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Atracción por lo Prohibido por Akai-chan

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Notas del fanfic:

Aparecen las parejas Tokiya X Otoya, Ren X Masato, y Natsuki X Syo. Es una historia llena de romance, drama y sobretodo comedia entre las parejas. Toda la historia va en la misma línea temporal, esto quiere decir que la falta de lectura de un capítulo de una de las parejas, puede provocar que se pierdan ciertos detalles en la historia. Espero que os guste.

**Advertencia: BDSM con la pareja Natsuki/Satsuki X Syo**

Notas del capitulo:

Bueno aqui traigo el primer capitulo de este Fanfiction. Este es el segundo que estoy escribiendo, por lo que ya que estoy, rescomiendo leer también "El dolor y la muerte, es todo un arte". 

Este capitulo va a tratar sobre la pareja Tokiya y Otoya quienes comparten la misma habitación a pesar de que no se llevan bien entre ellos pero... ¿será  posible que detrás del odio haya algo más?

CAPITULO 1: EL AMOR ES AGRIDULCE (EL CASO DE LA HABITACIÓN 1ºA)

 

La presente historia tiene como lugar de desarrollo la Academia Saotome, Es un magnífico centro de aprendizaje de música y canto para nuevos talentos que buscan incorporarse al mundo del espectáculo. Incluye un magnífico edificio de tres plantas que a primera vista da la sensación de ser un castillo, acompañado de un espléndido campus reconocido por sus numerosos jardines y riachuelos. Era todo un placer para la vista disfrutar de aquellos parajes.

Los jóvenes estudiantes de esta escuela mixta se preparan para un brillante futuro, pero como nada es fácil, todavía les queda mucho por aprender y una de esas experiencias que les falta por adquirir es…

 

CLASE A:

 

— Buenos días – Una chica muy alegre entra por la puerta saludando desde la entrada, su nombre es Haruka Minami, siempre saluda a todos con una sonrisa, y a pesar de que no es muy habladora, es una chica muy extrovertida.—

 

— Buenos días – le devuelve el saludo un grupo de chicos reunidos en el centro de la clase —

 

— ¿Ehh?, ¿Aún no ha llegado la profesora? – preguntó Haruka con cara de sorpresa.—

 

— Para nada, ya sabes que suele llegar tarde – Tomochika, la compañera de cuarto y clase de Haruka la saludó con una breve sonrisa adornando su rostro.—

 

Otoya aparece en escena, abriendo la puerta de golpe y entrando todo feliz pegando voces. Era algo típico en el pelirrojo que con el tiempo empezó a perder la importancia para el resto de sus compañeros de clase.

 

– Haruka, ¡buenos días!

 

- Aah, b-buenos días Ottoya-kun – le saludó la joven con una leve sonrisa.—

 

- Llegas tarde – Le dijo Masato con una sequedad en su tono muy típica de él —

 

Otoya frunció el ceño ligeramente molesto por su forma de tratarle,  y le contestó con un tono de queja.

 

– ¿Eh? No es cierto, el profesor aún no ha llegado por lo que está bien.

 

Haruka se dio cuenta de las pocas expectativas por parte de Otoya por esforzarse en llegar antes por lo que le empezó a regañar.

 

– ¡No debes conformarte! ¡Tienes que llegar antes!

 

- Vaya, hasta tú me regañas… – respondió Otoya formando un pequeño puchero, pero a los pocos segundos volvió a sonreír – bueno, ¡lo haré por ti, Haru!

 

- ¿Eh, por mí? – el rostro de la joven adquirió un ligero tono rojizo, sus mejillas se habían adornado con la vergüenza por el lanzado comentario del chico pelirrojo.—

 

El profesor Ringo Tsukimiya apareció por fin en clase dando algunas palmas para llamar la atención de los alumnos que aún permanecían de pie sin tomar asiento. A pesar de su apariencia afeminada, era un hombre que había sido un idol por varios años. Sin embargo ahora trabajaba como profesor en la academia Saotome. A simple vista parecía alguien agradable, pero era mejor no enfadarle.

