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El ruidito seco de las gotas estrellándose contra el vidrio de la ventana comenzó a incomodarlo. Apretó los labios y un gruñido muy bajo se le escapó.
Tony le miró de reojo y luego a la ventana. Apagó el cautín y se quitó el casco de protección.
“Hey, Brucie, necesito una mano aquí”, dijo mirando con el ceño fruncido el guante de Iron Man que reposaba en la mesa de trabajo.
Bruce levantó la vista del la computadora donde estaba haciendo los ajustes necesarios para los cambios que Tony quería en la armadura. Miró a su amigo confundido, y luego el guante. Se estremeció levemente cuando notó por el rabillo del ojo que la noche se iluminaba. Y lo comprendió. Tony quería distraerlo, porque era absurdo pensar que un ingeniero de la categoría de Tony Stark necesitaba de verdad su ayuda para algo que el otro podía hacer con los ojos vendados.
“¿Qué es?”, preguntó con una sonrisa, acercándose a su amigo y al guante.
“Ponte un casco, unos guantes de protección y sostén esto con fuerza, necesito alinear el metal”, respondió el millonario. “JARVIS, mi selección de Guns N´ Roses, por favor. Al volumen que me gusta.”
Y Bruce, con un suspiro agradecido, hizo lo que le pidieron. El fuerte ruido de la máquina para soldar más los intrumentos de la banda musical se colaron en los oídos de Bruce, y la tormenta de afuera quedó relegada. Sin embargo no duró mucho tiempo, las alarmas de emergencia sonaron en los últimos ocho pisos de la torre Vengadores.
Tony y Bruce dejaron lo que estaban haciendo, la música se apagó. Era hora de Vengadores Unidos.
Rápidamente se dirigieron al ascensor. Bruce se detuvo en seco cuando un relámpago partió el cielo y el estruendo hizo estremecerse el vidrio de la ventana. Tony lo tomó de la camisa y lo metió al ascensor con él.
“Bruce, si crees que no…”
“Vengadores Unidos”, murmuró Bruce en respuesta, apretando los ojos e intentado calmar la sensación de pánico.
“¿Él también le teme?”, preguntó Tony cautelosamente, atreviéndose a acariciar torpemente el brazo de su amigo.
“Es el más fuerte”, contestó Bruce suspirando.
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La lluvia caía a raudales. El equipo al entero, siguiendo las ordenes de Steve, llevaron a las criaturas lejos de la población civil. Los viejos muelles de las islas de Nueva York fue la desición unánime. Sin embargo la lucha no era fácil; las criaturas se multiplicaban cuando una flecha, un rayo, el escudo, una bala, un golpe o un martillo las alcanzaba. Tenían tentáculos y eran de un repulsivo color marrón.
En la refriega terminaron en pareja como tantas veces antes. Clint y Natasha intentaban distraerlas, Tony y Steve se habían hecho de algunas para averiguar de qué estaban hechas y por qué carajos se multiplicaban, y Thor y Hulk se encargaban de aplastarlas, juntos. Aunque sólo lograban que la mayoría se reprodujeran.
Y entonces la noche se volvió día por unos segundos. El rayo cayó en medio del lejano mar abierto. Hulk se paralizó y comenzó a dar pasos hacía atrás en la ensenada, saliendo del mar. Thor lo miró desde el aire y buscó aquello que había hecho retroceder al gigante esmeralda, pero no halló más que las mismas criaturas que ahora se abalanzaban a Hulk que parecía estar perdido.
Con un gruñido bajó a pocos metros del negro mar para continuar golpeando a las criaturas con su martillo. De reojo vio cómo Hulk se detuvo, bajo el rostro y negó. Pronto volvió a la lucha.
“Ricitos lo hace mal. Hulk le enseñará cómo aplastar pulpos”, exclamó.
Thor sonrió al verlo como siempre. ¿Qué había sido ese extraño comportamiento?
Pero sucedió de nuevo. La tormenta arreció cuando otro rayo estremeció el cielo y la mar. Hulk rugió llevándose las manos a las orejas y fue blanco fácil para las criaturas que rápidamente se apoderaron de todo su cuerpo.
