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De idiotas y problemas por Ari-nee

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Notas del capitulo:

¡Hola! bueno aquí traigo una historia que empecé a escribir a finales de diciembre y estoy terminando justo ahora, bueno la verdad la terminé antes pero no lo subí por que donde vivo ya era muy tarde.

Son los hijos de nuestros queridísimos basquetbolistas y para que no sepan que no dije nada, son hijos de las parejas: AoKaga, MidoTaka, KiKuro y MuraAka, si alguien no le gusta alguna pareja no se preocupe, le invito a leer el trama de estos jovenes causando todo tipo de alborotos, por lo que no se arrepentiran.

Algunos son ocs, y otros son tomados de imagenes, como es el caso del sensual y sexy hijo del AoKaga. El KiKuro lo tomé de alguna foto de facebook y los otros 2 son completamente míos, por si tenían preguntas. Pero no tienen el mismo nombre que sus autoras originales. (Las cuales dibujan de maravilla a sus Oc'S)

Algunos hechos y palabras estan basados en mis primas y yo, (así es, cuando nos juntamos somos la bomba -palabras de Dashi no mías-) como el hecho de que la semana pasada me lanzaron una naranja en la espalda y aun me duele. Pero se que es su manera de decir que me quieren(?)

Quiero agradecer a mi querida Dashi por darme ideas para el resumen, ya que estaban con la misma cara de Himuro al no saber qué rayos poner. ademas de que ella me acosó todos estos 3 días para que la historia se acabara y aquí está, por lo que me he quitado un pendiente de encima.

Ahora dejo de molestar y los dejo leer. Kuroko no Basket no me pertenece, solo algunos personajes que causaran algun alboroto.

El día era espectacular, los pajarillos cantaban alegremente y las risas de felicidad se escuchaban por doquier, cualquier ser viviente de la ciudad disfrutaba de aquel gozo del fin de semana. Varias parejas se encontraban tirando su amor por todos lados, animales y humanos convivían felizmente y todo estaba como cuento de hadas.

– Y nosotros perdiendo el tiempo… – Un joven de cabellos rojizos murmuró con aburrimiento, pero lo suficientemente alto para que sus amigos le escucharan. Se dejó caer en el gran ventanal de la habitación, de manera que ahora estuviera de cabeza y les lanzó la mirada más aburrida que en su vida hubiera hecho, aunque ni siquiera haya vivido tanto.

– No hagas eso Hiro, se te irá la sangre al cerebro.

– ¡Espera! ¿Tiene cerebro? – Un silencio de escasos segundos se hizo presente antes de que los inquilinos de la habitación estallaran en carcajadas, claro, todos menos el ofendido. El hablador se limpió las pequeñas lagrimas que amenazaban con salir de sus ojos – Buena broma Keitaro.

– ¡Masaru! ¡Cierra el pico idiota!

– Tranquilízate Hiro, solo estaban jugando.

– No te metas Yoshi.

¡Oh! olvide decirles, permítanme presentarlos: ellos son los hijos de nuestra queridísima Generación de los Milagros, que se encontraban justo ahora en la habitación del hijo de los antiguos base de Rakuzan y pívot de Yosen.

Su nombre es Keitaro, Murasakibara Keitaro. Tiene 15 años, al igual que el resto de sus amigos, con una altura de aproximadamente 1.86 cm, un poco baja considerando quien es su padre. Con un hermoso cabello entre el naranja y rojizo. Había heredado la heterocromía de su madre por lo que tenía el ojo izquierdo morado y el derecho dorado.

Y hablando de la madre…

– Hiro – El nombrado se tensó cuando escuchó a la madre de su amigo hablarle. Sus padres le habían dicho, desde que nació, que ese tipo daba un poco de miedo. ¡Un poco de miedo al carajo! Del susto casi se hace en los pantalones – Te buscan al teléfono.

– Enseguida voy, Akashi-san – Bajó las escaleras con la atenta mirada de Akashi sobre él. Podía sentir como era examinado cuidadosamente ¡Es que 15 años no habían sido suficientes! Tragó saliva, y apenas sus pies tocaron el piso de la planta baja, corrió como alma que se la lleva el diablo hacía el teléfono, huyendo como vil cobarde.

No era alguien que se asustara fácilmente, pero ese tipo sí que le daba miedo, y apostaba la colección de revistas porno de su padre, a qué sus amigos estaban igual (A excepción de Keitaro, ya que es su madre).

El nombre de quien estamos hablando es Aomine Hiro, 15 años, con una altura de 1.91 cm. Su cabello corto, de un tono rojo al igual que sus ojos, con una piel morena, hereditaria de su padre, aunque contaba con esas singulares cejas que había heredado de su madre, eso contando el piercing en el lado izquierdo del labio inferior, y otros dos que se encontraban arriba de su oreja del mismo lado.

Tomó el teléfono que se encontraba sobre la mesa, y lo colocó en su oreja.

– ¿Diga? – temeroso de que el dueño de la gran mansión le escuchase se limitó a hablar un poco bajo, aunque pensándolo mejor, no era como si vendiese drogar o algo por el estilo, así que no tenía motivos porque esconderse.

– ¿Hiro? – Escuchó la voz de su madre al otro lado del teléfono, llamándole como si no estuviera convencido de que era él quien se encontraba justo ahí.

– Si soy yo –Le hizo saber que se trataba de él, aunque la idea de aquel ser que le dio la vida no lo reconociese se le hacía un poco bizarro. Tal vez ¿Akashi-san era bueno imitando voces ajenas?

– Llamo para decirte que hoy llegare a casa a las 9, me iré con tu padre, así que espero que llegues antes que nosotros, recuerda que mañana tienes escuela – Su tono era demandante, pero no lo culpaba de ello, pero solo se saltó dos veces el toque de queda, no era para que se enojara tanto, tuvo que hacer unas cuantas excepciones, y todo por culpa de sus amigos.

– No te preocu…

– Y hablando de ella, ha llegado otra carta del director, más te vale no meterte en más problemas – he ahí otra de las razones del porqué del enojo de su madre, pero debía de entender que lo habían provocado. Él era un pacifista –si claro– así que no tenía motivos para pelear.

– Sí mamá – su voz, que intento hacer sonar firme y masculina para demostrarle que se haría cargo de sus responsabilidades –como siempre decía– en realidad salió como el maullido de un gato, chillona y con voz baja. Se llevó una mano a la boca tapándola, como si eso hiciera a su respuesta regresar de donde había salido.

– Eso es todo, nos vemos luego.

– Sí, adiós –Carraspeó un poco mientras daba una respuesta definitiva, prometiéndose a sí mismo que esta vez sí llegaría antes del toque de queda. No quería enfurecer más a sus padres.

Colgó el teléfono, y regresó a la habitación de nuevo, asegurándose primero que aquel duende terrorífico al que Keitaro llamaba madre no estuviera presente. Sin indicios de aquel monstruo ingresó a la habitación y cerró la puerta detrás de ella, no sin antes mirar a afueras del cuarto para que ningún espía –ejem, Akashi, ejem– no los estuviera observando.

– ¿Y bien?

– ¿Y bien qué?

– ¿Quién era?

– Mi madre

– ¿Y qué quería?

– Me dijo que… ¡TÚ NO TIENES PORQUE SABERLO!

– Ya relájate Hiro, no es para que te esponjes como gatito.

– ¡Masaru! – Le observó con los ojos irradiando furia – ¡Si no te callas te partiré la boca!

Midorima Masaru, con la misma edad, altura de 1.88 cm. Sedoso cabello negro y provocadores ojos verdes como los más frondosos árboles, los cuales, a veces les fallaban un poco, por lo que utilizaba lentes de contacto, aunque eso no le impedía cortejar a algunas chicas del colegio. Portando en el cuello un hermoso collar de esmeralda que contrastaba con sus ojos. Una actitud un poco… fastidiosa –aunque eso era herencia de su madre–.

– ¿Y entonces tendré un piercing en los labios? ¿Así como tú? Me imagino que a ti te la partieron y por eso lo tienes, para mantenerlos unidas ¿No?

– ¡AHORA SI YA SACASTE BOLETO!

Se levantó del lugar donde cómodamente había estado sentado y se colocó en posición de defensa, mientras el otro se acercaba a él con la intensión de darle un puñetazo en el rostro. Como adoraba enfurecer a Hiro, y más cuando este le seguía la corriente demasiado fácil. Sin embargo, ninguno pudo hacer ningún movimiento, y solo sintieron la sensación del frio suelo golpeándoles la espalda.

– Ya basta par de tontos, nada de peleas y menos en la casa de Keitaro – Índico mientras tronaba los dedos en gesto amenazante.

Kise Yoshi, nuestro querido héroe, igualmente la misma edad, una altura de 1.83 cm llegando a ser el más pequeño de todos, pero no por eso el más débil. Color de cabello rubio y cautivadores ojos azul celeste con las pestañas demasiado desarrolladas para ser un chico –culpen a su padre– con una aterciopelada piel blanca. Sería una de las personas más codiciadas en la escuela de no ser porque prefiere mantener un perfil bajo, gracias a que tiene el poder de hacerse “invisible”, logrando escapar así de las miles de acosadoras que le rodean a diario.

– ¡¿Qué mierda fue eso Yoshi?! – Aun con la espalda en el suelo, trató de incorporarse utilizando el método de las tortugas –lo cual no le salió muy bien– su vista se dirigió hacía el culpable que ocasionó el golpe. Y es que ¡Mierda, como dolía! Hiro estaba seguro que probablemente dejaría una marca.

– ¿Tantos años y aún no sabes que es cinta negra? – El dueño de la habitación ni siquiera se había movido de su lugar, ¿Para qué hacerlo? la situación no ameritaba que interrumpiese. Hojeaba una revista de baloncesto que tenía en su regazo y no mostraba ni el más mínimo interés en lo que hacían sus amigos – Eso es patético.

– Me siento humillado –Admitió.

– Te ves humillado.

– Cállate, tu estas igual – Masaru chasqueó la lengua por el comentario que le fue dirigido vuelta, aunque estaba humillado, no iba a admitirlo.

– Sé que no es el mejor momento para decirlo – Alzó la vista de la revista que había estado leyendo para posarla sobre sus amigos – En especial porque Hiro está tratando mentalmente de aceptar que ha perdido – Vale, tal vez lo estaba haciendo ¿Y qué? – pero, ¿Les gustaría ir al centro comercial?

– Sonaste como una chica, Keitaro – El heterocromo le miró con un gesto de que si repetía lo que había dicho le cortaría la cabeza, pero rápidamente se apresuró a corregir sus palabras – Aunque en realidad no es mala idea ¿Qué dices Masaru?

– Me parece una pérdida de tiempo –Se incorporó después de asegurarse de que el dolor –o mayor parte de él– se hubieran ido, tratando de exteriorizar sus opiniones. El rubio le miró con una de las cejas dándole un tic.

– ¿Y lo que estamos haciendo no? – Le respondió dándole a entender lo obvio.