 

— Buenos días chicos, ¡vamos! Tomad asiento todo el mundo. Hoy tenemos muchas cosas que hacer y no podemos perder el tiempo.

 

Los alumnos estaban repartidos en dos clases, los de la clase A y los de la clase S. Por algún motivo el director vio adecuado separarlos de esa forma, tan sólo podían tener todos juntos contacto en sus horas libres de clase y en el comedor.

Las horas de clases pasaron lentamente para los alumnos, pero al fin había caído la noche y todos podían volver a sus respectivas habitaciones para descansar o seguir con sus estudios.

 

HABITACIÓN 1º A

Otoya entró en la habitación cabizbajo por el cansancio. Ese chico siempre había resultado un libro abierto, y se comprendía como se sentía con tan sólo echarle un breve vistazo. Nada más entrar, cerró la puerta a su paso y observó a ver si su compañero de cuarto ya había llegado. A primera vista no había nadie en el dormitorio, pero el sonido del agua de la ducha cayendo desde la habitación situada al fondo de la sala, se podía escuchar perfectamente.

 

– Ya he vuelto…. – susurró en voz baja más para sí mismo que para su alrededor.-

 

Su voz era áspera y denotaba cansancio. Otoya se acercó hasta su cama y se dispuso a ponerse el pijama, primero la parte de abajo y luego la parte de arriba, para después acabar tumbado en la cama boca arriba, con los brazos colocados a modo de almohada por detrás de la nuca. Durante un rato permaneció con la vista fija en el techo, sumiéndose en sus pensamientos.

 

— ¿Ya estás aquí? – dijo una voz con un tono inundado de decepción y sarcasmo. —

 

No era ni más ni menos que Tokiya, quien acababa de salir de la ducha. Estaba todavía empapado con las puntas de sus cabellos dejando caer algunas gotas de agua, y lo único que le tapaba era una toalla blanca atada alrededor de la cintura.

 

— Creo ya iba siendo hora de que volviera a mi habitación y a todo esto… —Otoya trató de mantener la imagen desviada hacia un lado perdido de la habitación hasta que se levanta de la cama exaltado y señalando al sujeto en cuestión con el dedo anular. – ¡¿qué haces por la habitación semidesnudo?! ¡Ponte algo de ropa!

 

— Oye, señalar es de mala educación, ¿lo sabias?

 

Tokiya quien a pesar de aquel escándalo por parte del otro joven, estaba como si nada le importara. Sin embargo, no le quedó otra más que hacer lo que le ordenaba Otoya tan sólo para no seguir escuchándolo.

 

– Vale, vale, dame un momento ¿quieres? Se me olvidó coger la ropa antes de entrar al baño… – chasqueó la lengua denotando molestia.—

 

El peliazul se dirigió a su armario situado a la derecha de la habitación, justo al lado izquierdo de su cama. Tomó un cambio de ropa interior junto con el pijama y se volvió a dirigir al baño sin mirar a su compañero de clase.

Otoya se volvió a tirar en la cama con la misma posición que antes, aunque esta vez, sus pensamientos variables de hacía escasos momentos, habían sido intercambiados por el engreído de Tokiya.

 

– “Hay que ver, sale y entra como le viene en gana, ¡qué engreído! “ —sólo se atrevió a pensarlo pero no a decirlo en voz alta —

 

Pero… ¿cómo puedo decirlo…? Tiene a decir verdad buen cuerpo, mi corazón latía desbocado sólo con ver su torso desnudo… tan sólo si no fuese tan tosco… ¡pero qué estoy pensando, soy un hombre! Tal vez… algo tiene que estar mal conmigo…

 

– Maldita sea… – sus mejillas habían adquirido un leve rubor, pero trató de ocultarlo colocándose boca abajo de cara a la almohada. No quería que nadie le viese de aquella forma.—

 

Al poco rato Tokiya volvió a salir del baño, pero esta vez completamente vestido con su pijama. Se acercó hasta su propio escritorio y se sentó en una cómoda silla tipo oficina de color azul. Su vista permanecía fija  mirando algunos papeles que se hallaban sobre la mesa. El pelirrojo supuso que se trataban de apuntes de clase y que comenzaría a estudiar a esas horas de la noche.

