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Por Partida Doble por Ari-nee

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Notas del fanfic:

Hola, yo siempre ando tarde, lo siento.

Este fic participa en la convocatoria #AoKaHappyWishes del grupo AoKaga 5x10

Dedicatoria Especial Yunuén Farías, espero te guste linda c:

//25 de Diciembre de 2015//

Para Aomine las cosas no habían empezado muy bien en el día, era navidad, sí, pero su humor no podía estar más por los suelos. No precisamente por la fecha en sí, pese a que no le apetecía mucho ir de fiesta en fiesta cada día por la época navideña, tampoco era que fuera un completo Grinch odiando la navidad y todo lo relacionado con ella.

Había despertado en el sofá del living del apartamento de Kagami, bien, pero no era buena manera de comenzar su día. No había clases, estaban de vacaciones de invierno por navidad y año nuevo, así que no tendría problema en tener prisa. En el suelo junto a él se encontraba el idiota de Kise, durmiendo plácidamente como si nada lo molestara.

Recordó que la noche anterior, o sea, el 24 de diciembre, todos se habían juntado en el apartamento del pelirrojo. Bueno, decir todos era demasiado, quizá solo decir que los miembros de la Generación de los Milagros, Takao, Himuro y Kasamatsu estaban ahí, además del dueño del lugar. Momoi no asistió porque tuvo que quedarse a celebrar en casa.

La fiesta fue un caos, alcohol por todos lados, y la comida que estaba muy buena, además de la música y todo. Por suerte Kagami vivía en el último piso y los vecinos del apartamento no estaban en donde deberían y se encontraban más bien celebrando en quién sabe dónde, o sino los chicos ya estarían en un gran problema.

Si bien la idea fue de Kuroko, nadie encontraba la casa ideal para hacer la fiesta, ya que habría adultos de por medio y eso no era algo que ellos querían. La elegida fue el apartamento del as de Seirin, ya que este vivía solo, y era muy espacioso. Hubo quejas pero nada que unas docenas de hamburguesas no arreglaran.

Ahora, Aomine se encontraba de pie en el lugar, tratando de recordar que había ocurrido ayer, o más bien, hoy en la madrugada, ya que la fiesta terminó cerca de las 4 de la mañana. Lo último que recordaba fue tener un duelo de karaoke con Kise, y nunca se enteró del ganador, ya que el sueño le ganó antes de escucharlo.

Miró el reloj de las paredes blancas y se dio cuenta de que eran las 2 de la tarde, ¿Tanto había dormido? Se perdió el desayuno y por poco también pierde el almuerzo. Escuchó a Kise murmurar cosas en el piso y con ayuda de su pie derecho comenzó a sacudirlo para hacerlo despertar.

– Kise, ya levántate – El mencionado se removió en el piso mientras abría los ojos lentamente, tratando de recuperar la conciencia y al parecer, distinguir en donde se encontraba y quien lo estaba pateando.

– Cinco minutos más… – Murmuró el modela mientras volvía a cerrar los párpados para seguir durmiendo. El poco humor agradable con el que se despertó Aomine acababa de desaparecer en el momento en el que pateó al rubio para despertarlo.

– ¡Despierta carajo! – Le gritó de tal manera que Ryouta despertó sobresaltado, mirando hacia todas direcciones de forma rápida como quien trata de encontrarse en el lugar, además de que tremendo grito del moreno lo había asustado. Cuando recuperó la conciencia fue que por fin pudo hablar normalmente con Daiki.

– Aominecchi, esa no es forma de levantarse e navidad – Se quejó, bostezando audiblemente y estirando su cuerpo que de seguro se habría entumecido al dormir en el piso – De cualquier manera, ¿En dónde estamos?

– En el apartamento de Bakagami.

– ¡¿Enserio?! – Preguntó sorprendido el rubio – Juraría que me fui, o eso es lo que recuerdo.

– No, todos se fueron, menos tú, yo, y el idiota ese, pero es su casa – Explicó el mayor mientras iba con dirección a la nevera en busca de alguna cosa que pudiera comer, ya que su estómago pedía alimento, y lo quería ya – Creí que Kasamatsu te llevaría – Dijo desinteresado tomando del envase de leche directamente.

– Yo también – Su cara se transformó en una mueca de desagrado ante lo que el moreno hacía, pero no replicó nada – Supongo que senpai se olvidó de mí

– No me sorprende.

Kise ignoró el último comentario, aunque eso no hizo que pudiera evitar la vena que palpitaba en su frente. Sus ojos miel divagaron por el lugar, y pudo ver que no estaba hecho un caos, pero muy limpio tampoco era la descripción que podría dársele a ese lugar.

– Creo que es hora de irme – Dijo mirando el mismo reloj que Aomine había mirado cuando se despertó. Se arregló la ropa, y gracias a un espejo que siempre llevaba con él, se dio cuenta de que no estaba tan mal.

– Si, lárgate – Le contestó el otro como quien no quiere la cosa, mientras seguía bebiendo el líquido.

– Aominecchi – Llamó el rubio justo cuando su mano estaba en la perilla de la puerta de entrada. Daiki le miró pero no dijo nada – ¿Recuerdas los deseos de navidad que pedimos?

– ¿Qué cosa? – El de Touou lo miró confundido.

– En la media noche, tu y yo hicimos unos deseos, recuerdo perfectamente el mío y del tuyo recuerdo un poco, aunque no creo que eso me interesé a mí – Lo último salió de con un tono de voz menor, como si el rubio lo hubiera murmurado para sí mismo – Solo es curiosidad, ¿Lo recuerdas, no?

– No recuerdo haber deseado nada.

– Vaya que lo hiciste Aominecchi, no sé qué es lo que querías con exactitud, solo sé que Kagamicchi tiene que ver con eso.

– No deseé nada que tenga que ver con ese idiota – Replicó el moreno frunciendo el ceño.

– Bueno, supongo que lo olvidaste o estabas muy ebrio, cualquier cosa que hubiera pasado quedó en el olvido – La voz de Ryouta salió cargada de alivio, como si el hecho de que el de cabellos azules se hubiera olvidado de ambos deseos hubiese sido lo mejor – Nos vemos, le deseas feliz navidad a Kagamicchi de mi parte cuando despierte o si es que lo ves.

Y antes de que Aomine pudiera responder, el rubio ya había abierto la puerta para desaparecer de ahí.

– Estúpido Kise, ni que quisiera quedarme en casa de Bakagami – Masculló con el ceño fruncido tomando el resto de la leche para después tirar la caja vacía al cesto de basura – Que él le deseé feliz navidad por teléfono, yo no quiero seguir más aquí – Dijo tomando su chaqueta que se encontraba sobre una de las sillas del comedor.

Estuvo a punto de salir, ya tenía el picaporte en su mano cuando escuchó un grito desgarrador más al interior del departamento. No lo pensó dos veces, ya que sus pies se movieron solos hasta el lugar donde parecía provenir el grito.

La habitación de Kagami.

La abrió de golpe encontrándose con el pelirrojo en su cama, apenas despertando. ¿Por qué demonios había gritado entonces? ¿Tuvo una pesadilla o qué? Ya estaba por gritarle cualquier insulto cuando la voz del diez lo llamó.

– ¡Aomine! – Y aunque fue exactamente la voz de Taiga la que le gritó, este aún se encontraba en su cama sin emitir sonido. Además, el grito lo escuchó a un lado de su cuerpo, y no en frente, donde supuestamente se encontraba Kagami medio adormilado.

– ¿Pero qué? – Y giró su cabeza hacia el lado donde escuchó el grito, y se sorprendió. ¿Qué demonios hacía Kagami tirado en el piso de su habitación junto al armario? Y lo más importante ¡¿Qué no el pelirrojo estaba en su cama?!

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– A ver, déjenme entender esto. Tú te despertaste con dolor de cabeza, escuchaste un quejido a un lado de tu cama, y cuando abriste los ojos estaba esta persona – Dijo señalando a la susodicha – Junto a ti, y gritaste porque te asustó – El pelirrojo asintió ante esas palabras – Y tú – Dijo ahora a esa persona que había señalado antes – Estabas durmiendo cómodamente hasta que este otro, se le ocurrió gritar y arruinarte tu sueño – El otro pelirrojo asintió – ¿Se dan cuenta de que eso es lo menos irrelevante en este momento?

– ¿A qué te refieres? – Preguntaron ambos.

– ¡¿Qué a qué me refiero?! ¡Joder, Kagami! ¡Te multiplicaste por dos! – Gritó el moreno histérico.

