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No solo "conocidos" por Kirah69

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Si fuera capaz de verlos tan claramente como él quizás podríamos ser un poco más cercanos. Quizás podría ayudarle cuando le atacan o cuando intenta resolver sus problemas. Así podría hablar todos los días con él. Tendríamos más cosas de las que conversar, podríamos contárnoslo todo, no tendría secretos conmigo. Nos ayudaríamos mutuamente y pasaríamos mucho tiempo juntos. Seríamos los mejores amigos...

Aquellos eran los pensamientos que pasaban cada día por la mente de Tanuma Kaname. Sintiéndose incapaz de hablar con Natsume directamente, Tanuma solo era capaz de observarle disimuladamente desde lejos como se observa a la Luna. Completamente inalcanzable. A pesar de que conocía su secreto y de que él mismo tenía una sensibilidad especial hacia los youkai, su relación no era más que de simples “conocidos”, como podría ser con cualquier otro compañero de la escuela. Buscaba cada día el modo de acercarse un poco más a él, deseaba con toda su alma tener al fin un amigo íntimo, sin embargo parecía tarea imposible. Para lo único que servía era para quitarle a Sasada, la presidenta de la clase, de encima o para darle incluso más problemas. El único modo de acercarse más a él sería teniendo sus mismos poderes, pero eso era imposible, apenas era capaz de sentir levemente la presencia de youkais o vislumbrar su sombra.

Aun así no quería rendirse. Siempre le observaba buscando el instante en que al menos pudiera dirigirle una palabra. Pero al mínimo despiste, Natsume se esfumaba como si fuera un fantasma. Tanuma se preguntaba si quizá se había dado cuenta de que le miraba, pero eso era poco probable, ni siquiera sería consciente de su presencia.

Una de esas tardes en las que Natsume se iba rápidamente de la escuela y se perdía junto a Nyanko-sensei en el bosque, Tanuma decidió seguir el mismo camino que él había llevado ya que no tenía nada mejor que hacer. Quizá pudiera llegar en el último momento cuando estuviera en peligro como suelen hacer los héroes. Pero el bosque era demasiado extenso y frondoso y pronto le perdió por completo la pista. Se dio por vencido en aquella ocasión así que simplemente buscó el camino de vuelta a casa. El bosque parecía volverse cada vez más espeso y oscuro, la luz apenas pasaba entre las ramas y las hojas de los árboles. Aquello parecía estarse convirtiendo por momentos en una selva tropical. No daba un paso sin chocarse con un tronco o sin ser azotado por una rama baja. Su pelo acabó completamente revuelto y lleno de hojas y su ropa se rasgaba por todas partes. Comenzaba a preocuparse. ¿Existía un bosque como aquel tan cerca y no lo había visto antes? Lo más extraño de aquel lugar era el silencio y la calma. Ni pájaros, ni insectos revoloteando alrededor, el único sonido era el crujir del suelo al pisar sobre él y el susurro de las hojas por el leve viento. La noche comenzó a cernirse sobre él. No creía haber pasado tanto tiempo en aquel bosque como para que el sol ya se hubiera ocultado pero quizás había perdido la noción del tiempo igual que se había perdido a sí mismo en aquel bosque. La desesperación comenzó a abrirse paso en su pecho y el hambre en su estómago. Quería regresar inmediatamente a casa pero no daba con la salida.

Fue entonces, cuando sus pasos se habían vuelto ya incoherentes, cuando pudo suspirar aliviado. Los árboles le abrieron paso y se encontró frente a la puerta principal de una mansión oriental. No podía saber sus dimensiones ya que los árboles estaban tan cerca de ella que parecían fundirse. Construida enteramente de madera y piedra, con materiales probablemente de aquel mismo bosque. La puerta, de cuatro metros de altura y tres de anchura, era de piedra pulida y estaba exquisitamente tallada con motivos florales. Inmediatamente se abrió para él, aun pareciendo pesada se movía como si de papel se tratara. Hubo un momento de duda, no sabía si aquello sería seguro. Pero entonces, al otro lado del patio e iluminado por la tenue luz de una lámpara de aceite, distinguió la figura de Natsume.

—¡Natsume! ¡Estás aquí Natsume!—corrió a través de la puerta y no se percató cuando esta se cerró tras él.

—Oh, Tanuma, qué bien que hayas venido, me sentía muy solo—le dijo con una amable sonrisa.