El menor de los dos chicos se reincorporó en la cama, quedándose sentado a un lado, mientras miraba fijamente y sin perder detalle, lo que estaba haciendo el peliazul.

 

– ¿Qué haces, Tokiya? – le preguntó finalmente al cabo de un rato.—

 

— Lo que tú también deberías hacer, estudiar – respondió a la pregunta con tono seco.—

 

Otoya de siempre había odiado la actitud fría y seca de Tokiya, chocaba mucho con la suya y resultaba difícil saber lo que piensa puesto que no habla mucho de sí mismo ni de sus emociones. Incluso no recordaba que una sola vez le hubiese llamado por su nombre, siempre le trataba de “tú” o “el tipo de allí”. Y a pesar de eso, se empeñaba en llevarse bien con él, al fin y al cabo eran compañeros y no les quedaba otra más que aguantarse entre ellos, y si le dejasen elegir, preferiría que fuese de la forma más cómoda posible.

 

Definitivamente cualquiera pensaría que su actitud rozaba el masoquismo.”

 

No quedándole otra opción, se levantó completamente de la cama, y se acercó al escritorio al lado opuesto de Tokiya. Alargó el brazo para arrastrar la silla y tomó asiento, mirando al contrario con cierto desdén.

 

– ¡Eso es lo que pensaba hacer sin que tú me lo dijeras! – Acto seguido empezó a sacar los libros de su mochila y a extenderlos a lo largo de toda la mesa.—

 

— Haz lo que quieras – murmuró el mayor de manera casi imperceptible.—

 

Aun así, Otoya sí que lo había escuchado pero prefirió ignorarlo para evitarse más riñas con él. De esta forma y cada uno desde una punta de la habitación, se tiraron la siguiente hora y media sin moverse de la silla para ver quién de los dos estudiaba más tiempo. Pasado ese tiempo Tokiya despegó los ojos del papel y se giró levemente para ver que hacía su “contrincante de estudios”. ¡Qué raro!, se había quedado sopa durante todo ese tiempo. Éste se paseó los dedos de su mano derecha por los cabellos, apartándolos de su rostro con un deje de pesadez.

 

– No tienes remedio – se lo dijo más para sí mismo que para el otro chico, ya que al fin y al cabo, no podría escucharle —

 

Se acercó a Otoya e intentó despertarle zarandeándole un poco por el hombro, pero no había manera, no se despertaba. Al no ver otra salida, le agarró del brazo pasándoselo por detrás del cuello y tomándole de la cintura para llevarlo hasta su cama donde lo postró y arropó.

 

– No haces más que darme problemas, si te llego a dejar ahí habrías cogido un catarro – esta vez, lo dijo en voz alta, tratando de que Otoya le escuchara, pero sabía que no se despertaría, ya que tenía el sueño bien cogido. Sus ojos azules volvieron a mirarlo de reojo, con un deje de interés y un leve brillo de picardía no muy típico en él.

 

– ¿Cómo puede ser tan confiado? Maldita sea. Si no te vas a despertar entonces… 

 

Tomó asiento en el borde de la misma cama que el pelirrojo. Con cuidado de no hacer ruido con los muelles del somier, apoyó un brazo justo al lado del cuerpo del chico aún sumido en sueños, y tras inclinarse,  acercó su rostro al del contrario hasta que sus propios labios rozan los del menor con un breve y tierno beso.

