Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Flashes por WinterNightmare

[Reviews - 31]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Tengo problemas aún con el hecho de poder publicar alguna foto con la que les sea posible relacionar a los actuales personajes. Así que por ahora, intentaré dejarles algunas características de cómo lucen, al menos los dos personajes principales.
Bill: Su look es como el que tenía en los tiempos en que se filmó el video de "Automatic".
Tom: Su look es como el que posee en la actualidad. Más que nada parecido al del video de Tokio Hotel TV 2015 "Getting Away" (Tom en motocicleta). 

Notas del capitulo:

Bueno, como lo prometí, les he traído la continuación de Convicto, la cual fue una historia que realmente amé escribir.
Espero que les guste esta segunda parte de la historia, y bueno... quisiera aclarar que éste capítulo es más que nada una especie de introducción a cómo van las actuales vidas de los chicos.

PD: El próximo capítulo será subido dentro los los próximos 7 días, no quiero hacerlas esperar demasiado con el verdadero inicio de ésta nueva historia en la vida de nuestros chicos.

Mucho amor para todas, y gracias por seguir acompañándome en todo esto. <3

 

 

El paisaje era el mismo de siempre pero a la vez se le hacía bastante diferente. Estaba a minutos de dar un gran paso en su vida, y los nervios que sentía amenazaban con matarle de un colapso en cualquier momento. Ni siquiera el delicioso café que tenía entre sus temblorosas manos lograba relajarle un poco.

-Dios – Se quejó – Creo que vomitaré en cualquier momento.

Gustav soltó una risa leve – No seas tonto, sólo son los nervios. Debes calmarte, y ya – Dijo con suavidad, desviando su vista del camino solo para observarle un par de segundos con una sonrisa amable pintada en el rostro – Eres bueno en lo que haces, deberías sentirte más confiado en ti mismo.

Bill sonrió sintiéndose calmo por unos momentos. Estiró su cuerpo en el asiento del copiloto y cerró sus ojos por un momento, queriendo que aquella tranquilidad que estaba sintiendo, perdurase por siempre.

No era un novato en todo el asunto, pues ya tenía varios años de práctica y un historial cargado de buenos empleos y éxitos laborales. Había sido requerido en sus comienzos por varias compañías de modelaje, pero no había sido hasta entonces, en el presente año, en que su agenda realmente colapsó de llamados y buenas ofertas, pero hubo una en especial que le colmó de pura y auténtica felicidad.

Luego de increíbles desfiles para Jean Paul Gaultier, su vida se había transformado del cielo a la tierra. Se mudó entonces a Berlín, donde las ofertas de grandiosos empleos no paraban de llegar, y Bill aceptaba todas y cada una de ellas mientras su cuerpo le permitiese, participando de tantas revistas, anuncios comerciales, avisos publicitarios, campañas, propagandas y desfiles como pudiera hacerlo.

Y fue luego de tantos exhaustivos meses que recibió una de las mejores ofertas que jamás imaginó; había sido solicitado para Vogue, “la biblia de la moda” como modelo oficial e infaltable en cada una de las futuras ediciones que la revista sacara dentro del presente año que recién comenzaba.

 Por supuesto que Gucci y Versace aún le querían en sus pasarelas y avisos publicitarios y él no les diría que no por nada del universo, por lo que había sido muy explicito en solicitar al menos dos días  a la semana en que él pudiera dedicarse al trabajo conjunto con dichas compañías.

Jamás le había sido un problema el trabajar tanto, pero ahora realmente temía por todo el peso que esto significaría en él. Con el sólo hecho de verse temblando y a los bordes de un colapso nervioso sólo de camino a firmar contrato con Vogue, ya no podía ni siquiera imaginarse cómo reaccionaría su cuerpo ante la primera sesión de fotos que deba brindar frente a personas tan importantes y una compañía tan exitosa como esa.

-¿Estás más tranquilo ahora? – Preguntó con cuidado, procurando no sobresaltar a Bill de sus pensamientos. El moreno asintió y Gustav pudo verle por el rabillo de su ojo – Bien, sólo estamos a unos 5 minutos, así que creo que deberías verificar si todo va bien… ya sabes.