Thor, extrañado por ese comportamiento, se abalanzó hacia el gigante verde, tiró el martillo y comenzó a quitar a las criaturas con sus manos. Era un poco complicado porque el agua de la lluvia las hacia más resbaladizas. Pronto los tentáculos llegaron hasta el rostro de Hulk y éste comenzó a retorcerse por la falta de aire. ¿Por qué no aplastaba? Thor intentó quitar esas cosas con más impetú.
“¡Thor! ¿Me escuchas?”, escuchó de pronto el rubio en el comunicador.
“Te escucho, amigo de Hierro, pero…”
“¡Es tecnología!”, exclamó la voz de Tony en el comunicador. “Es nanotecnología. Unas cuantas criaturas han sido golpeadas por el rayo y han descompuesto el círcuito integrado…”
“¡Stark! ¿Tanto trabajo te cuesta decirle a Thor que atraiga más truenos para acabar con esta mierda?”, gritó Natasha.
Thor se puso de pie, angustiado al ver que Hulk hacia movimientos cada vez más lentos, estaba sepultado en las criaturas. Resueltamente alargó el brazo y empuñó a Mjölnir.
“Espero no lastimarte”, susurró antes de atraer los enormes rayos que ya parecían dispuestos a estallar en medio de la tormenta para direccionarlos hacia Hulk.
Las criaturas dejaron de moverse y el cuerpo de Hulk quedó liberado. Thor sonrió con afecto al gigante, pero éste lo miró con una mezcla de fascinación y miedo.
Rugió para coger aire, se volvió a llevar las manos a las orejas y pronto escapó corriendo hacia la playa, a lo muelles viejos y desolados.
Thor quisó correr tras él, pero tenía que detener la amenaza.
Después de interminables minutos para el dios, el resto del equipo apareció. Tony desplegó la máscara en la armadura y miró alarmado a todas direcciones.
“No había opción, Tony…”, dijo Steve con aplomo, pero se le veía preocupado.
“¿Opción de qué?”, preguntó Clint, llevando un tentáculo para su colección.
“¿Dónde está Hulk?”, inquirió Tony a Thor.
“Corrió a la playa. Yo iré”, zanjó el rubio antes de emprender el camino que había seguido el gigante esmeralda.
“¿Abrimos la apuesta?”, preguntó Clint divertido a Natasha.
Ella lo golpeó amistosamente con otro tentáculo. Eso era un sí.
“¿Apuesta?”, preguntó Steve mirando a los agentes y luego a Tony, pero éste miraba preocupado al dios que pronto se perdió de su vista.
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Thor no tuvo que buscar mucho; pensó en un principio que no sería difícil porque alguien con las dimensiones de Hulk no era sencillo de no ver. Al que encontró sin embargo no fue a Hulk sino a Bruce, desnudo, agazapado sobre sí mismo bajo un muelle roto. Temblaba y seguía tapándose las orejas mientras apretaba los ojos.
Thor se acercó con cautela.
“¿Bruce…?”, susurró para no asustarlo.
“Haz que pare… haz que pare… que se detenga… por favor…”, murmuró Bruce con la respiración acelerada y el agua de la lluvia resbalando por sus rizos.
Thor se agachó hasta quedar a la altura de Bruce.
“Bruce, ¿qué es lo que quieres que se detenga?”, preguntó con sutileza.
La respuesta de Bruce fue un grito ahogado cuando otro relámpago iluminó todo sobre sus cabezas, el tronido que lo acompañó segundos después provocó que Bruce gritara en voz alta.
Thor no necesitó más. Miró al cielo y en un instante la lluvia paró. El cielo que antes estaba arremolinado por nubes negras se aclaró, dejando un manto azul oscuro y estrellado.
Entonces el rubio se acercó más a Bruce y lo abrazó.
“Se ha ido. No tengas miedo”, musitó en su oído.
Bruce no abrió los ojos pero comenzó a dejar de temblar. Alzó el rostro poco a poco y Thor vio todavía un atisbo de horror en esos ojos cuando miraron al cielo.
“¿Le temes a las tormentas?”, preguntó Thor con suavidad, abrazando más a Bruce, compartiendo el calor corporal y la humedad de la lluvia uno en su piel y el otro en su armadura.
“Yo… no… lo siento…”, balbuceó Bruce clavando ahora sí esa mirada marrón en la azul de Thor.