 

– “Éste será nuestro pequeño secreto, guárdalo bien, Otoya”. ~

 

 

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Al día siguiente a las 9.30 de la mañana, todos empezaron las clases como de costumbre. Los miércoles tocaba clase de baile, por lo que todos en la clase A estuvieron practicando la coreografía durante todo el día en las zonas ajardinadas del campus. Se notaba que habían mejorado muchísimo en el tiempo que llevaban allí, cualquiera se daría cuenta de ello. Haruka felicitó a Otoya con un abrazo y una gran sonrisa en el rostro. Aquella acción logró dibujarle un leve sonrojo en las mejillas del chico, aunque acabó por devolverle la sonrisa a Haruka.

 

Después del largo día Tokiya entró por la puerta de la habitación que compartía con su compañero de cuarto Otoya, el cual ya había llegado desde hacía un buen rato. Ya se había puesto el pijama, por lo que se dio una ducha, y en esos momentos estaba tirado en la cama leyendo un manga con los auriculares puestos. El ojiazul pensó que seguramente estaba esperando a que le entrara el sueño para irse a dormir. Tokiya saludó a Otoya, quien le respondió inmediatamente al saludo, y sin más, caminó por la habitación dirigiéndose al fondo donde estaba situado el baño.

Apareció al buen rato aun sin haberse puesto el pijama. Se acercó a su mesa de escritorio, se sentó en la cómoda silla de oficina y se mantuvo mirando los libros de la inmensa estantería que estaba en frente suya, como si no se decidiera a cual coger. Finalmente se decidió por uno de ellos “el diario de todas las cosas” por “Kristen Coldman” y se mantuvo leyéndolo durante un buen rato, hasta que el menor acabó por levantarse de la cama y se acercó a Tokiya hasta situarse a su lado derecho. Al parecer ya había terminado de leer el manga, e incluso se había quitado los auriculares. Seguramente estaba decidido a irse a dormir, pero no sin antes dar un poco la brasa.

 

— ¿Aún no te piensas acostar? – le preguntó Otoya a Tokiya mientras bostezaba.—

 

— No tengo sueño – le respondió sin despegar la vista del libro.—

 

Otoya se le quedó mirando fijamente como si intentara comprender lo que estaba haciendo. Al rato Tokiya se empezó a sentir incómodo de tanta atención por parte de su compañero de cuarto.

 

– ¿Se puede saber por qué me miras tanto? Vete a dormir y deja de molestar ¿quieres?

 

— Nee Tokiya… ¿estás enfadado conmigo o algo así?

 

— Eh? ¿Qué quieres decir? Estoy igual que siempre – le responde sin tan siquiera planteárselo.

 

— Cómo decirlo… – continuó Otoya – parece que últimamente me desprecias aún más que antes, ya sabes, ya ni siquiera me das un saludo con una gran sonrisa…

 

— No creo que lo haya hecho alguna vez.

 

— Ni me quieres acompañar a ningún sitio a divertirnos como hacíamos antes.

 

— ¡¿Cuándo hicimos nosotros eso?! – Tokiya se exaltó por un breve instante, aquello le había desquiciado pero enseguida trató de calmarse.  Tratando de buscar paciencia donde no la había, se paseó los dedos por sus azulados cabellos, frotándose con pesadez la zona de la nuca.—

 

– Ya está bien, es tarde y no tengo ganas de discutir, no estoy enfadado contigo por nada en especial así que cálmate.

 

— ¿Lo dices en serio? Además de todo eso, nunca me llamas por mi nombre, tan sólo me llamas “tú” o “oye” – su rostro había creado un pequeño puchero que no pasó desapercibido para el mayor.—

 

— No tengo necesidad de cambiar mi forma de llamarte solo porque no te guste.

 

Tokiya lo miró de reojo y observó como Otoya seguía todo inquieto, era tan inocente que daban ganas de molestarlo, aunque fuese solo por el placer de ver cambiar sus expresiones de esa forma tan divertida y peculiar suya.

 

– Bueno hay algo que sí me molesta.

 

— ¿El qué? ¿Hice algo que te molestara?

 

— Tú en sí ya eres una molestia, pero lo que de verdad me molesta es lo estúpido que eres.