—Natsume, ¿dónde estamos?—le preguntó algo avergonzado por su entusiasmo.

—No lo sé, pero es un lugar hermoso ¿no crees?

El joven observó a su alrededor. Ciertamente era un lugar muy bello, iluminado por la blanca luna llena. El gran patio desde la entrada principal hasta la vivienda era enteramente de hierva, a excepción de unas piedras circulares que marcaban un ondulante camino al interior. Los árboles de variados colores y tamaños bordeaban todo el muro y sus ramas se mezclaban con las del exterior y el suelo estaba salpicado de flores silvestres y de pequeños estanques que se conectaban uno con otro bajo tierra. La vista se perdía sin saber definir el final de la mansión, tarea aún más difícil en la casi absoluta oscuridad.

—Vamos, te mostraré el interior.

Natsume sostuvo su mano para llevarle con él y el corazón de Tanuma latió fuertemente en su pecho. Se descalzaron en la entrada y, guiados por la luz de la lámpara de aceite, se adentraron en la gran mansión de dos plantas. Adornada sencillamente con imágenes florales en las puertas y muebles de madera sin detalles de oro o plata pero delicadamente tallados, su humildad contradecía su tamaño. Pasaron tres o cuatro habitaciones de considerable amplitud y llegaron a uno de los salones principales donde una gran mesa alargada ocupaba todo el centro de la estancia. Dicha mesa, iluminada con varios candiles, estaba repleta de deliciosos manjares que hacían la boca agua de solo mirarlos y olerlos.

—E-esto...

—Ha sido preparado para nosotros, comamos y bebamos hasta hartarnos—le invitó Natsume, sentándole junto a él en uno de los laterales de la mesa.

Tanuma no se pudo negar, su estómago rugía y siendo Natsume quien le servía la comida en un plato no podía rechazarla. Uno tras otro fue probando los platos, aunque eran demasiados para saborearlos todos. Muslos fritos perfectamente dorados, ternera de la mejor calidad, toda clase de pescado fresco, verdura variadamente cocinada, frutas exquisitas de aspecto inmejorable y cualquier cosa que un groumet pudiera desear comer.

—Ne, Tanuma, di “ah”—Natsume le ofrecía con sus propios dedos una pequeña y rosada fresa.

—¿Eh? E-eso... Ah...—aun con su rostro ruborizado no pudo resistirse.

Comió la fresa e incluso pudo sentir los dedos de Natsume acariciar sus labios. El joven se le quedó mirando de cerca y cada vez más cerca, con un leve rubor en sus mejillas. Su cuerpo se quedó paralizado, fue incapaz de reaccionar hasta que los labios de Natsume se unieron a los suyos. Suaves y mullidos, más cálidos de lo que los había imaginado, por un momento le recordaron al tacto de un malvavisco. Era su primer beso y no quería que terminara nunca, sería feliz si se fundiera con Natsume en aquel instante. Pero sus labios tuvieron que separarse. Su corazón palpitaba tan rápido que temía que Natsume se diera cuenta, sin embargo la dulce sonrisa de él le calmó (todo cuanto era posible). Silenciosamente y ambos con las mejillas sonrojadas casi hasta las orejas, regresaron a la cena, pero poco pudieron meter ya en su estómago.

—Um... ¿Re-regresamos a casa?—preguntó Tanuma, siendo apenas capaz de mirarle a la cara, con su voz temblorosa.

—Es tarde, ¿por qué no dormimos aquí? Estamos solos y hay muchas habitaciones—sugirió Natsume.

—¡Oh! S-sí, está bien...

Estaba emocionado y cada vez más nervioso. No esperaba que nada más sucediera aquella noche, ni en su imaginación había llegado más lejos. En realidad solo pretendía ser amigo de Natsume, pocas veces había querido pensar en aquello por miedo a acabar resultando demasiado raro. Sin embargo no podía negar sus sentimientos.

—Mira qué hermoso, podríamos usar esta habitación—al abrir la puerta de una de las habitaciones de la laberíntica mansión se encontraron con un patio interior, en el centro del cual había un gran cerezo florecido iluminado por la luna con un aura casi fantasmagórica.