El pelinegro abrió los ojos sintiéndose mareado por la noticia que su acompañante le daba. Se incorporó nuevamente y registrando su bolso sacó un pequeño espejo de mano para chequear su maquillaje – No, no debo verme bien, debo estar perfecto. Gustav, por Dios, es Vogue. Es todo lo que un modelo quiere en la vida y-

-Y todo saldrá bien – Le silenció el rubio, deteniendo su auto a las afueras de un lujosa compañía cuyas letras parecían estampadas en oro. Todo en aquel lugar relucía y Bill sólo quería llorar de temor – Tú siempre te ves perfecto, y lo sabes, tu ego puede superar incluso el tamaño de éste edificio – Bill le codeó y bajó del auto sintiéndose algo más tranquilo y con la risa impregnada en el rostro por culpa del rubio, quien se despedía diciéndole que le esperaría ahí afuera cuanto tiempo fuese necesario.

 

-Bill Kaulitz, eh – Le saludó una rubia mujer de alta estatura, delgada y muy sonriente, mientras avanzaba hasta él estirándole amablemente una mano en forma de saludo – Es un placer.

El moreno de puso de pie al instante y correspondió al gesto, rogando que su mano no estuviese sudando de nervios al momento de saludar a aquella mujer de no más de cuarenta años que ahora le guiaba hasta una pequeña oficina mientras le conversaba algo que Bill no lograba procesar debido a la emoción por estar a minutos de firmar con Vogue, su sueño desde que comenzó en todo esto.

-Bien, mi nombre es Samantha Schubmann, encargada del nuevo proyecto publicitario de Vogue, como ya te habrán contado los ejecutivos que pusimos a cargo para contactarte – Bill asintió, siguiéndole los pasos dentro de la pequeña oficina bellísimamente adornada, quedando por poco ensimismado al momento de entrar – Tomamos en cuenta tus peticiones en cuanto a seguir trabajando con compañías externas, y a pesar de que nos fue bastante difícil aceptar, decidimos hacerlo antes de perder a un modelo de tu categoría – Rió la mujer y Bill se sintió halagado en demasía.

-Gracias por el cumplido, señorita Schubmann – Sonrió tímido, sentándose frente a ella mientras le veía buscar el contrato de entre tantos papeles que mantenía sobre el pequeño escritorio color marrón.

-Oh, por favor, sólo dime Samantha. Firmando este papeleo ya seremos colegas de trabajo, y el ambiente que se respira en Vogue es bastante ameno y amigable; dependiendo del rango, claro está – Bill frunció el ceño casi imperceptiblemente ante lo último escuchado. El jamás había sido de “discriminar” por quien tenía más o menos poder, y aquello era algo que le molestaba bastante, y que al momento de entrar a trabajar en Vogue, él trataría de ignorar.

-Bien, Bill, puedes comenzar a leer y firmar cuando quieras – Habló sonriente mientras se ponía de pie, y dejaba un elegante contrato de trabajo frente al pelinegro que le observaba – Estaré en la oficina de al lado por si me necesitas – Se despidió, y avanzó en dirección a la puerta, dejando a un muchacho que poco a poco volvía a la realidad.

¿Aquello realmente estaba sucediendo? Bill tomó su pasaporte a la dicha entre sus manos y comenzó a leerlo mientras su corazón saltaba eufóricamente dentro de su pecho.

Su vida cambiaría para siempre.

 

+++++

 

-¡Salud! – Gritaron todos a coro antes de que el ruido incesable de las conversaciones ajenas volviera a sus oídos.

Su pequeña casa estaba repleta. Jamás había gustado de la compañía de los demás, pero poco a poco había ido cediendo ante la idea de que quizás el hacerse de nuevos amigos no era tan malo.

Seguía siendo un desconfiado, aquello era algo que jamás podría cambiar. La vida le había enseñado muchas cosas en éste último tiempo, pero no a confiar en los demás. Si había aceptado a hacer ésta reunión era simplemente porque Yass se lo había pedido, como justificativo de que un nuevo hogar había que inaugurarlo.

Qué tontería.

-Hey, Tom, ¡felicidades por todo esto, eh! – Le saludó uno de sus compañeros de aquel nuevo empleo al que prácticamente había sido obligado a aceptar.

-Sí… gracias – Respondió el aludido, con la mirada perdida en algún lugar.

-Vaya, tienes una casa hermosa – Agregó luego de un rato bebiendo de su vaso de whisky.

Tom asintió sin reales ganas de continuar con aquella conversación. No era que fuese un antisocial ni mucho menos, es que simplemente era muy poco lo que conocía a Carl como para sentirse realmente a gusto de comentar su actual vida con él.

Su pasado, por otro lado, no era un gran secreto para nadie. Todos sabían que aquel chico nuevo en el trabajo estaba ahí gracias a una especie de programa de inserción laboral que todas las cárceles del país deben brindar a sus reclusos que ya han cumplido con su condena dentro de las instalaciones.