– ¿Me lo dices a mí o se lo dices a él? – Preguntó uno de los pelirrojos.

– ¡Se lo digo a…! – El de Touou calló sus palabras cuando no supo que responder, ni siquiera sabía cuál Kagami era el original – Olvídenlo – Suspiró resignado golpeándose la cara con la palma de la mano.

Cuando él fue corriendo a la habitación del pelirrojo, no encontró nada fuera de lo común, solo al chico durmiendo en su cama; hasta que escuchó como lo llamaban del lado izquierdo y giró su cuello, solo para encontrarse con Kagami, pero fue raro, porque Kagami también estaba en la cama, y al mismo tiempo en el piso.

Suponer que el grito que soltó fue más desgarrador que el que escuchó anteriormente era decir demasiado.

Kagami se había clonado, multiplicado, encontrado a su gemelo perdido o quién sabe qué otra cosa, pero lo que sus ojos veían no era ningún chiste, eran dos pelirrojos completamente iguales, desde las cejas raras hasta el mismo timbre de voz, incluso el mismo cabello de dos colores y el collar que siempre veía colgar en el cuello del diez.

Y cuando preguntó sobre la situación, el Kagami que se encontraba en el suelo solo dijo que había gritado porque el otro lo asustó sin querer, y el otro Kagami aún estaba medio adormilado como para responder alguna pregunta. Por más extraño que esto pareciera, parecía ser que a ninguno de los dos pelirrojos le incomodaba la situación, como si siempre hubiera sido así.

¡Y es que no lo era!

De repente, un flash cruzó por la mente de Aomine, las palabras de Kise volvieron a resonar en su cabeza como molestos zumbidos, pero creyó que ahora entendía todo.

Claro que ahora lo recordaba, estaban tan borrachos que empezaron a hablar de estupideces hasta que el reloj dio las doce de la madrugada, anunciando que ya era 25 de diciembre, o sea, navidad. El rubio le gritó que dijera su deseo navideño, pero él lo chantajeó para que el siete lo dijera primero.

Ryouta deseó que para el 31 de diciembre Kasamatsu estuviera con él, para así empezar el 2016 juntos. Que románticamente horrible. Por el contrario, Daiki deseó algo que sin duda alguna, si hubiera estado sobrio, ni siquiera se hubiera detenido a pensar en lo que gritó a los cuatro vientos pero sin que nadie le prestase atención.

– ¡Santa creo en ti así que más te vale concederme mi deseo! – Gritó alzando una botella de cerveza entre sus manos mientras murmuraba otras cosas, aparentemente ya demasiado ebrio – ¡Quiero tener dos Kagamis!

– ¡Aominecchi que deseo más raro! – Se quejó el rubio, pero no en mejor estado que su peliazul amigo – ¡¿Para qué quieres dos Kagamicchis?!

– ¡¿Estás de broma?! ¡Sería lo mejor! ¡Así tendría más de un rival! ¡Tendría dos personas que me cocinarían! Y además ¿Has visto su trasero? ¡Es incomparable con cualquier otro! ¡Teniendo dos Kagamis podría disfrutar de esa vista al doble!

– ¡Aominecchi que pervertido! – Regañó Kise, aunque no parecía realmente molesto – ¡Pero buen deseo! ¡Qué pena que yo ya gasté el mío! – Lloriqueó.

– ¡El único que puede ganarme en elegir el mejor deseo, soy yo! – Gritó a todo pulmón, completamente desorientado respecto a su estado, sin importarle en lo más mínimo lo que estuviera pasando a su alrededor.

Mierda. Y ahora que se ponía a pensarlo detenidamente, ¿Esto podría ser una clase de broma? No, juraría que no, esos dos se parecían mucho para que algún idiota le estuviera jugando una broma, nadie hace una broma así de perfecta, excepto Akashi, pero su ex capitán era demasiado serio para tener ese sentido del humor.

Pero ¿Realmente ahora existían dos Kagamis debido a su deseo? ¿Eso era algo posible? Cuando era pequeño ver al viejo barbudo y panzón le provocaba mucha alegría, como a cualquier niño; hasta que se dio cuenta por sí mismo que solo era algún hombre disfrazado, y no producto de la magia. Entonces, ¿Por qué cuando deseó aquella cosa a las 12, ahora se veía realizada?

Además aún tenía que averiguar cuál de los dos pelirrojos era el verdadero, el original, el mismo idiota con el que siempre jugaba en la cancha de baloncesto, el mismo con quien competía para ver quién devoraba más hamburguesas del Magi Burger, el mismo que tenía un miedo incontrolable a los perros. Tenía que preguntar, pero eso no iba a ser fácil.

– Muy bien – Habló de nuevo ganándose que sobre su persona se posaran dos pares de ojos rojos – ¿Cuál de ustedes dos, es con quien yo he estado durante estos meses? – Preguntó lo primero que se le vino a la mente, para saber cuál era el verdadero Kagami y cuál la copia.

– Yo – Dijeron ambos. Aomine se golpeó de nuevo la cara, esto iba a ser más difícil de lo que pensó.

– No, no, no – Negó ante esa respuesta que no lo convenció – Uno de ustedes, no sé quién, no estaba ayer ya que solo había uno, y hoy, hay dos, así que uno de los dos debe ser la persona que apareció  de la noche a la mañana, y la otra, es con quién yo he jugado nuestros uno a uno desde hace ya más medio año, así que hablen.

– No tengo ni una sola idea de lo que estás hablando, Aomine.

– Sí, yo tampoco; parece que te golpeaste muy fuerte la cabeza, o que bebiste demasiado en la fiesta.

– ¡¿Cómo es posible que me digan eso cuando hay dos de ustedes?! ¡¿Qué no se dan cuenta de lo que está pasando?! – Gritó. Estaba a punto de perder la cordura solo por esto, pero debía hacerse cargo ya que hipotéticamente era su culpa.

– ¿No entiendo que tiene de malo que haya dos de nosotros? – Preguntó uno de los pelirrojos, y si el moreno no hacía algo por diferenciarlos, iba a ser peor que tratar con gemelos.

– Sí, no hay problema; además, estoy seguro que los dos sabemos todo lo que hemos pasado desde que te conocimos, así que ninguno es “inventado” o como sea que nos estuvieras llamando – Dio su punto el otro, y enserio que la situación estaba mareando a Daiki. Pensaba en llamar a Satsuki pero tendría que dar explicaciones y no quería eso, lo resolvería solo.

– Bien, antes de seguir hablando, tenemos que hacer algo con ustedes – Los dos chicos se miraron entre ellos sin entender muy bien el punto del peli azul – Ya que ambos se llaman Kagami Taiga, no podré referirme a uno sin llamar también al otro sin querer, así que tendrán que hacer algo para que yo pueda diferenciarlos.

– ¿Algo cómo qué?

– Como cambiarse de ropa por ejemplo; ambos llevan exactamente el mismo pijama y no puedo saber con cuál de los dos hablo – Dijo mientras observaba con detenimiento la camiseta blanca sin mangas y el short rojo que portaban ambos tigres. Vaya que tenían aguante si habían podido cambiarse antes de dormir después de salvaje fiesta. Además, el clima no era tan cálido para andar así, aunque tampoco había un frío sepulcral para ser invierno.

– Bien, entonces nos cambiaremos – Dijo uno de los Kagamis, mientras se levantaba del borde de la cama donde estaba sentado seguido del otro para irse con dirección al armario y buscar algo de ropa que ponerse.

A Aomine por poco se le cae la mandíbula al piso cuando uno de ellos se estaba deshaciendo de su short para dejar apreciar su bóxer color negro y eso gran trasero que había mirado siempre en secreto, mientras que el otro ya se había quitado la camiseta sin mangas y dejaba su fornido cuerpo a la vista, con esos brazos bien formados, y su abdomen marcado, sin olvidar los pectorales y los pequeños botones rosas que el moreno miraba sin querer.

– ¡Pero esperen a que yo me vaya de la habitación! – Gritó avergonzado para salir rápidamente azotando con fuerza la puerta. Ambos Taigas no le veían sentido a aquella reacción, es decir, Daiki era hombre al igual que ellos, no entendían por qué Aomine se había sonrojado y avergonzado.

Fuera de la habitación, el as de Touou había llegado a la sala para volver a desparramarse sobre el sillón, mientras trataba de calmar su agitado corazón, pues haber visto a esos dos pelirrojos casi desnudos frente a él no le había hecho bien en lo absoluto. Por más que lo fastidiara, él sabía que Kagami tenía un cuerpo increíble, además de ese gran y enorme trasero. Escuchó como la puerta se abría, y ya tranquilo y seguro de que se rostro hubiese recuperado su color moreno natural, miró en dirección al pasillo.