Sacaron dos futones de un armario y los colocaron juntos cerca de la entrada al patio donde pudieran ver bien el cerezo. Era extraño tener los futones pegados. Cuando se metieron en ellos, vestidos como estaban, era difícil moverse sin meterse en el futón del otro. Tanuma era quien estaba más cerca de la entrada al patio, sin embargo apenas observaba el cerezo, tan solo quería ver el apacible rostro de Natsume.

—Buenas noches Tanuma—le sonrió dulcemente.

—S-sí, buenas noches—respondió nervioso.

Tanuma no creía poder tranquilizarse para dormir. Pero cuando imaginaba no poder alterarse más, Natsume deslizó la mano dentro de su futón y la enredó con la suya. Tanuma pensó que entonces se daría cuenta de cuán nervioso estaba, que incluso comenzaría a sudarle la mano. Pero no fue así, pronto un profundo sueño cayó sobre él sin que pudiera resistirlo y sus ojos se cerraron por sí solos. Aquella noche no soñó nada, o al menos no recordaba haberlo hecho y tampoco fue consciente del tiempo que pasó.

—Um... ¿Na-natsume?—al abrir los ojos y ver el techo de aquella habitación recordó lo que había pasado.

—Buenos días Tanuma—le sonrió el joven sentado a su lado—. O buenas tardes, debería decir.

—¿Tardes? ¿Qué hora...? ¡Oh, ya es de noche!—exclamó al ver la luna que seguía plena sobre el cerezo.

—No te preocupes, podemos seguir aquí cuanto queramos—Natsume acarició su rostro con la punta de los dedos—. Mira, tengo algo de dango, ¿qué te parece si nos lo comemos mientras paseamos por el jardín?

—Sí, está bien.

Tras encontrar al fin la salida, caminaron por el jardín mientras saboreaban el delicioso dango multicolor. La luz de la luna iluminaba su paso entre las variadas flores y arrancaba reflejos plateados de los pequeños estanques. Caminando cerca uno del otro, sus ropas se rozaban y tímidamente se cogieron de la mano, mirándose de reojo. Los palillos del dango quedaron vacíos y juguetearon con ellos nerviosos.

—Tanuma...—Natsume apretó su mano y se quedaron quietos bajo uno de los frondosos árboles.

—Mm... Na-natsume...

El joven se sentía fascinado por el pálido rostro más brillante que la luna y los claros cabellos moviéndose ligeramente con la brisa. Le miraba tan de cerca que incluso podía ver su reflejo en aquellos ojos que le tenían hipnotizado y sus rosados labios le tentaban a devorarlos. No pudo resistir más y juntaron sus ansiosas bocas. Sus brazos rodearon el cuerpo del otro, juntándose aún más, y el beso se volvió profundo, usando por primera vez sus lenguas inexpertas. Puede que su técnica no fuera buena, pero había tanto deseo en aquel beso que poco importaba. Solo se separaron cuando ambos tuvieron que recuperar el aliento.

—Natsume... yo... no sé...

Su mente estaba confusa, no porque no entendiera sus sentimientos, sino todo lo contrario. Sabía perfectamente lo que sentía en aquel momento por su compañero y eso era lo más extraño, que de una noche a otra sus sentimientos se tornaran de semejante modo y tan claramente. Quizás era que siempre los había estado escondiendo en su interior y había sido Natsume quien los había liberado.

—Está bien, no tienes que pensar nada—le acalló con una sonrisa tierna—. Podemos vivir esto tal y como lo sentimos, sin tener que darle un nombre o pensar en los demás. Aquí estamos solos tú y yo.

—Natsume...—con su corazón saltando feliz, Tanuma se abrazó a su compañero y allí estuvieron durante un rato.

Tanuma no se percató en ningún momento de que animal alguno, grande o pequeño, habitaba aquel lugar; tampoco se dio cuenta de que ni luna ni estrellas se movían por el firmamento, ni de que la brisa soplaba siempre con la misma fuerza y dirección, rodeando la casa. Bajo la feliz ignorancia, Tanuma siguió a su compañero al interior de la casa y se encontraron con un festín igual, exactamente igual, al de la noche anterior. Pero Tanuma no formuló pregunta siguiera en su mente, sus pensamientos colapsaban con la esencia de Natsume. Tras el banquete digno de un rey y sin apenas probar bocado por el nerviosismo propio de los recién ennoviados, Natsume y Tanuma se dirigieron a los baños por sugerencia del primero.

