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Una flor de oro para recordar por HitchNoDanna

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Notas del capitulo:

Buenas!!


Ha pasado bastante tiempo, considerando que esta historia debió terminarse el primero de noviembre de 2016, con motivo de Día de muertos. Sin embargo, no lo hice por las mismas razones que he mencionado en otros fanfics (escuela y matrimonio fallidos, crisis depresivas y existenciales, una hermosa niña y un trabajo que demandan mi tiempo y energías, etcétera, etcétera). Afortunadamente, aunque poco a poco, he encontrado lapsos para ir avanzando con mis historias y no dejarlas abandonadas (en estos momentos son aproximadamente las tres y veintitantos minutos de la madrugada :v )


 


Notas respecto al fanfic:


-Se notarán algunos cambios en la narrativa, pero la esencia sigue siendo la misma (a pesar de que han pasado cosas por las que he llegado a cuestionar e incluso dudar de la tradición que antaño me enorgullecía por ser mexicana).


-Siguen las mismas discordancias de siempre (el hecho de que tengan nombres japoneses o de otras nacionalidades, aunque la historia se desarrolla en algún lugar de México :v , pésimo intento de español neutral, elementos de la religión católica modificados a conveniencia mía y para finalidades de la trama :v , entre otras)


-Avance muy lento de la trama (el fanfic originalmente sólo estaba planeado como One-shot, pero en su momento consideré que no le haría justicia a tantos matices y colores propios de la tradición, así que probablemente tendrá unos cuantos episodios más antes de llegar al punto crucial :v )


-Shounen-ai, muerte de personajes, O.o.C, y alguna otra que se me olvide :v


 


Terminada toda esta perorata, me queda por decir que los personajes de Saint Seiya (Clásico, Next Dimension, Lost Canvas) son de sus creadores Masami Kurumada y Shiori Teshirogi, respectivamente, y la celebración de Día de Muertos es "Obra maestra del patrimonio cultural de la humanidad " declarada por la UNESCO en 2003.

III.-


 


Verde, verde esmeralda. Ciertamente esos ojos poseían algo que lo obligaba a mirarlos y perderse en ellos, como su fueran las puertas de entrada a un mundo de ensueño. Empero el maullido del felino, aún presente, lo sacó del trance e instintivamente retrocedió. Unos segundos más le hubieran costado ser hipnotizado por esos ojos para terminar lanzándose a alguna fuente y morir ahogado —o eso decía un libro que leyó (1) —.


 


—¡No te acerques!


—Lo siento. A mi gato no le gusta que se me queden viendo.


 


En un movimiento aquella presencia se incorporó, dejándose ver por completo. Se trataba de un niño de unos nueve años, de estatura poco menor que la suya, tez pálida como luna, cabello liso que oscilaba por el lila y el azul —a causa de la escasa luz nocturna—, y unas singulares marquitas que coronaban esos bonitos ojos verdes.


 


—¡Me espantaste! —le reclamó, ya aliviado— ¡Pensé que eras un fantasma!


—Eres muy gracioso —rió su interlocutor, al tiempo que le tendía la mano— ¿Cómo te llamas?


—Shaka.


—Mucho gusto.


 


Un poco enfurruñado por el susto, se levantó sin aceptar la ayuda, se sacudió la tierra de la ropa y se giró dispuesto a irse.


 


—¡Espera! —Mu tomó su mano— Quédate a jugar conmigo ¿sí?


—Yo... —La idea lo tentaba, pero ya era tarde— No puedo, me esperan en mi casa.


—¿Entonces vienes mañana?


—Yo... —La mirada suplicante del niño no daba lugar a negativas— Le voy a pedir permiso a mi mamá. Si me deja, vengo en la mañana ¿De acuerdo?


—De acuerdo. Entonces hasta mañana.


 


Dicho esto, el muchachito se fue corriendo hasta perderse de vista entre los árboles que bordeaban parte del campo. Shaka hizo lo mismo hasta darles alcance a sus primos, quienes no dudaron en interrogarlo. Él relató todo tal cual ocurrió y, unos minutos más tarde, ya estaban dentro de casa.