Ambos chicos venían ya cambiados de ropa. Uno de ellos, traía una camisa sin mangas color blanco donde había un estampado de tigre ahí, con una chaqueta negra atada de las mangas en su cintura –no podía culparlo de sentir calor adentro, pero afuera no era lo mismo– y unos pescadores color verde estilo militar un poco debajo de la rodilla, tenis de tela del mismo color verde y cordones blancos, además de un reloj en su muñeca derecha y unos lentes oscuros dándole un toque, atractivo.

El segundo venía con una camiseta roja de botones, y sobre esta una chaqueta de cuero delgado y simple de color negro aunque tenía las mangas dobladas, haciéndolo lucir mucho más llamativo; un pantalón de mezclilla de un negro más pálido que el de la chaqueta con algunas partes rotas como adornos, además de tenis de tela negros con algunas líneas rojas y cordones blancos, y aquel gorro sobre su cabeza de color negro y detalles blancos. Y ambos pelirrojos con el anillo colgando como collar que tanto había visto.

– Cuando les dije que se cambiaran no me refería a que pusieran sus mejores ropas para salir – Dijo mirándolos detenidamente, y es que aunque se veían fenomenales, no veía el porqué de estar tan arreglado con esa ropa que se veía costosa y para buen uso. Él nunca la había visto antes en el cuerpo de Kagami, y ahora lo veía al doble.

– Bueno, vamos a salir – Dijo el Taiga que tenía el gorro.

– Esperen… ¡¿Qué?!

La mente de Daiki se detuvo en ese mismo instante, se supone que ninguno de ellos debía ser visto, o al menos, los dos juntos. Salir con un Kagami no iba a ser problema, pero ¿salir con dos? Eso si iba fuera de las capacidades de Aomine. Además, podría encontrarse con alguien conocido, y no quería estar por ahí diciendo explicaciones que no podía, simplemente no iría y diría es mi culpa, aunque lo fuera.

– Cierra la puerta cuando salgas Aomine – Le pidió el pelirrojo con lentes. Cuando el moreno reaccionó, ya ambos chicos habían salido del apartamento.

– ¡Mierda! – Y rápidamente salió del lugar para ir por esos Kagamis tan desobedientes, antes de que alguien los viera. Y justo como le pidieron, al salir cerró la puerta.

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– ¿Estuvo bien dejar a Aomine así? – Preguntó confuso.

– Seguro, él saldrá cuando quiera irse, mientras nosotros vamos a comer, que me muero de hambre y ya casi son las 3 de la tarde – Dijo como restándole importancia.

– ¿Y no tienes frío? – Dijo cambiando el tema de conversación por completo.

– Un poco, pero lo puedo tolerar – Miró hacia el cielo donde el sol calentaba, sin que el astro le dañara mucho la vista debido a las gafas.

– ¡HEY! – Un grito de una voz conocida para ambos los hizo voltear, encontrándose con aquel moreno de cabellos azules que los perseguía corriendo.

Ellos se detuvieron a esperarlo. Cuando Aomine los hubo alcanzado, retomaron su caminar, pero un agarre fuerte en sus muñecas les impidió avanzar. El cinco los tenía sujetos a ambos, evitando que caminaran, mientras el chico recuperaba su respiración que parecía haber perdido cuando estaba corriendo hacia ellos.

– ¡No pueden ir a cualquier lugar así! – Les gritó en cara cuando recuperó las fuerzas para regañarlos. Ambos pelirrojos arquearon una ceja.

– ¿Por qué no? – Pregunto el de los lentes oscuros.

– ¡Porque…!

– Hola Aomine-kun, Kagami-kun, y… ¿Otro Kagami-kun? – El sonido de una voz fantasmagórica hizo que las tres personas se paralizaran por completo. Esa voz que bien sabían de quien era, había salido por completo de la nada.

– ¡KUROKO, AVISA ANTES DE APARECERTE! – Gritaron ambos tigres.

– ¡TETSU BASTARDO! – Se quejó el moreno, antes de recaer en cuenta de lo que estaba pasando – Oh no… – Dijo lo último tan bajito que solo él pudo escucharse a sí mismo.

– Un gusto verlos a… ¿Los tres? – Dijo el peli celeste, mirando confundido que ahora tenía, tres luces, contando a Aomine, claro. Sus orbes azul cielo miraron a los dos Kagamis frente a él, y después miró directamente a la figura del moreno, culpándolo con la mirada – No sé por qué, pero sé que esto tiene que ver contigo Aomine-kun.

– ¡¿AH?! ¡¿Qué te hace pensar eso?!

– ¿Por qué otra razón Aomine-kun estaría ahora con Kagami-kun? – Respondió Tetsuya con otra pregunta, notando como el gesto del moreno se descomponía al verse descubierto. Kuroko no tendría siempre la razón como Akashi, pero estaba que se acercaba – Además, esto tiene tu firma por todas partes – Dijo señalando a ambos chicos.

– Kuroko, ya que estás aquí, ¿Te gustaría ir a almorzar con nosotros? – Preguntó amigablemente uno de los Taigas, sonriéndole a su sombra. El de menor altura asintió, ya que así se enteraría más del tema – Bien, serás nuestro invitado.

– Y de paso, Aomine también – Dijo el otro Kagami, mirando como la figura del moreno recuperaba la movilidad después de haberse quedado paralizado ante la acusación de Tetsu – ¿Quieren ir a comer comida rápida o prefieren algún restaurant?

– Donde Kagami-gafas-kun quiera – Respondió el once.

– Entonces síganme – Dijo mientras avanzaba antes que todos, yendo a donde solo ese pelirrojo sabía, aunque el otro Taiga, se hacía una idea.

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– Vaya sorpresa encontrarnos con ustedes aquí – Dijo la voz seria de Midorima, mientras acomodaba sus lentes sobre el puente de su nariz.

– Lo mismo digo Midorima-kun – Habló la voz pacifica de Kuroko.

– De todas las personas con las que pude haberme encontrado en navidad, ¿Tenían que ser ustedes? – Masculló Aomine con mal genio.

– No seas grosero Aomine – Regañó uno de los pelirrojos.

– No sabía que Tai-chan tuviera un gemelo – La voz simpática de Takao se escuchó por toda la mesa, y esa gran sonrisa del pelinegro se extendió más.

– No soy su gemelo, solo que ahora somos dos – Comentó el otro Kagami.

La cuestión era que, a uno de los tigres se le había dado por comer comida francesa, –a pesar de vivir en Japón, existían restaurantes de diferentes comidas del mundo en Tokyo– y los llevó a un restaurant de clase un poco alta. Cuando estaban por pedir una mesa la señora les dijo que tenían todas reservadas y que solo faltaba un cliente por llegar y ocuparse todo.

Vaya casualidad que cuando ese cliente pidió su mesa, se encontraron con Midorima, quien venía acompañado de Takao detrás.

Se saludaron, y gracias a la insistente boca de Kazunari sobre el tamaño enorme de las mesas para solo dos personas, ahora los seis se encontraban en esa gran mesa, esperando pacientemente a que el mesero trajera los platillos que ellos habían ordenado. Claro que ver a dos Taigas había desconcertado al peli verde y a su compañero de equipo, por lo que querían respuestas.

– Que raro que vinieras a comer comida francesa Midorima – Se burló Aomine en busca de cambiar el rumbo de la conversación.

– Es que Shin-chan es un romántico de primera, quería traerme a una cita – Dijo en un tono soñador Takao, hasta que sintió un golpe en su cabeza por parte del seis, por lo que se apresuró a corregir de mala manera sus palabras – Bien, comida francesa era su amuleto de la suerte de hoy.

– No quiero ser grosero ni entrometido pero, ¿Y tú Takao-kun porqué estas aquí? – Preguntó curioso Kuroko.

– Alguien tenía que mover la carreta hasta aquí, además de que si tengo a un escorpio a mi lado tendré más suerte – Respondió Shintarou por el otro, cruzado de brazos sin mirar a ninguna de las personas en especial.

– Que frío de corazón eres Midorima-kun.

– Déjalo Tetsu-chan, solo es un tsundere – Dijo el pelinegro con un gesto de manos, como restándole importancia al asunto – Sé que en el fondo me quiere.

– No digas tonterías Bakao.

– Entonces regresa a casa caminando – Dijo ganando la pequeña discusión, ya que el de ojos esmeralda había puesto una mueca indescifrable, pero que le hacían saber a Takao que había vencido. Sonrió mientras tomaba su mano por debajo de la mesa, haciendo que el escolta se sonrojara.