No puede ser, no puede ser, ¡¡vamos a bañarnos juntos!! Antes no habría pasado nada pero ahora... ahora nosotros... ahora yo..., Tanuma estaba tan nervioso que no dejaba de ponerse en las peores situaciones.

—¿Tanuma? Vamos, el agua está caliente—su voz resonó en las paredes y el suelo de piedra del baño.

Antes de que se diera cuenta, Natsume estaba ya desnudo, apenas sosteniendo frente a él una pequeña toalla blanca. Tanuma se quitó la ropa y entró al gran baño. Sus dimensiones parecían más bien las de una piscina y estaba iluminado por una gran fila de candiles sostenidos en la pared. Se acercó a la zona de las duchas donde Natsume ya se remojaba y, dejando la toalla en un reborde de la pared, comenzó a echarse agua por encima. Cerraba fuertemente los ojos, no quería mirar a Natsume, temía la reacción de su cuerpo. Tras limpiarse con aquel aromático jabón, Tanuma esperó a que Natsume estuviera en la bañera para entrar él. Eso había sido un error, en el camino hacia la enorme bañera el rostro del joven se sonrojaba por momentos mientras intentaba cubrir sus partes todo cuanto podía con las manos mientras que la mirada de Natsume no era demasiado disimulada.

—El agua está genial ¿no crees?—le preguntó Natsume rompiendo el hielo.

—S-sí... Es muy... agradable...—realmente era incapaz de apreciarlo, estaba demasiado tenso.

—Tanuma... ¿no estás a gusto?—su compañero parecía preocupado por él y se acercó un poco, acortando la distancia de dos metros que el otro había dejado entre ellos.

—Ah- Um... S-sí... Cla-claro...—ya era incapaz de controlar su propia voz.

Natsume se acercó un poco más a él y cuando rozó su brazo, Tanuma se sobresaltó, agitando todo el agua a su alrededor.

—Oh... ¿Es por mí? ¿No estás cómodo conmigo?—preguntó con el rostro entristecido.

—¿Eh? ¡N-no! No es eso... ¡en absoluto! Solo que... yo...

—Menos mal—suspiró el joven—. Qué alivio, temía que te encontraras mal a mi lado. Tanuma, siempre he querido ser cercano a ti y temía que con esas cosas raras que he hecho me odiases.

El corazón de Tanuma se conmovió y no pudo contenerse. Le estrechó entre sus brazos olvidando toda la vergüenza, mientras susurraba su nombre. Se miraron durante un instante y se besaron nuevamente. El calor de sus cuerpos aumentaba aún más gracias al calor del agua que les envolvía. Sin ser consciente de lo que hacía, las manos de Tanuma acariciaron el pálido cuerpo de Natsume, recorriendo su espalda y sus caderas. De pronto sintieron que algo chocaba en sus entrepiernas. Ambos miembros estaban erectos y se frotaban entre ellos mientras se levantaban.

—¡Ah! L-l-lo-lo siento...—el aire apenas salía de su garganta y su lengua temblaba.

—Está bien Tanuma. Yo estoy igual así que no tienes que disculparte—sus mejillas estaban ruborizadas y le miraba tímidamente.

—Q-q-qué debería... hacer...—no sabía cómo salir de aquella situación.

Antes de que pudiera hacer nada, Natsume le abrazó juntando sus cuerpos. Sus miembros se frotaron y, tan solo con aquello, cada fibra de Tanuma se estremeció.

—Solo... solo alívialo—le pidió Natsume ocultando el rostro en su cuello.

Tanuma no fue capaz de responder. Casi como si sus manos se movieran solas, mientras rodeaba su cintura con una juntándolo a él, acariciaba con la otra sus miembros juntos. Primero apenas con la punta de los dedos titubeando, pero al escuchar los suaves suspiros que emitía su compañero comenzó a frotarlos más vigorosamente. Uno rozaba contra el otro, calentándose más que el agua. Los líquidos blanquecinos comenzaron a manchar la limpia bañera y sus cuerpos se estremecían abrazándose fuertemente. Estaban tan ansiosos los dos jóvenes que no tardaron mucho en mezclar su simiente con el agua.