Y Tom no era un caso especial. Él sólo fue enviado a la cocina de una gran empresa a trabajar de que lo necesitasen ahí dentro, aunque, mayoritariamente, era él quien debía estar a cargo de cocinar los exquisitos platos que se le ofrecían a la gente que trabajaba en el lugar.

No se quejaba de su actual vida, pues cualquier cosa era mejor que estar tras las rejas. Aunque algo de provechoso había tenido todo aquello, y eso era el haber conocido a Yass.

Desde el día en que la chica que trabajaba en el casino de la prisión comenzó a sonreírle y compartir los mismo gustos por la gastronomía que él, ambos empezaron una especie de amistad prohibida, manteniendo así luego de un tiempo una relación oculta y una promesa de vivir juntos a penas Tom pusiera los pies en la calle.

Tom no se quejaba absolutamente de nada, sino todo lo contrario, su vida estaba mejor que nunca. O de eso quería convencerse.

Carl no tardó de notar lo distraído que estaba Tom y se largó a buscar conversación en otro lado, dejando al chico de ropa holgada solo en medio de la cocina, pensando en quien sabe qué.

Unos delgados y blanquecidos brazos se enredador alrededor de su cintura y Tom se tensó bruscamente, casi soltando un grito por la sorpresa y la extraña sensación familiar que le había traído aquella acción.

Yass casi como efecto reflejo, rodeó el cuerpo del hombre y se puso de pie justo frente a él, mirando extrañada pero sin soltarle del todo - ¿Sucede algo?

Tom sonrió intentando calmar la preocupada expresión en el rostro de su novia – No Yass, tranquila.

-Tom, sabes que no me gusta cuando comienzas a comportarte así… no lo sé, es-

-No estoy comportándome de ninguna forma – Interrumpió, esfumando las tontas inseguridades de la mujer frente a él – Sólo estaba distraído y me tomaste por sorpresa.

Yass le miró fijamente por unos cuántos segundos más antes de soltar una pequeña risa de medio lado y abalanzarse sobre él. Tom rió suavemente y la sostuvo entre sus brazos, aspirando el aroma de su cabello.

-Te dije que esto de la fiesta de inauguración sería una buena idea. ¿Has notado cuántos compañeros de trabajo han venido a verte? Y tú decías que no les importabas.

-Yass, no empieces.

La chica soltó una carcajada ruidosa – Bien, lo siento. Es sólo que ya no sé como convencerte de que todo eso es real, Tom – El aludido se separó unos cuántos centímetros de ella para mirarle a los ojos con atención, intentando descifrar sus palabras – Ésta es tu vida ahora, y a ellos les importa un carajo tu pasado y tu vida en la cárcel. Tú eres un hombre nuevo, has cambiado mucho desde que te conocí y bueno… me encantaría que fueras tan feliz como yo lo soy junto a ti.

Tom sonrió nostálgico. Yass despertaba inconscientemente aquello que él tanto se esforzaba por enterrar en lo más profundo de su ser y no volver a descubrirlo jamás. Pero Yass y su forma de ser… tan inmadura, optimista, feliz…

Yass le recordaba a aquel niño que tanto amó y que la vida le arrebató de sus brazos.

Todos los días recordaba a Bill en aquellos pequeños gestos, en las palabras que ella decía, o en su forma de actuar… a veces, incluso, llegaba a creer que cierta parte de Bill jamás le abandonó y seguía junto a él día a día presente en Yass.

Sabía que era una idea tonta e inmadura, y que debía dejarla atrás, pero no podía. Tampoco quería dejar ir a Yass porque necesitaba esa pequeña chispa en ella que no le permitiese olvidar a Bill aunque eso fuese todo lo que él deseaba.

-Soy feliz, Yass – Le besó cuidadosamente en la frente y la rubia cerró sus ojos ante el tacto – Lo soy gracias a ti.

Unos cuántos cristales romperse sonaron fuera de la instancia y la mujer salió casi disparada de la cocina en dirección a la sala sólo para encontrarse a uno de sus compañeros de trabajo bailando sobre la mesa completamente ebrio. Todos rieron y Tom también lo hizo en cuanto llegó a su lado.

Todos se veían tan felices. Ellos reían y aplaudían casi ahogados en sus propias carcajadas; y Tom, dentro de su casi imperceptible y profunda tristeza, se preguntaba por qué él no se veía así.

 

 

Notas finales:

¿Qué les pareció? ;-;


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).