La mesera llegó en ese momento, dejándoles su comida a los seis; gracias a que la chica venía con un carrito donde estaban los platillos, y pudo dejarles a todos sin que la mitad tuvieran que esperar para su comida. Dejó también sus bebidas, aparte de una botella de vino dulce y seis copas, ya que la joven los vio de mayor edad, y eso lo invitaba la casa.

– Yo quiero saber porque ahora hay dos Kagami-kun – Dijo la voz del pequeño peliceleste mientras enrollaba en su tenedor un poco de la pasta que ordenó. Recuerden, era comida francesa, no había palillos.

– Si, yo también me lo pregunto – Secundó Takao.

– Yo también me veo en la obligación de preguntar el por qué – Se apresuró en decir Midorima, sin perder la elegancia en su tono de voz.

– Solo sé que esta mañana despertamos, y éramos dos – Dijo el Kagami con el gorro hablando por ambos, ya que el otro se había quitado los lentes oscuros al entrar al lugar y ahora los tenía colgado en el cuello.

Ahora los tres pares de ojos, celestes, verdes y grisáceos, se fijaban en la figura del moreno, el cual había sido el único que no preguntó nada, dando a entender que sabía algo. Además, estaba muy callado para ser el mismo Aomine ególatra al que estaban acostumbrados a soportar. El cinco no tenía escapatoria, y sentía que lo derretían con esas miradas sobre su persona.

– Puede que yo tenga algo de culpa con esto – Se excusó el peli azul. ¿Qué otro caso tenía negarlo?

– Primero que nada, creo que es mejor hacer una diferencia entre ellos dos – Dijo Shintarou, señalando a ambos pelirrojos que comían como si nada de eso fuera importante – Tal vez, ¿Cambiarles el nombre a alguno?

– ¿Por qué no “Kagami 1” y “Kagami 2”?

– Sería muy raro llamarlos así ¿No crees Takao?

– Buen punto Dai-chan – Aceptó el base, mientras sujetaba su barbilla en una pose pensativa – Qué tal entonces… ¿Tai-chan y Taiga? Eso sería más sencillo y no tendríamos que cambiar mucho.

– No le diré así a Kagami – Dijeron ambos ex jugadores de Teikou que pertenecían a la generación de los milagros. Aomine y Midorima tenía un leve rubor en el rostro al pensar en llamarle con el “chan” a uno de los pelirrojos.

– ¿Tai y Taiga? – Corrigió el halcón.

– Mejor – Aceptaron ambos.

– ¿Quién será Tai-kun y quién Taiga-kun? – Preguntó curioso la sombra de Seirin, un poco ruborizado por tener que llamar a su compañero de equipo ahora por su nombre.

– Yo puedo ser Taiga – Respondió el del gorro.

– Y yo seré Tai – Contestó el otro.

– Bien, problema resuelto – Sonrió triunfante el diez de Shutoku, pero enseguida su mente regresó al tema de cómo fue posible que ahora existieran dos chicos exactamente iguales, y no se refería a gemelos, porque ni esos eran iguales, pero estos que tenía enfrente sí – Y ahora, ¿Cómo es que pasó esto?

– Oha-Asa no predijo alguna cosa como está – Fue la voz del peli verde, tratando de encontrarle sentido a esta rara situación – Leo no presenta alguna controversia de mal augurio en su día, salvo que la intervención de un Virgo podría poner las patas de cabeza – Apenas terminó de decir esa frase, los cinco pares de ojos miraron a Daiki.

– ¿Qué hiciste Aomine-kun? – Preguntó el de menor estatura ahí.

– Ni yo lo sé – Dijo el peli azul para ocultar la verdad sobre aquel deseo – Solo coman yo… veré que hacer.

El almuerzo a las tres de la tarde fue en silencio, solo sacando algunos temas cualesquiera a relucir. Para haber dos cabezas huecas como Kagami, no había sido tan malo. Aomine notó que las miradas de varias personas, sobre todo de chicas, estaban sobre las personas de su mesa, y no le molestaría que lo estuvieran mirando a él, pero los murmullos nada disimulados de la gente hablaban sobre los gemelos pelirrojos candentes.

Su mesa era rectangular, y para ocho personas, pero solo ocupaban seis lugares, los de los costados. Midorima, Takao y Kuroko estaban del lado derecho, de esa manera respectivamente; y Aomine junto con Tai y Taiga estaban en el lado izquierdo, con el moreno sentado en medio de ambos pelirrojos, ya que no quiso que alguno se acercara a ellos por miedo sobre el deseo, y tal vez también por gusto.

Cuando todos terminaron, la mesera se llevó sus platos vacíos, los vasos, las copas y hasta la botella de vino terminada, ya que por insistencia de los pelirrojos y un pelinegro, todos aceptaron. Luego la chica vino con la cuenta y la dejó en la mesa, donde cada uno se repartió los gastos, pero Los Kagami decidieron colaborar más, por cortesía y también por navidad.

Tai y Taiga se levantaron para lavarse las manos primero, con Takao detrás de ellos ya que había encontrado muy divertido estar con ambos. Cuando volvieron fue turno de los otros tres, los cuales no tardaron, pero cuando volvieron se sentaron de nuevo en sus respectivos lugares que habían tenido desde que almorzaron.

– Ten Takao, y que salga bien – Dijo Tai, mientras le entregaba su teléfono celular al feliz pelinegro que en su sonrisa se veía planeaba algo. El teléfono era algo que no se había duplicado, por lo que uno cargaba con él, y el otro la cartera.

Ambos chicos pelirrojos volvieron a sentarse uno a cada lado de Daiki, arrimando sus sillas para quedar aún más cerca del moreno. El as de Touou frunció el ceño ante la manera rara en la que se estaban comportando los Kagami. Pero no le faltó mucho para comprender lo que planeaban cuando Kazunari colocó el celular para tomar fotos.

– Uno, dos, ¡Tres! – Gritó feliz el pelinegro ante la imagen que veía en la pantalla.

Aomine apenas tuvo tiempo para reaccionar ante el conteo del base y de su grito, cuando un flash y el sonido de la cámara activarse se produjo. Hubiera cerrado los párpados ante la luz cegadora, pero no pudo. No cuando sintió como Tai y Taiga le besaban las dos mejillas, uno besando la mejilla derecha, y el otro la otra. No lo sabría hasta ver esa maldita foto, pero estaba seguro de que saldría sonrojado y con la cara de sorpresa.

– ¡Salió perfecto, Tai-chan, Taiga! – Expresó el halcón haciendo que los dos pelirrojos se levantaran de sus asientos para ir detrás del de cabellos negruzcos y ver qué tan bien salió la foto que habían planeado tomar cuando los otros tres se fueron al baño.

Si Aomine no se cayó de la silla después de haber estado en shock ante esos besos sorpresivos en su cara, fue porque después de reaccionar Kuroko y Midorima, lo sujetaron al ver que por poco y cae derechito al suelo.

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–– Bueno, supongo que aquí los dejamos, Shin-chan y yo tenemos otras cosas que hacer – Se despidió el halcón con efusividad – Fue un gusto tener a Tai-chan y Taiga aunque sea solo un día. ¡Feliz navidad a todos!

– Feliz navidad, Takao-kun, Midorima-kun – Respondió la sombra.

– Igualmente Feliz Navidad, hasta luego Takao, Midorima – Se despidieron ambos Kagami mirando como ambos jugadores de Shutoku se volteaban para irse después de que el pelinegro se despidiera por ambos.

Al salir del restaurant, después de que Aomine pasara uno de los momentos más vergonzosos en su vida, Kazunari había dicho que tenía unas cosas que terminar con el peli verde, por lo que no podrían seguir acompañándolos. Taiga había sugerido ir al parque de diversiones, ya que aunque fuera Navidad, probablemente estuviera funcionando.

– No pueden ir al parque de diversiones, ¡Nadie más puede verlos! – Les regañó un molesto Aomine, pues había estado en un completo silencio después de sus besos en el restaurant.

– Aomine-kun, yo creo que si Tai-kun y Taiga-kun quieren ir, no deberías negárselos, es navidad – Intervino la sombra, quien también estaba por completo de acuerdo con las ideas que le surgieran a ese par de pelirrojos.

– ¡Pero Tetsu! – Se quejó el moreno, pero la mirada del de ojos celestes lo hizo callar. Bufó y aceptó ir con ellos a regañadientes.

Y es por eso que ahora se encontraban caminado con rumbo al parque de diversiones, el cual no quedaba muy lejos del restaurant francés donde almorzaron, además de que caminar les haría bien para bajar la comida que ingirieron hace unos minutos.