– Buen punto – Miró al cuerpo situado a un lado suyo y no pudo evitar sonreír cuando una idea cruzó por su mente – ¡HEY HIRO! ¡VAMOS DE PASEO!

Un golpe fue lo que lo sacó de su tren de pensamiento acerca de su derrota, y este impacto en la piel fue justamente donde se había casi roto la espalda momentos antes. Se levantó por acto reflejo y giró lentamente la cabeza hacia el culpable. Masaru podía jurar que lo hizo como en la película “El exorcista”.

– ¡¿Y PARA ESO TENIAS QUE GOLPEARME?!

– Es que... – Observó como la persona que tenía enfrente temblaba mientras buscaba alguna buena excusa para responderle – Pensé que te nos habías ido.

De acuerdo, tal vez su excusa había sonado estúpida. Sintió como el moreno le tomaba del cuello de la camisa y le fulminaba con la mirada. Yoshi resopló y Keitaro se levantó de su lugar para dirigirse hacia la puerta.

Los otros tres notaron sus movimientos, haciendo que Hiro parase en el momento en el que su puño se iba a estampar en su cara, –Vaya suerte, solo le faltaron unos milímetros– y le miraron con un gesto interrogante.

– Vamos… – Se voz sonó autoritaria, demasiado para alguien de 15 años.

– Se parece TANTO a su madre – Murmuraron por lo bajo, procurando que ni madre ni hijo los escucharan, –de preferencia que no los oyera la madre– mientras seguían al pelirrojo hacia la salida de la mansión.

Su viaje fue a pie. No podían subirse a un autobús y arriesgarse a que los vetaran de ahí, no contando lo que hizo Hiro hace 2 meses –una historia no apta para menores, aunque tal vez exageraban– fue un milagro que el conductor no los denunciara –Y vaya que lo fue–.

El recorrido fue normal, entre lo que cabe decir, Masaru y Hiro en sus estúpidas peleas, que siempre comenzaba el primero, hablando sobre qué personaje que se les viniera a la mente era mejor que al que se le ocurrió a otro, y Keitaro y Yoshi tratando de tranquilizar a ese par, o a veces uniéndose en sus riñas en el intento cuando coincidían con los mismos pensamientos.

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Cuando llegaron al centro comercial, hicieron lo que cualquier chico de su edad haría: ir a la zona de juegos. Sin embargo un enorme cartel ocasionó que detuvieran su andar, bueno como andaban en fila, algo que habían adoptado desde pequeños, el primero en verlo fue Keitaro, quien se detuvo en seco ante la noticia, por consecuencia, hizo que los otros 3 chocaran contra él.

– ¡¿Qué diablos les pasa?! – Como Hiro había sido el último, entonces sintió la gran barrera humana cuando la golpeó. Se sobó la parte de la cabeza que había sufrido el impacto, pero no notó que lo demás estuvieran en “este mundo” por lo que soltó un gruñido.

– M-Mira… – Vio como el dedo del rubio se alzaba para apuntar algo, que al parecer también tenía embobado a los otros 2. Siguió la trayectoria del dedo y cuando vio el objetivo, tuvo que cerrar la boca para que la baba no se le cayera.

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– Tenemos 15 años, ¿verdad? – De tanta impresión a Masaru se le olvidó hasta su edad, aunque no lo culpo. Sus manos estaban ahora sudorosas por tanta emoción.

– Ya ni lo recuerdo – Aunque Hiro no estaba mejor, –tomando en cuenta las personalidades hereditarias de sus padres–. Su mente dejó de trabajar –aunque no es como si antes lo hiciera– y se dedicó a procesar lo que veía.

– Sí, creo que tenemos 15 – Al menos a Yoshi no se le fue el tren, literalmente, ya que aquel letrero estaba sobre un tren en una pantalla digital, ya saben, para atraer más la atención.

– ¿Entonces que estamos esperando? ¡Entremos! – Tal vez fueron los genes de Akashi, pero sea cual sea la razón, no perdió la cabeza – Vamos Hiroki.

– Soy Hiro, imbécil – Bueno, al menos no la perdió tanto.

– Lo que sea – Con pasos apresuras entraron en la tienda. Millones y millones de luces y sonidos fueron los que atrajeron su atención, juegos por aquí y por allá, de carreras, de caza, de baile, de lucha y miles de tipos más. Era el paraíso para cualquier chico amante de los videojuegos, y no eran la excepción.

– Eres tan hermosa – Y por supuesto que Masaru era uno de ellos, y uno de los más obsesionados y eso se notaba porque le estaba coqueteando a una máquina, ¡A UNA MÁQUINA! Es que ¡Por el amor de dios! Estaba bien que le gustasen, pero eso ya era demasiado, solo faltaba que le pidiera matrimonio.

– ¿Se dan cuenta de que esta seduciendo a un juego? – Yoshi miró la escena que el joven de orbes esmeralda estaba haciendo. Menos mal todos estaban tan sumidos en sus juegos que ni siquiera le habían visto.

– ¿Y de parte de Masaru se te hace extraño? –Se mordió el labio inferior, para no soltar que los pelirrojos tenían razón, porque pese a ser un idiota, Masaru seguía siendo uno de sus amigos.

Se acercó hacia donde el pelinegro parecía invitar a una cita al juego. Le tomó del cuello de la camisa mientras se debatía mentalmente si golpearlo o no. Suspiro al ver que la cosa no pasó a mayores, si el pelinegro se ponía de rodillas y sacaba un anillo no sabía que iban a hacer. Le arrastró junto a los otros 2 que trataban de decidir que juego deberían jugar, ya que según ellos debía ser el mejor.

– Tengo una idea – El rostro de Hiro se mostraba como alguien que acabara de descubrir la solución para traer la paz mundial, cosa que en realidad, no iba pegada a su personalidad – ¡Yoshi! Seduce a la chica del mostrador para que nos dé un mejor juego.

– ¡¿QUÉ?! –Su expresión era de exagerada sorpresa. Estaba seguro de que si estuviera bebiendo algo probablemente ya lo estaría escupiendo justo ahora.

– Bien pensado – Y para colmo, Keitaro apoyaba la idea, que era de las pocas veces que concordaba con el otro pelirrojo – Ya lo escuchaste, apresúrate Yoshi.

– ¿Y porque haría algo así? – Si bien no había salido del shock inicial, aun se preguntaba el por qué sus amigos lo habían elegido para hacer dicha tarea. Era atractivo sin lugar a dudas, pero igual ellos, así que había más opciones.

– ¿Que no es lo que siempre haces en la escuela para librarte de problemas? – Genial, ahora Masaru lo había delatado metiendo su lengua donde no debía, esto simplemente no se podía poner peor, tal vez que se casara con el juego hubiera sido mejor.

– Pero solo en casos extremos – Se sinceró.

– ¡ESTE ES UN CASO EXTREMO! – El grito que sus amigos le ofrecieron hizo que algo se tambaleara en su cabeza. Tal vez, solo tal vez, ese era su cerebro golpeándose por el impacto.

– Nunca volverás a ver en tu vida una oportunidad como esta – Las palabras de Keitaro si le llegaron. ¿No más 50% de descuento? ¿No más entrada gratis? ¿No más 15 años?

– ¡Está bien! ¡Está bien! – Es cierto que él tenía una linda cara de angelito, pero bien dice el dicho: Caras vemos, corazones no sabemos. En otras palabras, tenía cara de ángel, pero era el demonio encarnado, aunque seamos honestos, era el “menos” problemático de los 4.

Se acercó lentamente hacia la joven que se encontraba cuidando la tienda. En realidad era muy hermosa y tenía, tal vez, unos 19 o 20 años, que pena que la tuviera que engañar. Utilizó su mejor sonrisa, esperando que la ingenua cayera en la trampa.

No esperó mucho, cuando notó el rostro sonrojado de la joven. Le dijo en un tono seductor lo que realmente había venido a buscar. La chica no se opuso y lo guió, justo con sus amigos detrás, donde se suponía estaba el mejor juego de toda la tienda. Un juego con armas en vez de controles y supuestamente de guerra, tipo “HALO”.

Bueno, si era el mejor era por algo.

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– ¡Dispárale! — Yoshi gritaba como loco dándole indicaciones a sus amigos. Después de haber obtenido el juego, introdujeron las monedas necesarias para comenzar, y apenas había empezado ya se encontraban –literalmente– babeando por lo que veían – ¡Dispárale!

– ¡Le estoy disparando! ¡Maldita sea! – Hiro masculló lo último por lo bajo, pero con la vista aun centrada en el juego de vídeo mientras trataba inútilmente de matar a quien le estaba atacando.

– ¡Si no les apuntan vamos a morir! – Si bien, antes pensaba volver su novia a una máquina, Masaru ahora sentía que técnicamente la estaba engañando, así que lo mejor era terminar cualquier tipo de relación. Ya después le diría el típico “No eres tú, soy yo” o quizás le diría que debían conocer a otros.

– ¡¿Qué rayos crees que hago?! – La única manera en la que podía salir su lado absoluto –así como el que tenía su madre– era cuando se concentraba exactamente en lo que ocurría a su alrededor. Que era justamente lo que estaba haciendo. Concentrándose en exterminar lo que se le cruzara.

Si el juego era el mejor o no, ya no se podía hacer nada. Los cuatro se encontraban hipnotizados por aquel videojuego, y claramente ninguno se dejaría vencer.

– ¡Si seguimos así, tendremos que decirle adiós al nivel 4! – Quien diría que el hijo del gran Akashi Seijuuro se vería tentado por una máquina. De repente se escuchó un sonido y el “Game Over” apareció en la pantalla. Más específicamente del lado de Yoshi.

– Me disparaste… ¡Me disparaste! – El rubio estaba que no cabía en su asombro, ¡Eso era traición! ¡Uno de sus amigos le disparó! Y no podía sentirse más decaído. Su mente trabajaba a mil por hora, así que la conclusión fue lógica y no pudo evitar soltar las siguientes palabras – ¡¿Cómo pudiste ser tan estúpido?!

– ¡No fue mi culpa! – ¿Ustedes le creen? No prestó ni la más mínima atención a sus palabras, ignorando el lloriqueo que su amigo de ojos celestes estaba armando, aunque continuó con su “discurso”– ¡Tú te metiste! además, Keitaro estaba… – Otro “Game Over”, esta vez de parte de Hiro, fue lo que hizo a este parar en seco – ¿Qué? ¿Cómo? ¡¿Qué hiciste?!

– Lo siento – Ni siquiera apartó la vista del juego. Hiro ya lo había hecho antes así que no podía quejarse, y aunque en realidad no fue su intención, si disfruto el hacerlo. Tal vez el karma era real – Tú te interpusiste en mi camino.

– ¡¿Cómo pudiste matarme a propósito?! – Gritó iracundo.

– Tu llevas matándonos 4 veces seguidas – Al parecer Masaru también estaba del lado del heterocromo, porque era prácticamente imposible que los matara tantas veces, pero pensándolo bien… – A cada uno.