 

Los rojizos ojos del pelirrojo se abrieron de par en y par, al igual que trató de abrir la boca para quejarse pero no le dio tiempo, ya que Tokiya le cortó y siguió hablando.

 

— Y no trates de hacerte el tonto porque os vi esta mañana por la ventana, se te nota a la legua que te gusta Haruka, ¿no es cierto?

 

— ¿Ehh? N-no es cierto, bu-bueno no es que ella no me guste es linda y amable, no la odio, pero no es lo que piensas.

 

— ¿Ohh? ¿Me estás diciendo que vi mal? Estabas tan nervioso cuando te abrazó, si hasta cambiaste de color y no sólo eso también…

 

— ¡Para para, no sigas! ¡Ya entendí! Pero tranquilo no soy tan tonto como para no darme cuenta de que Haruka me gusta, pero sólo es una buena amiga… sé que las normas no permiten el romanticismo así que…

 

— Es bueno que estés al tanto, no eres tan tonto como creía, pero dime una cosa… – el peliazul se levantó de la silla y se acercó hasta Otoya, inclinándose ligeramente hasta dejar su rostro tan cercano al del contrario que parecía que ambos podían respirar el mismo oxígeno.—

 

— ¿Q-qué cosa? – estaban tan cerca que pensaba que le faltaba el aire.—

 

– ¿Qué piensas de ella? Me refiero como hombre por supuesto – esbozó una pícara sonrisa tan atípica en él, que el pelirrojo se sorprendió.—

 

Otoya se tornó de nuevo rojo como un tomate y sin pensarlo siquiera, le respondió de golpe y porrazo con una sarta de preguntas y respuestas sin sentido.

 

— ¿C-omo hombre? ¿Qué tratas de decir? ¿Qué clase de pregunta es esa? N-no sé de qué me hablas yo… – hablaba de forma entrecortada mientras negaba continuamente con la cabeza.—

 

— Oh, ¿no sabes de lo que hablo? Tal vez deba enseñarte – su voz sonó ciertamente grave, pero dejaba entrever un atisbo de diversión.—

 

Tokiya agarró el brazo del pelirrojo que tenía más a mano y lo arrastró por la habitación, llevándolo hasta su propia cama, donde lo lanzó con fuerza y dejó caer sobre ella. El chico se dejó caer boca arriba sobre el mullido colchón, y ante su sorpresa, observaba al contrario con un deje de sorpresa en sus rojizos ojos que se mostraban abiertos como platos.

 

— ¡¿Qué haces!? ¡¿Te has vuelto loco o qué!?

 

Mientras le gritaba a Tokiya como loco, a éste ya le había dado tiempo de aflojarse la corbata, utilizando ese corto periodo de tiempo para tomar asiento en el borde de la misma cama. Se apoyó en el colchón, inclinándose en dirección al chico, y cuando estuvo lo bastante cerca, alcanzó el rostro contrario halándolo por la barbilla para tratar de acercarlo al suyo propio. Sus miradas permanecieron estáticas y fijas por unos breves instantes, como si ninguno de ellos se atreviese a dar un movimiento, pero realmente era una forma de que el menor analizase la situación donde se encontraba. Casi sin darle tiempo a pensar en exceso, el peliazul consiguió unir sus labios con los contrarios del pelirrojo, robándole un intenso beso. Su lengua se deslizó por los labios del menor, lamiendo su labio inferior, mientras buscaba colarse por el interior de su cálida cavidad.

 

Otoya permaneció sorprendido, en shock por unos breves instantes sin corresponder al beso de su compañero. Tan solo tras sentir como su cálida lengua comenzaba a buscar la suya propia, reaccionó por instinto empujándole por el pecho para lograr despegarse de inmediatamente.

Se había zafado a duras penas de sus labios, y en esos instantes tomaba aire pesadamente para después continuar gritándole al tipo que acababa de robarle su primer beso.