En la caminata hacia el lugar, Tai se colocó a un lado al lado izquierdo de Daiki, y Taiga del otro lado. El peli azul aun no sabía que era lo que esos dos pelirrojos estarían tramando, porque lo de los besos fue sorpresivo, pero ahora estaría atento para todo.

Claro que apenas y pudo reaccionar cuando sus manos fueron tomadas y terminó con los dedos de ambas manos entrelazados con las de los pelirrojos, algo así como si fueran una pareja, salvo porque ellos eran tres, y Aomine venía en medio con la cara roja a pesar de que su color chocolate de piel lo disimulaba un poco.

Era como si con aquel extraño deseo y el hecho de haberse multiplicado, hubiera desaparecido esa vergüenza innecesaria que poseía Kagami, pues este se sonrojaba por todo y era muy tímido algunas veces, por eso es que ahora que hacía estas cosas con tanta facilidad y naturalidad, era extraño y sorpresivo.

Comparado con que siempre era Daiki quien se encargaba de molestarlo diciéndole cosas vergonzosas hasta dejar el rostro del diez con el mismo color escarlata que poseía su cabello. Era lindo cuando se lo hacía a otro, pero cuando se lo hacían a él dejándolo peor que colegiala enamorada, era algo horrible; pero por el lado bueno, estaba tomado de la mano de Kagami, bueno, más bien tomado de la mano de Tai y Taiga.

– Ya llegamos – Dijo Tai de nueva cuenta colocándose los lentes de sol, ya que estos le protegían la vista. Su otra mano aún seguía entrelazada con la del moreno.

Los cuatro chicos miraron hacia delante, y se encontraron con la entrada del parque de diversiones, la rueda de la fortuna junto con otros juegos de semejante altura era lo que más se apreciaba en el lugar, además del olor a la comida que vendían los puestos de ahí y el sonido de la música navideña que se escuchaba por las bocinas en los postes del lugar.

Las personas caminaban de un lado a otro, con niños, solas, en parejas, los juegos de tiro al blanco, o los típicos de feria se veían ahí con mucha facilidad; donde los premios eran osos de peluche, rosas, chocolates, globos, he incluso sombreros navideños rojos con adornos blancos que también se daban como premios, por la época.

– ¡Taiga! – Aquel grito proveniente de una voz que era muy conocida para los cuatro presentes les hizo voltear la mirada hasta el lugar de donde habían parecido escucharla. Sus oídos no les mintieron.

– ¡Muro-chin, espérame! – Detrás de aquel pelinegro que venía corriendo, se encontraba la enorme figura de Murasakibara siguiéndole el paso – ¡Detente o te aplastaré!

– Aomine-kun, creo que ahora estás en muchos, muchos problemas – Mencionó el peli celeste al ver como ambos jugadores de Yosen ya habían llegado frente a ellos. Aomine tragó duro.

Cuando Himuro llegó hasta donde estaba su querido hermano con su compañero de equipo y con ese negro, se sorprendió al notar que había otro chico exactamente igual a su hermano con ellos. Había visto esa figura, pero debido a que tenía un gorro no había podido diferenciarlo hasta que lo vio de cerca. Ambos eran pelirrojos y con las cejas partidas, como su Taiga.

Era como si fueran gemelos o algo así. Tatsuya miró a Tai, luego a Taiga, y así intercaladamente dándose cuenta de que eran exactamente iguales, además, ambos tenían la ropa que al tigre le gustaba usar cuando iban de vacaciones a América, ya que aquí en Tokyo le daba vergüenza que alguien conocido lo viera así.

Y ahí estaba, ambos tenían ese anillo que él siempre había portado, y no podía decir cuál de los dos era su verdadero hermano, porque su cerebro algo le decía, y sabía que los dos eran sus hermanos ahora. Murasakibara también parecía confundido al darse cuenta de la situación, pero aun así seguía más concentrado en el algodón de azúcar que había comprado en uno de los puestos en la feria.

Su ojo visible fue a parar en la figura del cinco de Touou, culpándolo. Y después se dio cuenta de que el moreno tenía a sus –ahora– dos hermanos tomados de la mano, uno a cada lado. Una furia le invadió cuando su mente y sentido racional le hicieron saber que por supuesto el As de la ex generación de los milagros, era el único culpable aquí, a pesar de que también se encontraba Tetsuya.

– ¡Tu maldito negro! ¡¿Qué le hiciste a Taiga!? – Lo señaló con tono eufórico.

– ¡¿Ahh?! ¡¿Qué te hace pensar que fui yo?! – Se excusó falsamente.

– ¡Esto tiene tu nombre escrito por todo el cuerpo de los dos Taiga! – Los ojos azul zafiro se desviaron hacia Kuroko, ya que lo dicho por el escolta de Yosen había tenido un parecido increíble con lo que el once había dicho cuando los encontró.

– Te lo dije – Fue la simple respuesta del más pequeño con un encogimiento de hombros.

– Tatsuya un gusto verte – Dijeron Tai y Taiga, acaparando la atención de todos los demás presentes, y evitando que se pelearan.

– ¿Eh? ¿Por qué ahora hay dos Kaga-chin? – Preguntó confundido el peli violeta mirando a los dos pelirrojos que le veían con una sonrisa. Además aún tenían tomado a Daiki de la mano.

– Larga historia – Suspiró el moreno mientras se soltaba del agarre de ambos pelirrojos – Pero para que nadie termine confundido, a este le diremos Tai – Dijo señalando al de los lentes oscuros que les hizo un ademán de hola con su mano y les dio una sonrisa – Y a este, Taiga – Y señaló al otro, que hizo exactamente el mismo gesto.

– Ahora que estamos todos juntos, entremos al parque de diversiones para no quedarnos aquí parados – Habló Kuroko por todos, haciendo que el ambiente no estuviera tan tenso como antes, y entrar a la feria con todos para dispersar un poco la mente

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– ¡Quiero subirme con Aomine al Dragon Khan!

– ¡Y yo quiero subirme con Aomine al Spider!

– ¡Pero yo escogí el juego primero que tú!

– ¡Y yo tenía a Aomine conmigo antes!

Esta era la disputa en la que Tai y Taiga estaban metidos, jalando a Aomine de ambas extremidades superiores, tratando de hacer que el otro pelirrojo cediera. Daiki se sentía un poco mareado a pesar de no haberse subido a un juego todavía, y es que los Kagami lo sacudían con tanta fuerza de un lado para otro que sus brazos ya le empezaban a doler.

Todos los demás estaban algo sorprendido por las actitudes que mostraban ambos tigre. Siempre habían sabido que Aomine y Kagami nunca se habían llevado muy bien, y que ahora al tener dos que peleaban por la atención del peli azul, era algo que simplemente no se creía a simple vista; uno simplemente pensaría que los Kagami ignorarían al moreno hasta que este los provocara, no que se pelearan por subirse a los juegos con él.

– ¿Por qué no lo dejan a la suerte? – Habló Murasakibara atrayendo la atención de Tai y Taiga, que enseguida dejaron de forcejear – Tiren una moneda y quien gane podrá subirse con Mine-chin en el juego que quiera – Ambos pares de ojos rojos brillaron ante la idea.

Atsushi sacó una moneda de su bolsillo, la lanzó al aire y espero a que cayera de vuelta; la cubrió con su gran mano de manera que nadie sepa que fue lo que cayó, esperando que los dos pelirrojos dijeran lo que habían escogido.

– Yo quiero cruz – Informó Tai, mientras se aferraba cual boa al brazo derecho de Aomine.

– Y yo tendré que quedarme con cara – Aceptó Taiga, de igual manera que el otro Kagami, pero aferrándose del brazo izquierdo de Daiki.

El nueve de Yosen quitó su mano que estaba sobre la otra, de donde se encontraba la moneda, todos miraron curiosos de saber quién sería el ganador en ese infantil riña, salvo Aomine, quien aún estaba en un pequeño estado de shock al haber sido zarandeado como muñeco de trapo anteriormente. El lado de la moneda vencedor había sido cara; Taiga había ganado.

– ¡No es justo! – Refunfuñó Tai, mientras se despegaba del cinco para cruzarse de brazos y hacer un pequeño berrinche.

– ¡Sí, yo gané! – Celebraba el otro, apretándose más al cuerpo de Daiki, para por fin salir corriendo con él en dirección al juego que quería ir, con el otro chico siendo jaloneado por quien corría primero para que no se perdiera entre la multitud. Tai quiso ir tras ellos, pero Tatsuya se lo impidió.