– Masaru tiene razón – Apoyó el rubio.

– ¡Cállate Yoshi! – Si los había matado o no, ese no era motivo para que Yoshi se metiera. Bien dicen por ahí: si no es tu problema, no te entrometas – ¡Keitaro! Espero que te guste perder…

¿Qué creen que fue lo que hizo? Si, lo que cualquier chico haría después de un berrinche: tratar de hacer que el otro pierda. Claro que intentó arrebatarle el arma, pero obviamente Keitaro no se dejó, así que alejó el arma del juego con brusquedad, posteriormente causando que se rompa el cable que lo mantenía unido a la máquina. Tal vez perder hubiera sido mejor.

Se presentó un silencio sepulcral, aunque los demás juegos y máquinas seguían funcionando cosa que los 4 ignoraron, hasta que finalmente fue Hiro el que reaccionó, y no de una manera bonita.

– ¡Maravilloso! ¡Ahora nos echaran de la tienda por tu culpa! – Se sentía furioso, esperando algún comentario, idea, sugerencia de los otros que los sacara de este lío, sin que el problema pasara a mayores. Frunció el ceño al no ver respuesta de los demás.

– ¡Fue tu culpa! ¡Si no fuera porque eres un bruto sin cerebro, yo no tendría que haber estirado el cable! – Bueno si hablaron, pero para excusarse de lo que acababa de pasar. Intentó ponerse en los zapatos del otro pelirrojo. “no los culpo, yo hubiera hecho lo mismo”.

– ¡YA CÁLLENSE! – Yoshi alzó la voz en lo que fue un grito, para intentar desesperadamente que sus amigos dejaran de pelear. Movió los brazos bruscamente, como si con eso fuera a lograr algo, pero sin darse cuenta, rompió el cable de su arma por igual, aunque ni lo habría notado de no ser por el “Click” que se escuchó después.

– ¡Increíble! – Todo pensamiento sobre el darles piedad fue esfumado de la mente de Hiro. Claro que aquello lo único que hizo fue incrementar su furia – ¡Si nos descubren nos mataran o algo peor!

– ¿Qué puede ser peor? – Le miró como quien está hablando del clima, tal vez pensando que la comparación era estúpida ¿Qué podía ser peor que los mataran? Hiro le miró como si le estuviera mostrando el reino perdido y él no lo hubiera visto. Masaru se arrepintió por su pregunta.

– Nos pueden castrar… – Tragaron saliva audiblemente, mientras se imaginaban la cruel tortura. ¡DE NINGUNA MANERA DEJARÍAN QUE LES HICIERAN ESO! Pero debía aceptar que si los sorprendían con las manos en la masa, tendrían que despedirse de su herencia –No sé ustedes ¡PERO YO NO QUIERO ESO! – El moreno ahora se encontraba más alterado, y es que ¡Después de imaginar tal escena, ¿Cómo no hacerlo?! Se reprendió a sí mismo por perder el control, mientras se daba un par de bofetadas en las mejillas – ¡YO QUIERO SEGUIR TENIENDO “ESO”!

– ¡Ya cierra la boca! –Keitaro se frotó las sienes mientras trataba de pensar en una solución, escuchó como el otro mascullaba unas cuantas maldiciones. ¡Demonios! Si tan solo Hiro no hubiera empezado el problema no tendría que buscar la respuesta al caos – ¡Masaru! ¡Ayúdanos!

– Que lo haga Hiro, él inició este lío – No entendía por qué el heterocromo le pedía su ayuda, ni que fuera él quien había causado este alboroto, lo más razonable era que aquel que lo hubiese causado, resuelva el problema.

Hiro se sintió indignado por tal acusación. Tanto, que en un arranque de furia quiso golpear la cabeza de Masaru con el arma que tenía en la mano, bueno más bien, HIZO, causando que él mismo rompiera el cable en su intento por hacer al otro arrepentirse.

– ¿Y ahora quien es el idiota? – Se comenzó a reír a carcajadas después del impacto inicial. Moviéndose y retorciendo por todos lados por causa de la misma risa que se apoderaba de él sin piedad. En una de esas dio un giro, haciendo que el cable se enrollara en su abdomen, y se alejó del juego cuando sintió que las piernas le fallaban, primero logrando que el cable se tensara y después consecutivamente, que se rompiera.

Un minuto de silencio para las pobres armas inocentes.

– Al parecer tú – Un gran alivio le invadió al saber que no era el único torpe aquí –quitando a Keitaro y a Yoshi– que había roto el control del juego en una estupidez. Suspiró después de que gritara de alegría interiormente por lo que le ocurrió al contrario.

– Pero, yo nunca quise que… – Se excusó el pelinegro.

La alarma sonó, causando que los chicos salieran de su pequeña burbuja de culpabilidad. Sonó y sonó, hasta que los guardias aparecieron como por arte de magia, dispuesto a llevárselos con ellos para, quien sabe… castrarlos.

– ¡SALVESE QUIEN PUEDA! –  Asustado por completo por la idea, el joven de orbes azules corrió a toda prisa hacia la puerta de la salida. ¡Que sus amigos se salvaran solos! Ya estaban grandecitos para que él los estuviera cuidando.

– ¡USTEDES DETENGANSE! – Escucharon a lo lejos a los guardias gritando para que se detuvieran. ¡Si claro! Como si eso iba a hacerlos detenerse, no eran ningunos idiotas –al menos no hasta ese punto– por lo que cualquier cosa que dijeran los ancianos era ignorada para seguir corriendo.

Salieron de la tienda a toda velocidad, topándose incluso con gente a la que empujaban sin querer, –Hiro podía decir, no, confirmar que en una de esas saltó sobre un carrito de bebé– corriendo por todo el centro comercial, tanto por sus pisos, como por sus pequeñas escaleras, mientras los guardias venían pisándoles los talones. ¡Joder! Para ser viejos, se movían rápido.

– ¡TODO ES TU CULPA! ¡AHORA NUNCA MÁS NOS DEJARAN ENTRAR! – La respiración se le hacía dificultosa, si seguía así, probablemente Hiro ya no tendría que hacer ejercicio en lo que quedaba del año.

– ¡¿MI CULPA?! – Esperen, ¿Desde cuanto fue su culpa? Esperó alguna reacción de los demás, siguiendo avanzando a gran rapidez por todo el pasillo del gran lugar, algo que los salvara de esta. Vio a los demás en las mismas condiciones en las que se encontraba él. Keitaro se resignó a seguir corriendo. Ya se le ocurriría algo.

– ¡NO MIENTAS HIRO! – Masaru siempre estaba ahí en cuando se trataba de una pelea, y se enfadaría si no estuviera de su lado, aunque a veces si se pasaba, pero no hoy. Maldito metiche – ¡TU FUISTE EL VIOLENTO QUE CASI MATA A KEITARO POR UN VIDEOJUEGO!

– ¡TRÍO DE IMBÉCILES! ¡NO ES MOMENTO PARA DISCUTIR! – Si había algo que le disgustaba, eso era el que sus amigos se la pasasen discutiendo, ¡Y peor aún en estas circunstancias! Dio un largo suspiro mientras intentaba encontrar un lugar en el cual ocultarse con sus orbes azul cielo.

Al parecer la suerte estaba de su lado. Un pequeño pasillo casi invisible fue lo que les salvó de su cruel destino. Se escondieron ahí, sin que los guardias lo notaran, por lo cual pasaron de largo. Tratando de calmar sus agitadas respiraciones después de correr por todo el lugar. Hiro masculló algunos insultos sobre los viejos que los perseguían hace unos momentos.

– ¿Qué haremos? – Yoshi estaba asegurándose que no haya ningún guardia, así que se mantenía pegado a la pared, se aclaró la garganta después de correr tanto, y escuchó a sus amigos inhalar profundamente para después soltar el aire. Mantuvo sus manos sobre sus rodillas, para no perder el equilibrio y caer al suelo – Si salimos, nos van a ver.

– Pregúntale a Hiro – Le lanzó una mirada de acusación, que con sus 2 ojos desiguales, era atemorizante, el otro chasqueó la lengua, murmurando por ahí un “Emperador Jr.”– Lo más seguro es que él sepa que hacer.

– Keitaro… – Honestamente no estaba de humor para los insultos del “sir todo lo puede lord” él no fue el que lo rompió el juego en primer lugar, así que él no tenía nada que ver con eso – ¡SI NO TE CALLAS TE METERE ESTO DONDE NO SE VE LA LUZ DEL SOL!

Observó el arma de juguete que se encontraba situada en su mano. ¡Carajo! Con lo de la persecución hasta olvidó que aun la tenía. La examinó cuidadosamente, como si aún no creyera que era el control del juego; aunque sí lo era después de todo.

Los demás miraron al causante del problema como si este tuviera alguna enfermedad contagiosa desde hace años y Hiro aún no les hubiera dicho. Aunque pensándolo mejor, después de todo lo que había ocurrido en el día, sería lo menos extraño.  Aun notando que lo tenía con él y ni cuenta se había dado, los otros 3 se partieron en risas. Risas que después el moreno acompañó.

– Parece que los guardias ya se fueron – El rubio contuvo la risa todo lo que pudo, ya que de lo contrario podía incluso llegar a morir ahogado, mientras observaba si no había moros en la costa, –o en este caso, que no hubiera oficiales cerca–.

– ¡ALTO AHÍ! – Lastimosamente parece que sí los había, aunque él no se hubiera dado cuenta.

– Creo que aún no se han ido – Y ahí estaba Masaru siempre, listo para aclarar lo obvio.

Lanzaron gritos al aire mientras se preparaban nuevamente para otra persecución, se separaron por unas milésimas de segundos, corriendo por sobre las mesas y sillas, sobre puestos de comida y ropa, y también por sobre algunas plantas. Eso hasta que los guardias lograron acorralarlos.

– ¡Mierda! ¡Estamos rodeados! – El corazón le latía muy fuerte, producto de la gran carrera que había corrido hace unos segundos el moreno. El ver guardias y guardias por todos lados donde mirara le estaba mareando, y la recordar la idea de ser castrado no ayudaba en absoluto.

– ¡¿Y ahora qué?! – El joven de orbes bicolores hizo saber su alteración con brusquedad. Tenían que hacer algo o si no lo pagaría muy caro. Si su madre se enterara de que llegó a parar a la cárcel, no sabe qué cosas podría hacerle, y esa idea le aterraba bastante, –todo empezó desde que su padre le contó sobre cómo era Akashi a su edad, cosa que le generó muchos traumas–.

– ¡¿Qué hacemos?! – La voz chillona del menor resonó por todo el edificio. Contando con que ya no había escapatoria y tendría que esperar a que sus padres fueran a buscarlo en la correccional. Su mente no daba para más y el aura que rodeaba a los oficiales en ese momento solo hacía incrementar su nerviosismo.