 

– ¡Tokiya! ¡¿Pero qué demonios haces?! – estaba furioso y pero al mismo tiempo con el rostro colorado hasta las orejas.—

 

El peliazul le empujó sujetándole de ambas manos mientras se acababa de deshacer de su corbata alrededor del cuello, para poder darle uso. La estrecha tela de la corbata le sirvió para atar debidamente las muñecas del menor al cabecero de la cama, al menos con la bastante fuerza para que éste no pudiese liberarse, pero sin llegar a dejarle marcas.  Aquella imagen no podía resultar más sugerente, era muy adecuado admitir que el menor emanaba ese extraño brillo obsceno que tanto lograba incitarle a seguir hacia adelante. Los remordimientos vendrían después. La ardiente mirada de sus ojos azulados seguía con exactitud los gestos de sus dedos que se mantenían ocupados desabrochando los botones de la camiseta del pijama de Otoya hasta dejarlo semidesnudo de cintura para arriba. Sus orbes siguieron la delicada silueta del pelirrojo, mientras las yemas de sus dedos se hundían acariciando la tierna y suave piel de la curvatura de su estómago hasta el desnudo torso.

La dulce piel del chico se erizó ante tal contacto, sintiendo un leve estremecimiento por los roces. Nunca había tenido esa clase de sensaciones y aunque le resultaban extrañamente placenteras y eran nuevas para él, seguía pensando que era inverosímil que sintiese excitación por otro hombre, aunque se tratase de Tokiya y no de cualquier hombre.

 

— ¡¿Se puede saber dónde estás tocando?! ¡Oye, Tokiya! ¡Ya basta!

 

 

Volvió a tomar el rostro de Otoya, forzando un nuevo beso, apasionado y ardiente que parecía que lograría perder la cabeza entre tanta pasión. Definitivamente se había dejado llevar al ritmo que el peliazul le había marcado a la fuerza, sin siquiera darle la mínima oportunidad de negarse. Los dedos que hasta hacía escasos momentos desabrochaban la camiseta del chico,  ahora lentamente comenzaban a pasearse por la zona baja del menor, acariciando por encima de la tela del pijama el pequeño bulto que se comenzaba a notar en sus pantalones. Los agudos gemidos del pelirrojo se escapaban sin contemplaciones de su garganta, se podían escuchar retumbando contra las paredes de toda la habitación. Ya no podía aguantar más, estaba seguro que si continuaba así ya no podría dar marcha atrás, al fin y al cabo, se trataba de un camino sin retorno, donde le placer y el deseo recobraba un nuevo sentido más allá de la simple necesidad por sentir el cuerpo del otro.

 

La mente de Otoya se había quedado en blanco. Ya poco le importaba la frustración de sus manos completamente agarrotadas por verse atadas y limitadas para moverse libremente, o el sutil dolor que le producía el endurecimiento en su entrepierna. Todo era poco si se consideraba que su mente se distinguía  despedazándose ante la idea de dejarse llevar deseoso, por las manos de su compañero de cuarto sin resistencia alguna. Tal vez era un sentimiento similar a la efusión de su integridad por la cañería.

Su juicio sin embargo volvió a poner sus pies en la tierra en el momento que los dedos del contrario se deslizaron por el interior de su pantalón, rozando piel con piel con la excitación de su húmedo y semi-erecto miembro. Electricidad era poco a comparación del estremecimiento que lograba asestarle cada una de sus caricias. El menor de ambos sacó fuerzas de donde se pensaba que todas ellas habían sido destiladas, y con un golpe severo, acabó por propinarle un fuerte rodillazo a Tokiya en la boca del estómago. Éste inmediatamente se apartó tomando un poco de distancia con el chico, aun permaneciendo sentado en la misma cama, mientras empezaba a toser acariciándose la zona del estómago donde recibió el golpe.