– Déjalos Tai, después podrás subirte con Daiki – Dijo el pelinegro, y a pesar de que decirle Tai a quien por años había llamado Taiga era extraño, no hubo quejas – Por mientras, ¿Qué te parece si vamos a jugar tiro al blanco?

– ¿Cómo en América? – Preguntó Kagami, aunque sonaba más como afirmación que como pregunta. Himuro parpadeó dos veces pero sonrió asintiendo.

– Sí, como en américa – Y juntos se fueron caminando hasta el juego de tiro al blanco más cercano, con Murasakibara y Kuroko pisándoles los talones.

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– Ya verás Aomine, este juego es muy divertido – Mencionó Taiga. Ya habían pagado los boletos, y ahora solo se encontraban esperando para subirse al juego.

– No creo que hubiera sido buena idea dejar a Tai solo – Dijo el moreno ignorando las palabras del pelirrojo que tenía con él. El ceño de Taiga se frunció.

– No pienses en él, soy yo quien estoy aquí – Se quejó, y Aomine pudo notar, que lo había dicho con tanta seriedad, y su tono de voz sonaba molesto, y hasta cierto punto, podría decir que sonaba celoso.

Antes de que pudieran seguir hablando, el encargado les indicó que por fin era su turno para pasar. El Spider era un juego mecánico muy alto, que tenía una especie de péndulo donde se situaban las personas; este giraba a favor de las manecillas del reloj, pero de igual forma, el péndulo se movía de un lado a otro hasta que este diera una vuelta completa, dejándolos de cabeza.

Si el juego detenido ya era alto, cuando daba la vuelta completa era monstruoso.

Aomine tomó asiento en uno de los extremos que terminaban y Kagami junto a él, ya que era un círculo, pero habían secciones sin nada, eran 4 asientos, y luego había un gran y enorme hueco vacío, luego otros 4 asientos, luego el vacío, después otros 4 asientos más, y la parte sin nada, y finalmente los últimos 4 asientos, para terminar con el hoyo que dividía donde se había empezado el conteo.

– ¿Seguro que esta cosa es segura? – Preguntó el de mayor altura de los dos, al encargado que ahora se encontraba colocándoles los cinturones de seguridad.

– Tranquilo muchacho, nuestro nivel de seguridad es de 75% – Le respondió el hombre mientras masticaba un chicle de forma ruidosa.

– Espere… ¿Qué hay de los otros 25%? – Aomine estaba a nada de entrar en pánico.

– Diviértete chico – Le dijo el encargado con una sonrisa de zorro muy parecida a la de Imayoshi, antes de desaparecer. No pudo objetar nada, ya que el juego se había empezado a mover.

– ¡QUIERO BAJARME DE ESTA COSA! – Gritó atemorizado cuando el péndulo se empezó a mover de un lado a otro y los asientos giraban a favor del reloj. Kagami no pudo hacer más que reír ante lo tierno que se veía el moreno asustado.

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– Bien aquí está el Spider, solo esperaremos a que Taiga-kun y Aomine-kun bajen – Dijo Kuroko, cuando llegaron a donde estaba el dichoso juego, aun funcionando – ¿Los pueden ver?

– ¿Qué Daiki no es aquel que se está moviendo como loco y gritando? – Preguntó Himuro aún no muy seguro de si se trataba del mismo chico, pero parecía que sí. Tai rió ante la visión tan patéticamente adorable de Aomine, cuando su hermano lo señaló al estar en lo más alto del juego y de cabeza.

– Ya se está deteniendo – Comentó Murasakibara con la boca llena de algunos bocadillos que compró por ahí. Y era verdad, ya que no tardó mucho cuando el juego había parado por lo que se apresuraron para ir a encontrar a Aomine y Taiga.

Cuando llegaron a la sección donde las personas se bajaban del juego, se encontraron con Taiga y con Daiki, quien venía abrazado fuertemente al pelirrojo que había subido con él. El cuerpo del moreno estaba temblando, y parecía que no quería despegarse del cuerpo de ese Kagami, pero Tai ya había esperado por su turno de estar con él.

– Mira Aomine – El nombrado se despegó del chico cuando la voz de Tai llegó a sus oídos, y se lo encontró con una gran sonrisa, mientras le enseñaba el peluche de una pantera negra de un tamaño mayor al promedio. Daiki se separó por fin de Taiga, para tomar el peluche que Tai le estaba entregando.

– ¿Cómo es que…?

– Tai-chin lo ganó en un juego del tiro al blanco, y dijo que es para ti – Interrumpió el gigante, obteniendo una mirada de reproche del pelirrojo con lentes, al ser él quien quería decir esa información y no Murasakibara.

– Como sea, ¿Nos vamos? – Le preguntó Tai, tomando el peluche y entregándoselo a Taiga – Cuídalo mientras ¿Quieres? – Le guiñó un ojo de forma maliciosa que a pesar de tener los lentes oscuros se vio con claridad, y después tomó de la mano a Daiki para correr con él en dirección al juego que quería.

– ¡HEY! – Se quejó Taiga, mientras se quedaba ahí parado con el gran peluche de pantera en sus manos, viendo a los otros dos desaparecer entre la multitud.

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– No estoy muy seguro de querer subirme a esta montaña rusa – Expresó el moreno quien apenas y estaba superando su shock inicial al subirse en el Spider.

– Tranquilo Aomine, ya verás que no hay nada que temer, además el Dragon Khan es una de las atracciones más grandes del parque, tenemos que subirnos – Dijo un emocionado Kagami, donde parecía que le brillaban los ojos de la pura emoción. Daiki no pudo poner objeción ante esa cara tan, apasionada.

– Son los siguientes – Les dijo la rubia que era la encargada, mientras les indicaba a pasar y pedía los boletos de ambos. Si el peli azul no estuviera tan concentrado en calmar sus nervios, tal vez se hubiera fijado en el gran busto que tenía la chica.

La mujer los guió hasta su sección, y fue una suerte que fueran los últimos, porque no había más lugares en el juego, y se sentaron junto a unas chicas, que al mirar al pelirrojo, enseguida empezaron a cuchichear entre ellas sobre lo bien que se veía u otras cosas así. Eso cabreó a Aomine, pero su cabreo le duró muy poco cuando vio todas las vueltas que iba a dar esa montaña rusa.

– Me quiero bajar, me quiero bajar, me quiero bajar – Empezó a murmurar completamente aterrado, haciendo que Tai soltara unas risitas.

– Vamos Aomine, te recuerdo más valiente que eso – Se mofó el pelirrojo, guardando sus lentes en una de las bolsas de su chaqueta –que se había puesto antes de subir– para asegurarlo con el botón del bolsillo. A Daiki esas palabras le llegaron al orgullo.

– ¡Que empiece el maldito juego de una vez! – Gritó molesto, haciendo a Kagami reír a carcajadas cuando el juego comenzó, y la actitud del peli azul cambió radicalmente a la de un gatito asustado rogando porque lo bajaran de ahí.

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– Taiga, ¿Cómo fue que pasó esto? – Preguntó un muy confundido Tatsuya, mientras su hermano cuidaba el peluche de pantera para que Atsushi no lo manchará con su comida chatarra.

– No lo sé, solo sé que esta mañana éramos dos – Respondió con simpleza.

– El Dragon Khan está a punto de terminar – Dijo Kuroko mientras observaba como el juego daba sus últimas volteretas para que por fin se pudiera detener. No hacía falta ser un genio para saber que Aomine y Tai estaban ahí.

Cuando el juego por fin se detuvo, esperaron a que todos bajaran para encontrarse con ellos. Pero fue raro que solo se encontraran a Tai, y que Aomine no estuviera por ningún lado. Las miradas confusas de los otros chicos incomodaron al pelirrojo que venía bajando del juego, y moviendo los labios pero sin emitir palabra dijo:

Está vomitando.

Parece ser que aunque Tai viniera fresco como una lechuga, Daiki no había corrido la misma suerte, ya que lo más probable era que se hubiera ido al baño a vomitar, o sí las ganas le habían ganado, ahora estaría vomitando en cualquier cesto de basura. Todos lo entendieron, y platicaron mientras esperaban a que el peli azul volviera.

– Estúpidos Kagami, si me siguen obligando a subir a estos juegos me van a matar – La voz ronca de cierto jugador de Touou que todos conocían bien captó la atención enseguida. Pese a que Aomine no había gritado eso, lo dijo muy alto para que todos lo oyeran.