Y Thor no dijo más. Era obvio. El comportamiento de Hulk, incluso el cómo siempre lo golpeaba tal vez tendría qué ver con ese miedo a las tormentas. Una vez había visto cómo Tony ordenaba al alma sin cuerpo que cerrara todas las cortinas y subiera el volumen de una película que estaban viendo; había tormenta afuera.
“Yo hago tormentas, ¿no me temes?”, volvió a preguntar después de unos minutos. Bruce al fin se había relajado, pero no se apartó de sus brazos ni parecía incomodarle como a los demás mortales estar desnudo y vulnerable frente a él.
Bruce negó con la cabeza en su pecho. Un momento después se movió un poco para encarar a Thor.
“Tus tormentas son hermosas, y son tuyas”, respondió Bruce en un hilo de voz. Entonces abrió los ojos como si apenas se hubiera dado cuenta de lo que dijo. Quiso apartarse de Thor, pero éste no se lo permitió apretándolo más entre sus brazos.
Le obligó a mirarlo alzando su barbilla.
“¿Puedo ahora decir lo que siento?”
Bruce tragó saliva y asintió despacio. ¿Sería posible?
Y Thor lo dijo sin necesidad de usar palabras, como era su costumbre para todo. Besó a Bruce suavemente. Bruce correspondió con timidez. Sin despegar sus labios el rubio desenganchó su capa y cubrió con ella el cuerpo del científico. Estaba empapada, pero su objetivo era más que nada cubrir su desnudez, de ahora en adelante él sería el único digno de mirarla. Bruce no tenía frío, eso lo supo cuando un brazo rodeó su cuello y esa boca gimió en la suya.
Se separaron lentamente, con un pequeño chasquido.
“A partir de ahora, las únicas tormentas que verás serán las mías. Yo te protegeré de las otras, ¿Aye?”
La réplica de Bruce fue una pequeña sonrisa y el abrazarse más a esos fuertes brazos.
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BONUS:
“Eso es todo, nuestro equipo ya está revisando la tecnologia para ver de quién y de dónde proviene”, dijo Phil Coulson y sonrió ante las caras de cansancio de los héroes presentes.
“¿Seguro que no necesitas mi ayuda?”, preguntó Tony fastidiado.
“Ve a descansar, Stark. Todos vayan a descansar… ¿Ahora sí van a decirme por qué Thor y el Dr. Banner no vinieron a rendir su informe?”
“Dígamos que usted y yo, señor, nos merecemos un brindis por haber ganado una apuesta a la infalible Viuda Negra”, sonrió Clint divertido.
“¿En serio?”, se sorprendió Coulson mirando a Natasha.
“Lo hice a próposito”, musitó ella.
“Sí, claro. Pero ya era hora, ¿no?”, debatió Tony.
“¿Alguien puede aclararme de qué apuesta hablan y qué tiene qué ver con Thor y Bruce?”, cuestionó Steve comenzando a cabrearse. Ninguno quiso decirle nada y ahora resultaba que hasta Phil estaba involucrado.
“Eres lento, capi-paleta. Como todos los ancianitos de noventa y seis años”, sonrió Tony. “Vale, si mi adorable prescencia ya no es requerida, con permiso. Necesito asegurarme que aquellos dos no rompan mis camas”.
Tony se marchó, pronto lo siguieron los agentes y Steve se quedó con cara de circunstancias
“Ejem… la lucha fue basta, ¿estás tan cansado como aparentas?”, preguntó Phil dejando los informes en la mesa.
Steve le miró con el ceño fruncido.
“Quiero saberlo”
Phil suspiró. No podía luchar contra un Steve viéndose adorable por no saber algo que todos los demás ya habían notado.
“Thor y el doc Banner están enamorados. Era cuestión de tiempo”
Steve hizo un puchero y abrió los ojos como platos. Phil rió.
“Aunque creo que Stark no tiene razón. No eres lento de ninguna manera, sólo algo… despistado”, dijo el director de SHIELD apretando un botón del panel de control de la sala para que las cámaras se apagaran.
Se acercó a Steve y aprovechó su puchero para plantarle un beso.
“Conmigo no fuíste lento, Capitán. ¿Probamos la resistencia de la mesa? Los informes la acolchonarán”
“Apesto a pulpo cibernético”, musitó Steve devolviendo el beso al más bajo.
“Me gustan los mariscos”, concluyó Phil antes de tomar la tela del traje del Capitán América y guiarlo a la mesa entre besos.
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