– ¡Escóndanse donde puedan! ¡Rápido! – El pelinegro gritó lo único que se le venía a la mente en ese tipo de circunstancias: Huir. Y eso que ya habían pasado varias cosas así desde que los 4 habían empezado a salir solos, pero en realidad creyeron que se les había acabado la suerte. Se limpió un poco de sudor que amenazaba con caer en sus ojos para después mirar a los demás que aparentemente aprobaban su opción.

– ¡¿Y si nos atrapan?! – Pero pareciera que Hiro no estaba contento con nada, así que se dedicó a echarle más sal a la herida –o como Masaru le decía, “a cagarla más de lo que ya estaba”– cosa que hizo que le diera un golpe en la cabeza.

– Entonces caeremos con orgullo… – La confianza con la que habló, provocó que sus amigos recuperaran la compostura. Su madre le dijo que el deber de un Akashi –el que su apellido fuera Murasakibara no cambiaba nada– era hacer que los otros que le rodeaban entraran en razón en cualquier situación, cosa que estaba haciendo. Aunque no creía que el antiguo base de Rakuzan se refería a ese “tipo” de situaciones.

– Fue un placer conocerlos –  El rubio empezó a lloriquear, dramatizando un poco, si había algo que él había heredado, eso fue la actitud de su padre, y también su increíble habilidad para ser imán de insultos. Pero pasar tiempo con esos locos le ayudo a defenderse también.

– Y también fue un honor ser su amigo – El de ojos verdosos se unió a la dramatización de su amigo, tratando de que el ambiente no se volviera más tenso de lo que ya se encontraba. Chasqueó la lengua cuando los guardias se acercaron aún más a ellos; su madre le dijo que a su edad había cometido muchas “travesuras” pero estaba seguro de que ninguna se igualaba a esta.

Esquivaron a los oficiales, y cada uno tomó un rumbo distinto.

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Keitaro se escondió en un negocio de acuarios y peces en el mismo piso, por suerte el lugar estaba vacío, salvo por los encargados. Miró hacia atrás y pudo ver a algunos guardias acercándose en su dirección; así que hizo lo primero que se le ocurrió. Aguantó la respiración y se sumergió en una gran piscina con algunos peces. Justamente en ese momento entró la seguridad.

– Creo que uno se metió aquí – Uno de los guardias habló sobre que lo había visto venir en esta dirección. A pesar de que se encontraba bajo el agua, el ruido del exterior se podía escuchar claramente, aunque las voces sonaban incluso más graves de lo que en realidad eran.

– Al parecer no hay nadie – Estúpidos guardias. Si no se apuraban en salir de la tienda, estaba seguro de que moriría dentro de la piscina.

Uno de los peces se acercó a él, y empezó a examinarlo como si fuera una nueva roca que los encargados colocaron lista para ser poblada. Llevó una mano a la altura del pez y empezó a espantarlo como si de una mosca se tratase. El pescadito se asustó y nadó con velocidad lejos de su poca vista borrosa que tenía en el agua.

– Los encargados dicen que no ha entrado nadie – ¡Benditos y alabados sean los encargados! Vaya que lo salvaron de esta, el que no lo hubieran visto probablemente sería la cosa con más suerte que le había sucedido en todo el día – Seguramente están en el segundo piso o incluso podrían estar en la planta baja.

– ¡Vamos! – Escuchó los pasos alejándose de donde se encontraba y soltó el aire que contenía, lo que provocó que las burbujas fueran apreciadas en el agua. Después fue una cabeza, sacudiéndose y tosiendo toda el agua que había tragado.

– Genial, ahora estoy mojado, y a-agh – Sintió que un pececito salió de su boca para sumergirse de nuevo en el agua. El cómo entró ahí era un completo misterio, ya que Keitaro no recordaba haber tragado ningún pez. Una vena palpitó en su frente, consciente de que esto no hubiera pasado si no fuera por causa del otro pelirrojo – Esta se la cobraré a Hiro.

Salió del estanque asegurándose de que los empleados no lo vieran. Se sacudió un poco y exprimió su ropa. Si su madre se enteraba de esto, le iba a ir muy, muy mal. ¿Han visto cómo les va a los adolescentes que sus padres descubren haciendo una fiesta después de irse de vacaciones pero regresan porque se les olvidó algo? Pues a él le iba a ir mil veces peor.

– Todavía tengo que buscar a esos idiotas – Escuchó unas voces lejanas diciendo cosas de él y sus amigos. Bandidos, ladrones, hurtadores, delincuentes, embusteros, criminales – Perfecto, ahora soy un  criminal, simplemente no puedo caer más bajo – Luego salió del negocio con pesadez en busca de los otros 3.

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Masaru se había escondido en una tienda de ropa después de bajar las escaleras de emergencia hasta el segundo piso, y el colmo era que la ropa ni siquiera era de hombre si no de mujer. Como los policías, guardias o lo que sea que fueran estaban justo detrás de él, tomó un enorme abrigo, una peluca peliverde del mostrador y rápidamente se vistió con eso. Se colocó unos lentes de sol que se encontró por ahí, y se quedó quieto, en una pose un tanto… inquietante.

Colocó una mano en su cadera y la otra en su nuca mientras simulaba la pasarela de una modelo. Aunque claro, congelándose en el momento de las fotos, con la cadera para el lado derecho y la cabeza mirando al lado contrario. Los adultos pasaron junto a él y ni le vieron. Eso provocó que soltara un suspiro debido a su alivio. Mala idea. Uno de los guardias que aún se encontraba cerca le escuchó.

– ¿Escucharon eso? – El de seguridad empezó a mirar en todas direcciones, completamente seguro de que había escuchado algo y planeaba demostrarlo, era eso o sus colegas le tacharían de loco.

– ¿Escuchar qué? – Contestó otro. Aparentemente este no le había escuchado como lo hizo el anterior, tal vez porque se encontraba más lejos que el otro.

– Nada, tal vez fue mi imaginación – El guardia suspiró, tal vez dándose cuenta de que no tenía ninguna prueba que probara que había escuchado algo, y de que no debía hablar de cosas sin sentido porque –por lo que Masaru pudo ver– el tipo era un novato.

El guardia más viejo, que aparentemente rondaba los cincuenta, ignoró olímpicamente al novato y se acercó hasta quedar parado frente al supuesto maniquí, que sudaba como cerdo, rezando porque no le atrapen. Su mirada cambió a la de los violadores que aparecían en las noticias que miraba su padre.

– Miren que hermosa está esta maniquí – El “señor violador” se acercó hasta que su rostro quedó a escasos centímetros del de Masaru. Contuvo la respiración lo más que pudo, para que el guardia no se percatara de que estaba “vivo”.

– Sí, sí, si – Uno de los más jóvenes, al cual el pelinegro le calculaba unos veintiocho, le habló a su colega con gesto de… eso era ¿asco? – Después te robas a esa maniquí para tus fetiches sexuales, ahora tenemos unos delincuentes que atrapar

El de ojos esmeraldas se quedó helado en cuanto escuchó lo que el otro decía y no pudo evitar ahogar una arcada que amenazaba con salir. El joven guardia salió de la tienda junto con los demás novatos, a excepción del cincuentón ese, que seguía observando a esa bella “maniquí”.

– No te preocupes nena, ya volveré por ti – Y le acarició la pierna.

Menos mal el abrigo era tan grande como para llegarle a los tobillos o de lo contrario él mismo se hubiera delatado. O sea ¿Qué onda con ese tipo? Robaba maniquís para sus fetiches sexuales, como había dicho el otro guardia. El viejo pervertido salió del lugar, y cuando estuvo lo suficientemente lejos. Entonces él se pudo mover otra vez.

 – ¡Qué asco! ¡Qué asco! ¡Qué asco! ¡Qué asco! – Se sacudió la gran prenda por todas partes antes de quitársela y volver a ponerla en su lugar – Realmente siento pena por la que compre esta ropa – Suspiró mirando al abrigo con una mueca de desagrado.

Cuando estaba por dejar la peluca con falso cabello verde, después de haber dejado los lentes de sol donde los encontró, se cruzó por un espejo. Iba pasando tranquilamente hasta que se topó con la imagen de él con el cabello verde y largo.

– En realidad no me queda nada mal – Hizo varias poses frente al espejo, admirándose con cada una de lo bien que se veía con ese estilo de cabello, hasta que llegó a la conclusión de que tal vez debería comprarlo – Mejor no – La realidad le cayó como balde de agua fría – Ese idiota pervertido me puede reconocer.

Dejó la peluca en el lugar del que lo había tomado –con un poco de asco por el mísero contacto con el que habían entrado con el viejo ese– para asegurarse de que nadie sospechara que las prendas habían sido retiradas de donde originalmente se encontraban, y después salió de la tienda, revisando primero si no había guardias pervertidos que quisiesen follárselo.

– Ese tipo se llevara una gran desilusión cuando vea que su nuevo “fetiche sexual” no está – El cerebro le cimbraba, diciéndole que lo que hacía estaba mal y debía entregarse, si fuera como su padre no lo habría dudado y ya lo hubiera hecho. Vaya suerte que se pareciera a su madre. Cruzó los brazos por detrás de su cabeza, mientras caminaba desinteresadamente en busca de sus colegas de delitos – Sé que soy perfecto, pero yo le pertenezco al mundo – Acto seguido se dirigió a las escaleras eléctricas.

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– ¡Madre! ¡¿Por qué no me brindaste tu invisibilidad cuando nací?! – Yoshi corría y corría, implorando a los cuatro vientos que su madre le oyera donde quiera que estuviera. No sabía si los guardias estaban a punto de alcanzarlo, es más, ni siquiera sabía si aún lo estaban siguiendo, pero ni de chiste se iba a dar la vuelta para averiguarlo – ¡Ahora me hubiera servido mucho! ¡¿Sabes?!

Subió hasta el cuarto piso y el desvío que se veía más adelante le brindó una oportunidad para perderse entre los alrededores. Saltó sobre el gran letrero para caer nuevamente al tercer piso y desde el aire pudo ver que los guardias efectivamente lo continuaban siguiendo –por lo que se felicitó mentalmente por no mirar atrás–. Al tocar el suelo su cuerpo dio varias volteretas, –ya que a diferencia de Hiro, él no sabía nada de “Parkour”– y cuando por fin dejó de dar vueltas, terminó gateando hasta llegar a la tienda que estaba a su lado.

– Menos mal escapé –Se introdujo aún más en la tienda donde se había metido con los pulmones a punto de estallar por las constantes respiraciones que necesitaba para que su cuerpo sobreviviera.

Él no era un genio como Keitaro. Ni mucho menos un aventurero como lo era Masaru. Y definitivamente no era un idiota así como Hiro. Pero al menos se las había ingeniado para huir mientras que seguramente los otros 3 aun tendrían a los guardias detrás. Había entrado en el único establecimiento que encontró a un lado suyo. Una tienda de música.

– Igualmente no debo hacer mucho ruido.