– Ten Aomine – Dijo el Kagami con el peluche, entregándoselo de vuelta al moreno. El cinco lo tomó a regañadientes, y con el rostro ruborizado completamente avergonzado. ¿Qué? ¿Le habían catalogado como la chica para impresionar? ¡Eso no lo iba a permitir!

– Ya casi son las siete de la noche, creo que nosotros nos vamos yendo – Informó el pelinegro con una sonrisa, mientras se despedía de todos los de ahí. Dio una mirada siniestra al peli azul antes de decir: – Y tú, más te vale hacer que solo tenga un hermano de nuevo, o sí no… – Lo amenazó, dejando sus últimas palabras a la imaginación.

– Nos vemos después, Mine-chin, Kuro-chin, Tai-chin y Taiga-chin – Se despidió el más alto.

– Feliz navidad – Dijeron ambos jugadores de Yosen mientras se daban la vuelta para retirarse. Los otros contestaron el feliz navidad, antes de también salir para irse a quién sabe dónde.

Caminaron sin rumbo, paseando por la cuidad, mirando a sus alrededores las luces navideñas que brillaban sin parar. Conversaron de cosas triviales, bueno, salvo Aomine; él se mantenía callado y con el ceño fruncido, mientras trataba de pensar en alguna solución para que volviera a haber un solo Kagami y no dos, porque aunque era divertido no era lo normal. Claro que cuando los dos pelirrojos volvían a tomarlo de las manos, todo desaparecía de su mente.

Era un tacto reconfortante, y hasta cierto punto agradable, le gustaba tener esa cercanía con Kagami, con ambos, ya que siempre había tenido una especie de admiración hacia el chico, debido a su voluntad inquebrantable y su pasión, además de esa fuerza y orgullo para levantarse y decir; “En la próxima te ganaré, Ahomine” cuando terminaban sus uno a uno, y él vencía al tigre por una diferencia mínima de unos cuantos puntos.

Kuroko los observaba con la pantera de peluche en sus manos, había estado con ellos desde la tarde cuando los vio y no pensaba irse en ningún momento, él también quería saber la razón por la que su compañero se había duplicado, además de que tenía la sospecha de que había algo que su antigua luz no había dicho, pero que tenía que ver con esa rara situación.

– ¡Kurokocchi! – Un grito de una voz chillona hizo que los pensamientos de Tetsuya desaparecieran. Él podía ser invisible para todos pero no para Kise, el tonto rubio lo veía desde lejos pese a su falta de presencia. De no ser porque reaccionó rápido, hubiera sido tacleado por el siete de Kaijo.

– ¡Kise no seas pegajoso! – Y vaya sorpresa que hasta Kasamatsu estuviera con él, y debido a su mal comportamiento había pateado muy fuerte a Kise, dejándolo en el suelo.

– Senpai es muy cruel – Lloriqueaba Ryouta, pero dejó de hacerlo en cuando sus orbes miel enfocaron al moreno y los dos pelirrojos. Se levantó de nuevo de forma rápida mirando con estupefacción a ambos Kagami – ¡¿DOS KAGAMICCHI?! – Gritó atónito mirando intercaladamente a Tai y después a Taiga.

– ¡¿De qué demonios hablas Kise?! – Gruñó el capitán de Kaijo, pero después de mirar hacia donde estaban viendo los ojos del rubio, quedó exactamente con la misma duda impregnada en su cabeza. ¿Acaso sus ojos le estaban jugando una broma?

Los seis se quedaron en silencio, observando a los dos recién llegado que parecían haber visto un fantasma. La cosa hubiera quedado así por más tiempo, de no ser porque como siempre el peli celeste era quien se encargaba romper la tensión que había salido, como había hecho desde la tarde.

– Será mejor ir a algún lugar para hablar con más calma.

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– Cuando dijiste ir a algún lugar para hablar, no esperaba que fuésemos a parar en un karaoke, Tetsu – Se quejó el moreno.

– Fue idea de Kise-kun, y parece que Tai-kun y Taiga-kun aceptaron enseguida – Se defendió.

– Hablando de eso, ¿Ya les dijiste a Kasamatsu y a Kise sobre los nombres?

– Si, parece ser que lo entendieron, pero Kise-kun dice que esto es tú culpa y que vendrá a hablar contigo.

– Demonios – Farfulló Daiki – Encontrarme con él era una de las razones por la que no quería que los dos Kagami salieran; si se hubieran quedado en el apartamento de hubiéramos tenido que pasar estos momentos tan… raros – Habló sobándose las sienes.

– ¿Puedo preguntar por qué no querías encontrarte con Kise-kun?

– No te lo diré, aun no es momento.

– Aquí tienen lo que ordenaron – Apareció la mesera entregándoles unos cocteles que ellos habían pedido, con un poco de alcohol para que pudieran librarse del estrés que toda la situación que tenían debido a los dos pelirrojos.

Cuando Kuroko dijo sobre el ir a algún lugar para hablar, a Kise se le ocurrió ir a un karaoke que conocía y que estaba por esa zona. Ambos pelirrojos estuvieron de acuerdo y en contra de su voluntad acarrearon a Kasamatsu y Aomine, ya que el once de Seirin fue ahí al ser el de la idea sobre conversar en algún lugar.

El lugar tenía además del Karaoke, una pista donde bailar para quienes cantar con los micrófonos sin la base, además de una pequeña barra donde podían ordenar cerveza, bebidas alcohólicas o no alcohólicas. Sin olvidar los sillones suaves que servían para que los clientes estuvieran cómodos, y las luces de colores que animaban el ambiente.

– No sé qué es lo que pasa, pero Kise me dijo que tiene que ver contigo Aomine – Kasamatsu apareció para sentarse junto a esos dos después de haber ido al baño a lavarse las manos y de perder sin querer a ambos pelirrojos y Kise.

– Tch, supongo que no podré evitar eso, pero lo dejaré para después – Gruñó el peli azul – De cualquier manera, ¿Dónde están Kise, Tai y Taiga? – Preguntó con una ceja arqueada debido a que no veía a ninguno de los tres mencionados por ninguna parte.

– Los perdí – Aceptó el pelinegro.

– ¡¿Qué?!

– Kasamatsu-san no los perdió – Intervino Tetsuya – Están ahí, junto al encargado del karaoke, creo que están pidiendo alguna canción para cantar.

Los tres miraron hacia donde el chico había dicho, encontrándose en efecto a esos tres, que hablaban con aquel chico mientras parecía que este les entregaba unos micrófonos a ambos pelirrojos. Kise no pareció que tomara alguno, ya que se dio vuelta y regresó caminando hasta donde se encontraban los otros tres.

– Es increíble, Taicchi y Taigacchi quieren cantar una canción, y lo harán a dueto – Comentó el rubio mientras bebía un sorbo de su coctel que había traído desde la barra.

– Kise… ¿Qué hiciste? – Preguntó Aomine, pero fue interrumpido por la voz ronca del sujeto que estaba a cargo de las canciones del Karaoke.

– Y parece ser que tenemos a nuestros participantes de hoy, y parece ser que son gemelos; digan cómo se llaman por favor – Pidió el encargado.

– Mi nombre es Kagami Taiga.

– Y el mío es Kagami Tai – Respondió uno de ellos, no muy seguro aun de la manera en como había cambiado su nombre.

– Bueno, damas y caballeros, Los gemelos Kagami nos van a cantar Dynamite y es un verdadero reto al ser una canción en inglés pero ellos lo van a intentar, ¡Un aplauso para estos valientes! – El sonido de las palmas sonando unas con otras fue escuchado antes de que el sonido de la música comenzara a sonar.

Cuando comenzaron a cantar, se complementaban el uno con el otro, y eso era claro para sus acompañantes, los cuales sabían que no eran gemelos, pero que sí se habían multiplicado. La canción era en inglés, pero sabían que no representaba un problema para los Kagami ya que ellos sabían a la perfección ese idioma. No por nada Taiga había vivido en América durante 13 años.

Fue sorprendente que sus voces fueran hasta cierto punto excelentes, y que cantaran con tanta facilidad cuando al antiguo Kagami le hubiera costado una vergüenza inmensa haberse acercado siquiera a pedir una canción, y mucho menos se atrevería a cantarla. Pero animaban el ambiente, y varias personas empezaban a pararse para bailar y animarlos.

Aomine se dio cuenta, de que las miradas de Tai y Taiga estaban fijas en él, y eso no pudo evitar hacer que se sonrojara. ¡Demonios! Sabía que tenía algunos sentimientos hacia el diez de Seirin, pero con todo lo que pasó desde su deseo, asegura haber caído completamente enamorado por ese estúpido pelirrojo amante de las hamburguesas, que ahora estaba multiplicado por dos.