 

Otoya se mantuvo sentado mirándole fijamente mientras jadeaba con pesadez, tratando de recuperar el aliento y de paso tranquilizarse después de todo ese repentino suceso. Esperó pacientemente a que el contrario terminase de toser, pero cuando éste dejó de hacerlo, Tokiya alzó la mirada hacia el chico, quien lo miraba fijamente con los ojos abiertos como platos por el pánico, parecía que se mantenía en la retaguardia por si aparecía un nuevo ataque por parte del enemigo. Sus orbes azules del mayor, por tanto, se perdieron en un punto muerto del dormitorio, tratando de evitar todo contacto directo con la mirada del asustadizo chico.

 

– Lo siento… - el pequeño se disculpó a pesar de haber hecho un acto de defensa propia. Las palabras resultaban hirientes cuando escapaban de su garganta.—

 

Por otro lado, el peliazul no se atrevía a desmenuzar una sola sílaba. Tal vez la sorpresa de ver hasta donde hubiese llegado si no le llegase a detener, fue mucho mayor que el hecho de fuese el contrario y no él, quien se había disculpado después de todo lo que acababa de hacerle en contra de su voluntad. Todo parecía tan irreal, como si hubiese sido una pesadilla creada por su subconsciente, y su extraño deseo por poseer el cuerpo del pelirrojo a su antojo.

 

— ¿Por qué eres tú quien se disculpa? Soy yo quien debería disculparse.

 

— Lo siento…. – volvió a disculparse automáticamente sin saber aun así el motivo de por qué se disculpaba.—

 

Tokiya dirigió de nuevo su vista hacia el pelirrojo y mientras permanecía mirándolo con un deje de lamento en su profunda mirada añil, estiró el brazo para alcanzar el rostro del chico que permanecía maniatado sin poder moverse en exceso. Éste cerró los ojos con fuerza cuando ve que el contrario volvía a acercarse a él, pero para su sorpresa, le había comenzado a desabrochar la corbata que hacía escasos momentos, había utilizado para atar fuertemente sus muñecas contra el cabecero de la cama.

Ante aquel gesto y durante ese tiempo, ninguno de ellos dijo nada. El ambiente se había vuelto pesado repentinamente, no era de esperar menos después de lo ocurrido. El peliazul se apartó del chico dejándole espacio, y sin atreverse a mirarle ni a seguir en el mismo cuarto que el contrario, se acercó hasta la mesita de noche al lado de la cama para tomar el pijama y la ropa. Nada más preparar sus cosas, se dirigió hasta la salida, aunque antes de salir se giró para observar al pelirrojo por el rabillo del ojo.

 

— Iré a otro dormitorio por esta noche, siento las molestias.

 


— ¿Eh? ¿Tokiya?

 

De nada sirvió que Otoya le llamase, ya se había decantado por salir del cuarto para dirigirse a saber dónde. En realidad habían muchos otros dormitorios disponibles, ya que el lugar era muy grande y habían pocos estudiantes. Si él quisiera, podría asentarse fácilmente en otro dormitorio, y aunque eso sería una verdadera tranquilidad, su subconsciente gritaba que eso no era lo que quería.

 

El menor que ahora se había quedado solitario sin compañero de cuarto, se mantuvo sentado en la cama con las piernas encogidas y sus brazos rodeándolas. Todo aquello que había pasado, todas aquellas sensaciones, y lo que era peor, sus claros deseos inmorales, se clavaban en su retina y quemaban su piel al recordar el simple roce de sus dedos por cada poro, por cada curva, por cada vello… todo había sido cautivado por el embrujo de sus suaves caricias. Estaba claro que aunque en esos momentos él no estuviese allí, eso no lograría hacerle conciliar el sueño esa noche, ya que incluso estos, se sentían inundados con la esencia de Tokiya.


Continuará....

 

 

 

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Notas finales:

Y aquí está el primer capitulo. Espero que os haya gustado mucho. Como estoy escribiendo otro fanfiction al mismo tiempo, es posible que este se quede a un lado hasta que acabe el otro. Aun asi, los review con opiniones se agradecen mucho. Un beso y a disfrutar del yaoi~


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