Se puso de pie y tendió su mano para descansar después de correr tanto. Aunque claro, no vio en donde la colocó, provocando que el instrumento en el cual se había apoyado tocara sus teclas. Un piano. El sonido arruinando la paz de momentos antes le puso los pelos de punta. Eso no lo vio venir. Debido al shock inicial no dijo nada y se quedó quieto, aunque después de recuperarse soltó unas leves risas.

– De esta forma me van a descubrir más rápido de lo que pensé – Soltó un bufido mientras pensaba sobre su futuro. En prisión. Si sus padres se enteraban de esto explotarían en llanto, aunque para ser honestos, tal vez solo su padre hiciera un gran drama, ya que su madre no mostraba signos de expresión, por lo que no sabría si lloraría – Me pudriré en la cárcel, aunque lo bueno de esto es que lo haré con los demás.

Observó el piano una vez más, y cuando su cerebro comenzó a funcionar, una idea cruzó por su mente. ¡Ya sabía lo que tenía que hacer! Lo que sea por sus amigos, aun si estos no le agradecieran después, no se sentiría decepcionado, ya que sabía que sus amigos eran demasiado orgullosos como para decir un gracias, ya que aunque no lo pareciera, a él también le costaba demasiado esfuerzo decir esa simple palabra.

– Ya sé cómo los voy a salvar – Se sentó y comenzó a pasar sus dedos bruscamente por encima del piano –oigan, él no era un músico, así que no lo juzguen– provocando notas horribles pero lo suficientemente fuertes como para que se escucharan en los 4 pisos. O incluso a 2 kilómetros de distancia. El ruido era tan fuerte que por un momento, al rubio le pareció haberse quedado completamente sordo – Si este escándalo no atrae a los estúpidos guardias, entonces daré por hecho que nada en el mundo lo hará – Y siguió pasando sus dedos por las infelices teclas.

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– Creo que los guardias ya se fueron – Hiro había entrado en el último lugar que hubiese querido que yacía sobre el último piso, pero no había tenido opción. Una librería. Miró por todos lados y solo vio libros, libros y más libros: su más temido rival. Se llevaban tan mal que uno no podía poner “Hiro” y “libro” en una misma oración sin quedar con la misma cara de “Poker Face” que tenía su tío Himuro. Chasqueó la lengua viendo a su mortal enemigo mirara por donde mirara – ¿Cuánto tiempo me voy a ocultar? ¿Y esos idiotas dónde están?

Un ruido ensordecedor proveniente de algún lugar cerca suyo le hizo llevarse las manos a los oídos, buscando alguna manera de evitar que aquel horrible sonido llegase más allá de sus tímpanos o de lo contrario se los rompería. Se empezó a retorcer como un gusano tratando de alejar la molesta “música” de su cuerpo, sin despegar sus manos de sus orejas.

– ¡¿De dónde carajos viene todo ese ruido?! – Escuchó un ‘shhh’ que seguramente iba dirigido a él –aunque no vio a nadie al que pudiera enseñarle el dedo corazón– ¿Es que no escuchaban el escándalo que se estaba armando cerca de ahí? Era como si el ruido fuera de algún instrumento que alguien estaba tocando muy mal – Un momento…

Se dio un pequeño tiempo para reflexionar: Había subido al último piso, –que es el cuarto– y antes de que se escondiera en la librería había visto a Yoshi entrar gateando a una tienda de música del tercer piso, después de haber dado como mil vueltas en el suelo cuando saltó por sobre el letrero de desviación. La cosa que hacía el odioso ruido era un instrumento. En la tienda de música hay instrumentos. Y si había un escándalo ahí, lo más probable era que los guardias se dirigieran a ese lugar.

– ¡MIERDA! ¡YOSHI! ¡Debo salvarlo! – Con todo lo que había procesado su pobre mente –ya que él no estaba acostumbrado a pensar demasiado– el sonido estrepitoso ya no hacía eco en sus oídos por lo que dejó de ser necesario que se los cubriera – Pero… ¿Cómo rayos distraigo a los viejos?

Se escuchó otro ‘shhh’ que al moreno le valió un comino y siguió pensando. Sin querer chocó con una estantería, provocando que los libros arriba de este se le cayeran encima, aplastándolo en el impacto. Levantó la cabeza de la pequeña montaña y un último libro cayó sobre él de nuevo. Estuvo a punto de lanzarlo lejos con furia, pero se detuvo al leer el título que este decía.

– ¡Ya sé lo que hare! – Ahora si arrojó el libro a cualquier lugar y se levantó decidido. Nunca hubiera pensado que los libros serian su única salvación un día, por lo que tal vez, se habían ganado un poco de su respeto – Libros, este es el comienzo de una bella amistad – dio un último vistazo hacia la librería después de salir de ella, –recibiendo otro ‘shhh’ de por medio– corriendo a ejecutar su nuevo plan.

Definitivamente, esa idea no parecía tener buena pinta.

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Masaru caminaba tranquilamente aun con las manos detrás de su cabeza, observando de momento a momento si no había guardias –que no estuviera el cincuentón de preferencia– para que cruzara el lugar sin ningún inconveniente.

Su tranquilo escape se vio interrumpido cuando observó un tumulto de gente alrededor del sitio hacia donde él se dirigía. Todas las personas tenían la vista arriba suyo por lo que las imitó enseguida. A lo alto se podía ver a alguien sobre el borde de las escaleras eléctricas, aparentemente amenazando con tirarse.

– ¡Cálmate! –El guardia de 28 años que anteriormente lo había estado correteando ahora le prestaba más atención a ese lunático que quería tirarse, avanzando de poco a poco para ayudar al demente. Suspiró sintiendo lástima por ambas personas. Del guardia por no poder hacer nada y del suicida por querer acabar con su vida.

– ¡No se acerquen! ¡O me lanzo! – Masaru pudo jurar que el mundo se le detuvo ahí mismo. Conocía esa voz a la perfección por todas las veces que la había escuchado cuando discutía, llegando a ser hasta cierto punto molesta.

– ¡Con tirarte no lograras nada! – El guardia se detuvo en su caminata, no queriendo provocar al joven.

– ¡Claro que sí! ¡Ya no me pudriré en la cárcel! – Quería comprobar que sus oídos le estaban jugando una mortal broma pero no. Esa era indudablemente la voz de Hiro. Un terror lo invadió cuando se dio cuenta de lo que ese idiota estaba a punto de hacer ¡¿Qué acaso no pensaba en sus padres?! ¡¿O en Yoshi y Keitaro?! ¡¿O en él?! Si se suicidaba, ¿Con quién se supone que pelearía?

– ¡No hay necesidad de hacer eso…! – El de uniforme de seguridad intentó seguir con lo que había dejado a medias, queriendo subir ahora por las escaleras para detener al menor.

– ¡ATRÁS! – El de veintiocho años paró en seco cuando el moreno lo señaló desde la altura en donde se encontraba – ¡Si intentan subir me aviento! ¡Así que no se muevan!

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– ¿Porque no vienen? – Yoshi aún seguía pasando sus dedos por el piano provocando las notas más estruendosas y molestas que casi le rompen sus propios oídos, pero no entendía porque nadie se había acercado a detenerlo, ni siquiera los empleados, por lo que se encontraba furioso – ¡Estoy haciendo todo el maldito escándalo del mundo y esos guardias no se dignan en venir!

Frustrado y convencido de que nadie entraría por la puerta, dejó de tocar el instrumento y salió del establecimiento. Enseguida deseo no haberlo hecho. Observó como Hiro estaba en el borde de las escaleras, fuera del alcance de las personas, haciendo ademanes de aventarse para acabar con su vida. Con todos los guardias a su alrededor tratando de que el joven no se tirara era obvio que no irían a la tienda de música por su ruido.

Las piernas le temblaron y enseguida corrió por ayuda, más específicamente, buscando a Keitaro. Sabía que el heterocromo se encontraba en el mismo piso que él, por lo que miraba en todos los puestos y negocios tratando de dar con este. Distinguió una cabellera rojo saliendo de un acuario e inmediatamente se dirigió a su dirección.

Keitaro se estaba exprimiendo la ropa para eliminar el exceso de agua, cuando una fuerza impresionante le tomó de los hombros y empezó a sacudirlo violentamente. Los ojos se le desorbitaron y con la poca visión que tenía gracias al impacto, pudo distinguir que quien lo estaba moveteando era nada más y nada menos que Yoshi, quien había corrido hacía él histérico y a toda prisa.

– ¡AL FIN TE ENCUENTRO! ¡ESTUVE BUSCANDOTE COMO LOCO POR TODO EL TERCER PISO! ¡NO TIENES IDEA DE LO QUE ESTA PASANDO AHÍ AFUERA! – Habló tan rápido y tan fuerte que apenas y le entendió algo de lo que estaba diciendo.

– Estaba en el acuario, ¿Y tú? ¿Qué te pasa? ¿Por qué estas temblando?– La mirada celeste casi a punto de romper a llorar lo inquietaba. Yoshi podía ser un tanto dramático a veces, pero nunca lo había visto de esa manera. Incluso ni notó que estaba mojado – ¿Qué es lo que ocurre afuera?

– ¡ES LO QUE ESTOY TRATANDO DE DECIRTE! – El tono que el rubio usó con el heterocromo era fuera de lo común por lo que Keitaro pensó que en realidad debía ser algo serio – ¡HIRO ESTA A PUNTO DE TIRARSE DESDE LAS ESCALERAS DEL ÚLTIMO PISO! ¡QUIERE SUICIDARSE!

– ¡¿QUÉ?! – Ahora le encontraba sentido a todo lo que estaba pasando. Yoshi histérico, a punto de llorar y con una mirada inquietante – ¡¿CÓMO QUE QUIERE MATARSE?! – Si Hiro sobrevivía a la caída, él mismo se encargaría de asesinarlo.

Yoshi tomó la mano del pelirrojo y empezó a correr en dirección hacia donde minutos antes había visto al moreno a punto de lanzarse desde el cuarto piso. Keitaro no tuvo más remedio que seguirle el paso, para ver qué clase de estupidez le estaría pasando por la cabeza a Hiro. “Sé que  mi madre me dijo que sus padres en su adolescencia era unos idiotas pero esto ya es demasiado, incluso para Hiro”. Cuando llegaron hacia la zona, varias personas se encontraban tratando de que el Aomine no se tirara desde arriba.

– ¡No te tires! – Una señora de unos treinta años de edad estaba intentando de que Hiro entrara en razón y que suicidarse no era la respuesta – ¡Aun tienes mucho que vivir!

– ¡Te daremos todo lo que quieras si no lo haces! – Hiro escuchó eso último como una salida a todo el problema que se había ocasionado. ¿Quién iba a decir que el libro “Las 20 maneras más famosas de suicidarse” le ayudaría tanto?

– Así que lo que quiera… – El joven de tez morena se colocó una mano en la barbilla con gesto pensante, mientras buscaba mantener el equilibrio para no caer de verdad hacia su propia muerte. Si ellos insistían, entonces tendría que hacer caso a sus peticiones – ¡Quiero que reparen la máquina de videojuegos del tercer piso!

