Un día se conocieron. ¿Cómo expresan su pasión dos personas tan reservadas? Pues ellos lo descubrieron ese día en que sus miradas se cruzaron, y el mundo pareció pintado de colores tan repentinamente como un arcoíris, pero ésta ilusión no fue etérea. Este amor sería para siempre, aun con la enorme, abismal, barrera que los separaba, que dividía sus mundos, y sus destinos. Pero algo los había acercado ese día, queriendo unir el oscuro mundo de los ghoul's, y el fascinante mundo de los investigadores.
Ken Kaneki, un joven de 17 años, se enamoró perdidamente de Arima Kishou, que sintió una extraña alegría al tener cerca al muchacho a tal magnitud, que deseó no separarse nunca de él. Tenía que tenerlo.
Aunque, claro, Arima no sería nada sutil.
-¿Cómo te llamas? -preguntó Arima acercándose al muchacho.
La librería, esa tarde, estaba casi vacía; aparte de ellos y la cajera, sólo había dos personas más.
-Kaneki -respondió el chico de platinado cabello y ojos negros.
-¿Quieres tomar un café conmigo?
-S... sí, -respondió sonrojado- me gustaría.
Salieron sin libros, uno al lado del otro, dejando atrás, Kaneki a Hide, y Arima Akira Madou.
Arima, siendo el mejor y más experto investigador ghoul, se dio cuenta enseguida de que la persona de la que estaba enamorado era un ghoul. Kaneki, que trabajaba en el Café Anteiku, sabía perfectamente quién era Arima Kishou, pero eso no le importaba. Quizá no le importaba a ninguno porque sus citas, secretas, claro, se volvieron parte del ir y venir de sus vidas, tal como lo eran las batallas entre ghouls e investigadores.
Fue tal su pasión, que un día ese sentimiento tan feroz y ardiente los llevó directo al departamento de Arima Kishou, donde de la manera más pasional, el investigador desnudó al chico y lo poseyó en el sillón de la sala, en la barra de la cocina, y por fin en la cama, en la oscuridad de la habitación principal.
Algo que ninguno pudo haber imaginado en sus vidas tan grises. Ese amor logró hacerlos sonreír, gozar, amar por primera vez. Sentir por primera vez.
-¿Habías hecho esto con alguien más? -preguntó Arima, sentándose en la cama. Kaneki, acostado a su lado, lo miró.
-Con Hide -respondió-, mi amigo, hace tres años, pero terminamos, y él comenzó a salir con alguien más... ¿Y tú?
-Para mí esto no tiene un significado importante, tenía mejores cosas que hacer.
Kaneki sonrió.
El departamento era de Arima-san, y como prácticamente no recibía visitas, siempre estaba a oscuras. El escondite perfecto para un típico "amor prohibido". Un romance que se prolongó por tres años más, hasta que una mañana, Arima recibió un mensaje de Kaneki. Lo leyó de camino a su oficina, quedándose de pie un segundo, leyéndolo dos veces más.
-Señor -preguntó un subordinado-, ¿qué le sucede?
Pero Arima no respondió, siguió el camino hasta la oficina, y no dijo más.
-¿No lo verás?
Kaneki, recostado en la cama, abrazaba una almohada. Hide se sentó en el piso, frente a él, pero su amigo se cubrió el rostro.
-Kaneki -continuó Hide-, tienes que hablar con él.
-No -dijo a través de la almohada.
-Pero...
-No, Hide, no; - se quitó la almohada y se sentó- ¿es que no ves la magnitud de todo esto? Arima-san es un investigador ghoul... Es peligroso.
-No lo era hace días, no?
Kaneki abrazó la almohada y bajó la mirada.
-Es -dijo- peligros para nosotros.
-Habla con él -susurró Hide, cruzando los brazos sobre la cama-, míralo, te ama, mucho más de lo que ha amado a alguien, eso debe significar algo, sobre todo en este momento.
-¿Tú crees? -levantó la mirada.
-¿Qué sería lo peor que podría suceder?
-Que nos asesine a ambos de un sólo golpe.
Pasaron dos días más para que Kaneki fuese a ver a Arima.
-Ve al punto -dijo Arima-, no me gustan las excusas, ni los tartamudeos.
-Quiero que terminemos -respondió resuelto.
-¿Por qué? -le tomó la mano- ¿Es por mi trabajo?
-Sí -lo miró, pero no retiró su mano-, es por eso.
Arima le tomó el rostro por la quijada y lo besó.
-Di de nuevo -dijo- q quieres terminar conmigo.
-Quiero terminar contigo.
-¿Por qué? -parecía querer expresarse mejor, y aunque su rostro no se movió, sus ojos le mostraban más que sus palabras.
Kaneki bajó la mirada, y dio dos pasos atrás.
-Lloras -se lamentó Arima-, ¿por qué? ¿Qué hice?
-Ya no puedo estar contigo, tengo miedo -lloró.
-Te dije que no iba a lastimarte, yo nunca te dañaré mientras estemos aquí, pero sabes que afuera...
-¡Somos enemigo, lo sé...! Eso lo sé -lo miró cuando Arima se acercó de nuevo, abrazándolo-, pero... ¿si hubiese algo... algo que nos uniera? ¿Si algo tuviera que obligarnos a estar más unidos, Arima-san? ¿Qué harías si yo...?
No pudo contener más las lágrimas, y Arima los sostuvo un buen rato, pensando, hasta que lo separó de su pecho, mirándolo unos segundos.
-Está bien -dijo Arima con la misma seriedad que siempre-, no tengas miedo -le limpió las lágrimas-, no voy a lastimarte, no lo hice antes cuando sólo te amaba a ti, ahora te protegeré al doble porque tú y él lo merecen, Kaneki.
Un puente, aun más fuerte que el amor, se había creado; crecía cada día dentro de Kaneki.
Un pequeño puente llamado Sasaki.
-¿Qué estabas pensando? -regañó Akira Madou, obviamente molesta, tratando de no levantar la voz.
-No te entiendo.
-Un niño -siseó molesta-, tendrás un niño con un ghoul.
-Lo amo.
-¿Qué? -preguntó sorprendida. Una expresión tan llena de significados, dicha de una manera tan banal.
-Amo a ese ghoul -continuó-, y amo al niño que tendrá porque una mitad es mía.
-Estás loco -dijo y salió- ¡Loco! -gritó alejándose.