Ya en la habitación, dispuestos a pasar otra noche en la intimidad de la solitaria mansión sabiendo que si salían fuera las cosas se volverían mucho más complicadas, usaron esta vez solo uno de los futones que ni siquiera habían recogido. Era ilógico que se hubieran vestido después del baño, pues sabían que no iban a durar mucho más así. Natsume, poco más pequeño que Tanuma, se acurrucaba en sus brazos mientras se besaban dulcemente, conociendo al detalle la boca del otro. Sus cuerpos no bajaban de temperatura, por el contrario comenzaban a transpirar y la ropa resultaba molesta. Sin necesidad de decir nada, se quitaron ambos la parte superior mientras echaban a un lado la colcha.

—Natsume... ¿hasta dónde puedo...?—no se atrevía a decirlo, ni siquiera a pensarlo, pero lo ansiaba con todo su cuerpo.

—Hasta el final, podemos llegar hasta el final—contestó el otro con una pícara sonrisa.

El corazón de Tanuma dio un salto en su pecho e inmediatamente la lujuria se apoderó de él. Tumbó a Natsume boca arriba en el futón y se colocó entre sus piernas. No sabía muy bien cómo hacerlo y suponía que su técnica no sería ni mucho menos buena, así que simplemente se dejó llevar por sus instintos. Lenta y cautamente, por si el otro se echaba para atrás, comenzó a descender con suaves besos por su cuello. Aquella deliciosa piel no distaba mucho del color y la suavidad de los pétalos del cerezo que acompañaba su noche y les observaba desde el patio. Cuando la cálida lengua se deslizaba por su cuello y pecho, Natsume suspiraba con los ojos entrecerrados mientras acariciaba los cabellos negros de su compañero.

—Natsume... eres muy hermoso—susurró contemplando su cuerpo bajo él iluminado por la luna mientras, titubeante, le bajaba los pantalones donde ya despertaba algo.

—Um... No digas esas cosas, es vergonzoso...—se quejó sonrojado.

—Lo siento, no he podido evitarlo—rió suavemente, algo más confiado.

Descendió de nuevo sobre su cuerpo, jugueteó en su ombligo con la lengua provocando que Natsume se agitara y siguió bajando por el ya desnudo joven. El delicioso olor floral del jabón se había impregnado en todo su cuerpo y resultaba embriagador en cada rincón. Tanuma observó un instante el miembro erecto y se relamió los labios. Besó la punta y lo lamió de arriba a abajo, acariciando el liso vello púbico casi tan claro como su cabello. Los suspiros se convirtieron poco a poco en gemidos y deleitaron los oídos de Tanuma, quien se excitaba cada vez más. Su miembro estaba ya completamente erecto y manchaba su ropa interior sin necesidad de haber sido tocado.

—No... Tanuma... voy a venirme...—gemía abrumado, al sentir el interior de la cálida boca rodeando su verga.

—Hnn... Eg- Está bien, puedes hacerlo—contestó sacando el delgado miembro de su boca al ver que no podía hablar, pero no tardó nada en volver a introducirlo.

—Ah... Pe-pero tú... tú no... ¡Nn! ¡Ah!

Ni una palabra más pudo articular, con un agudo gemido derramó todo su semen en la boca de su compañero, quien lo tragó gustoso a pesar del extraño sabor.

—No es justo... tú todavía no...

—¿Puedo hacerlo en ti?—Tanuma bajó sus pantalones, su miembro estaba completamente erecto y goteando.

—Oh... Claro—contestó sonriente, alzando los brazos hacia él.

Tanuma se inclinó y le abrazó. Mientras le besaba, sus dedos húmedos por fluidos de ambos se deslizaron furtivos hasta su entrada. Tanteándola primero, se atrevió al fin a meter uno de ellos. El cuerpo de Natsume se agitó levemente y le abrazó más fuerte.

—Es muy... estrecho... ¿estará bien?—preguntó dudoso.

—Sí... No te preocupes, aunque duela un poco está bien, si es contigo está bien—contestó con agitada respiración y con la mirada de un animalillo indefenso.

—Natsume... Natsume...—el joven se sentía tan fascinado que le costaba reprimirse.

Antes de que su interior se hubiera acostumbrado al primer dedo, ya había introducido el segundo y pronto los sustituyó por algo mayor. No pudo esperar a hacerlo lentamente y, para no hacerle sentir mal por ello, Natsume contuvo sus gemidos de dolor todo cuanto pudo. En apenas unos segundos la mitad del falo estaba disfrutando del ardiente interior, pero era tan estrecho que todavía no podía entrar más.