Sin embargo, la voz de Kise hablándole sobre el asunto de los deseos le regresó a la realidad. Debían aclarar estas cosas, y cuanto antes.

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– No puedo creer que tu deseo se hubiera cumplido Aominecchi, casi siento envidia.

– Escucha Kise, no sé si haber pedido este deseo es una bendición o una maldición, pero en definitiva quiero que Kagami vuelva a ser solo uno.

– ¿Por qué? – Preguntó el rubio confundido – Creí que era lo que querías ¿Qué no te gustaba Kagamicchi?

– A este nivel no puedo negar que siento algo por él, pero tratar con dos es algo difícil, siempre están peleando por mi atención y no puedo tener felices a ambos – Suspiró frustrado ante sus palabras – Si volviera a ser solo uno sería más fácil.

Kise y Aomine se habían alejado de la pista donde estaban cantando, para hablar con mayor comodidad lejos de las personas y el ruido. Había mucho de qué hablar, o eso decía Ryouta, que recordó el deseo que el moreno había pedido, y no pudo evitar querer saber sobre esa razón.

– Pues creo que no hay nada que hacer Aominecchi – Habló el rubio mientras le daba unas palmadas en la espalda, reconfortándolo – Ahora, a mí solo me queda esperar que senpai quiera iniciar su 2016 conmigo – Y el As de Kaijo se fue con una gran sonrisa a donde estaban Kasamatsu y Kuroko.

Aomine se quedó un rato más ahí, pensando, sobre lo que había pasado desde la mañana, era algo agradable tener dos Kagami con él, pero quería que volvieran a ser ese mismo tigre feroz y avergonzado que siempre era, no tener que estar lidiando con dos que por poco y lo parten a la mitad por un poco de su atención.

Ya eran las 9 de las noche, y aunque no era muy tarde, Daiki quería regresar a casa ya. Pero no podía dejar a Tai y Taiga solos, ya que ahora eran su responsabilidad. Regresó a donde estaban los otros, Los Kagami habían terminado ya de cantar, por lo que se encontraban sentados junto a los demás. El moreno tomó su peluche de pantera, y con un movimiento de labios les dijo a ambos pelirrojos que era hora de irse.

Se despidieron, se desearon feliz navidad, y caminaron de vuelta al apartamento donde vivían los dos chicos que habían hecho de la navidad de Aomine una aventura. El peli azul pensó todo el camino y ni siquiera le prestó atención a los dos pelirrojos que le miraban con preocupación.

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– Creo que es hora que yo me vaya – Murmuró un pensativo Aomine, sin entrar siquiera a la casa.

– En realidad, queremos que entres – Pidió Taiga, mientras tomaba la mano morena y jalaba de ella para hacer al cuerpo del As de Touou entrar al lugar.

– Escuchen – Dijo mientras encontraba las palabras correctas para hablar sobre lo que pasó. Les diría que fue su culpa pero no encontraba la manera de decirlo – Ustedes, yo, es mi culpa. Yo deseé que hubiera dos Kagami, cuando solo debía ser uno, no sé si lo que deseé estuvo bien o no pero quiero disculparme por hacer que ahora… todo sea al doble.

– Ahora escúchanos a nosotros – Dijo Tai – No importa lo que tu hayas hecho o si ahora somos dos, porque en cierta forma, esto me ayudó, quiero decir, nos ayudó a ambos a olvidarnos por unos segundos de nuestra vergüenza, para poder hacer lo que nos gusta sin temor. No sé qué fue lo que causó esta seguridad en nosotros, pero fue para bien.

– Además, Kise ya nos había dicho de esto, y también por qué pediste este deseo. Si de cierta forma tú sientes algo por nosotros entonces te diremos que eres correspondido, no vamos a seguir escondiéndonos porque, nosotros también estamos enamorados de ti, desde que nos enfrentamos en la Winter Cup – Aomine escuchaba todo, pero aún no se lo creía.

– No mientan, si ustedes me dicen esto porque las palabras de Kise y mi enamoramiento les dio lástima, no deberían mentir para hacerme sentir mejor; esto solo me destruye – Pero fue interrumpido por unos labios que se unieron con los suyos.

– Sé que no somos como el Kagami al que estás acostumbrado – Habló Tai cuando hubo despegado sus labios de los de Daiki – Pero creo que estás seguro de que ya sea ahora o antes, el Kagami que tú conocías nunca hubiera mentido con algo como esto, y nosotros tampoco – Dijo hablando por su ambos.

– Pero yo – De nueva cuenta fue interrumpido por unos labios, pero esta vez fue Taiga quien lo había besado. Cuando se separaron colocó un dedo sobre los labios del cinco, para que así no siguiera hablando.

– Solo no hables más, déjanos demostrarte que lo decimos enserio – Y no supo cómo, pero terminó siendo arrastrado hacia la habitación donde había empezado todo.

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//26 de Diciembre de 2015//

La luz del sol se colaba por la ventana, haciendo que esta molestara a las personas que dormían en la cama que sin querer estaba junto a la ventana. Aomine abrió los párpados para encontrarse con una cabellera rojiza, miró hacia el otro lado pero solo había uno, no podía saber quién era ya que estaban por completo desnudos.

Ayer en la noche se la pasaron… bien. Daiki pudo disfrutar las sensaciones más placenteras gracias a los dos Taiga.

– Mmm… – Sintió a uno de los pelirrojos moviéndose. Sonrió mientras acariciaba lentamente el cabello rojo del chico. El otro no tardaría en desaparecer. Kagami abrió los ojos despacio para encontrarse la figura de cierto moreno sin ropa, brindándole una sonrisa.

– Hey, ¿Ya despertaste? – La voz tan pacífica y hasta con ciertos toques de amor hizo que la cara de Taiga quedara completamente roja, mientras se volvía a cubrir con las sábanas.

Para Aomine esta acción fue una completa señal, ya que los anteriores Kagami no se habían sonrojado ni un poco, pero este, parecía ser que quería hacerle competencia a su cabello. Pero tenía que asegurarse, se levantó de la cama y se colocó su bóxer, para andar por todo el apartamento del diez. No encontró nada.

Regresó de nuevo a la habitación y ahí estaba de nuevo el pelirrojo sentado sobre la cama y cubriendo su desnudes con la sábana, el único ahí. No sabía si era porque la navidad se había terminado, pero ahora solo había un Kagami, como siempre debió haber sido. Con rapidez fue hacia él, y lo cargó en contra de su voluntad, mientras le besaba la cara.

Kagami se quejó, pero estaba más concentrado cuidando que su sábana blanca le cubriera el cuerpo que en los besos que el moreno le estaba dando. Sentía su cara arder y no quería seguir alzado. Comenzó a moverse bruscamente hasta conseguir que Aomine lo bajara.

– ¡Volviste a ser solo uno! – Vitoreó Daiki mientras le besaba las mejillas.

– ¡Aomine detente! – Le empujó para alejarlo – ¡¿Qué diablos te pasa?!

– ¿No recuerdas nada de ayer? – Preguntó un poco temeroso de que la respuesta sea negativa. No quería que todo lo que pasó ayer desapareciera de la mente de Kagami

– Un poco – Dijo confundido.

– ¿Recuerdas lo que hicimos ayer? – Con esa simple pregunta la cara de Taiga volvió a ponerse tan colorada como cuando se despertó – Bueno, al menos te acuerdas – Suspiró feliz mientras lo abrazaba, además que volvía a tener al mismo Kagami avergonzado de siempre, y eso era lindo.

– Cuéntame, ¿Qué pasó ayer? – Pidió el pelirrojo tímidamente – Necesito saberlo ya que mi memoria está algo mal…

– Te contaré todo.

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– Entonces deseaste que para navidad yo… ¿Me clonara?

– Algo así, lo siento.

– No te disculpes, es solo que algo así no es muy fácil de comprender – Se excusó el As de Seirin bebiendo un poco del café que había preparado.

– Creo que ahora creeré en la magia – Aceptó el moreno, mientras también bebía del café que Kagami le dio para desayunar.

– ¿La magia de fin de año contará?

– ¿Por qué? ¿Quieres desear que haya dos como yo? – Se mofó el cinco, notando como el otro se ruborizaba ante la acusación.

– ¡Cállate idiota! – Le reprochó mientras vaciaba su café sobre el cuerpo del contrario.

– ¡Hey! – Se quejó entre risas y un poco dolido por el café caliente en su cuerpo.

 

“Sé que tú no puedes, aunque intentes olvidarme siempre volveré una y otra vez”

 

 


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