Estaba pensando en que más podría pedir –como lo es un auto convertible último modelo– cuando alguien lo estampó contra el suelo, causando que se despegará del barandal de las escalera y por consecuencia, que su farsa ahora no funcionara.

Masaru había subido como un loco por las escaleras de emergencia. Los guardias de verdad debían ser unos imbéciles para no haber subido por ahí antes para salvar a su amigo. Así que aprovechando que Hiro estaba ocupado en otras cosas, lo tacleó de manera que ahora se encontrara lejos de su original propósito, salvándolo así de una muerte segura –hasta donde el pelinegro sabia–.

– ¡Masaru! – Distinguió unos ojos esmeralda que le miraban con el ceño fruncido. El pelinegro se encontraba sobre el moreno, de manera de que cuando lo derribó, cayó con las rodillas separadas por ambos lado de su cuerpo, con Hiro debajo. Sin embargo esta situación solo confundió más al pelirrojo – ¡¿Qué rayos crees que haces?!

– ¡¿Tú qué crees que haces?! – Le contraatacó tomándolo del cuello de la camisa para empezar a sacudirlo – ¡Suicidarse no cambiara nada!

– ¡¿Suicidarme?! – Ahora le entendía al menos una parte del porque lo tiró en el suelo. Masaru no estaba enterado, por lo que no podía culparlo de querer salvarlo, pero no era razón para perder la cabeza, por lo que trató de explicarle – ¡Yo no iba a suicidarme! ¡Era una distracción!

– ¡No me mientas! – Para colmo de la situación, el pelinegro no le creyó ni una sola palabra, es más, le dio más vueltas al asunto con cosas que no tenían nada que ver – ¡Sé que sufres traumas difíciles! ¡Pero podemos llevarte a un psicólogo!

– ¡Estas malinterpretando todo! –Sacó la fuerza necesaria para sacarse al Midorima de encima y que ya no estuviera sobre él, al menos no tanto, de manera que ahora se encontraba a horcajadas arriba suyo. Este le miró expectante esperando que continuara, por lo que siguió – ¡Tenía que llamar la atención para que el idiota de Yoshi escapara sin problemas! ¡Y no tengo traumas!

– ¿Ah? – Su mente aun trabajaba tratando de que la información llegara a su cerebro, pero no era una situación muy fácil de analizar que digamos, por lo que quiso asegurarse de que no era una broma preguntando todavía inseguro – ¿De verdad?

– ¡Sí! –El moreno le confirmó que no intentaba engañarlo – ¡Y ya quítateme de encima que pesas! – Le empujó para que este volara fuera de su cuerpo, por lo que Masaru salió disparado en dirección al piso, golpeándose el trasero.

Ambos se levantaron sacudiendo el polvo y suciedad de sus ropas por estar tanto tiempo en el suelo, justo al mismo tiempo que Yoshi llegaba en su dirección arrastrando al heterocromo con él. Apenas se dio cuenta de que Hiro se encontraba sano y salvo, soltó la mano de Keitaro para correr a abrazar al moreno que apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando el rubio se le abalanzó encima.

– ¡Hirocchi! – Le abrazó con todas sus fuerzas con pequeñas lágrimas en las comisuras de los ojos, olvidando por completo que le había dicho el sobrenombre que usaba su padre y que él mismo había adoptado para referirse con cariño al pelirrojo – ¡Pensé que te perderíamos!

Ver aquellos ojos celestes llorosos le hizo sentir un poco de lástima, pero aun así se despegó del joven de tez pálida dándole unas caricias en su sedoso cabello rubio. Con el tacto reconfortante que le dio su Onii-chan –como le decía al pelirrojo cuando eran niños– Kise se tranquilizó.

– ¿Ustedes de dónde salieron? – Miró a ambos recién llegados con sus orbes rojos simultáneamente después de separarse del menor. Tal vez se tele transportaron o volaron en su dirección. Sin embargo en especial le prestó muchísima más atención al estado del Murasakibara – ¡Y tú! ¿Por qué estás mojado?

– Larga historia – Keitaro no estaba de humor para contar lo que le ocurrió en aquel acuario, y sintió que las mejillas se le enrojecieron cuando todos le miraron con detenimiento. Incluso Yoshi que lo había arrastrado todo este tiempo no se había percatado de ello, por lo que ahora le examinaba porque se había dado cuenta de algo que antes no.

– ¡Ese chico es un héroe! – Los comentarios de alabanza hacia Masaru no se hicieron esperar, por lo que los cuatros miraron hacia abajo observando a la gente hacer ademanes de alegría, como si haber evitado que Hiro se matara fuera el evento del siglo – ¡Detuvo al psicópata que quería aventarse!

– ¡Es verdad! – La sangre se les heló cuando vieron como los guardias se juntaban para dirigirse a las escaleras para ir hacia donde ellos se encontraban. Algo les decía que su persecución aún no había acabado – ¡Ahora tras ellos! – El de seguridad señaló en su dirección.

Nuevos guardias los acorralaron en el cuarto piso, que posiblemente habían subido cuando estos estaban en su encuentro después de que Masaru tirara a Hiro en el suelo para salvar su vida de una caída espantosa. La cosa buena de todo esto, es que como al moreno se le había ocurrido matarse cerca de las escaleras eléctricas, entonces pudieron encontrar una vía de escape.

El corazón golpeaba fuerte y el sudor se resbalaba nuevamente por sus sienes, producto de las carreras de momentos antes y la de ahora. La visión de los de seguridad esperándolos abajo hizo que los cuatro jóvenes se mantuvieran en equilibrio sobre el barandal de dichas escaleras, mientras se deslizaban para llegar a la planta baja sin ningún problema.

Momentos antes de que terminaran con el movimiento deslizante del borde del aparato, Hiro logró saltar lo suficientemente alto –tal y como lo hacía su madre– para pasar por las cabezas de los oficiales del centro comercial. Sus amigos no contaban con la misma habilidad que el joven de tez oscura, por lo que en el momento del salto –ya que Hiro era el primero de los cuatro  que se había deslizado por el barandal– Yoshi, que era el venia después de él, logró tomarlo de la camisa que portaba en esos momentos, consecutivamente, Masaru que venía detrás de ellos hizo lo mismo, pero aferrándose de la chaqueta del rubio, y por último, Keitaro también sosteniéndose del de ojos esmeralda del borde del pantalón. Hiro saltó sin inconvenientes –sin notar que arrastraba a sus tres amigos con él– pero cuando aterrizó en el suelo, supo que algo no andaba bien.

– ¡¡¡CUIDADO!!! – Pero era demasiado tarde para que el joven de orbes rojizos se moviera, cuando vio la ‘desgracia’ que había traído consigo.

Vaya suerte que Yoshi pudo esquivarlo, ya sea por sus clases de artes marciales o por otra cosa; Pero eso no evitó que Masaru se estampara contra él, dejándolo de nuevo con el piso acariciando su nuca. Sabía que no había posibilidad de que Keitaro cayera sobre ellos, ya que al igual que su madre, era absoluto y nada le salía mal –hasta donde él sabía– por lo que agradeció a los dioses.

El pequeño incidente del moreno y el pelinegro hizo que los guardias se acercaran más en su dirección, lo que hizo que Yoshi saliera huyendo con Keitaro detrás después de jalar de la mano al de orbes verdosos, dejando a su amigo pelirrojo en el suelo y el otro a medio levantarse. Al ver la escena de sus amigos huyendo justo después de ayudarlo, Masaru no pudo evitar mirar atrás para encontrarse con los viejos corriendo en su dirección, por lo que también escapó, con la mente en un ‘siento que algo se me olvida’.

Milisegundos de haber empezado a correr cayó en la cuenta de que no era ‘algo’ sino ‘alguien’ por lo que a paso veloz regresó para tomar a Hiro de la parte trasera de su camisa –el cual se había incorporado hasta quedar sentado sobre el suelo– y de ahí, jalar al adolescente que apenas y procesaba que era lo que ocurría o dónde estaba, y claro, con los ojos desorbitados aún más cuando el pelinegro lo jaló de golpe.

Alcanzaron a los otros 2, en cuanto Hiro recuperó toda la consciencia e hizo uso de su gran velocidad  –que tenía gracias a su padre– dándole la vuelta a la situación, ahora llevándose a Masaru con él y no como hace unos momentos atrás –donde el pelinegro arrastraba al de piel morena–. Por lo que ahora corrían por el pasillo principal hacia la salida.

Todo iba ‘normal’. Jóvenes corriendo esquivando todo lo que se les cruzara en su camino mientras unos hombres mayores corrían detrás de ellos, era su definición a esa palabra.

Un hombre mayor estaba ofreciendo unos volantes para promocionar y traer clientela a su negocio, pero cometió el grave error de atravesarse en medio del camino de los alborotadores. El susto de ver a los adolescentes directo en su dirección provocó que se quedara inmóvil, por lo que los chicos tuvieron que tratar de no derribarlo sin detenerse de su carrera.

– ¡Con permiso! – Ya que el heterocromo era el primero encontrándose en ventaja de los demás. Esquivó al señor apenas rozando un poco con él. Sin perder la “elegancia” en ningún momento.

– ¡Disculpe! – Yoshi cruzó junto al repartidor de volantes apenas segundos después de que el pelirrojo de piel blanca lo hiciera. También procurando ser cortés aunque estuviera en esa clase de situaciones.

– ¡Quítese! – No obstante, el adolescente de ojos rubí no sabía nada de modales, por lo que sumándole el hecho de estar huyendo prácticamente de la policía no garantizaba que su actitud fuera la de una “buena persona”.

– ¡Hágase a un lado! – Y teniendo en cuenta que la personalidad a la que más se había parecido Masaru era a la de su madre, también se esperaba una reacción así del pelinegro de ojos verdes.

Si Keitaro y Yoshi pudieron pasar al hombre sin llegar a chocar precisamente con este, Hiro y Masaru no tuvieron la misma suerte. Ambos venían acelerados y al mismo tiempo, por lo que esquivaran donde esquivaran chocarían con el señor inevitablemente. Lo cual, fue lo que paso, fue una suerte que esta vez no acabaran en el suelo.

Esto provocó que los volantes salieran disparados por el aire en todas direcciones. Los pedazos de papel que se encontraban en el viento fueron producto de una idea, por lo que los 2 chicos que se encontraban de último los hicieron bolas de papel para lanzarles a los guardias como si fueran municiones. Cabe aclarar que todo esto lo hicieron corriendo y sin detenerse.

– Bolas de papel como armas… – El hecho de que esos pedacitos de hoja detuvieran por microsegundos a los guardias no era suficiente. Chasqueó la lengua mientras mascullaba un par de maldiciones a la vez que seguía lanzando los volantes estrujados. Masaru había hecho aquello primero, así que fue su culpa – ¡Gran idea Masaru!

– ¡¿Acaso tienes una idea mejor?! – Consciente de que no tenía una respuesta que dar al contraataque que le lanzó el pelinegro, cerró la boca para seguir en la tarea de arrugar con sus manos los antes llamados volantes.