 


—... ¿y no le preguntaste qué hacía en medio campo? —inquirió Asmita.


—Pues... no.


—¡Te lo dije! —festejó Shijima, dirigiéndose a su hermano— ¡Y tú de collón que no querías entrar al campo de flores!


—¡¿Qué andaban haciendo por allá?!


—Ya nos cayó el chahuistle (2).


 


El grito furioso de Citlalli y el murmullo de Asmita le advirtieron que debía alejarse y así lo hizo. Inmediatamente ella les propinó un jalón de orejas a los dos hermanos y los regañó entre gritos.


 


—¡¿Cuántas veces tengo que decírselos?! ¡No asomen ni siquiera las narices, condenados mocosos! ¡Tal y que se los lleva la bruja!


—¿Bruja? —inquirió ahora su madre.


—¡Se nota que has estado fuera del pueblo mucho tiempo, Yolotzin (3)! ¡Acuérdate lo que nos contó la abuela sobre la niña muerta que encontró ahí!


—No me digas que...


—Así como lo oyes. Hace un mes apareció otra, igual que aquella... limpiecita, sin cortadas, golpes, sangre... ¡ni un rasponcito siquiera!


—¡Válgame Dios!


—Y no es la única. Del año pasado que viniste hasta hace un mes, han aparecido así unas tres más. Por eso dicen que puede ser la bruja.


—¡Pero ahí no había nada! —replicó el pelirrojito— ¡Nada más un niño que Shaka conoció!


—¡Dios mío!


—Sabrá Dios qué haría allá, pero ustedes... —Citlalli volvió a jalar las orejas de sus hijos— ¡no vuelven ahí! ¡¿Entendido?! —Ambos hermanos asintieron, entre quejas de dolor.


—Pues, bruja o no, ese sitio es inseguro y tienen toda la razón en prohibirles ir ahí —espetó su padre— Lo mismo va para ti, Shaka.


 


Así el tema se dio por zanjado. Un rato más tarde, su tía y sus primos se retiraron, y él tuvo que acompañar a su madre en la oración que dirigía a sus muertos. Al término, fue a su habitación.


 


"Tal y que se los lleva la bruja"


 


Las palabras de su tía resonaban en su cabeza como enjambre de abejas molestas, y algunas teorías se formularon en su cabecita tan influenciada por la TV y los cuentos de terror, pero sólo una le puso la piel de gallina.


 


—¿Y si Mu es la bruja?


 


Para él eso podía ser factible, no sólo por la sensación experimentada al mirarle a los ojos, sino también porque sus rasgos no se parecían en nada a los observados en sus padres, sus primos o la gente en aquella procesión del día anterior. Empero, había dos razones por las que no podía aceptar del todo esa suposición.


 


—No... Mu no se ve como esos fantasmas de los libros o la televisión... además...


 


En efecto, la primera razón era que no vio ni un ápice de maldad en esos encantadores ojos verdes; la segunda, en cambio, era que el tacto de la pálida mano sosteniendo la suya se sintió tan cálido como el de cualquier otra persona, tal vez un poco más. No, Mu no tenía pinta de ser un fantasma o una bruja.


 


No obstante, al asomarse por la ventana y ver la misma luz blanca que la noche anterior, se planteó una misión: comprobar por sí mismo la existencia o no de tal bruja. Buscó una linterna de mano, sus botas de lluvia, una chamarra, su mochila, una soga y otros enseres. Apagó la luz de su habitación y esperó a que los vecinos hicieran lo mismo. Ató la soga a una pata de su cama y el resto lo lanzó por la ventana, bajó por ella y posteriormente atravesó el patio hasta quedar fuera del terreno, todo con absoluta cautela. Unos minutos de carrera más tarde, llegó al mismo punto donde sus primos y él entraron al campo. Respiró profundamente y, armado con todo el valor posible, se internó a paso lento en esa pequeña jungla de flores. Grande fue su sorpresa cuando vio al niño de ojos verdes, hincado en la tierra, guardando algunos insectos en un frasco.