—In-increíble... tú interior se siente increíble, Natsume...—jadeó con todo su cuerpo temblando.

—Ah... Me... me alegra que te guste...—rió suavemente mientras abría más sus piernas.

—¿Puedo... puedo moverme?—preguntó Tanuma sin poder resistir.

—Sí, hazlo.

Y sin esperar más, Tanuma movió sus caderas sacando el miembro hasta dejar solo la punta dentro e introduciéndolo de nuevo, más profundo cada vez. Las paredes le aprisionaban pero se sentía más libre poco a poco, hasta poder embestir con comodidad hasta el fondo. Los gemidos de Natsume llenaban la habitación, excitando aún más (si eso era posible) a su compañero y perdiéndose en la noche.

El tiempo no transcurría, la luna seguía en su cenit sobre el cerezo en flor y allí continuó. En el fragor del sexo, Tanuma no era consciente de los minutos o las horas que pasaban mientras sostenía entre sus brazos a su anhelado amigo pero tampoco se preguntó por qué no amanecía. En algún momento, cuanto estuvo exhausto, se durmió abrazado a su amante.



Al abrir de nuevo los ojos tras el largo sueño reparador, la luna seguía en lo más alto, pero aquello no fue en lo que Tanuma se fijó, sino en el ruborizado rostro del joven que le miraba tumbado desnudo a su lado.

—Mm... ¿Te... te encuentras bien, Natsume?—le preguntó acariciando su mejilla.

—Sí, estoy muy bien, me siento muy bien—contestó con una suave voz.

Tanuma se sentía en las nubes, no podía existir una situación más ideal y la felicidad en su pecho no podía ser mayor.

De pronto sintió como si sus dedos, posados sobre la blanca mejilla, dejaran por un momento de tocarla aun sin haberlos apartado. Imaginaciones suyas, pensó. Vibraciones comenzaron a recorrer el suelo y cada vez se sintieron más intensas hasta que se convirtió en un terremoto. Los escasos muebles temblaban moviéndose de su sitio en incluso las vigas parecían estar a punto de derrumbarse. Todo fue tan repentino que Tanuma era incapaz de reaccionar ante aquella interrupción.

—¿Qué... qué está pasando? ¿Un terremoto?—preguntó mirando a su alrededor.

—¡Tanuma!—de un salto Natsume se abrazó a él desesperado.

Confuso, el joven correspondió al fuerte abrazo y quiso decirle que no se preocupara, que él lo protegería, pero su cabeza comenzó a doler terriblemente y las palabras quedaron ahogadas entre los quejidos que intentaba contener. Quizás eran las sacudidas del terremoto o el dolor inusual, pero por alguna razón creyó ver cómo Natsume se desvanecía entre sus brazos como un fantasma. Y no solo era Natsume, todo a su alrededor se retorcía y desaparecía como al despertar de un sueño. Dejó de sentir todo aquello que le rodeaba, le parecía estar cayendo como si el suelo también se hubiera desvanecido. Todo se volvió negro y cuando abrió los ojos pensó, Menos mal, debo haberme mareado, porque lo primero que vio frente a su ojos fue el rostro de Natsume.

—Tanuma, ¡Tanuma! ¿Estás bien, cómo te encuentras?—le preguntó con expresión muy preocupada.

—Estoy... bien, tranquilo Natsume—contestó intentando dibujar una sonrisa en su rostro a pesar de lo aturdido que estaba.

Queriendo calmar también a su compañero, rodeó a Natsume con un brazo y acarició su mejilla con la otra mano, acercando sus labios para besarle.

—¡Waaaagh!—lo que recibió no fue un dulce beso de Natsume, sino la contundencia de su puño en plena barbilla.

—¿¡Qué se supone que hacías!?—le preguntó apartándose varios metros de él.

—S-solo iba a... ¿Uh? Natsume... tu ropa... ¿por qué estás vestido?—preguntó extrañado.

—¿Por qué no iba a estarlo?

Tanuma miró a su alrededor. La habitación no estaba, la mansión tampoco, ni rastro de ella. ¿Se la había tragado el terremoto? Él mismo también estaba vestido con su uniforme. Por la luz que veía entre los árboles debía ser algo más de medio día y junto a ellos también estaba Nyanko-sensei.