Ya que todos los guardias se encontraba detrás de ellos y no adelante, no había quien cubriera la puerta principal, lo que les brindó una oportunidad para salir. Los hombres debían de ser unos completos idiotas para que dejaran desatendida su forma de cuidar las tiendas, era un milagro que ninguno estuviera despedido aun. Cruzaron la puerta de cristal, uno tras otro, y cuando salieron del establecimiento pararon, salvo Masaru.

– ¡Hey! ¡Masaru! – Ver al de orbes esmeraldas seguir corriendo dejándolos atrás –ya que Masaru era el último cuando corrían en la tienda– se le hizo un poco extraño, por lo que Hiro no pudo dejar en el aire su interrogante – ¡¿A dónde vas?!

– ¡Obviamente van a salir a perseguirnos! – La voz se escuchaba apenas debido a la gran distancia que había recorrido el pelinegro, pero fue al menos audible para que los otros 3 comenzaran a seguirlo en un intento también por escapar.

Siguieron así por tres cuadras, y cuando se percataron de que era suficiente se detuvieron.

– ¡Que alivio! – El heterocromo respiró por tercera, o tal vez por cuarta vez, ese día con el corazón golpeándole como si quisiera salir. Solo faltaba que este abriera una especie de puerta en su pecho para que apareciera con una pequeña maleta y un sombrerito diciendo “renuncio” – ¡Logramos escapar!

– ¿Acaso lo dudaste? – Hiro le cuestionó con una ceja arqueada, recibiendo una mirada de molestia por el “Don Perfecto Jr.”

– Tal vez, pero no podremos volver por un tiempo – Yoshi miró al gran edificio con nostalgia desde lejos de donde habían corrido. Suspiró, dándose cuenta de que cuando sus padres fueran al centro comercial, él no podría acompañarlos.

– Y todo esto pasó por qué rompimos el juego – El incidente ocurrió sin intenciones. Masaru sabía que su padre no toleraría esa actitud, pero no era como si este fuera capaz de enterarse – En realidad no quisimos alborotar a todo el mundo ¿Verdad?

– Claro que no – El joven con un ojo dorado, empezó a hacer memoria de todo lo que les había ocurrido en el centro, y hubo un acontecimiento que llamo su atención, por lo que tuvo que reconocerlo – Aunque creo que lo mejor fue el “Suicidio de Hiro”.

– ¡Oe! – El moreno a pesar de parecer molesto, en realidad no lo estaba. El hecho de que tuviera que hacer semejante estupidez era humillante, pero lo había hecho por una buena causa – ¡Lo hice para salvar el trasero de Yoshi de aquel escandaloso sonido!

– He de admitir que fue una gran distracción – El experto en bromas “Midorima Masaru” –también hace servicios a domicilio– reconoció que el método de Hiro había sido muy convincente. En todos sus años que había causado desastre tras desastre, jamás fue capaz de imaginarse hacer algo como eso, por lo que sintió un poco de envidia al ser el pelirrojo el primero en pensar esa idea.

– ¡Oigan no me culpen! ¡Yo hice todo eso para salvarles el pellejo! – El rubio infló los mofletes, haciendo un puchero que junto con esas largar pestañas que portaba, parecería una niña haciendo un berrinche, pero la forma de hablar y la voz un poco arriba de lo normalmente aguda, daban a explicar que se trataba de un chico – ¡Idiotas malagradecidos!

– Bueno está bien – Keitaro hizo un movimiento de manos, indicándole al de ojos celeste que no había porque molestarse, para que dejara de hacer esas caras, ya que a veces llegaban a dar miedo – De todas formas, hay que dejar esto atrás ¿Les parece?

– De acuerdo – Después de que dejara de inflar las mejillas, expresó su respuesta con un asentimiento de cabeza. La sola sensación de recordar todo lo que pasó le producía nauseas, a pesar de que tan solo había ocurrido un par de minutos desde que habían salido del lugar.

– Por mi está bien – El pelinegro colocó sus brazos detrás de su cabeza, entrelazando sus dedos justo a la altura de su nuca, ya que era una acción que él había adoptado desde muy pequeño casi para todo. Por lo que fue normal para sus amigos ver ese ademan en él.

– Me da igual – Hiro era el más fácil de convencer cuando se trataba de olvidar algo, porque así lo quiera o no, siempre lo olvida de cualquier forma. Eso explicaría sus ‘maravillosas’ notas en la escuela –nótese el sarcasmo–.

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En el camino de regreso hacia sus respectivos hogares, Keitaro se la pasó estornudando. Estornudo tras estornudo. Por lo cual fue obvio que llegara un momento en que sus amigos ya no le soportaron y le dijeron que se callara, pero él contestó diciendo que simplemente no podía.

– A pesar de que ahora estoy seco… – Observó con sus ojos bicolores la ropa que antes había estado empapada por culpa del agua, pero con las carreras que dio se había secado, aunque se tornó un poco tiesa, y por ende, difícil de manejar – Me va a dar una pulmonía.

Llegó el momento en el que tuvieron que separarse, por lo que dejaron a Keitaro una esquina antes de su casa –o mejor dicho, mansión– ya que ninguno tenía ánimos de ver a Akashi, el cual posiblemente descubriera toda la verdad con solo verles a los ojos –incluso algunas veces pensaban, que también se comía sus almas por medio de su mirada–, dejando al joven de ojos diferente a su suerte.

Los tres continuaron su caminata, hasta que fue momento de despedirse de Masaru, el cual no vivía muy lejos del pelirrojo de piel blanca. Sin mirar hacia atrás movió su mano como una señal de adiós, que no pudo ver si fue respondida ya que no volteo en ningún momento hasta entrar a la casa.

Los 2 adolescentes restantes se la pasaron en una plática cómoda por el resto del camino. En una de esas el mayor mencionando el tema del “Hirocchi” que había expuesto el rubio en el centro comercial. Ambos vivían un poco lejos que sus 2 amigos anteriores; El de hebras rojizas y tez morena vivía en un apartamento que había adquirido su madre hace años, antes de que naciera y/o conociera a su padre. El de piel más blanca y orbes celestes habitaba en casa de su bisabuela, la cual había muerto hace 9 años pero había dejado la casa a nombre de su madre, por lo que ahora vivían ahí.

Cuando Hiro dejó a Yoshi cerca de la puerta de su casa y se hubo despedido, continuó su caminata. No quiso entrar a la casa de su amigo ya que sería incómodo tener que hablar con su invisible madre y su muy, pero muy, animado padre, por lo que le dijo que mejor entraría otro día. Después de convencer a Yoshi de que estaría bien solo y de hacerle ademan de despedida, se dirigió camino a casa.

Cuando llegó al edifico, saludó al portero, y se encaminó a paso veloz por el elevador –había pasado como cinco veces las escaleras del centro comercial, por lo que ahora no quería ver unas ni en pintura– Esperó impaciente con el pie golpeando el suelo en constantes movimientos, como si eso hiciera al aparato subir más rápido hasta su piso. En cuanto el aparato se detuvo, rebuscó en su bolsillo las llaves, –era un milagro que estas no se le hubieran caído– y entró al departamento para hacer todo lo que tenía pendiente.

Su toque de queda era exactamente a las 9, misma hora en que llegarían sus padres a la casa hoy. Había llegado a las 7:56 pm, por lo que aun contaba con tiempo para darse una ducha y prepararse algo de comer –ya que a diferencia de su padre, él si sabía cocinar–.

Se quitó la camisa, dejando ver su formado abdomen y pecho que tenía a los 15 años, colocó su toalla en el hombro y se dirigió al baño, para darse una gran ducha relajante que le ayudara a olvidar más rápido el desastre de hoy.

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Cuando entró a la mansión, enseguida sus pies lo llevaron a la cocina. No importaba cuanto le dijeran que se parecía a su madre, Keitaro estaba 100% seguro de que en realidad se parecía indudablemente a su padre. Si bien no tenía el cabello púrpura ni su altura, contaba con el insaciable apetito de golosinas que portaba su progenitor.

Abrió la puerta de la alacena, y se encontró con una bolsa de papas aun no abierta y en completo estado. Con una mano tomó la bolsa a la vez que la abría para extraer el alimento de su interior y llevárselo directo a la boca.

– Keitaro – Escuchó la voz de Akashi llamarlo por lo que giró el rostro a su dirección.

Sabía que sus amigos huyeron prácticamente de la casa porque no querían estar cerca de aquel ser que le dio la vida, que cobardes eran. Masticó las papas hasta tragarlas, ya que sabía que su madre no toleraría el que hablara con la boca llena.

– ¿Si? – Observó esa mirada tan parecida a la suya. Dorado y rojo contra dorado y púrpura chocaron en un duelo de miradas. Donde sí Keitaro caía entonces toda la verdad sería revelada. Él era el único que podría hacerle frente a la actitud intimidante de su madre.

– ¿Pasó algo interesante hoy? – Akashi lo miró, no muy convencido de lo que ocultaba su rostro.

– No – Fue su seca respuesta.

– Sei-chin, Kei-chin – Su enorme padre hizo aparición por la puerta, donde tuvo que inclinarse para que su gran cuerpo pudiera pasar por la entrada. Murasakibara miró a ambos pelirrojos, buscando alguna pista que le dijera que ocurría con ellos, ya que cuando su Sei-chin hablaba con su hijo, podía sentir que algo no andaba bien; como si el mundo fuera a destruirse – ¿Sucede algo?

– No – Repitió su hijo con el tono de voz un poco más suavizado –Ahora si me disculpan, me retiro – Hizo una reverencia para después salir con la bolsa de papas en sus brazos.

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En la residencia Midorima las cosas eran un poco diferentes.

En cuanto Masaru abrió la puerta, su madre se le abalanzó para llenarlo de mimos y cariñitos. El hecho de que ahora contara con 15 años, no impedía a Takao para seguir tratándolo como “el niño de mami”, ya que sin importar los años, Kazunari lo seguía viendo como su bebé, como su más preciado tesoro, por lo que no dejaría de cuidarlo nunca.

– Mamá… – El abrazo asfixiante que le otorgaba su madre le estaba estrujando los pulmones, razón por la cual el aire no circulaba a todo su cuerpo y por ende, a su torrente sanguíneo. ¿Cómo sabía todo eso? Bueno, tener a un médico de padre tenía sus ventajas, como el hecho de nunca reprobar química y biología – Me estas ahorcando.

– Oh lo siento cariño – Kazunari se apartó de su hijo para dejarlo pasar tranquilamente por la casa. Se acomodó el delantal que llevaba mientras preparaba la cena y se encaminó de vuelta hacia la cocina – Tu padre está en su estudio, ya sabes, por si quieres ir a verlo.

El estudio, era un cuarto donde el famoso “Cardiólogo Midorima Shintarou” hacía algunas cosas que adelantaba de su trabajo, por lo cual él a veces solía pasar por ahí, ya sea para avisarle que la comida estaba lista, para informarle la hora, o simplemente para pasar un rato de calidad padre e hijo. Asintió con cansancio, y se dirigió a su habitación sin decir nada. Había tenido un día de perros, por lo que vería a su padre más tarde.

