Cumpleaños.
[15 de Septiembre, 9:30 am.]
Como cada mañana su insufrible despertador le indicaba que ya era hora de dejar la cama y comenzar con un nuevo día.
Una vez levantado, corrió las cortinas y abrió la ventana para dejar que el sol y el aire fresco inundaran su habitación. Respiró profundo, sí, definitivamente el aire tenía un toque especial, algo que le decía que ese día no era como los otros, aunque desde hace ya unos años, precisamente éste día en particular había dejado de importarle. Hoy era su cumpleaños.
Se encaminó al baño donde se dio una ducha y cepilló sus dientes. Luego de vestirse y tomar un leve desayuno salió de la casa directo a la torre del Hokage, donde Tsunade-sama le esperaba sentada y tomando unas copas de lo que él dedujo, era sake.
—Buenos días Hokage-sama, ¿ya tiene mi misión para hoy?
—Antes de eso, ¡Feliz cumpleaños Kakashi!, como un regalo especial de mi parte hoy te daré el día libre —suspiró, si tan solo supiera que este día era como cualquier otro.
—¿Qué pasa? Te noto desanimado, ¿no estas feliz con tener el día libre? Vamos no soy tan mala como para hacerte trabajar en tu cumpleaños —ella sonrió, tal vez tenía razón, tomaría este día como un descanso, leería su libro favorito y se relajaría, sí, no era mala idea después de todo.
—Para nada —rió un poco —, gracias por su consideración, claro que aceptare este día libre, si me permite me pongo a ello ahora mismo —la rubia sonrió e hizo un ademán con la mano que él lo entendió como que podía irse.
Se fue hasta su casa nuevamente, aún era temprano, limpiaría un poco la casa y luego tendría el día entero para él.
Después de hacer los quehaceres de la casa, tomó su libro y se dispuso a marcharse a algún parque para situarse en el árbol más alto para leer su libro en tranquilidad, pero no contaba con que al abrir la puerta chocaría con tres niños que él reconocía perfectamente. Un rubio, una pelirrosa y un azabache, todo su equipo estaba frente a su puerta.
—¡Kakashi-sensei! —gritó eufórico Naruto —, ¡Feliz cumpleaños ‘ttebayo! —oír su voz en la mañana le taladraba los oídos, sin embargo sonrió pues el rubio tenía una sonrisa de oreja a oreja que reflejaba su felicidad en aquel momento.
—Vaya, muchas gracias —el sensei le puso su ojito feliz a los tres chicos.
—¡Sensei, le hemos traído regalos! —la pelirrosa habló y los otros dos chicos asintieron, uno notablemente más emocionado que el otro. Kakashi rió un poco.
—No se hubieran molestado chicos.
—¡Bah! ¡Tonterías! —exclamó el rubio —, ¡Vamos ábralos ya sensei!
Kakashi asintió e hizo que los tres jóvenes ninjas pasaran a la casa, los cuales inmediatamente tomaron asiento en los sillones de la sala.
—Bueno antes que nada les traeré algo de tomar, ¿les apetece un té helado? —preguntó, y los tres dieron como respuesta un “si”, un “claro” y un sonido gutural que él interpretó como un “da igual”.
Luego de dirigirse a la cocina y preparar los dichosos tés, se encaminó hacia la sala nuevamente, pero antes de llegar, algo llamó su atención, una fotografía que estaba encima de la mesita del pasillo que conectaba la cocina con las demás habitaciones. Su antigua foto de equipo, sí, efectivamente ellos le hacían falta en aquel momento, Minato-sensei, Obito y Rin, ninguno estaba en el mundo de los vivos para celebrar junto a él. El día en que los perdió a los tres su cumpleaños había perdido su significado. Sacudió un poco su cabeza, no era momento de ponerse a recordar ese tipo de cosas, tenía a tres adolescentes esperándolo en la sala, en su cumpleaños, eso era muy especial para él.
—Ya volví, disculpen la demora —exclamó con una sonrisa, entregándole a cada uno de ellos una taza.
—Bueno, ¡ya abra mi regalo ‘ttebayo! —dijo el rubio extendiéndole su regalo envuelto en un papel verde muy bonito. Lo tomó y lo abrió, no le costó mucho tiempo pues no estaba perfectamente envuelto, y tampoco podía pretenderlo después de todo venía de Naruto.
—Un juego de kunais nuevos. ¡Muchas gracias Naruto! —le sonrió desordenándole sus cabellos.
Continuó con el regalo de la pelirrosa, Sakura se veía bastante satisfecha, a saber que había en aquel paquete que la ponía de tal humor.
Al abrirlo se sorprendió un poco, aunque no dejó que los tres adolescentes lo notaran, el regalo de Sakura era un botiquín de emergencias que seguramente ella misma había preparado con tanta dedicación. Le agradeció igual que al rubio.
Lo pensó un poco, estos tres y sus regalos, eran los mismos regalos que había recibido de su antiguo equipo el día en que lo ascendieron a Jōnin, kunais y un botiquín de emergencias. Solo faltaba el regalo de Sasuke, ¿Qué? ¿El moreno se arrancaría un ojo para darle otro sharingan? Rió bajito por sus pensamientos tontos.
Finalmente abrió su ultimo regalo, cuál fue su sorpresa cuando le vio, efectivamente no era un ojo, era nada más y nada menos que… ¡El último tomo de Icha Icha Paradise! No podía contener su emoción, tenía tantas ganas de abalanzarse sobre el azabache en forma de agradecimiento, pero los otros dos creerían que tenía preferencias. Le miró con curiosidad.
—Tsk, no creas que me interesan ese tipo de libros, tuve ciertos problemas para conseguirlo, aun así prefiero los pergaminos, son más… educativos —concluyó.
Kakashi rió y se limitó a darle las gracias de la misma manera que lo hizo con los otros dos.
—Bueno muchas gracias a todos por venir y por sus magníficos regalos, no tengo un pastel pero saben, me han dado el día libre y ya que estamos los cuatro sin hacer nada podríamos… —hizo una pausa al ver la cara de sus estudiantes, estaban emocionados. “jeje ese es el espíritu” pensó, para luego terminar su frase.
—…entrenar un poco —sí, lo dijo con su ojito feliz, lo que no puso a sus alumnos de igual manera, pues cuando Kakashi ponía su ojito feliz hablando de entrenar no indicaba nada bueno, se podría decir que era más exigente que el mismo Gai-sensei.
Los tres chicos suspiraron resignados, a la mierda su día libre.
Kakashi rió para sus adentros de solo verles las caras de sufrimiento. ¿Qué pensaron que iba a decir? Definitivamente estos mocosos le caían bastante bien, y ya que era una “fecha especial” se deleitaría con su sufrimiento hasta el final del día a modo de darse a sí mismo un regalo de cumpleaños. ¡Oh vamos no era tan mal sensei! Tal vez un poco… aprovechado. Rió nuevamente esta vez dejando que sus alumnos le escucharan.
—Vamos ya — sonrió y literalmente arrastró a los chicos al campo de entrenamiento.
Como amaba a su nuevo equipo, tanto como amaba al antiguo. Teniéndolos a estos tres, su cumpleaños de ahora en más seria memorable.