—Reacciona mocoso, acabas de salir de una ilusión—le dijo el minino que se acariciaba la panza tumbado contra un árbol como si acabara de comer un gran banquete.

—¿Ilusión? No... no, no, eso no es posible, aquello era real, lo sé, pude sentirlo... ¡Natsume!—quiso levantarse y correr a su lado pero se mareó y tuvo que seguir recostado contra el árbol.

—Tanuma, no sé lo que soñarías pero todo era una ilusión creada por un youkai. Llevas dos días desaparecido. Ayer no fuiste a la escuela y como anoche no pasaste por casa, tu padre vino a ver qué había pasado, te he estado buscando todo el día con Nyanko-sensei. Al parecer ese demonio sumerge a sus víctimas en una ilusión mientras se alimenta de ellas—explicaba Natsume mientras el otro le escuchaba incrédulo—. Siento no haberte encontrado antes, supongo que debe haber sido terrible para ti, pero ya ha pasado todo.

—Yo no lo creo tanto—comentó Nyanko-sensei mientras se levantaba y se ponía en marcha.

—¿Qué quieres decir? Tanuma ha estado atrapado en una ilusión dos días, a saber lo que ese youkai le ha mostrado—replicó acercándose al joven para ayudarle a levantarse.

—Nada malo seguramente. Ese youkai puede crear ilusiones pero no puede forzar a sus víctimas a quedarse en ellas, si Tanuma hubiera querido escapar lo habría hecho sin problemas. Por eso es que muestra a sus víctimas sus más profundos deseos, para que no deseen huir. ¿Verdad, Tanuma?—bien poco le importaba a él, pero no estaba de más fastidiarle un poco por haberle hecho recorrerse medio bosque en su busca.

—Uh... Tanuma, eso es...

—Lo siento... siento haberos molestado de este modo... Ahora estoy bien—ignoró sin tan siquiera tocarle la mano que le ofrecía Natsume y se levantó por su cuenta.

Sin atreverse a levantar la cabeza, Tanuma comenzó a caminar tras Nyanko-sensei y Natsume tras ellos, sin decir nada más.

El joven estaba más que aturdido, seguía sin poder creer que todo lo que le había sucedido en aquellas noches fuera solo un sueño pero tampoco podía ser de otro modo, algo tan fantástico como aquello solo podía suceder en un cuento y no precisamente para niños. Aun así no quería pensar que ya todo había terminado, que el profundo amor y deseo se habían quedado solo en su mente. Dio vueltas a su cabeza buscando el modo de que aquello fuera real pero no lo halló, buscando después la forma de empezarlo de nuevo con el verdadero Natsume pero lo dio por imposible y, por último, buscó la manera de olvidarlo para no ser atormentado por aquellas irrepetibles noches... pero eso tampoco era posible. Los falsos recuerdos se habían quedado grabados en su memoria como si hubieran sido reales y no dejaban de aparecerse en su mente en cualquier momento del día. Atormentaban sus noches impidiéndole dormir por el calor y la excitación que sacudían su cuerpo, y le avergonzaban por el día cuando su rostro se sonrojaba en medio de una clase o su entrepierna se abultaba más de lo debido.

 

¿Y qué decir del verdadero Natsume? Seguirlo era ya impensable, hacía de todo para no volver a verlo, para no cruzarse con él y mucho menos hablarle. Si le veía llegar de lejos por un pasillo se metía en la primera clase que encontraba aunque no fuera la suya, o bajaba a saltos las escaleras o tomaba la ruta más larga a la escuela. Y si, aun con todo eso, no podía evitar encontrarse con él, le era completamente imposible mirarle a los ojos, se sentía la persona más sucia por haberle hecho todo aquello en esa ilusión, sabiendo que, como bien había dicho Nyanko-sensei, aquellos eran sus más profundos deseos. Y aun así, sabiendo que no había nada bueno en aquello y que su mente debía estar trastornada, Tanuma no podía evitar amar a Natsume y desear tomarlo como ya lo había hecho en su imaginación. Pero aun deseándolo con toda su alma, jamás se atrevería a ello porque sabía que a cualquier mínimo intento arruinaría lo poco que quedaba entre ellos. Si bien ya no podían llamarse amigos y apenas compañeros, eso era mucho mejor que el odio o el desprecio que Natsume pudiera sentir hacia su retorcida persona.

 

Continuará...


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