le gustaba nada. Tampoco era la entrada al infierno o la boca de un lobo, pero la sensación de no saber si podría llegar a la plaza le inquietaba. Y no podía volver a reprobar Sociología.

Tragando saliva e inspirando hondo, se dispuso a correr por el camino de la derecha cuando sólo alcanzó a dar dos pasos dentro del callejón; automáticamente sintió un calambre en la pantorrilla y cayó de boca al suelo, girando y aplastando la mochila contra el asfalto con su cuerpo. Sentado y soltando un leve quejido de color, se miró las manos raspadas y sucias, podía sentir también el polvo en su cara. Y ni bien enfocó en una piedrita hundida en su palma, sintió una suerte de bajón de presión, como si del asfalto hubiese emergido una mano enorme y transparente que tiraba de su alma hacia abajo, mareándolo y atándolo al suelo grumoso.

Volvió a caer, esta vez de espaldas. Podía sentirla presión en su cuerpo, parecía tener una roca sobre su tórax, y la falta de aliento le empezó a desesperar. No importaba cuánto exhalase, no podía volver a inhalar y la tarea de retener el aire en sus pulmones de pronto le pareció imposible.

Asustado, miró a sus costados y buscó gritar. El sudor perlado caía por su rostro y las ganas de agitarse y sacudirse violentamente comenzaban a palpitar en su cerebro, que enviaba destellos de órdenes a través de su sistema nervioso a todo el cuerpo.

Salta, chilla, convulsiona. Lo que sea. ¡Haz algo!

Y empezó a llorar. Porque era lo único que sabía hacer. Era lo único que podía hacer.

No podía hablar, tenía la garganta reseca. Y de repente, completamente de la nada, creyó oír una voz dentro de su cabeza, detrás de su espalda y bajo el suelo, también en el cielo, taponándole las orejas.

<<Ya, Kai. Deja de hacerlo sufrir y tráelo a cas>>

Automáticamente entró en pánico: no estaba solo.

Sin notar que volvía a respirar (a una velocidad y agite inhumanos), sacudió la cabeza, en busca de personas. Boca seca y ojos desorbitados, sintió que alguien le pisaba apenas los cabellos despeinados: arqueó el cuello y miró con el campo de visión completamente invertido. Creyó ver un par de zapatos lustrados y negros, de esos que usan los presidentes y demás ejecutivos. Luego, una especie de capa cayó sobre sus ojos, su boca y el resto de su cuerpo.

Allí fue cuando gritó.

 

 

No podía sentir ninguna de sus extremidades, y a pesar de que estaba relativamente consciente, se sentía sumido en el más profundo de los sueños: seguía tumbado boca arriba y con los brazos y piernas abiertos, y parecía flotar en el medio de una nada negra tenebrosa y silenciosa, impecable como el mismísimo vacío.

Pestañeó, asustado. Quería creer que en realidad, todo era una pesadilla, pero todo había sido demasiado real. Demasiado real.

De pronto, el eco de unos pasos resonó a su alrededor, como si se encontrase en el medio de un interminable y ancho túnel. Una voz gruesa dejó escapar un “Oh” de sorpresa, y de vuelta sintió que le pisaban sin querer el pelo.

-¿Cómo es que estás despierto?—escuchó. Al levantar la cabeza, se encontró con un muchacho que parecía ser apenas un adolescente—. Vaya—le sonrió con sus dientes blancos bordeados de labios carnosos—, Suho tenía razón. Eres fuerte, chico.

-¿Quién…?

-Shh—le interrumpió colocándose el dedo índice sobre la boca, mano enfundada en un guante blanco y cabellos y piel oscura acompañados de un sombrero negro  de gala. La camisa blanca que llevaba se veía atravesada por una suerte de tiras horizontales de cuero negras, y la tela abombada daba a entender que el chico tenía una contextura física normal, tirando a delgada—, créeme cuando te digo que es mejor que duermas. Después no tendrás tanto tiempo para descansar.

-¡Yo…!

-Shh—le repitió, divertido. Y entrecerrando los ojos en dos medialunas felices, el extraño cubrió los ojos de Minseok con su mano enguantada, logrando barrer con la consciencia del joven estudiante, cuya cabeza golpeó secamente contra un suelo imaginario.

“Duerme”.

 

 

Notas finales:

Cortito? Puede ser.

Quedan muchas preguntas por responder? Pues claro, apenas es el primer capítulo :P

Por suerte, tengo hasta el capítulo 5 hecho...así que, por favor, amen mucho a 'Tamer' para que crezcamos juntos!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).