 


—¡Viniste! —exclamó el más pequeño, a manera de saludo— Mira cuántos he jun...


—No tengo mucho tiempo —le cortó, un poco asqueado por los insectos aún vivos que el otro le mostraba— Me escapé de mi casa y no van a tardar en encontrarme.


—¡Por favor no te vayas! —los suplicantes ojos verdes mostraban un pequeño brillo cristalino que amenazaba con desbordarse— ¡No tengo con quien jugar!


—Obvio que no, todos están durmiendo.


—No... No es eso... Lo que pasa es que... —titubeó el chiquillo, cabizbajo— Los adultos creen que soy una bruja porque tengo un gato negro, y no dejan que juegue con los otros niños... Algunos ya me han aventado piedras...


 


La primera vez que lo vio, no había notado los tenues moretones, ni las pequeñas costras, en los brazos y la frente del peli-lila, ni lo andrajoso de su ropa... mucho menos el hecho de que no lo había visto por el pueblo como cualquier otro habitante. Probablemente el niño no tendría familia y, como manera de protegerse, viviría en algún páramo solitario a las afueras.


 


—¿Y tú mamá y papá? —el rubiecito se atrevió a preguntar.


—Yo no tengo papá... Y mi mamá está con Diosito en el cielo.


 


Una sensación más desagradable que ver insectos vivos en un frasco, le recorrió el estómago hasta llegarle a la tráquea. Si bien comprendía que los adultos también le temían a la muerte, a las brujas y demás entes demoníacos —incluso él lo hacía—, no entendía qué les hacía creer que este pequeño niño frente a él, ya bastante lastimado por una pérdida tan grande, podría ser una encarnación del mal.


 


—¡Mu, vayamos a mi casa! —exclamó, tomándole la mano.


—No... no quiero —balbuceó el nombrado, soltándose al instante— Tus papás se van a enojar por llevar a la bruja...


—No digas tonterías, mis papás no son así —Shaka le respondió, un poco ofendido.


—¿De veras?


 


Shaka asintió. Entonces el de ojos glaucos destapó el frasco y lo puso en el suelo, dejando libres a los pequeños cautivos. Posteriormente esbozo una amplia sonrisa y tomó la mano del rubio, dando así comienzo a una amistad.


.


.


CONTINUARÁ


.


.

Notas finales:

1.- El texto que se menciona se llama Los ojos verdes, escrito por Gustavo Adolfo Bécquer. Fernando (el protagonista) en la caza de un ciervo, se adentra hasta una fuente, la llamada fuente del Álamo sobre la cual pesa una leyenda que asegura que si te aproximas a ella caerá sobre ti un mal. Tras esto, Fernando estuvo escuchando durante días nombres, voces, etc., y una tarde que acudió a sentarse en los bordes de la roca a las orillas del agua, donde esperaba que apareciesen los ojos verdes, de una hermosa mujer, de la cual se había enamorado, al fin esta apareció de nuevo del agua y le incitó, prometiéndole amor, a ir con ella, así Fernando cayó al agua donde supuestamente murió, ya que no se volvió a saber nada más de él.


2.- En México se utiliza esta expresión para referirse a situaciones desagradables. Tiene su origen del náhuatl chahuiztli, que significa “enfermedad de la hoja del maíz”, producida por un hongo microscópico que afecta a los cultivos del maíz. En la época prehispánica, el maíz era parte importante en la economía y tradiciones mesoamericanas. Para proteger sus cultivos, surgieron rituales para que los Dioses los resguardaran, no obstante, el hongo seguía invadiendo la siembra causando desgracias.


3.- Yolotzin es un nombre femenino de origen náhuatl y significa Corazoncito


 


Bueno, de momento es todo. Nos estaremos leyendo en la próxima entrega. Chaito!!


 


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