Se detuvo en las escaleras recordando el alboroto que causaron al subirse a las de las tiendas departamentales, así que subió con pesar, casi arrastrando los pies. Pasó justo al lado del estudio donde ligeramente tocó la puerta para murmurar un:

– He regresado, padre.

– Está bien – Escuchó movimientos de aparatos de oficina de Midorima, por lo que supuso que su padre estaba ocupado y decidió no entrar – Te espero en la cena.

– De acuerdo – Después reanudó su camino hacia su cuarto en silencio.

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Cuando entró a la casa de su bisabuela fallecida, a Yoshi lo recibió un enorme can que enseguida lo tiró al suelo. Su cara fue completamente invadida por esa lengua que se moveteaba por todos lados. Nigou había crecido bastante, hasta tal punto de que si se paraba en dos patas tendría más o menos la misma altura que Tetsuya, por lo que su fuerza también había aumentado, y siempre que Yoshi regresaba a casa este le recibía con sus típicos saludos –los cuales consistían en lo mismo que ocurría ahora–.

– ¡Nigou! ¡Basta! – La lengua rosada y húmeda le brindaba cosquillas, por lo que no podía tratar de hablar con claridad, y el perro no lo escuchaba. Logró incorporarse hasta quedar sentado, aun con el animal junto a un lado suyo, sentado, esperando que él lo acariciara, moviendo su cola de un lado para otro, buscando llamar la atención.

– Yoshi-kun – Kuroko había aparecido justo a su lado de la nada atraído por el grito que había dado. Cuando los padres de sus amigos decían que este era como invisible no lo decían de broma, aunque aún el hecho de no acostumbrarse a la presencia de su madre después de 15 años, ya era demasiado. Chico y perro dieron un pequeño brinco por la repentina aparición de la sombra.

– Cielos Má, me has asustado – Yoshi se llevó una mano al pecho, justo a la altura del corazón mientras intentaba apaciguar su acelerado ritmo. Le habían contado que cuando nació, todos dieron gracias a los dioses porque no había heredado la poca presencia que tenía su madre, ya que de haberla tenido, probablemente las enfermeras del hospital lo hubieran perdido, –eso contando también al padre–.

– Yoshicchi – Su padre vino justo después de que él se hubo reincorporado, por lo que le brindó una sonrisa cálida, a pesar de las veces que le había dicho a su padre que no usara ese apodo jamás cambiaría – ¿Cómo te fue hoy? – Le recorrió una tensión que no pudo explicar por toda la columna vertebral, provocando que sus padres le miraran con una mueca de confusión.

– Bien, gracias – Por más que intento ocultarlo, la voz le salió temblorosa.

– ¿Ocurre algo? – Insistieron ambos padres.

– No nada – El menor trató de desviar la mirada de sus padres, pero eso no bastaba, por lo que decidió cambiar el tema de conversación, tratando de desviar también la atención de sus progenitores – ¿Qué hay de cenar?

– Estas de suerte Yoshicchi – El rubio mayor pasó un brazo alrededor de los hombros de su esposo, mientras el can –que se había quitado de su lado para pasar junto a su padre– disfrutaba del tacto de la mano de este – Tetsuyacchi ha preparado tu favorito.

– ¡¿Enserio?! – Los ojos le brillaron por el hecho de que estuviera punto de degustar su manjar favorito, y el hecho de que su madre asintiera iluminó aún más su mirada – Entonces iré a mi habitación para arreglarme y bajar a comer – Y sin esperar nada más, corrió rumbo hacia su “santuario” –como le decía al lugar donde dormía– para que sus padres no siguieran sospechando.

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Hiro terminó de cenar a la vez que sus padres entraban por la puerta del departamento. Ya se había duchado y había arreglado la casa así que supuso que sus padres –más específicamente su madre– no se molestarían por llegar y ver la casa “hecha un asco”, diciéndole que era un flojo y un vago y que debería hacer algo productivo.

– Buenas noches – Se acercó hacia donde estaban para darle un beso en la mejilla a Kagami, quien se sonrojó por la acción pero no se apartó ni se quejó. Abrazó al pelirrojo de 1 cm más pequeño que él, solo para ver la como la cara de su padre se arrugaba en un gesto enfadado. Le sacó la lengua y esta a su vez tocó el material metálico del piercing que tenía en el labio.

O sí, la infinita batalla entre padre e hijo por el amor de su madre. Kagami, quien parecía ajeno a ese duelo, no oponía resistencia cuando alguno se apresuraba en hacerle algún mimo, tal vez ya acostumbrado a las actitudes de los dos “Aomines”.

Daiki no se quedó atrás, y con la fuerza que lo caracterizaba, –más el hecho de haber crecido unos 2 cm más– jaló del cuello de la camisa a su hijo, dejándolo lejos del alcance de su madre. Hiro estaba que no se la creía, con esta ya eran tres –o quizá cuatro– veces que era tomado del cuello, pero eso su padre no lo sabía por lo que no dijo nada.

– ¿Y no piensas dar las buenas noches a tu padre? ¿Mocoso? – Aun levantando al menor por sobre el suelo, pudo perfectamente mostrar una sonrisa forzada, mientras sus ojos destellaban en un brillo de desafío. Él había conocido a Taiga primero, por lo que ÉL debía ser el único que lo besaría y abrazaría. ¿Que a su hijo no le bastó tenerlo las 24 horas todos los días durante más de 15 años?

– Ah, claro – Como si la cosa fuese un simple recuerdo sin importancia, decidió saludar a su padre, aunque diciéndole primero que lo baje en el suelo – Buenas noches para ti también.

Ambos morenos cayeron en la cuenta de que Kagami ya no se encontraba en el mismo espacio que ellos, y se había acomodado en el gran sillón de la sala, exactamente en medio, por lo que los otros 2 no tardaron ni medio segundo –y con eso de tener grandes velocidades– en sentarse junto a él. Uno en cada lado.

Hiro sintió el celular vibrar, al mismo tiempo que Keitaro y Masaru sintieron lo mismo, cada uno en su respectiva casa y en su respectivo celular. Era un menaje de Yoshi. Abrieron el correo digital que aparecía en la pantalla dejando ver el contenido:

De: Yoshi

Para: Hiro; Masaru; Keitaro.

Asunto: Divertirse :D

¡Oigan chicos! Mis padres me dieron permiso para salir mañana otra vez, ¿Les gustaría ir a un lugar en especial? Y lo más importante, ¿Vendrán?

 

Keitaro y Masaru rápidamente enviaron su respuesta afirmativa, mientras Hiro aun tecleaba las letras de su respuesta, –lo cual había tardado un poco para solo ser unas cuantas palabras– y enviaba el mensaje. Sonrió. Con esos 3 tipos se las pasaría en grande.

De: Hiro

Para: Yoshi

Asunto: Re: Divertirse :D

Seguro, no me lo perdería por nada.

 

El día de mañana sería interesante.

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Las 9:20 pm era la hora que anunciaba el reloj de todos los hogares de los hijos de los ex basquetbolistas. Misma hora en la que estarían pasando el noticiero nocturno, y debido a que ninguno de sus padres mira el matutino o el vespertino –ya sea por trabajo y otras cosas– entonces disfrutaban de enterarse de las cosas que ocurrían por la noche.

Los televisores fueron encendidos, y esa fue señal para que los adolescentes bostezaran y se encaminaran hacia sus habitaciones, ya que el noticiero siempre los aburría y por raro que parezca, les producía sueño –otra razón más para ver el programa cuando los chicos no se querían dormir– sin embargo no pudieron pasar por alto la primera noticia que apareció esa noche cuando la reportera habló.

“Guardias de seguridad del centro comercial de la ciudad nos dan detalles de lo que hoy fue un caos en el edificio.

Cuatro jóvenes de aproximadamente 15 a 16 años de edad causaron alborotos y destrozos mientras huían de la policía después de descomponer un juego en el recién inaugurado comercio de videojuegos en el área del tercer piso.

Uno de los jóvenes al parecer quiso acabar con su vida para evitar enfrentarse con la ley, afortunadamente uno de sus amigos logró salvarlo de la caída, ninguno sufrió lesiones.

Los adolescentes huyeron, pero la cámara de seguridad pudo grabar todo el alboroto que causaron. Desgraciadamente el aparato no pudo capturar los rostros de los delincuentes, por lo que los oficiales siguen investigando.

A continuación, enseñaremos el video del día de hoy que gentilmente nos comparten por internet.”

Los televisores se apagaron apenas el reportaje terminó junto con el video y sus conclusiones. Los 4 chico intentaban llegar a sus habitaciones de puntillas, paso a paso, sin ruido. Lastimosamente eso no evitó que sus padres –los cuales si habían identificado a los delincuentes– gritaran el nombre de cada uno en un tono de enfado y regaño. Gritos que, pudieron jurar, fueron los peores que les habían gritado.

– ¡¡¡KEITARO!!! – Fue el grito del emperador junto con el gigante.

– ¡¡¡MASARU!!! – Esta vez fue turno del ojo de halcón con el megane.

– ¡¡¡YOSHI!!! – El modelo no se quedó atrás acompañado de la sombra.

– ¡¡¡HIRO!!! – Y el tigre y la pantera dieron sus rugidos.

Si, el día de mañana tal vez sería interesante, pero la noche de hoy también demostraba ser comprometedora.

Notas finales:

Eso ha sido todo, bueno la verdad, la idea del acuario la tomé de un fic de free, donde Rin y Haru matan al pez de Makoto y tienen que repmplazarlo. Lo del suicidio es el tipico cliché de las series que siempre veo. Y el piano es mi instrumento favorito (a pesar de que no tengo ni idea de como tocarlo xD) Lo de la tienda de ropas esta basado en un hecho veridico que le ocurrió a una de mis primas (como dije antes) y por eso no pude evitar ponerlo.

Lo último que quiero informarles es que tendra continuación, y probablemente hasta una serie, en donde USTEDES, si mi querido publico, seran los encargados de decirme sugerencias sobre su próximo desastre. El lugar, ya sea en el cine o en el zooológico, o en cualquier otro lado. La edad que tienen, porque puede variar e incluso puedo hacer una de cuando eran bebés. Y por supuesto, las parejas...

No sé que parejas colocar para este fic, y por eso lo dejaré a votacion, las parejas más votadas con respecto a personalidades y demás, automáticamente se volvera oficial. Y lo gracioso será quién sera consuegro de quién xD

Sé que a muchas personas no les agrada dejar review, pero si al menos me mandaran uno con las sugerencias y el voto sería maravilloso, no necesitan decirme si les gustó o no, pero solo necesito su voto para que me ayuden a elegir las parejas

Esa fue mi última aclaración, y espero pronto sus lindos y sensuales reviews ayudándome. Saludos y besos con sabor a miel~


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